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Pase al décimo capítulo del Evangelio de Juan. Juan capítulo 10. Es muy interesante estar estudiando el libro de Juan en la mañana y Hechos en la noche, porque en el registro de los primeros capítulos de Hechos, Pedro es el predicador y con el Evangelio de Juan, Juan es el escritor y claro, eran compañeros. Estuvieron juntos en los primeros capítulos de Hechos. Entonces, es algo especial estar oyendo de Juan, conforme él finalmente llega a decir algo después de muchos, muchos, muchos años, después de que Pedro predicó en Pentecostés; y cuán paralela es la Escritura de Juan con respecto a la persona de Cristo y la predicación de Pedro con respecto a la persona de Cristo.

Entonces, en cierta manera, estamos duplicando a Pedro y a Juan en estos días y presentando las glorias del Salvador que ellos amaban y proclamaban. El décimo capítulo de Juan es un punto de quiebre, como usted sabe, en la historia de Juan. Este es el capítulo que registra el último registro que Juan da del ministerio público de Jesús. Al final de este décimo capítulo, Jesús se va por unos tres meses y Él pasa tiempo con Sus discípulos. Él regresa en el onceavo capítulo y resucita a Lázaro de los muertos. Lleva a cabo la entrada triunfal en el duodécimo capítulo y después, Juan registra los capítulos 13 al 16, una noche, una noche en el aposento alto, las promesas que el Señor les dio a Sus discípulos y a todos los que vendrían después de ellos, incluyéndonos a nosotros.

El capítulo 17 es esa entrada increíble en el lugar santísimo, el santuario de la oración en privado y comunión de Cristo con su Padre. Esa oración sumo sacerdotal que Él oró antes de su muerte. El capítulo 18 es su arresto, seguida por su muerte y resurrección; y después la destitución de Pedro y la comisión de los discípulos. Termina todo en el capítulo final.

Entonces, el capítulo 10 es crítico porque Juan quiere asegurarse de que nada queda sin que sea claro en términos de las afirmaciones de Cristo. Esto, en un sentido, es un resumen de lo que fue su propósito, como él lo afirma en el capítulo 20, versículo 31: "Estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre".

Juan está acumulando evidencia para que usted pueda creer, para que usted pueda tener vida eterna. Vida eterna, como hemos estado aprendiendo, viene sólo mediante la fe en Cristo. Entonces, su propósito está culminando aquí en este décimo capítulo, y él quiere no dejar error alguno en términos de la afirmación que Cristo hizo y lo que es necesario creer acerca de Él para recibir vida eterna.

Esa es la razón por la que usted tiene las palabras en el versículo 30. Vea el capítulo 10, versículo 30: “Yo y el Padre uno somos”. Yo y el Padre uno somos. Entonces, los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. Jesús le respondió: “Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre. ¿Por cuál de ellas me apedreáis?” Le respondieron los judíos diciendo: “Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia, porque Tú, siendo hombre, te haces Dios”. Literalmente. Ellos exactamente sabían lo que Él estaba afirmando. En el versículo 36: “Tú blasfemas”. “¿Me acusan de eso porque dije que soy el Hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no crean en mí”.

Aquí de nuevo tenemos el resumen del propósito entero de Juan, de presentar de manera clara la afirmación de Jesús que es Dios, que posee la naturaleza misma y la esencia de Dios, y, por lo tanto, de manera legítima, se llama a Sí mismo, el Hijo de Dios, el que lleva la misma naturaleza y probarlo por sus obras. No hay error en esto. No hay error en esto a lo largo de todo el Evangelio de Juan, y ciertamente, aquí es imposible torcer esto. Cuando Él dijo “Yo y el Padre uno somos”. Él no estaba afirmando unidad de propósito, unidad de misión, unidad de actitud. Él estaba afirmando unidad de esencia, unidad de naturaleza. Esa es la razón por la que lo llamaron un blasfemo, quien era un hombre diciéndoles que era Dios.

Esta es la gran afirmación del Evangelio, que Jesús, mientras que era plenamente hombre, también era plenamente Dios. Tomó el título, Dios, el Hijo, el Hijo de Dios. Esta es la naturaleza única de su personalidad como Dios en la Trinidad. Hay una naturaleza, una esencia, pero tres personas distintas: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

En el capítulo 19 de Juan, conforme usted llega al tiempo exacto cuando la gente en Jerusalén y los líderes espirituales están presionando a los romanos para que lo crucifiquen, crucifiquen a Jesús—versículo 7 de Juan 19, los judíos dicen esto: “Tenemos una ley, Ley Mosaica, y por esa ley, Él debería morir, porque Él se hizo el Hijo de Dios”. Él no solo lo afirmó, Él lo probó—versículo 37 como leí: “Si no hago las obras de mi Padre, no creáis en Mí”.

Los líderes del judaísmo religioso y el pueblo que los seguían eran los blasfemos reales. Eran los blasfemos reales. Así como la profecía del Antiguo Testamento de Isaías había predicho: “¿Quién ha creído a nuestro anuncio?” ¿A quién le ha sido revelado el brazo de Jehová?

El profeta predice que cuando el Mesías venga, no creerán. Isaías procede a decir, “No lo estimamos”. No le dimos honor. No lo vimos como nuestro mesías. Ese rechazo judío, por cierto, esa hostilidad judía hacia el Señor Jesucristo existe hoy día en este mismo día entre el pueblo judío.

He estado leyendo durante varios meses un libro horrendo llamado Tierras de Sangre. Tierras de Sangre es un libro de historia, un libro profundo, presentando la crónica de la masacre de 14 millones de personas en la Tierra de Sangre entre Stalin y Hitler. Aquí es en donde comienza lo que culminó en la masacre de millones de judíos. El sufrimiento de este pueblo va más allá de la imaginación, más allá de la comprensión.

Y la tragedia de todo esto es que conocían la verdad acerca del Dios vivo y verdadero, el único Dios, el Dios que era creador, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el Dios de Moisés y Abraham y David. Sabían de ese Dios, pero cuando Él envió a su Salvador para redimirlos, lo rechazaron y siguen haciendo eso. A lo largo de toda esta historia de rechazo nacional claro, hay un remanente de judíos que cree y todos son uno en Cristo con los gentiles que creen, la Escritura nos dice. Pero conforme este capítulo cierra, la historia corta de Juan, del ministerio público de Jesús, culmina en el mismo tipo de enojo y hostilidad en contra de Jesús que hemos visto a lo largo de su ministerio. De hecho, por cuarta vez, tratan de tomarlo y matarlo. Entre más dice Él, entre más presenta su afirmación, más demuestra que es una afirmación verdadera y más duro se vuelven sus corazones. Entonces, esta es la culminación para Juan y después, Jesús desaparece.

¿Es todo malo? No, porque al final del capítulo, cuando Él se va más allá del Jordán—versículo 42 dice, así es como el capítulo termina: “Muchos creyeron en Él ahí”. Es como si Él tenía que salirse de Jerusalén. Él tenía que irse al otro lado del río Jordán, en donde Juan fue una vez bautizado, en algún otro lugar fuera del poder y la influencia de la institución religiosa. Hay cinco escenas aquí que estamos ciertamente viendo. Cinco escenas, comenzamos a verlas. La escena número uno es confrontación. Simplemente de manera breve, regrese al versículo 22: “Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación”. Recuerde usted que eso es lo que los judíos hoy día llaman Jánuca o la Fiesta de las Luces por la manera en la que la celebraban; una celebración de ocho días. El 25 del Kislev, la cual lo coloca en noviembre y diciembre cada año. La manera en la que la celebraban era al encender lámparas y velas en sus hogares y hacen eso durante ocho días. Entonces, es llamada la Fiesta de las Luces o Jánuca.

Básicamente, fue establecida durante el periodo intertestamentario cuando Judas Macabeo expulsó a los invasores. Los invasores paganos Antíoco Epífanes y su pueblo. Reaseguró el templo y reestableció la adoración. Para celebrar eso, esta fiesta fue establecida. No una fiesta bíblica, pero es histórica. Esta es otra de las fiestas que se han presentado en el Evangelio de Juan desde el capítulo 5 y en adelante. Jesús sigue apareciendo en Jerusalén en las fiestas y lo mismo sucede. Él habla, lo niegan. Quieren matarlo. Él escapa, y entonces aquí vamos de nuevo con el mismo tipo de ciclo.

Ahora, en esta fiesta, Jesús estaba caminando en el templo del pórtico de Salomón. Recuerde ahora, eso era lo que quedaba del muro enorme de contención que era parte del templo de Salomón que fue destruido en el 586 a. C. Ese muro no fue destruido. Fue entonces redesarrollado en una especie de patio, un lugar popular para salir del sol o fuera del clima. Este es el invierno. Jesús está caminando ahí. Un lugar en donde encontramos a los apóstoles en el Libro de los Hechos enseñando.

Los judíos, esos eran los líderes religiosos, Juan normalmente se refiere a ellos cuando él usa ese término y sus seguidores reunidos en torno a Jesús y le estaban diciendo. Y hay simplemente tal hipocresía en esto porque él respondió a esto tantas veces, “¿Hasta cuándo nos vas a mantener en suspenso? Si Tú eres el mesías, dínoslo de manera clara”.

Ese tipo de confrontación sólo tiene una meta en mente y no es obtener información. Pueden incitar a la multitud que en últimas puede resultar en la muerte de Jesús. Esa es la confrontación. Después vimos la afirmación. Llegamos a la afirmación. Regrese a eso en el versículo 25. Jesús le respondió: “Os he dicho, os he dicho, os he dicho y no creéis”. ¿Cuántas veces les he dicho? Simplemente en la sección de la fiesta en el capítulo 5, repetidamente en el capítulo 7, repetidamente en el capítulo 8. Les he dicho muchas, muchas veces.

La manera clara, entonces, se entiende en su afirmación. Simplemente, quieren justificar, apoderarse de Él y eliminarlo, y después él certifica la afirmación de la misma manera en la que lo ha hecho siempre en el versículo 25. Os lo he dicho y no creéis. Ese es el problema. Las obras que Yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de Mí.

Vimos la última vez que el problema fue “no creen”. Eso es a lo largo del evangelio de Juan. El problema, desde el punto de vista humano; no creen. Usted puede remontarse, comenzar en el capítulo 1 y después, en todo capítulo excepto por el capítulo 2 hasta este punto mismo, hay un llamado a que la gente crea y una advertencia, que, si no creen, no van a recibir vida eterna. A lo largo de la historia se les manda creer. Son llamados a creer. Se les advierte que crean. Ese es el lado humano. Hemos visto eso.

La salvación viene mediante creer. De hecho, regrese al capítulo 8 por tan sólo un minuto. No puedo enredarme en todos estos, porque sé que las va a recordar. En el capítulo 8 versículo 21 les está diciendo: “Me voy y me buscaréis si en vuestros pecados moriréis. Adonde Yo voy, vosotros no podéis venir”. No van a ir al cielo. – ¿Por qué? – versículo 24: “Por tanto, os dije que en vuestros pecados moriréis, porque a menos de que creáis que Yo soy Él, Yo soy quien afirmó ser. Yo soy el Yo Soy, en vuestros pecados moriréis”.

Eso es simplemente una ilustración de algo que es repetido una, y otra, y otra vez. Comenzando en el capítulo 1, versículo 12: “mas a todos los que le recibieron, a estos les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, estos los que creen en su Nombre”. Ese es el lado humano. Deben creer quien soy quien digo ser.

Ahora, claro, Mateo nos ayuda a entender lo que creían. En el capítulo 12 de Mateo, uno de los comentarios más aterradores que los fariseos y los líderes religiosos de Israel jamás hicieron, Mateo 12:24, esto es lo que creían: “Este hombre echa fuera demonios sólo por Belcebú, el líder de los demonios. Él es satánico.”. Eso es lo que ellos creían. Ellos creían que Él hacía lo que hacía por el poder de Satanás—versículo 31: “Por tanto, os digo, cualquier pecado y blasfemia será perdonado, pero la blasfemia contra el Espíritu, no será perdonada”.

Si ustedes ven lo que el Espíritu Santo ha hecho a través de mí, y concluyen después de toda la evidencia que se ha presentado, que es Satanás, nunca podrán ser perdonados porque han llegado a esa conclusión equivocada de 180 grados al final de toda la evidencia. Ustedes son los blasfemos. ¿Qué creían de Jesús? Su mantra era “Él es satánico”. Ellos hicieron todo lo que pudieron para convencer a la gente de eso.

Ahora, marquen eso y cubrimos eso la última vez. La salvación viene a aquellos que creen, pero quiero que regrese al versículo 26 y retomemos eso por tan sólo unos momentos, pero vosotros no creéis. Ahí es donde terminamos. Pero vosotros no creéis. Después, el versículo 26 dice esto: “Porque no sois de mis ovejas”. Qué afirmación. Ese es el lado divino. No creen. Y son plenamente culpables por esa incredulidad, y serán hechos responsables eternamente por esa incredulidad. Van a recibir un castigo justo por esa incredulidad, pero el lado divino es “No creen porque no son de mis ovejas”. Realmente una afirmación sorprendente. No me pertenecen.

Regrese al capítulo 10 versículo 4. Recuerda la paroimia, la analogía, la metáfora, el símil, el retrato de palabras del pastor—versículo 4: “Y cuando es sacado fuera todas las propias”, sus propias ovejas, “va delante de ellas y las ovejas le siguen, porque conocen su voz”.

Bueno, eso es verdad de los pastores. Vimos que cuando un pastor va a un redil en la mañana, las ovejas han sido contenidas ahí, las ovejas de la aldea. Hay muchos pastores que han colocado a sus ovejas juntas de manera colectiva en un redil para pasar la noche y en la mañana llegan y van por sus ovejas y cada oveja conoce la voz de su propio amo. Eso era algo con lo que estaban familiarizados, pero ¿a qué se refiere eso?

Vaya al versículo 14: “Yo soy el buen Pastor y yo conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen”. Yo conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen y vosotros no sois de mis ovejas. ¿Cómo sabemos que no son sus ovejas? Porque atrás, en el capítulo 8 y versículo 43, Jesús dice: “¿Por qué no entendéis lo que estoy diciendo? Es porque no pueden oír mi palabra”. No me pueden oír. No conocen mi voz. ¿Por qué? Porque vosotros sois de vuestro padre, el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer, él ha sido homicida desde el principio y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando él habla, mentira de suyo habla, porque él es mentiroso y padre de mentira, pero debido a que Yo habló la verdad, no creéis en mí. Versículo 47: “El que es de Dios, oye las palabras de Dios. Por esta razón no los oyen a ellos, porque no sois de Dios”. Otra manera de decir no son mis ovejas. Esa es una afirmación sorprendente. No son mis ovejas.

Comenzamos a ver este propósito soberano de Dios en la salvación al principio del Evangelio de Juan, atrás en el capítulo 3 cuando Jesús le está hablando a Nicodemo y Nicodemo tiene esta pregunta acerca de la vida eterna y cómo es que eso va a pasar y Jesús le explica que es un milagro sobrenatural, celestial. El cielo tiene que descender y hacer que eso pase. Es como un nacimiento. Es una creación y nadie puede crearse a sí mismo. Entonces, la pregunta surge: “Bueno, ¿cómo es que eso pasa?” Y Jesús dice esto: “El Espíritu Santo viene y se va como Él quiere”. No es a tu discreción. Es a su discreción.

Vi a un evangelista anoche en la televisión diciéndole a la gente que tomara una decisión por Cristo y rogándoles, y rogándoles ,y la música tocando y rogándoles constantemente a la gente. Eso es algo que un pecador no puede hacer. Un pecador no puede tomar una decisión por Cristo. Cristo tiene que tomar la decisión por el pecador. En Juan 6, y vimos esto, en Juan 6:37: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí”. El Padre conoce a las ovejas. El Padre ha escogido a las ovejas. Ha identificado a las ovejas. Ha escrito sus nombres. “El Padre me va a dar a las ovejas en su propio tiempo y vendrán a mí y el que a mí viene ciertamente no lo rechazaré, porque he descendido del cielo no para hacer mi propia voluntad, como si tuviera una voluntad diferente a la del Padre, sino la voluntad del que me envió y esta es la voluntad del que me ha enviado, que de todo lo que me ha dado, no pierda yo nada, sino que lo resucité en el día postrero y “ninguno – versículo 44 – puede venir a mí si el Padre que me envió no le trajere y yo le resucitaré en el día postrero” y en su oración sumo sacerdotal, Él ora por aquellos que el Padre le ha dado.

Y estas son realidades profundas. Y mire, yo creo de manera plena en la responsabilidad del pecador de arrepentirse y creer, pero yo también creo de manera plena en el propósito soberano de Dios, quien ha escogido a sus ovejas, conoce sus ovejas, llama a sus ovejas. Lo oyen. Vienen. Cristo las recibe y las guarda y las resucita.

Confieso que, nunca he podido de manera cómoda armonizar esas dos realidades, pero no voy a destruir ninguna de las dos, alimentar algún punto medio inventado de manera humana, raro. La gente que crucificó a Jesús fue plenamente responsable por hacer eso. Fueron juzgados por hacer eso, condenados por hacer eso. Sin embargo, Pedro, en su sermón el día de Pentecostés, dijo que ese acto entero fue hecho por el anticipado conocimiento y el consejo predeterminado por Dios. Él lo vuelve a repetir en el capítulo 4, que ustedes sólo lo hicieron en la tierra lo que el cielo ya había declarado que se había hecho.

Algún día conoceremos los pensamientos de Dios. Algún día, pero por ahora, les rogamos a los pecadores como Jesús lo hizo, porque crean y crean y regresamos a un lugar de consuelo en el propósito soberano de Dios. ¿Sabe una cosa? Es algo aplastante cuando usted ve de manera más cercana la persona de Cristo. Le dije esto allá atrás en el sexto capítulo cuando los discípulos se fueron. Muchos que lo habían seguido por un tiempo, lo dejaron, lo abandonaron. Lo dejaron de él, de manera final. El lenguaje griego es final, definitivo. Esto rompió el corazón, aplastó el corazón. ¿Cómo podían dejarlo? Inconcebible para mí. ¿Y a dónde va Él para encontrar consuelo cuando los discípulos lo han abandonado?

Usted recuerda esto. Él hace esto. Él dice: “Todo aquel que ha oído y ha sido enseñado por el Padre viene a mí”. Jesús encontró su consuelo ante el rechazo de la gente en los propósitos soberanos de Dios y de nuevo, no sé cómo eso opera en conjunto. Me parece tener elementos de contradicción, pero Dios no se contradice a Sí mismo. Esa es una imposibilidad. Entonces, lo atribuyo a mi mente frágil. Versículo 27, Él dice: “Mis ovejas oyen mi voz, y Yo las conozco y me siguen; y yo les doy vida eterna a ellas, y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi padre que me las dio es mayor que todos y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”. Eso es tan absoluto y tan cerrado que, simplemente, no hay manera de escapar la realidad de esa cadena de propósito soberano e intención divina. Mis ovejas oyen mi voz. Ustedes no me oyen porque no sois de mis ovejas.

Esto es para el consuelo del redentor. Sorprendente. Este es el fin de la línea para Él. Él terminó virtualmente tres años de ministerio. Aquí es donde termina. Ustedes hacen lo que hacen por el poder del infierno, no del cielo. Él dice: “No creen, no creen, no creen. Van a morir en sus pecados porque no creen” y después, Él retrocede a su propio lugar de consuelo al decir: “Pero, ustedes no son mis ovejas, porque mis ovejas oyen mi voz y las conozco” y como vimos antes en el capítulo 10, no van a seguir a un extraño. Me siguen y les doy vida eterna. Y es eterna. No perecerán jamás y nadie jamás las sacará de la mano de mi padre o de la mía.

Esto es esencialmente el panorama grande de la salvación soberana divina. Dios escoge, atrae, mantiene, resucita y nadie se pierde en el proceso. Mis ovejas oyen mi voz. Las ovejas verdaderas están prontas a oír la voz del maestro. Regrese por un momento al versículo 3, para el pastor, el portero, el hombre que en cierta manera cuidaba al rebaño de noche y las ovejas oyen su voz y llama a Sus ovejas por nombre y las saca. Versículo 4, como leímos, lo siguen. Versículo 5: “Más al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”.

Cuánto consuelo quería darles a nuestros misioneros un par de semanas atrás, que están allá afuera por todo el planeta batallando contra la religión falsa para recordarles que van a tener que encontrar su consuelo en el hecho de que las ovejas que le pertenecen a Dios nunca van a seguir a un extraño. Nunca van a seguir a un falso maestro. Van a seguir la voz de su maestro, de su amo. Sean fieles. Aquí es en donde nuestro Señor encontró su consuelo.

Si uno es escogido para ser una oveja, si uno está diseñado para ser un regalo de amor del Padre para el Hijo, para amar y servirlo para siempre en la gloria eterna, él está seguro en esa—escuche—decisión. Él está seguro en esa decisión, la cual se ha cumplido en la historia redentora. La vida eterna es eterna. ¿Se oye esto exagerado? La gente dice: “¿Puedes perder tu salvación?” ¿Qué tipo de vida es? ¿Vida temporal? ¿Vida temporal?” Es vida eterna y simplemente en caso de que eso sea confuso, Jesús dice, “Y no perecerán jamás”.

Entonces, usted tiene lo positivo. Les doy vida eterna y un negativo, y no perecerán jamás, nunca. Perecer es estar separado de vida eterna a la muerte eterna. Nadie será separado de la vida eterna si la posee. Nadie.

Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí. Todos los que vienen a mí, yo recibo. No rechazo a nadie. Los resucito a todos para la gloria. Su salvación eterna descansa en el decreto eterno de Dios. Usted vivirá para siempre, porque Dios lo escogió a usted para vivir para siempre. Usted no perecerá jamás porque Dios diseñó la salvación de esa manera. Darle a usted una salvación que es eterna, que literalmente va de la mano con una fe que no puede morir. Alguien va a decir: “Bueno, muy bien. Es vida eterna. Muy bien. No perecerán jamás, pero alguien podrá venir. Alguien podría venir y sacudirlos en serio”. Nadie los va a arrebatar de mi mano. Nadie. Mi Padre quien me las ha dado.

No tengo tiempo para regresar a todo eso. ¿Entiende usted que toda persona salva es un regalo de amor del Padre para el Hijo? Cada una, y que la razón por la que usted es un creyente, es porque Dios lo escogió a usted desde antes de la fundación del mundo. Escribió su nombre en un libro para que fuera usted un regalo de amor para su Hijo, una parte de la novia que el Padre buscó en este mundo para redimir y darle a su Hijo, para llevarlo a la gloria, para una boda y una fiesta de boda y una ciudad de novia, para vivir para siempre, para honrar y glorificar al novio.

La totalidad de la historia redentora es Dios reuniendo una novia para su Hijo. Mi Padre que me las dio es mayor que todos. ¿Quién las va a arrebatar? ¿Quién va a ser? No hay nadie más grande que Dios. Nadie. Entonces, nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Mi mano—en el versículo 28—se vuelve la mano de mi Padre. En el versículo 29: “Si cuestionas mi capacidad de sostener a mis ovejas, entonces cuestionas la capacidad de mi Padre de sostener a sus ovejas”. La violencia profana puede clavar mis manos una cruz, la espada va a matar al pastor, pero nadie puede superar la inteligencia ni sorprender ni conquistar a mi Padre.

Y entonces, nada puede afectar la seguridad de las ovejas. En Juan 17, Jesús ora que, mientras que Él pasa por los horrores de la separación de Dios que el Padre guarde a las ovejas, “Guárdalas” dice Él. No hay pasaje más fuerte en la palabra de Dios que garantiza la seguridad absoluta de todo hijo de Dios verdadero. Si en cierta manera lo extendemos un poco, estamos seguros porque somos escogidos por Dios para su rebaño.

Somos las ovejas de Dios. Cristo es nuestro Pastor y su deber consiste en recibirnos, cuidar de nosotros, protegernos, alimentarnos; y sugerir que Él no puede cumplir eso, es blasfemar al buen Pastor. Y blasfemar al Pastor definitivo, quien es Dios mismo, porque hacen esto juntos.

Estamos seguros porque seguimos a Cristo. No hay excepciones. No seguimos extraños. Cuando usted vea a alguien quien ha estado por un tiempo y después desaparece, es 1a de Juan 2:19, “Salieron de nosotros porque no eran de nosotros. Si hubieran sido de nosotros, habrían continuado con nosotros, pero salieron de nosotros para que se manifestase que nunca fueron de nosotros”. Estamos seguros porque se nos ha dado vida eterna. Decir que tiene un fin es una contradicción de términos y hace que sea absurda la promesa.

Estamos seguros porque la vida eterna es dada. Es dada. Yo doy vida eterna. No nos la ganamos. No la podemos perder. No hicimos nada para recibirla. No podemos hacer nada para perderla. El Señor mismo declara que no perecerán jamás. Nadie quien es una oveja de Él jamás irá al infierno y si van al infierno, Cristo es un mentiroso y si Cristo es un mentiroso, entonces, todos vamos camino al infierno.

Estamos seguros porque somos sostenidos doblemente por la mano del Padre y la mano del Hijo y nadie se acerca a su poder. Digo, ese es el punto de Romanos 8. ¿No es cierto? ¿Quién nos separará del amor de Dios y de Cristo? Nada. Nadie. Cristo y Dios nos sostienen juntos.

Si un alma que pertenece a Cristo faltara en el cielo. Si hubiera un cuarto vacante en la casa del Padre, si hay una corona que no fuera usada, entonces Dios no es Dios. Es esta afirmación misma de que Él y el Padre están en armonía perfecta, en acuerdo, en poder, en propósito, en asegurar a sus ovejas, que le da a Jesús otra oportunidad para declarar quién es Él. Y en el versículo 30, la afirmación viene con fuerza: “Yo y el Padre uno somos”.

Él hace una transición de tan solo mostrar cómo son uno en asegurar a los redimidos, a los escogidos. Y ahora, Él hace la afirmación de una manera inequívoca. Tenemos soberanía igual, amor igual, poder divino, igual para asegurar a las ovejas, porque somos iguales, porque somos uno en esencia.

En el capítulo 17, versículo 10, Jesús hablándole al Padre en esa oración dijo: “Todas las cosas que son mías, son tuyas y las tuyas son mías”. Todas las ovejas que le pertenecen al Padre le pertenecen al Hijo. Lo compartimos todo. Versículo 20: “No pido solo por esta, sino por aquellas que creerán en mí mediante su Palabra, para que todas sean uno, así como tu Padre estás en mí y yo en ti, para que también estén en nosotros, para que el mundo crea que Tú me enviaste. La gloria que me has dado se las he dado para que sean uno, así como somos uno.”. Lo que eso está diciendo es que la unidad que Cristo tiene con el Padre es una unidad de esencia que es divina, sobrenatural, eterna y santa; y nosotros como humanos glorificados sin volvernos Dios, si no humanos glorificados compartimos en esa realidad.

Eso es lo que la escritura quiere decir cuando dice que seremos como Cristo, porque le veremos como Él es. Seremos conformados a su imagen. Entonces, cuando nuestro Señor dice, “Yo y el Padre uno somos” Él está hablando de naturaleza esencial. Tiene que entenderlo. Están viendo el rostro de un carpintero galileo, una afirmación bastante sorprendente. Usted tendría que tener una tonelada de verificación y acababan de tener tres años de eso. El apóstol Pablo en Colosenses dice, “Mirad que nadie os lleve cautivos mediante filosofía y huecas sutilezas”. Según la tradición de los hombres, según los principios rudimentarios del mundo en lugar de que sea según Cristo. No se equivoquen acerca de Cristo. No dejen que ningún profesor, ni ningún escritor, ni ningún filósofo los confunda.

Toda la plenitud de la deidad habita en Él corporalmente. Toda la plenitud de la deidad habita en Él corporalmente. Él es Dios. Esta es la afirmación del cristianismo, y esa es la razón por la que cuando Él habla, Él habla con tal autoridad. La gente de nuestro mundo no quiere oír que alguien hable con autoridad, especialmente al Señor Jesucristo, con los estándares que Él tiene. Eso fue lo único que podían recibir. Versículo 31, “Entonces, los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle”. De nuevo, ahí están en ese nivel más bajo de conflicto. Hay varios niveles de conflicto. En cierta manera vimos esos algunas semanas atrás, pero este es el nivel más bajo, tan bajo que no puede presentar un argumento, no puede presentar una defensa. Ni siquiera puede pensar en eso. Simplemente, quiere matar a su adversario.

Capítulo 5 versículo 17 Jesús dice: “Mi Padre trabaja a esta hora y yo trabajo, hago lo que el Padre hace cuando el Padre lo hace. No le pongo más atención a Sus leyes de día de reposo, así como Dios tampoco lo hace”. Por esta razón, por tanto, los judíos buscaban más matarlo, porque Él no solo estaba quebrantando el día de reposo, sino que estaba llamando a Dios, su propio Padre, haciéndose igual a Dios. Eso se remonta meses atrás, meses y meses antes ellos sabían exactamente lo que Él estaba diciendo. Él estaba afirmando ser Dios—capítulo 7 versículo 1: “Después de estas cosas, Jesús estaba caminando en Galilea porque Él no quería andar en Judea porque los judíos estaban buscando matarlo”. Capítulo 8, versículo 59: “Él acababa de declarar que antes de que Abraham era “Yo soy” por tanto, recogieron piedras para aventárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo”.

Ahora, tenemos el cuarto intento por matarlo en el versículo 31 y habrá un esfuerzo subsecuente ahí en el versículo 39. Por cierto, el templo siempre estaba siendo construido. Entonces, había muchas rocas que estaban ahí. Es verdad que, según Juan 18:31, los romanos quitaron de los judíos la pena capital. Los romanos mantuvieron el derecho de quitar la vida, pero esta no fue alguna forma de jurisprudencia. Este no fue algún tipo de procedimiento legal. Esto fue venganza y enojo por parte de una multitud religiosa y ellos podrían haberlo matado ahí mismo.

¿Por qué tanta hostilidad? Creo que Jesús nos dio la pista. Regrese a Juan 7. Sus hermanos, ninguno de ellos, estaban creyendo en Él. Entonces, Jesús les dijo: “Mi tiempo no ha llegado aún, pero vuestro tiempo siempre es oportuno”. El mundo no los puede aborrecer. ¿Por qué? No son creyentes. No son creyentes. Esto habrá sido verdad de los discípulos también que creyeron, pero realmente no los había confrontado en la predicación, pero son parte de esto. Él les dice a sus hermanos incrédulos: “Pero me aborrece a mí. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué yo ofrezco el cielo? ¿Por qué yo ofrezco vida eterna? ¿Por qué ofrezco gozo eterno? No, porque les doy testimonio que sus obras son malas. Ese es el camino directo a la persecución”.

No creo que alguien jamás ha sido perseguido en el nombre del cristianismo por ofrecerle a la gente el cielo. No creo. No creo que la gente es perseguida por decirle a la gente que Jesús los ama y quiere perdonar sus pecados, lo cual es lo que la gente dice. No creo que nadie jamás ha sido perseguido por decir que Dios tiene un propósito para tu vida y por qué no descubres cuál es ese propósito. Cualquier enfoque de predicar a Jesús de manera sentimental va a evitar la persecución, pero cuando usted les dice a los pecadores que sus obras son malas y condenadoras, usted va a recibir persecución.

Entonces, la confrontación es una pregunta hipócrita. ¿Por qué no nos dices quién eres realmente? La afirmación es una afirmación inequívoca, clara de deidad. Reaccionan como una multitud queriendo acabar con su vida, pero Él los detiene porque su tiempo no ha llegado aún y porque Él no va a morir de esa manera y Él confronta a los blasfemos reales y veremos eso la próxima vez.

Señor, te agradecemos de nuevo esta mañana porque nos hemos podido congregar y enfocarnos en la cruz y cantar himnos magníficos que hablan de la redención comprada y para nosotros. Te agradecemos porque nos has escogido para ser tus ovejas. Nos has llamado por nombre. Nos has capacitado por el Espíritu Santo para oír tu voz y seguirte y nunca seguir a un extraño. Te agradecemos porque nos guías a pastos verdes y aguas tranquilas, provees para nosotros, nos proteges, nos aseguras, nos llevas a los gozos florecientes del reino eterno.

Te agradecemos porque todo esto es posible porque el Pastor entregó su vida por las ovejas, el buen Pastor entregó su vida por las ovejas. Te agradecemos por la muerte de Cristo. Te agradecemos por las realidades sorprendentes que nos pertenecen para siempre debido a su sacrificio y debido a tu decisión eterna. Llena nuestros corazones de gratitud; gratitud que se traduce en pureza de pensamiento, mente, acción para honrar al que nos ha concedido tanta gracia. ¿Cómo podríamos ser ingratos? ¿Cómo podríamos entretener el pecado frente a esto? La gracia del Señor Jesucristo y el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sea con todos vosotros. Amén.       

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