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Abrimos nuestras Biblias en esta noche en el capítulo 22 de Apocalipsis, versículo 13 en adelante, bajo el título “La última invitación de Dios.” Ya para cuando llegamos a este punto, las voces del cielo han hablado, las visiones están completas, el mensaje ha sido entregado, los sermones han sido predicados; y los sermones más poderosos y contundentes han sido presentados. El predicador fue el Dios divino, omnipotente de la gloria. Hemos pasado hasta el fin del mundo, a lo largo de esta época actual al rapto se la iglesia, después a lo largo de la tribulación, los juicios de la tribulación y los sellos y las trompetas y las copas. Hemos visto el Día del Señor, el regreso de Jesucristo en poder de juicio y autoridad. Hemos sido escoltados a lo largo de las visiones del Reino Milenario al Gran Trono Blanco. Y después de eso, al estado eterno. Los impíos al Lago de Fuego, los piadosos a la Nueva Jerusalén en los nuevos cielos y la nueva tierra.

Y en la conclusión de todo este panorama de profecía y a la luz de la certeza absoluta, el libro de Apocalipsis cierra con invitaciones. Demanda respuestas correctas. En primer lugar, por parte de cristianos. Y vimos eso de los versículos 6 al 12. Cuatro cosas fueron pedidas a la luz de la venida de Cristo: obediencia inmediata, adoración inmediata, proclamación inmediata y servicio inmediato.

Y ahora, a medida que llegamos al versículo 13, llegamos a una invitación para los no cristianos. Obviamente, dado a que este gran libro de Apocalipsis fue escrito para la Iglesia, fue dado a la Iglesia, ser leído en la Iglesia, enseñado en la Iglesia, estas son invitaciones que los piadosos deben proclamar a los impíos. Pero en los versículos 13 al 21, usted tiene el último llamado del Señor, la invitación de ruego, que le ruega a la gente a venir a Jesucristo y recibir el regalo de la vida eterna antes de que sea demasiado tarde para siempre. Este es el ruego final de Dios.

Siga conforme leo: “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último. Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad. Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira. Yo Jesús he enviado Mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana. Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente. Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro. El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.”

El llamado final de Dios. La última invitación de Dios. Ahora, hay dos características que deben ser consideradas conforme vemos este texto. En primer lugar, está la invitación y después está el incentivo a responder a la invitación. La invitación misma, en el versículo 17; y en torno a esto están los incentivos para motivar a la gente a responder de manera apropiada.

Ahora la invitación entonces, de hecho viene a la mitad del pasaje. Como usted se puede imaginar, al final de un libro así, y más allá de esto, al final de toda la revelación de Dios, el número libro número 66, el capítulo final, la parte final de este capítulo, usted se puede imaginar que se reúnen varias cosas. Y de hecho, ése es el caso. Pero en medio de estas palabras finales hay una invitación final y ése es el corazón del texto. La encontramos en el versículo 17. Regresemos a ese versículo.

“Y el Espíritu y la esposa dicen ven. Y el que oye, diga ven. Y el que tiene sed, venga y el que quiera tome del agua de la vida gratuitamente.”

Ahora, el énfasis de ese versículo es ‘ven’ o ‘venga’. No obstante, tenemos que entender que hay algunas distinciones que deben ser hechas en este versículo porque el término ‘ven’ o ‘venga’ tiene dos significados distintos. La primera parte del versículo es una oración. La segunda parte es una invitación. La primera parte del versículo es dirigida a Cristo. La segunda parte es dirigida a pecadores. Las dos mitades, entonces, no se refieren a las mismas personas o a la misma venida. Y esa es una distinción que usted necesita hacer con mucho cuidado.

La primera parte es el Espíritu y la novia llamando a Cristo a que venga. La segunda parte es llamando a los incrédulos a que vengan a Cristo. Ahora, obsérvelo con eso en mente. “Y el Espíritu y la esposa dicen ven.” Eso es bastante claro, el Espíritu Santo es la Iglesia. La Iglesia ya ha sido identificada de manera repetida como la esposa. Hemos visto eso ahí atrás en el capítulo 19, en donde la Iglesia fue identificada y el versículo 7 como la esposa que se preparó a sí misma vestida en vino lino fino brillante y limpio, los cuales son los actos justos de los santos. Y después, la cena de las bodas del Cordero fue presentada y hemos leído acerca de eso a lo largo de estos capítulos finales.

Entonces, la esposa es la Iglesia y el Espíritu es, por supuesto, el Espíritu Santo. Y el Espíritu y la esposa dicen ven. ¿Y a quién le están diciendo eso? Bueno, regresamos entonces a la primera parte del versículo 7: “He aquí, vengo pronto.” Después, versículo 12: “He aquí, Yo vengo pronto.” Y después, como leímos hace un momento, versículo 20, “Amén, sí, ven Señor Jesús.” Y entonces, lo que tenemos aquí es que el Espíritu y la Iglesia responden a la promesa de que viene pronto al decir ‘ven, Señor Jesús’. Quieren que el Señor venga. Es el deseo del Espíritu Santo, es el deseo de la Iglesia que Jesús venga.

Ahora, en primer lugar, ¿por qué Espíritu Santo desea que el Señor Jesús venga? ¿Por qué Espíritu Santo está diciendo ven, ven, ven?” Bueno, el texto no nos dice, pero no se necesita mucho para entender más allá de este texto y entender por qué el Espíritu Santo quiere que Jesús venga. Hay tanto una razón negativa como una positiva. La razón negativa sería que a lo largo de los años de la época de gracia, a lo largo del tiempo, hasta la venida del Señor Jesucristo, los hombres y las mujeres del mundo continúan rechazando a Cristo, ignoran a Cristo, lo niegan. Inclusive se han burlado y blasfemado de la obra del Espíritu Santo cuya tarea es apuntarlos a Cristo. E inclusive antes de eso en el Antiguo Testamento, usted recuerda que el Espíritu de Dios estaba luchando con los hombres por llevarlos a la Verdad antes del diluvio, que agotaron la paciencia del Espíritu Santo, quien no siempre iba a contender con el hombre. Y después, hubo los 40 años de dar vueltas en el desierto mientras que las Escrituras dicen que Israel provocó al Espíritu de Dios según Hebreos, capítulo 3, versículos 7 y 8.

Y entonces, el Espíritu ha laborado durante mucho tiempo para traer convicción y arrepentimiento y ha estado luchando y agonizando por los hombres pecaminosos mientras que lo han estado provocando a lo largo de los siglos. Pero nada, estoy seguro, nada en la era del Antiguo Testamento, inclusive antes del diluvio, ciertamente después, nada a lo largo de la Iglesia como la conocemos en la actualidad, nada ha alcanzado el ápice de blasfemia que ha sido el caso de la época descrita en la gran tribulación en el libro de Apocalipsis.

Y a lo largo de este proceso, el Espíritu Santo, a lo largo de esta lucha, ha estado deseando que el Señor Jesús venga. Y entonces, cuando el Señor Jesús dice ‘Yo vengo’, el Espíritu Santo agonizante, luchando, contrito, triste, blasfemado hace eco: “ven, somete a Tus enemigos y a los Míos, juzga a los pecadores, termina esta larga batalla para producir convicción.”

Pero después también hay un lado positivo. Es el deseo, es la obra del Espíritu Santo, como usted sabe, glorificar al Señor Jesucristo. Él nos muestra a Cristo. Él nos apunta a Cristo. Y obviamente, la última vez que el mundo vio a Jesús levantado fue una en una cruz y murió en vergüenza entre dos criminales, rechazado, menospreciado, como objeto de burla y asesinado. Y el Espíritu Santo desea ver a Aquel que es miembro de la Trinidad junto con Él exaltado en belleza y esplendor y poder y majestad y triunfo. Entonces, no es sorprendente que Él diga: “Ven, ven y toma la gloria que es debida a Tu Nombre.”

Esta es una buena indicación que los propósitos de Dios son los propósitos de la Trinidad de Dios. El Señor Jesús dice ‘Vengo’. El Espíritu dice ‘Ven’. El Padre ha preparado el plan.

¿Qué hay acerca de la esposa? ¿Por qué la esposa, por qué la Iglesia, la esposa de Cristo, por qué el novio dice ‘vengo’? Por razones obvias. Nosotros también estamos cansados de la batalla contra el pecado, como lo está el Espíritu Santo. Nosotros anhelamos la exaltación de Jesucristo. Nosotros, que somos la Iglesia, que pertenecemos a Cristo, Sus ovejas que lo aman, que anhelan que Él nos traiga a sí mismo, hemos estado esperando y orando y anhelando y velando la venida del Señor. El pueblo de Dios siempre ha anhelado esto. Siempre ha anhelado el día cuando la cabeza de la serpiente sería aplastada, sería herida, que él sea destruido. El pueblo de Dios desde ese entonces, desde el principio, cuando Dios anunció la redención, que habría alguien que vendría y aplastaría la cabeza de la serpiente, el pueblo de Dios ha anhelado que esa destrucción venga para que la justicia prevalezca y el pecado sea destruido.

Y entonces, usted aquí tiene al Espíritu Santo y a la Iglesia, el pueblo de Dios, la esposa, en armonía juntos anhelando el regreso de Jesucristo. Ellos también ya no quieren más tristeza, no más lágrimas, no quieren más dolor, no quieren más muerte, no más rebelión, toda la gloria a Dios, toda la gloria al Cordero, una lugar de moderada para el pueblo de Dios en la casa del Padre, inmortalidad, semejanza de Cristo, la presencia del Señor Jesucristo y Dios morando entre Su pueblo, la nueva Jerusalén gloriosa, riquezas eternas, todo eso. No es sorprendente que la Iglesia y Espíritu Santo anhelen el regreso de Cristo.

Eso es de lo que Pablo habla en 2 Timoteo 4:8 cuando él dice: “Amamos Su manifestación.” De hecho, quiero decirle que es incongruente que una persona sea cristiana y diga que ama a Jesús y no espere y anhele Su regreso. Estamos destinados para tener comunión con Él y ésa debe ser nuestra expectativa, de que esa comunión es nuestro gozo primordial. La Iglesia nunca estará satisfecha hasta que sea presentada como una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni cosa semejante; sino que sea santa y sin mancha. Entonces, la Iglesia y el Espíritu Santo claman: ‘Ven’.

Después, la segunda mitad del versículo: “Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.”

Ahora, tenemos un cambio. Esta es una invitación no a que Cristo venga, sino a que los pecadores vengan a Cristo. Obsérvela con atención. La primera frase dice: “Y el que oye diga ven. ¿A quién se refiere esto? Hay que admitir que esto es algo difícil, pero la explicación más simple y mejor es que se refiere al que oye al mensaje. El que está oyendo y creyendo, que está oyendo con entendimiento, el que oye al Espíritu y a la esposa decir ‘Ven ’, el que oye a Jesús decir ‘Vengo’. Que ése diga ‘Venga’. Que ese una. Que ése entre y diga ‘ven’. Él no puede entrar y decir ‘ven’ hasta que haya venido a Cristo, esa es la implicación.

La Biblia con frecuencia describe a los incrédulos como personas que no tienen oídos para oír, pero por otro lado, están aquellos que tienen oídos para oír y son los que se convierten en los redimidos. Y el hombre debe desear el oír. Debe querer oír la voz de Dios, creer la Palabra de Dios. Y cuando tiene oídos sintonizados para oír la voz de Dios, él puede oír con fe y creer. De eso está hablando. El que está oyendo con los oídos del entendimiento y los oídos de la fe se una a la Iglesia y al Espíritu. Son aquellos que todavía no son salvos que no están todavía en la Iglesia. Que se unan y digan ‘ven’. Y después, son en cierta manera el grupo de transición. Ellos van a decir ‘ven’ con el Espíritu y la Iglesia, pero no lo pueden decir hasta que hayan venido como aquellos en la segunda mitad del versículo son invitados a hacerlo. Usted no puede decir ‘ven’ hasta que haya venido. Ningún hombre no salvo va a decir ‘ven Señor Jesús, ven Señor Jesús’. Se van a burlar y mofar como lo hicieron en 2 Pedro capítulo 3, dirán: “¿Dónde está la promesa de Su venida? Porque desde que los padres durmieron todo continúa así como fue desde el principio de la Creación.” Se van a burlar del regreso de Cristo. Se van a burlar del hecho de que Jesús viene.

Pero el que oye, ¿Quién es? El oír se asocia con el obedecer. El oír se asocia con el obedecer. De hecho, a menudo en el Nuevo Testamento el oír es sinónimo de obedecer. Aquellos que obedecen el Evangelio y vienen, se van a unir a la Iglesia. Y se van a unir al Espíritu al anhelar el regreso de Jesucristo. Y si usted aplica eso, por ejemplo, a personas en la actualidad, si usted se lo aplica a personas durante el tiempo de la tribulación, encaja. Todos aquellos que están afuera de la Iglesia y que están afuera del ministerio del Espíritu de Dios, vengan y únanse y digan ‘ven’. Es algo así como un juego de palabras. Antes de que usted pueda decir ‘ven’, usted tiene que venir. Y entonces, al final del versículo: “… el que tiene sed venga.” A quien le está hablando, el que tiene oídos para oír; ahora escuche, es el que tiene sed. El que tiene sed, venga. El que quiere tomar del agua de la vida gratuitamente. Y entonces, él convierte esa realidad de que antes de que pueda decir ‘ven’, tiene que venir. Pero antes de que usted venga, tiene que querer venir; y todo esto tiene que ver con sed espiritual. Aquí entonces, está la invitación a los pecadores presentada de manera clara.

¿Que indica la sed? Indica un conocimiento de necesidad. Cuando usted dice que tiene sed, usted está identificando su necesidad. Es sólo cuando el pecador siente la sequedad de su alma, es sólo cuando sabe que su corazón es estéril y está seco, que él está interesado en venir a beber. Aquí usted entonces tiene el prerrequisito del arrepentimiento, entender la necesidad de uno. Y esto es realmente con lo que Jesús comenzó Su ministerio. En Mateo capítulo 5, palabras muy conocidas, versículo 6: “Bienaventurados los que tienen un hambre espiritual, una sed espiritual. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados.” Comienza con un hambre espiritual, con una sed espiritual. En Juan capítulo 6, versículo 35: “Yo soy el pan de la vida, el que a Mí viene, no tendrá hambre y el que en Mí cree, no tendrá sed jamás.” Y en el capítulo 7 de Juan, versículo 37: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba.” Y todo lo que eso está haciendo es demostrar la realidad de la necesidad. Usted sabe que su alma está seca y su corazón está seco y estéril. Esa es la razón por la que está escuchando. Esa es la razón por la que usted está oyendo.

Y después, él añade otra dimensión en el versículo 17: “Y el que tiene sed, el que quiera tomar del agua de la vida gratuitamente,” eso es hosthelon, eso se traduce el que quiera, el que desee, el que anhele. Usted tiene sed y quiere que su necesidad sea satisfecha. Eso, por cierto, es una invitación ilimitada. Típica del ofrecimiento de gracia y amplio de la salvación que usted ve en las Escrituras. Eso es esencialmente lo que Jesús dijo en Juan 6:37, cuando Él dijo: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a Mí y el que a Mí viene, ciertamente no le echaré fuera. Si usted tiene sed, es porque el Padre ha comenzado a moverse en su corazón y usted ha reconocido su necesidad. Y si usted viene porque quiere tomar el agua, es porque usted ha sido motivado a venir y no hay manera en la que el Señor jamás le dará a usted la espalda. Entonces, el que quiera venir a Él, Él recibe.

En otros términos, Mateo capítulo 11, versículo 28 dice: “Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados, y Yo os daré descanso.” Él usa otra metáfora para describir lo mismo. No sediento, sino cansado, no necesitando agua, sino necesitando descanso. Y todo lo que tiene que hacer es venir. Y si usted percibe la necesidad y usted está dispuesto a venir y usted desea venir, entonces venga. No es algo que usted tiene que primero descubrir como: ¿está usted calificado? Aquí, por cierto, está la voluntad humana en la salvación. Nunca me gusta usar el término ‘libre albedrío’ porque el hombre tiene una voluntad, sólo que no está libre. Pero hay voluntad humana. Dios salva pero no de manera independiente de nuestro deseo. La salvación entonces es ofrecida a aquellos que saben que son estériles, que están secos y que desean que eso sea cambiado.

Y después, hay un componente final. Primero, está el reconocimiento de la necesidad, en segundo lugar el deseo de que la necesidad sea tan satisfecha. Y en tercer lugar, Él dice: “Todo aquel que desea o que quiera, tome del agua de la vida.” Tome del agua de la vida sin costo, gratuitamente. Eso es apropiación. Usted reconoce su necesidad, usted sabe dónde está la provisión y usted la toma por fe. Eso es lo que gratuitamente significa. Gratis para usted. Libre de costo. El único prerrequisito, un reconocimiento de necesidad y un deseo y una disposición de tomar. Su corazón está seco, está anhelante de perdón, su mente está sedienta de verdad, su alma está sedienta de propósito. Y el Señor Jesús espera para satisfacer su sed eternamente y el agua que Él le da lo satisface a tal grado que usted nunca volverá a tener sed. Eso es todo lo que se necesita. Es sin costo. Como dijo Isaías ‘vengan sin dinero ni precio’. Ahí está la invitación. Usted ve su necesidad y usted ve la provisión y usted la toma por fe y no por obras. El precio será sido pagado por Cristo. Términos muy simples.

Y entonces, la invitación está ahí en el versículo 17. La Iglesia, el Espíritu, dicen’ Ven’. Todo aquel que oye con oídos que creen que ha venido, se unen y la invitación es extendida entonces a toda persona que tiene sed, que ve dónde está la promoción, que viene y toma del agua gratuitamente. Ésa es la invitación. La salvación es gratuita porque el precio fue pagado.

Ahora, rodeando esa invitación en el versículo 17 están las razones para aceptarla. Los incentivos para la invitación. La invitación y entonces, los incentivos. ¿Qué nos mueve a esa invitación? Para ser honesto con usted, no es fácil presentar todo este material, pero creo que la mejor manera de entenderlo es que rodea esta invitación. Y la invitación es la médula, es el corazón del texto y el resto, en cierta manera, lo rodea.

Ahora, permítanme mostrarle cómo todo encaja. En primer lugar, el primer incentivo, aceptar la invitación es debido a la persona de Cristo. Debido a la persona de Cristo. La primera razón para aceptar la invitación a venir y tomar el agua de la vida, la cual es la vida eterna, como ya lo hemos aprendido, el primer incentivo es debido a quién es Cristo. Es debido a quién lo está invitando a usted, ningún otro que el Señor Jesucristo, el Señor del cielo, el Rey de Reyes, el Señor de Señores, la gloria de la nueva Jerusalén eterna. Digo, piénselo. Lo que él nos va a decir aquí es entendido de manera simple como esto… Recibimos invitaciones para ir a diferentes lugares, algunas las aceptamos, otras no. Supongo que nuestra aceptación tiene mucho que ver con quién nos invita, ¿no es cierto? Y si la persona que nos invita es suficientemente importante a nuestro juicio, es más probable que aceptemos la invitación.

¿Qué tal si el Dios eterno encarnado, el Rey de Reyes, el Señor del cielo, el Señor Jesús lleno de gracia le diera una invitación? ¿Respondería? ¿Puramente en base a quien Él es? Se demanda una respuesta. Versículo 13: “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.”

Ahora, aquí el Señor está hablando personalmente… Personalmente. Y Él se está identificando a sí mismo con la misma terminología que encontramos ahí atrás en el capítulo 1, versículo 8, al principio. Esta conclusión tiene muchos componentes del principio mismo de este gran Apocalipsis. En el capítulo 8, versículo 8: “Yo soy el Alfa y la Omega.” Aquí de nuevo nos recuerda esto. Capítulo 21, versículo 6, lo volvió a decir: “Hecho está, Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin.”

¿Por qué esto? Bueno, los lectores del libro de Apocalipsis, los lectores originales eran, claro, gentiles. Debido a eso, en esa parte del mundo, hablaban griego. Y entonces, el Señor, en Su inspiración de esta designación de Cristo lo identifica por la primera y la última letra del alfabeto griego, Alfa siendo la primera y Omega siendo la última.

¿Cuál es el punto de eso? Expresa infinidad. Expresa eternidad. Expresar la vida ilimitada de Dios, la cual incluye todo, contiene todo y trasciende todo. Y después, es explicada en el versículo 13: “Yo soy el Alfa y la Omega,” significa Yo soy el principio y el fin, Yo soy el primero y el último. Ahora, esas son tan sólo tres maneras diferentes para decir básicamente lo mismo, que el Señor Jesucristo es el principio, esto quiere decir la fuente de todas las cosas. Él es el fin, esto es la meta de todas las cosas, la consumación de todas las cosas. Él es el Dios infinito trascendente eterno. Ese tipo de designación identifica totalidad, atemporalidad y autoridad soberana. Él no es tan sólo otro hombre, Él no es un ángel, Él no es un ser creado. Él no es algún genio súper humano, Él no es un mártir distinguido, Él es Dios eterno y todopoderoso… El principio y el fin, el primero y el último.

Dichas identificaciones, por cierto, también son dadas por el profeta Isaías. En Isaías capítulo 41, versículo 4: “Yo Jehová soy el primero y el postrero, Yo soy el.” Y después, en Isaías capítulo 43, versículo 10, nuevamente: “Antes de Mí no hubo Dios formado y no habrá ninguno después de Mí. Yo, Yo soy Jehová.”

En Isaías capítulo 44, el siguiente capítulo, versículo 6: “Yo soy el primero y Yo soy el postrero.” ¿Qué significa eso? Significa que no hay Dios fuera de mí. Y después, en el capítulo 48, versículo 12: “Óyeme, Jacob, y tú, Israel, a quien llamé: Yo mismo, Yo el primero, Yo también el postrero. Mi mano fundó también la tierra…” y demás. Él es el único Dios. Él es el Alfa y la Omega. Él es el principio y el fin.

Jesucristo es el todo. Si hay un arca en la cual la familia de Noé es salvada, esa arca es un retrato de Jesucristo. Si hay un Cordero matado en la Pascua, ese Cordero es un retrato de Jesucristo. Si un pariente redentor, ese pariente redentor es un retrato de Jesucristo. Antes de tiempo, después de tiempo y durante todo el tiempo Él es el tema de todo. Él es el todo. Y esa designación como Señor, Pablo le dice a los filipenses: “ante esa designación toda rodilla se doblará.” Ser salvo es de ser salvado por Cristo Jesús. Ser cristiano es estar en Cristo Jesús. Tener perdón es ser perdonado por Cristo Jesús. Tener esperanza es esperar en Cristo. Vivir es vivir en Él.

Dejar a Cristo fuera de una vida es dejar al sol fuera del día, es dejar a la luna fuera de la noche, es dejar las aguas fuera del mar, las inundaciones fuera de los ríos. Dejar a Cristo fuera de una vida es dejar al grano fuera de la cosecha, la vista del ojo, el oír del oído, la vida de los vivos. Él es el todo. Y cuando Él le da a usted una invitación, es una invitación a la cual usted debe responder.

El versículo 16 lo identifica aún más en sus propias palabras, versículos 13 y 16: “Yo, Jesús, he enviado Mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.” Él es el autor. Él es la fuente que está detrás de todo lo que ha sido descrito en Apocalipsis. Yo, Jesús, he enviado a Mi ángel para daros testimonio de estas cosas. Los ángeles han traído la palabra, pero la fuente es Jesús. Es Él quien da esta revelación y esta invitación final.

Este no es un llamado humano, es lo que Él está diciendo. Este no es un llamado humano, este es el Señor Jesús llamando. No puedo imaginar que alguien reciba una invitación del Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último, Jesús mismo y que no responda a esa invitación. Esta no es una fantasía humana. Esto no fue escrito por algún comité. Este no es el producto de la imaginación de Juan. Esta no es una farsa. Esto no es algo falso. Yo, Jesús. Esta es una expresión única en las Escrituras que muestra cuán personal es esta revelación y está invitación. Mi ángel, todos le pertenecen a Él, los ángeles santos, lo han traído, pero es de Mí.

Ahora, observe que Él dice Mi ángel ha venido para daros testimonio de estas cosas en las iglesias.” Claro, lo vimos a lo largo del libro que es escrito a todos los creyentes, pero su mensaje debe ser predicado al mundo entero. Pero los creyentes deben predicarlo y entonces es escrito a ellos para predicarle al resto.

Y después, para identificarse aún más a sí mismo, Aquel que es el autor de todo esto y de todas las Escrituras dice: “Yo soy la raíz del linaje de David.” Esa es una de afirmación absolutamente sorprendente. Lo que Él quiere decir es esto: Yo soy tanto el ancestro, la raíz y el descendiente, el linaje de David. ¿Cómo puede usted ser un ancestro y un descendiente al mismo tiempo? Como la raíz, Él está diciendo, Yo soy la fuente de la vida y descendencia de David. Eso es deidad, amigo mío. Pero como el descendiente, el linaje, Él fue el hijo de la vida y linaje de David y ésa es Su humanidad. Ahí tiene usted una de las afirmaciones más claras del hecho de que Jesús es el Dios hombre. Él es la raíz de la vida de David y la línea, esto es Él es la deidad que creó a David. Él es la fuente de David. Y también es el hijo de David, y esto quiere decir que Él es humano. Él nació en este mundo en la línea davídica. Sólo el Dios hombre puede ser tanto la raíz como el linaje de David. Isaías habla de Él como una raíz, como un vástago, como una rama. Y Él es ambos.

En 2 Samuel, y quiero que pase ahí por un momento porque es un texto que no puede ser pasado por alto. Segunda de Samuel, capítulo 7, en el versículo 12, ahí está ese gran texto de promesa mesiánica. Versículo 12 de 2 Samuel 7: “Y cuando tus días sean cumplidos,” hablando aquí a David, “y duermas con tus padres,” mueras, “Yo levantaré después de ti a otro de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas y afirmaré su Reino.  Él edificará casa a Mi Nombre, y Yo afirmaré para siempre el trono de su reino.” Él está viendo a Salomón. Pero Él está viendo más allá de Salomón, al Mesías. Hubo más aquí que tan sólo Salomón, porque este Reino iba a ser para siempre.

Y luego en el versículo 16: “Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente.” La promesa del reino eterno.

Jesús entonces fue la fuente de David y también el cumplimiento mismo de las profecías de David como uno nacido en la línea davídica, su madre estaba en la línea de David y también su padre José.

En el Salmo 132, en los versículos 11 y 12: “En verdad juró Jehová a David, Y no se retractará de ello: de tu descendencia pondré sobre tu trono. De tus lomos vendrán los Reyes y el rey definitivo.” Y entonces, Jesús cumple con todos los requisitos mesiánicos. Él es tanto Dios como hombre.

Pablo enfatiza esa misma realidad en 2 Timoteo 2:8 cuando él dice: “Acuérdate de Jesucristo, resucitado de los muertos,” eso se refiere a Su Deidad, “descendiente del linaje de David,” eso se refiere a Su humanidad.

¿Quién está dando la invitación? El Señor trascendente, eterno, infinito. ¿Quién está presentando la invitación? ¿Quién está dándola? El que llevó a David a existir y el que nació en su familia, el Dios hombre.

Y más allá de eso, Él dice en el versículo 16: “Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.” Y esto, amados, es un título con significado rico. Para que un judío llamara a alguien estrella era exaltarlo. Inclusive hacemos eso. Decimos esta persona es una estrella. Colocamos una estrella en el pavimento ahí en Hollywood. Y podríamos debatir si realmente esas personas son estrellas, pero realmente, para alguien, lo son. Me imagino que en la Cámara de Comercio de Hollywood lo son. Hablamos de una estrella en los deportes. Hablamos de una estrella en el campo de la música. Alguien que brilla con fulgor para que todos lo vean.

Y los judíos hacen eso. Usaban el término estrella para referirse a alguien que querían exaltar y levantar. Por ejemplo, los rabinos solían llamar a Mardoqueo una estrella. Mardoqueo, usted recuerda, fue el que Dios usó para librar a Israel de lo que era genocidio. Y Mardoqueo fue tal héroe que él se ganó el nombre estrella.

El profeta avaro Balaam, todos lo recordamos porque su asno le habló, usted se acuerda de que Balaam fue movido por el Espíritu Santo, en contra de sus propios deseos e hizo una profecía. Esa profecía está en Números 24:17. Y lo que él profetiza es que una estrella vendrá de Jacob. Esa estrella brillando con más brillo que cualquier otra, no fue ningún otro que el Mesías, el héroe de todos los héroes. Eso es lo que él quiere decir, la estrella resplandeciente de la mañana, el brillante, el resplandeciente, el que sobresale en contraste a todas las demás.

En 2 de Pedro 1:19: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones.” Esa estrella de la mañana, esa estrella del día no es ningún otro que Cristo como la Estrella de estrellas, el Héroe de héroes. Y cuando dice en Apocalipsis 2:28 a los creyentes fieles se le dará la Estrella de la mañana, significa que se les dará a Cristo.

La Estrella de la mañana, por cierto, es la estrella más brillante y anuncia la llegada del día. Y eso es de manera apropiada una referencia al Señor Jesucristo porque cuando Él viene, el resplandor de esa estrella sacude la oscuridad de la noche del hombre y presenta el amanecer del Día glorioso de Dios. El amanecer de la gloria del Reino. Él es la Estrella de la mañana que apareció apenas antes de que el Reino apareciera. ¿Se acuerda ahí atrás en Juan 8, cuando Él dijo ‘Yo soy la luz del mundo, el que anda en esta luz nunca andará en tinieblas’? Esta es la persona gloriosa de la que estamos hablando. ¡Qué persona tan gloriosa quien nos ha llamado a beber del agua de la vida eterna!

Y tenemos que hacer la pregunta: ¿cómo es que alguien va a rechazar esto? ¿Cómo es que alguien va a rechazar una invitación del Dios infinito, trascendente, eterno del universo, la fuente y meta de todo lo que existe, el Dios creador y sin embargo, el hijo de David, el Dios hombre, el Dios en carne humana, la estrella de la mañana, quien es la señal del Reino de justicia, ningún otro que el Señor Jesucristo, la estrella más alta en toda la galaxia de personas, la única luz en las tinieblas que trae la gloria de Dios? Cuando éste dice: “Venid a Mí y beban del agua de la vida”, ¿cómo puede usted rechazar una invitación así? La invitación que le hago a usted como predicador, la invitación que cualquier creyente que le habla le da a usted acerca de Cristo, es únicamente una invitación que ofrecemos en nombre de Cristo. Él dijo: “Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cansados y Yo os daré descanso.” Él dijo “A todo aquel que tiene sed, venid y beba.” Él dijo: “Todo el que viene a Mí, Yo no le echaré fuera.” Entonces, ése es el punto. Aquí está la invitación debido a quién se la ofrece a usted, debido a que es la persona de Cristo.

En segundo lugar, aquí la invitación no sólo debido a la persona de Cristo, sino debido a la exclusividad del cielo. No sólo debido a la nobleza definitiva de la persona que le ofrece la invitación y la gloria y honra que Él merece cuando usted responde, no sólo debido a eso, sino debido a la exclusividad del cielo. Observe los versículos 14 y 15: “Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.” Y sabemos, claro, que esas cosas están en el cielo, el árbol de la vida, las puertas. “Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, Y todo aquel que ama y hace mentira.”

Esta sección comienza con la última de las siete bienaventuranzas en Apocalipsis. Una bienaventuranza es algo que comienza ‘bienaventurados los que’ o ‘bienaventurado es’. Y probablemente Jesús es el que está hablando. Si estuviera haciendo aquí una Biblia con letra roja, yo habría hecho que los versículos 14 y 15 también fueran de letra roja. Pero el versículo 14 dijo: “Bienaventurados los que lavan sus ropas.” Eso simplemente es un símbolo de ser perdonado. Ahí atrás en el capítulo 7, versículo 14, tenemos ese símbolo definido para nosotros. Cuando la pregunta que hace Juan: “¿Quiénes son estos que están vestidos con ropas blancas y de dónde vinieron?” Versículo 13: “Yo dije: Señor, Tú lo sabes.’ Uno de los ancianos hizo la pregunta y Juan dijo ‘vas a tener que decirme, yo no sé’. El anciano dijo: ‘estos son los que han salido de la gran tribulación,’ y aquí está, ‘ya han lavado sus ropas y las han hecho blancas en la sangre del Cordero.” Eso es simplemente una manera vívida de decir que han participado en la muerte de Cristo, ¿verdad? Las personas cuyas ropas son lavadas son aquellos que han sido limpiados por la sangre del cordero, aquellos que han sido colocados en Cristo y Él ha pagado la paga de sus pecados.

Bienaventurados aquellos que han lavado sus ropas, que han sido perdonados de sus pecados al estar unidos con Jesucristo. En Isaías 64:6 y en Zacarías 3:3, las ropas sucias representan pecaminosidad. Y la idea de quitar pecado al limpiarlas es dada en el Salmo 51, versículo 7 e Isaías 1:18. El escritor de Hebreos también se refiere al poder limpiador de la sangre de Cristo, esto quiere decir ser inmerso en Su muerte, así es como somos limpiados del pecado, ¿cuánto más la sangre de Cristo, quien a través del Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestra conciencia de malas obras? Primera de Pedro 1, afirmación maravillosa, 1 Pedro 1:18 y 19: “Sabiendo que no fuisteis redimidos con cosas corruptibles como oro, plata, de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres sino con la sangre preciosa.” Esa sangre limpia de pecado.

Y entonces, Él dice en el versículo 14: “Bienaventurados, felices, los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida.” ¿El árbol de la vida está dónde? En la nueva Jerusalén. Eso es correcto. Se indica que está en la nueva Jerusalén de manera muy clara en la descripción del cielo en el capítulo 22. “A uno y otro lado del río estaba el árbol de la vida que produce doce frutos.”

Y entonces, Él está diciendo que las únicas personas que van a estar en el cielo comiendo del árbol de la vida son los que tienen derecho al árbol. Los únicos que tienen derecho al árbol son aquellos que han sido perdonados de su pecado, los que han sido limpiados, que han sido inmersos en la muerte de Cristo, cuya sangre por lo tanto, satisfizo a Dios como una expiación por su pecado.

Y después, Él añade en el versículo 14 “y para entrar por las puertas de la ciudad.” Ahí atrás en el capítulo 21, versículo 21, las 12 puertas eran 12 perlas y claro, eran la entrada a la nueva Jerusalén, la ciudad capital del nuevo cielo y la nueva tierra. Entonces, lo que Él está mostrando aquí es simplemente el cielo y la ciudad capital, el árbol de la vida, las puertas y el único que va a entrar por esas puertas y comer del fruto es aquel que ha sido limpiado. Son los únicos que tienen el derecho de entrar y el derecho a comer. Nadie más. Esa es la exclusividad del cielo.

Si sus pecados no son perdonados, usted no estará ahí. Es así de simple. Usted tiene una invitación, le es ofrecida usted por el ser supremo del universo. Él ha preparado un hogar eterno que únicamente es para aquellos que han sido perdonados, que han sido lavados, que han sido limpiados, que han sido purificados, cuyos pecados han sido removidos por la sangre preciosa de Jesucristo. Y si su pecado no es quitado, usted no puede entrar.

Entonces, ahora hemos extendido estas imágenes magníficas. Comenzamos con sed y agua satisfaciendo la sed, esa es una necesidad percibida y eso es parte de venir a Cristo. Estar abrumado con su pecado y saber que su alma esta seca y es estéril; y querer que el agua satisfaga esa sed. Pero eso es para satisfacernos. Ahora, hemos venido al lado de la redención, esto es para satisfacer a Dios y aquellos que van a entrar a ese lugar no sólo son los que buscaron, sino aquellos para quienes Dios ha sido satisfecho, porque al confiar en Jesucristo, sus pecados fueron cubiertos por Su expiación. Y el cielo es exclusivamente para ellos.

Bueno, hay más para decir, pero voy a detenerme en este punto porque no puedo terminar y quiero dejar lo suficiente para otro mensaje. Versículo 15, yo creo que nuestro Señor todavía está hablando, continua la discusión de la exclusividad del cielo al decir: “Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira.” ¡Hombre, hay algunas cosas fascinantes ahí! Simplemente una pista, la palabra perro se refiere en Deuteronomio 23:18 a prostitutos homosexuales hombres, quienes eran considerados los más bajos de lo bajo, en términos de perversión. Hay muchas otras cosas aquí, en esos términos, que describen quién no estará ahí si sus pecados no son perdonados.

Pero quiero cerrar en caso de que alguien escuche lo que acabo de decir al decir esto: inclusive un prostituto homosexual hombre puede ser perdonado y limpiado porque en 1 Corintios 6, el apóstol Pablo escribe que hay algunas personas que no van a entrar al Reino y aquí están: “Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. “ Si escuchen el siguiente versículo, 1 Corintios 6:11: “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.” Puede suceder a cualquiera que venga.

La invitación es por parte del Supremo del universo, ¿cómo puede usted rechazarla? Y el cielo es exclusivo. Adentro, están aquellos que han sido lavados. Afuera, están aquellos que no han sido lavados. Inclinémonos juntos en oración.

Padre, reconocemos que no somos dignos de ser considerados ciudadanos del cielo porque no lo merecemos. Debemos estar afuera, de hecho, nosotros somos los perros, los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, todos los que aman y hacen mentira; pero hemos sido lavados. Ese lavado se llevó a cabo cuando estuvimos conscientes a tal grado, tan profundamente que teníamos tanta sed y estábamos tan cargados por nuestro propio pecado y vimos que había perdón en Cristo y vinimos y bebimos como un hombre sediento. Todo lo que tuvimos que hacer es venir y tomar gratuitamente. Y sabemos que Tú nos ofreces el agua de vida, el agua de salvación. Tú nos ofrece perdón y limpieza del pecado. Tú se lo ofreces a todos los que vienen a Cristo y confiesan su pecado, aceptan Su sacrificio a favor de ellos, se arrepienten y someten todo a Cristo. ‘Y el que tiene sed venga, y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.’ ¡Qué invitación! Sin costo, gratuitamente. Y todo lo que se demanda es que la queramos y que pidamos y recibamos. Que esa sea la respuesta de muchos corazones, en el nombre de Cristo. Amén.

 

 

 

 

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