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Vayamos a Lucas 9. Todos y cada uno de los pasajes de las Escrituras vienen de Dios y son ricos e instructivos, pero este que ahora analizamos lo es en particular. Los versículos del 23 al 26 expresan: «Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de Mí, éste la salvará. Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo? Porque el que se avergonzare de Mí y de Mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en Su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles».

Este es un pasaje breve, no tiene muchos versículos, ni siquiera muchas y abundantes palabras, pero está en el corazón de las enseñanzas de Jesús. Es oro bíblico y puro. Es un diamante de la verdad, claro y brillante. El tema es seguir a Jesús: «Si alguno quiere venir en pos de Mí».

Este es un texto de cómo seguir a Jesús, cómo convertirse en cristiano, cómo ser salvo, cómo ser redimido y nacido de nuevo. Es una enseñanza crucial. Hay algo que le impresiona al inicio: Ir en pos de Jesús implica la autonegación. «Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo». El Evangelio es un llamado a la autonegación; no es un llamado a la realización personal.

Esto pone al Evangelio verdadero en oposición al mensaje evangélico moderno, el cual se basa en la realización personal y la ayuda propia. A Jesús se le ve a menudo como un genio práctico. Usted frota la lámpara, Él da un salto afuera y dice: «Tendrás todo lo que quieras». Usted le entrega su lista y Él cumple. Están aquellos dentro del evangelicalismo quienes le dicen que Jesús quiere su bien y si usted no está bien, es que no ha reclamado su sanidad. Jesús quiere verlo próspero y rico; si no lo es, es que no lo ha reclamado. Jesús quiere verlo libre de deudas y si usted envía dinero suficiente a los televangelistas, en virtud de su fe, usted se liberará a sí mismo del demonio de deuda, porque como se dice frecuentemente, Jesús no quiere que usted tenga ningún problema o dificultad. Su salvación es garantía de salud, riqueza, prosperidad y felicidad. El psicológico, hombre-céntrico evangelista le dice que Jesús vino a darle paz y alegría. Jesús le hace un vendedor mejor y le ayuda a dar más jonrones. Jesús realmente quiere hacerlo sentir mejor acerca de sí mismo y quiere elevar su imagen propia y poner fin a sus pensamientos negativos.

Es interesante ver como esta tendencia ha llegado a la iglesia. La he observado a través de los años. He vivido lo suficiente como para verla llegar. Esta tendencia arribó más explícitamente a través del ministerio de Robert Schuller. Hace unos años atrás, él escribió un libro nombrado Self-Esteem: The New Reformation. Yo revisé aquel libro, que apareció en una publicación nacional. Yo hice la revisión porque pensé que era un punto crítico, era una tentativa de una reforma nueva. Era una tentativa de reemplazar el Evangelio bíblico por un Evangelio nuevo. Y funcionó. En aquel libro, Self-Esteem: The New Reformation, Robert Schuller escribe; cito: «Es precisamente en este punto que la teología clásica ha errado en su insistencia de que la teología sea “Dios-céntrica” y no “hombre-céntrica”» ([Waco, Tex.: Word, 1982], p. 64). Fin de la cita. Este es un comienzo iconoclasta. Lo primero que tenemos que hacer es poner fi n a la teología clásica. Nosotros tenemos que poner fin a la teología Dios-céntrica y reemplazarla con la teología hombre-céntrica. Esto es bien descarado, pero fue exactamente lo que prosiguió.

Él escribió luego, y cito: «Dios diseñó este plan maestro alrededor de las necesidades más profundas del ser humano: la dignidad propia, el respeto propio, el merecimiento propio, el amor propio» (Ibíd., p. 71). Para Schuller, la perla de alto precio es el respeto propio y el amor propio genuinos. Escribió además, y cito: «Si seguimos el plan de Dios tan fielmente como podemos, nos sentiremos bien acerca de nosotros mismos» (Ibíd., p. 76). Este es el mensaje del evangelicalismo, es el evangelio del siéntase bien. Siéntase bien acerca de usted mismo.

Entonces, sigue diciendo, y cito: «Dios lo necesita a usted y a mí para ayudar a crear una sociedad de personas que se estiman a sí mismas» (Ibíd., p. 79). Perdónenme si no me uno. No concibo un grupo al que me gustaría unirme menos. Entonces, en este esfuerzo por una reforma nueva, lo primero que tiene que hacer es anular lo clásico, Dios-céntrico, la teología histórica y reemplazarlo por una teología hombre-céntrica, sicológica y de autoestima, de este modo el obedecer toda la Biblia y el Evangelio conduce a ayudar a las personas a sentirse mejor acerca de ellos mismos para cumplir sus sueños y sus aspiraciones. Adelante dice, y cito: «El objetivo fundamental de Dios es transformarnos a usted y a mí en personas seguras de sí mismas» (Ibíd., p. 80). Una cita más: «Una vez que una persona cree que es un “pecador indigno” se siente inseguro de si puede realmente, honestamente aceptar la gracia salvadora que Dios ofrece en Cristo» (Ibíd., p. 98).

Si quiere ser salvo en el Evangelio nuevo, no puede pensar de usted mismo que es un pecador indigno. ¿Cuán distorsionado es esto? ¿Cuán contrario a la verdad? Sin embargo, este es el Evangelio hombre-céntrico y de amor propio que tomó Bill Hybels, el discípulo número uno de Robert Schuller, y lo transfirió hacia el movimiento buscador–amistoso que ha absorbido el evangelicalismo. Es un tipo de narcisismo cuasi-cristiano, de amor propio, característico de los falsos maestros.

De acuerdo con 2 Timoteo 3:1-2: «vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos». El cristianismo se ha convertido en un movimiento «obtén lo que quieres» en lugar de un movimiento de «entrega». Se ha prostituido la intención divina para el Evangelio. Se ha reemplazado la gloria de Dios por la satisfacción del hombre. El abandonar tu vida para la honra de Cristo se ha reemplazado por Cristo te honra. Todo está tergiversado y el Evangelio ya no está de moda. Hubo un santo de muchos siglos atrás quien lo entendió bien. Esta es una oración que él escribió, y cito: «Señor, superior y santo, humilde y manso, hacedme ver por la paradoja que el camino bajo es el camino alto, que estar abajo es estar en lo alto, que el corazón roto es el corazón sano, que el espíritu contrito es el espíritu con regocijo, que el alma arrepentida es el alma victoriosa, que no tener nada es poseerlo todo, que soportar la cruz es llevar la corona, que dar es recibir. Permitidme encontrar la luz en mi oscuridad, el gozo en mi aflicción, vuestra gracia en mi pecado, las riquezas en mi pobreza, vuestra gloria en mi valle, vuestra vida en mi muerte» (Arthur Bennett, ed., The Valley of Vision [Edimburgo: Banner of Truth, 1975], oración introductoria).

¿Vuestra vida en mi muerte? Eso es el Evangelio verdadero. No se trata de exaltarme a mí, se trata de matarme a mí. Jesús dijo: «Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame». Es la muerte del ego. Usted gana cuando pierde. Usted vive cuando muere. Ése es el núcleo, el mensaje central del Evangelio. Esto es el centro del discipulado. Lucas 9:23-25 no es un pasaje oscuro. No difiere de la enseñanza usual de Jesús. Estos son principios que Él enseñó reiteradamente a través de Su ministerio en contextos diferentes.

Déjeme mostrarle algo. Volvamos a Mateo 10:34. En los versículos anteriores, Jesús había estado hablando acerca de confesarlo a Él como Señor y Salvador: «A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres Yo también le confesaré delante de Mi Padre que está en los cielos» (v. 32). Entonces, en los versos del 34 al 36 dice: «No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa».

Lo primero: si usted viene a Cristo, esto puede empeorar su familia, no mejorarla. Puede transmitir un distanciamiento hacia su familia y otros, que usted nunca antes experimentó. Pero es así si usted entrega su vida a Jesucristo. Habrá un abismo intransitable entre usted y las personas de su familia que no entregan sus vidas a Cristo. El versículo 37 dice: «El que ama a padre o madre más que a Mí, no es digno de Mí; el que ama a hijo o hija más que a Mí, no es digno de Mí». Si usted no está dispuesto a correr el riesgo de un distanciamiento permanente en su familia o pagar el precio de un trauma mayor, el conflicto, el sufrimiento en su familia, usted ni siquiera es digno de ser Su discípulo.

En el verso 38 Él dice: «y el que no toma su cruz y sigue en pos de Mí, no es digno de Mí». La cruz se asociaba con algo en particular y sólo con eso: Era un instrumento de muerte, de ejecución. Jesús está diciendo: «Si no estás dispuesto a sufrir conflictos familiares, no eres digno de ser Mi discípulo. Si no estás dispuesto a padecer conflictos con el mundo al punto que pudiera costarte la vida, no eres digno de Mí». El versículo 39 dice: «El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de Mí, la hallará». El foco de Su enseñanza es la pérdida de tu vida. Esta no es una teología hombre-céntrica; es teología Cristo-céntrica. Usted debe estar dispuesto a dar todo a Cristo no importa lo que le cueste.

Marcos 10 es otra ilustración de esta verdad que está absolutamente en el corazón de las enseñanzas de Jesús. En Marcos 10:21, Jesús está hablando a un jerarca joven rico quien quería la vida eterna. En el versículo 17 él le pregunta a Jesucristo cómo obtener la vida eterna. Jesús le habla al respecto y finalmente confronta su pecado. Él no lo admitirá ni renunciará a su propia justicia que es su peor pecado. Jesús lo confronta acerca de su dinero, pero no está dispuesto a renunciar a su dinero. Él quiere a Jesús, quiere la vida eterna, pero Jesús se asegura de hacerle saber que él tiene que desistir de su propia justicia; tiene que reconocerse a sí mismo como indigno, miserable, pecador y tiene que estar dispuesto a abandonar todas sus posesiones terrenales si Jesús le pide que lo haga. Él no lo va a hacer.

El versículo 21: «Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme». Jesús dijo: «El precio es estar dispuesta dejarlo todo. Yo pudiera no pedirlo, pero podría. El precio es estar dispuesto». «Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones» (v. 22). Él prefirió su dinero y sus propiedades a Jesús. Él no fue digno de ser Su discípulo. Si no estás dispuesto a estar separado de tu familia, si no estás dispuesto a estar separado del mundo, si no estás dispuesto a estar separado de los bienes materiales que posees, entonces Jesús no es tan valioso para usted. Debe ser un principio de todo o nada.

Ahora, en Lucas 9:57-58 Jesús andaba por el camino con algunos de los que serían Sus discípulos cuando «uno le dijo en el camino: Señor, Te seguiré adondequiera que vayas. Y Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza». Jesús le está diciendo: «Nosotros no vamos al más lujoso hotel; espero que esto no te afecte negativamente. Pero tienes que saber: Yo no tengo ningún lugar dónde recostar Mi cabeza. Si me sigues, lo perderás todo. Ése es el precio».

Jesús no dijo: «Oh perfecto, sígueme, serás feliz, serás saludable, rico, próspero y exitoso». «Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre» (v. 59). La implicación es que su padre ni siquiera estaba muerto. ¿Qué quiso decir con «vaya y entierre a mi padre». ¿Significa ir al funeral? No, él quiere decir no hacer nada hasta que obtenga su herencia. Él acababa de escuchar a Jesús decir que no iba a tener nada si le seguía y Jesús no tenía nada que darle, por tanto él quiso haraganear en casa hasta que pudiera empacar la fortuna en su bolso y entonces, seguir a Jesús. Él también desapareció.

Jesús estableció el estándar de la abnegación total. En Lucas 14 encontramos que el mensaje es siempre el mismo. En el 14:25 hay una gran multitud que acompaña a Jesús «y volviéndose, les dijo: Si alguno viene a Mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser Mi discípulo» (vv. 25-26). No es acerca de usted, no es acerca de su amor propio, es acerca de su pecado, su desesperación y su necesidad de ver a Jesús tan inestimable y valioso como su Salvador del pecado y de la muerte y del infierno, que usted voluntariamente lo dejaría todo, aun si esto le costara su familia o su matrimonio. En el versículo 27 Jesús dice: «Y el que no lleva su cruz y viene en pos de Mí, no puede ser Mi discípulo». No puede haber algo más claro que esto.

En Lucas 17:33 Jesús dice: «Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará». Es el mismo principio. Si usted trata de aferrarse a sus planes, su agenda, su éxito y su autoestima… pierde. El apóstol Juan no dejó esta enseñanza central de Jesús fuera de su Evangelio. En Juan 12:24 Jesús dice: «De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto».

Si usted va a ser fructífero al seguir a Jesús, le costará la vida. «El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame» (vv. 25-26). El sendero que recorría era un sendero de persecución y muerte. Entonces ¿quiere seguir a Jesús? Le costará absolutamente todo. Tal vez el Señor no tome su vida, quizá no tome todo su dinero, quizá no tome su familia o su conyugue, quizá no tome su trabajo, pero usted necesita estar dispuesto a renunciar a ellos, si esto es lo que Él quiere. Usted necesita estar lo bastante desesperado para aceptar a Cristo sin importar el precio.

Vayamos a Mateo 16 porque usted no puede entender toda la ilustración del pasaje de Lucas sin compararlo con su pasaje paralelo que está en Mateo 16. Veamos el contexto, es el momento del examen para los discípulos, sólo hay una pregunta en el examen: «Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?» (v. 15). Después de dos años de instrucción, revelación, y milagros y señales y maravillas que Jesús había hecho, junto con todas Sus enseñanzas, llegó el momento del examen final en la escuela de discipulado y aquella pregunta fue: «¿quién decís que soy Yo?» Ellos respondieron bien. «Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos» (vv. 16-17).

Los discípulos aceptaron la revelación de Dios, ellos habían visto lo que Dios había estado revelando a través de Cristo y supieron que era la respuesta correcta. Ése es el punto máximo de toda instrucción de discipulado. Ellos arribaron a la conclusión correcta acerca de Jesucristo, lo cual es absolutamente necesario para la salvación. Jesús es el Cristo de Dios, el Mesías de Dios, el Hijo de Dios, El Salvador de Dios, todo lo que el Antiguo Testamento prometió, todo lo que Jesús afirmó es de hecho verdadero. Esa es la gran confesión, la confesión suprema.

El Evangelio fue «escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en Su Nombre» (Jn. 20:31). Ellos creyeron y tuvieron vida en Su Nombre; este fue su gran momento de confesión. En respuesta a esta afirmación vienen estas palabras a Pedro: «Y Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia» (Mt. 16:18). Hay un contraste aquí: «Tú eres Pedro, tú eres una roca pequeña, pero sobre este yacimiento de roca, yo edificaré Mi iglesia». ¿Cuál es el yacimiento de roca? Es la confesión sobre quién es Jesús, la realidad de quién es Él. Jesús dice: «edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella» (v. 18). Las puertas del hades simplemente representan la muerte. Satanás tiene el poder de la muerte, Hebreos 2:14 dice que él ejerce el poder de la muerte en el mundo. Pero ni aun el poder de la muerte de Satanás va a detener al Señor de formar Su iglesia. Esta es una nota triunfante. Jesús está diciendo: «Has logrado la respuesta correcta para la pregunta, pasaste el examen con la máxima calificación y les digo amigos que es en esta grande y gloriosa realidad que Yo edificaré Mi iglesia y el gran poder de la muerte de Satanás no prevalecerá contra ella».

Jesús añade: «Y a ti te daré las llaves del Reino de los cielos» (Mt. 16:19). En otras palabras, ellos iban a abrir la puerta del Reino y permitir a las personas entrar. ¿Cómo? Ellos van a proclamar el Evangelio. ¿Cómo entra al Reino de los cielos? ¿Cuál es la llave que abre la puerta? Es el Evangelio. Por tanto, ellos iban a ser Sus predicadores del Evangelio. Él dijo: «y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos» (v. 19). La atadura y la libertad era un concepto rabínico antiguo. El rabino le diría a una persona que no se arrepintió: «Está atado al pecado». Le diría a aquel que se arrepintió: «Eres libre del pecado porque Dios perdona a quienes se arrepienten». Jesús les está diciendo a los apóstoles: «Ustedes harán lo mismo. Ustedes abrirán el Reino con el Evangelio y le dirán a los pecadores que no se arrepienten que están atados en su pecado. Ustedes serán mis representantes, ustedes serán mis agentes autorizados en el mundo y ustedes llevarán las personas al Reino». Pueden intuir el entusiasmo que brota de los discípulos: «Esto es, esto es lo que hemos estado esperando los últimos dos años. Él es el Mesías, Él va a construir la iglesia y nada lo detendrá. Nosotros seremos los que tendremos la autoridad para abrir y cerrar el Reino, no la religión establecida del judaísmo, no los escribas y los sumos sacerdotes y los ancianos. Nosotros seremos los preeminentes en el Reino».

Pero en un insólito planteamiento en el versículo 20 dice: «Entonces mandó a Sus discípulos que a nadie dijesen que Él era Jesús el Cristo». Esto no tuvo sentido para ellos. Justo se habían sentido elevados por la emoción de momento, en la realización de la autoridad y en la invencibilidad de la iglesia y la divinidad de Jesús; ahora Él dice: «No le digan a nadie». El verso 21 dice: «Desde entonces comenzó Jesús a declarar a Sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día». ¡Qué tristeza! Jesús está diciendo: «No le digan a nadie porque el plan para Mí no es tomar Mi Reino ahora. El plan para Mí no es entrar en Mi gloria ahora. El plan para Mí es que los líderes judíos me matarán». Eso tuvo que ser absolutamente demoledor para los discípulos. Se habían exaltado por la realidad de que Él es el Mesías, que Él construiría la iglesia, que ni siquiera el poder de la muerte prevalecería contra ella y que esta autoridad se les delegaba. Ellos pudieron saborear el Reino. Pudieron sentir la gloria venidera. Usted podría decir que pudieron sentir el calor de la shekiná. Salud, riqueza y prosperidad estuvieron al doblar la esquina. Seguramente, Jesús destruiría a los líderes apóstatas del judaísmo y ellos serían los líderes nuevos de Israel. Seguramente, destruiría al opresor romano y a los paganos. Seguramente, Él sanaría todas enfermedades y proveería alimentos como lo hizo cuando alimentó a las multitudes. Éste era el momento grande, glorioso que todos ellos habían estado esperando por tanto tiempo.

Entonces, Jesús dice: «No digan nada, tengo que morir primero». El versículo 22 continúa la narración: «Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de Ti; en ninguna manera esto Te acontezca». ¡Hablemos de tu personalidad tipo A! Pedro reprende al Hijo del Dios viviente. Las palabras sencillamente manan de su boca diciendo de hecho: «Ven acá, necesitamos hablar en privado. Tengo que rectificarte. Eso no va a pasar; Tú no vas a morir; ése no es el plan». Entonces el versículo 23 dice: «Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de Mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres». Pedro tenía una agenda hombre-céntrica. Este podría ser el lema para el evangelicalismo moderno: tú no estás poniendo tu mente en los intereses de Dios, sino en los del hombre.

La reprensión a Pedro es lo mismo que el evangelicalismo moderno necesita escuchar: «Esto es todo acerca de usted. Es todo acerca de lo que usted quiere. Es todo acerca de la gloria y el poder. Esto es todo acerca de la corona y el galardón y la autoridad. Usted no lo obtuvo. El camino arriba es hacia abajo. Usted no va a obtener una corona sin una cruz». En el verso 24 Jesús introduce el principio a Sus discípulos, los apóstoles y el resto de la multitud: «Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz». Lucas 9:23 añade: «cada día, y sígame».

Con esto, pasamos nuevamente a Lucas 9. Esta fue una experiencia chocante para los apóstoles, considerando que llegaron a esta confesión gloriosa, pero se les dice que no digan nada y entonces se les dice que Jesús va a morir. A esto se añaden estas palabras de Jesús en Lucas 9:23: «Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame». Con ese planteamiento, Jesús presenta la paradoja del discipulado.

Veamos el principio en el versículo 23. No es difícil determinar el principio. Es sencillamente esto: si quiere seguir a Cristo, si quiere ser un cristiano, tienes que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirle. ¿Escuchó ese mensaje en el Evangelio moderno? ¿Lo escuchó alguna vez? ¿Lo escuchó alguna vez en un mensaje dado por un predicador en televisión o un evangelista? ¿Escuchó alguna vez a alguien ponerse de pie ante una multitud y decir: «Si quieres ser cristiano mátate a ti mismo, niégate a ti mismo todas las cosas que anhelas y ansías. Disponte a morir y sumisamente sométete en obediencia a Jesucristo». Este mensaje no vende, no es una promoción inteligente. Pero resulta ser exactamente la verdad.

¿Por tanto, qué quiere hacer? ¿Tener a alguien artificialmente convertido? Esa es la manera popular. Darle a las personas la ilusión de que son salvos cuando no lo son, de manera que un día cuando enfrenten a Cristo ellos van a decir: «Señor, Señor» y Él les dirá: «Nunca os conocí; apartaos de Mí» (Mt. 7:22). El Evangelio tiene que ser el Evangelio. El principio es: usted llega a su fin, si quiere seguir a Cristo. Es el fin de usted. Usted no existe más. Pablo lo dijo de esta manera: «Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia» (Fil. 1:21); «Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia» (4:12); «Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos» (Ro. 14:8). Ésa es la actitud. Los hombres quieren la gloria, ellos quieren salud, ellos quieren riqueza, ellos quieren felicidad y quieren todo lo que sus sentidos necesitan encontrar. Ellos quieren una vida sin dolor. Ellos quieren la corona sin la cruz. Ellos quieren la ganancia sin la dolencia. Así piensa la gente y ese no es el interés de Dios.

El autor de nuestra salvación, de acuerdo con Hebreos 2:10, se perfeccionó a través del sufrimiento. Nosotros venimos a ser maduros cuando Dios nos lleva a través del crisol del sufrimiento. Donde necesitamos sufrir primero es en la muerte de todas nuestras esperanzas, todas nuestras ambiciones, todos nuestros deseos, todos nuestros anhelos, todas las necesidades que son humanas.

Entonces, quiere ser cristiano, déjeme decirle que no es fácil. Usted había pensado que era fácil por lo que escuchó: si quiere ser cristiano, sólo haga esta pequeña oración y será un cristiano. Pero no es fácil. Mateo 7:13 es parte del Sermón del Monte y contiene estas palabras conocidas: «Entrad por la puerta estrecha». Ante todo, para ser un cristiano, usted va a pasar a través de una puerta estrecha. «Estrecha» significa aquí angosta. No puede llevar nada a través de ella. Tiene que pasar por ella sin nada. Pero «ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición» (v. 13).

Hay una puerta religiosa ancha por la que la gente pasa con todo su equipaje, con todas sus necesidades, con su amor propio en su sitio y con todos sus deseos de logro y de satisfacción propia. Pero este camino no va al cielo; dice que va al cielo, pero termina en el infierno. Y muchos van por ese camino. Sin embargo, «porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan» (v. 14). La idea es que es difícil de encontrar.

Estoy de acuerdo con que es difícil de encontrar. Es especialmente difícil de encontrar hoy día. Puede ir iglesia tras iglesia y nunca encontrarla. En Lucas 13:23, hay más elementos de esta misma enseñanza: mientras Jesús pasaba de una ciudad y villa a otra en Su camino hacia Jerusalén: «Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Ésa era la implicación de la enseñanza de Jesús. Si esta es una puerta tan estrecha y es tan difícil encontrarla, la reacción natural es que parece que son sólo unos pocos los que se van a salvar. Entonces Él les dijo: «Esforzaos [gr. agonizomai] a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán» (v. 24).

¿Por qué es tan difícil de encontrar y por qué es tan difícil de atravesar? Porque es muy difícil negarse a sí mismo. La realidad reinante en los caídos es que el hombre es el amo de su propia alma, el capitán de su propia fe, el monarca de su propio mundo y el rey de su vida. Decirle que tiene que matarse a sí mismo, negarse a sí mismo, eso es muy difícil para que él lo acepte. Usted predica un Evangelio que no incluye esa verdad y las personas harán filas para salir del infierno al cielo. Usted comienza a predicar el verdadero Evangelio que llama a la autonegación total y absoluta, al reconocimiento de que no tiene nada por lo cual usted es digno, nada por lo cuál puede ser alabado y nada en usted que se necesite para ser salvo y verá una respuesta diferente. Estar dispuesto a matar todo lo que usted es —sus esperanzas, sus sueños y sus ambiciones— por causa de la perla, por causa de Cristo, no es fácil. Es difícil, ante todo encontrar esa verdad y es aún más difícil una vez que lo ha escuchado someterse a ello porque el hombre se adora a sí mismo. Él es su propio Dios.

Lo que necesitamos decirle a las personas es: no venga a Cristo para sentirse bien acerca de usted mismo. Jesús no necesita encontrar sus necesidades mundanas, terrenales, y humanas. Él quiere que usted esté dispuesto a decir: «Yo abandonaré todo aquello que creo que necesito por la causa de Cristo». Veamos Lucas 14:28-30: «Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar».

Si usted va a venir a Cristo, tiene que tomar en cuenta el costo. Tiene que hacerlo así antes de pretender venir a Cristo. ¿Entiende que hay un precio que pagar? Sabemos que el precio es: aborrecer a su padre y a su madre si es necesario, aborrecer su propia vida y cargar su cruz. Ése es el precio. No debe haber nada en el mundo que usted valore lo bastante como para perder a Cristo. Jesús entonces dice: «¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz» (vv. 31-32). Usted necesita hacer la paz con el enemigo si no puede conquistarlo, o por el contrario, asegurarse que ha conseguido las tropas que necesita para ganar la batalla.

En otras palabras, Jesús está diciendo: «No vengas a Mí a menos que hayas aceptado primero el precio». El precio es la autonegación, la autocrucifixión y la autosumisión. En el versículo 33 Él establece el punto: «Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser Mi discípulo». Tiene que estar dispuesto a abandonarlo todo. Usted no va a ser salvo por deshacerse de sus bienes terrenales, pero tiene que estar dispuesto a dejarlo todo. Ésa es la medida de su devoción a la causa de Cristo. Tendrá que negarse a sí mismo todos sus deseos mundanos, tendrá que negarse su derecho mismo a la vida y entregará su vida si es necesario, para la causa de Jesucristo.

También se someterá a Su voluntad, siguiéndole a dondequiera que Él le pida ir. En Mateo 13:44-46 hay dos parábolas significativas que Jesús enseñó. Él dice que hubo un hombre que encontró un tesoro oculto en un campo y él reconoció el valor del tesoro, por lo que vendió todo lo que tenía para poder comprar ese campo. Entonces, dijo que había un hombre que encontró una perla de gran valor y él vendió todo lo que tenía para comprar esa perla. La venta de todo es la esencia de la salvación. Usted tiene que estar dispuesto a abandonarlo todo, negarse a sí mismo y ofrecer su vida en términos de muerte, si es necesario y en términos de obediencia en vida.

Ése es el mensaje del Evangelio. Por tanto, cuando predique el Evangelio, eso es lo que tiene que decir. Usted dirá: «Pero las personas no van a comprar eso». Es cierto, las personas no van a comprar eso, no a menos que el Espíritu de Dios esté trabajando en sus corazones. El Espíritu de Dios tiene que hacer el trabajo de convencimiento, de despertar al corazón muerto y de fe regeneradora. Pero el Evangelio es el único mensaje verdadero conectado con el trabajo del Espíritu que producirá salvación real. No reinvente el Evangelio según le convenga. Eso es lo que se hace hoy día. Si alguien desea venir en busca de Él, usted tiene que creer en Jesús. Usted tiene que confesarlo como el Cristo, el Hijo del Dios Viviente, Dios y Señor y Salvador. Entonces, será capaz de distanciarse de su familia, en su matrimonio, un distanciamiento del mundo que puede costarle la vida y un distanciamiento de sus ambiciones personales. Entonces, podrá someter toda su vida a seguirle a Él y hacer lo que Él le pida.

Jesús dijo: «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre» (Mt. 7:21). La voluntad del Padre es que usted se someta al Hijo. Este es el Evangelio. Es un evangelio de autonegación. Es un evangelio de autosacrificio y autosumisión. Niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, arriesgue su vida por la causa de Cristo y sígale en el sentido de hacer lo que Él le pida. Si usted entrega algo menor que esto como términos del Evangelio, quizá alguien lo reciba. Usted dice: «Pero ¿qué pasa si no responden?» Ese no es el asunto. Está dentro del poder de Dios el determinarlo. Su responsabilidad es comunicar la pureza del Evangelio.

 

  

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