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Espero que todos nosotros, al oír lo que oiremos esta noche de la Palabra de Dios, determinará nuestro evangelismo futuro, y el testimonio para el evangelio en torno a estas verdades. Si pudiera titular lo que quiero decirle en esta noche lo titularía: “Honestidad del Evangelio. Honestidad del Evangelio.” Y al decir eso estoy reconociéndoles que yo creo que hay deshonestidad al predicar el mensaje completo del evangelio.

Entonces, quiero que hablemos de honestidad en el evangelio. El ministerio del evangelio, el evangelismo, demanda honestidad. Demanda que le digamos a los pecadores toda la verdad, no parte de ella, sino toda. Y este tipo de honestidad del evangelio es el único ministerio aceptable en lo que ha nuestro Señor concierne. Cualquier cosa menos que esto, se queda corto de nuestro llamado. Y la verdad es, honestamente, que el evangelio es tanto glorioso como peligroso. Es eternamente enriquecedor, y es eternamente destructivo. El evangelio tiene el poder de multiplicar los gozos de manera eterna, y de multiplicar las tristezas de manera eterna.

El evangelio va a incrementar el placer puro para siempre, o va a incrementar el dolor puro para siempre. Después de oír el evangelio, con una medida de entendimiento, ningún pecador es el mismo. No, no en el tiempo, y ciertamente no en la eternidad. El exponer a los pecadores al evangelio los hace mejores, o los hace peores, no los deja igual. Ninguna persona que entiende el evangelio y sus demandas y sus mandatos se queda igual, en el tiempo o en la eternidad. Esta verdad es presentada para nosotros en 2 Corintios capítulo 2, por el apóstol Pablo. Él dice, en el versículo 14: “Más a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y aquellos, olor de vida para vida.”

En otras palabras, predicar el evangelio multiplica la muerte, como multiplica también la vida. Nadie se queda igual. En el libro de Hebreos, las palabras conocidas del capítulo 10, las conocemos todos muy bien. “Porque si pecaremos voluntariamente, después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio.” Rechace el evangelio, siga pecando deliberadamente después de recibir el conocimiento de la verdad del evangelio, y lo que usted debe esperar es “un juicio aterrador, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. !!!Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” Si usted ha oído el evangelio y rechaza el evangelio, usted tendrá un castigo más severo.

Entonces, el evangelio no deja a nadie igual. O usted es mejor o peor, no igual. Nuestro Señor se dirige a esto en Mateo 11. Entonces, permítame pedirle que abra su Biblia en Mateo capítulo 11. Y quiero que sigamos su pensamiento comenzando en el versículo 15, Mateo 11:15. “El que tiene oídos para oír, oiga.” Este es un llamado a escuchar. Este es un llamado a estar alerta. No es el único lugar en dónde ese llamado es dado. Capítulo 13: “El que tiene oídos para oír, oiga,” versículo 9. Capítulo 13: “El que tiene oídos para oír, oiga,” versículo 43. Y aparece muchas veces como recordaremos en Apocalipsis 2 y 3. Es un llamado a la seriedad de lo que está a punto de ser dicho. Y si somos aquellos que predicamos el evangelio, y somos los que somos responsables de traer a la gente de las naciones a Cristo, necesitamos saber lo que nuestro Señor espera de nosotros, conforme entramos en esta tarea. “Escuchen esto,” eso es lo que nuestro Señor está diciendo. 

Ahora, nuestro Señor fue un misionero, el Misionero consumado. Él tuvo un corazón por los perdidos, Él lloró por ellos. Él les trajo la verdad, Él les ofreció el evangelio de salvación. Él lo hizo con amor, con pasión, ternura y bondad. Él les dijo que creyeran la Escritura. Él les dijo que creyeran en los profetas, Él les dijo que creyeran en Juan el Bautista, quien había dicho de él: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.” Y les dijo que creyeran en Él. No solo en el Antiguo Testamento, no solo en los profetas, no solo en Juan el Bautista, sino creer en Sus palabras acerca de Sí mismo. Los diez capítulos anteriores de Mateo proveen revelación que nos dicen de manera clara quien era Él: el Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, el Mesías, el Rey, el único Salvador, el único Redentor.

Diez capítulos son presentados por Mateo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, para presentar con claridad quien es Jesucristo. Y hay un crescendo al final de ese décimo capítulo, en dónde él dice: Deben recibirme.” Versículo 32 del capítulo 10: “Todo aquel que me confesare delante de los hombres, también lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.” Después de diez capítulos de revelación acerca de Su identidad, Él llama a una confesión abierta como la que oímos esta noche en el bautismo. Después Él advierte: “Todo aquel que me negare delante de los hombres, también lo negaré delante de mi Padre.”

Y presenta la realidad de que hay un precio que pagar por esto, porque habrá división en una familia. “Él no vino a traer paz, Él vino a traer una espada, a poner a un hombre contra su padre, y una hija contra su madre, una nuera contra su suegra, y los enemigos del hombre serán los miembros de su casa.” Y después él dijo: “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí. Y el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí. Y el que no toma su cruz y viene en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida la perderá, y el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.”

Entonces, este es el llamado al final de los diez capítulos a abrazarlo. Abrazarlo, incluso si le cuesta a usted todo, todas sus relaciones, y toda su vida. Conforme llegamos a los capítulos 11 y 12, encontramos registrada las respuestas a estos diez capítulos de apertura. Veremos, si leyéramos a lo largo de los capítulos 11 y 12, e incluso en el capítulo 13, que hubieron varias respuestas. Al principio del capítulo 11, una respuesta es la duda. Otra respuesta, en la primera parte del capítulo 11 es confusión o perplejidad. Y cuando usted llega al capítulo 12, encontramos que hay unas cuantas respuestas más: asombro superficial, una especie de fascinación con los milagros, el rechazo, lo cual progresa incluso hasta llegar a la blasfemia.

Pero en nuestro pasaje, comenzando en el versículo 16, encontramos la forma de incredulidad más común. Supongo que podríamos tan solo resumirlo al decir que es una especie de indiferencia o falta de interés cínica. Después de todo lo que ha sido revelado acerca de nuestro Señor, todo lo que Él mismo ha presentado para el pueblo de Israel, había duda y había perplejidad y había asombro y había fascinación, pero al final esa nación lo rechazó y lo blasfemó y pidió su muerte. Pero para la mayoría de la gente, no hubo ese tipo de odio blasfemo, vicioso, en contra de Jesús que se manifestó en Jerusalén cuando Él fue llevado a la cruz. La forma más común de incredulidad es simplemente una falta de interés, indiferencia.

Y nuestro Señor presenta eso de manera clara comenzando en el versículo 16, de una manera rabínica tradicional, Él habla en figuras de dicción. “Mas, ¿a qué compararé esta generación?” Esta es la forma más común de enseñanza rabínica, la forma de enseñanza más común en toda la literatura judía, metáfora, símil, ilustración, en este caso podríamos llamarlo incluso una parábola. Y entonces, nuestro Señor inventa una historia como lo hace con tanta frecuencia. ¿A qué compararé esta generación? ¿Qué describe mejor esta generación? Bueno, Él dice: Semejante a los muchachos que se sientan en las plazas y dan voces a sus compañeros, diciendo: Os tocamos flauta, y no bailasteis, os endechamos y no lamentasteis.”

Él dice: Esta generación es como niños. Niños que están ahí en la plaza abierta. Esa sería la plaza en el centro de toda pequeña aldea y ciudad, en dónde varios bienes eran vendidos en diferentes tiempos durante la semana. Pero para el resto del tiempo era como el parque de la ciudad y era el lugar de juego para los niños que vivían ahí. Es el agora, como un parque público, abierto a todo mundo cuando está vacío. Y Jesús ve este espacio abierto en dónde niños pequeños están jugando juegos, y los juegos inevitablemente reflejan los juegos de los adultos, ¿no es cierto? o los acontecimientos adultos, o los acontecimientos significativos sociales de los adultos.

Entonces, estos niños están jugando juegos que realmente están diseñados para seguir los dos acontecimientos más dramáticos en toda la vida social: un funeral y una boda. Los niños están jugando al funeral, y están jugando a la boda. Alguien es el cuerpo muerto, algunas personas son los que lloran, algunas personas podrían ser los que llevan ese cuerpo, quizás algunos están llorando y están jugando al funeral. Y también están jugando a la boda, y alguien es la novia y alguien es el novio, y alguien es el hombre de honor y alguien quien es la dama de honor, y todo mundo tiene un lugar que jugar. La boda es un juego feliz, y entonces, leemos que, “Os tocamos flauta y no bailasteis.” El juego de la boda llamaba una flauta, un instrumento musical debido al gozo y llamaba a baile. También jugaban el juego del funeral y ese llamaba a duelo y tristeza, pero no siguieron eso, “no lamentasteis.”

En ambos casos lo que vemos es indiferencia obstinada. Por cierto, esta es la única referencia bíblica a juegos de niños. Pero esto tiene la intención de ilustrar la perversidad obstinada de la naturaleza pecaminosa humana. No es que son hostiles, no es que son agresivos, es que no quieren jugar. ¿Cómo es que Él está aplicando esto? Versículos 18 y 19, “Porque vino Juan, que no comía ni bebía,” él vino en modo funeral, “y dicen: Demonio tiene. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe,” Él vino en modo boda, “y dicen: He aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.”

Estos son niños caprichosos. Jesús vino a manera de boda, Juan vino a manera de funeral. Piense en eso en el versículo 18, Juan vino y no comía ni bebía, él virtualmente no tuvo interacción con la sociedad. Sabemos lo que lo caracterizó, usted puede regresar al capítulo 3 y leerlo, él comía langostas y miel silvestre y él vivía en medio de la nada en el desierto, sin vida social, aislado. Y su mensaje fue el arrepentimiento, fue un mensaje de condenación. Arrepiéntanse o mueran, él dice cosas como: “Quien les advirtió que huyeran de la ira venidera.” Y nuestro Señor dijo: “No quisieron entrar en el juego de Juan, no quisieron ser parte de eso. Más bien dijeron de él, demonio tiene. Él está poseído por demonios, él está loco, es un caso mental.”

Entonces, en lugar de arrepentimiento hubo ridículo. Por otro lado, Jesús fue exactamente lo opuesto, Él no vivió en el desierto. Él fue de aldea a aldea, a aldea, Él pasó Su niñez entera hasta que se volvió un adulto y comenzó Su ministerio público en la ciudad de Nazaret, sentándose en la mesa diariamente, cada día de Su vida con la familia y la comunidad. Lo encontramos comiendo muchas veces en muchos lugares con muchos grupos diferentes de personas. Él está en medio de todo, porque es un tiempo de gozo. Su mensaje toca la nota de arrepentimiento, pero es mucho más que eso, el Mesías está aquí, es tiempo de gozo.

Regrese dos capítulos al capítulo 9, y versículo 14. Los discípulos de Juan, quien está en modo funeral, vinieron a los discípulos de Jesús y a Jesús y le preguntaron: “¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces y tus discípulos no ayunan? Si tu mensaje constantemente es arrepentimiento y condenación estás en un modo triste, y el ayuno le pertenece a eso. Jesús respondió en el versículo 15: “¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto, entre tanto que el esposo está con ellos? Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.”

Este es tiempo de boda, este es tiempo de celebración. Este es el tiempo para la vida y el gozo. Pero, ¿qué dijeron de Él? El versículo 19 dice: “He aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.” Rechazaron a Juan el Bautista y a su mensaje de arrepentimiento, rechazaron a Jesús y Su mensaje de salvación, del Reino. Rechazaron el arrepentimiento y rechazaron la fe en el Hijo de Dios.  

Entonces, básicamente hacen lo que los pecadores siempre hacen, crean una excusa para su indiferencia, para su apatía, para su indiferencia, una que los justifica. Son demasiados justos como para agacharse, para aceptar el mensaje de Juan el Bautista; él está poseído por demonios. Y también son demasiado justos como para escuchar a este hombre llamado Jesús, porque Él es pecaminoso, Él es comilón y borracho, y amigos de publicanos y de pecadores. Esto en cierta manera es la respuesta común a Jesús, Él no llega a mis estándares.

La respuesta inmediata de nuestro Señor es axiomática, es un truismo, es una realidad auto-evidente, Él dice al final del versículo 19: “Pero la sabiduría es justificada por sus hijos.” O como dice en Lucas 7:35, “La sabiduría es justificada por sus hijos.” ¿Qué significa eso? Lo que significa es que la sabiduría verdadera se manifestará en lo produce. La sabiduría humana corrupta produce obras corruptas, tales como las acusaciones falsas mismas de la gente en contra de Juan y Jesús. Pero, por otro lado, la sabiduría verdadera de lo alto, la sabiduría que Juan estaba predicando, y que Jesús estaba predicando, produjo personas justas que se arrepienten y creen. Y la sabiduría, de esta manera es justificada.

En Santiago, capítulo 3, esto es presentado con más detalle, versículo 3: ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre.” Si usted es verdaderamente sabio, si usted ha recibido sabiduría se manifestará en sus obras. “Pero si tenéis celos amargos, y contención en vuestro corazón, no os jactéis ni mintáis contra la verdad, porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque dónde hay celos y contención, ahí hay perturbación y toda obra perversa, pero la sabiduría que es de lo alto, es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía, y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.”

La sabiduría se manifiesta en sus hijos, los hijos son virtudes. La sabiduría se manifiesta en obras, actos virtuosos. La sabiduría divina será justificada, el veredicto definitivo sobre el evangelio, escuche, el veredicto definitivo sobre el evangelio no se hace por sus enemigos, por los que lo rechazan, el veredicto definitivo acerca del evangelio es hecho por aquellos que lo reciben y demuestran su veracidad en su arrepentimiento en su fe, y en el fruto de esas cosas. Los pecadores impenitentes, incrédulos, que creen que son buenos por sí mismos, crean razones para rechazar. Incluso se burlan del evangelio como los niños caprichosos que no quieren unirse al juego.

Ahora, cuando ese mensaje es rechazado, cuando ese mensaje es rechazado como lo es la mayoría del tiempo, todos sabemos eso, ¿qué hizo nuestro Señor? Cuándo el mensaje del arrepentimiento y la fe fue rechazado, que hizo Él, ¿fue esa una excepción para Él? ¿cómo es que Él enfrentó eso? Le voy a decir lo que Él no hizo, Él no cambió el mensaje. Y Él no cambió el método, Él simplemente pronunció juicio devastador. De hecho, en este incidente mismo hay un punto de quiebre significativo, una línea es trazada aquí. Hay un cambio enorme en el ministerio de Jesús en este punto mismo. Desde el comienzo del evangelio de Mateo hasta el versículo 19, ha habido gentileza y compasión, pero comenzando en el versículo 20 todo cambia. Entonces, comenzó a reconvenir. Esto se demanda por honestidad del evangelio. Este incidente mismo da lugar a un nuevo enfoque, una nueva dirección en el ministerio de nuestro Señor.

Entonces comenzó a reconvenir. Algunos los traducirían a denunciar. Es un término muy, muy fuerte para enojo santo que trae juicio. Aquí es en dónde esa compasión a la que estábamos tan acostumbrados a ver, es reemplazada por la furia. Y el objetivo, él comenzó a reconvenir en las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, las ciudades en las que la mayoría o muchos de sus dunamis, o actos de poder, fueron hechos. No son los edificios, sino son las instituciones de las ciudades, es la gente.

Entonces, esta es una denuncia divina de las personas que fueron expuestos a Él y a Su poder, porque el versículo 20 dice: “No se habían arrepentido.” No se habían arrepentido y obviamente no creyeron. Al que mucho se le haya dado, mucho se le demandará. La cantidad de estar expuesto al Señor y al evangelio, a la verdad divina, agrava su culpabilidad. Era lo que estaba diciendo antes, nadie jamás se queda igual. Si usted rechaza el evangelio, se agrava la culpabilidad, el castigo se incrementa. Y si usted rechaza continuamente al Salvador y al evangelio, día tras día, tras día, tras día, mes, tras mes, tras mes, es exponencial el nivel de gravedad. Mayor el conocimiento de la realidad de Cristo y Sus palabras y Sus obras, mayor la culpabilidad, y entre mayor la culpabilidad mayor el castigo.

Entonces, leemos en el versículo 21 “!!Ay de ti, Corazín!” Esa es una palabra para condenación, maldición, ira. “!!Ay de ti, Betsaida!” Dos ciudades cuyos habitantes habían sido expuestos al evangelio, habían sido expuestos al evangelio, una y otra, y otra, y otra vez. Las palabras de nuestro Señor aquí deberían haberlos aterrado, como las palabras de Jonás aterraron a Nínive, de tal manera que la ciudad entera se arrepintió. Pero estas personas no se arrepienten, y entonces se pronuncia condenación sobre ellas. “!!Ay de ti, Corazín! !!Ay de ti Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. Por tanto, os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras.”

Él pronuncia maldiciones sobre Corazín a más de dos, tres kilómetros al norte de Capernaum, hoy día está extinta. Él pronuncia una maldición sobre Betsaida, también un poco al noroeste de Capernaum, el hogar de Felipe y Andrés y Pedro. Esta área es Galilea, esta área realmente apenas está muy cerca de Capernaum, lo cual realmente para gran parte del ministerio galileo de nuestro Señor era la base, vieron muchos milagros. Juan, al final de su evangelio en el capítulo 20, de nuevo en el capítulo 21, versículo 25, dice que Él hizo tantos milagros que ni siquiera podían escribirlos todos. Estas son poblaciones de personas muy afortunadas. Y nuestro Señor dice: “Si los milagros que vieron hubieran ocurrido en Tiro y en Sidón, se habrían arrepentido mucho tiempo atrás en cilicio y en ceniza.”

El cilicio y la ceniza son símbolos de humillación y tristeza y lloro, y arrepentimiento. Corazín y Betsaida van a ser juzgadas con mayor severidad porque estuvieron más expuestas al Hijo de Dios. El privilegio trae responsabilidad, el privilegio incrementado trae responsabilidad incrementada. Lo que estaba pasando en Corazín y en Betsaida era que el mensaje de Cristo estaba produciendo muerte para muerte, para muerte, para muerte, grados multiplicados de castigo en el infierno. Esa es la razón por la que el versículo 22 dice: “Será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras.” Tiro y Sidón nunca oyeron el evangelio.

Usted podría pensar que debido a que estas dos ciudades oyeron el evangelio, esa era una ventaja. No. Simplemente lo opuesto. Tiro y Sidón eran idolatras, estaban llenas de adoración a Baal, inmoralidad, impiedad, soberbia. Eran dignas de juicio y condenación divino. Usted puede leer de esto en Ezequiel 26 al 28, Isaías 23, y profetas como Amós y Joel y Jeremías pronunciaron juicio contra esas dos ciudades de la costa, Tiro y Sidón. No habían sido totalmente destruidas porque en Mateo 15:21 dice que Jesús las visitó. Pero nuestro Señor dice: “Si los milagros que habían sido hechos en Corazín y Betsaida hubieran sido hechos ahí, se habrían arrepentido.

Entonces Corazín y Betsaida, a las que se les concedió mucho más privilegio que su rechazo, recibieron mucho más castigo. Y eso quiere decir que hay grados de castigo en el infierno. Después en los versículos 23 y 24, Él añade una segunda ilustración, “Y tú Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida.” Hades o infierno, “porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habrían permanecido hasta el día de hoy. Por tanto, os digo que, en el día del juicio, será más tolerable para la tierra de Sodoma que para ti.

¿Qué es peor, ser un sodomita, tratar de violar ángeles o ser un judío religioso en Capernaum rechazando a Jesucristo? El infierno está más caliente para el judío religioso que rechazó a Jesucristo, que lo es para un sodomita que trató de violar ángeles; porque el juicio está conectado a cuanta revelación ha recibido usted. Capernaum excedió a Corazín y a Betsaida en privilegio. Hubieron más de los milagros de nuestro Señor hechos en Capernaum, incluso que en esas otras dos ciudades. Sodoma excedió a Tiro y a Sidón en impiedad. Tiro y Sidón eran impías, pero todavía existen incluso en la actualidad, o lo que queda de ellas, existían en el tiempo de nuestro Señor.

No fue el caso con Sodoma, Dios sepultó a Sodoma bajo fuego y azufre, por su perversión homosexual. En el juicio será peor para la gente en Capernaum que vio a Jesús, oyó a Jesús fue testigo de los milagros y lo rechazaron, de lo que será para los habitantes de Sodoma. Esto es honestidad del evangelio. Esto es honestidad en el evangelio. Esto no es de lo que la gente habla incluso gente cristiana cuando presenta a Cristo, evitan esto. Pero esto es honestidad en el evangelio, de cuanto más severo será el castigo para aquel que pisa la sangre del pacto, que rechaza la cruz.

No hay evidencia de que estas ciudades ridiculizaron a Jesús, simplemente fueron impenitentes, simplemente fueron incrédulos, fueron indiferentes. Oh sí, estaban asombrados por su enseñanza, estaban asombrados por sus milagros, estaban impresionados por sus obras y sus palabras. Fueron religiosos, fueron respetables, creían que eran justos en sí mismos, pero no fueron conmovidos; personas respetables, personas respetables religiosas, expuestas a la verdad de Jesucristo y al evangelio, recibirán el castigo más severo en el infierno. Eso es honestidad en el evangelio. Será peor para ellos que para los sodomitas.   

Entonces la honestidad del evangelio hasta este punto demanda una advertencia contundente, ¿no es cierto? Demanda una advertencia contundente. Sí, demanda un ruego compasivo, y el ruego compasivo estuvo ahí en los versículos 16 al 19 y la advertencia contundente estuvo ahí en los versículos 20 al 24, hay algo más que viene a continuación en la honestidad del evangelio; está en el versículo 25, llamémosla una doctrina con confianza, una doctrina de confianza. ¿Acaso Jesús estaban triste por esta incredulidad? Claro. ¿Lloró por ella? Claro. ¿Estaba decepcionado? Claro. ¿Se sintió como Isaías, hasta cuando oh Jehová, haré esto y rechazarán? Claro.

Pero observe el versículo 25, “En aquel tiempo respondiendo Jesús dijo: “Te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra.” Ahora, espera un minuto, ¿es esa la respuesta al rechazo del evangelio, que habríamos esperado? ¿Es eso lo que esperaríamos? ¿Así es cuando usted responde cuándo usted es confrontado por la indiferencia? ¿Usted alaba a Dios inmediatamente, dice usted, te alabo Padre Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y los entendidos y la revelaste a los niños? ¿Qué está diciendo nuestro Señor aquí? Él está diciendo esto, que puedo alabar al Padre, aun cuando el evangelio es rechazado y multiplica el juicio porque la salvación es de manera total un acto de Dios. Esta es la confianza gloriosa del Hijo en la soberanía del Padre. ¡Te alabo Padre!

Yo sé, en el ministerio usted se desanima, y usted está esforzándose por hablarle a la gente del evangelio y usted se desanima. Si usted va a ser honesto en el evangelio, usted les va a decir: “Mira, ahora estás en más problemas de lo que estabas antes de que oyeras esto, y cada vez que lo vuelves a oír y lo rechazas, estás multiplicando tu castigo eterno.” Dándose cuenta del horror de eso, usted también puede volverse inmediatamente a la adoración y decir te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque tú escondiste estas cosas de los sabios y los entendidos, y la revelaste a los niños.

Ese versículo comienza en aquel tiempo, ahí a la mitad de esa realidad, en el momento mismo cuando Jesús estaba enfrentando esta respuesta típica de los pecadores, sin arrepentimiento, sin fe, típico de la nación de Israel, típico del mundo, Él no está derrotado, Él no está desanimado, Él tiene confianza porque la salvación está en el propósito y el plan del Padre. ¡Te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra! Y no es más bien obvio que si usted es el Señor del cielo y de la tierra, usted está a cargo. Si usted es el Creador Soberano, Sustentador, Gobernante, y Consumador de todo lo que existe, usted está a cargo.

La alabanza es la respuesta de nuestro Señor Jesús cuando el evangelio es rechazado. Él ha hecho todo lo que puede hacer. Él ha presentado un ofrecimiento de gracia, no quisieron jugar, entonces Él pronunció condenación sobre ellos. Si la gracia y la misericordia y el amor de la invitación del evangelio no movió sus corazones para que vinieran a Él, y la amenaza de la culpabilidad incrementada y el castigo eterno no movió sus corazones, Él todavía puede alabar a Dios. Que Dios ha escondido estas cosas de los sabios y los entendidos, y las reveló a nēpios, bebés que están alimentándose del pecho, aquellos que están indefensos.

Esto se oye muy parecido a lo que Pablo estaba diciendo en 1 Corintios 1, cuando dice en el versículo 18 que: “La palabra de la cruz es locura para los que se pierden, pero, para los que se salvan es poder de Dios.” Y después ahí abajo en el versículo 26, él dice: “Porque mirad vuestra vocación hermanos, que no hay muchos sabios conforme a la carne,” no los sabios e inteligentes – “no muchos poderosos, no muchos nobles,” y después esto, ¿por qué? “porque Dios ha escogido lo necio del mundo para avergonzar a lo sabio, y Dios ha escogido lo débil del mundo para avergonzar a lo fuerte, y las cosas bajas del mundo y lo menospreciado Dios ha escogido, las cosas que no son, para que él pueda anular las cosas que son, para que nadie se jacte delante de Dios. Más por él estáis vosotros en Cristo Jesús, quien nos ha sido hecho por Dios, sabiduría y justicia y santificación y redención para que como está escrito, el que se gloría, gloríese en el Señor.”

No son los sabios y los inteligentes que creen, son los que Dios ha escogido. ¿Por qué? ¿Por qué es que Dios le reveló esto solo a aquellos a los que Él escogió? Versículo 26, “Sí Padre, porque así te agradó.” Así te agradó. ¿Por qué es que le agradó a Dios escoger a personas para la salvación? Efesios 1, “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo quien nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él desde antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados como hijos suyos mediante Jesucristo para sí mismo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia.”

¿Por qué escogió? Por causa de Su gloria. “Te alabo Padre porque esto te agradó, porque te dio toda la gloria.” Toda la gloria para el Padre. Y después él añade en el versículo 27, “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre.” Jesús dijo en Juan 6, “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere.” Toda persona que viene a salvación es un regalo de amor del Padre para el Hijo, escogido desde antes de la fundación del mundo, con su nombre escrito en el libro de la vida, atraído por el Padre y dado al Hijo. “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre; ni al Padre conoce alguno sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.” Escuche esto, “Y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.” El Padre salva a quien Él quiere, y el Hijo en acuerdo perfecto con el Padre lo revela a quien Él quiere.

Incluso, a la mitad de su ministerio, en dónde usted entrega su corazón a los pecadores, y ejerce honestidad en el evangelio, habla de la necesidad de arrepentirse y creer. Y cuando rechazan eso y usted les advierte del juicio inevitable y el incremento de ese juicio, entre más saben más rechazan, y todavía son indiferentes, todavía no tienen interés, usted se vuelve a esta realidad de confianza, de que todos aquellos a quienes el Padre ha escogido vendrán. Serán regalos de amor del Padre para el Hijo, el Hijo lo recibirá, el Hijo los guardará (Juan 6), Él no perderá ninguno, Él los va a resucitar a todos en el día postrero. La salvación, el arrepentimiento y la fe en el evangelio depende de manera total de la voluntad y el propósito y el plan del Padre y la obra y voluntad del Hijo.

Martin Lutero dijo: “Aquí el fondo se cae en todo el mérito, todas las facultades y las capacidades de la razón, o el libre albedrío del que sueñan los hombres, y no cuenta para nada delante de Dios. Él debe hacer todo.” Esa es la razón por la que siempre triunfamos, ¿verdad? Pero observe esta parte final, aquí en el capítulo 11, con entendimiento firme, perfecto, de la doctrina de la soberanía divina, solo como el Señor mismo lo querría, con un entendimiento verdadero de la salvación de los escogidos. El Señor hace algo sorprendente, Él da una invitación final, y observe lo que dice en el versículo 28: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.”

¿Cómo podría Él decir eso? Pero Él lo dice sin vacilación en absoluto, sin aclaración, sin explicación, sin temor a contradecirse como si hubiera algún tipo de antipatía entre la elección soberana y la responsabilidad humana, el Señor presenta una invitación. La honestidad del evangelio hace un ruego de misericordia de gracia, la honestidad del evangelio pronuncia juicio severo multiplicado sobre los que rechazan, la honestidad del evangelio descansa consolada en la soberanía divina de Dios. Pero en la honestidad del evangelio también hace un ofrecimiento abierto. No sabemos quiénes son los elegidos.

Entonces nuestro Señor dice: “Venid a mí, todos.” Su entendimiento perfecto de la elección soberana no refrenó el ofrecimiento. “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os daré descanso.” Pero, ¿a quién vino ese ofrecimiento? Por favor observe: a todos los que están trabajados y cargados. Todos los que están trabajados y cargados. Ellos son los que responderán. Aplastados bajo la carga de la ley, aplastados bajo el peso del pecado, sepultados bajo la culpabilidad y el temor sin alivio, el ofrecimiento por parte de nuestro Señor de reposo para ellos es lo que ellos desean.

No estamos hablando ya de los que creen que son buenos en sí mismos. No estamos hablando de los sabios y los inteligentes, no estamos hablando de los religiosos y los que están satisfechos en sí mismos, los niños caprichosos. Estamos hablando ahora de personas desesperadas, aquellos que han agotado todo recurso humano. Y la honestidad del evangelio también dice: Mira, el ofrecimiento de la salvación eterna es para cualquier persona, que esté aplastada bajo el peso del pecado y la culpabilidad y temor del juicio. Cualquier persona que está siendo golpeada por el Espíritu de Dios, que está convenciendo de justicia y de juicio, y de pecado. A ellos digo: “Vengan. Todos ustedes aplastados bajo el peso del pecado y les daré descanso, descanso de salvación, descanso de salvación.”

Y Él describe ese descanso en el versículo 29, “Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí.” Pudo haber sido que cuando Jesús fue un carpintero Él hizo muchos yugos. Aquí Él está diciendo: “Vengan a mí, y yo les daré descanso.” Dice usted: “Espera un minuto. ¿Si Él nos va a dar descanso, de qué es este yugo?” Bueno, “Tomad mi yugo sobre vosotros”, ¿qué significa eso? Usted es colocado en un lugar en dónde alguien más lo controla a usted. Eso era un yugo.

Entonces, usted está confesando a Jesús como Señor, y usted se está sometiendo a Él como Su esclavo. Vengan y reconózcanme como su Señor. Vengan y reconózcanme como su Maestro, y aprendan de Mí. Sé mi esclavo, mi doulos, y mi matetes, mi estudiante. Y van a amar esta relación porque “yo soy manso y humilde de corazón y hallareis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil y ligera mi carga.”

Bueno, hemos dicho mucho. Creo que usted entiende el panorama. La honestidad del evangelio extiende misericordia cuando es rechazada. La honestidad del evangelio advierte de la severidad multiplicada de juicio eterno, sobre aquellos que oyen la verdad y la rechazan. La honestidad del evangelio descansa en el propósito soberano de Dios, y después al mismo tiempo, la honestidad del evangelio llama a todos los que están aplastados bajo el peso del pecado para que vengan a Cristo. Esta es la totalidad de un evangelio honesto. Tiene un ruego compasivo, tiene una advertencia contundente, tiene una doctrina de confianza, pero también tiene una promesa consoladora, y podemos ofrecerle esto a los pecadores.

Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org 
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