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Buenos, estos son dias especiales. Y creo que en cierta manera estamos reduciendo el paso un poco y retrocediendo del nivel de involucramiento que tenemos en el mundo, y sentándonos y pensando en esas cosas que nos son preciadas. Realmente son los momentos importantes, y horas importantes conforme las disfrutamos juntos con nuestras familias y aquellos que amamos.

Pero conforme pensamos en la Navidad, oímos mucho del Espíritu de la Navidad y el espíritu del amor. De hecho, alguien me dijo apenas la semana pasada, después de uno de los mensajes que di: “Me sorprendió que no hablaste del hecho que debemos amarnos unos a otros, ¿después de todo, no es ese el punto entero de la Navidad?” Y me impactó que, para la mayoría de la gente, probablemente eso es lo que piensa, que el punto de la Navidad tiene que ver de amar a la gente.

Alguien más me dijo: “No deberíamos estar demostrando amor a otros. ¿No es ese el verdadero significado de la Navidad? Eso expresa un sentimiento popular. El sentimiento popular está concentrado en amar a otros y ser amable con otros, y ser amigos amables, y con la familia, inclusive con los extraños, y dar regalos y mostrar afecto. Constantemente oímos eso definido como el espíritu de la navidad. Alguien hace de cierta benevolencia para alguien más, y ese es el espíritu de la navidad. Y no quiero ser el Gruñón que se robó la navidad. De ninguna manera. Pero ese no es el espíritu de la navidad. Esa no es la importancia de la navidad en absoluto.

La bondad humana es algo hermoso, y algo muy deseable y ciertamente inclusive se manda en la Biblia que le hagamos bien a todos los hombres, especialmente a aquellos que son de la familia de la fe. Que seamos misericordiosos y perdonadores como Dios, que seamos amables unos con otros, y misericordiosos, y nos amemos como Dios nos amó. No estoy menospreciando eso como una realidad, es algo muy importante amarse unos a otros, y ser buenos unos con otros y dar regalos y hacer sacrificios y mostrar misericordia y bondad a personas afligidas en un mundo de aflicción, es algo muy importante, pero no consiste en eso la Navidad. En lo que consiste la Navidad no es que la gente ame a personas, en lo que consiste la Navidad es que Dios ama a pecadores. La Navidad, sobre cualquier otra cosa es el acontecimiento que se enfoca en la redención divina. La Navidad no se concentra en ‘de persona a persona’, es de ‘Dios a personas’. De hecho, Dios amando a pecadores que son absolutamente indignos de su amor, y no son atractivos en absoluto e indignos de Su afecto.

El nacimiento de Jesucristo es el testimonio del amor de Dios, en eso consiste. “De tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito.” Cómo hemos estado aprendiendo en esta serie del amor de Dios. “Dios demostró”, probó su amor hacia nosotros, Romanos 5:8 dice, “en que aun siendo pecadores Cristo murió por nosotros.” Jesús vino al mundo no para que fuera servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.

Entonces, el nacimiento de Jesucristo muestra el amor de Dios hacia pecadores indignos. No tiene que ver con gente amando otras personas, tiene que ver con Dios amando pecadores, Dios amando pecadores indignos, pecadores inmerecedores, y Dios amándolos de una manera tan magnánima como para llevar a cabo el acto más noble de amor, de acuerdo con las palabras de Jesús, es “cuando un hombre pone su vida por la de sus amigos.” Y hemos estado viendo este asunto del amor de Dios, ese es el tema de la Navidad. Hemos estado hablando de esto ya, esta sería nuestra tercera semana, y hablaremos más de esto la próxima semana al examinar el tipo de amor que Dios ha demostrado.

Juan 3:16 dice, “De tal manera amó Dios al mundo.” Y hemos visto como Dios amó al mundo. El amor de Dios para el mundo se manifiesta en su gracia común, como los teólogos la llaman, o su bondad general. Los cielos son azules y el pasto es verde, y las flores crecen en el jardín, inclusive de gente no-regenerada. Y la música consuela nuestros corazones, y les da alas a las expresiones de nuestras expresiones. Y podemos disfrutar un niño pequeño, y podemos disfrutar los frutos del amor y el trabajo. Y todo eso es gracia común. Común para toda la gente y manifestación del amor de Dios.

Y después, Dios manifiesta su amor al mundo entero en términos de su compasión, él tiene misericordia. Él mostró en la Escritura como Dios tiene compasión, inclusive el punto en el que Jesús lloró conforme vio la situación de la gente. Vimos la compasión de Dios también en el ministerio de curación de Jesús, conforme él los tocó en el tiempo de su gran necesidad. Y el amor de Dios hacia el mundo entero es visto en advertencias a lo largo de la Biblia, Dios advierte acerca del pecado, y sus efectos y sus consecuencias y el juicio eterno.

Vemos el amor ilimitado de Dios en el evangelio, conforme debe ser esparcido al mundo entero y la gente, a la gente se le dice que si viene a Cristo sus pecados pueden ser perdonados, y pueden tener la esperanza de vida eterna en el cielo para siempre. Ese es el amor ilimitado de Dios. Y entonces, dijimos que el amor de Dios es ilimitado en su extensión. Pero la segunda proposición con la que comenzamos la semana pasada, y continuaremos en esta mañana, es que el amor de Dios es limitado en grado. Mientras que el amor al mundo entero, Él no los ama al grado que ama a los suyos. Aquellos que le pertenecen al Señor son los objetos especiales de su amor. Él tiene hacia ellos un amor que va más allá del amor que Él tiene hacia el mundo.

De hecho, debemos recordarle que el amor que Dios tiene hacia el mundo es temporal, esto existe únicamente en el marco del tiempo, existe solo en esta vida es temporal y eventualmente para aquellos que rechazan a Jesucristo, ese amor se convierte en odio, ese odio resulta en juicio eterno. Dios ama al mundo de una manera temporal, limitada por el espacio y el tiempo en la esfera física. Ese amor se convierte en odio, y juicio para aquellos que lo rechazan. Y la triste verdad es que mientras que Dios ama al mundo, extiende compasión hacia el mundo en gracia común, advertencias acerca del juicio y el evangelio. Jesús dijo, “Y no queréis venir a mí para que tengáis vida.” Los hombres rechazan el regalo que Dios ofrece y por lo tanto el amor de Dios se convierte en odio y juicio.

Pero para aquellos que reciben el amor de Dios, para aquellos que vienen a Cristo, para aquellos que aceptan a Cristo como Señor y Salvador, creyendo en su muerte, resurrección y entregando sus vidas a la obediencia de su voluntad, para esas personas Dios trae un amor que va más allá del amor que Él tiene hacia la humanidad no regenerada. Él ama a los suyos con un amor que va más allá de cualquier cosa que jamás pudiéramos imaginar o pensar. Inclusive, toda la eternidad no podrá agotar de manera completa la demostración del amor de Dios hacia los suyos. Él ama a los suyos, con un amor que llega a la máxima capacidad que Él tiene de amar, como vimos la última vez. Y nadie ha expresado eso mejor que el apóstol Juan, quien dijo: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo,” Juan 13:1, él los amó eis telos. Y esa frase puede significar que el los ama completamente, perfectamente, de manera plena, puede significar, ‘hasta el fin’. ‘Hasta el límite’, ‘hasta el máximo’, ‘hasta lo último’, puede significar: eterno, inmortal, por toda la eternidad y significa todo eso. Todo eso.

El Señor ama a los suyos de una manera que va a ser demostrada a lo largo de toda la eternidad y como dije, inclusive toda la eternidad no puede agotar la expresión de ese amor. Cuando Juan lo resume, lo hace en estas palabras simples. “Mirad cuán grande amor el Padre nos ha dado.” Mirad cuán grande amor, y él no agota media docena, o una docena de adjetivos porque ni siquiera se acercarían a decir lo que necesita ser dicho. Él simplemente dice, “cuán grande amor que debamos ser llamados ‘hijos de Dios.’ 1 Juan 3:1. Es ese gran amor con el que nos ha amado. Y es ese amor que ha causado que seamos llamados sus hijos.

Recuerde ahora, él estableció ese amor sobre nosotros en la eternidad pasada, antes de que el mundo comenzara, así como con la nación de Israel, el deseo no influenciado, soberano, predeterminado, y deseo amarnos, aunque no habíamos nacido aun y sabiendo que cuando naciéramos seríamos pecadores que no éramos algo atractivo de ser amados. Juan, de nuevo lo dice tan bien como puede ser dicho, 1 Juan capítulo 4, versículo 9, podría ser tan amable en abrir su Biblia en este capítulo, quiero comentar en un par de versículos. 1 Juan capítulo 4, versículo 9, “Por esto el amor de Dios fue manifestado en nosotros, en que Dios ha enviado a su único Hijo al mundo para que pudiéramos vivir por él.” Dios primero nos ama, debido a que Dios nos ama, él envía su hijo al mundo para que podamos vivir a través de él.”

Versículo 10. En esto está el amor, que podamos vivir a través de él, versículo 10. “En esto está el amor, ahí está el amor manifiesto en el regalo de Cristo, no en que nosotros amamos a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para ser la propiciación por nuestros pecados. Ahí en el versículo 16, Juan dice, “Hemos llegado a conocer y a creer el amor que Dios tiene hacia nosotros. Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios, y Dios permanece en él. Y después en el versículo 19, “Nosotros lo amamos a Él porque Él nos amó primero.” Entendamos la secuencia de manera correcta. Dios determinó amarnos antes de que el mundo comenzara, Dios nos amó cuando todavía estábamos en pecado. Dios nos amó cuando no éramos atractivos para ser amados, y fue esa predeterminación de amarnos a pesar de lo que éramos. Esa es la esencia del gran amor redentor de Dios.

El mensaje de la Navidad entonces, es que Dios ama a pecadores y envía a su Hijo al mundo para redimirlos. Para aquellos que creen y aceptan esa redención, él derrama un amor que no conoce límites, por los siglos de los siglos es demostrado en primer lugar en que él estuvo dispuesto a morir por nosotros y después pasar el resto de la eternidad derramándose expresiones de ese amor sobre nosotros. Es misterio. ¿Cómo podríamos esperar llegar a entender porque él escogió amarnos de una manera así? ¿Por qué es que Dios en el mejor de los casos no dijo nada más: “bueno voy a concederles, son una multitud de pecadores miserables, voy a dejarlos entrar al cielo, pueden disfrutar unas cuantas cosas, pero no esperen mucho”?

¿Y porque no hay una expresión mínima del amor de Dios hacia nosotros, que hemos pecado contra su nombre santo? ¿Por qué no expresa los máximos niveles, él de su amor hacia los ángeles santos que nunca cayeron, y que de manera fiel a lo largo de todo el tiempo han sido fieles al amor de Dios, quien los hizo? Él condenó a los ángeles que cayeron sin esperanza de redención, ¿por qué quiso redimir al hombre? No conocemos la respuesta a eso, fuera de que él predeterminó amarnos, y al amarnos acércanos a sí mismo.

Daniel Whittle escribió el poema para una canción que he cantado desde que era un niño pequeño. Las palabras expresan la pregunta que debe estar en todos nuestros corazones. “No sé porque la gracia asombrosa de Dios para mí, el dio a conocer. Ni porque indigno del amor de Cristo, en amor él me redimió para ser suyo. No sé porque, pero sé en quien he creído y estoy persuadido que él es poderoso para guardar aquello que le he encomendado hasta ese día.”

No sabemos porque, quizás en la eternidad nunca sabremos por qué. ¿Por qué es que Dios nos ama? No había nada en nosotros que amar, no somos diferentes de ninguna otra persona, como vimos la semana pasada en Ezequiel capítulo 16. Dios le dijo a Israel, “Son peores que Samaria, son peores que Sodoma.” Samaria y Sodoma perecen en juicio, e Israel dice Él: “Te voy a perdonar”, ¿por qué? “porque he escogido amarte.” Es un misterio inmenso e incomprensible, pero Dios ama a los suyos. Y debido a eso, Él envió a su Hijo al mundo para morir por nosotros para que pudiéramos convertirnos en sus hijos.

Ahora, cuando nos volvemos sus hijos por la fe en Jesucristo, ¿qué tipo de amor, entonces disfrutamos? No hablemos de su amor, ese amor que es ilimitado y en extensión al mundo. Hablemos de su amor, el que es limitado en grado al mundo, debido a que es completo en grado, su amor, ese amor que le pertenece a los creyentes. Hablemos del amor que él tiene hacia nosotros. Y, realmente quiero compartir con ustedes, eso esta mañana. Nada profundo, nada nuevo, simplemente un recordatorio de la manera en la que Dios ama a los suyos, lo cual es aquello en lo que consiste la Navidad, Dios manifestando su amor hacia aquellos que vienen a la fe en su Hijo.

Comencemos al ver Lucas capítulo 15. Lucas capítulo 15, un capítulo muy conocido, el cual está incluido en la parábola del Hijo pródigo, como es llamada, realmente es la parábola de un padre perdonador. Es nombrada de manera equivocada, “El hijo pródigo”, realmente es la historia de un padre perdonador, o el padre amoroso. Veamos Lucas 15 y versículo 11. “También dijo: ‘Un hombre tenía dos hijos y el menor de ellos dijo a su padre, ‘Padre dame la parte de los bienes que me corresponde.’ Y le repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo, el hijo menor se fue lejos, a una provincia apartada y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.

Y cuando todo lo hubo malgastado vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue, y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos.” No una ocupación apropiada para un buen niño judío.

“Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Y volviendo en sí, dijo: Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan y yo aquí perezco de hambre. Me levantaré, iré a mi padre y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tú hijo, hazme como a uno de tus jornaleros.” Y levantándose vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió y se echó sobre su cuello y le besó una y otra vez.” Deténgase en ese punto.

El padre es Dios, el hijo es el pecador mundano, no-religioso. Todo pecador, tiene en un sentido creado a Dios como padre, y todo pecador tiene privilegios porque él es creado, creado a la imagen de Dios. Este joven retrata al pecador, quien desperdicia esos privilegios en una vida disipada, no-religiosa. Él tomó todas las cosas buenas que Dios le había dado, debido a que fue creado a imagen de Dios, y él salió y lo desperdició todo en una vida disoluta, inmoralidad, embriaguez y todo lo que usted podría incluir ahí. Y llega un punto en medio de su condición de entrega al pecado, y él se da cuenta de que ha llegado al fondo.

Él está sirviendo ahí a los cerdos, teniendo que comer su alimento de lo mismo, y él se da cuenta de que así no debe vivir y entonces él decide venir a Dios. Aquí está el pecador penitente, y él regresa a Dios, y él viene triste por su vida desperdiciada, triste por desperdiciar todos los regalos maravillosos que son de él, debido a que fue creado a la imagen de Dios. Él ha desperdiciado su tiempo y toda su oportunidad, pero él sabe en dónde está entiende su iniquidad, él entiende su impiedad, él quiere regresar y corregir las cosas con su padre, con Dios, y él va de regreso.

En el versículo 20, después usted ve el amor de Dios demostrado hacia un pecador penitente. Mientras que él está todavía lejos, él todavía va caminando por el camino, él ni siquiera ha podido llegar a la presencia de su padre, su padre lo vio porque él estaba viendo, y él sintió compasión hacia él y él corrió y lo abrazó y lo besó una y otra, y otra vez. Es la indicación del idioma griego. Aquí usted tiene un retrato de la naturaleza del amor de Dios, y lo que es sorprendente acerca de este amor, es que es dado hacia alguien que es totalmente inmerecedor, alguien que ha desperdiciado oportunidad y privilegio, sin embargo, el padre lo ve, siente compasión hacia él, y lo besa de manera repetida. 

Aquí está el padre tratando al hijo como si no hubiera pasado, como si sus pecados fueran sepultados en las profundidades del mar más profundo, alejados tanto como el este del occidente y olvidados. Aquí está el afecto efusivo. No hay una resistencia que dice, “Bueno, tú sabes, realmente has vivido una vida miserable, y voy a dejarte entrar al reino, pero realmente no debería hacer eso.” No hay esa actitud. No hay pasado. Se acabó, ha desaparecido. Y todo lo que el hijo experimenta es abrazos, y besos repetidos y abrazos y el gozo del padre es abrumador. Y esto es un emblema de como Dios ama al penitente que viene a Él. Lo ama de manera abundante, lo ama de manera efusiva, grande, afectuosa.

Y el hijo está tan impresionado por esto, en el versículo 21, el hijo le dijo a él: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo.” Es casi como si él lo aleja y le dice: “Espera un momento, ¿entiendes lo que yo he hecho? ¿entiendes como soy?” Es casi como que si él no puede enfrentar esto. esto quizás es la humillación más profunda, venir a Dios es una experiencia humillante. Y la primera cosa que te humilla cuando vienes a Dios, es la conciencia de tu pecado. Él fue humillado. Mientras que él estaba comiendo las algarrobas de los cerdos, él llegó a estar muy consciente de una vida disipada y desperdiciada. Él sabía lo que estaba disponible para él por parte del padre. Él regresó, confesó su pecado en contra del cielo y de su padre. Él es un penitente verdadero. Él está dejando su pecado, dejando su vida desperdiciada, y él viene a Dios y él está humillado en primer lugar por su pecado.

Pero después, en segundo lugar, y quizás lo que es más profundo, él es humillado por la gracia de Dios. Lo que es más humillante que la conciencia del pecado de uno, es la conciencia de la gracia de Dios. Eso es mucho más humillante. Y él quiere alejar a Dios, por así decirlo y decirle, “¿Realmente entiendes lo que he hecho? Tú simplemente estás expresando tu amor y afecto hacia mí. ¿Sabes quién soy yo?” Eso es inclusive más humillante. Pero así es el amor de Dios hacia un pecador penitente. Es rico, efusivo, generoso, exalta este amor. El padre ni siquiera responde a sus preguntas vacilantes.

En el versículo 21, el padre simplemente les dice rápidamente a sus esclavos, “Sacad el mejor vestido y vestidle. Y poned un anillo en su mano y calzado en sus pies y traed un becerro gordo y matadlo. Y comamos y hagamos fiesta.” Ni siquiera considera las preocupaciones del joven acerca de que él es digno o no, él simplemente comienza la fiesta. “Porque este mi hijo”, versículo 24, “muerto era, y ha revivido y se había perdido y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. Y ese es, ese es el retrato del amor de Dios hacia un pecador penitente. No es mínimo, es máximo, es generoso.

Pase a Romanos capítulo 8. Y aquí hay otro retrato de la naturaleza de este amor. Romanos 8, versículo 35, esto también es un entendimiento absolutamente crucial para entender la grandeza del amor de Dios. Versículo 35, “¿Quién nos separará del amor de Cristo?” Pablo hace la pregunta retórica: “¿Tribulación, o angustia o persecución o hambre, o desnudez, o peligro o espada? Cómo está escrito, por causa de ti somos muertos todo el tiempo. Somos contados como ovejas de matadero.” Eso es tomado del Salmo 44, Pablo dice: ¿Qué nos va a separar del amor de Dios que nos da en Cristo?” Digo, estamos siendo matados todo el día, él vivía al borde de la muerte constantemente, como todos lo sabemos. Él siempre estaba siendo considerado como una oveja que estaba por ser matada por alguien que lo quería muerto. Este era su patrón de vida, ¿nos va a separar eso? ¿tribulación, o angustia, o persecución o hambre o desnudez o peligro o espada?

Versículo 37, “Antes en todas estas cosas somos más que súper vencedores, por medio de ¿qué? de Aquel que nos amó” Cómo puede ver esto es experiencia personal, Pablo dice, “He enfrentado tribulación, Dios no dejó de amarme. He enfrentado aflicción. Dios no dejó de amarme. He enfrentado persecución, he enfrentado hambre, he estado desnudo, he estado en peligro, he estado al borde de la espada, he enfrentado todo eso, y les puedo decir, en todo esto, Aquel que me amó, nunca, nunca, nunca me apartó de su amor.”

Y entonces, estoy persuadido, versículo 38, “De que ni la muerte ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” La segunda cosa que aprendemos del amor de Dios hacia los suyos es que es inquebrantable, inseparable, inconquistable, y eterno, nunca, nunca disminuye, nunca vacila, nunca se enfría y nunca cambia. Dios nos ama con un amor eterno. Y usted regresa al eis telos de nuevo. 

Jesús habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta la eternidad. Es un amor que nunca morirá, nunca se enfriará, nunca disminuirá, nunca se desvanecerá, un amor del cual nunca podemos ser separados, nada puede separarnos, nada, ni la muerte ni la vida, nada angélico, nada en el presente, nada en el futuro, nada. Ninguna cosa que es creada, y todo fue creado excepto por Dios mismo. Nada en la existencia puede separarnos de ese amor. Él ama al mundo con un amor temporal, Él ama al mundo con un amor de compasión, un amor de bondad. Los ama lo suficiente como para advertirles, pero ese amor está limitado por el tiempo, y cuando el tiempo termina para ellos, también termina ese amor y entran al infierno y al juicio. Pero a los suyos que creen en Jesucristo, y han venido a él en una fe arrepentida, los ama con un amor eterno que jamás puede ser quebrantado.

Observe Efesios capítulo 2 y veamos otro pasaje que define para nosotros la naturaleza de este amor. Efesios capítulo 2, algunos recordatorios más que sé que usted conoce. Versículo 4, y aquí Pablo usa el mismo término que Juan usa. “Con su gran amor con que nos amó,” todo comienza a partir del amor de Dios. Este gran amor con que nos amó. Y después él procede a definir este amor. Nos amó tanto que aun “estando nosotros muertos en pecados,” ahí está de nuevo ese énfasis en habiéndonos amado cuando no éramos dignos; “nos dio vida juntamente con Cristo, por gracia sois salvo.” Nos amó en primer lugar, nos amó en nuestras transgresiones, a partir de ese amor Él soberanamente nos dio vida juntamente con Cristo, esto es, nos colocó en Cristo por nuestra fe en Cristo, fuimos colocados en la cruz espiritualmente, morimos con Cristo, resucitamos para caminar en vida nueva, de tal manera que literalmente enfrentó nuestros pecados y nos dio vida nueva mediante la gracia.

Versículo 6, “Y juntamente con él nos resucitó,” salimos de la tumba con Cristo. Y así mismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús.” ¿Qué significa eso? Que nuestro hogar real está en el cielo, que nuestra vida real está en la dimensión espiritual que va más allá de este mundo. Eso es lo que hizo por nosotros. Él nos amó tanto, inclusive cuando estamos muertos en nuestras transgresiones, Él nos dio vida juntamente con Cristo, mediante la gracia. Él nos resucitó de la tumba para caminar en vida nueva. Él nos sentó permanentemente en los lugares celestiales. Ese es ahora nuestro hogar, esa es nuestra morada y ahí está nuestra vida.

¿Y porque hizo Él esto? ¿Por qué salvó Él a pecadores muertos? ¿Por qué? Versículo 7 le da a usted la razón para todo esto. “Para”, y esa es una cláusula de propósito, “con el propósito de que, en los siglos venideros, esto es a lo largo de toda la eternidad, el mostrara las abundantes riquezas de su gracia. ¿Cómo es que Él va a mostrar las abundantes riquezas de su gracia, en gracia hacia nosotros? “En su bondad”, qué, ¿qué significa eso? Eso significa que Dios nos salvó cuando estábamos muertos en nuestros pecados, para que Él por los siglos nos mostrara su bondad. Eso es sorprendente.

Dice usted, “¡No merecemos esa bondad, no merecemos su bondad!” Ese es el punto, esa es la razón por la que él recibe tanta gloria por mostrarnos bondad. Por los siglos de los siglos no solo le vamos a agradecer por su bondad, sino que vamos a agradecerle por su bondad porque sabemos que nunca la merecimos. Pero ese es el punto. Él nos amó tanto, que Él quiso mostrar bondad hacia nosotros para siempre. ¿Dice usted? ¿Qué es el cielo? El cielo es en dónde Dios nos va a mostrar bondad a partir de las riquezas abundantes de su gracia para siempre. Dice usted, ¿quieres decir que vamos a ir al cielo y Dios simplemente va a pasar la eternidad siendo amable con nosotros? Eso es correcto.

Ahora, ese es un amor que trasciendo, es un amor que da vida, es un amor que promete gloria eterna, es un amor que promete bondad eterna. La eternidad del cielo, es Dios siendo amable hacia nosotros. Amable hacia nosotros, por los siglos de los siglos. Y la gente algunas veces piensa en el cielo y dice, “Oh no sé, quizás va a ser aburrido ahí.” Ahora, recuerde esto, Dios tiene una mente infinita, y Dios tiene un número infinito de maneras en las que Él puede demostrar Su bondad. Y entonces, en la eternidad, simplemente vamos a enfrentar una explosión de experiencia tras experiencia, de la bondad sin límites de Dios, y no habrá ni siquiera dos que serán jamás iguales. Ese es el nivel que tiene hacia nosotros, mientras que éramos pecadores.

Observe Efesios capítulo 5 y vea otra área de este amor. Y ese es su aspecto purificador. Primero es un amor generoso, en segundo lugar, es un amor inquebrantable, en tercer lugar, es un amor que muestra bondad eterna, y aquí está un amor purificador. Dice en el versículo 25, “Cristo amó a la iglesia, y se entregó así mismo por ella.” ¿por qué? ¿Por qué? “para santificarla habiéndola purificado por el lavamiento del agua, por la Palabra, a fin de presentárselo a sí mismo una iglesia gloriosa, sin mancha, ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.”

Entonces, ahora encontramos otro propósito. No solo Él quiere que experimentemos bondad para siempre, sino que quiere que experimentemos santidad eterna. Cristo amó la iglesia lo suficiente como para morir por la iglesia, para santificarla, esto es para separar a la iglesia del pecado, para limpiar a la iglesia por la Palabra, para llevar a la iglesia al cielo en toda su gloria, sin mancha, ni arrugas, sino santa e irreprensible. Ahora, la realidad sorprendente de eso es que solo hay un ser en el universo que es santo, y es irreprensible. ¿Quién es? Dios. Él nos amó lo suficiente como para hacernos exactamente como Él. Esa es la razón por la que Juan dice que “seremos como él cuando le veamos como él es.” ¡Es una cosa increíble!

Dios nos ama lo suficiente como para separarnos del pecado para limpiarnos, purificarnos, para llevarnos a la gloria, sin mancha, sin arruga, ni ninguna otra cosa que sea una mancha, sino santos, irreprensibles. Digo, la transformación es increíble. De estar muertos en delitos y pecados, a estar vivos en santidad y perfección. Y todo esto debido a nada en nosotros mismos, nada de dignidad de nosotros mismos, nada deseable en nosotros mismos, ningún mérito en y por nosotros mismos, nada más que la gracia gratuita de Dios. ¡Qué amor! No es sorprendente que Juan dijo, “Mirad cuán amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios.” Es un amor generoso, es un amor que es inquebrantable, es un amor que se va a demostrar a sí mismo en bondad eterna. Es un amor que se demostrará a sí mismo en santidad eterna.

Observe Hebreos capítulo 12. Hebreos capítulo 12. Este también es un aspecto importante de su amor. Dios siempre quiere lo mejor para sus hijos. Y Él sabe que el camino para lo mejor es siempre el camino de la obediencia. ¿Escuchó eso? Dios sabe, que el camino para lo mejor es el camino de la obediencia. ¿Sabe una cosa? es como un padre. Un padre dice, “Bueno, realmente amo a mi hijo, realmente amo a mi hijo, y no disciplina al hijo. Cuestiono ese amor, porque si usted no disciplina a su hijo, usted realmente está programando a ese hijo para lo peor. El amor no busca lo peor. El amor busca ¿qué? lo mejor. 

Y entonces el amor aprende a disciplinar porque la disciplina se vuelve entonces la protección y la garantía de la bendición. Y Dios dice, “Te amo demasiado como para no disciplinarte”. Hemos dicho eso como padres, ¿no es cierto? Agáchate, esto es porque te amo. Y usted recibe una mirada confusa del niño que dice, “Claro”. Pero al final, lo es y aprende. Pero Dios nos ama lo suficiente como para disciplinarnos. ¿Por qué? para empujarnos de regreso al camino de la bendición. Capítulo 6, o capítulo 12, versículo 6, “Porque el Señor al que ama disciplina y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina Dios os trata como a hijos, ¿porque qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os dejo sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces soy bastardos, y no hijos.”

Si usted no está siendo disciplinado por Dios, usted no le pertenece a Él, porque si usted le pertenece a Él, Él lo va a disciplinar a usted porque Él lo ama a usted tanto. Por otra parte, versículo 9, “Tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Porque no obedeceremos mucho mejor al padre de los espíritus y viviremos? Y aquellos ciertamente por pocos días nos disciplinaban, como a ellos les parecía. Pero este para lo que nos es provechoso,” aquí está de nuevo, “para que participemos en su santidad’. No en la eternidad, eso ya va a pasar, sino en el tiempo. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza, pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.”

Dios lo ama lo suficiente a usted como para disciplinarlo. Es un amor que corrige, es un amor que reprende. Es un amor que disciplina, es un amor que entrena, es un amor que disciplina hacia la justicia, hacia la piedad. Este es el amor salvador, justificador, santificador, glorificador, que Dios tiene hacia los suyos y únicamente hacia los suyos, aquellos que creen en Él. ¡Cuán grande amor! Lo suficientemente grande, le dijo Pablo a los tesalonicenses, como para darnos consuelo eterno, y una buena esperanza. Y como puede ver, en eso consiste la Navidad. Toda la Navidad tiene que ver con Dios demostrando este amor sin medida, e inmenso hacia aquellos que crean en Él, mediante Su Hijo.

Realmente es imposible entender la plenitud de este amor. Hice un esfuerzo frágil esta mañana, por darle algún sentido de la grandeza de este amor. Permítame llevarlo a otro pasaje que quizás en cierta manera concluya su pensamiento con respecto a la grandeza de este amor. Efesios 3, versículo 17. Y únicamente voy a ver tres versículos aquí con usted. Efesios 3:17-19. Ahora, Pablo aquí está orando por los efesios, y claro, por todos los creyentes. Y él está orando en el versículo 17, porque Cristo more, “habite en vuestros corazones mediante la fe”. Eso es más que una oración por salvación, obviamente incluye eso.

La palabra ‘more’, o ‘habite’ “katoikeō” es una palabra que significa, tiene la palabra ‘hogar’ y ‘establecerse’, combinadas. Significa establecerse y estar en casa. Cuando Cristo se establece y está en casa en su corazón. O, dicho de otra manera, cuando Cristo tiene un acceso sin refreno, sin restricciones a toda área de su vida. Cuando Cristo está en control, no es nada más que usted es un creyente. Es que Cristo se ha establecido. Él no tiene que estar arreglando las cosas. Usted sabe, cuando usted está comprometido y entregado a Cristo, y él tiene un acceso sin restricciones a su vida, entonces Pablo dice, “está siendo arraigado y establecido en amor.”

En otras palabras, usted estará fijo, de manera firme y sólida, en el amor de Dios, cuando su vida está sometida de manera completa a Cristo. Cuando toda área de su vida está sometida a él, y él tiene ese acceso sin restricciones a toda parte de su vida, usted va a estar fijo de manera sólida en el amor de Dios. Usted experimentará ese amor, eso es lo que Pablo quiso decir en Romanos 5:5, cuando él dijo: “El amor de Cristo ha sido derramado en vuestros corazones. Eso es lo que Judas quiso decir en Judas 21, cuando él dijo, “Conservaos en el amor de Dios.” ¿Qué quiso decir él? Manténganse en la posición de devoción, dedicación y obediencia en la cual serán arraigados y establecidos en amor.

Si usted quiere experimentar la plenitud del amor de Dios, entonces deje que Cristo tenga un acceso sin restricciones a toda área de su vida. Manténgase en el amor de Dios. No significa, manténganse usted mismo salvo. Significa, manténgase a usted mismo obediente y entregado a Cristo, para que usted esté sintiendo los beneficios plenos del gran amor de Dios. Y cuando usted hace eso, versículo 18 dice, usted podrá comprender con todos los santos, cuál es la amplitud y la longitud y la altura y la anchura y la profundidad y usted podrá conocer el amor de Cristo que sobrepasa, ¿qué? conocimiento. El punto es que el amor del que estamos hablando aquí es algo que no se puede conocer. No se puede conocer por la razón humana, no se puede conocer la mente humana no lo puede conocer, los no-regenerados no lo pueden conocer, es incomprensible, sobrepasa el conocimiento.

Pero usted lo puede conocer dice él, puede conocer el amor de Cristo que nadie más conoce, puede comprenderlo en su amplitud y su anchura, y longitud y altura y profundidad, cuando usted está arraigado y establecido en él. Y eso sucede cuando Cristo tiene un acceso sin restricciones a toda área de su vida. Cuando Cristo llena su vida, usted puede regresar a Juan 14, entonces el amor de Dios va a llenar su vida. Cuando Cristo tiene toda parte de su vida, entonces el amor de Dios llena su vida, y entonces usted lo va a comprender. El punto es que usted únicamente puede comprenderlo cuando usted lo ha experimentado. Eso me recuerda de Luis Armstrong, el gran trompetista de jazz, quien en una ocasión se le pidió que explicara el jazz y su respuesta clásica era, “Hombre, si lo tienes que explicar, no lo tienes.”

Ahora, entendemos que el amor es un poco así. Si lo tengo que explicar, usted no lo tiene. Pero el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, mediante Jesucristo por la fe en él. Si le tengo que explicar eso a usted, entonces usted no lo está experimentando. Pero si Cristo tiene acceso sin restricciones a toda parte de su vida, usted estará arraigado y establecido en amor, y usted va a comprender con los santos, con todos los santos, cual es la amplitud y anchura y profundidad y altura. Y usted conocerá el amor de Cristo, que de otra manera es absolutamente incomprensible y no se puede conocer.

Un santo de la antigüedad vio el versículo 18, cuando usted tiene el amor de Dios en cubo, ¿lo ve usted ahí? es simplemente el amor de Dios en cubo. Digo, simplemente para mostrar lo vasto que es, ¿qué tan largo es largo? ¿qué tan ancho es ancho? ¿qué tan alto es alto? ¿qué tan profundo es profundo? Bueno, un santo de la antigüedad tomó la cruz y dijo, “La cruz es el símbolo, la parte de arriba apunta a la altura, la parte de abajo a la profundidad, y las dos partes horizontales a la anchura, y a la extensión y son interminables. ¿Cuán ancho es el amor de Dios? Es para todos los que creen. ¿Cuán largo es su amor? Es de la eternidad pasada a la eternidad futura. ¿Cuán alto es su amor? Lo suficientemente alto como para llevarnos al trono en el cielo de los cielos. ¿Cuán profundo es su amor? Lo suficientemente profundo como para alcanzar el foso más profundo del pecado y rescatarnos.

Ahí está el resumen de todo, es un amor que es ancho y largo y alto y profundo. Y hemos visto algo de su naturaleza en los otros pasajes. Y este es el amor de Dios que lleva al versículo 20. Y usted realmente no puede ver esta sección sin el versículo 20. El versículo 20 dice: “Y Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas, mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a Él sea la gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.”

¿Qué es eso? Esa es una ¿qué? una doxología, ¿no es cierto?

Bueno, ¿qué es lo que está haciendo que Pablo irrumpa en una doxología? Lo que está causándolo es que él acaba de comprender tanto como es humanamente posible, el amor de Dios en Cristo, y él irrumpe en alabanza. Ese es el amor de la Navidad, ese es el amor de la Navidad. Dios amando a pecadores tanto, que los hace suyos, les perdona todos sus pecados, derrama bondad por toda la eternidad, los hace tan santos, irreprensibles y perfectos como Él mismo es, al concederles su propia justicia en Cristo. Ese es su amor. Y mi oración por usted, mi oración por cualquier persona en esta temporada navideña, es la oración de 2 Tesalonicenses 3:5. Escuche lo que Pablo escribió: “Y el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo.”

¿Se ha dado cuenta de cómo el amor en este mundo es débil? La gente habla de amor, pero Oh, es débil, es vacilante. No estamos hablando de ese tipo de amor. Cuestionando inclusive si es amor. Hay un himno hermoso escrito por Jorge Matheson, llamado “Oh amor que no me dejará ir.” Hay una historia triste detrás de ese himno. Jorge Matheson, el escritor que estaba por casarse con el amor de su vida. Cuando él le anunció a ella que él sintió que Dios le estaba llamando al servicio misionero, ella dijo: “No quiero ser una misionera.” Y lo dejó, rehusándose a casarse. Solo, totalmente solo él escribió estas palabras: “Oh amor que no me dejará, descanso mi alma cansada en ti. Te devuelvo la vida que te debo, para que, en las profundidades de tu océano, su flujo sea más rico, más lleno.”

Dios lo ama a usted a este nivel, ¿puede usted decir con Matheson, te devuelvo la vida que le debo a un amor así, para que, en las profundidades de tu océano, su flujo pueda ser más rico, más completo? Esa es la pregunta. Entender la Navidad es experimentar el amor de Dios inmortal, completo, rico, en Jesucristo. Y hacer lo que 1 Juan 4:19 dice: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.”

Padre, te damos gracias por este tiempo maravilloso del año, y por el recordatorio de nuevo de tu amor hacia nosotros. Y simplemente hemos tocado esto tan ligero, esta verdad tan grande. Sin embargo, simplemente tocar su superficie es tan enriquecedor, tan emocionante, y estamos tan agradecidos. Nos amas con un amor que va más allá de nuestra comprensión, y va a tomar toda la eternidad inclusive eso no va a agotar su expresión. Gracias, porque mientras que éramos pecadores, nos amaste lo suficiente como para enviar a Tu Hijo para morir por nosotros.

Padre, expresamos nuestra gratitud por todas tus dádivas buenas. Únicamente las iniciales hemos comenzado a experimentar, la plenitud espera nuestro futuro en tu presencia. Oramos en esta mañana por aquellos que quizás no conocen a Cristo, aquellos que no tienen conocimiento de este amor, que son amados en un sentido temporal, pero sentirán la ira de tu juicio algún día si no vienen a Cristo.

Padre, que Tú los atraigas a ti mismo. Que Tú los traigas a Cristo, como el prodigo. Que vean su condición pecaminosa y vengan a Ti, creyendo en Jesucristo como el que murió y resucitó por ellos para que tengan vida. Por aquellos de nosotros que somos cristianos, que nos mantengamos en el amor de Dios, como Judas dijo, que estemos tan entregados a Cristo que él tenga acceso completo a toda área de nuestras vidas, para que podamos comprender la grandeza de este amor, y nos deleitemos en sus glorias.

E inclusive hoy, que nosotros, Señor, nos demos cuenta de que cuando te amamos como debemos, nos amaremos unos a otros. Sabemos que ese es el fruto de este amor, ese es el resultado de este amor. Porque Dios nos ama, Juan dice, debemos amarnos unos a otros, pero todo comienza contigo, amándonos. Que este sea un día en el que expresamos nuestra gratitud por un amor como ese. En el nombre de nuestro Salvador. Amén.

Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org 
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