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Cuando Grace Community Church empezó a experimentar un crecimiento tremendo, sucedían tantas cosas al mismo tiempo que yo no podía estar al tanto de todas ellas. Aquel fue un tiempo emocionante y eufórico para la iglesia. Me gusta decir que aquellos fueron los años de descubrimiento. Cuando llegué a la iglesia, yo no sabía mucho. Cada semana estudiaba y preparaba los sermones y los domingos la congregación y yo aprendíamos juntos. Les daba a conocer lo que la Biblia enseñaba y los hermanos decían: “¡Qué estupendo! ¡Así que eso es lo que dice la Biblia!” Fuimos dando grandes pasos en nuestro crecimiento espiritual y conocimiento, y el Señor añadía muchas personas a la iglesia. Aquellos años fueron como una luna de miel prolongada. El entusiasmo y la energía se veían por todas partes.

Cuando llegué por primera vez a Grace Community Church, mi meta era conservar a los miembros que ya había y evitar que se marcharan. Nunca me imagine que la iglesia crecería de la manera que lo ha hecho. Esa es la razón por la que digo que el versículo que he llegado a comprender mejor en todos esto años de ministerio es Efesios 3:20, que habla de Dios como “Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”. A lo largo de mi ministerio ha visto que Dios ha hecho mucho más de lo que yo podía imaginar.

Parece que todas las iglesias suelen seguir la misma pauta de crecimiento y decadencia. La primera generación lucha por descubrir y establecer la verdad. Grace Community Church ya pasó por esa etapa; los primeros años fueron un tiempo de descubrimiento y establecimiento de la verdad. La segunda generación lucha por mantener la verdad y proclamarla. Nosotros también lo hemos experimentado en nuestra iglesia. Todo lo que hemos aprendido lo hemos puesto en libros y casetes. Hemos entrenado a otros para que sirvan como pastores, para que salgan y empiecen a enseñar a otros. Les hemos dado a conocer a otros pastores lo que hemos aprendido. No obstante, a la tercera generación de una iglesia le importaba poco todo eso. ¿Por qué? Puesto que ellos no participaron en las luchas de las dos primeras generaciones, no sienten que tengan allí nada en juego. Tienden a dar por supuestas las cosas que ya han sido establecidas.

Eso me asusta. En el ministerio, lo mas difícil de vencer es la indiferencia. Es desalentador ver que los que no fueron parte de la edificación de la iglesia lo dan todo por supuesto. Debido a que no tomaron parte en la batalla, no pagaron el precio o aprecian el dulce sabor de la victoria. Ellos no saben lo que significó aquella lucha. Los que no son parte del proceso de lucha, descubrimiento y establecimiento de la verdad a menudo son incapaces de apreciar lo que Dios ha hecho.

Hay muchas personas nuevas en nuestra iglesia que no comprenden el sacrificio de tiempo, talento, esfuerzo y dinero que los creyentes hicieron durante el proceso de crecimiento de la iglesia. Al principio en la historia de nuestra iglesia, una joven pareja se olvidó de su derecho a la luna de miel porque ellos querían dar a la iglesia. Esa es una de las muchas ilustraciones de sacrificio que podemos contar. Los que no han sido parte de la lucha involucrada en la edificación de una iglesia se vuelven quisquillosos acerca de las pequeñas cosas que no salen bien. Algunos dedican demasiando tiempo prestando atención a cosas triviales cuando debieran estar preocupados por el reino de Dios.

El fruto de la apatía es la crítica. Es fácil para una persona llegar al punto de que da todo por supuesto y empieza a criticar cualquier imperfección que encuentra. El autor Thomas Ardí, dijo que él tenía un amigo que podía ir a cualquier bello prado e inmediatamente encontrar un montón de estiércol. Nosotros no debiéramos tener esa clase de perspectiva.

Dios ha dado a Grace Community Church muchos miembros maravillosos, y le estamos muy agradecidos por ello. Pero sé que hay también otros creyentes que vienen al templo solo cuando es conveniente. Para ellos, participar en las actividades de la iglesia no está a la cabeza en su lista de prioridades. Si no pueden darse el gusto de ir a otros sitios durante el fin de semana, entonces acuden al templo. No ven la necesidad de comprometerse con la iglesia. Algunos miembros no vienen los domingos por la tarde. Piensan que un sermón a la semana es suficiente. ¡A estas personas les vendría bien escuchar doscientos sermones a la semana para hacerlos salir de su autocomplaciencia! Kierkegaard, observó que las personas piensan que el predicador es un actor y tienen que ser los críticos. Lo que no saben es que ellos son los actores y él es el apuntador que desde fuera del escenario les recuerda lo que sigue cuando a ellos se les olvida (Parábolas de Kierkegaard, Thomas C. Oden, ed. [Princeton University 1978], pp. 89-90).

Es fácil para los cristianos llegar a la situación en la que esperan que las cosas sean hechas para ellos. Acuden al templo solo si piensan que se van a beneficiar en algo. Edificar una iglesia resulta fácil. Pero el trabajo más difícil comienza después de que la iglesia ha crecido, cuando usted se enfrenta a personas que han llegado a sentirse satisfechas de sí mismas.

Una vez recibí una carta de un joven pastor que estaba pensando en dejar el ministerio, y lo que decía me rompió el corazón. Esto es lo que el escribió:

Permítame explicarle algo que me tiene preocupado y que todavía no he podido corregir, y que me está llevando a pensar en dejar el ministerio. Quizá el Señor quiera usar sus conocimientos para darme a mí algo de luz.

Creo firmemente que el liderazgo de la iglesia debiera ser lo mejor de lo mejor, no solo en sus vidas espirituales personales, sino también en ejemplo para los que dirigen. No quiero decir que el líder tiene que ser perfecto o sobrehumano, pero sí que debiera tener una relación personal viva y creciente con nuestro Señor. Creo firmemente que si los líderes de una iglesia no presentan un estilo de vida de compromiso y dedicación con el Señor y con su iglesia, sus seguidores tampoco lo van a hacer.

El problema, Pastor MacArthur, es que las dos terceras partes de nuestros líderes elegidos solo vienen a los cultos de la iglesia una vez a la semana. No estoy diciendo que todos tienen que estar presentes cada vez que se abren las puertas del templo, pero sí creo que, excepto en el caso de situaciones imprevistas, enfermedades y vacaciones, los líderes de la iglesia debieran esforzarse por estar presentes en los cultos de la iglesia, sino por otra razón, al menos para animar a los santos y al pastor. Encuentro bastante difícil de creer que se pueda proveer de un buen liderazgo cuando los líderes no pasan suficiente tiempo con los creyentes para enterarse de cuáles son sus heridas y temores. En nuestras reuniones de consejo de diáconos, encuentro que la mayor parte del tiempo se pasa en asuntos que no tienen relación directa con las necesidades de las personas. Creo que debido a eso, nuestra iglesia se encuentra estancada, lo que equivale a que estamos retrocediendo en vez de avanzar. Varias veces pedí a los líderes que pensáramos juntos sobre esto (algunos de ellos incluso no son muy fieles en asistir a las reuniones), pero sin ningún resultado.

No estoy hablando acerca de hombre y mujeres que sencillamente no pueden acudir a las reuniones, sino de personas que no quieren hacerlo. Algunos de los líderes dicen que están muy ocupados, demasiado cansados al final del día, o ni siquiera se excusan. Pero esos líderes no tienen ningún reparo en recordarme que ellos son los que deciden en la iglesia. Eso sucede a menudo. He llagado a la conclusión de que si eso continúa así en el próximo año, estoy listo para dejar el pastorado. ¿Cómo es posible que un pastor pueda dirigir a su iglesia, establecer los programas que se necesitan y desarrollar un liderazgo espiritual si no puede conseguir que los demás líderes le apoyen? Estoy abierto a su consejo. Creo sinceramente que nuestra iglesia tiene grandes posibilidades; pero mientras tanto que seamos tibios, el Señor no va a bendecirnos o a usarnos.

Esa carta la podían haber escrito miles de diferentes pastores porque es común para las personas dar por supuesto las cosas buenas que Dios les ha dado. Yo no quiero que eso suceda en Grace Community Church. No Quiero que las personas se olviden del Señor. Quiero que ellos continúen temiendo su santo nombre.

Al escribir a su congregación, el apóstol Pedro dijo: “Por esto, yo no dejaré de recodaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente” (2 P. 1:12). Pedro tenía un alto llamamiento de parte de Dios y no quería ser irresponsable en cuando a la manera en que lo cumplía. No quería ser negligente para con aquellos a los que estaba llamado a enseñar, de modo que continuamente les recordaba lo que ya habían aprendido. Les estaba diciendo: “Yo sé que vosotros conocéis estas cosas, pero necesitáis que os las recuerde”. Continuando en el versículo 13, dice: “Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas” (vv. 13-15). Hay virtud en repetir las cosas básicas a fin de que no se olviden. Eso es los que quisiera hacer ahora.

Muchos pastores vienen a visitarnos para averiguar por qué crecemos y qué estamos haciendo. Por lo general vienen para saber cómo hacemos las cosas. Desean conocer lo que Dios está haciendo, y algunos de ellos piensan que pueden tomar nota de métodos, herramientas, programas e ideas y aplicarlas a sus propias iglesias. Sin embargo, eso es como ir a comprar un novillo y regresar a casa solo con la piel. Lo que ven es solo la carne de nuestros ministerios, no los aspectos internos que hacen que esos ministerios funcionen debidamente. Debajo de la superficie de las cosas está el fundamento que las personas no ven. Tratamos de decirles a los pastores que ellos pueden ver un ministerio funcionando, pero lo que necesitan conocer y entender es lo que está sucediendo detrás del escenario.

Para esta primera parte de nuestro estudio sobre el liderazgo de la iglesia, voy a usar la analogía que emplea el apóstol Pablo en 1 Corintios 12:12-31. La iglesia es un cuerpo, y debiéramos prestarle gran atención a su anatomía. Cada cuerpo tiene ciertos elementos: un esqueleto, sistemas internos, músculos y carne. Una iglesia necesita tener la estructura apropiada (un esqueleto), sistemas internos (ciertas actitudes), músculos (diferentes funciones), y carne (la forma de los programas). Elimine alguno de estos componentes esenciales, y el cuerpo no puede sobrevivir. La anatomía es el estudio de cómo encajan unos con otros y funcionan juntos. Vamos a considerar la anatomía de una iglesia.

Empecemos con el esqueleto. Para que un cuerpo funcione, tiene que tener una estructura. El esqueleto les da a los animales vertebrados su estructura. Asimismo, hay ciertas verdades esenciales que una iglesia tiene que creer y sostener firmemente si quiere contar con una estructura sana y fuerte. Estas doctrinas son inalterables y nunca negociables; no pueden quedar comprometidas bajo ningún concepto. Si usted cede en cualquiera de estos puntos destruye el esqueleto, la iglesia cesa en ser una iglesia y se convierte en su lugar en un bulto amorfo.


Extraído del libro, El Plan del Señor Para La Iglesia escrito por el Pastor John MacArthur y publicado por Editorial Portavoz.


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