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Hechos 14:21-23 nos habla de la ordenación de ancianos en la iglesia naciente: “Y después de anunciar [Pablo y Bernabé] el evangelio en aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquia, confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios. Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído”.

¿Cómo revela Dios a la iglesia quiénes debieran ser los ancianos a fin de que la iglesia los ordene? Este pasaje sugiere que la oración y el ayuno son parte del proceso. Pero al final, la iglesia debe determinar quiénes quiere Dios que sirvan como líderes basados en una serie de requisitos bíblicos que están claramente establecidos. No hay que elegir a los líderes en base de su conocimiento de los negocios del mundo, de su habilidad financiera, de su prominencia o incluso de su capacidad innata para ser líderes. Deben ser elegidos en razón de que Dios los ha llamado y los ha preparado para el liderazgo de la iglesia. Los hombres que Dios escoge cumplirán con los requisitos.

Primera Timoteo 3 menciona lo que se requiere de un anciano: “Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible” (vv. 1-2). Este requisito abarca a todos los demás. ¿Qué significa ser irreprensible? No quiere decir que tiene que ser perfecto. Si así fuera, todos estaríamos descalificados. Significa que no debe haber ninguna gran mancha en su vida que otros puedan señalar. Aquí está la lista de características de un líder irreprensible según el apóstol Pablo:

[Debe ser] marido de una sola mujer [fiel a su esposa], sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar [capaz de comunicar la fe]; no dado [viciado] al vino, no pendenciero, no codicioso [del dinero] de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito [no un recién convertido], no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo. (vv. 2-7).

Pablo también escribió a Tito en relación con los requisitos de un anciano: “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses los deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mande” (Tit. 1:5). En Tito 1:6-9 encontramos instrucciones que se hacen eco de los requisitos en 1 Timoteo 3. Primero de todo, leemos que un anciano debe ser “irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía” (v. 6). Un anciano debe presentar evidencia de que ha comunicado eficazmente la fe a su propia familia. No se espera, por supuesto, que los hijos manifiesten completa santidad, peo sí que sigan la fe de su padre con una buena medida de conducta cristiana.

El versículo 7 dice que es necesario que “el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios”. Debe darse cuenta de que es un mayordomo, que no es dueño de nada, sino que solo administra los asuntos de Dios para el cuerpo de Cristo. Tampoco debe ser “soberbio, no iracundo, no dado al vino” (v. 7). En los tiempos del Nuevo Testamento, el vino era una de las pocas bebidas que las personas podían tomar, dado que a veces era difícil obtener agua pura. La expresión griega se refiere a una persona aficionada al vino por mucho tiempo, evidenciado que tenía un problema con el alcohol. El anciano tampoco debe ser “pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas” (v. 7). No reacciona con los puños y no busca el dinero como su meta primaria.

El versículo 8 dice con una nota positiva que el anciano debe ser un amante de la hospitalidad: “Sino hospedador”. Es decir, dispuesto a abrir su casa a los desconocidos. Aparte de que administrar bien su casa muestra su habilidad para administrar la iglesia (1 Ti. 3: 4-5), da una buen ejemplo y hace que los extraños se sientan bienvenidos. Un anciano necesita tener un hogar que muestre lo que es la vida cristiana. Además, tiene que ser un “amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada” (vv. 8-9). Un anciano debiera conocer sus prioridades y practicar el dominio propio al vivir en base de los principios de la Palabra de Dios. Un hombre que cumple con estos requisitos ha sido dado por Dios a la iglesia local para gobernar y enseñar, y es, por tanto, digno de honra.

Hechos 20 nos permite conocer y observar a los ancianos de Éfeso. En el versículo 28 Pablo dice: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos”. Un anciano que gobierna la iglesia debe evaluar no solo su propia vida sino también las necesidades espirituales del rebaño de Dios. Tenemos que tomar nota de todos en el rebaño que Dios nos ha dado a fin de que podamos reconocer y orar específicamente por sus problemas y necesidades individuales.

Pablo también exhortó a los ancianos efesios a “apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre: (v. 28). ¿Con qué se debe alimentar la iglesia? Con la Palabra de Dios.

Pedro dijo: “Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella” (1 P. 5:1-2).

Pedro habló, además, de la manera de hacerlo: “No por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto”. Un anciano nunca debiera servir como si su responsabilidad fuera una tarea desagradable, sino con buena disposición porque es un privilegio. No debiera tener el deseo de ministrar solo a personas ricas porque le recompensan económicamente, sino ministrar con entusiasmo a todos. El versículo 3 dice: “No como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey”. La mejor forma de dirigir no es siendo un dictador sino un ejemplo. Si usted trata de dirigir a las personas sin establecer un modelo que ellos puedan seguir, ellos se resistirán a su liderazgo. Merece la pena dirigir mediante el ejemplo debido a la recompensa, como lo indica el versículo 4: “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria”. Esa corona está prometida a los que apacientan al pueblo de Dios y dirigen conforme a las directrices establecidas por Pedro.

Lo maravilloso acerca de obtener esta corona es que los ancianos que la reciben tendrán el honor de ponerla a los pies de Cristo Jesús, a quien de verdad le pertenece (Ap. 4:10).


Extraído del libro, El plan del Señor para la iglesia escrito por el Pastor John MacArthur y publicado por Editorial Portavoz.


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