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Lucas 23 es nuestro texto, Lucas 23. Vamos a regresar a la escena en el Calvario, en ese Viernes de Pascua, en la primavera del año 30 después de Cristo, cuando Jesús fue crucificado. Quiero presentarle el contexto completo, tal como Lucas lo presenta, así que quiero comenzar leyendo en el versículo 32, y leeremos hasta el versículo 43: “Llevaban también con Él a otros dos que eran malhechores para ser muertos, y cuando llegaron al lugar llamado de La Calavera, le crucificaron allí; y a los malhechores, uno a la derecha, y otro a la izquierda. Y Jesús decía: ‘Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen’, y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes. Y el pueblo estaba mirando, y aún los gobernantes se burlaban de Él diciendo: ‘A otros salvó. Sálvese a sí mismo si éste es el Cristo, el Escogido de Dios’.

Los soldados también le escarnecían acercándose y presentándole vinagre, y diciendo: ‘Si tú eres el Rey de los Judíos, sálvate a ti mismo’. Había también sobre Él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ‘Éste es el Rey de los Judíos’; y uno de los malhechores que estaban colgados, le injuriaba diciendo: ‘Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros’. Respondiendo el otro, le reprendió diciendo: ‘¿Ni aún temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros a la verdad justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo’. Y dijo a Jesús: ‘Acuérdate de mí cuando vengas en Tu Reino’; entonces Jesús le dijo: ‘De cierto, te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso’”.

La historia del ladrón penitente no está en Mateo, Marcos o Juan, solo está en Lucas, esto es todo lo que tenemos; y en un sentido, conforme vemos los versículos 39 al 43, y consideramos esta conversión milagrosa de un ladrón colgando en una cruz al lado de Jesús; podríamos concluir que éste es un relato más bien críptico, algo oscuro; quizás desearíamos que Mateo nos hubiera dado otra mirada, o Marcos, o ambos, o Juan, pero esto es todo lo que tenemos. Hemos considerado la comedia en el Calvario, el sarcasmo, la farsa, la sátira, la burla extensa ante la noción de que Jesús era un rey era algo digno de reírse; ellos se burlaron continuamente de él: “Si eres rey, sálvate a ti mismo y a nosotros”. No solo hemos visto la comedia en el Calvario, hemos visto el contraste en el Calvario, el gran contraste entre su odio y su perdón conforme Él ora: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, cuando estaban en el proceso de hacer lo peor que jamás había sido hecho por alguien en toda la historia.

Y ahora, llegamos a la conversión en el Calvario; la historia de la salvación de un ladrón crucificado. Y como dije, conforme usted ve al principio esto, parece un poco breve, y quizás no muy revelador, pero descubrirá que cuando terminemos esto, está lejos de ser algo oscuro. Y hay tantas ironías en el Calvario, pero uno encuentra casi imposible el enlistarlas a todas; aquí está Jesús siendo objeto de burla porque Él no puede salvar a nadie, y Él no se puede salvar a sí mismo; salvando a un ladrón a no salvarse a sí mismo, y las ironías continúan, y siguen, y siguen; Jesús está siendo acusado de decir que es rey, de ser una amenaza al poder de Roma, una amenaza al César, una amenaza a la autoridad romana; Él debe ser ejecutado antes de que pueda guiar una insurrección.

Y, sin embargo, por parte de las mismas personas que dicen estar protegiendo a Roma de Él, Él está haciendo objeto de burla, y está siendo ridiculizado como alguien que es impotente e inútil. Él es tratado como un rey, solo de una manera sarcástica y cruel; sin embargo, en realidad, él es el verdadero Rey de Dios. Él es acusado de blasfemia en contra de Dios, por parte de aquellos que lo blasfeman, el Dios verdadero; entonces los blasfemos acusan al que está siendo blasfemado de blasfemia. Es también irónico que Él, el inocente de los justos, es ejecutado por los culpables; la justicia está de cabeza. Es también algo irónico que Él está siendo maldecido por sus enemigos que lo odian, pero está siendo maldecido de una manera infinitamente mayor por parte de su Padre que lo ama; Él parece ser incapaz de salvarse a sí mismo, o a cualquier otra persona.

Sin embargo, Él, no estando dispuesto a salvarse a sí mismo, se convierte en el Salvador del mundo; Él es el que da vida a quien dé la vida, quien está muriendo para que aquellos que están muertos puedan recibir vida. Un pecador muerto está colgando a su lado, a quien Dios, de manera milagrosa, soberana, poderosa, instantáneamente lo transforma y le da vida, y éste es el ladrón. Hay otra ironía. Los judíos lo querían muerto para que ellos pudieran continuar con la celebración de la Pascua, que apunta a su muerte; los judíos querían continuar con la matanza de los corderos, que nunca podía quitar el pecado, mientras que rechazaban a Éste, el verdadero Cordero de Dios, el único que podía quitar el pecado del mundo; mientras que están ocupados matando a los corderos, que no tenían poder; Dios, a través de las manos de estos hombres, estaba matando al Cordero, a quien todo el poder de salvación pertenece.

Los judíos vieron la Pascua conforme Dios los rescataba de faraón, eso realmente no era la Pascua; ellos vieron la Pascua conforme Dios los rescataba del poder del faraón en Egipto; realmente era mucho más que eso; mientras que hubo una liberación de Egipto, hubo una liberación mucho mayor en la Pascua. ¿Se acuerda lo que era la Pascua? La palabra vino de Dios, que Él iba a venir en un juicio, que iba a aplastar tanto a los judíos como a los egipcios, y los únicos que serían protegidos de ese juicio, serán aquellos que colocaron la sangre del cordero en los postes y el dintel de la casa; de otra manera, el juicio de Dios llegaría a esa casa, y quitaría la vida del primogénito; y Dios no discriminaría entre judíos y los egipcios, Él quitaría la vida de cualquier primogénito; Él traería ira y juicio en cualquier casa que no estuviera cubierta por la sangre del cordero de la Pascua.

La noche de la Pascua entonces, verdaderamente no fue una liberación del poder de faraón, ni de la ira de faraón, era una liberación de la ira de Dios; de alguna manera, ellos habían torcido esa manera de pensar, pensando que ellos habían sido librados de la ira y el poder de faraón; ellos celebraban esa parte, y olvidaron que la verdadera Pascua era una liberación de la ira de Dios, y todos los pecadores siempre merecen ira, a menos de que sean cubiertos por la sangre, y la sangre de carneros y de cabras no puede quitar el pecado, y realmente no puede cubrir al pecador. Entonces, no tenía ni idea de lo que estaba pasando en su cruz en el Calvario, cuando el verdadero Cordero de la Pascua estaba muriendo, para que su sangre se pudiera convertir en la protección de todos los que creen en Él; entonces, al no salvarse a sí mismo, Jesús pudo salvar a otros; exactamente lo opuesto de su suposición de que Él no podía salvar a nadie porque Él ni siquiera podía salvarse a sí mismo. ¡Qué torcida estaba su percepción! ¡Qué mal estaban!

Y la escena entera estaba alimentando esta percepción torcida. No había claridad en ningún lugar. Los líderes no tenían claridad, la gente no tenía claridad, los romanos no tenían claridad, los principales sacerdotes no tenían claridad, los sumos sacerdotes no la tenían, nadie la tenía; todos tenían un entendimiento torcido y pervertido de lo que estaba pasando; y en medio de todo esto, un hombre ve las cosas con claridad. A pesar de todo lo que está pasando a su alrededor, de lo cual él ha sido un participante, la luz aparece, la vida sale de la muerte, el conocimiento sale de la ignorancia, la luz esparce la oscuridad; y esa es la historia de este hombre que llamamos el ‘ladrón penitente’; es una historia personal, una historia muy personal es acerca de un hombre, es una historia personal de salvación, pero también es el patrón de la historia de la salvación de toda persona.

Usted podría leer la historia y decir: “Bueno, ¿sabe una cosa? Esto no es exactamente lo que asociamos con la salvación; es algo oscuro, y en cierta manera se ve como algo histórico al margen, un comentario histórico al margen. ¿Realmente tenemos suficiente para saber que este hombre conoció o satisfizo, cumplió con las condiciones necesarias para la salvación?”. Bueno, si usted lo ve un poco más de cerca, va a descubrir que la respuesta a eso, es un ‘sí’ absoluto; esta historia personal tiene mucho más en ella, que lo que vemos al principio; es una historia personal, pero es la historia de toda persona porque así es como todos los pecadores llegan; entonces es su historia y mi historia, si usted es un creyente. Veamos la historia, y veamos cómo se desarrolla.

Versículo 39: “Y uno de los malhechores que estaba colgado, le injuriaba diciendo: ‘Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros’”, burlándose de una manera sarcástica. Ahora, recuerde, regresando al versículo 32 habían dos ladrones, dos criminales, que fueron llevados para ser matados con Él, y en el versículo 33 dice que fueron crucificados, uno a su derecha y otro a su izquierda. El versículo 39 dice que uno de los criminales estaba burlándose de Él; esa realmente no es la historia entera.

Mateo nos cuenta, y Marcos nos cuenta, en sus relatos paralelos de la cruz, que ambos ladrones estaban haciendo eso, ambos; ambos se unieron en la comedia –por así decirlo– en la burla, en la blasfemia; entonces conforme la escena comienza a desarrollarse a las 9:00 de la mañana cuando Jesús es crucificado, son parte de la burla; están involucrados de manera total en la blasfemia guiada y dirigida por los líderes judíos; la gente se alinea, los soldados se alinean, los ladrones también se alinean, y aunque están colgando en la cruz, soportando el mismo sufrimiento que Jesús mismo estaba soportando físicamente; aunque están en una agonía tormentosa y mortal, tienen suficiente energía como blasfemar y burlarse de Jesús. Así de poderoso, así de poderoso era el momento; así de infeccioso era el odio. Usaron su energía para eso.

Pero uno de ellos, de pronto guarda silencio en el relato de Lucas, y solo tenemos a uno de ellos burlándose de Él, algo le pasó al otro ladrón. Conforme pasaron las horas en la cruz, una de las dos personas más degeneradas en el monte en la escena, un hombre entregado al robo violento, un criminal impío, enfrenta una transformación masiva; esto es sorprendente, 180 grados, su burla se calla; y mientras que su cuerpo está en un trauma y agonía horribles, el sufrimiento sin paralelos de la crucifixión, su mente se podría asumir que estaba confundida, perdió la razón conforme trataba de enfrentar el dolor, y conforme entraba algún tipo de shock simplemente para protegerlo de las agonías que serían totalmente insoportables, y sabemos que el cuerpo tiene la capacidad de entrar en shock para poder mitigar ese tipo de experiencias tormentosas, pero en el momento del peor tipo de agonía imaginable, su mente se aclara con una claridad y percepción de la realidad de la verdad que nunca jamás había experimentado en su vida, con una claridad y percepción de la verdad y la realidad que no había experimentado un momento antes, algo ha pasado.

De pronto, él se vuelve a su amigo y lo reprende por hacer lo que él había estado haciendo. ¿Qué ha pasado? Le voy a decir lo que ha pasado: Un milagro divino, soberano, ha pasado. No hay otra explicación. ¿Quiere un paralelo de esto? Pablo en el camino a Damasco, ese es el mejor paralelo. Sus pensamientos de Jesús son pensamientos de odio; sus pensamientos hacia aquellos que confiesan el nombre de Jesús, son pensamientos de persecución y ejecución. Pablo tiene papeles; él va camino a Damasco para perseguir y ejecutar aquellos que nombran el nombre de Cristo. Y mientras que va camino a Damasco con sus papeles en su mano, Dios invade su vida, lo arroja al polvo, lo ciega, y lo salva; así es como la salvación funciona. Es un milagro soberano. No siempre así de dramático, pero algunas veces así de dramático. Este es el mejor paralelo bíblico de la conversión de Pablo camino a Damasco, una obra abrumadora de Dios para convertir a alguien; y esto es lo que Pablo dice cuando él le escribe a Timoteo, y él dijo: “Habiendo sido yo antes blasfemo, pero Dios me mostró misericordia”.

Ahora, recuerde, este ladrón habría sido el más miserable de los hombres, él habría sido el peor que estaba presente ahí a los ojos de los judíos, los judíos religiosos lo habrían visto como irredimible; si quiere conectar a este hombre con alguien más, este hombre habría sido el pródigo, el hijo pródigo; este es un hombre impío. Pero, de pronto, en el momento, él es transformado de manera dramática, y se vuelve evidente, de manera inmediata, lo que ha sucedido; él pasa de blasfemar a Jesús, a ser el que se horroriza ante el hecho de que el otro criminal está blasfemando a Jesús; su percepción entera de cómo trata a Jesús ha cambiado de manera total; y ahí es en donde la historia comienza.

El otro criminal no enfrenta un cambio así, está colgado ahí, burlándose de Jesús con el mismo sarcasmo de burla: “Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros”; debió haberle sorprendido oír del otro lado de Jesús a su amigo –versículo 40– quien respondió: “Y le reprendió diciendo: ‘¿Ni aún temes tú a Dios estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros; mas éste ningún mal hizo’”, esto debió haber dejado con la boca abierta al otro ladrón que estaba burlándose de Jesús; “¿Qué te pasó desde que te clavaron ahí?”, el hombre transformado halla las burlas –que están saliendo de la boca de su compañero criminal– algo repulsivo y aterrado, y acababan de salir de la boca de él. Lo que este hombre dice, es la evidencia de su corazón cambiado.

La salvación es un milagro divino, y se manifiesta a sí mismo. Hay mucho más aquí de lo que usted podría pensar. En primer lugar, él se convierte, él se vuelve muy, muy consciente de Dios, y del temor de Dios; después él reconoce abiertamente su propio pecado; después él confiesa la perfección de Cristo, y afirma que Él es el Mesías, y que Él es el Salvador; es algo sorprendente. Todas estas son respuestas a la obra milagrosa, soberana, del Espíritu de Dios en su corazón oscuro; esta es la luz del evangelio glorioso de Cristo, brillando en medio de la oscuridad y dispersándola. Quiero, en cierta manera, desempacar esos elementos que son evidencias manifiestas de que Dios ha hecho la obra de transformación. El otro pecador, sin temor de Dios, sin temor de juicio, sin sentido de pecaminosidad, sin sentido de justicia, sin sentido de culpabilidad, sin deseo de ser perdonado, sin anhelo de justicia, sin deseo de reconciliarse; y el ladrón que ha sido transformado confronta esa condición trágica, la cual momentos antes había sido su propia condición, él ya no la puede entender. En un momento del tiempo, él pasó de ser parte de ello, a no poder comprenderlo: “¿Cómo puedes actuar así? ¿Cómo puedes hablar así? ¿No temes a Dios? ¿No estás recibiendo lo que mereces? ¿No sabes que este hombre es justo?”, ¡qué transformación! Entonces, veámosla más de cerca. Mientras que un criminal está burlándose de Jesús, el otro le respondió reprendiéndole; le reprendió, ‘reprendió’ es una palabra muy fuerte, ‘epitimao’, él dijo: “¿Ni aún temes tú a Dios?”.

Permítame decirle que la primera evidencia de que Dios está llevando a cabo la obra de conversión, es el temor de Dios, el temor de Dios. Si alguien se ha convertido a Cristo, si alguien es regenerado, y si alguien ha nacido de nuevo, hecho nuevo, Pablo dice en 2ª de Corintios 5:17, que él se convierte en ‘una nueva criatura, las cosas viejas pasaron, todas son hechas nuevas’. ¡Hombre! Vemos eso aquí de manera clara. Y lo primero que usted ve en una conversión real, es una conciencia aguda, sensible, de que Dios es una amenaza, tener miedo de Dios, literalmente temer a Dios; él realmente no está buscando que alguien lo baje de la cruz, él no está tratando de encontrar a alguien que lo pueda salvar de la muerte física, él quiere asegurarse de ser salvo del juicio divino. Su problema realmente no es lo que le está pasando en la Tierra, es lo que va a pasarle cuando llegue al Trono de Dios.

Sin duda alguna, él es un judío, criado para conocer las leyes de Dios, para entender a Dios, la santidad de Dios, la ley de Dios, la obediencia a la ley de Dios; él es un violador de la ley de Dios, él es un violador abierto a la ley de Dios, él es un violador conocido de la ley de Dios, él es un violador juzgado y probado de la ley de Dios, y él está muriendo una muerte que es justa, y él lo dice; y la ley de los hombres era un reflejo de la ley de Dios ciertamente en Israel, y entonces él sabe que si esto es lo que los hombres le hacen por quebrantar la ley de Dios, ¿qué es lo que Dios me va a hacer? De pronto, él entiende con claridad lo que él había aprendido acerca de la ley y la culpabilidad, y el pecado y el juicio; él sabía que él era un violador, él estaba convencido internamente por la obra del Espíritu Santo, para estar consciente de que lo que él estaba recibiendo por parte de un juez humano, era solo una muestra pequeña de lo que él iba a recibir por parte de un juez divino; y para añadir a su culpabilidad, lo cual lo colocó en la cruz, usted puede añadir que él había estado blasfemando al Mesías, y él ahora lo sabe, produciendo inclusive una mayor culpabilidad.

A partir de este punto de claridad, él ni siquiera puede imaginarse que él hizo eso, que él dijo lo que dijo a Jesús, y él no puede entender cómo su amigo puede decir eso. Y él dice en el versículo 40: “¿Ni aún temes tú a Dios estando en la misma condenación?”, son dos del mismo tipo, “Mire estamos recibiendo exactamente lo que merecemos. ¿No tienes temor de lo que te va a pasar cuando termines delante de Dios?”. Como Jesús lo dijo en Lucas 12:4 y 5: “No teman a los que destruyen el cuerpo, sino temed a Aquel que destruye el alma como el cuerpo en el infierno”. Y le voy a decir esto, y necesita recordar esto; Romanos 3:18 dice esto, cuando define la naturaleza inherente del hombre caído, y su pecaminosidad: “No hay justo ni aún uno, no hay quien entienda, no hay quien haga lo bueno”, etcétera; ese texto del versículo 10 de Romanos 3 al versículo 18, termina en el versículo 18 con esta declaración: “No hay temor de Dios delante de sus ojos”.

Es característico del no regenerado, el no temer a Dios. Este es un comentario típico no regenerado: “He vivido una vida bastante buena. Ciertamente Dios me va a llevar al cielo”; como los judíos en Romanos 10, que no entendían la justicia de Dios. El pecador no vive bajo el temor de Dios, él debe ser traído bajo el temor de Dios mediante el poder de convencimiento de Dios. Este ladrón, quien todavía está burlándose de Jesús, no tiene temor de Dios como el resto de los otros pecadores; pero el pecador que viene a la salvación, ha sido traído por el poder del Espíritu de Dios a un temor mortal de juicio divino. Y, amigos míos, conforme comunicamos el Evangelio a los pecadores, usted no puede retener esa realidad; el Evangelio no le está diciendo a los pecadores que Jesús los va a ser felices, o que Jesús les va a dar una mejor vida, o que Jesús va a arreglar el dolor, y va a traer satisfacción y todo eso; el mensaje de salvación es: Usted es un violador de la ley de Dios, y usted se dirige al castigo eterno bajo la ira de Dios; más vale que tema a Dios, más vale que tema a Dios. Ese es el mensaje.

Y cuando usted ve una conversión real, usted ve esto; ¿y nos recuerda, no es cierto, a Lucas 18? Lo que el publicano está haciendo cuando baja su cabeza, y ve al suelo, y se golpea el pecho diciendo: “Señor, sé propicio a mí pecador. No me des justicia, no me des juicio”. Lo primero que usted hace cuando proclama el Evangelio, cuando usted evangeliza a alguien, es que entra al asunto del juicio divino; cuando usted dice que alguien es salvo, ¿es salvo de qué? Salvo de Dios, salvado de la ira de Dios, salvado de la justicia de Dios, salvado del juicio de Dios, salvado del infierno. De pronto, él tiene una claridad absoluta en su mente, del hecho de que él va a estar de pie ante Dios como pecador, con nada que lo pueda rescatar. Esa es la primera evidencia de una obra de salvación en el corazón.

La segunda, es un sentido de la pecaminosidad de uno; van de la mano; el temor de Dios de la mano con un sentido de la culpabilidad de uno. Versículo 41: “Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos”; él dice: “Yo soy un violador de la ley, lo sé”, ésta es una verdadera evaluación de su condición; como el hijo pródigo, que al estar ahí con los cerdos y tratando de comer y estar ahí al borde de la muerte, él dice –y Jesús contó la historia en Lucas 15–, él volvió en sí, ahí es donde el verdadero arrepentimiento comienza, cuando usted vuelve en sí. Él es culpable, él está consciente de su pecaminosidad, él en un sentido está diciendo: “Soy un pecador, sé que soy un pecador, estoy recibiendo lo que merezco por mis hechos”; esta es la actitud de alguien que verdaderamente se está arrepintiendo; él entiende que si la justicia está operando en su vida, entonces él va a recibir exactamente lo que está recibiendo. No hay excusas.

Él no está diciendo: “Yo fui engañado, y hubieron influencias malas en mi vida. Yo fui abusado cuando tuve 4 años de edad”, o lo que sea; él está diciendo: “Mira, estamos recibiendo exactamente lo que merecemos por nuestros hechos”. La justicia está operando y va a operar, no solo en el mundo humano, en el mundo de los hombres, sino que va a operar también en la esfera de Dios. La realidad espiritual aclara el hecho de que, a pesar del sistema de judaísmo, que enseñaba salvación por obras, la salvación por esfuerzo personal, la salvación por ceremonia, etcétera; el verdadero convertido no pide nada, sino que nada más confiesa su culpabilidad total, y su condición de bancarrota absoluta; él no tiene nada que ofrecer a Dios, nada de lo que pueda jactarse; como el hijo pródigo, él regresa apestando y muriendo; él necesita misericordia, él necesita gracia (y lo sabe), él es un pecador indigno; estas son las evidencias de una obra salvadora de Dios; él necesita misericordia y nunca ha sido así de clara. Por cierto, el pecado nunca se vuelve tan claro para el pecador como cuando está en la presencia de la justicia; como Isaías, quien en la presencia de Dios, quien era Santo, Santo, Santo, él dijo: “Ay de mí, porque soy un hombre de labios inmundos”; él tuvo una percepción clara del juicio de Dios, el cual él merecía, y una percepción clara de su gran culpabilidad.

Hay un tercer elemento que se vuelve una evidencia para nosotros de la obra de Dios en su corazón, y esto es que él creyó en Cristo, él creyó en Cristo. Hablamos de dos cosas que constituyen una verdadera conversión: Arrepentimiento bajo el temor de la ira divina, y fe en el Señor Jesucristo; y vemos eso. Las cosas que él dice acerca de Cristo, aunque son breves, realmente son sorprendentes. Al final del versículo 41, él hace lo que el pecador debe hacer; él se compara a sí mismo con la perfección de Cristo: “Nosotros, a la verdad, justamente padecemos; mas Éste ningún mal hizo”. Aquí la historia pasa de una evaluación de su propia condición a una evaluación de Jesucristo, eso es lo que sucede en una conversión verdadera; y él va más allá de decir ‘Jesús no es culpable del crimen por el cual está siendo crucificado’, a decir algo más amplio que eso: “Él no ha hecho nada mal”.

No sé cuánto sabía acerca de todos los intentos por tratar de encontrar un crimen por el cual ellos podían crucificar de manera legítima a Cristo, y nunca pudieron encontrar uno; no sé cuánto sabía de Cristo, no sé qué oyó a otras personas decir acerca de las perfecciones de Jesucristo; pero nuestro Señor había estado desplegado durante tres años con todas sus perfecciones, y nadie jamás pudo acusarlo de manera legítima. A él le es dado, por el poder del Espíritu de Dios, la claridad de entender que él está colgando en una cruz como un pecador que está recibiendo lo que merece, al lado de alguien que es justo y está recibiendo lo que no merece; él cree entonces en la justicia de Cristo. Después él le habla a Él en el versículo 42, y él le estaba diciendo: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en Tu Reino”; ¿qué está pidiendo aquí? En una palabra: Perdón, ¿verdad?

¡Cómo va a ser posible que él entre al Reino si no es perdonado! ¿Sabía él que el Antiguo Testamento decía quién es un Dios perdonador como Tú? Probablemente, quizás. ¿Sabía que Dios por naturaleza estaba dispuesto a perdonar? Si él sabía algo del Antiguo Testamento, él sabía eso. ¿Sabía lo que necesitaba? ¡Claro! ¡Él no tenía nada qué ofrecerle a Dios! Él necesitaba ser perdonado. ¿Por qué esto habrá venido a su  mente? Porque apenas antes de esto, Jesús le había dicho a Dios: “Padre, perdónalos”; él sabía suficiente de Dios, como para saber que Dios era un Dios perdonador, y ahora él entiende claramente quién es Jesús como el Mesías de Dios, el Cristo de Dios, el Rey prometido, el Mesías prometido; y él oye a Jesús pidiéndole al Padre que le conceda perdón a estas personas que estaban ahí blasfemándole, él está pidiendo si él pudiera ser uno de esos destinatarios; él sabe lo que necesita; tiene que ver con el perdón y la gracia y la misericordia.

Como puede ver, los componentes están aquí; cuando el Espíritu de Dios lleva a cabo la obra de conversión, abre el entendimiento, hace que haya luz; lo primero que la luz revela es la ira de Dios, la segunda cosa que la luz revela es la gloria de Cristo y la esperanza del perdón; fue lo mismo que el publicano estaba diciendo: “Señor, sé propicio a mí pecador. ¿Hay perdón contigo? ¿Hay perdón contigo?”; y él entendió claramente que esta oración pidiendo perdón era bastante sorprendente porque Él le estaba pidiendo a su Padre que perdonara las personas que estaban cometiendo el peor crimen que jamás ha sido cometido, están matando al Hijo de Dios, y lo están haciendo con sarcasmo y burla y desafío; y entonces él concluye que si hay perdón, si hay gracia, si hay misericordia disponible por parte de Dios a la gente que está haciendo esto, quizá pueda haber gracia y misericordia y perdón para mí, quizá podría ser uno de aquellos que reciben ese perdón.

Y después –me encanta esto–, él estaba diciendo: “Jesús”, ‘Jeshua’, ¿qué significa eso? ‘Jehová salva’, así es como lo expresa el texto original: “Llamaremos su nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados”, Mateo 1:21, ‘Jeshua’. Él reconoce a Jesús como justo, él reconoce a Jesús como una fuente de perdón y gracia y misericordia; él reconoce que Jesús es tan misericordioso y tan lleno de gracia, que él ni siquiera está culpando a estas personas por el pecado que están cometiendo en contra de Él, sino que más bien desea que sean perdonados; y él ve, creo yo, todo esto con claridad, concedida únicamente por el Espíritu de Dios, quien tomó quizás a partir de su trasfondo, quizás a partir de conversaciones, quién sabe de dónde vino la capacidad de tener la claridad de entender esto porque él tenía que conocer la verdad acerca de Cristo.

Después él dice: “Jesús”, hay mucho en esa palabra, él reconoce a Jesús como el Salvador. ¿Cómo sabes eso? ¿Por qué él entonces le pediría que lo recordara cuando viniera en su Reino, a menos de que él pensara que Él era el que podía salvarlo? Él no le dice: “Querido Señor, ¿podría encontrar a alguien que me pudiera salvar?”, él no le dice: “¿Podría conectarme con alguien quien está a cargo de salvar a personas como yo?”, él dice: “Jesús (Jeshua) sálvame, acuérdate”, más que un pensamiento; pensamos acerca de ‘acuérdate’ como algo así nebuloso, y eso no está hablando, es mucho más, mucho más que eso; es un ruego de un pecador penitente, quebrantado, indigno, pidiendo gracia y perdón; y lo que él realmente está diciendo es: “Sálvame del juicio de Dios, sálvame de lo que yo merezco, perdóname”; lo has orado, ¿puedes ser uno de aquellos que desea una respuesta a tu oración?

Y después, me encanta esto: ¡Hombre!, está presentando una Cristología bastante amplia, porque él dice: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino”, él entiende la escatología del Antiguo Testamento. ¿Qué enseñaba el Antiguo Testamento? Que el Mesías vendría al final de la época gloriosamente, y establecería un Reino, ¿verdad?, cumpliendo todas las promesas a Abraham, todas las promesas a David, y cumpliendo todas las promesas reiteradas del Antiguo Testamento, que son repetidas una y otra vez por los profetas, incluyendo la salvación del nuevo pacto de Israel, y que se establecería en la tierra un reino que es definido y descrito a gran detalle en el Antiguo Testamento; un reino terrenal, un reino terrenal, real, en donde Israel sería salvo, Jerusalén sería exaltada, el Mesías establecería su trono en Jerusalén, a partir del cual Él gobernaría al mundo; el mundo sería lleno de conocimiento y lleno de paz, y Él gobernaría con vara de hierro, y justicia y gloria; él tiene entendimiento mesiánico, él entiende que el Mesías va a traer un Reino, y entonces él dice: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino”.

Nadie sobrevivía a la crucifixión, entonces él también creyó que Jesús moriría, y que resucitaría y traería su Reino; esa es una Cristología bastante buena. Eso es exactamente lo que estaba diciendo: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino”; él está diciendo: “Este no es el final de Ti”; como el centurión, recuerde, quien dice: “Verdaderamente Éste es el Hijo de Dios”, él está convencido. Dice usted: “Bueno, quizás él conoció el poder de Jesús sobre la muerte”, probablemente, porque toda persona en la ciudad sabía que Él había resucitado a Lázaro de los muertos. Y Mateo nos dice, Mateo 27, que los ladrones estaban burlándose de Él, y las otras personas estaban diciendo: “Tú que dijiste: ‘Destruiré este templo, y en tres días lo edificaré’”, ¡se estaban burlando de Él acerca de su declaración de que iba a resucitar! Entonces, ellos hicieron de la resurrección un problema a los pies de la cruz; él ha llegado a un entendimiento amplio de quién es Cristo, él entiende que él es el Mesías, Él es el Ungido de Dios, el Rey Escogido, porque Él va a traer el Reino.

Él entiende que Jesús es justo, él entiende que Él es un Salvador, él entiende que Él va a morir y a resucitar, y que Él va a venir en Su Reino, y Él va a traer a los santos que le pertenecen a Él, y él quiere ser uno de ellos. Esta es una petición escatológica. En el Antiguo Testamento, los judíos veían su muerte hasta la venida del fin de los siglos y la gloria del reino como una especie de espera; ellos no tenían un entendimiento muy completo de lo que sucedía después de que moría; hablaban mucho del ‘Sheol’ y la tumba, y su idea quizás era: “Señor, en el futuro, en el último día, cuando después de que hayas muerto y resucitado, y resucitado a tus santos”, él probablemente conocía a Daniel 12, que los santos van a ser resucitados y traídos a un lugar de gloria en el Reino; “Cuando ese día venga, Señor, ¿podría estar en Tu Reino?”, él sabe que será mera gracia, será mera misericordia. “¿Podrías resucitarme y hacerme parte de Tu Reino?”, él está hablando de la gloria de esa época final en el Reino Mesiánico, que después pasa al Reino Eterno, y a los cielos nuevos y a la tierra nueva en donde Cristo reina por los siglos de los siglos. “Yo quiero estar con los santos en la gloria del Reino. Sé que no soy digno, pero, ¿te podrías acordar de mí? ¿Podrías traerme contigo cuando Tú vengas en Tu Reino?”.

La respuesta que Jesús le da es absolutamente sorprendente. Versículo 43: “Y le dijo: ‘De cierto, te digo”, ¿por qué añade el ‘de cierto’? Porque esto es tan difícil de creer, esto es realmente difícil de creer, esto realmente es imposible de creer; este es otro golpe en contra de las sensibilidades de los líderes religiosos; como el padre que corre y besa al hijo pródigo, y lo besa en toda la cabeza, y le coloca la túnica y el anillo, y le da sandalias, y lo hace su hijo de manera plena, y lo lleva a su propiedad, y tiene una celebración, una reconciliación plena, tiene todos los derechos de ser hijo de manera plena, riquezas plenas, recursos plenos; ¡ese tipo de shock! Usted simplemente no abraza a un pecador miserable que ha vivido su vida entera de una manera pecaminosa; éste es un hijo pródigo, éste es un pródigo colgando en una cruz, aquí es donde en últimas termina un pródigo, inclusive los hombres reconocen eso; él esta crucificado aquí, y lo que Jesús le dice es algo incoherente, Él dice: “De cierto, te digo”, y Él incluye ‘de cierto’ ahí, porque es simplemente demasiado difícil de creer; “[…] hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Ahora, si Jesús hubiera sido un católico romano, Él habría dicho: “Sí, quizá ya para cuando el Reino venga, ya habrás salido del purgatorio”; o si Él hubiera estado en el sistema judío de obras, Él le habría tenido que decir: “¿Sabes una cosa? Me gusta tu actitud, pero no tienes tiempo para ganarte el derecho de entrar. Estás casi muerto; no hay mucha esperanza para ti”. ¿Qué es esto: “Hoy, hoy, hoy te haré un lugar en el paraíso”? “No, en la parte de afuera, y conforme tú demuestres algún tipo de desarrollo espiritual allá afuera, te vamos a meter más cerca de la ciudad”, ¡no! “Hoy estarás”, ¿cuál es la siguiente palabra? “Conmigo”. ¿Tiene el derecho de estar con Cristo? “¿Estás bromeando? ¿Conmigo hoy?”, ¿qué tuvo que hacer para ganárselo? Nada. Él habría muerto antes de que pudiera hacer algo; esto es gracia, ¿no es cierto?

Éste es el padre besando al hijo, ésta es reconciliación plena e instantánea; ‘hoy’, ‘paraíso’, ‘paradeisos’, una palabra antigua persa para referirse a un huerto o un jardín, es sinónimo del cielo. En 2ª de Corintios 12 Pablo dice en el versículo 2: “Fui llevado al tercer cielo”, y en el versículo 4 él dice que él fue llevado al paraíso, lo mismo, tercer cielo. Primer cielo, atmosférico; segundo cielo, celestial; tercer cielo, la morada de Dios, eso es paraíso. O en relación al 7, Jesús dice: “Al que venciere le daré del árbol de la vida que está en el paraíso de Dios”; y si usted pasa Apocalipsis 21 y 22, el árbol de la vida está en el cielo. Entonces, Él no está diciendo nada, mas que: “Tú vas a estar conmigo en el cielo hoy”; no hay lugar de espera, no hay lugar de transición; ausente del cuerpo, presente al Señor; partir y estar con Cristo. Si esa no es la ilustración más grande de gracia, no sé cuál es.

Este es un hombre cuya vida entera lo hacía merecedor del infierno; y en un momento, un Dios soberano actuó y le dio un entendimiento claro de quién era Él, y quién era Cristo, y por el poder del Espíritu Santo lo rescató del juicio divino, y ese mismo día lo encontró en el cielo, y tuvo comunión con Él. ¿Puede usted entender lo absolutamente inaceptable que es esto a un sistema de justicia por obras? Y hay algo también aquí que me sorprende. La mayoría de nosotros en algún punto de nuestra vida cristiana, hemos hecho la pregunta: ¿Realmente soy cristiano? ¿Es apropiada? Me pregunto si realmente soy salvo. Algunas personas luchas con esto más que otros. ¿No sería agradable si en el momento en el que fuera salvo, Jesús se hubiera aparecido y le dijera: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”? Eso sería agradable ese tipo de garantía, ¡wau! Esto es tanta bondad, y tanto consuelo a un hombre en ese punto tan abrumado con su propio pecado, luchando tanto por entender lo que Jesús acababa de decir: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”, él habrá quedado abrumado por la realidad de su vida entera de pecado, y él no habrá tenido nada en qué apoyarse como evidencia alguna fuera de esto.

Y entonces, para quitar cualquier ansiedad indebida, Jesús le dijo: “Estarás ahí conmigo, conmigo”; el cielo no es un lugar en donde usted puede ir y ver a Jesús, el cielo es un lugar en donde usted estará con Él, Él hará su morada con usted; él ha pedido un lugar en el reino futuro, y Cristo le dio lugar en su presencia ese día y para siempre. Inconcebible para el hermano mayor, ¿verdad? Cielo instantáneo. Él creyó en un reino terrenal, un reino mesiánico; él creyó que el reino sería poblado por santos y gobernado por el Mesías; él creyó que Jesús era el Mesías, Jesús era el Salvador, Jesús era el Justo, Jesús ofreció perdón de gracia, y él pidió ese perdón y lo recibió. Entonces, los burladores están mal; Jesús puede salvar.

Pero la única manera en la que Él puede salvar a pecadores, es al no salvarse a sí mismo. ¿Entendió el ladrón en ese momento que Jesús de hecho estaba colgando en la cruz si era inocente? Sí. ¿Entendió también que Jesús estaba llevando su culpabilidad? No sé. Pero ciertamente el publicano en Lucas 18, golpeándose el pecho, y diciendo: “Sé propicio a mí pecador”, no entendió la cruz. Antes de la cruz y la resurrección, este es un ejemplo clásico de una conversión del Antiguo Testamento, nada más que va más allá de una conversión del Antiguo Testamento. Él ha venido a Cristo, y él cree hasta donde él puede saber la verdad de Cristo; entonces los burladores realmente están mal, Él puede salvar, pero para salvar a otros, Él tiene que entregar su propia vida. Esta es la historia de un hombre, y es la historia de todos nosotros.

Fuimos arrebatados, ¿no es cierto?, por gracia soberana; y recibimos la luz en medio de la oscuridad, y la vida en medio de la muerte; y cuando entendimos la ira de Dios, la realidad del pecado, y la verdad de Cristo, y pedimos gracia y perdón, y el Señor está tan dispuesto, que tan pronto como usted pide, Él está dispuesto a decir hoy: “Si este es el día en el que mueres, estarás conmigo”. Algunas personas creen que cuando Jesús murió, Él fue al infierno durante tres días. No. Él fue y anunció su triunfo, pero ese mismo día Él estuvo con ese ladrón en el cielo. Qué gracia. Esta es la gracia que viene a cualquiera que pide perdón, esta es la gracia que viene a cualquiera que pide perdón.

Padre, te damos de nuevo gracias por la claridad de las Escrituras, gracias por su riqueza, y estamos tan bendecidos Señor. ¿Qué podemos decir? No hay palabras para expresar gratitud. Pasaremos la eternidad continuamente diciendo: “Gracias, porque nos arrebataste de la oscuridad, y nos levantaste de la muerte, y nos diste vida, por tu poder soberano”. Esto es tan sorprendente, tan impresionante. La salvación de manera tan clara, es por gracia a través de la fe, no por obras. Esto te exalta tanto, esto despliega de una manera magnífica la gloria de Tu amor, y Tu compasión, y Tu misericordia y Tu gracia; todos somos como el ladrón penitente, todos estamos bajo la ira de Dios; somos rescatados por el Dios mismo, que nos destruiría si no nos rescatara. Qué gran misericordia gloriosa es ésta. Y te damos gracias porque podemos ser perdonados, porque nuestros pecados fueron pagados por Cristo.

Padre, gracias de nuevo por abrir nuestros corazones a la verdad. Te damos gracias por la bendición de la adoración y la comunión en esta mañana. Gracias por el gozo de cantar estos himnos, y estar con aquellos que te aman, y aquellos que amamos. Gracias por los amigos que han venido a visitarnos el día de hoy. Oramos, Señor, porque Tú tomes la verdad, y la derrames en la profundidad de nuestros corazones, para que te podamos conocer, y para que podamos regocijarnos en conocerte en la plenitud del entendimiento de la grandeza de Tu salvación. Tráenos de nuevo en esta noche con gran expectativa conforme abrimos Tu Palabra en comunión de nuevo. Te damos gracias en el nombre de Cristo. Amén.  

 

 

 

 

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