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Antes de que veamos específicamente el pasaje de las Escrituras que tenemos el día de hoy, solo quiero que sepa que ésta es una porción de las Escrituras que he estado esperando toda mi vida realmente para predicarla. Como usted sabe, al estudiar a lo largo de libros del Nuevo Testamento como lo hacemos, usted llega ahí una vez y eso es todo, y tiene que esperar hasta que se aparezca; pero me he referido a este texto de las Escrituras miles de veces en mi ministerio, es un texto tan profundo teológica y espiritualmente; tiene implicaciones tan amplias; sin embargo, al mismo tiempo es tan básico y tan simple. Es en esa parábola que nuestro Señor presenta en Lucas, capítulo 18, comenzando en el versículo 9, y lo que quiero hacer al explicar esto es tomar el tiempo necesario para que la entendamos de manera completa y entendamos sus implicaciones de manera completa, y para preparar el trasfondo históricamente que lo hace sensible y rico para nosotros, va a tomar un poco de tiempo.

Es una historia sorprendente la que nuestro Señor cuenta debido a su profundidad y, como es con frecuencia el caso, con palabras simples. Entonces, pasemos a Lucas, capítulo 18, y veamos los versículos 9 al 14. Lucas, capítulo 18, versículos 9 al 14: “A unos que confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres; ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano. Ayuno dos veces a la semana; doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano estando lejos no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro, porque cualquiera que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.

Como es el caso de tantas de las historias de nuestro Señor, son contra-intuitivas, pero no solo contra-intuitivas, realmente escandalosas, vergonzosas, al ser medidas por todo estándar religioso. Y ésta es una que encaja en la categoría de una historia escandalosa y vergonzosa, porque en esta historia Jesús describe al hombre injusto como el que estuvo bien con Dios y al hombre justo como el que no lo estaba. Esta es la inversión de todo lo que los judíos creyeron, todo lo que su religión en el tiempo de nuestro Señor les enseñaba. Es una historia vergonzosa, es una historia escandalosa, es una idea que no tiene lugar en la teología de ellos; es otra razón para rechazar a Jesús. Decir que un hombre impío que se confiesa hacer como tal por sí mismo, dejó el templo justificado en lugar de un hombre justo que confesaba por sí mismo serlo, es invertir de manera completa el pensamiento religioso. Pero eso es exactamente lo que Jesús dijo.

¿Por qué esta parábola en este tiempo en el Evangelio de Lucas? ¿Se acuerda usted de cuál es su tema? Desde el versículo 20 del capítulo 17, hasta el final del versículo 37 y los primeros ocho versículos del capítulo 18, él estaba hablando de la venida del Señor Jesús y Su Reino; y, básicamente, hemos visto el Reino y hemos llegado a entender que el Reino es un Reino espiritual. Esto es Cristo, reina y gobierna en los corazones de aquellos que confían en Él; Él regresará un día para establecer un Reino literal, físico, material, terrenal; y después de ese Reino de mil años, establecerá los nuevos cielos y la nueva tierra, el cual es el Reino eterno. Él reina, entonces, sobre un Reino espiritual; Él reinará sobre un Reino terrenal y reinará para siempre en un Reino eterno. Aquellos que están en el Reino espiritual, estarán en el Reino terrenal y en el Reino eterno.

Hemos estado viendo esas grandes realidades. La primera vez que vino, Él vino a llevar a cabo la obra para hacer posible que nosotros estuviéramos en su Reino espiritual, milenario y eterno. Cuando Él regrese, Él vendrá a juzgar a los impíos y a establecer ese Reino terrenal y ese Reino eterno.

Ahora, toda esta plática acerca del Reino, entonces lleva a una pregunta muy básica: ¿Cómo es que uno entra a este Reino? ¿Cómo es que uno puede estar bien con Dios? ¿Cómo es que uno puede reconciliarse con Dios? Esa es la gran gran pregunta, y esa es la pregunta que nuestro Señor responde en esta historia simple: ¿Cómo puede una persona estar bien con Dios? Esta no es una pregunta nueva, esta es una pregunta que ha plagado y aterrado a la gente desde la primera era bíblica, atrás, desde el libro de Job, escrito en el período patriarcal, Job, capitulo 9, versículo 1. Job respondió en verdad: “Yo sé que esto es así, pero ¿cómo puede un hombre estar bien con Dios? ¿Cómo podemos ser justos delante de Dios? ¿Cómo podemos ser justificados delante de Dios? ¿Cómo puede ser?”.

Y hay algunas razones contundentes por las que la pregunta no es fácil de responder. No es fácil responder porque tenemos la certeza de que ninguna persona, ninguno de nosotros, por nosotros mismos, puede alcanzar esta justicia; y ellos entendieron —si entendieron el Antiguo Testamento— que esta es una verdad bíblica. No había manera alguna en la que un pecador pudiera ser justo por sí mismo, porque la Escritura dice: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas y perverso”; y el profeta también dijo que toda nuestra justicia son como trapos de inmundicia. El dilema, entonces, es si somos pecaminosos y Dios demanda justicia, ¿cómo puede un hombre estar bien con Dios? ¿Cómo podemos ser justificados? Aquí está la historia, y el versículo 14 dice: “Este hombre descendió a su casa justificado”. Ese es el asunto más importante que jamás enfrentará cualquier humano que camine sobre este planeta y tiene un pensamiento razonable.

¿Quién está bien con Dios y cómo? Esa es la pregunta. Y la respuesta realmente es sorprendente y escandalosa. Recuerde que los judíos sabían que Dios era justo, sabían que Dios era santo; conocían el libro de Levítico que decía: “Sed santos porque Yo Soy Santo”,  una y otra, y otra, y otra, y otra vez, ellos sabían eso. Y entendieron la pregunta de Job: “¿Cómo puede un hombre justificarse con Dios?”. Y esa pregunta francamente en el libro de Job se aparece en varias ocasiones. En el capítulo 25 de Job, versículo 4: “¿Cómo, entonces, puede un hombre justificarse con Dios? ¿Cómo puede ser limpio aquel que es nacido de mujer?”. Si usted es humano, usted está sucio; si usted es humano, usted es pecaminoso. ¿Cómo puede usted estar bien con Dios? Esa fue la pregunta contundente en el diálogo espiritual más antiguo registrado en las Escrituras, el libro de Job.

Y claro que el salmista reiteró lo que ellos conocían muy bien. Salmo 143 y versículo 2: “A Tus ojos, ningún hombre vivo es justo”. Ahora, ese es el dilema. Dios es absolutamente Justo y Santo. Dios dice: “Debe ser justo y santo. Sed santos porque Yo Soy Santo.” Sin embargo, toda nuestra justicia es como trapos de inmundicia y ninguna persona viva es justa. Ese es un gran problema; ese es el dilema de todos los dilemas; ese es el asunto de todos los asuntos que está en el corazón de todo humano, la respuesta al cual determina el destino eterno de toda persona.

La palabra “justificado”, usted ve esa palabra como cristiano, quien probablemente conoce el libro de Romanos, y usted dice: “Entiendo esa palabra”; y usted me da una explicación de la justicia forénsica imputada al pecador mediante la fe en Jesucristo, y eso es exactamente correcto; pero estas personas no habían leído Romanos. ¿Cómo entendieron la palabra “justificado”? La entendieron exactamente como usted la entiende. Significa ser justo; esto es, no ser culpable; significa estar bien delante del juez; esto es correcto, estar bien delante de Dios. El significado común de esta palabra dikaio, inclusive la palabra hebrea que se relaciona a ella, significa “no ser culpable”, es aceptar a alguien como justo; limpiar su nombre de tal manera que alguien está delante de Dios aprobado y aceptado, y eso es exactamente lo que nuestro Señor dijo acerca de este publicano; Dios lo aceptó a él y rechazó al fariseo. Una verdad asombrosa, asombrosa.

¿Cómo puede ser? ¿Cómo puede suceder? Bueno, debieron haber conocido su Antiguo Testamento lo suficiente como para haber conocido Génesis 15:6: “Y Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia”; debieron haber conocido lo que Pablo señala en Romanos 4, que Abraham fue justificado por la fe; ellos también debieron haber conocido lo que Isaías dijo en Isaías, capítulo 53, ese gran capítulo del Mesías. Escuche lo que Isaías escribe: “Mi Siervo, el Justo —el Mesías, el Señor Jesucristo—, justificará a los muchos”, ¿cómo?: “Él llevará sus iniquidades”, Isaías 53:11. Ellos debieron haber conocido que la única manera en la que alguien podía ser justo con Dios sería ser perfectamente santo, porque eso es lo que Dios demandó a lo largo del libro de Levítico. Y la única manera en la que eso podía suceder era si Dios imputaba Su justicia a ellos por la fe, y la única manera en que Dios podía hacer eso era si había un sacrificio apropiado que llevara el castigo, el castigo justo que Su ley demandaba en lugar del pecador.

Todas las partes están ahí a lo largo del Antiguo Testamento. Deberían haber recordado el Salmo 32: “Bienaventurado el varón a quien Jehová no imputa iniquidad”. Ellos debieron haber entendido todo el sistema sacrificial. Cada vez que hubo un sacrificio — y se hicieron diariamente, cada día; éste fue un símbolo de muerte sustitutiva que la violación de la ley demandaba; muerte, y/o tú mueres o un sustituto inocente muere en tu lugar. Todos esos sacrificios apuntaban a ese Cordero final perfecto de Dios que quitaría los pecados del mundo. Todo está ahí en el Antiguo Testamento. Tenían partes y pedacitos. Sabían que necesitaban estar bien con Dios. ¿Pero cómo?

Para cuando usted llega a la vida de Jesús, no lo han entendido; ni siquiera entienden que el Mesías debe sufrir y morir. Han perdido de vista, de manera total, el significado de todo el sistema sacrificial, ni siquiera entienden Isaías 53 en absoluto. Y han decidido lo que el resto del mundo ha decidido, que usted llega a Dios al ser bueno, ¿así es como usted llega ahí? Usted agrada a Dios, usted satisface a Dios, usted alcanza la reconciliación con Dios, usted entra a Su Reino, usted se gana el cielo al ser bueno; particularmente, al ser bueno en términos religiosos. No hay una pregunta más importante que alguien debe responder que la pregunta: ¿Cómo es que yo me reconcilio con Dios? ¿Cómo es que puedo estar bien con Dios? ¿Cómo puedo ser aceptable a Dios? ¿Cómo es que Dios me dejará entrar en Su Reino y a Su cielo eterno?

Esa es la pregunta más contundente, y esta historia simple. ¿No es sorprendente? Historia simple, versículos 10 al 14, responde esa pregunta con profundidad sorprendente, simplicidad y claridad; y usted podrá pensar que ese tipo de pregunta podría llevar a la discusión de teología más compleja, más inmensa que jamás se ha presentado. Alguien podrá decir: “Bueno, oye, estás hablando de cómo llegar a Dios, cómo estar bien con Dios, cómo llegar al cielo”. Hay tantas respuestas a esa pregunta. Tendríamos que analizar toda religión en el planeta para cubrir todo ese terreno y tendríamos, en cierta manera, que analizar todo eso y decidir: “es esto”, “es aquello”, “qué parte es esto”, “qué parte es aquello”, “cuáles son los elementos y componentes que son universales a la religión, y que son apropiados para esto”. No, no es complicado, no es complejo. Es así de simple.

¿Usted quiere saber qué tan simple es? Aquí está lo simple que es, o usted se puede hacer  estar bien delante de Dios o no puede. ¿Es eso lo suficientemente simple? No hay más opciones que esa. O usted puede alcanzar la justicia que satisface lo que Dios demanda o no puede, no es complicado; o usted es el medio de su propia justificación o no lo es; o usted lo hace de manera activa o es hecho por usted, pasivo. Eso es todo. Esa es la división simple de toda religión sobre el planeta; o es una religión de mérito humano o es la verdad, la religión del mérito divino. Toda religión que jamás ha existido en el mundo, fuera de la verdadera que es revelada en las Escrituras, es un sistema de mérito humano. Usted llega a Dios al ser bueno; moralmente bueno, religiosamente bueno, ceremonialmente, ritualmente, religiosamente y moralmente.

El complejo de eso lo hace aceptable a usted a Dios. Inclusive la gente que no es religiosa dice en la actualidad que son espirituales y que realmente son demasiado buenos para que Dios los envíe al infierno. Eso significa que son lo suficientemente buenos como para que Dios los lleve a Su cielo. No me importa cuál sea el nombre de la religión, sea una religión mundial enorme o sea una religión inventada, pequeña, privada, personal que es tan popular en la actualidad; si en ella tiene la idea de que usted llega a Dios al ser bueno, es una mentira que lo condena a usted; de hecho, es una parte de la mentira grande que domina la historia humana. Permítame ayudarle a entender eso.

Para darle una afirmación del Nuevo Testamento del estándar que Dios demanda, únicamente necesita escuchar las palabras de Jesús en Mateo 5:48. Aquí viene: “Sed pues perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”, Jesús está reiterando Levítico: “Sed santos porque Yo Soy Santo”. ¿Cuál es el estándar divino? Perfección absoluta. La Biblia dice: “Si usted quebranta la ley en un lugar, usted la ha quebrantado en su totalidad”. Jesús llegó al punto de decir — y no es solo la ley externa que debe ser obedecida, también involucra actitudes del corazón, de tal manera que si usted tiene lujuria, usted ha violado la ley del adulterio; y si usted odia, usted ha violado la ley del homicidio, etcétera, etcétera. Usted tiene que ser tan perfecto como Dios. Eso es santidad absoluta.

Bueno, si ése es el estándar, ¿qué esperanza hay para alguien? ¿Qué esperanza hay para alguien? Y si esa fue la pregunta misma en la mente de los discípulos en Mateo 19, un joven rico viene a Jesús y Jesús le dice: “Necesitas guardar la ley”, él dice: “Oh, he hecho eso; he guardado la ley desde mi juventud. Todas esas cosas las he guardado”. Y él se fue de una conversación con Jesús que comenzó con una pregunta: “¿Qué haré para ganar la vida eterna?”, y él se fue sin vida eterna; él se fue de esa conversación porque él pensó que era perfecto; él no entendió el estándar en absoluto. Y los discípulos vieron esa conversación y también quedaron bastante impresionados con el hombre, estaban muy impresionados por él; él probablemente fue un fariseo porque él fue un principal, un gobernante, un líder en la sinagoga. Y la respuesta de los discípulos es: “¿Quién puede ser entonces salvo?”. Si un fariseo minucioso que llega a ser elegido para ser el líder de la sinagoga, no está en el Reino, ¿quién puede ser salvo? Y Jesús responde al decir esto: “Para los hombres esto es imposible, imposible; pero con Dios —historia diferente— todo es posible”.

Entonces, lo que usted tiene en esta historia es una división de las únicas dos religiones que existen: la religión personal del mérito humano, del mérito personal, y la religión del mérito divino. Y el fariseo es alguien que cree que es justo en sí mismo, es soberbio, menosprecia a otros; está de pie tan cerca como él puede al Lugar Santo sin tocar a ninguna de las personas que lo contaminarían a él en su mente; él no busca misericordia, no busca gracia, no busca perdón, no quiere empatía; él está agradecido porque él no es injusto. Él se exalta a sí mismo y él se va sin ser justificado. Y el otro personaje es el publicano; pecaminoso, objeto de menosprecio, asilado por la sociedad, culpable, puesto de pie de lejos porque él se siente tan inmundo y despreciado; buscando misericordia, necesitando de manera desesperada la gracia, destrozado porque no es justo; él se va a casa justificado. Él es humilde y, entonces, termina siendo exaltado. Una historia poderosa. Dos hombres, dos posturas, dos oraciones, dos resultados y tomará dos semanas. Encaja de manera perfecta. ¿Sabe una cosa? No me gusta contar una historia en dos semanas, realmente no me gusta, pero, ¿qué voy a hacer? Usted tiene que entender la historia.

Ahora, vamos a dividirla. Punto número 1: La audiencia amplia. Quiero que vea la audiencia desde su punto de vista más amplio porque cubre a todo mundo, todo mundo afuera de aquellos que están en la fe verdadera. Es una audiencia muy amplia a quien la historia es dirigida. Versículo 9: “A unos que confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola”. Entonces, de manera inmediata, usted encuentra aquí a la audiencia objetivo. Él habló esta parábola. Así es como comienza. No hay un indicador de tiempo aquí. No hay una afirmación de transición aquí de tal manera que no sabemos exactamente si Jesús dijo esto en la misma ocasión en la que Él estaba hablando acerca del Reino, quizás lo hizo, quizás no lo hizo; pero, ciertamente, en el orden inspirado de Lucas del texto, esta es la discusión correcta, porque hemos estado hablando del Reino y que Jesús va a venir, y usted debe estar listo para Su venida, y cuando Él venga va a haber separación y va a haber la muerte de los impíos, y va a haber cadáveres por todos lados.

Debe estar listo para el Rey venidero, debe estar usted en Su Reino y, entonces, la pregunta es redundante: ¿Cómo es que uno entra al Reino? ¿Quién está en el Reino y por qué? Y entonces, la parábola encaja en el flujo de pensamiento. Ahora, su audiencia es “algunos”, “algunos”, literalmente “los que son” en el griego, “todos los que son”; muy, muy amplio, cualquier persona y toda persona que confiaba en sí misma como justa. Eso es toda persona que tiene alguna idea acerca de ir al cielo basada en obras, religiosos y/o morales. Pero, en particular, ¿a quién tenía en mente? ¿Quiénes eran los líderes reales de esta religión en Israel de confiar en usted mismo y que usted era justo? Los fariseos, los escribas. Regrese al capítulo 16, versículo 14, “los fariseos”, dice Jesús; en primer lugar, dice Lucas: “Los fariseos, que amaban el dinero, estaban escuchando todas estas cosas y se burlaban de Él; y Él les dijo (y aquí están las palabras de Jesús): Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos a los ojos de los hombres. Ustedes se hacen justos a la vista de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, porque lo que es de alta estima entre los hombres es detestable a los ojos de Dios”.

Entonces, los fariseos eran los grandes arquitectos de un sistema de justicia personal que dominaba la vida en Israel. Tenían la influencia más grande sobre la gente porque tenían poder en las sinagogas locales, en todos lados, las cuales básicamente eran lideradas por su teología, inclusive fariseos locales. Y entonces, la gente creía que confiar en usted mismo para volverse justo era la manera en la que usted adquiría un lugar en el Reino, y la manera en que usted eventualmente llegaba al cielo. Y la base de su sistema, confianza personal en la capacidad de uno, para alcanzar la justicia por su propio poder y obras. ¿Cómo es que ellos pudieron llegar a ese punto a partir del Antiguo Testamento? ¿Qué hicieron con el corazón, siendo engañoso, sobre todas las cosas y perverso? ¿Qué hicieron con que nuestras obras no son más que trapos de inmundicia? ¿Qué hicieron con el hecho (Salmo 143:2) que nadie puede vivir de manera justa delante de Dios? ¿Qué hicieron con todo eso?

De manera conveniente lo hicieron a un lado en orgullo pecaminoso, confiando en su propia justicia. Éstos, con toda certeza, son los fariseos; éstas son las personas que siguieron a los fariseos; pero también éstas son todas las personas de todos los tiempos que han desarrollado cualquier tipo de enfoque auto-estilizado para llegar a Dios, en el que creen que tienen el poder de vivir una vida que satisface a Dios, que, de alguna manera, son lo suficientemente buenos como para ser aceptables para Dios en Su Reino, a Su bondad y en Su Reino.

          Estas son todas las personas en la religión de mérito humano. Básicamente, así es como la gente piensa en el mundo. Usted puede hablar con el hombre que está en la calle, acercarse ahí, comenzar una conversación con alguien, y preguntarle a alguien: “¿Cómo llega usted al cielo? ¿Cómo es que usted se reconcilia con Dios? ¿Cómo es que usted agrada a Dios? ¿Cómo es que usted entra al Reino de Dios?”, “Bueno, necesitas ser bueno, necesitas hacer el bien”. Y usted sigue eso — rara vez si usted no encuentra a alguien que diga algo diferente de eso; “Creo que soy lo suficientemente bueno, yo no hago esto”, pueden siempre pensar en algunas cosas que no han hecho, presentándose al nivel más bajo, al compararse a sí mismos con otros, exaltándose a sí mismos por encima de otros, al compararse con otros homicidas en serie y gente que es peor que ellos.

Ahora, esta es la mentira dominante —como usted sabe— en el mundo, la mentira que condena y que es creída con mayor frecuencia de que usted puede ser lo suficientemente bueno como para ir al cielo, si usted es lo suficientemente moral y lo suficientemente religioso. Pero recuerde, el estándar es perfección absoluta. “Sed santos porque Yo Soy Santo”. Usted tiene que ser tan bueno como Dios, y Dios es la bondad personificada en la perfección eternamente. Pero la gente, escuchando a Jesús este día, estaban incrustados en el sistema religioso de justicia personal de los fariseos; esto es lo que los fariseos profesaban para sí mismos, esto es lo que enseñaban, esto es lo que promovían y esto es lo que la gente creyó.

Una de las principales víctimas de esta gran mentira no es ningún otro que el apóstol Pablo, quien da su propio testimonio en Filipenses, capítulo 3, él dice: “Si alguien tiene en qué confiar en la carne, yo mucho más”. ¿Quiere hablar de un mérito carnal? ¿Quiere hablar usted de cuán bueno un hombre puede ser en sí mismo? Escuche esto: “Circuncidado al octavo día, seguí esa prescripción del Antiguo Testamento de la nación de Israel, de la tribu de Benjamín, —una de las tribus más nobles— hebreo de hebreos, —lo cual significa ‘yo guardé todas las tradiciones’— en cuanto a la ley, fariseo. Los que guardaban la ley de la manera más minuciosa y celosa, en cuanto a celo tan apasionado por su religión que él persiguió a la Iglesia. Y después el pináculo en cuanto a la justicia, que es según la ley, irreprensible. No había nadie que me conociera por fuera que pudiera apuntar algo en mi vida que fuera una violación de la ley que le fuera visible a ellos. Yo caminaba el caminar, yo vivía conforme al estándar”.

Él vivió esa vida, confiando en usted mismo, en que usted puede ser justo. Ayunaban todo el tiempo —veremos eso—, oraban, se abstenían, daban diezmos, memorizaban las Escrituras; inventaron leyes simplemente para guardarlas. Cualquier cosa, y todo, para crear una apariencia de santidad. A pesar de todo eso, el primer gran sermón del Nuevo Testamento y, en algunas maneras, el gran sermón de los Evangelios, el sermón del monte, Jesús, al principio de ese sermón dice esto, Mateo 5:20: “Si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entrareis al Reino de los cielos”. No entrarán en él espiritualmente, no entrarán en él en el milenio y no entrarán en él tampoco eternamente, a menos de que tengan una justicia que exceda la de los escribas y fariseos. Nadie podía comprender eso. ¿De qué estás hablando? Ellos eran la personificación de la justicia humana. ¿Cómo es que alguien podía sobrepasar eso?

Fue el siglo XVI, y fue en Alemania, y hubo un monje llamado Martín Lutero. Él se sentó en la Torre Negra, llamada así porque usaban negro en Wittenberg, meditando en la justicia perfecta de Dios. Él era el más escrupuloso de los monjes. Cuando usted lee las biografías de Lutero, es sorprendente ver cuán escrupuloso era; la atención que él le prestaba a su vida. Él confesaba sus pecados horas múltiples por día, él buscó perdón por los más insignificantes pecados. No obstante, él se dio cuenta de que con todo este esfuerzo, conforme él veía el estándar de justicia perfecta, era absolutamente incapaz de alcanzarlo, porque él conocía su propio corazón. De hecho, él concluyó que la justicia divina es imparable, no perdonadora, vengadora; es un tipo de ira. Él creyó que su estado era de desesperanza. A él se le había dicho como niño que Dios está lleno de venganza, que Jesús se sienta en un arcoíris derramando la venganza, y la única esperanza que jamás tendrás de ser salvo es ir a María.

Y cuando él entendió que la justicia de Dios era perfección y que eso era lo que Dios demandaba, lo hizo enojarse. Esto es lo que él dijo: “La expresión ‘la justicia de Dios’ fue como un relámpago en mi corazón. Odié a Pablo con todo mi corazón”. Él odió a Pablo porque Pablo escribió en Romanos acerca de la justicia de Dios. “Únicamente —él dijo— cuando leí estas palabras: ‘el justo por la fe vivirá’, solo entonces encontré alivio”. Y él fue ayudado a leer Agustín. “Cuando aprendí que la justicia de Dios es Su misericordia y que Él nos hace justos a través de ella, un remedio se me ofreció en mi aflicción”.

          Bueno, los fariseos nunca llegaron a ese descubrimiento, la gente no había llegado a ese descubrimiento, y el mundo no llega a ese descubrimiento. El mundo básicamente está en el camino a Dios al ser buenos. Los fariseos, de manera nauseabunda, creían que eran buenos en sí mismos, o como Walter Liefeld dice: “Son justos en sí mismos de manera incomoda”. Y esa es la razón por la que usted tiene una descripción detallada de ellos al final del versículo 9. No solo confiaban en sí mismos, en que eran justos, sino que menospreciaban a los otros, menospreciaban a otros. El menosprecio es la peor burla que usted puede expresar en contra de alguien.

En Lucas 23:11 las únicas dos veces en las que esta palabra es usada en los Evangelios, una vez aquí en el 18 y una vez más en el 23:11, Herodes con sus soldados después de tratar a Jesús con menosprecio y burla, lo vistieron con una túnica hermosa y lo enviaron de regreso a Pilato; burla, ridículo, sarcasmo, la forma más baja y la forma más despreciable de burla. Los fariseos eran así. Veían a cualquier persona debajo de ellos, afuera de su grupo, con menosprecio. La palabra, creo yo, es lo suficientemente interesante como para analizarla: Exutheneo, viene de dos palabras —como tantos términos griegos—, muchos de los verbos combinan una proposición al principio ec, de, uden, no, ni siquiera, de, ni siquiera nada, los nadie, los nada, los no existentes. Ellos los veían como si no existieran.

Por cierto, esa misma palabra es usada por Pedro en Hechos 4, cuando él predicó un sermón y él dijo esto a cerca de Jesús: “Él es la piedra que los edificadores rechazaron”. Ese es el mismo verbo. Jesús fue tratado como si fuera nada, absolutamente nada. Por cierto, la palabra también es usada en 1ª de Corintios 1, en donde el Señor ha escogido las cosas más bajas y lo menospreciado, “los nadas y los nadie” Dios ha escogido. Entonces, en esta justicia personal, en este orgullo, hay un menosprecio hacia cualquier persona debajo de usted.

Los judíos, los que guardaban la ley, eran llamados los Havarim; y los que quebrantaban la ley eran llamados los amharitz, los de vida baja. Y a los ojos del fariseo, él no podía acercarse a nadie que fuera un amharitz. Eso era algo absolutamente impensable para él. Kenneth Bailey escribe: “A los ojos de un fariseo estricto, el candidato más obvio para la clasificación de amharitz sería un publicano”. Pero había un tipo en particular de inmundicia que era contraída al sentarse, montar o inclusive apoyarse sobre algo inmundo. Esta inmundicia era llamada midrash, inmundicia midrash. Y para los fariseos él escribe: “La ropa de un amharitz se consideran como algo que sufre de inmundicia midrash”. Ni siquiera se acercaban a la gente que vivía vida baja y a la escoria que ellos menospreciaban. Recuerde que le dije antes, ni siquiera para enseñarles la Ley de Dios. Y entonces, tenemos estos dos hombres y están en polos opuestos, y van a ser los que expresan el mensaje que Jesús quiere expresarle a la gente que piensa que pude ser lo suficientemente buena como para llegar al cielo por sí misma. La audiencia realmente es universal, una audiencia amplia.

Segundo punto: La analogía de contraste, la analogía de contraste. Y, por lo menos, veremos la historia y comenzaremos. Versículo 10: “Dos hombres subieron al templo a orar, uno era fariseo y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano. Ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano”. Va a ser doloroso simplemente tener que vivir con este hombre por una semana. ¿Cuál es la escena aquí? Dos hombres subieron al templo a orar; eso sucedía dos veces al día básicamente, diariamente, 9:00 de la mañana, 3:00 de la tarde. El sacrificio de la mañana y de la tarde prescrito para el holocausto que fue presentado en el primer capítulo de Levítico; tenían que subir y hacer un sacrificio animal, un sacrificio de sangre como un símbolo de expiación. Eso era algo muy muy importante.

Eran personas muy, muy quisquillosas que se aseguraban de que se aparecieran a las 9:00 de la mañana y a las 3:00 de la tarde diariamente, particularmente los fariseos que estaban en la proximidad y podían hacer eso. Ahora, la multitud subía por los peldaños en el tiempo prescrito, los sacrificios eran ofrecidos en el altar; después de los sacrificios, los cuales, de manera simbólica, le abrían el camino a Dios porque la expiación había sido hecha; el incienso era quemado simbolizando la oración. Ahora, debido a que la expiación ha sido hecha, las oraciones pueden ser ofrecidas y se ofrecían oraciones. Venía una bendición sacerdotal sobre el pueblo, que era lo suficientemente fiel como para estar ahí también, y esa era una escena típica. Cuando dice que subieron al templo a orar, orar involucraba toda la adoración, todas las actividades que se llevaban a cabo.

El templo, según Mateo 21:13, en el monte de Jesús mismo es una casa de oración. ¿Se acuerda que Jesús dijo: “La casa de mi Padre es casa de oración”? Tomando el lenguaje de Isaías 56:7: “Y la han convertido en cueva de ladrones”, una casa de oración. Oración es sinónima con adoración, una casa a la que usted va a ofrecerse a sí mismo y sus peticiones y su alabanza a Dios. Fue en ese tiempo, y la multitud ascendía por los peldaños largos y pronunciados, inclinados hacia el monte del templo. Subían, anabaino, ascendían ahí para adorar. Los dos hombres están en la multitud y todo mundo entendía eso; es una escena muy conocida toda mañana, toda tarde, la misma escena se llevaba a cabo. Estaban subiendo ahí porque una expiación se va a llevar a cabo por el pecado. Algunos están subiendo ahí sintiendo que necesitan los beneficios de esa expiación; algunos están subiendo ahí para presentarse a sí mismos y, simplemente, están buscando una multitud congregada con ese propósito en mente.

Había un tiempo cuando toda la gente se congregaba en torno al altar conforme el sacrificio se realizaba, después del cual el incienso era quemado; y la gente, entonces, oraba. El fariseo, muy familiar para nosotros, no necesitamos decir más acerca de ellos; usted conoce todo lo que se puede conocer; justos en sí mismos, se promovían a sí mismos, eran promotores y protectores de la religión del mérito humano, satisfechos en sí mismos. Publicano, también conocidos, hemos visto a los publicanos ya en cuatro capítulos, esta es la quinta vez. Sabemos que eran personas que estaban al nivel más bajo en esa sociedad porque habían comprado franquicias de impuestos de los romanos, quienes eran idólatras, opresores y, de esta manera, se habían profanado a sí mismos; y ellos, entonces, extorsionaban a su propio pueblo usando cualquier tipo de intimidación, a hombres fuertes, manipulación o actividad criminal que podían, y estaban rodeados por la escoria de la sociedad.

Entonces, están apareciendo juntos aquí con la multitud, pero se separan cuando llegan ahí,  y al primero que vemos es al fariseo; el fariseo puesto en pie. No hay nada de malo con ponerse de pie, de hecho, ponerse de pie era una postura normal y aceptable para la oración. Habían muchas otras posturas; arrodillarse, estar postrado también era una postura apropiada para la oración, con las manos abajo, con las manos abajo, las manos arriba, los ojos viendo hacia abajo, los ojos viendo hacia arriba, pero era una manera común de orar; levantando las manos, levantando sus ojos, de pie. Vemos eso muchas veces en las Escrituras, lo vemos con 1ª de Reyes 8, poniéndose de pie para orar, Nehemías 9, los líderes de Israel se pusieron de pie para orar; Jesús inclusive habla en Mateo 6:5 como el ponerse de pie en una postura de oración, pero no hacerlo para ser visto por los hombres; Él dice: “No sean como los hipócritas que se ponen de pie para ser vistos por los hombres”. Bueno, aquí hay uno de esos hipócritas. No está mal ponerse de pie, pero ponerse de pie para ser visto por los hombres, de nuevo, usted regresa al asunto del corazón.

Es muy probable que él se puso de pie en un lugar muy visible y lo más cerca del Lugar Santo que él se pudo acercar para mostrar su proximidad a Dios. Él quiere estar en donde Dios se cree o se considera que está, para que la gente a su alrededor pueda ver, de manera clara, un hombre verdaderamente justo; él adopta su postura aquí. Usted no solo ve su postura, una de orgullo que busca promoverse a sí mismo, sino que usted aquí ve su oración, y esta es una afirmación interesante: Oraba consigo mismo, orando consigo mismo. Eso puede tener dos significados posibles: Una, él estaba orando en silencio. Cuando usted dice que está orando consigo mismo, probablemente quiere decir que usted está hablando de tal manera que nadie más lo puede oír a usted. Eso es posible, pero no es probable que él simplemente estaba moviendo sus labios como Ana en 1ª de Samuel 1, una especia de soliloquio privado, personal; es poco probable que esa sea la idea aquí.

Y la construcción se presta mejor a entender que él, de hecho, estaba dirigiendo su oración de una manera en la que él se felicitaba o se reconocía a sí mismo, y eso se indica de manera bastante clara por el hecho de que en dos versículos él se refiere a sí mismo cinco veces. Eso es algo bastante difícil de hacer. Usted tiene que tener oraciones cortas y muchos pronombres en primera persona. Esta es una oración en la que él se está reconociendo a sí mismo y hay traducciones que lo expresan bien: “El fariseo se puso de pie y de esta manera oraba para sí mismo”, él está desfilando, él está presentándose a sí mismo. Esta no es una oración a Dios, él no le da a Dios alabanza, él no pide nada de Dios; no le pide misericordia ni gracia, ni perdón, ni ayuda, pero él se refiere a Dios. “Dios, —porque usted debe hacer eso, esa es la manera en la que todas las oraciones deben comenzar— te doy gracias porque no soy como los otros hombres”. ¡Guau! Bueno, ¿por qué hay que darle gracias a Dios? Tú has hecho esto por ti mismo.

Esta es hipocresía total. Esta es una confesión inequívoca a Dios de Su dignidad, de Su justicia. ¿Agradecerle a Dios por lo que eres por ti mismo? Aquí es hacia donde la justicia personal te lleva. “Yo soy lo suficientemente bueno. Dios, te doy gracias porque soy lo suficientemente bueno, soy lo suficientemente bueno como para tener una relación contigo; soy lo suficientemente bueno como para estar aquí en tu templo, soy lo suficientemente bueno como para estar de pie junto a este Lugar Santo, soy lo suficientemente bueno como para desfilar la justicia religiosa y la virtud; soy lo suficientemente bueno como para estar aquí de pie, de tal manera que toda la gente, que es la escoria, pueda ver realmente cómo se ve un hombre piadoso”.

Me imagino que la intención de nuestro Señor — es decir, que él oró en la dirección de sí mismo, en una oración en la que él se felicita a sí mismo, probablemente de manera audible, debido a que de manera típica, la gente judía oraba de manera audible. La única prohibición que los rabinos dan es que usted debe orar de manera audible, pero no gritar. Hay algunos pasajes interesantes en la historia judía que hablan acerca de cómo los rabinos reprenden a la gente que trataba de elevar su voz más para oírse más fuerte en su oración; pero él, realmente, aquí él está haciendo una presentación. Y para que todo mundo entienda el mensaje y para que Dios realmente pueda valorar su mérito, él se vuelve específico. Y la manera en la que toda la gente justa en sí misma lo hace — él se compara a sí mismo con lo peor.

Entonces, él dice: “No soy como los otros hombres; ladrones”, harpax es la palabra griega, es robadores, injustos, sádicos, lo cual significa tramposos, deshonestos, adúlteros, móicos, pecadores, sexualmente inmorales. “No soy así”. Y por cierto, todas esas son las categorías de personas que encajan en la asociación de los publicanos; publicanos y los pecadores y prostitutas que eran parte de lo más bajo de la sociedad. Entonces, se compara a sí mismo con la gente que él menosprecia; lo más bajo de la gente que él menosprecia. Todos esos tipos de pecados asociados con los publicanos y sus compañeros. Y después, en el momento él ve una buena ilustración exactamente del tipo de persona que él no es y, entonces, él dice: “Ni siquiera como este publicano”.

Ahora, esa es una justicia personal rara. Él está orando a sí mismo, haciendo una presentación para que la gente lo vea; él piensa que Dios está también impresionado con él. Él no le pide nada a Dios, no busca nada de Dios, no necesita nada de Dios; él solo quiere que la gente oiga lo verdaderamente justo que él es como hombre. Y él debió haber mantenido cierta distancia de la gente; si él fuera a tocar algún amharitz, él sería inmundo, y el aislamiento físico para un fariseo era una afirmación. Ellos se mantenían separados de otros cuando se congregaban en torno al altar, ellos mantenían su distancia de otros en todo momento en la sociedad; nunca comían o cenaban en la casa con alguien que no fuera otro fariseo, a menos de que invitaran a alguien para atrapar a Jesús.

Según el Mishná, por cierto, la ley judía, en el tiempo del incienso, después del sacrificio en la mañana y en el servicio de la tarde, se hacían oraciones; y cuando comenzaban las oraciones, según el Mishná, había una delegación de judíos que era responsable de encontrar a la gente inmunda en la multitud y sacarlos a la puerta oriental para sacar a toda la gente inmunda. Y quizás un fariseo como éste se preguntaba por qué inclusive había un publicano a su vista que debió haber sido escoltado y llevado fuera por la puerta oriental. Pero su oración no está completa al decir lo que él no es. Él quiere que usted sepa y que Dios sepa, y que todo mundo sepa lo que él es. Él no solo no es inmoral, él es muy religioso; él califica en ambas áreas; él es moral y religioso. ¿Qué tan religioso es? Versículo 2: “Ayuno dos veces por semana”. Impresionante, ¿uh?

Por cierto, el Antiguo Testamento únicamente prescribió un ayuno, el día de la expiación; preparación para el día de la expiación, Levítico 16:31, llamaba a un ayuno. No hay otros ayunos requeridos. Habían tiempos de tristeza, tiempos de penitencia, tiempos de lloro cuando la gente ayunaba y eso era algo que usted escogía hacer, pero solo hubo un ayuno prescrito. Pero como dije, estos legalistas auto-estilizados, justos en sí mismos, externos, les encanta inventar rituales y ceremonias como todas las religiones falsas, y se vuelven más complicadas y más complicadas, y más complicadas, y más simbólicas, y más simbólicas en proporción directa a la ausencia de la verdad y la realidad. Y entonces, habían desarrollado un sistema de ayunar el lunes y el jueves. Lunes y jueves, ¿por qué lunes y jueves? Porque esos eran los días del mercado y las multitudes eran más grandes.

Y entonces usted podía entrar a la multitud grande y aventar muchas cenizas en su cabeza y verse triste y ayunar, y se hacía una impresión espiritual. ¿Y por qué el lunes y el jueves? Algunos otros escritores dicen: “Bueno, porque era un lunes, según algún rabino, que Moisés subió al Sinaí y 40 días más tarde él descendió un jueves”. Entonces, por eso el lunes y jueves. Alguno otro rabino ofrece esta explicación: “Porque el lunes y el jueves están igualmente distantes del día de reposo, mientras que están lo más lejos posible entre sí”. Entonces, todas estas cosas insignificantes, torcidas, confundidas, ellos las habían desarrollado para poder hacer una presentación en la carne.

Eso es lo que Pablo dice en Gálatas 6:12, y el ayuno era parte de eso. Jesús condeno eso, ¿se acuerda? En el sexto capítulo en el sermón del monte cuando Él dijo: “No ayunen como los hipócritas ayunan en las calles públicas y en las esquinas, llamando la atención a ti mismo”. Está hablando exactamente de esto. La gente haciendo muestras espirituales externas mediante la conducta ritualista, ceremonial, por la ropa que usan, por los adornos que usan, la manera en que la que se visten como si ésta fuera la marca de santidad real. Además, dice: “Doy diezmos de todo lo que gano”. Se oye como un buen bautista, pero realmente no. “Doy diezmos de todo lo que gano”.

El Antiguo Testamento estableció prescripciones para el diezmo: 10% de lo que usted recibe es para financiar el gobierno nacional teocrático, 10% va para financiar las festividades nacionales y festividades en días santos, y 10% cada tercer año para los pobres. Entonces, era tres y un tercio al año. Entonces, era un impuesto de un 23.3%, eso es lo que financiaba al reino teocrático de Israel. Ahora, eso era todo lo que el Señor requería, y después estaba el impuesto del templo del medio ciclo y eso era todo; pero, de nuevo, ellos querían inventar leyes para verse justos. Y entonces, en Mateo 23:23 y Lucas 11:42 —creo que es—, dice que ellos diezman de la menta, del anís y del eneldo; esas son especias insignificantes, pequeñas.

Ellos daban diezmo de las semillas más pequeñas y las hojas de las especias como una manera de demostrar su virtud, su santidad, y que guardaban la ley, iban más allá de la ley. Una oración farisea que está fechada de alrededor del tiempo de Jesús, dice esto: “Te doy gracias, Jehová, mi Dios, porque has asignado mi suerte con aquellos que se sientan en la casa del aprendizaje, y no con aquellos que se sientan en las esquinas de las calles. Me levanto temprano y ellos se levantan temprano; yo me levanto temprano para estudiar las palabras de la Torá, y ellos se levantan temprano para atender cosas que no importan. Yo me canso y ellos se cansan; yo me canso y gano por esto, mientras que ellos se cansan sin ganar nada. Yo corro y ellos corren; yo corro hacia la vida de la época venidera, y ellos corren hacia el foso de la destrucción”.

Esa era la justicia personal en la mente farisea. Entonces, Jesús está contando esta parábola a ese tipo de personas que creen que pueden ser lo suficientemente buenos como para agradar a Dios, satisfacer a Dios, alcanzar la justicia, ser aceptable en Su Reino y en Su cielo al ser moral y religiosa. Y después, la historia cambia de manera dramática con estas palabras: “Mas el publicano”. Y aquí realmente se vuelve interesante. Eso es para la semana próxima.

Oremos. Padre, sabemos cuán importante es esto para el plan glorioso de la redención. Nuestros corazones se duelen conforme la gente en el mundo cree la gran mentira, la gran mentira, el engaño masivo de que el cielo es para la gente que es lo suficientemente buena. Y aquí estaba la gente que era tan buena como alguien puede ser bueno, desde un punto de vista humano, y no fue lo suficientemente bueno, nunca lo es, ya que por las obras de la ley, ningún ser humano será justificado; a menos de que vuestra justicia sea mayor que la de los escribas y los fariseos, nunca entrareis en el Reino de los cielos. El cielo no le pertenece a aquellos que son lo suficientemente buenos. Padre, ayúdanos a entender esta lección que la única justicia que te satisface es Tu propia justicia, y la única manera en que seremos aceptables a Ti es si Tu propia justicia nos pertenece, nos es dada; y la única manera en la que Tú puedes dar Tu justicia a nosotros es enfrentar con nuestro pecado a Tu manera; y Tú has hecho eso al colocar nuestro pecado en Tu Hijo, quien muere en nuestro lugar, como ese sacrificio perfecto final. La justicia es satisfecha, el pecado es castigado en Cristo; nuestros pecados imputados a Él y Tu justicia imputada a nosotros. Pablo dice: “Yo vi y consideré toda mi justicia como basura, estiércol, deshecho, y encontré en Cristo una justicia que no es mía mediante la Ley, sino la justicia de Dios que viene por la fe”.

Así ha sido siempre. Tú justificaste a Abraham, porque él creyó y Tú le concediste justicia por la fe. Tú pudiste hacer eso, porque Cristo moriría y pagaría de manera completa el castigo de los pecados de Abraham, y de todos los pecados de todos los que han creído. Pero hay muchos por todo este planeta que no entienden, que no tienen la capacidad de ser justos para agradarte, y necesitan arrojarse a sí mismos en Tu misericordia. Continúa abriéndonos la verdad esta Escritura conforme avanzamos para oír el fin glorioso, y volvemos a recordar que Tú recibes al pecador penitente, no al que es justo en sí mismo. El cielo es para aquellos que saben cuán pecaminosos son, no para aquellos que creen que pertenecen a ese lugar. Continúa, Señor, haciendo que esto sea claro y poderoso en nuestras vidas, y que seamos fieles en proclamar Tu Evangelio. En el nombre de Tu Hijo. Amén. 

Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org 
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