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Comentario MacArthur del Nuevo Testamento 
Santiago: 
Capítulo 21 – El poder de la oración eficaz

 

Oración y restauración

¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. (5:14-15)

He aquí la parte peor interpretada y más debatida de este pasaje. A primera vista parece estar enseñando que los creyentes enfermos pueden esperar la sanidad física mediante las oraciones de los ancianos. Pero tal interpretación no tiene armonía con el contexto. Y como se observó en el punto anterior, el sufrimiento que Santiago tiene en mente es el maltrato, no la enfermedad física.

Es cierto que, además de aparecer en este versículo, astheneō se traduce enfermo unas dieciocho veces en el Nuevo Testamente (p. ej. Mt. 10:8; 25:36, 39; Mr. 6:56; Lc. 4:40; Jn. 4:46; Hch. 9:37). Pero también se emplea unas catorce veces para referirse a debilidad emocional o espiritual (Hch. 20:35; Ro. 4:19; 8:3; 14:1-2; 1 Co. 8:11-12; 2 Co. 11:21, 29; 12:10; 13:3-4, 9). De manera significativa en todas menos en tres (Fil. 2:26-27; 2 Ti. 4:20) de las ocurrencias de astheneō en las epístolas no se refiere a enfermedad física. El empleo de Pablo de astheneō en 2 Corintios 12:10 es digno de notar, ya que allí describe debilidad producida por los sufrimientos de la vida, en un contexto similar al de su uso en el versículo que estamos analizando.

El traducir aquí astheneō “enfermo”, en armonía con su uso predominante en las epístolas, nos permite considerar este versículo desde otro punto de vista. Santiago va más allá del sufrimiento de los creyentes del punto anterior, a referirse específicamente a aquellos que se han debilitado por tal sufrimiento. Los débiles son los que han sufrido derrota en la batalla espiritual, los que han perdido la capacidad de soportar su sufrimiento. Son los guerreros espirituales caídos, los cristianos exhaustos, agotados, deprimidos y derrotados. Han tratado de recurrir al poder de Dios mediante la oración, pero han perdido la motivación, cayendo incluso en actitudes pecaminosas. Estando en tan lamentable condición, no pueden orar eficazmente por sí mismo. En tal condición, el débil espiritualmente necesita la ayuda de los espiritualmente más fuertes (cp. 1 Ts. 5:14).

Dice Santiago que esa ayuda debe hallarse en los ancianos de la iglesia. Ellos son los espiritualmente fuertes, los espiritualmente maduros, los espiritualmente victoriosos. Los creyentes débiles y derrotados deben ir a ellos y servirse de su poder. Deben llamar (de proskaleō, “llamar al lado de”) a los ancianos para que vayan y los levanten. Es el mismo pensamiento que el apóstol Pablo expresó en Gálatas 6:1: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre”. Las ovejas cansadas, lastimadas y quebrantadas, deben ir a los pastores, quienes intercederán por ellas y pedirán a Dios nuevas fuerzas espirituales para ellas.

Este es un importante y muy descuidado ministerio de los pastores y los ancianos de la iglesia. Los apóstoles reconocieron su prioridad cuando dijeron: “Nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra” (Hch. 6:4). Pero en la iglesia actual, se entrega a los creyentes débiles y en luchas a los así llamados expertos consejeros profesionales, los que muchas veces tienen poco poder en la oración. Los que han sufrido derrotas espirituales, no necesitan escuchar palabras de sabiduría humana; necesitan ser fortalecidos por el poder de Dios mediante las oraciones de sus líderes.

El [ungir] con aceite en el nombre del Señor, hecho por los ancianos, no es una alusión a alguna ceremonia pública. Aleiphō (la raíz del verbo traducido ungir) no se emplea en el Nuevo Testamento para referirse a una unción ceremonial. El erudito griego A. T. Robertson comenta: “No es un modo alguno cierto que aquí aleiphō signifique ‘ungir’ de un modo ceremonial en vez de ‘frotar’ como por lo general se hace en tratamientos médicos” (Word Pictures in the New Testament [La ilustraciones verbales en el Nuevo Testamento] [reimpreso, 1933; Grand Rapids, s. f.], 6:65). Richard C. Trench asiente: “[aleiphō] es la palabra mundana y profana, [chriō] la sagrada y religiosa” (Sinónimos del Nuevo Testamento [Grand Rapids: Eerdmans, 1983], 136-37). Aleiphō en el Nuevo Testamente describe la unción de la cabeza con aceite (Mt. 6:17; cp. Lc. 7:46), la unción por las mujeres del cuerpo de Jesús (Mr. 16:1), la unción de los enfermos con aceite (Mr. 6:13). Tal vez la mejor manera de traducir la frase sería “frotándole con aceite en el nombre del Señor”; literalmente dice “después de haberle ungido con aceite con aceite”.

Bien pudiera haber sido que los ancianos literalmente frotaban aceite en los creyentes que habían sufrido lesiones físicas, producto de la persecución (cp. Lc. 10:34). La ciencia médica estaba con certeza en un estado primitivo y había pocos médicos confiables. Habría sido un acto amable y bondadoso, de parte de los ancianos, frotar aceite en las heridas de los que habían sido golpeados o en los adoloridos músculos de los que tenían que trabajar muchas horas bajo un rudo trato.

Metafóricamente, el ungir con aceite por parte de los ancianos a los creyentes débiles y abatidos, expresa la responsabilidad que tienen los ancianos de estimular, animar, fortalecer y renovar (cp. Lc. 7:46) a estas personas. Hablando de Israel, escribió Isaías: “Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite” (Is. 1:6). Al carecer de guías espirituales, a las perdonas de la nación no se les habían tratado las heridas espirituales. David expresó la restauración espiritual compasiva de parte de Dios con estas conocidas palabras: “Unges mi cabeza con aceite” (Sal. 23:5).

El ministerio de intercesión de los ancianos debe hacerse en el nombre del Señor. Cualquier consuelo verdaderamente bíblico tiene que ser compatible con quién es Dios (que es lo que su nombre representa). Hacer algo en el nombre de Cristo es hacer lo que Él habría hecho en esa situación. Orar en el nombre de Cristo es pedir lo que Él desearía. Ministrar en el nombre de Cristo es servir a otros en nombre Él (cp. Jn. 14:13-14).

El bendito resultado del consuelo y del ministerio de intercesión de los ancianos es que su oración de fe salvará al enfermo. Este es otro caso en que enfermo pudiera confundir, y no es la mejor traducción de kamnō, que en su único otro empleo en el Nuevo Testamento (He. 12:3) es evidente que no se refiere a una enfermedad física. Como se ha observado, aquí Santiago se refiere a una restauración espiritual de los creyentes débiles y abatidos. Ni tampoco sōzō (salvará) necesariamente se refiere a la sanidad física; por lo general se traduce “salvar” en el Nuevo Testamento. Aquí la idea es que las oraciones de los ancianos librarán a estos creyentes de su debilidad espiritual y los restaurará a una plenitud espiritual. Estas oraciones, por supuesto, no son sino un canal para el poder de Dios; es el Señor quien levanta al débil. Egeirō (levantará) puede significar también “despertar”. Mediante la oración eficaz de los hombres santos, Dios restaurará su maltratado entusiasmo.

La observación de Santiago, de que si uno de los creyentes espiritualmente débiles ha cometido pecados, le serán perdonados, proporciona evidencia adicional de que este pasaje no se refiere a la sanidad física. En ninguna parte la Biblia enseña que todas las enfermedades sean resultado directo de los pecados de la persona. Sin embargo, la derrota espiritual es a menudo la causa y el resultado del pecado. Cuando esa es la cuestión, el antídoto es confesar esos pecados a Dios y obtener su perdón. “Mi pecado te declaré”, escribió David, “y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Sal. 32:5). Salomón, hijo de David, se hizo eco de esta alentadora verdad: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Pr. 28:13). En las conocidas palabras de 1 Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Si el pecado ha contribuido a la debilidad espiritual de ese creyente, o es el resultado de ella, ese pecado le será perdonado cuando él clame a Dios en busca de perdón. Los ancianos pueden animarlo a confesar, ayudarlo a distinguir sus pecados y unir sus oraciones por el perdón de los mismos. Ese es un esencial de su ministerio de restauración.

 

Páginas: 286-289

Título del original: The MacArthur New Testament Commentary: James, © 1998 por John MacArthur y publicado por The Moody Bible Institute of Chicago / Moddy Press, 820 N. LaSalle Blvd., Chicago, Illinois 60610-3284.

 

Edición en castellano: Comentario Macarthur del Nuevo Testamente: Santiago, © 2004 por John MacArthur y publicado por Editorial Portavoz, filial de Kregel Publications, Gran Rapids, Michigan 49501. Todos los derechos reservados.

 

Ninguna parte de esta publicación podrá reproducirse de cualquier forma escrito previo de los editores, con la excepción de citas breves en revistas o reseñas.

 

A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas han sido tomadas de la versión Reina-Valera 1960, © Sociedades Bíblicas Unidas. Todos los derechos reservados.

 

Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org 
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