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Siempre es un desafío maravilloso para mí cuando llego a este domingo en particular en el año el saber lo que el Señor quiere que diga después de haber estado aquí en los últimos veintitrés domingo de resurrección y compartiendo tantas cosas acerca de la resurrección de Jesucristo. Conforme estaba meditando y buscando conocer la mente del Señor con respecto a este día del Señor, hice una pregunta simple en el proceso de un meditar y esa pregunta es: ¿qué es lo que Dios Padre querría que yo dijera acerca de la resurrección?

No tanto lo que la gente querría oír y no tanto lo que llamaría su atención y la cautivaría, no tanto lo que podría ser un detalle con respecto al domingo de resurrección y la Pascua, en lo que no han pensado. Pero, ¿qué es lo que el Padre querría que yo dijera? ¿Qué mensaje simple, directo podría traer que el Padre mismo querría que yo dijera con respecto a la resurrección de Su Hijo? Ciertamente, se han escrito muchos libros y muchos artículos y muchas disertaciones y tesis a lo largo de los años acerca de la resurrección. Han habido muchas conferencias y discursos y sermones y discusiones acerca de la resurrección.

La mayoría de esto se enfoca en cómo probar la resurrección. De hecho, los libros que han sido escritos acerca de probar la resurrección llenarían muchísimas repisas de bibliotecas. Y eso no es raro, porque con frecuencia en esta época del año, surge la pregunta de cómo podemos probar la resurrección. Si es tan importante para la fe cristiana, ¿cómo la probamos? ¿Qué es lo que Jesús prueba que Jesús realmente resucitó de los muertos?

La respuesta a esta pregunta es muy simple, la Biblia. Ahora que hemos respondido a esa pregunta, quiero pasar a otra pregunta. No quiero hablar acerca de cómo probamos la resurrección. La Biblia prueba la resurrección. Es la Palabra de Dios y dice que Jesucristo resucitó de los muertos y eso cierra el tema. El asunto francamente no es lo que prueba que la resurrección sucedió. El asunto es: ¿qué prueba la resurrección? ¿Qué es lo que prueba la resurrección? Y la respuesta es básicamente el plan redentor completo y el propósito de Dios. De hecho, la resurrección es la clave de todo.

Si usted quita la resurrección de Jesucristo del cristianismo, usted no tiene cristianismo. Usted literalmente quita el corazón de la misma. Nosotros aceptamos que la resurrección sucedió por la fe, la fe en las Escrituras. La fe nos es dada por el Espíritu Santo. Hemos sido convencidos por el Espíritu Santo de que la Biblia es verdad y la Biblia dice que Jesús resucitó de los muertos y eso cierra la discusión. Y en las páginas de las Escrituras, hay amplia y convincente evidencia.

Pero la pregunta es ¿qué es lo que significó la resurrección de Jesucristo? ¿Qué verificó? ¿Qué logró? ¿Qué probó? Bueno, quiero observemos varias realidades que son probadas por la resurrección, varias que son probadas de manera contundente por la resurrección. Y yo pienso que usted encontrará que son muy básicas en el mensaje de la Escritura.

Primero que nada, la resurrección prueba la veracidad de la Palabra de Dios. Prueba la veracidad de la Palabra de Dios. Eso es realmente revertir el enfoque normal. Podemos decir que bueno, la palabra de Dios prueba la resurrección. Pero veámoslo al revés y veamos cómo la resurrección prueba la Palabra de Dios.

Abra su Biblia en Hechos capítulo 2. Hecho capítulos 2 nos lleva a un gran día en la historia de la Iglesia, su primer día, el día en el que nació la Iglesia, el día de Pentecostés. Los creyentes habían sido llenos del poder del Espíritu Santo y ahora Pedro se pone de pie para predicar un gran sermón, el cual habiendo sido oído causó que tres mil personas fueran salvas. Y la Iglesia nació. Pero conforme él entra a su sermón, él cita a un pasaje del Antiguo Testamento comenzando en el versículo 25 de Hechos 2. Él está hablando acerca de Cristo y Su muerte en el versículo 23, habla de Su resurrección en el versículo 24 cuando dice que Dios le levantó sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuera en retenido por ella.

Y después, pasa a citar el Salmo 16. “Porque David dice de Él: Veía al Señor siempre delante de mí; Porque está a mi diestra, no seré conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, y aun mi carne descansará en esperanza; Porque no dejarás mi alma en el Hades, Ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida; Me llenarás de gozo con Tu presencia.”

Él está citando a David. David fue el autor del Salmo 16 y David estaba escribiendo esto. Ahora, algunos podrían decir que David estaba escribiendo esto acerca de sí mismo. Pero eso no es verdad. Porque el alma de David fue al Hades y el cuerpo de David enfrentó corrupción y David, el hombre que era en un cuerpo físico no ha regresado a los caminos de la vida. Entonces, no podía referirse a David.

Observe cómo Pedro interpreta esto en el versículo 29. “Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.” En otras palabras, Pedro está diciendo que David no pudo haberse estado refiriendo a sí mismo. David ha sido abandonado, por así decirlo, a la muerte. Él todavía está en la morada de los muertos. Su tumba todavía está presente, todavía se conoce por el pueblo. Ellos inclusive sabían su ubicación. David no ha regresado a los caminos de la vida. Entonces, no podía estar refiriéndose a David.

Versículo 30: “Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.”

En otras palabras, él dice David estaba profetizando como profeta la resurrección de Jesucristo. Fue Jesucristo, cuya carne permanecería en esperanza, cuya alma no sería abandonada en el Hades y quien como el Santo nunca enfrentaría corrupción. Fue Jesucristo a quien se le devolvería el camino de la vida y quien regresaría lleno de gozo frente a frente a la presencia de Dios. David no cumplió eso. Su tumba todavía estaba sellada ahí cerca de Siloam. Pero David fue profeta y David estaba prediciendo la resurrección del Mesías.

Para resumir el argumento de Pedro, su lógica sería así. El Salmo 16 se refiere a alguien siendo resucitado. No puede ser David. El Mesías debía venir como el hijo mayor de David, de los lomos de David. El Salmo se refiere al Mesías. El Mesías, por lo tanto, sería resucitado de los muertos. Y después, él concluye en el versículo 32: “A este Jesús resucitó Dios.” El Antiguo Testamento, entonces, en el Salmo 16 predice la resurrección del Mesías. Si el Mesías no resucita, si Jesucristo no resucita de la tumba, la Biblia no nos está diciendo la verdad. Pero la resurrección de Cristo prueba que la Biblia habla verdad. ¿Qué prueba entonces la resurrección? La veracidad de la Palabra de Dios.

Observe Hechos capítulo 13; y aquí encontramos al predicador, no a Pedro en este caso, sino a Pablo. Y Pablo, de una manera coherente con Pedro, también estaba predicando la resurrección, la cual era el corazón de la fe cristiana. Y en Hechos, capítulo 13, quiero que observe el versículo 30. Versículo 29, claro, está hablando de la cruz y Cristo siendo colocado en el sepulcro.

Y después, Pablo dice conforme proclama a Cristo a los judíos, versículo 30: “Mas Dios le levantó de los muertos. Y Él se apareció durante muchos días a los que habían subido juntamente con Él de Galilea a Jerusalén, los cuales ahora son Sus testigos ante el pueblo. Y nosotros también os anunciamos el Evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres.”

Ahí está de nuevo. Estamos predicando la resurrección. Son buenas nuevas. Somos testigos de eso. Y eso es aquello que fue prometido a los padres, los padres judíos, los santos del Antiguo Testamento. Versículo 33: “la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como está escrito también en el Salmo segundo: Mi hijo eres Tú, Yo te he engendrado hoy.” Y él está diciendo, cuando el salmista dijo eso, él estaba prediciendo que Jesús sería resucitado de los muertos.

Versículo 34: “Y en cuanto a que le levantó de los muertos para nunca más volver a corrupción, lo dijo así: Os daré las misericordias fieles de David.” Esa es una profecía de Isaías capítulo 55, versículo 3, la cual promete que el Mesías no perecerá, sino que el Mesías heredará las bendiciones santas y seguras prometidas a David. Esa es toda la promesa del Reino.

Y después, él dice, en el versículo 35, regresando al Salmo 16 que vimos anteriormente: “Por eso dice también en otro Salmo: No permitirás que Tu Santo vea corrupción. Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción. Mas aquel al que Dios levantó no vio corrupción”

De nuevo, usted ve, aquí está Pablo y en base a tres profecías del Antiguo Testamento, él predice la resurrección de Jesucristo. Las Escrituras están en juego. Si Jesús no resucita, el Salmo 2 está mal, el Salmo 16 está mal, Isaías 55 está mal y cualquier otro pasaje del Antiguo Testamento que indica la resurrección de Jesucristo está mal. Por lo tanto, la Biblia no puede ser confiada. No siempre es verdad. Y entonces ¿quién puede discernir cuándo lo es y cuándo no? Y el hombre es dejado con un documento sin esperanza alguna, totalmente torcido, confundido, inapropiado en las Escrituras. Pero si Jesús resucita de los muertos, las profecías son verdad, la Palabra de Dios es confirmada como hablando verdad.

En Hechos capítulo 26, leemos en el versículo 22: “y entonces habiendo obtenido ayuda de Dios, estoy de pie en este día testificando a tanto grandes como pequeños, no diciendo nada que los profetas dijeron que iba a suceder.” Y, ¿qué fue lo que dijeron los profetas? ¿Y qué fue lo que Moisés dijo inclusive ahí atrás en el Pentateuco? “Jesucristo iba a sufrir y que por medio de Su resurrección de los muertos, Él sería el primero en proclamar tanto a los judíos como a los gentiles.

De regreso a la ley, de regreso a los profetas como también en la hagiógrafa, los escritos sagrados, los Salmos; vemos en la ley, los profetas y los escritos. El Mesías morirá y el Mesías resucitará. Las Escrituras están en juego cuando Jesús resucitó entonces. Todas estas profecías y muchas más fueron cumplidas y la Palabra de Dios probó ser verdad.

Ahora, quiero que pase al segundo capítulo del Evangelio de Juan, Juan 2:19 y nuestro Señor Jesús está hablando, está hablándole a los judíos que le estaban pidiendo una señal. Respondió Jesús y les dijo “¿quieren una señal cerrar? Se las voy a dar. Versículo 19: “destruiré este templo y en tres días lo levantaré.” Esto es una profecía. Esto es una escritura hablada por Cristo registrada en el Evangelio de Juan.

Los judíos, en su ignorancia, dijeron: “Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo,” el templo físico de Herodes, “¿y Tú en tres días lo levantarás? Mas Él hablaba del templo de Su cuerpo. Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, Sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.”

Ellos sabían que la Escritura prometía una resurrección. Ellos sabían que Jesús, al hablar escrituras del Nuevo Testamento prometió una resurrección y cuando sucedió, ellos creyeron en la Escritura. La resurrección de Jesucristo debe afirmar nuestra fe y confianza en la veracidad, la inerrancia de las Escrituras. ¿Qué prueba la resurrección? Prueba que las Escrituras son verdad.

En Lucas, capítulo 24, una escena conocida en el camino a Emmaus conforme dos discípulos tristes caminan pensando que su Señor ha perecido para siempre, sin saber de Su resurrección. Ellos están tristes. Todo está perdido. Y conforme Jesús llega junto a ellos en el versículo 25 de Lucas 24, le dice: “¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en Su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de Él decían.”

El retrato de un Mesías muerto y resucitado está por todos lados en el Antiguo Testamento, cada vez que hubo un sacrificio de un Cordero. Cada vez que un sacrificio así es registrado en las Escrituras, habla de un Mesías muriendo. Pero cada vez que habla de un Mesías reinando y gobernando y el Reino, habla de un Mesías viviente, y por lo tanto es obvio que el que muere debe regresar a la vida. Está por todos lados en el Antiguo Testamento. Y la veracidad de las Escrituras está en juego en la resurrección.

En 1 Corintios 15:3, usted se acuerda de estas palabras maravillosas: “os he entregado en primer lugar lo que recibí, que Cristo murió por nuestros pecados de acuerdo con las Escrituras y que fue sepultado y que resucitó en el tercer día de acuerdo con las Escrituras.” Tal como dijo el Antiguo Testamento que sería, así como Él dijo y los escritores del Nuevo Testamento dijeron que sucedería.

En segundo lugar, la resurrección no sólo prueba la veracidad de la Palabra de Dios, prueba la deidad del Hijo de Dios, la deidad del Hijo de Dios. De hecho, no hay mayor prueba que exista para probar la naturaleza divina de Jesucristo que Su resurrección de los muertos. Esto es lo más monumental que hizo para verificar que Él era Dios, porque sólo Dios puede dar vida, sólo Dios puede conquistar la muerte.

Si usted ve el Nuevo Testamento, usted encontrará muchos individuos dando testimonio de Cristo como Dios. Algunos de ellos son más sorprendentes, otros los podríamos esperar. Por ejemplo, los demonios afirman la deidad de Cristo en Marcos 5:6-7. El demonio dijo: “el demonio dijo: Jesús Hijo del Altísimo.” Inclusive los demonios, inclusive los siervos del infierno, los ángeles caídos saben de Su deidad. Ellos saben que Él es el hijo del altísimo.

En Juan capítulo 9 usted conoce a un hombre que nació ciego, un hombre a quien Jesús sanó, un hombre que estaba enfermo para la gloria de Dios. Y Jesús le dice si cree en el Hijo del Hombre. Y le respondió y dijo ‘¿y quién es Él, Señor, para que crea en Él?’ Y Jesús dijo: ‘lo has visto y Él es el que está hablando contigo.’ Y él contestó: ‘Señor, yo creo.’ Y él lo adoró. Él sabía que él estaba hablando con Dios. El resto de la gente dijo ‘no sabemos de dónde es Él.’ Y el hombre y ciego dijo: ‘¿quieren decir que Él abrió mis ojos y ustedes no saben de donde es Él?’

Luego escribieron los discípulos, quienes dieron testimonio. Pedro, en nombre de todos dijo ‘Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente’. Tomás dijo: ‘Señor mío y Dios mío’. Nataniel dijo: ‘Tu eres el Hijo de Dios’. Mateo dijo: ‘Él es Dios con nosotros’. Marcos dijo: ‘Él es Jesucristo, el Hijo de Dios’. Lucas dijo: ‘Él es el hijo de Dios’.

Los apóstoles, los escritores del Nuevo Testamento afirman la deidad de Cristo. Estuvo Juan el Bautista, usted recordará, Su primo, que dijo: ‘vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios.’ Estuvo Marta, la hermana de María, quien dijo afirmando de manera clara: “he creído que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que viene al mundo,” Juan 11:27. Hubo un testimonio de un soldado romano en Su crucifixión, ‘verdaderamente éste es el Hijo de Dios’. Y Cristo de manera repetida hizo afirmaciones así. Él dijo: ‘si me habéis visto a Mí, habéis visto al Padre. Yo y el Padre uno somos.’

Usted tiene testimonio de todos estos individuos acerca de la deidad de Cristo, pero ninguno de ellos es tan potente como el testimonio de un individuo más. Observe Romanos 1:4. En el versículo 1 se nos presenta la frase ‘el Evangelio de Dios’, Romanos 1:1. El versículo 2 dice “Dios lo prometió a través de los profetas.” El versículo 3 dice: “Fue el Evangelio de Dios acerca del Hijo de Dios.” Después, el versículo 4 dice que: “fue el Evangelio de Dios acerca de Su Hijo “quien fue declarado el Hijo de Dios con poder por la resurrección de los muertos.”

El Padre habló del cielo y dijo: “este es Mi Hijo amado, a Él oíd.” Y esa fue una palabra fuerte por parte de Dios, pero una palabra inclusive más fuerte por parte de Dios es que Dios lo resucitó de los muertos. Y Dios, en esencia, estaba diciendo “este es Mi Hijo amado y se ha probado que Él es Mi Hijo al ser resucitado de los muertos, con toda seguridad y por toda razón escúchelo a Él.” Romanos 1:4 es el testimonio de Dios el Padre. Él es el testigo supremo.

En Hechos 13:30 dice: “Dios lo resucitó de los muertos;” y Dios dio testimonio de su deidad. En Romanos 6:4, nos dice también que Cristo fue resucitado de los muertos “a través de la gloria del Padre.” El Padre quiso resucitarlo de los muertos, para que a través de Su gloria o de Su poder, Sus atributos, Su esencia, Él resucitó a Cristo de los muertos.

Efesios 1:19 habla de la grandeza del poder de Dios. ¿Qué tan grande es? Versículo 20, es el poder mediante el cual Él llevó a cabo la resurrección de Cristo de los muertos y lo sentó a Su diestra. De nuevo, Dios es quien resucitó a Cristo y lo hizo para dar testimonio de la deidad de Él. Él se ha vuelto en su resurrección tanto Cristo como Señor. La resurrección, Pedro dice en Hechos 2:36, los presenta a Él como Señor y Cristo.

Entonces, la resurrección no sólo prueba que Jesucristo vino al mundo para salvar a pecadores, sino que prueba que Él era Dios. Romanos 4:25, podría ser el versículo más maravilloso, el más potente con respecto a la aplicación de Su resurrección. Y presenta un tercer punto, y quiero que entienda este tercer punto. El primer punto, Su resurrección prueba la veracidad de la Palabra de Dios. El segundo punto, Su resurrección prueba la deidad del Hijo de Dios. En tercer lugar, Su resurrección prueba la conclusión de la salvación de Dios, la conclusión de la salvación de Dios.

Escuche Romanos 4 - una verdad maravillosa, verdad sobre la cual edificamos nuestras vidas. “Él fue entregado por nuestras trasgresiones y resucitado por nuestra justificación.” Para que Dios no justificara, para que Dios nos declarara justos, Él tuvo que resucitar a Jesús de los muertos. Cuando dice ‘Su nombre será llamado Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados’, eso es exactamente lo que los hizo. Pero para hacer eso, tuvo que resucitar a Cristo de los muertos.

Esta fue una evidencia indispensable de la conclusión y valor eficaz de Su muerte. Fue la manera en la que el Padre dijo ‘Tu muerte cumplió el propósito con el que se planeó’. Fue Dios resucitándole de los muertos que afirmó que lo que Él hizo en la cruz satisfizo la justicia santa de Dios. Si Él no hubiera resucitado, entonces todo lo que Él es Jesucristo superestrella y Su muerte es la muerte de un hombre ordinario y no tiene un valor para la salvación. Pero Él resucitó de los muertos y Él fue resucitado por el Padre para nuestra justificación. Él fue resucitado para que a los ojos de Dios, pudiéramos ser hechos justos; para que a los ojos de Dios, pudiéramos estar sin pecado, para que nuestro pecado pudiera ser hecho a un lado y perdonado.

Cuando Él fue resucitado, fue como si Dios dijera ‘Yo acepto el sacrificio, lo acepto’. Hay tantas características esenciales en nuestra salvación que dependen de la resurrección. Puedo tomar Romanos 4:25 y dividirlo en diferentes componentes. El conceder o dar vida eterna depende de la resurrección. Como en Adán todos murieron, así en Cristo todos vivirán. Porque ‘Yo vivo, vosotros viviréis también’. En otras palabras, fue en la muerte de Cristo y Su resurrección que Él nos concedió vida eterna. Si Él nunca resucitó, entonces demostró que Él no podía conquistar la muerte.

Si Él nunca resucitó, no estaría vivo. Si Él no estuviera vivo, no podría darnos vida. Pero Él resucitó y Él dijo en Juan 11:25: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en Mí aunque muera, volverá a vivir.” Entonces, la vida eterna depende de la resurrección. Ese es un componente en la conclusión de la salvación de Dios.

En segundo lugar, el descenso del Espíritu Santo. Si Jesús no hubiera resucitado de la tumba, Él nunca habría ascendido de regreso al Padre. Si Él no hubiera ascendido de regreso al Padre, nunca habría enviado al Espíritu Santo. Él mismo dijo que no podría enviar al Espíritu Santo hasta que hubiera regresado al Padre.

Juan 16:17: “Pero Yo os digo la verdad: Os conviene que Yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.” Cuando Él venga, Él nos va a guiar a toda la verdad. Cuando Él venga, Él les va a recordar todas las cosas. Cuando Él venga, Él los va a colocar en el cuerpo de Cristo. Cuando Él venga, se va a volver la garantía de su vida eterna. Cuando Él venga, Él va a establecer residencia en ustedes y ustedes se convertirán en Su templo. Cuando Él venga, Él va a capacitarlos para el servicio. Cuando Él venga, Él los va a guiar. Cuando Él venga, Él los va a instruir en la Palabra de Dios.

Él va a hacer la unción que les enseña para que no necesiten maestros humanos. El ministerio de entero del Espíritu Santo dependía de la resurrección de Jesucristo. Si Él no resucitó, Él no podía descender, si Él no podía descender, Él no podía enviar al Espíritu. No resurrección, no ascensión; no ascensión, no Espíritu Santo; no Espíritu Santo, no Iglesia.

Cuando usted habla acerca de la resurrección probando la conclusión de la obra salvadora de Dios, usted está hablando acerca del corazón del cristianismo. Él tenía que resucitar para darnos vida eterna. Él tenía que tener vida para darla. Él tenía que resucitar para regresar al Padre para enviarnos al Espíritu Santo.

En tercer lugar, Él tuvo que resucitar para perdonar nuestros pecados. Si Él no hubiera resucitado de los muertos, entonces nosotros sabríamos que el Padre no estaba contento con Su sacrificio, Su sacrificio no fue eficaz, no fue exitoso, no funcionó, no expió nuestros pecados y por lo tanto, el Padre no lo exaltó y lo llevó a la gloria, porque Él no hizo lo que debía hacer.

Por otro lado, si Jesús fue resucitado de los muertos, llevado a la diestra de Dios, sentado en el trono de Dios a Su diestra, afirmado por Dios como habiendo cumplido de manera perfecta nuestra redención, entonces hay perdón de pecados. Entonces está concluido. Entonces Él, quien vino con el propósito expreso de morir para quitar la muerte y el pecado, cumplió Su propósito.

Él dice, fue hecho como Sus hermanos en todas las cosas para que Él se pudiera convertir en un sumo sacerdote, misericordioso y fiel en todas las cosas que pertenecen a Dios, para ser propiciación para los pecados de Su pueblo. Eso es Hebreos 2. Más adelante, dice en Hebreos que Él ha perfeccionado para siempre a aquellos que son santificados mediante la ofrenda de sí mismo, esto es Su sacrificio funcionó, nuestros pecados fueron cubiertos de manera total y el Padre lo afirmó en la resurrección.

En cuarto lugar, Jesús debe resucitar a los muertos para estar a la diestra de Dios intercediendo por nosotros. Su resurrección está ligada de manera inseparable a Su obra de intercesión conforme Él presenta sus peticiones a favor de los cristianos débiles, tentados e intercede por ellos delante del trono de la gracia. Juan dice en 1 Juan 2:1-2 ‘abogado tenemos para con el Padre quien siempre está rogando a nuestro favor’. Hebreos capítulo 4 y Hebreos capítulo 7 dice que tenemos un Sumo Sacerdote misericordioso, fiel, tentado en todo según nuestra semejanza pero sin pecado y Él vive para siempre para hacer intercesión por nosotros.

Él siempre está a la diestra de Dios. Satanás está acusándonos. Él está ahí defendiéndonos. Él es nuestro abogado, nuestro defensor. Si Él no resucitó de los muertos, Él no podría haber ascendido, y si Él no ascendió, nosotros no tendríamos defensor ahí, no tendríamos a nadie rogando por nosotros. Nosotros no tendríamos al Espíritu Santo en nosotros rogando a favor nuestro con gemidos indecibles porque Él no pudo regresar y enviar al Espíritu y no lo tenemos ahí tampoco abogando a nuestro favor.

La resurrección, por lo tanto es necesaria no sólo para el perdón de los pecados, sino por la intercesión perpetua, para que nunca seamos tentados más allá de lo que podamos enfrentar y para que siempre haya un camino de escape.

En quinto lugar, la resurrección es crucial para la entrega de los dones espirituales, para la entrega de los dones espirituales. ¿Qué son estos? Esas son capacidades divinas que el Espíritu de Dios le da a todo cristiano para que podamos servir a Dios. En Efesios, capítulo 4, dice que Cristo ascendió y después de que ascendió, “Él constituyó a algunos apóstoles y a algunos profetas y a otros evangelistas y a otros pastores maestros a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.”

Él regresó al cielo y después, comenzó a trabajar u operar a través de hombres dotados y dones espirituales para edificar Su Iglesia y para que su Iglesia fuera fuerte. “A cada uno de nosotros,” versículo 7, “fue dada la gracia de acuerdo a la medida del don de Cristo.” Y Él nos dio ese don cuando Él ascendió a lo alto, cuando Él llevó cautiva a la cautividad y dio dones a los hombres. Jesús, resucitado de los muertos, asciende al cielo, envía a dones espirituales de regreso, hombres dotados, para que podamos servir a Dios. Todo eso está basado en Su resurrección. Si Él no resucita, no asciende, Él no envía dones, ni al Espíritu capacitador.

En sexto lugar, la resurrección también concede poder espiritual; poder espiritual. Jesús dijo en Mateo 28:18: “toda potestad Me es dada en el cielo y en la tierra.” Después, en Hechos 1:8 Él dice “cuando venga el Espíritu se los estoy dando. Y ahora, pueden hacer mucho más abundantemente de lo que puedan pedir o entender según el poder que actúa en vosotros.” Ustedes tienen el poder, dice Efesios, que resucitó a Jesús de los muertos operando a través de ustedes. Jesucristo entonces, nos envía poder, el poder capacitador y la autoridad del Espíritu de Dios.

Le puedo dar un séptimo componente de la salvación de Dios y éste es: Jesucristo en Su resurrección nos ha dado una nueva posición de bendición, una nueva posición de bendición. En Efesios 1:3 dice que somos bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo. Cristo está en los lugares celestiales y debido a que Él está ahí, Él derrama toda bendición espiritual en nosotros. Efesios 2:7 dice que para siempre derramará las riquezas inescrutables de Su gracia y Su bondad hacia nosotros.” ¡Que bendición tan inmensa!

La salvación de Dios demandó vida eterna, la venida del Espíritu, el perdón de pecados, intercesión continua, el conceder dones espirituales, el conceder poder espiritual, el derramar bendición eterna y todo eso depende de la resurrección. Si Cristo no resucita, nada de eso sucede en absoluto.

La pregunta entonces no es qué prueba la resurrección, sino qué es lo que la resurrección prueba. Prueba que la Palabra de Dios es verdad. Prueba que el Hijo de Dios es deidad. Prueba que la salvación de Dios está completa.

En cuarto lugar, la resurrección prueba el establecimiento de la Iglesia de Dios. Nuestro Señor dijo que Él edificaría Su Iglesia. Se acuerda usted de estas palabras en Mateo 16, predicamos acerca de ellas hace unas semanas atrás. “Edificaré Mi Iglesia y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” ¿Qué son las puertas del Hades? Es una expresión judía que significa ¿qué? Muerte. Yo edificaré Mi Iglesia y la muerte no la va a detener, ni su muerte ni la mía. Jesús estaba diciendo ‘Yo voy a morir, pero voy a resucitar. La muerte no va a detenerme, edificaré mi Iglesia.’

Efesios 1:20 dice que Cristo fue resucitado de los muertos sentado a la diestra en los lugares celestiales por encima de todo dominio, autoridad, potestad, todo nombre es nombrado, no sólo en esta época sino en la época venir. Y Él ha colocado en sujeción todas las cosas bajo Sus pies y lo dio como cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es Su cuerpo, la plenitud de Él que lo llena todo en todo.

Cuando Él resucitó, Él se sentó, Él se volvió la cabeza de la Iglesia. La resurrección es esencial para el establecimiento de la Iglesia. Si no hay resurrección, no hay Iglesia. Cualquier persona que dice que pertenece a una Iglesia que no cree en la resurrección, no pertenece a una Iglesia. La verdadera Iglesia es la Iglesia de aquellos que han recibido vida a través de la resurrección de Jesucristo.

Juan Calvino escribió, y cito: “éste es el honor más alto de la Iglesia que hasta que Él esté unido a nosotros, el Hijo de Dios se considera a sí mismo de alguna manera imperfecto. Sin consolación es para nosotros el aprender que no es sino que estemos en Su presencia, es que Él posee todas Sus partes o Él quiere ser considerado como completo.” Fin de la cita.

En otras palabras, el Mesías mismo no está completo sin Su cuerpo. Él es una gran cabeza sin Su cuerpo. La Iglesia es lo que lo completa. Y esa Iglesia nació en la resurrección. Fue la resurrección lo que transformó a los apóstoles de ser cobardes y personas que dudaban, que estaban dispersas y eran temerosas y eran infieles en apóstoles que cambiaron el mundo. El pequeño grupo de discípulos calumniados y perseguidos creció hasta llenar Jerusalén con su enseñanza y pronto volteó de cabeza al mundo. Los judíos están reunían en el día de reposo durante siglos y milenios, de pronto se volvieron cristianos que se reunían en el domingo. El día de reposo ya no era el día, el domingo lo fue porque Jesús resucitó y la Iglesia ha marchado a lo largo del tiempo de manera triunfal en el poder de su Cristo resucitado.

Bill Gaither escribió, y cito, “Dios siempre ha tenido un pueblo. Muchas veces un conquistador necio ha cometido el error de pensar que debido a que él ha expulsado a la Iglesia de Jesucristo, la ha quitado de su vista, él ha callado su voz y ha quitado su vida. Pero Dios siempre ha tenido un pueblo. La corriente poderosa del torrente de un río no es disminuida porque se fuerce a ir por abajo de la tierra. El agua más pura es el arroyo que emana con agua cristalina a la luz del sol después de que ha peleado para poder salir en medio de la roca sólida.” Fin de la cita.

Ha habido charlatanes quienes como Simón el mago buscaron comerciar de manera abierta con ese poder que no puede ser comprado o vendido. Pero Dios siempre ha tenido un pueblo, hombres que no podían ser comprados y mujeres que estaban más allá de la compra. Y Dios siempre ha tenido un pueblo. Ha sido mal representado, su Iglesia, ridiculizada, ha sido objeto de escarnio. Estos seguidores de Jesucristo han sido escoltados al borde de la tumba, de acuerdo con los caprichos de los tiempos, elevados como líderes sagrados y martirizados como herejes. Sin embargo, en medio de todo esto, marcha este ejército poderoso de los mansos, el pueblo escogido de Dios que no podía ser comprado, asesinado, martirizado o callado.

A lo largo de las edades marcha la Iglesia, la Iglesia de Dios triunfal, viva, con bienestar. Y la Iglesia vive en la actualidad a pesar del ataque constante y la corrupción y el engaño. Vive porque es sustentada por poder de resurrección. La resurrección prueba, entonces, la veracidad de la Palabra de Dios, la deidad del Hijo de Dios, la conclusión de la salvación de Dios, el establecimiento de la Iglesia de Dios.

En quinto lugar, y tristemente, la resurrección prueba la inevitabilidad del juicio de Dios, la inevitabilidad del juicio de Dios. Cuando nuestro Señor vino al mundo la primera vez, Él fue objeto de burla, y escarnio, odio, varón de dolores, experimentado en quebranto, Él fue humillado. Él permitió que lo trataran de una manera tan terrible. La gente dijo que Él era del infierno. Lo golpearon, le escupieron, le metieron una corona de espinas en Su cabeza, le clavaron clavos en Sus manos y pies, metieron una lanza en Su costado, lo desplegaron desnudo como un objeto de burla. Pero esa no es la última escena que el mundo tendrá de Jesús.

Él resucitó de los muertos para ser su juez. Lo ejecutaron como a un criminal. Y Él regresará como su juez. Escuche Juan 8, un testimonio muy, muy poderoso. Él le dice a los judíos que lo han rechazado, versículo 26, “tengo muchas cosas que hablar y juzgar acerca de vosotros.” Esto no se ha acabado, Él dijo. De regreso en el versículo 21, Él dijo “porque no me conocen, en vuestros pecados moriréis, porque a donde Yo voy vosotros no podéis venir.” Tengo más cosas que decirles, dice Él y juzgar acerca de vosotros.

De regreso en Juan 5:22, Él habla de manera específica acerca de ese juicio. Él dice en el versículo 22: “todo juicio es dado al Hijo. Dios lo ha hecho el juez y le ha dado a Él todo el juicio.” Versículo 21, “así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así el Hijo también da vida a quien Él quiere. Y entonces, ni siquiera el Padre juzga a nadie sino que al Hijo ha dado todo juicio.” Ahí en el versículo 25: “de cierto, de cierto os digo que la hora viene y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del hijo de Dios y los que oyen vivirán. Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así dio al Hijo el tener vida en sí mismo y le dio autoridad para ejecutar juicio.”

¿Qué tipo de juicio? Versículo 28, “algún día las tumbas van a oír Su voz, van a salir, y los que hicieron buenas obras a la resurrección de vida y los que cometieron obras malas a una resurrección de juicio.” No puedo hacer nada por mí mismo. El versículo 30, “como Yo oigo, Yo juzgo. Y Mi juicio es justo.” Él regresa como un juez justo. Él va a regresar como juez, ejecutor.

Y Dios ha certificado de eso. Él fue matado como un criminal. Él regresará como un juez resucitado. Escuche Hechos 10:42, de hecho comienza en el versículo 40. “Dios lo resucitó al tercer día, después de haber sido colgado en una cruz,”: versículo 39. “Dios lo resucitó al tercer día, y concedió que Él fuera visible no a todo el pueblo, sino a los testigos que fueron escogidos de antemano por Dios, estos es a nosotros que comimos y bebimos con Él después de que Él resucitó de los muertos.”

¿Por qué le apareció a los apóstoles? Versículos 42: “y Él nos ordenó a predicarle al pueblo y testificar de manera solemne que Este es aquel que ha sido designado por Dios como juez de los vivos y los muertos.” Él regresará como un juez designado por Dios. En Hechos, capítulo 17, Pablo estaba predicando en el areópago conocido como el monte Marte en Atenas y Pablo dice en el versículo 30 de ese sermón que Dios de manera paciente “ha pasado por alto los tiempos de la ignorancia del hombre, pero ahora está mandando a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan, Hechos 17:31, porque ha determinado un día, el día del Señor en el cual Él juzgará al mundo en justicia a través del varón que Él ha designado. ¿Y cómo es que Él probó que Cristo era el hombre? “Al resucitarlo de los muertos,” dice Pablo.

La resurrección, entonces, es el acto mediante el cual el padre designa a Cristo como juez. Ahora, usted puede ver cuántas realidades tan importantes de la fe cristiana nos son abiertas en la resurrección de Cristo. Él es resucitado no sólo para nuestra justificación, los que creemos, sino para la condenación de aquellos que no creen. Y el Padre dio testimonio de Él como Salvador, como Hijo y como juez mediante Su resurrección de los muertos.

Estoy pensando en Romanos 14:9, el cual dice: “Cristo murió y volvió a vivir para que pueda ser Señor tanto de los muertos como de los vivos.” Y luego en el siguiente versículo dice: “todos tenemos que estar ante el tribunal de Dios.” Él no sólo es el juez del incrédulo, Él es el juez de los creyentes. Todos debemos estar ante el tribunal de Cristo, Pablo dice en 2 Corintios capítulo 5, y Él estará ahí para probar nuestras obras, para ver si son madera, heno y hojarasca u oro, plata y piedras preciosas.

El Señor Jesucristo resucitado de los muertos prueba la veracidad de la Palabra de Dios, la deidad del hijo de Dios, la conclusión de la salvación de Dios, el establecimiento de la Iglesia de Dios, la inevitabilidad del juicio de Dios y un último punto: La bendición eterna del pueblo de Dios.

Su resurrección es la garantía de nuestro cielo eterno. Escuche estas palabras tan conocidas y maravillosas. Jesús, hablando en Juan 14, “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en Mí. En la casa de Mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, Yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis. 

Ahí Jesús estaba prediciendo Su resurrección. Él va camino a la muerte. Pero Él dice: “voy a atravesar la muerte para llegar a la casa del Padre para preparar un lugar para ustedes y regresaré para venir por ustedes.” Si no hay resurrección, no hay lugar preparado para nosotros. Si no hay lugar preparado para nosotros, no hay cielo para nosotros. Todo depende de la resurrección.

Nuevamente, vuelvo a decir lo que dije al principio. El verdadero asunto no es si usted puede probar la resurrección. El verdadero asunto es qué prueba la resurrección. Usted quita la resurrección y usted ha sacado el alma de la fe cristiana y usted no tiene al cristianismo sin la resurrección. Todo el plan completo redentor de Dios depende de esta realidad clave. Y esto nos trae nosotros, ¿no es cierto? Todo el plan redentor de Dios en Su totalidad concluida a través de la resurrección de Jesucristo va a significar para usted el cielo o va a significar para usted el infierno.

Él va a regresar para o llevarlo al lugar que ha preparado para usted o Él va a regresar para enviarlo al lugar que Él ha preparado para enviar al diablo y a sus ángeles. Él va a regresar o para congregarlo y llevarlo a Su cielo o para enviarlo al infierno está fuera de Su presencia para siempre. Él va a regresar para derramar sobre usted bendición eterna o castigo eterno.

Usted va a resucitar de los muertos algún día a la resurrección de la vida en Su presencia o la resurrección de condenación fuera de Su presencia. Toda la realidades del Evangelio dependen de Su resurrección y Su eternidad, la eternidad de usted está en juego. Usted puede tomar una decisión. No me parece que sea una gran decisión que considerar. Escoger el cielo, el perdón, la bendición, el gozo, satisfacción, en Su presencia; o condenación, castigo, infierno para siempre fuera de Su presencia. Pero esa es la alternativa.

Este es día de resurrección. El día en el que celebramos la resurrección de Cristo y el día en el que debemos celebrar Su resurrección en Cristo. Ore conmigo.

Padre nuestro, al llevar a este servicio a su conclusión, estamos muy conscientes del hecho de que éste no es simplemente un mensaje. Este es un mandato. Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo. El Evangelio es un mandato. Cuando el Padre dijo “este es mi hijo amado, a Él oíd.” Ese fue un mandato. O lo obedecemos y respondemos en fe en Cristo, le entregamos nuestras vidas, le pedimos que nos salve de nuestros pecados y nos lleve al cielo, o lo rechazamos y desobedecemos y se nos designa un lugar con los condenados y los impíos.

Padre, oro porque Tu Espíritu Santo lleve a cabo Su obra en toda vida, todo corazón, toda mente, para que nadie pueda evadir este mensaje, esta verdad. Esto no es simplemente algo que puede ser ignorado, tratado con indiferencia. El destino eterno depende del asunto de que voy a entregar mi vida al que resucitó para ser mi Salvador o lo rechazaré y lo enfrentaré como mi juez.

Señor, oro porque todos en el mundo en el día de hoy, conforme la resurrección está siendo predicada, el cielo se esté regocijando porque muchos se volverán de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz, del infierno al cielo, de la desesperanza a la esperanza, del pecado a la justicia. Lleva a cabo tu obra en todo corazón y para la gloria de Cristo lo pedimos, amén.

 

 

 

 

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