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Primera de Pedro 1:1-2. ¿Sería tan amable de pasar a este texto? Nos esperan riquezas maravillosas en esta noche, conforme compartimos la verdad preciada de Dios.

Pedro abre esta epístola, como usted sabe, al llamar a sus lectores ‘elegidos’. Elegidos. ¡Qué pensamiento tan tremendo! Somos elegidos de Dios. Elegidos por Dios para disfrutar del privilegio de conocerlo a través de Su Hijo, Jesucristo. Esto no es nuevo. Siempre ha sido el patrón de Dios el elegir de manera soberana. Nehemías 9:7 dice: “Dios escogió a Abraham.” Génesis 21:12 nos dice: “Dios escogió a Isaac.” Romanos 9:8-15 dice: “Dios escogió a Jacob.” El profeta Hageo en el 2:23 dice: “Dios escogió a Zorobabel.” Isaías 42:1 y 1 Pedro 2:6 dice: “Dios escogió a Cristo.”

El Evangelio de Juan inclusive nos recuerda las palabras de nuestro Señor en Juan 15 que Él escogió a los discípulos, los apóstoles. Gálatas 1:15 nos dice que Él escogió a Pablo, un instrumento escogido. Y aquí de nuevo somos confrontados con el hecho de que Él eligió a la Iglesia mediante elección soberana. Dios eligió a aquellos que Le pertenecerían. Recordamos en Efesios 1 en donde dicen el versículo 4: “según nos escogió en Él desde antes de la fundación del mundo.” Y 2 Tesalonicenses 2:13: “Dios os ha escogido a vosotros desde el principio para salvación.”

Y hemos estado examinando esta gran y rica verdad de que somos los elegidos de Dios. Pedro comienza su epístola con eso, porque quiere recordarles a sus hermanos y hermanas perseguidos que quizás no sean los elegidos del mundo, pero son los elegidos de Dios. Quizás, no sean elegidos según el estándar del mundo, pero son elegidos según el estándar de Dios. Su propósito para ellos se desarrolla a lo largo de toda la eternidad, sin importar lo que el mundo pueda hacer. En ese entonces, en el momento en el que él escribe, están siendo rechazados, perseguidos, sufriendo por su fe. Y él les recuerda que son el pueblo escogido de Dios. ¡Qué aliento tan tremendo es éste para los creyentes perseguidos!

Y conforme él introduce el hecho de que son elegidos, él nos da algunos de los elementos de la gran doctrina de la elección. En la palabra elegidos está la naturaleza de nuestra elección. Esto es, somos los seleccionados de Dios en Su gracia. Él después discute la condición de nuestra elección. Debido a que somos los elegidos, residimos, versículo 1, como extranjeros. No pertenecemos a aquí. Somos ciudadanos de otro Reino, miembros de otra familia. Somos extranjeros aquí en un exilio temporal, por así decirlo. Esa es la condición de nuestra elección.

En tercer lugar, la fuente de nuestra elección en el versículo 2. “Según la presciencia de Dios Padre,” Dios nos escogió en base a una relación predeterminada. Somos elegidos por Dios en base a Su propio pre conocimiento. Y dijimos que eso no significa ver de antemano. Eso no significa una información obtenida mediante la observación. Esa es una relación predeterminada.

Ese mismo término, presciencia, es usado en el capítulo 1, versículo 20, en donde dice que Cristo fue conocido de antemano desde antes de la fundación del mundo. No puede significar que Dios escogió a Cristo para que fuera el Salvador en base a observación o conocimiento de antemano. Debe significar una relación predeterminada y plan. Un diseño deliberado.

Entonces, la fuente de nuestra elección se encuentra ligada en el plan predeterminado de Dios llamado pre conocimiento, presciencia. La esfera de nuestra elección siguió a continuación y lo señalamos en el versículo 2, que entramos en la experiencia en sí de nuestra elección mediante la obra santificadora del Espíritu. Esto es, la elección se vuelve una realidad en la vida de una persona elegida mediante la obra de ser apartado por el Espíritu Santo. Santificación significa apartar. Fuimos apartados del pecado. Fuimos apartados del mundo. Fuimos apartados de ser hijos de Satanás a ser hijos de Dios. Fuimos apartados de la muerte a la vida. Esta es la obra de ser apartado, la obra de santificación del Espíritu Santo de Dios.

La santificación, entonces, comenzó en la salvación y es un proceso de purificación que se lleva a cabo hasta que veamos a Jesucristo cara a cara. Hemos sido elegidos, dice Efesios 1:4, para ser santos. Hemos sido elegidos para buscar la santidad. Y entonces, la obra santificadora comienza en la salvación, cuando somos apartados del pecado a Dios, de la muerte a la vida, de Satanás a Cristo; y después, esa obra de ser apartados continúa progresivamente hasta que nos volvemos más y más santos, y más y más como el Señor Jesús mismo.

Entonces, la esfera de nuestra elección es un ambiente de santificación. La obra santificadora del Espíritu Santo hace de los impíos santos.

Ahora, eso nos lleva en quinto lugar, y esto simplemente fue un repaso, al propósito de nuestra elección en el versículo 2. La obra santificadora del Espíritu ha sido llevada a cabo para obedecer al Señor Jesucristo.

Ahora escuche esto, es muy básico. Fuimos apartados del pecado a Dios para que obedeciéramos a Jesucristo. La obediencia entonces es el resultado. Efesios 2:10 dice que hemos sido hechos obras maestras, por así decirlo. Hechura de Dios, ordenados para buenas obras, las cuales Dios ha predeterminado que hagamos.

En otras palabras, la salvación es por definición una vida de obediencia. Una verdad muy importante. Hemos sido apartados a Dios por la obra del Espíritu para que podamos obedecer a Jesucristo. Esto sigue a la realidad anterior. La elección, entonces, trae, a través de la salvación, una vida de obediencia.

Ahora, no obedecemos como debiéramos obedecer de manera completa, pero, no obstante, somos redimidos para obediencia, separados a la obediencia. Se convierte en un patrón en nuestra nueva vida. Nos volvemos sumisos a la ley de Dios, Romanos 7. Nos volvemos sumisos a Dios como nuestro amo, Romanos 6. Ya no somos los esclavos del pecado, sino ahora somos los siervos de Dios. La justicia caracteriza nuestra conducta. La virtud es un patrón de nuestra vida. Nos volvemos fieles y fructíferos, y servimos y amamos a Cristo. La verdadera salvación produce obediencia - no obediencia perfecta, pero obediencia.

En 1 Timoteo 6:3, Pablo dice: “si alguno enseñare doctrina diferente y no se conforma con las sanas palabras, las de nuestro Señor Jesucristo y la doctrina que es según la piedad.” Y lo que él quiere decir ahí es la doctrina verdadera de Cristo, la doctrina verdadera de la salvación, de manera inherente conlleva el ser conformado a la piedad. La realidad bendita de la salvación da lugar al fruto amoroso de la obediencia. Y eso, también, es la obra del Espíritu.

Sería tan amable de ver conmigo por un momento 1 Tesalonicenses 1, en donde Pablo escribe junto con sus compañeros Silas o Silvano y Timoteo a la Iglesia de los Tesalonicenses. Él da gracias a Dios siempre por ellos, versículo 2. En el versículo 3, él mantiene en mente la obra de fe, la obra de amor y la constancia en la esperanza. Y después, él dice en el versículo 4, observe esto, “sabiendo, hermanos amados por Dios, vuestra elección de vosotros.”

Yo sé que son elegidos, él dice. “Yo sé que son escogidos.” ¿Cómo lo sabes? Porque nuestro Evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino en poder en el Espíritu Santo y con plena certidumbre. Note el versículo 6: “y vosotros también os volvisteis imitadores de vosotros y del Señor.” Y versículo 7: “se convirtieron en ejemplo a todos los creyentes.” Y versículo 9: “y os volvisteis de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero y esperar a Su Hijo de los cielos.”

Él dice: “yo sé que son elegidos.” ¿Cómo lo sé? ¿Porque ustedes lo dijeron? ¿Porque ustedes levantaron la mano? ¿Porque ustedes fueron una vez bautizados? No. Yo sé que son elegidos porque ustedes nos imitaron, imitaron a Cristo, recibieron la palabra en tribulación, experimentaron gozo, se convirtieron en un ejemplo, versículo 8, resonó la palabra de ustedes. Versículo 9, se volvieron de los ídolos. Versículo 10, están esperando a Cristo. Todos estos son factores de una experiencia de regeneración. De una vida regenerada. Esas son las cosas que caracterizan a la elección verdadera. Eso es básico.

A. W. Pink presenta esta pregunta. Él dice: “¿cómo puedo conocer mi elección?” ¿Cómo puedo saber que soy elegido? Y después, él la responde de esta manera, y cito: “en primer lugar, por la palabra de Dios habiendo venido en poder divino al alma, de tal manera que mi satisfacción conmigo mismo es despedazada y mi justicia personal es renunciada. Es dejada. En segundo lugar, porque el Espíritu me ha convencido de mi condición terrible, condenada, culpable, perdida. En tercer lugar, porque se me ha revelado que Cristo es suficiente y apto para satisfacer mi caso desesperado. Y mediante una fe divinamente dada, me ha causado que me aferre a Él y descanse en Él como mi única esperanza. En cuarto lugar, por las marcas de una nueva naturaleza dentro de mí. Un amor hacia Dios. Un apetito por cosas espirituales. Un anhelo de santidad. Un buscar la conformidad a Cristo.

En quinto lugar, mediante la resistencia a la cual la nueva naturaleza hace que la antigua, la vieja, haciéndome que odie el pecado, me odie a mí mismo por lo mismo. En sexto lugar, al evitar cualquier cosa que es condenada por la palabra de Dios y al arrepentirme de manera sincera de y confesar humildemente toda transgresión. El fallar en este punto, con toda certeza y rápidamente va a traer una nube oscura sobre nuestra certeza, causando que el Espíritu refrene Su testimonio.

En séptimo lugar, al prestar toda diligencia en cultivar las gracias cristianas. Y usar todos los medios legítimos con este fin en mente. De esta manera, el conocimiento de la elección es acumulativo.” ¿Cómo sabe usted que es elegido? ¿Cómo sabe que usted es elegido? Resumiendo lo que él dijo, usted lo sabe porque la Palabra de Dios le enseña y se mueve en su vida y lo convence de pecado y despedaza su complacencia personal. Usted lo sabe porque de pronto, su Espíritu ha sido despertado a su pecado, a la realidad de Cristo. Y después, usted recibe esa naturaleza nueva, ama a Dios, ama a Su Palabra y anhela servirlo, glorificarlo. Odia el pecado. Quiere resistirlo y demás. Todo esto realmente en el término más común refleja un corazón obediente. Usted obedeció a la Palabra. Usted obedeció a la convicción del Espíritu. Usted obedeció a la obra de Cristo. Usted obedece lo que las Escrituras lo llaman a hacer. La obediencia es la marca, es el resultado. Es la respuesta que viene a uno que realmente es redimido.

Entonces, Pedro nos está diciendo que esa obra de elección produce obediencia a Jesucristo. No es obediencia perfecta. Y en donde fracasamos, habrá un corazón de quebrantamiento y confesión. Pero es característico de un creyente verdadero obedecer a Jesucristo.

Y después, para sellar esa verdad, Pedro menciona el sexto aspecto de la elección que quiero que vea. Llamémosle -y hay muchas maneras en las que podríamos llamarlo. Llamémosle la seguridad de nuestra elección. Inclusive, podríamos llamarlo la obligación de nuestra elección. Inclusive, el pacto de nuestra elección. Pero quiero que lo vea, es profundo, maravilloso, práctico.

Él dice esto: “para obedecer a Jesucristo,” ¿y cuál es la siguiente frase?, Puede subrayarlo en su Biblia o en su mente, “y ser rociado con la sangre de Jesucristo.” Esta frase necesita una atención muy cuidadosa. ¿Qué es lo que quiere decir Pedro cuando dice que, de alguna manera, el rociarle sangre a la gente, de alguna manera está conectado con la obediencia? ¿Qué quiere decir con eso?

Usted dice bueno, quiere decir salvación. No, la cronología del versículo coloca a esto como consecuencia de la salvación. ¿En qué frase ocurrió la salvación en el versículo 2? ¿En qué frase? Elegidos según la presciencia de Dios Padre. Eso fue en la eternidad pasada. Y después, la salvación ocurrió bajo la frase ¿qué? Por la obra santificadora del Espíritu. Ahí es donde la santificación se llevó a cabo, llevó a la obediencia y, siendo rociado con Su sangre. Es algo que es consecuente con la salvación, lo cual es expresado en la frase santificación por el Espíritu. Pero, ¿qué quiere decir entonces, que es consecuente con el acto de la salvación que involucra el ser rociado con sangre?

Bueno, si usted estudia las Escrituras como lo hice el investigar esto, sólo hay unas cuantas ocasiones en donde hubo personas que de hecho fueron rociadas con sangre. Y no en la expiación, no en el día de la expiación, cuando la gente rociaba con sangre. En ninguna de las ocasiones de las ofrendas de pecado, ofrendas por transgresión. En ninguna de esas ocasiones alguien fue rociado con sangre.

El altar fue rociado con la sangre de los animales, pero no la persona. De hecho, la gente fue rociada con sangre en dos ocasiones en la ley levítica. Muy interesante, por cierto. Una de ellas, fue un leproso. Y en la limpieza simbólica de un leproso, Levítico 14:6 en adelante, la sangre de un ave fue rociada en un leproso. Y la sangre de un carnero fue rociada sobre Aarón y sus hijos en la limpieza simbólica y la consagración de Aarón y sus hijos al sacerdocio. Según Levítico 8, Éxodo 29. Las únicas dos ocasiones. La sangre de un ave rociada sobre un leproso, Levítico 14. La sangre de un carnero rociada sobre Aarón y los sacerdotes cuando fueron apartados al sacerdocio. Ninguna de las dos encaja con esto. Pero no está hablando de un leproso y no está hablando de sacerdotes.

¿Qué otra ocasión ocurre en el Antiguo Testamento que viene a la mente de Pedro que tiene que ver con rociar sangre a la gente? Sólo hay una, y sólo sucedió en una ocasión. Y es muy claro que eso es exactamente lo que Pedro tiene en su mente. Sólo ocurrió una vez. Y ocurrió antes de la legislación levítica. Está fuera de la legislación levítica. No fue parte de esa legislación para Israel. Sin embargo, esa ocasión es tan significativa que es mencionada dos veces en Hebreos - Hebreos 9:19 y Hebreos 12:24, las únicas dos veces en las que se hace referencia a este incidente.

Ahora, vayamos a encontrarlo en Éxodo, capítulo 24. Esto es fascinante. Éxodo, capítulo 24. Voy a leer los versículos 3 al 8. Sígame conforme leo. “Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho. Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová, y levantándose de mañana edificó un altar al pie del monte, y doce columnas, según las doce tribus de Israel. Y envió jóvenes de los hijos de Israel, los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová.

Y Moisés tomó la mitad de la sangre,” de esos animales, “y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. Y tomó el libro del pacto,” la Palabra de Dios, la instrucción de Dios, “y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y,” ¿Qué?, Subraye eso. “Obedeceremos. Entonces,” versículo 8, “Moisés tomó la sangre y roció,” ¿sobre quién?, “Sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.”

Ahí está la única ocasión en donde sangre fue rociada sobre personas fuera de las dos que mencionamos. Sólo sucedió una vez. Y es llamada la sangre del pacto.

Ahora, permítame rastrear esta idea. Escuche con atención y vea lo que esto significa. Los puntos principales que debemos notar son estos. Moisés proclamó al pueblo la Palabra de Dios. Y el pueblo respondió con una promesa a hacer ¿qué? A obedecerla, versículo 3. “Todas las palabras que Jehová ha hablado, haremos.” Moisés entonces escribió las palabras, construyó un altar, envió a jóvenes a ofrecer holocaustos y ofrendas sacrificiales de paz, de bueyes a Jehová. Y después, la mitad de la sangre de esos sacrificios, esa sangre, la roció sobre el altar y al resto, según el versículo 6, la colocó en algún tipo de tazones.

Y después, él tomó el libro del pacto, el cual es la Palabra de Dios que él había escrito, lo leyó ante todo el pueblo de nuevo y ellos respondieron con otra promesa de obediencia en el versículo 7. Dijeron: “lo haremos todo. Seremos obedientes.”

Ahora, escuche con atención. Ellos estaban haciendo un pacto de obediencia con Dios mediado por el sacrificio. Era una promesa de obediencia. La otra mitad de la sangre, Moisés entonces la tomó de los tazones y la roció sobre el pueblo diciendo: aquí, la sangre del pacto que el Señor ha hecho con vosotros según todas estas palabras, versículo 8.

En tiempos antiguos, cuando dos personas hacían un pacto, ese pacto normalmente se sellaba con sangre. Y había ocasiones en las que esa sangre era normalmente colocada en ambas partes. Y ese era un pacto de sangre de compromiso para que guardaran un pacto. Era común en culturas antiguas. Y sucedió ese día. Y el pacto fue éste: prometemos, oh Dios, que los nosotros ¿qué? Obedeceremos Tu palabra. Era un pacto de obediencia. Un pacto de obediencia. Sellado en sangre.

El propósito primordial de rociar sangre fue para consagrar, para obligar a las partes del pacto. Se estaba haciendo un vínculo entre Dios y el pueblo. Ahora siga esto. Usted no debe perder esto porque hay una conclusión tremendamente emocionante en esto. Hay un vínculo que se hace entre el pueblo de Dios. El pueblo está prometiendo que va a guardar Su palabra. Y la sangre sobre ellos indica su parte del pacto. La sangre sobre el altar indica la parte de Dios del pacto. Rociar la sangre sobre el pueblo simbolizaba el compromiso de ellos con la obediencia. Rociar la sangre sobre el altar simbolizaba el compromiso de Dios con la fidelidad. Y yo creo que eso es exactamente lo que Pedro tenía en mente. Este es el único lugar en las Escrituras en donde usted tiene esa conexión entre la obediencia y el rociar sangre. Y Pedro, claro, siendo un judío y conociendo bien ese pasaje, encuentra en él un paralelo tremendo para el cristiano y el asunto de la elección.

Escuche, cuando estos creyentes fueron salvados, a quienes Pedro escribió, cuando fueron salvados por la obra santificadora del Espíritu Santo haciendo de su elección pasada una realidad presente, fueron metidos en un pacto con Dios que fue sellado por sangre. Sellado con sangre. Fue un pacto de obediencia.

Quiero decirle que en la muerte de Jesucristo no sólo se proveyó en el nuevo pacto salvación, sino que también se incluía ahí un pacto de obediencia. Cuando venimos y aceptamos el sacrificio de Cristo por nosotros, no sólo estamos aceptando el beneficio de Su muerte a favor nuestro, sino que estamos haciendo un pacto con Él en obediencia. Y eso es consagrado por sangre mediante la muerte de Cristo.

El rociar la sangre sobre el altar es visto en el sacrificio de Cristo en la cruz satisfaciendo a Dios. De hecho, le podría parecer interesante el saber que Jesús, cuando Él murió, cito Éxodo 24, las palabras exactas cuando Él habló de Su sacrificio como la sangre del pacto. Y de manera inherente en el nuevo pacto había una promesa. Y la promesa era que el Señor vendría y nos redimiría y nosotros, responderíamos en guardar Su palabra. Crear una salvación sin ese pacto es crear un pacto falso.

El rociar sangre presupuso un derramamiento de sangre. La consagración de un nuevo pacto presupuso el sacrificio en la cruz, en donde Cristo ofreció Su sangre, Su vida, por causa del hombre por la voluntad de Dios. Lo hizo para que hubiera un pacto.

El punto de Pedro, resumiendo, es este. La obra de Cristo satisface a Dios conforme Él muere de como una expiación perfecta por el pecado. Pero va más allá de eso y mete a los hombres en un pacto de obediencia sellado en sangre. Una verdad vital y profunda.

Y entonces, decimos que lo que Pedro está concluyendo es que cuando usted fue apartado por el Espíritu Santo, usted fue apartado a Dios para una vida de obediencia sellada en la sangre de Cristo. La obediencia es inseparable del rociar sangre.

Cuando Cristo derramó su sangre, se proveyó un pacto de obediencia. Esta es la razón por la que dice en Hechos 5:32: “somos testigos de estas cosas. Y también lo es el Espíritu Santo, quien Dios ha dado a aquellos que lo obedecen.” La obediencia es inherente en el pacto. La salvación y la obediencia son dos lados del nuevo pacto. Son dos lados del nuevo pacto.

En Romanos 6, ahí por el versículo 17, creo, “mas gracias sean dadas a Dios que aunque erais esclavos del pecado, os volvisteis obedientes.” Usted no puede hablar de salvación sin hablar de obediencia. Usted no puede hablar de un nuevo pacto sin hablar de obediencia. Y la sangre fue rociada simbólicamente en nosotros como nuestra parte de obediencia y en Dios como Su parte de fidelidad. Hemos sido elegidos para obedecer. Elegidos para obedecer.

Y hay un pensamiento más, y éste es el que me emociona. Escuche esto. Usted pregunta: “bueno, ahora, ¿por qué la sangre rociada sobre el altar? ¿Cuál es la parte de Dios?” Escuche esto: la sangre rociada sobre nosotros simboliza nuestro compromiso con la obediencia. La sangre rociada sobre el altar sobre Dios simboliza Su compromiso con el perdón. ¿Escuchó eso? Con la gracia. Un pensamiento maravilloso.

Ese es el pacto. El pacto es que prometemos obedecer y Dios promete perdonar cuando no obedecemos. ¿No es éste un pacto maravilloso? Eso es lo que la sangre proveyó. Esos son los dos lados del pacto de obediencia y esa es la seguridad de nuestra elección. Estamos seguros como elegidos debido al pacto. Somos metidos en un pacto de obediencia y nuestra vida se caracteriza por la obediencia. Y si usted le dice alguien “conviértete en cristiano y no te preocupes por la obediencia,” usted no le está dando el mensaje verdadero. Cuando usted llama a alguien a la salvación, usted lo está llamando a un pacto. Nuestra parte obedecer y la parte de Dios el perdonar cuando fracasamos.  Y ese es el pacto. Ese es el pacto.

Cuando usted viene a Dios a través de Cristo, usted dice: “Oh Dios, te entrego mi vida a Ti. Quiero obedecerte, te prometo que viviré para Ti, amarte, servirte, conforme lo mejor que yo pueda.” Y usted es rociado con la sangre de Cristo simbólicamente. Y sus pecados son lavados. Usted se convierte en Su hijo. La sangre rociada sobre el altar es su parte. Es su vínculo, su obligación para con usted de que cuando usted falle en guardar el pacto, Él está dispuesto a mostrar gracia y perdonar su pecado. Es un pensamiento tremendo. Un pensamiento tremendo.

La seguridad de nuestra elección viene del hecho de que no sólo fuimos rodeados en el pacto, sino que Dios en el altar fue rociado y Él guardará Su lado cuando nosotros fracasamos en guardar nuestro lado. La misma sangre que selló el pacto cubre el pecado del cristiano desobediente. Esta es la seguridad de nuestra elección. Esta es la razón por la que Él continúa limpiándonos de todo ¿qué? Pecado. Qué verdad.

Entonces, vemos la verdad de la elección: su naturaleza, condición, fuente, esfera, propósito, seguridad. Finalmente, las ventajas de nuestra elección. Y simplemente, voy a extraer estas verdades a partir de la afirmación de conclusión en el versículo 2: “gracia y paz os sean multiplicadas.” Eso es repetido con frecuencia en el Nuevo Testamento por los escritores de las epístolas. El regalo de salvación es gracia. El resultado es paz. Pedro dice: “quiero que lo tengan en abundancia.” Ese es un deseo. Ese es un verbo optativo. Ustedes estudiantes del griego saben que expresa un deseo. Deseo para ustedes gracia. Deseo para ustedes paz en la máxima medida. Deseo para ustedes todo lo mejor, todo lo que Dios tiene, todo lo que Dios puede dar, multiplicado una y otra y otra vez. En otras palabras, les deseo todas las bendiciones de ser los elegidos. ¿No es eso bueno?

Ahora, permítame decirle algo. Hay algunas bendiciones tremendas por ser elegido. Si me permite, voy a saltar a partir del pensamiento de Pedro y cerrar simplemente al darle una pequeña lista.

¿Cuáles son las ventajas de la elección? Pensamos en la doctrina de la elección y en cierta manera, nos retraemos. No queremos hablar de ella. Es demasiado profunda, demasiado confusa, demasiado difícil para entenderla. Permítame decirle lo que la elección debe producir en su corazón, las respuestas que usted debería tener. Usted no debe huir de ella. Usted debe correr a ella. Usted no debe temer de esta doctrina. Usted debe regocijarse en ella. Y aquí está el por qué.

La elección, en primer lugar, es la doctrina que más aplasta nuestro orgullo en las Escrituras. Es correcto. Produce humildad. Produce humildad. Es la verdad más humillante que hay, que usted no tuvo absolutamente nada que ver con su salvación. Simplemente, aplasta su orgullo espiritual y religioso. Spurgeon la llamó la doctrina más despojadora en el mundo. Lo despoja a usted de todo. Él escribió esto: “yo no conozco nada, nuevamente, nada, que sea más humillante que esta doctrina de la elección. Algunas veces, he caído postrado ante ella cuando estoy esforzándome por entenderla. Pero cuando me acerqué a ella y un pensamiento me poseyó, ‘Dios desde el principio te escogió para salvación,’ fui abrumado por este pensamiento poderoso. Y desde la elevación tambaleante, vino a mi alma postrado y quebrantado diciendo: “Señor, yo no soy nada. Yo soy menos que nada. ¿Por qué yo? ¿Por qué yo? Y esa es una doctrina que aplasta al orgullo y esa es una bendición porque Dios da gracia a los humildes.

En segundo lugar, es una doctrina que exalta a Dios. Le da toda la gloria Dios. Declara que el arrepentimiento es de Dios, la fe es de Dios, que el poder para la obediencia es de Dios. E inclusive cuando fracasamos, Su parte en el pacto es cubrir nuestras fallas. No es sorprendente que respondemos ‘no a nosotros, no a nosotros oh Jehová, sino a Tu nombre da gloria.’ El hecho mismo de que nuestra voluntad actuó fue un resultado de que Él se movió. Es el elemento que más exalta Dios de la doctrina de la salvación, así como es el elemento que más aplasta el orgullo.

En tercer lugar, produce gozo. Produce gozo. Escuche, nuestra única esperanza es ser elegido. ¿Escuchó eso? Esa es nuestra única esperanza. Entonces, eso nos trae gozo supremo. Cuando pienso en el hecho de que Dios me eligió, ese es el gozo supremo porque yo no habría tenido esperanza de salvación fuera de eso. No tendría esperanza alguna si Dios en Su misericordia soberana no me hubiera elegido. ¡Qué pensamiento tan gozoso llena mi corazón!

Romanos capítulo 9: “si Jehová no nos hubiera dejado posteridad, como Sodoma habríamos llegado a ser,” versículo 29. Habríamos sido destruidos como el resto de los impíos si el Señor no nos hubiera elegido. El Salmo 65:4 dice: “bienaventurado el hombre a quien Tú eliges,” escuche esto, “y haces que se acerque a Ti para que en tus atrios pueda morar.” Salmo 65:4 “bienaventurado es el hombre a quien Tú eliges.” Oh, amados, eso debe inspirar gozo. Dios lo ha amado a usted desde que fue Dios y siempre ha sido Dios. Y siempre lo amará a usted.

En cuarto lugar, es la doctrina que más privilegios concede en la salvación. Es la que más aplasta el orgullo, la que más exalta a Dios, la que más gozo produce, la verdad que más privilegios concede, porque nos concede toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo Jesús, Efesios 1:3 dice. Recibimos beneficio, sobre beneficio, sobre beneficio. Según el capítulo 2, versículo nueve 9, hemos sido hechos un linaje escogido, un real sacerdocio, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a la luz. Observe los privilegios que tenemos. Privilegios increíbles a partir de la elección. Debería amar esa doctrina. Debería aferrarse a esa doctrina.

En quinto lugar, de todos los elementos de la salvación, es el que más promueve la santidad. ¿Qué más podría haber para motivarme a vivir para la gloria de Dios que saber que Él me eligió motivado por Su amor únicamente? A partir de gratitud absoluta, debería verme motivado a vivir una vida de pureza. Realmente, creo que cuando la doctrina de la elección no es enseñada de manera apropiada, ni entendida apropiadamente, la gente vive suponiendo que ellos hicieron algo por su salvación y debido a que creen que fue en parte la responsabilidad de ellos, no se ven motivados a servir y a amar y a glorificar a Dios cuyo acto de salvación únicamente fue atribuido a Él.

Usted no le ayuda a la gente al no ayudarles a entender esto. ¿Por qué cree usted que Pablo en Colosenses 3:12 dice: “vestíos pues como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable en misericordia, benignidad, humildad, paciencia y demás?” Entiendan que debido a que son los elegidos de Dios. ¡Qué cosa tan absolutamente motivadora es esta! La elección debería producir obediencia.

Spurgeon nuevamente dijo, y cito: “nada bajo la influencia de gracia del Espíritu Santo puede hacer que un cristiano sea más santo que el pensamiento de que él es elegido. ¿Pecaré, dice él, después de que Dios me ha escogido? ¿Transgrediré después de un amor tan grande? ¿Me desviaré después de tanta misericordia y gracia? No, Dios mío. Debido a que Tú me has elegido, Te amaré, viviré para Ti, me entregaré a Ti para ser Tuyo por siempre, consagrándome solemnemente a mí mismo a Tu servicio.” Fin de la cita. Es algo que nos motiva.

En sexto lugar, la doctrina de la elección, de todos los elementos de la salvación, la doctrina de la elección es la que más fortaleza nos da. ¿Qué quieres decir? Si soy elegido, estoy seguro. Si entré en un acto de obediencia a través del rociamiento de la sangre y la sangre fue rociada en el altar representando a Dios, significa que Dios está obligado a guardar el pacto. Mi parte es obedecer. Su parte es perdonar mi desobediencia. Estoy seguro en eso. Es el elemento que más fortaleza da, el saber que el que comenzó en vosotros la buena obra la perfeccionará hasta el día de Jesucristo. Jesús dijo: “el que a Mí viene, no le echaré afuera. Todo lo que el Padre me da vendrá a Mí. Y no he perdido a ninguno de ellos, Yo lo resucitaré en el día postrero.” ¿Por qué? Porque son los elegidos.

Escuchen, amados, si son elegidos, eso sella su eternidad. Qué verdad tan fortalecedora es esta. Y de nuevo, regreso a lo que Spurgeon dijo en este tema. Escuche a esta cita más bien larga, pero rica.

Él dijo, y cito: “ningún hombre va a ser tan valiente como aquel que cree que él es elegido de Dios. ¿Qué le importa al hombre si él es elegido por su Hacedor? ¿Qué le importan a él los cantos insignificantes de algunas pequeñas aves cuando él sabe que él es un águila de raza real? ¿Le importará cuando el mendigo le apunta, cuando la sangre real del cielo corre por sus venas? ¿Acaso Él temerá, aunque el mundo estero esté en contra de él? Si la tierra estuviera en contra de él, él mora en paz perfecta, porque él está en el lugar secreto del tabernáculo del Altísimo, en el gran pabellón del Todopoderoso. ‘Yo soy de Dios,’ dice él. Yo soy distinto del resto de los hombres. ¿Acaso mi nombre no está escrito en el libro de Dios? ¿Se preocupa por el mundo? No. Como el león no se preocupa por el perro le ladra. Él sonríe a todos sus enemigos. Y cuando se acercan a él, él se mueve y los despedaza. Él camina como un coloso, mientras que los hombres pequeños caminan debajo de él y no lo entienden. Su ceño está hecho de hierro, su corazón, de pedernal. ¿Le importa a él el hombre? No. Si un suspiro universal viniera del mundo entero, sonreiría ante él y diría: “el que ha hecho a Dios su refugio, encontrará una morada sumamente segura.” Fin de la cita.

Es correcto. ¿Qué tememos? Somos los elegidos. Nada puede hacer que un hombre sea más valiente, más fuerte, que tenga más denuedo, más seguro que eso. ¿Ve usted qué tan maravillosa es esta doctrina? Es una doctrina maravillosa. Aplasta nuestro orgullo, nos hace humildes. Exalta a Dios. Produce gozo, gozo desde las profundidades de nuestro ser. Concede privilegios, motiva a la santidad, da fortaleza y valentía. ¿Puede ignorar ese tipo de doctrina? Si la Iglesia ignora esa doctrina, observe de lo que se pierde. Es una verdad tremenda.

Amados, necesitamos entender lo que Dios nos ha dado en Su gracia y no debemos ser ignorantes porque en toda doctrina que Dios provee, está el privilegio de darle una respuesta de alabanza a Él. Y, por lo tanto, ignorar la doctrina de la elección sería retrasar nuestra capacidad de agradar y glorificar a Dios. Oremos juntos.

Cuán agradecidos estamos porque Tú nos escogiste. Estamos asombrados y sí, no lo entendemos en su totalidad. Pero oh, Dios, ¡cómo nos regocijamos en ello! ¡Cómo nos regocijamos en ello! Estamos en el pacto de obediencia. Cuando vinimos a Cristo, fue el deseo de nuestro corazón obedecerlo. Y estamos tan agradecidos porque fue Tu deseo y Tu promesa a través de la sangre el perdonar nuestra desobediencia.

Nosotros, como el Israel de la antigüedad, hemos recibido promesas grandiosas para que obedezcamos. Y nosotros, como el Israel de la antigüedad, hemos hechos promesas grandiosas de que obedeceremos. Y nosotros, tal como ellos, hemos fracasado. Gracias por la sangre que cubre nuestros fracasos. Gracias por elegirnos, gracias por elegir a Tu Iglesia. ¡Oh, misterio, misterio, misterio! Pero lo que es misterio en nuestro intelecto es un rayo de sol en nuestros corazones. Gracias por lo que has hecho por nosotros. Amén.

 

 

 

 

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