¿Cómo puede saber si usted es un creyente genuino? De acuerdo con las palabras de Jesús en el Sermón del Monte, la respuesta es: examinándose a sí mismo. Y, si usted es una de esas personas que piensa que puede dejar esto para después, déjeme demostrarle que las Escrituras presentan esa actitud como opuesta a lo que Dios espera de usted. Piense en esta conversación en Juan 12:32–34:
“Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. Y decía esto dando a entender de qué muerte iba a morir. Le respondió la gente: Nosotros hemos oído de la ley, que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?”.
Habían oído decir que el Mesías viviría.
“Entonces Jesús les dijo: Aún por un poco está la luz entre vosotros; andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va. Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz” (Jn. 12:35–36).
¡Qué gran ilustración! Él les dijo: “Más vale que creáis mientras podéis hacerlo”. Y a continuación, para poder ilustrar eso, se escondió donde no podían verle, a fin de que pudiesen entender lo que significaba no tenerle a Él entre ellos.
En Juan 8, les habló de la misma manera por lo menos en tres ocasiones. Empezando con el versículo 12: “Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
Más adelante les dijo: “Yo me voy, y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis; a donde yo voy, vosotros no podéis venir” (v. 21). Esta es la segunda invitación, una advertencia de que si las personas no aceptan la luz mientras la luz está disponible, llegará un día cuando la luz no estará a su disposición.
Y Jesús les advirtió por tercera vez: “Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” (v. 24).
Jesús siempre estaba mostrando Su amor, pero también les estaba diciendo que había un límite, que llega un momento en el que a Dios se le acaba la paciencia con el pecado (Gn. 6:3).
En Isaías 63, encontramos el fin de esta paciencia contrastada con la misericordia de Dios en los versículos 7 a 10. El profeta Isaías dijo en el versículo 7: “De las misericordias de Jehová haré memoria, de las alabanzas de Jehová, conforme a todo lo que Jehová nos ha dado, y de la grandeza de sus beneficios hacia la casa de Israel, que les ha hecho según sus misericordias, y según la multitud de sus piedades”. ¡Qué gran versículo! Nos habla de la amorosa misericordia de Dios.
“Porque dijo: Ciertamente mi pueblo son, hijos que no mienten; y fue su Salvador” (v. 8). ¡Qué gran imagen de Dios! Él es amable y bondadoso.
“En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad” (v. 9). ¡Qué Salvador tan amoroso!
Pero el versículo 10 aparece como un golpe de relámpago que destruye la paz en la escena: “Mas ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar su santo espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra ellos”.
Es posible que usted esté esencialmente de acuerdo con las actitudes interiores que destaca Jesús, que ya hemos mencionamos en blogs anteriores. En ese caso, la certeza de su salvación se verá fortalecida de una manera nueva.
Sin embargo, puede que usted esté asombrado y sorprendido por las fuertes palabras de las Bienaventuranzas. Puede que usted esté conmocionado. Incluso puede que su espíritu esté abatido por la falta de certeza de salvación. Si esta es su realidad, es mi sincera esperanza que permita al Espíritu Santo hablar a su corazón y conducirle a la verdadera felicidad, algo que solo se puede lograr cuando reconoce que las normas de justicia de Cristo son la dirección esencial en la que debería alinear su vida.
Muchos que profesan ser cristianos están viviendo en contradicción a su profesión de fe. Algunas de estas personas están engañadas y creen ser salvas cuando no lo son. Eso es trágico. Sus corazones y sus mentes están endurecidas a la verdad pese a tener una cierta “apariencia de piedad”. Ninguno de nosotros debería descuidar advertencias bíblicas tales como las que encontramos en Gálatas 6:3–8:
“Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro; porque cada uno llevará su propia carga. El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye. No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”.
Dios es paciente, Dios es amable, Dios es bueno, Dios muestra gracia, es misericordioso, tiene gran longanimidad y Él no desea que ninguno se pierda, pero Él no tendrá por inocente al malvado. Si usted no ha entregado su vida a Cristo y no ha venido al reino conforme a los términos de Cristo, más vale que lo haga mientras pueda. Venga a la luz mientras esté disponible. Venga al Hijo mientras brille.
(Adaptado de El único camino a la felicidad)