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Esta noche, de nuevo, hablamos del tema que comenzamos el día del Señor pasado acerca del señorío de Cristo. Quiero que tenga su Biblia lista, vamos a estar considerando algunas Escrituras seleccionadas, conforme explicamos en nuestra serie acerca del señorío de Cristo, el asunto de la naturaleza de la fe salvadora.

Les confieso que tengo mucho más qué decir de lo que puedo decir en una noche, si tuviera la opción, entregaría mi alma a ustedes en este momento hasta las primeras horas de la mañana acerca de este tema, pero sabiendo que en cuestión de meses el libro del Evangelio según Jesucristo en el que este material estará contenido estará en sus manos, voy a ceder al tratado más completo y simplemente tratar lo que podemos cubrir en esta noche. Estoy seguro de que la mayoría de nosotros estamos muy familiarizados con el himno antiguo de Charlotte Elliot, titulado “Tal como soy”. Ese himno, más que cualquier otro himno en el mundo cristiano, ha sido un himno de invitación en reuniones evangelísticas durante años y años; fue escrito en 1836 o alrededor de ese entonces, y ha existido ya por un tiempo, ha sido cantado y recantado; de hecho, probablemente está siendo cantado casi cada hora de cada día en algún lugar en el mundo entre la gente de habla inglesa.

Billy Graham ha usado ese himno por ejemplo en cruzadas por más de 40 años, diseñado para mover a la gente hacia adelante en la invitación después de su predicación. La estrofa más conocida de ese himno conocido “Tal como soy” es la primera y dice así: “Tal como soy, sin un ruego, pero que Tu sangre fue derramada por mí, y Tú me llamas a venir a mí, oh, Cordero de Dios, vengo, vengo”. Los pensamientos que esas palabras buscan cubrir son una realidad bíblica; simplemente son un llamado a que los pecadores vengan a venir a Cristo, quien derramó Su sangre por ellos. Deben venir tal como son, eso es lo que “Tal como soy” significa, únicamente en base a la fe deben venir y Él los salvará. “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a Su Hijo Unigénito, para que todo aquél que en Él cree no se pierda, más tenga vida eterna”. Y Jesús dijo: “El que a Mí viene, no le echo fuera”, Juan 6:37.

Y el himno tiene la intención de afirmar que el pecador que quiere venir, puede venir tal como es por la fe para abrazar a Cristo. No obstante, lo que es interesante, es que la erosión del Evangelio en nuestros días le ha dado a esa estrofa en particular y a ese himno un giro más bien interesante. El lenguaje del mensaje moderno se oye vagamente parecido a “Tal como soy”, pero la diferencia en su significado es bastante profunda. Los pecadores en la actualidad, como puede ver, están oyendo no solo que Cristo los va a recibir tal como son, sino que también va a dejarlos quedarse de esa manera.

Muchos, de manera equivocada, creen que pueden venir a Cristo, recibir absolución de sus pecados o perdón, que se les conceda el regalo de la inmortalidad o el cielo, y después irse para seguir viviendo la vida como quieran. Inclusive, escogiendo como un maestro de la Biblia bien conocido, autor y teólogo, dice, y cito: “Dejar afuera a Dios y vivir según la naturaleza vieja”. Amados, ese es el evangelio que oímos en la actualidad: “Ven tal como eres y vete tal como eres. Jesús va a tomarte tal como eres, de hecho, Él va a dejarte que te quedes de esa manera”.

En una conferencia de la Biblia hace varios años atrás, un orador bien conocido trajo un mensaje de la salvación. Él defendió que decirle a la gente no salva que deben rendirse a Cristo es lo mismo que predicar salvación por obras. Él definió la salvación como el regalo incondicional de vida eterna dada a gente que cree los hechos de Cristo, sea que escojan o no obedecerlo. Y uno de sus puntos principales fue que la salvación puede o no alterar la conducta de una persona. “La vida transformada —dijo él— es deseable, pero aún si no ocurre cambio alguno en el estilo de vida, el que ha creído los hechos del Evangelio y ha recibido a Cristo, puede descansar en la certeza del perdón y el cielo”. Eso se encuentra en todos lados en nuestra sociedad en la predicación en la actualidad, multitudes se acercan a Cristo en esos términos mismos; creen que no hay un precio real qué pagar, responden gustosamente cuando se les ofrece el perdón, responden gustosamente cuando se les ofrece el prospecto del cielo, victoria sobre la muerte; no tienen sentido de la severidad de la culpabilidad que tienen delante de Dios, no tienen  deseo de ser liberados particularmente de la esclavitud al pecado, y ciertamente no tienen un deseo abrumador de obedecer a Cristo.

Yo estoy convencido de que personas así están engañadas por un evangelio corrupto. La fe que están recibiendo y la fe sobre la que se están apoyando, únicamente es una afirmación intelectual, o quizás un entendimiento emocional de algo o alguien que pueda resolver sus problemas y no salvará. Sin embargo, esta es la forma más común de evangelismo, y muchos están predicando este tipo de mensaje débil y engañoso. Supongo que necesitamos hacer la pregunta: ¿Es nuevo esto? Y la respuesta francamente: No es nuevo en absoluto. Y si usted sigue la historia de la iglesia desde los padres que vivieron apenas después de la primera iglesia hasta la actualidad, descubrirá que este tipo de evangelio de creencia fácil siempre ha sido promovido. Y la gente estaba reaccionando a él a lo largo de toda la historia de la iglesia, postulando y afirmando la diferencia entre ese evangelio y el verdadero Evangelio.

Por ejemplo, seleccione a una luz brillante en la historia de la iglesia cristiana llamada “Martín Lutero”. Ahora, Martín Lutero, saliendo del catolicismo romano, peleó más que cualquier otra persona por la verdad de que el hombre es salvado por la fe y no por las obras. Él nunca se desvió en su insistencia de que las obras, no obstante, son necesarias para certificar la fe. En el prefacio, por ejemplo, al comentario de Romanos de Martín Lutero, él escribió esto: “La fe no es algo en lo que se sueña, una ilusión humana, aunque esto es lo que muchas personas entienden por el término. Cuando ven que no es seguida o por una mejoría en la moralidad o por buenas obras, mientras que muchos está diciendo todavía acerca de la fe, caen en el error de declarar que esa fe no es suficiente, que debemos hacer obras si vamos a volvernos rectos y alcanzar la salvación. La razón es que cuando oyen el Evangelio no entienden el punto. En sus corazones y a partir de sus propios recursos, inventan una idea que llaman ‘creencia’ la cual tratan como fe genuina. Todo siendo igual, no es más que una fabricación humana, una idea, sin una experiencia correspondiente en las profundidades del corazón; por lo tanto, es ineficaz y no seguida por un mejor tipo de vida”, fin de la cita.

No es fe en absoluto, únicamente la llaman fe. Lutero procede a escribir en el comentario a los Romanos: “La fe, no obstante, es algo que Dios efectúa en nosotros, nos cambia, y volvemos a nacer por parte de Dios. La fe hace que el Adán viejo muera y nos hace hombres bastante diferentes en corazón, en mente y en todas nuestras facultades, y está acompañada por el Espíritu Santo. Oh, cuando llega a la fe, qué cosa tan poderosa, activa, viva y creativa es. No puede hacer algo diferente que bondad en todo momento, nunca espera preguntar si hay alguna buena obra qué hacer, en lugar de que antes de que la pregunta se haga, ha hecho la obra y sigue haciéndola. Un hombre no activo de esta manera es un hombre sin fe; él está buscando fe y buscando buenas obras, pero no sabe lo que la fe es, ni sabe lo que son las buenas obras. No obstante, él sigue hablando cosas absurdas acerca de la fe y las buenas obras; es imposible, de hecho, separar las obras de la fe, así como es imposible separar el calor y la luz del fuego”, fin de la cita. Así lo dijo Martín Lutero.

Hay una fe falsa, una fe de sueño, una ilusión que no cambia nada, esa no es fe salvadora. Usted avance y llega hasta el tiempo moderno y lee escritor tras escritor tras escritor afirmando la necesidad de una fe verdadera que resulta en una vida total y absolutamente transformada. Hay muchas citas que podrían ser dadas para sustanciar que ésta ha sido la esencia de la doctrina de la iglesia a lo largo de todos los años desde el Nuevo Testamento.

Pero trayéndolo al tiempo moderno, una cita de A. W. Pink, quien dijo mucho del tema por cierto; pero en 1937 escuche lo que él escribió: “Los términos de la salvación de Cristo son afirmados de manera equivocada por el evangelista actual —esto es 50 años atrás, mismo problema—, con muy raras excepciones, el evangelista del día actual le dice a sus oyentes que la salvación es por la gracia y es recibida como un regalo gratuito, que Cristo ha hecho todo por el pecador y nada queda más que él crea, que confíe en los méritos infinitos de Su sangre; y es tan amplia esta concepción que prevalece en la actualidad en círculos ortodoxos y con tanta frecuencia ha sonado en sus oídos, y ha echado raíces tan profundas en sus mentes, que el hecho de que alguien ahora lo desafíe y lo denuncie como ser algo tan inadecuado y tan inclinado de un lado, como llegar al punto de que es engañoso y está equivocado, lo coloca a uno instantáneamente con el estigma de ser un hereje y de ser acusado de deshonrar la obra terminada de Cristo al inculcar salvación por obras”, fin de la cita.

Exactamente el mismo asunto. Hubo en esos días un mensaje de los evangelistas que llamaba a una creencia que no produjo cambio, y cualquier persona que hablara en contra de esto era acusado de predicar salvación por obras. Pink dice: “La salvación es por la gracia, por la gracia únicamente. No obstante, la gracia divina no es ejercida a expensas de la santidad porque nunca hace concesiones con el pecado; también es verdad que la salvación es un regalo gratuito, pero una mano vacía debe recibirla en una mano que todavía se aferra fuertemente al mundo. Algo más que creer es necesario para la salvación. Un corazón que está arraigado en rebelión en contra de Dios no puede creer de manera salvadora; primero debe ser quebrantado. Y solo aquellos que están ciegos espiritualmente declararían que Cristo salvará a cualquiera que menospreciara su autoridad y rehusara su yugo. Esos predicadores que le dicen a los pecadores que pueden ser salvos sin dejar sus ídolos, sin arrepentirse, sin rendirse al señorío de Cristo, están tan equivocados y son tan peligrosos como otros que insisten que la salvación es por obras y que el cielo debe ser ganado por sus propios esfuerzos”, fin de la cita.

Mismo asunto, mismo asunto. Usted lo ve en los primeros credos de la iglesia, usted lo ve siendo expresado, hasta alguien como W. Griffith Thomas, quien fue uno de los fundadores del Seminario de Dallas, clamando por una fe de señorío. Siempre ha sido aquello que fue el corazón del mensaje de la iglesia. ¿Por qué la gente no oyó? ¿Por qué la gente no oyó a los primeros padres que predicaron una fe que producía una vida transformada? ¿Por qué no oyeron a Martín Lutero? ¿Por qué no oyeron aún a W. Pink o a W. H. Griffith Thomas? ¿Por qué no escuchan en la actualidad? ¿Por qué es que a la gente no oye cuando decimos que un evangelio que no afirma arrepentimiento y confesión y sumisión a Cristo como Señor, no está completo? Bueno, creo que la respuesta es porque las apelaciones de una creencia fácil obtiene resultados externos. ¿Entendió eso? Creo que obtienen resultados externos.

La gente responde, hace usted el evangelio fácil, la gente responde, viene al frente, camina por el pasillo, cuenta los números, tantos fueron salvos, y lo que tenemos en la actualidad es una forma de evangelismo que realmente fue popularizada y diseñada por Carlos G. Finney, quien desarrolló el sistema invitacional como lo conocemos en la actualidad, alrededor del mismo tiempo que Elliot estaba escribiendo “Tal como soy” a mediados de los 1830. Carlos G. Finney fue un abogado de Nueva York, sin preparación teológica formal de ningún tipo; él tuvo una mente hábil, lógica; él se convirtió en 1821, él se convirtió en un evangelista popular y un evangelista de avivamiento; él creía completamente que la salvación era un resultado de una decisión humana, él creía que el hombre podía tomar esa decisión humana porque no estaba depravado por naturaleza, él tenía cierta inclinación hacia el pecado, pero no era su constitución; y por lo tanto, él tenía la capacidad dentro de sí mismo para escoger lo que era lo correcto.

Y entonces, Finney determinó que debido a que el hombre podía hacer lo que era lo correcto, debido a que no estaba depravado de manera innata, que lo que tenías que hacer es trabajar en la voluntad del hombre, y si podías activar la voluntad del hombre o motivar la voluntad del hombre, él haría la decisión correcta y podías usar casi cualquier medio ilegítimo o legítimo, incluyendo manipulación y emoción. Él desarrolló lo que llegó a ser conocido como la “banca ansiosa”, y comenzó a llamar a la gente hacia adelante, esto es totalmente nuevo. En el tiempo antes de eso, en los años del gran avivamiento de Jorge Whitefield, de Jonathan Edwards, nada como esto jamás había sido hecho; pero Finney comenzó a llamar a la gente hacia adelante a lo que él llamó la “banca ansiosa”, más adelante llegó a ser conocido en el metodismo como el altar, y la gente entonces se convirtió en el objetivo.

Y conforme el predicador llegaba a la conclusión, él comenzó a llamar a la gente hacia adelante porque la gente quería ver algo visible debido a que la obra invisible de la regeneración no podía ser vista; la respuesta a su ministerio y a su capacidad persuasiva y lógica fue grandiosa. La gente vino a la “banca ansiosa”, él tuvo éxito a nivel externo al hacer que vinieran ahí; de hecho, él fue tan exitoso que la gente se rehusó a decir algo en contra de él, temiendo que pudieran estar diciendo algo en contra del Espíritu Santo de Dios. Pero conforme usted analizaba tras bambalinas para revisar lo que quedaba después de que Finney hacía su trabajo, sus colaboradores no pudieron reconocer el pequeño número de convertidos que permanecieron fieles.

En una carta a Finney, fechada el 25 de diciembre de 1834, James Boyle hizo estas preguntas: “Veamos los campos en donde tú y otros y yo mismo hemos laborado como ministros de avivamiento, ¿y cuál es ahora su estado moral? ¿Cuál fue su estado tres meses después de que los dejamos? He visitado y revisitado mucho de estos campos, y gemido en espíritu al ver el estado triste, carnal, apático, contencioso en el que las iglesias han caído y cayeron poco después de que los dejamos por primera vez”. De hecho, muchos que evaluaron el ministerio de Finney, estaban convencidos de que los pecadores fueron despertados emocional, pero no espiritualmente; y ellos se convirtieron en personas endurecidas y escépticas. Cualquier llamado del Evangelio que pide únicamente a la gente en un momento de decisión creer los hechos del Evangelio y recibir a Jesús como salvador, es demasiado superficial.

Ahora, permítame decir esto, y quiero que oiga esto: Alguien podría ser salvo sin entender la verdad completa del arrepentimiento, alguien podría ser salvo sin entender la realidad completa del señorío de Cristo, alguien podría ser salvo sin entender completamente el llamado a la obediencia, porque nadie les dijo acerca de eso, —pero escuche— nadie quien es salvo dejará de arrepentirse, dejará de someterse o dejará de obedecer. Ese es el asunto.

Alguien se me acercó el domingo por la noche pasado y dijo: “¿Sabes una cosa? Cuando el Evangelio se me presentó, nadie me habló del señorío de Cristo, nadie me habló del arrepentimiento, nadie me dijo que mi vida necesitaba estar en sumisión a Él en obediencia”. Bueno, la única pregunta es: ¿Te arrepentiste? ¿Deseas someterte a Cristo? ¿Ese clamor de tu corazón obedecerle? Si la respuesta es sí, entonces dale gracias a Dios porque la salvación fue real aunque el mensaje fue incompleto.

En la introducción al libro hice una afirmación que creo que es importante. Algunos podrían pesar que cuestiono la legitimidad de alguien que está convertido a Cristo sin un entendimiento de su señorío. Ese no es el caso. De hecho, estoy cierto de que mientras que algunos entienden más que otros, nadie quien es salvo entiende completamente todas las implicaciones del señorío de Jesús en el momento de la conversión; pero estoy igualmente cierto de que nadie puede ser salvo quien o está indispuesto a obedecer o es rebelde de manera consciente en contra del señorío de Cristo; y la marca de la salvación verdadera es que siempre produce un corazón que conoce y siente como su responsabilidad el responder a la realidad constante del señorío de Cristo.

Realmente no hay razón para proclamar un evangelio superficial, no hay razón para no decirle a la gente acerca del señorío de Cristo, no hay razón para no decirle que se vuelvan de su pecado y se arrepientan, no hay razón para no decirles que sometan sus vidas a Cristo, no hay razón para no decirles que entreguen todo lo que son por todo lo que Él es. Dice usted: “Bueno, si haces todo eso, quizá no lo aceptarán”. Bueno, entonces si ese es el caso, el Espíritu de Dios no está operando en su corazón. ¿Qué tiene usted si entrego un mensaje incompleto y obtiene una respuesta? Quizá no tenga una conversión verdadera en absoluto. Si la verdad aleja a la gente, entonces dígales la verdad y aléjelos para que ellos y usted estén totalmente persuadidos en su propia mente de que están rechazando, no aceptando, una fe falsa y después viviendo bajo una ilusión de que son salvos cuando no lo son.

Pase en Lucas al capítulo 14 por un momento, versículo 25: “Grandes multitudes le seguían,  Él se volvió y les dijo —ahora, éste es Jesús, dando una invitación de Evangelio—: Si alguno quiere venir en pos de Mí y no aborrece a su padre y madre y esposa e hijos y hermanos y hermanas, sí, y aún su propia vida, no puede ser mi discípulo”. Ahora, ¿qué le parece eso como invitación? Digo, si alguien le dijera ahora: “Me gustaría salir esta tarde, quiero darle el Evangelio a todas estas personas en el parque y quiero que les digas esto: Si alguno de ustedes no viene a Cristo y odia a su padre y madre, y esposa e hijos, y hermanos y hermanas, inclusive odie su propia vida, no puede ser su discípulo”; usted pensaría que ha perdido su juicio cabal. Dice usted: “No puedes ganar la gente así”. Después él dijo en el versículo 27: “Y el que no toma su propia cruz y viene en pos de Mí, no puede ser mi discípulo”; en otras palabras, dispuesto a morir.

“¿Y quién de vosotros, cuando quiere construir una torre, no se sienta primero y calcula el costo para ver si tiene lo suficiente para terminarla? De otra manera, cuando haya establecido un cimiento y no lo pueda terminar, todos aquellos que lo vean comienzan a burlarse de él y digan: Este hombre comenzó a construir y no pudo terminar. ¿O qué rey cuando se prepara para encontrarse con otro rey en la batalla, no se sienta primero y cuenta si tiene la suficiente fuerza con 10 mil hombres para encontrar al que viene en contra de él? De otra manera, mientras que el otro está todavía lejos y envía una delegación y pide términos de paz. Por tanto, ninguno de vosotros puede ser mi discípulo quien no entrega todas sus posesiones”.

¡Hombre! Una invitación bastante demandante. Odiar su familia, estar dispuesto a entregar su vida, estar dispuesto a entregar todas sus posesiones, calcula el costo. Yo creo en la salvación por la fe, puramente por gracia; pero cuando Dios en su gracia está llevando a cabo una salvación verdadera, tiene este tipo de ingredientes. Como puede ver, la salvación genuina demanda fe verdadera; no es suficiente tener una fe de fantasía, fe de sueño, la fe que es una ilusión. Tiene que ser fe que sea el tipo correcto de fe, ese es el punto. Sí, Pablo le dijo al carcelero de Filipos: “Si quieres ser salvo, cree en el Señor Jesucristo y serás salvo”. Todo aquel que cree, será salvo. Pero la pregunta es, ¿qué tipo de fe? ¿De qué tipo de fe estamos hablando?

Ahora, en primer lugar, para responder a esa pregunta, tenemos que decir que hay una fe que no salva. Vayamos al Evangelio de Juan, capítulo 2. Podríamos usar muchas ilustraciones, pero quiero que siga de cerca. En Juan 2: 23: “Cuando Jesús estaba en Jerusalén, en la Pascua durante la fiesta, muchos creyeron en su nombre”, simplemente observe eso, si es tan amable: “Muchos creyeron en su nombre”, esto es en quién era Él. Sin duda alguna, creyendo que Él era el gran profeta, probablemente muchos de ellos creyeron que era el Mesías, creyeron en su nombre viendo sus señales que Él estaba haciendo. Pero Jesús, por su parte, no se estaba encomendando a Sí mismo a ellos, porque Él conocía a todos los hombres y porque Él no necesitaba que nadie le diera testimonio acerca del hombre, porque Él mismo sabía lo que había en el hombre, y Él sabía que su fe no era fe verdadera. Creyeron, pero su creencia no fue adecuada, no fue genuina, no había fe salvadora.

Dicho de manera simple, no tenía fe en la fe de ellos, Él no creyó en su creencia, en la de ellos. Ellos creían que Él era el Mesías, eso no significa que rindieron sus almas a su señorío, eso no significa que estaban dispuestos a dejar su pecado; Él sabía que su creencia era superficial, Él sabía que no era la obra genuina del Espíritu de Dios. Y sí, Él hablo de sacrificio, y cuando Él habló de arrepentimiento, y cuando Él habló de una cruz, se fueron; y Jesús no aceptaba la decisión emocional de un momento, Él no aceptaba una fe que nació del egoísmo. Vaya a Juan, capítulo 6, a todo mundo le gustaría la absolución del pecado y la promesa de inmortalidad en el cielo, pero eso podría nacer de mero egoísmo.

En Juan 6:14: “Cuando, por tanto, la gente vio la señal que Él había hecho, dijeron: De cierto, esto —eso, claro, fue el milagro de los peces y los panes— Éste ciertamente es el profeta, el profeta, el prometido en el Antiguo Testamento, el Mesías, que ha venido al mundo. Jesús, por tanto, percibiendo que buscaban venir y tomarlo a la fuerza para hacerlo rey, se volvió a retirar al monte solo”, Él no quería tener nada que ver con ese tipo de fe, creían que era el Mesías, querían forzarlo para que se amoldara a los planes de ellos y Él no quería tener nada que ver con eso.

En el versículo 66 de ese capítulo, si es tan amable en observar, después de su enseñanza muy fuerte de que “tienen que comer mi carne y beber mi sangre, tienen que estar dispuestos a aceptar mi muerte, mi sacrificio”, y esas cosas que Él llamó en términos de su dedicación, dice que muchos de sus discípulos se retiraron y ya no andaban con Él, y Él los separó de los verdaderos. Cuando Él le dijo a los doce: “¿Acaso queréis iros también vosotros? Y Simón Pedro le respondió —representando a los creyentes verdaderos—, Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y hemos creído y hemos llegado a saber que Tú eres el Santo de Dios. Y Jesús dice: Sí, excepto por uno de ustedes quien es un diablo”. Entonces, inclusive en medio de aquellos que siguieron a Jesús, hubieron algunos que creyeron momentáneamente y querían hacerlo rey; hubieron algunos que creyeron por un tiempo, pero cuando se volvió la plática difícil se fueron. Y hubo un Judas que nunca creyó verdaderamente para la salvación, pero se quedó ahí hasta el final para obtener lo que pudiera sacar de Él.

Observe Juan 8, versículo 30, y de nuevo, Jesús está dialogando con los líderes judíos; el versículo 30 dice: “Conforme Él habló estas cosas, muchos llegaron a creer en Él”, se oye bien, podría oírse como salvación para algunos, nada más que, Jesús, por tanto, estaba diciéndole a esos judíos que habían creído en Él: “Si permaneciereis en Mi Palabra, entonces verdaderamente sois mis discípulos”. Bastante directo. Esa pequeña sección de las Escrituras fue la primera gran introducción que jamás tuve a este tema. Usted es un verdadero discípulo cuando usted permanece en su Palabra. Observe el capítulo 12 y versículo 42: “No obstante, inclusive muchos de los gobernantes creyeron en Él —de nuevo, creyeron—, pero dividió a los fariseos”, no estaban confesando, no lo reconocían públicamente, no fuera que fueran desinagogados porque amaban la aprobación de los hombres en lugar de la aprobación de Dios; querían la aprobación de los hombres. Iban a creer hasta cierto punto.

Versículo 26, regrese ahí. En cierta manera, explica en dónde estaban: “Si alguno me sirve, sígame; si alguno me sirve, sígame”. En Juan 15, de nuevo, Jesús señala la rama Judas, el creyente temporal, el discípulo temporal: “Permaneced en Mí y Yo en vosotros como un pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, a menos de que permanezca en la vid; tampoco vosotros podéis, a menos de que permanezcáis en Mí. Yo soy la vid, vosotros sois los pámpanos, y el que en Mí permanece y Yo en él, él da mucho fruto. Porque apartados de Mí nada podéis hacer; si alguno no permanece en Mí, es desechado como rama se seca y los recogen y los avientan al fuego y son quemados”. Hay algunos que se quedan por un tiempo y desaparecen.

Y después, ese pasaje tan importante con relación a este asunto de la fe, Santiago 2, veámoslo brevemente. Santiago 2, versículo 14: “¿Qué aprovechará, hermanos míos —una afirmación muy importante—, de qué aprovechará si un hombre dice que tiene fe, pero no tiene obras? ¿De qué aprovechará? ¿Acaso esa fe puede salvarlo?”, ¿cuál es la respuesta? No, no, no puede salvarlo. ¿Puede una fe así salvar? ¿De qué sirve? ¿Puede la fe, que no está acompañada por la virtud moral, salvar? ¿Puede la fe, que no está acompañada por conducta justa, salvar? Claro que no.

El versículo 19 realmente lo señala: “¿Tú crees que Dios es uno? Bien haces. Los demonios también creen y tiemblan”. Esa es una afirmación tremenda. “¿Tú crees que Dios es uno? Bien haces. Los demonios también creen y tiemblan”. Están en un nivel más alto que tú, creen y tiemblan; tú crees, y tú crees que eres salvo; están delante de ti, los demonios tienen toda la teología correcta, pero no se postran ante el señorío de Cristo, no se postran ante la soberanía de Dios, escogieron la rebelión, odian el bien, se deleitan en la maldad; en un sentido, la fe muerta es inferior a la fe demoniaca, por lo menos tiemblan ellos.

Entonces, usted puede ver a partir de estos versículos que hay una fe que no salva, hay una fe que es temporal, parcial, inepta, que es diferente de la fe que salva. Juan 3:16 la palabra ahí: “Todo aquel que en Él cree, no perecerá”. La palabra ‘cree’ ahí es la misma palabra en Juan 2:24 traducida ‘encomendar’; es algo más profundo que tan solo creer hechos; es encomendar la vida de uno, volverse del pecado, someterse a Cristo; el Espíritu de Dios lo lleva a cabo en su totalidad y produce una vida cambiada.

Como puede ver, la salvación y la fe salvadora es más que querer perdón, es más que querer el cielo, es estar dispuesto a dejar el pecado y someterse a Cristo. Sin embargo, amados, de manera sorprendente, y digo eso de manera clara: Sorprendentemente hay maestros y predicadores bíblicos en círculos evangélicos fundamentales que no permiten conexión alguna necesariamente entre la fe y las obras, y por lo tanto, se ven forzados a recibir virtualmente cualquier profesión de fe como genuina porque no necesariamente hay una correlación entre la fe y las obras. Entonces, si es así, cualquier profesión es válida.

Un escritor, Ray Sanford, en el Manual de Evangelismo Personal, dice: “La fe muerta puede salvar”. ¡La fe muerta puede salvar! ¿Acaso los demonios son salvos? La fe de ellos es una fe mejor que la fe muerta. Zane Hodges escribiendo en su libro “El Evangelio bajo sitio”, declara que lo que Santiago 2:14-26 quiere decir: “No puede estar diciendo que las buenas obras son esencialmente evidencia de fe verdadera”. ¡Por favor! ¿Cómo puede usted decir eso? Y él trata de hacernos creer que su fe muerta, una vez estuvo viva, pero murió; él dice que estuvo viva cuando hicieron la decisión inicial, pero se volvió fe muerta; sin embargo, su salvación eterna está segura. En otras palabras, él dice: “No existe algo tal como la perseverancia de los santos. Usted puede creer en un momento y nunca volver a creer”.

Ahora, hay otros escritores que diría que hay un tipo de fe estéril, inútil, una especie de reconocimiento académico de la verdad; pero no llegan al punto de definir la fe en términos que implican sumisión o compromiso de la vida de uno. Entonces, dicen que hay una fe que no salva, pero dicen: “No es necesario tener una fe que se arrepiente o se comprometa”. Entonces, en algún punto entre una fe que no se compromete y una fe inepta, hay un punto ahí, una grieta en la que usted se puede meter y ser salvo me imagino.

Ningún otro que Carlos Ride dice: “El mensaje de la fe más compromiso de vida, no puede ser el Evangelio”. Y Hodges de nuevo dice: “La fe salvadora no es nada más que una respuesta a una invitación divina”, él añade: “Se cree en el cristianismo contemporáneo que la fe de un cristiano genuino no puede fallar”, pero esta no es una afirmación que puede ser verificada a partir del Nuevo Testamento. “No hay nada —dice él— que apoye la postura de que la perseverancia en la fe es un resultado inevitable de la salvación verdadera”, una afirmación absolutamente increíble, sorprendente. ¿No hay nada que apoye la postura de que la perseverancia en la fe o continuar en la fe es un resultado inevitable de la salvación verdadera? Yo he creído eso toda mi vida.

Yo creo que si usted tiene fe que salva, esa fe persevera. Dice usted: “Bueno, ¿acaso la Biblia enseña eso?”, seguro que lo enseña. ¿Cómo es que él puede decir que no hay nada en las Escrituras para apoyarlo? Está más allá de mi capacidad de entenderlo. Escuche, por ejemplo — oh, ni siquiera sé en dónde comenzar, hay tantos lugares. “Ahora, os doy a conocer, hermanos —1ª de Corintios 15:1— el Evangelio que os prediqué el cual también vosotros recibisteis, en el cual vosotros estáis, —escuchen— mediante el cual también sois salvos si os aferráis a la palabra que os prediqué, a menos de que creísteis para nada”. ¡Cuán claro es eso! ¡Eres salvo si te aferras!

¿Qué hay acerca de Colosenses 1:21? “Y a vosotros, que estabais antes, aislados, y erais hostiles en vuestra mente, involucrados en obras malas; sin embargo, Él ahora os ha reconciliado en su cuerpo carnal mediante la muerte para presentaros delante de Él santos e irreprensibles”, en otras palabras, han sido salvos; versículo 23: “Si, de hecho, continúan en la fe, firmemente establecidos y nunca movidos de la esperanza del Evangelio; y si no han continuado de manera estable —es la contraparte—, y si no han continuado en la fe y se han alejado de su esperanza en el Evangelio, nunca fueron salvos”. La perseverancia es parte de la obra salvadora de Dios. Él no solo no asegura mediante decreto divino, Él persevera mediante su Espíritu en nosotros en la fe.

Observe Hebreos, veamos un par de versículos ahí. Abra su Biblia en Hebreos, capítulo 2, vamos a verlo rápidamente y quizá media docena de Escrituras rápidamente para afirmar esto en su mente. Hebreos 2:1: “Por esta razón, pongamos una mayor atención a lo que oímos, no sea que nos alejemos, porque si la palabra hablada mediante ángeles fue inalterable y toda transgresión y desobediencia recibió una recompensa justa, ¿cómo escaparemos si descuidamos una salvación tan grande?”, en otras palabras, el mensaje aquí es: “Miren, más vale que estemos seguros de que tenemos una salvación de la cual no nos desviamos, de lo contrario, no escaparemos del juicio de Dios. ¿Por qué? Porque si nos alejamos de lo que una vez creímos, nos dirigimos al juicio y eso es evidencia de que nunca fuimos salvos para comenzar”.

Capítulo 3, versículo 14, esto es tan claro: “Porque nosotros —y me encanta esto, versículo 14—, porque nos hemos vuelto participantes de Cristo si nos aferramos al principio de nuestra certeza, firme hasta el fin”. 4:14: “Debido a que tenemos un gran Sumo Sacerdote, quien traspasó los cielos, Jesucristo, el Hijo de Dios, sostengámonos firmemente a nuestra confesión”. Capítulo 6, versículo 11: “Y deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma diligencia para reconocer la certeza plena de la esperanza hasta el fin, para que no seáis perezosos, sino imitadores de aquellos quienes mediante la fe y la perseverancia heredan las promesas”.

Capítulo 10, versículo 34, de nuevo, mismo concepto: “Porque vosotros mostrasteis compasión hacia los prisioneros y aceptaron con gozo que se llevaran vuestra propiedad, sabiendo que tienen para vosotros una mejor posición y una permanente; no dejen vuestra confianza, necesitan  la perseverancia y recibiréis lo que fue prometido”, versículo 36: “Mientras tanto, por un poco de tiempo”, versículo 37: “El que está por venir vendrá y no se tardará. Y mientras tanto, mi justo vivirá por la fe; y si él retrocediere, mi alma no tiene placer en él. Pero nosotros no somos de aquellos que retroceden para destrucción —aquí está—, sino de aquellos que tienen fe para la perseverancia del alma”. Hebreos 10:39.

Hebreos 12:14, esto es tan claro: “Buscad la paz con todos y la santidad, esto es el estar apartado, la piedad, la virtud, sin la cual nadie verá al Señor. Todos los que ven al Señor serán santificados”. Y después, Santiago 1:2 en adelante: “Tened por sumo gozo, hermanos míos, cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia, mas tenga la paciencia su obra completa para que seáis perfectos y completos sin que os falte nada”. En otras palabras, cuando vienen las pruebas prueban su naturaleza, su virtud, quién es usted. Y versículo 12: “Bienaventurado es el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que haya sido probado, recibe la corona de vida”, eso es la vida eterna, “la cual el Señor ha prometido a aquellos que en un tiempo en el pasado creyeron en Él”, ¿es eso lo que dice? No. “Aquellos que lo aman”. Aquellos que lo aman, aquellos que lo obedecen, aquellos que perseveran en la fe, ellos son los creyentes verdaderos.

2ª de Timoteo 2:12 dice: “Si perseveramos también viviremos con Él, reinaremos con Él, si perseveramos hasta el fin”. La fidelidad de Dios es una bendición para los creyentes leales perseverantes. Pero observe la segunda mitad del 12, si lo negamos, Él también nos negará. Como puede ver, si perseveramos, reinaremos; si lo negamos en cualquier punto fue una fe falsa, una fe de sueño, una fe falsa; nunca estuvo ahí, para comenzar. Él nos negará. Si fuéramos infieles, Él permanece fiel. ¿Qué significa eso? Bueno, la idea de su fidelidad ahí tiene que ver con juicio, tiene que ver con juicio. Podemos ser infieles, pero Él será fiel a su promesa de juzgar a los infieles, eso es lo que eso significa. “Si perseveramos, reinaremos; si negamos, Él nos negará”. Podemos ser infieles. Esto es, quizá no guardemos nuestra promesa, pero Él guardará la suya, y quizá hagamos una promesa con Cristo en algún punto y nunca la guardemos, pero cuando Dios hace una promesa de castigar al pecado, Él la guardará, Él la guardará.

Y entonces, lo que esos versículos están haciendo es darnos una bendición para el creyente leal, perseverante, y pronunciando una maldición en contra del alma desleal e incrédula. Juan 3 realmente es la fuente quizá de ese pensamiento mismo: “El que no cree, ya está condenado porque no cree”. Amados, es la naturaleza de la fe salvadora, que cuando Dios da esa fe, Él sustenta o sostiene esa fe. Y si llega un punto en el que una persona deja de creer, la fe nunca fue la fe que Dios da. Ahora, veamos un poco más de cerca esta fe salvadora conforme terminamos. ¿Qué es? ¿Qué es la fe salvadora?

Ahora, permítame decirle algo, un pensamiento más en general, entienda este pensamiento si es tan amable, porque cuando usted le dice a la gente: “La fe salvadora involucra arrepentimiento y compromiso con Cristo”, van a decir: “Bueno, estás añadiendo obras. No es nada más que cree, solo cree, dijo la canción. ¿Se acuerda de esa canción? Solo cree, solo cree, eso es todo lo que es. Y si añades algo, estás añadiendo obras”. Pero el hecho es que lejos de promover la verdad de que las obras humanas no tienen lugar en la salvación, esa creencia moderna fácil ha hecho de la fe en sí misma una obra humana en su totalidad. ¿Por qué digo eso? Porque es frágil y temporal. Puede o no perseverar y eso no es el caso de aquello que Dios da. ¿Usted ve lo que digo?

Entonces, esa es una salvación por obras, que un hombre puede hacer y después no hacer a su propio capricho. Pero si usted es por la gracia de Dios, y que Dios concede esa fe, entonces la fe que Dios concede no es temporal, es perseverante, y no está sujeta al capricho de un hombre. No hay más razón para creer que un hombre, viviendo la vida cristiana, podría cancelar su fe dada por Dios de lo que la hay, para decir que un hombre podía haberla generado al principio para ser salvo.

Si es de Dios, es divina; si es de Dios, es perseverante. Y la creencia fácil no salva al evangelio de obras; se convierte en una salvación por obras, mediante la cual un hombre da y toma su fe a su propia voluntad. Esa no es fe bíblica, decir que uno puede tenerla en el momento de la salvación como un regalo de Dios, pero puede deshacerse de ella cuando él quiere, eso no tiene sentido, eso niega la obra de Dios, niega que Dios es el que da y sustenta la gracia que hace que la fe persevere.

Ahora, permítame darle tan solo un par de cosas que tenga en mente, una definición de la fe salvadora muy simple. Una, es un regalo de Dios, es un regalo de Dios. En Efesios 2, como usted lo conoce, 8 y 9: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe y esto no de vosotros pues es don de Dios. No por obras para que nadie se gloríe”. La fe es un regalo de Dios. Ahora, ¿cuál es el regalo de Dios aquí? La dádiva de Dios algunos dicen que es fe, otros dicen que no es fe. El erudito griego B. F. Westcott dice que el regalo, la dádiva de Dios, es la energía salvadora de la fe. Otros sienten o creen que no puedes tomar eso en el griego porque lo que usted tiene aquí es un neutro y un femenino. Por ejemplo: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe”, la fe es femenino en género, y esto es neutro. Entonces, usted no puede usar un pronombre neutro para definir un sustantivo femenino.

Entonces, algunos se sienten más cómodos diciendo que esto debe incluir el acto entero de la salvación. Muy bien, maravilloso. ¿Sabe usted lo que es parte del acto entero de la salvación? “Por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros”. Entonces, si usted quiere tomarlo como algo que abarca todo, la gracia, la fe, la salvación, todo, es una dádiva, ¿de quién? De Dios. Me siento cómodo con esa postura, lo incluye todo; de cualquier manera, la fe está incluida.

Jesús le dijo a Pedro, versículo 17 de Mateo 16: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque carne y sangre no te revelaron esto a ti, sino mi Padre que está en los cielos”, ¿qué está diciendo Él? Pedro acababa de decir: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, esa es una confesión, esa es una confesión salvadora. Y Jesús le dice: “Tú no recibiste eso de carne y sangre; mi Padre te dio esa fe, mi Padre te dio esa revelación”. Es el Padre Dios quien capacita a cualquier persona para creer; el hombre encerrado profundamente en la mortandad de su propio pecado no podría generar su propia fe. Juan 6:44: “Ninguno puede venir a Mí —implicando en fe— a menos de que el Padre que me envió lo traiga”. Versículo 47: “De cierto, de cierto os digo, que el que cree tiene vida eterna”. Esos dos versículos se unen para decir que el Padre le da a usted fe, el Padre lo atrae al producir su fe; es un regalo de Dios, es un regalo de Dios, no puede ser menos que eso, ya que la naturaleza caída no puede generar fe en Dios.

Algunas veces usted oye a gente decir que la fe es algo natural. No lo es. La fe natural no puede salvarlo a usted, la fe sobrenatural puede, viene de Dios. Escuche el versículo 16 de Hechos 3; Pedro predicando: “Y en base a la fe en Su nombre, —es el nombre de Jesús que ha fortalecido a este hombre que acababa de sanar— a quien vosotros veis y conocéis —escuche esto— y la fe que viene mediante Él —esto es Jesucristo— le ha dado a él esta salud perfecta”. ¿Sabe usted por qué ese hombre fue curado? Porque él creyó. ¿Sabe usted de dónde obtuvo la fe? ¿De quién? De Cristo. Esta fe que viene mediante Él, Él, “E” mayúscula, el Señor Jesucristo.

Filipenses 1: 29: “Porque a vosotros os es concedido por causa de Cristo, no solo que creáis en Él, sino que también padezcáis por Él”, escuche eso de nuevo: “A vosotros os es concedido que creáis”, ¿no es eso maravilloso? Es un regalo de Dios. Usted no lo puede hacer por sí mismo, es dado soberanamente. 2ª de Pedro 1:1: “Simón Pedro, siervo, Apóstol de Jesucristo, aquellos que han recibido una fe del mismo tipo que la nuestra”. Pedro sabía que la fe era un regalo, “Aquellos que han recibido fe del mismo tipo que la nuestra”; a ellos les está escribiendo. La fe es un regalo de Dios.

En segundo lugar, es permanente, es permanente. Como un regalo divino, ni es temporal ni impotente, es permanente, es permanente. No es algo que Dios da y lo quita, no es algo que el hombre produce y después lo pierde. “Porque —Romanos 1:17— el justo vivirá por fe”. Él continúa viviendo por fe, Dios continúa concediendo esa fe perseverante; la fe verdadera no puede morir, es un regalo de Dios, es permanente. Gálatas 3:11 dice lo mismo: “El justo por su fe vivirá”; Hebreos, creo que es el capítulo 10, ¿no es cierto?, versículo 38, lo mencionamos hace un momento, sí: “Y mi justo por la fe vivirá. Y si retrocediera, mi alma no tiene placer en Él, no es uno de los míos”. ¿Se acuerda usted de Filipenses 1:6? “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.

En tercer lugar, la fe salvadora es obediente, es obediente. La fe que Dios da produce obediencia. Como puede ver, la fe que Dios da incluye tanto la voluntad como la capacidad para conformarse a Su Palabra. Es correcto. “Porque es Dios —Filipenses 2:13— que produce en vosotros así el querer como el hacer por su buena voluntad”, ¿no es eso maravilloso? Cuando Dios lo salva a usted, Él le da a usted una fe que Él capacita, que tiene la capacidad y la voluntad de obedecer. Maravilloso.

W. E. Vine dijo con respecto a la fe: “Es una convicción firme, es una rendición personal y conducta inspirada por dicha rendición”. Y él estaba comentando acerca del término pisteu, creer; de hecho, él compara peitho y pisteu, relacionados de cerca etimológicamente. La diferencia en el significado es que el anterior implica lo que el último produce: obediencia y fe. Él dice: “Cuando un hombre obedece a Dios, él da la única evidencia posible de que en su corazón él cree en Dios”, ¿escuchó eso? Cuando un hombre obedece a Dios, él da la única evidencia posible de que en su corazón él cree en Dios. Digo, ¿de qué sirve que usted se ponga de pie ahí y diga: “Creo en Dios, creo en Dios, creo en Dios, simplemente no me importa lo que dice”? Oh. Él dice: “Peitho en el Nuevo Testamento sugiere un resultado externo de la persuasión interna y la consecuencia de la fe. La fe obedece”. Oh, no obedece de manera perfecta, ¿verdad? Su fe no obedece de manera perfecta; anhela obedecer y obedece, pero obedece de manera perfecta.

Romanos 7, Pablo dice: “No hago lo que quiero hacer y hago lo que no quiero hacer, y peleo la batalla de mi carne. Pero el querer —me encanta esto en el versículo 18, Romanos 7—, pero el querer está presente en mí, quiero obedecer, anhelo obedecer”, tiene hambre de obedecer. Creer es obedecer. De hecho, simplemente en las palabras usted puede ir a la gran obra de Kittel, y la obra en particular, pisteu es tratada por Rudolf Bultmann quien es un erudito liberal en Alemania, pero él señala en su tratado entero de ese término que creer es obedecer; decir que tú crees y no obedeces, es decir que no crees, porque si creyeras harías lo que crees; tú actúas en base a lo que crees, ¿no es cierto?

Lo que usted cree que es verdad, gobierna lo que usted hace. Decir que cree y usted no actúa es totalmente contradictorio. Pablo dice en Romanos 6, es tan maravilloso que cuando fueron salvos fueron tomados de ser siervos al pecado, y por la gracia de Dios, ahora se han vuelto siervos de la justicia, obediencia. De hecho, en Juan 3, creo que está ahí al final del capítulo, versículo 36: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero el que no obedece al Hijo no verá la vida”. La creencia y la obediencia se usan de manera intercambiable, usted cree, usted obedece; usted no cree, usted no obedece.

Observe Tito. Simplemente tengo que mostrarle Tito 1:15-16 porque es tan importante. Y vamos a concluir con esto. Tito 1:15: “Para los puros, todas las cosas son puras; pero para los impuros e incrédulos, nada es puro. Porque tanto su mente como su consciencia están contaminadas; profesan conocer a Dios, pero por sus hechos lo niegan, siendo detestables y desobedientes e indignos para toda buena obra”. ¿Quiere oír algo sorprendente? Hodges en su libro dice: “Estas personas son creyentes verdaderos que están espiritualmente enfermos”. ¿Creyentes verdaderos que están enfermos espiritualmente? Contaminados, incrédulos, impuros, aborrecibles, desobedientes e indignos, réprobos para toda buena obra.

No, Pablo está diciendo: “Miren, la gente que profesa conocer a Dios —y hace la afirmación— pero lo niega por lo que hace, son detestables, desobedientes e indignos porque están pedidos, son incrédulos; su mente, su consciencia está contaminada”. La desobediencia aprueba la incredulidad, la obediencia aprueba la fe. Como puede ver, la fe y la fidelidad no son conceptos sustancialmente diferentes para el cristiano del primer siglo porque la palabra era usada de manera intercambiable. Usted ve su concordancia y busque ‘fidelidad’ y ‘fe’, y conforme vea ambas usted se dará cuenta, si usted tiene cualquier tipo de fuente griega, que usa la misma palabra. Fe y fidelidad van de la mano porque lo que usted cree dicta cómo obedece usted. Si usted tiene fe, usted es fiel a la fe que tiene. Lighfoot, el gran erudito, une las dos cuando dice: “Los que tienen fe en Dios son firmes e inamovibles en el camino del deber. Los fieles o creyentes son los fieles que están obedeciendo”. Entonces, es un regalo, es permanente, es obediente.

Y finalmente, otro elemento de la fe salvadora y únicamente voy a cerrar con esto, es humilde, es humilde. Para esto, usted necesita únicamente ver las Bienaventuranzas. “Bienaventurados los pobres en espíritu”, sigue hablando de pobreza de espíritu, quebrantamiento, arrepentimiento, tristeza, mansedumbre, hambre, sed de justicia; “Bienaventurados los misericordiosos, bienaventurados los puros, bienaventurados los limpios de corazón, bienaventurados los pacificadores, bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia”, como puede ver; ahora, observe esto con cuidado: La fe verdadera comienza en humildad y en quebrantamiento, y en tristeza, y en arrepentimiento y en pobreza de espíritu, y termina en obediencia y perseverancia. Es humilde, es humilde.

La fe salvadora es como la del niño pequeño, “Si no vienen a Mí —Jesús dijo en Mateo 18:47— como uno de estos pequeños, no pueden entrar a mi reino”. Es humilde, obediente, permanente y es un regalo de Dios. Usted no la produjo, Dios se la dio a usted y Él la sostiene. Y la gente que se aferra a una memoria, a una salvación basada en una memoria de un sentimiento emocional en algún lugar , en algún punto en el pasado; pero carece de amor hacia Cristo y carece de un deseo profundo de obedecerlo; no le pertenecen a Él. Y de nuevo, le recuerdo ese versículo tremendamente aterrador, 1ª de Pedro 2:7: “Para aquellos que creen, Él es preciado”, y le voy a decir cómo usted puede identificar un cristiano: Para esa persona, Cristo es preciado, preciado. Usted no tiene que debatir si debe someterse a Cristo, Él es preciado para él; él anhela someterse. La gente que no cree, sin importar lo que el pasado fue, no es salva.

Esta es la razón por la que Pablo dice en 2ª de Corintios 13:5: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe”. Escuche esta afirmación. Zane Hodges dice en su libro: “Pablo nunca estuvo preocupado por la salvación de sus congregaciones”, cito: “No hay ni siquiera un solo lugar en las cartas paulinas en donde él expresa duda porque su audiencia esté constituida de cristianos verdaderos que puedan ellos concebiblemente no ser regenerados, es el pensamiento más lejano de la mente del Apóstol”, fin de la cita. Bueno, entonces, ¿qué les dijo en 2ª de Corintios 13:5? “Examinaos si estáis en la fe”. Un versículo que él, por cierto, ni siquiera discute. Claro que él estaba preocupado porque fueran genuinos, porque no tuvieran una fe falsa; y como pastor, estoy preocupado por la congregación que Dios me está dando.

No les estoy predicando este mensaje, serie de mensajes, para que alcancen alguna audiencia más allá de esta iglesia, sino para señalarles la seriedad con la que deben discernir su propia condición espiritual. Que Dios les conceda una fe salvadora verdadera, un regalo permanente que comience en humildad y quebrantamiento por el pecado, y termine en obediencia para justicia; esa es la fe verdadera, y es un regalo que solo Dios puede dar. Si usted lo desea, ore y pídala para que Él se la conceda a usted.

Inclinémonos juntos. Padre, gracias por nuestro tiempo en esta noche. Gracias por Tu Palabra a nosotros. Gracias por todo lo que las Escrituras dicen de manera tan clara de estos asuntos, y no hemos más que rascado la superficie. Haznos fieles, Señor, para ser fieles a esa fe verdadera, para expresar el Evangelio salvador de Cristo de una manera que te agrade a Ti, para que hombres y mujeres no estén engañados, sino que sean salvos. Oramos en Tu gracia, que Tú salves a pecadores, inclusive en esta noche, en el nombre de Cristo. Amén.

 

   

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