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En Grace Community Church recibimos mucho correo de personas que escuchan cintas, programas de radio, leen libros, visitan la Iglesia y demás. Cientos, y cientos y cientos de cartas por semana. De vez en cuando, una carta llama la atención de todo el mundo. Recibimos una como esa que llegó hace unas cuantas semanas atrás. Y quiero compartirla con usted en esta mañana, porque encaja tan bien. Es de un hombre que es un prisionero en una cárcel en Nueva York. Él está escribiendo para agradecernos por el ministerio de cintas que él ha recibido. Él ha estado estudiando las cintas de manera diligente y está expresando su gratitud.

Esto es en parte lo que dice: “Hermano, recibí su hermoso regalo de una colección de cintas por John Mc Arthur, su pastor. Todavía estoy escuchándolas y compartiéndolas con algunos de los hermanos, conforme el Señor guía. Estoy tomando notas conforme escucho cada cinta y le doy gracias al Señor. Quizás, no sólo entienda su palabra mejor, sino que también pueda enseñar y guiar a aquellos a quienes Él me ha dado la oportunidad de cuidar.” Simplemente, quiero añadir un comentario aquí. Aparentemente, este hombre se ha convertido en el pastor de lo que él llama la Iglesia de la Cárcel de la Pradera Verde. Él dice: “quiero agradecerle por su regalo tan amable y compartir un poco de lo que el Señor está haciendo en mi vida, así como lo prometí en una carta anterior.”

“Hermano, el Señor me salvó siete años atrás. En ese entonces, estaba en una pequeña celda sucia y oscura del condado, esperando la oportunidad de terminar lo que yo había comenzado unos cuantos días antes, en mi vida anterior indigna y miserable. Mi familia llegó a Estados Unidos de Puerto Rico cuando tenía nueve años de edad. Mi papá fue matado en un accidente de auto cuando yo tenía 12 años. Para ese entonces, nos habíamos mudado al norte del estado de Nueva York y fui librado de crecer en la ciudad grande.

Mamá estaba embarazada cuando nuestro padre murió y ella se quedó conmigo y mi hermano Tony. Después, nació mi hermana. Éramos pobres, formábamos parte de una minoría y vivíamos en una pequeña ciudad en donde no muchas personas nos conocían. Pero ninguna de estas cosas me estorbó ni fueron una excusa. Crecí en el condado de Rockland en la ciudad de Haverstraw en Nueva York. Fui a la escuela ahí y jugué todos los deportes. Realmente, me gustaba la escuela. Después de la graduación, me casé con mi novia de la niñez, a quien había conocido desde el sexto año de primaria. Ambos teníamos buenos trabajos y un par de años después, me convertí en un oficial de policía a los 21 años de edad.

Para ese entonces, Dios nos había dado dos hijos y estábamos prosperando materialmente. Yo había nacido y sido criado como católico, pero nunca había oído que era necesario nacer de nuevo. Odiaba el escenario de la Iglesia seca y muerta; y entonces, deje de asistir. Entré a una vida de adulterio y fornicación. El juicio de Dios no vino sobre mí de manera repentina, aunque recibí bastante advertencia. Yo pensé que era alguien grande. Nada ni nadie podía tocarme y Dios era lo que estaba más lejos de mi mente. Tenía suficiente dinero ahora que estaba trabajando con la oficina del fiscal del distrito. Yo era el único oficial de policía que hablaba español en el condado. Y había mucha demanda para que yo pudiera traducir. Mi esposa estaba ganando muy bien como secretaria. Teníamos nuestra propia casa y era el ciudadano respetable que iba camino al infierno.

Con todos estos beneficios materiales y placeres carnales, como también la satisfacción de ser reconocido entre mis amigos, en la comunidad, estaba vacío y aburrido con la vida. Siempre estaba buscando una nueva aventura y nada realmente me satisfizo de manera permanente.

Finalmente, como miembro del consejo de narcóticos, comencé a usar drogas. Comencé con marihuana. Después, use píldoras y ácido. Nunca me inyecté ninguna droga, porque las agujas me daban miedo. Pero he comido, inhalado, bebido y fumado todo, excepto cosas duras porque había visto lo que le habían hecho a otros. No es necesario decir que mi vida familiar, como también mi trabajo, comenzaron a sufrir y a deteriorarse tan pronto como comencé a acercarme a las drogas.

Y como dije antes, no sucedió inmediatamente, pero la Palabra de Dios dice que podemos estar seguros de una cosa y eso es que nuestro pecado nos alcanzará. Tomó un período como de 10 años, pero desde el momento en el que comencé a engañar a mi esposa hasta el momento en el que hice tres cosas que nunca pensé que podía hacer, mis pecados me estaban alcanzando y eventualmente, me llevarían en su dirección natural: a la destrucción. Aunque engañaba a mi esposa, siempre decía que la amaba y creía que la amaba. Claro que no conocía el amor de Dios. Entonces, era un mero amor humano, el cual simplemente no es lo suficientemente fuerte. Cuando hice lo primero que nunca pensé que haría, dejé a mi esposa y a mis hijos. Escapé. Me fui a California con una joven y abandoné a mi familia. Las drogas, mi conciencia herida y el pecado me hicieron paranoico. Y siempre estaba bajo el efecto de las drogas en San Francisco. Y siempre estaba mirando hacia atrás para asegurarme de que alguien no me persiguiera.

Habiendo sido un oficial de policía anteriormente, algunas veces estaba trabajando con un revólver vacío, ya que nunca podía llegarme a ver lastimando a alguien físicamente. Simplemente, no era una persona violenta aunque yo era un impío. No creo que llegué a estar involucrado en más de dos peleas en toda mi vida. Sin embargo, terminé asesinando a otra persona. Había hecho lo segundo que pensé que nunca haría. Y después, quería morirme. No podía vivir conmigo mismo. Durante tres días llenos de horror, intenté varias maneras de terminar mi vida en un cuarto de motel.

Pero Dios no lo permitió. Traté de tomarme una sobredosis, simplemente para despertar 17 horas más tarde, habiendo vomitado el veneno. Y debería haberme ahogado en mi propio vómito, como normalmente sucede en donde hay sobredosis de alcohol y barbitúricos. Cuando desperté, traté de electrocutarme a mí mismo en la tina. Pero cuando estaba a punto de colocar los cables en el agua, los cables se tocaron el uno al otro; y terminé en la oscuridad total conforme las luces en el baño se apagaron.

Pero había ido demasiado lejos. Era un hombre poseído. Me metí a la tina y me corté con una navaja hasta que me desmayé por la pérdida de sangre, simplemente para terminar despertando a un tercer día de locura y de horror. Dios había estado tratando de alcanzarme durante mucho tiempo. Mi mamá se había convertido en cristiana unos cuantos meses antes. Otras personas habían tratado de contarme acerca de Jesús, pero no los oía.

Finalmente, me entregué a las autoridades y les confesé un crimen del cual ni siquiera estaban conscientes. Cuando fui llevado a la cárcel, me mantuvieron en observación por unos días, porque sabían que yo quería suicidarme. Y hermano, yo tenía toda la intención de matarme a mí mismo. Yo inclusive me llevé una cuchara y estaba esperando el momento correcto para afilarla y metérmela por la garganta. Y después, llegó una carta. Me habló de Jesucristo. “Ray,” dijo, “Jesús es real. Él te ama y quiere ser tu amigo. Él puede abrir un camino en donde no hay camino. Hazlo por tu familia, Ray, ven a Jesús.” Bueno, yo creí que Jesús era real en la vida de ella y que era el amigo de ella, pero ¿que Él me amara? Nunca. Ni siquiera yo me quería a mí mismo, ¿cómo era posible que Jesús me amara? ¿Qué camino podría hacer Él? Yo había probado todo camino posible. ¿Que podría hacer yo por mi familia? Yo los había abandonado y los había dispersado. La respuesta, llegó. Estaba en mi mente, pero ahora sabía quién había colocado esas palabras ahí. ‘Lo mejor que puedes hacer es ir y matarte a ti mismo y salir de la vida de todo el mundo.’

Pero Dios usó esa carta para contener mi mano auto destructora. Y vinieron personas y me contaron más y más del amor de Dios hacia pecadores, inclusive hacia homicidas como yo. Me hablaron de las buenas noticias de Jesucristo; y no sólo que Él demandaba una nueva vida de mí, sino que Él era el único que podía darme el poder para vivirla. ‘Debo nacer de nuevo,’ me dijeron. Y dijeron: “si alguno está en Cristo, las cosas viejas pasaron.” Necesitaba que esa vida antigua fuera quitada. Necesitaba una vida nueva.

Finalmente, por desesperación, me puse de rodillas de mi celda. Estaba contemplando el suicidio y realmente, estaba siendo presionado por el diablo. Se me había concedido hacer una llamada a casa. Tuve confianza en mi madre y le dije que el diablo estaba ahí diciéndome que me matara a mí mismo. Ella le dio el teléfono a otro cristiano nuevo que estaba ahí con ella y en lugar de ser gentil conmigo como yo esperaba, él dijo: “Ray, debes arrepentirte delante de Dios. Debes pedirle que Él te de una nueva vida y que te perdone.”

Bueno, eso en cierta manera me sacudió porque yo esperaba que me consintiera. Y me di cuenta de que aunque yo había lamentado las cosas que había hecho, yo no le había pedido a Dios que me perdonara. Tenía la tristeza del mundo, que lleva a la muerte. Pero la tristeza que es según Dios lleva al arrepentimiento para salvación. Y entonces, de rodillas, clamé a Dios y le pedí que me perdonara. Que me quitara la carga de la culpabilidad que me estaba volviendo loco. Le pedí que me diera una vida nueva. Le dije que ni siquiera sabía si Él estaba ahí o no. Pero que si Él me había oído, que por favor me perdonara y me ayudara a vivir una vida nueva a través de Él.

Bueno, por primera vez en mi vida, supe que Dios me oyó y que había sido perdonado. Sabía que Él me había perdonado porque la carga que había estado llevando, la carga de culpabilidad y vergüenza fue quitada de mí. Sentí una paz que nunca antes había experimentado. Sentí una libertad que nunca antes había conocido del otro lado de esas paredes. Podía vivir conmigo mismo, porque sabía que mi conciencia estaba limpia. Había sido perdonado y mi conciencia había sido purgada. Sabía lo que era la verdad y la realidad. Había quitado una vida y tenía que enfrentar un juicio. Había hecho muchas cosas por las que yo me había avergonzado y había consecuencias. Los hombres no perdona ni olvidan, pero sabía que mi Dios me había perdonado y que, por primera vez en mi vida, podía estar en paz con Él y conmigo mismo.

A partir de ahí, yo Le serviría y todos los que serían de una misma manera de pensar que yo, entenderían que yo había sido perdonado y que yo era un nuevo hombre. El Ray antiguo estaba muerto, la Biblia llegó a cobrar vida para mí y me volví un fanático. Y los hombres me advirtieron a no leer la Biblia demasiado o de lo contrario, me volvería loco. Hombre, había estado loco antes. La Biblia es lo único que me ayuda conocer la Verdad. Ahora, puedo entender la Palabra espiritual de Dios y ya no es el rompecabezas gigante que llegó a ser una vez para mí. Había nacido de nuevo y ahora, podía ver el Reino de Dios. Había sido sentenciado de 15 años a cadena perpetua en la prisión. Eso significa que debo servir un mínimo de 15 años antes de llegar a ser considerado para poder salir bajo fianza. Y después de esos 15 años, pueden no dejarme salir.

Pero hermano, yo no cambiaría la libertad que Jesucristo me ha dado detrás de estas paredes de la prisión por las prisiones que eran mías en lo que el mundo llama la libertad. Ciertamente, me encantaría estar en casa con mi familia algún día. Pero Jesús me ha dado algo en esta prisión que muchos en el exterior ni conocen ni tienen. Mi familia había sido dispersada a lo largo de esos años. Durante dos años, clamé al Señor y reclamé la promesa para que mi esposa y mis hijos vinieran a Cristo. Porque aunque yo no había oído de mi esposa durante todo ese tiempo, continué confiando en Él y sirviéndole.

Él me dio un ministerio. Durante tres años, no leí nada más que la Biblia, ningún libro, ningún comentario. Ningún periódico, ninguna revista, sólo la Biblia y Su Palabra se volvieron reales para mí. Y finalmente, Dios salvó a mi esposa y ella vino a verme. Más tarde, ella trajo a mi hija Debbie y tuve el placer de llevar a mi propia hija al Señor. Y Christine, de nueve años, también recibió al Señor. Hermano, ¿qué puedo decir? Perdóneme por escribirle tanto, pero hay tanto más que podría decir. Dios me ha dado un ministerio de enseñanza y de predicación de Su Palabra y quiero servirle al máximo nivel posible. He visto a tantos hombres quebrantados y desesperados llegar a conocer a nuestro Señor y ser transformados… ¡Gracias a Dios! Salude a los santos, su hermano en Cristo, Ray.”

Entonces, ustedes son los santos y han sido saludados. Es maravilloso, ¿no es cierto? ¿Puedo añadir un comentario? Solía haber un prisionero en la cárcel de la pradera verde. Él nos escribió pidiéndonos unas cintas. Y cuando él se fue, las dejó ahí y le pidió a Dios que Él hiciera que cayeran en las manos correctas. Cayeron en las manos de Ray. Él es una segunda generación de personas que oyen cintas en la prisión de la pradera verde. Y a través del estudio de la Palabra de Dios, se ha convertido en el pastor de la Iglesia en la prisión. En eso consiste el perdón. No sé qué le deparará el futuro en este mundo, pero se lo que le espera en la eternidad y por ello, podemos estar emocionados.

Abramos nuestras Biblias de nuevo en esta mañana en Mateo 6, conforme continuamos en nuestra serie de la oración de los discípulos. Hoy llegamos a una continuación de lo que comenzamos la última vez conforme estudiamos el versículo 12. Pero debemos verlo en su contexto.

                                                                                                                                           

Entonces, de nuevo, leamos la oración y los 2 versículos que siguen. Mateo 6, comenzando en el versículo 9: “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque Tuyo es el Reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.”

Como usted sabe, si estuvo con nosotros la semana pasada, comenzamos a ver el versículo 12, la segunda de tres peticiones que se relacionan a nosotros. La primera de la cual se relaciona con el sustento físico; la segunda y la tercera son de una naturaleza espiritual. Regresando al versículo 12, se nos recuerda una vez más esta petición, “y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.” Y esa petición es expandida a manera de comentario en los versículos 14 y 15. Ahora, nos estamos esforzando conforme examinamos esta petición tremendamente importante, en entender realmente este tema de enfrentar el pecado en nuestra vida cristiana.

Aunque somos creyentes, todavía tenemos un problema de pecado y debemos enfrentar ese problema. Esta petición en el versículo 12 es orada por alguien que ya pertenece a Dios. La oración comienza “Padre nuestro,” la oración que afirma que hay una relación viva y vital con Dios a través de la fe, de tal manera que como un creyente debemos orar “perdónanos nuestras deudas,” después de que hemos afirmado que es el Nombre de Dios que debe ser santificado y es el Reino de Dios que debe venir y es la voluntad de Dios que debe ser hecha. Y después de que de nuevo hemos reconocido que es Dios, quien es la fuente de nuestro sustento físico, llegamos a nuestro problema espiritual de pecado y ahí debemos reconocer de nuevo que necesitamos el perdón de Dios.

Estamos hablando de cristianos. Yo sé que hay algunas personas que creen que cuando usted se convierte en cristiano, usted ya no debe molestarse por confesar su pecado o buscar la limpieza y el perdón de Dios. Pero eso no es verdad, porque aquí encontramos que aquellos que pueden llamar a Dios “Padre nuestro,” también deben decir “perdónanos nuestras deudas.” Ahora, al entender la plenitud del significado en el versículo 12, 14 y 15, el cual es un comentario de ello, hemos tenido que descubrir que hay cuatro palabras clave que debemos estudiar. Comenzamos ese estudio la última vez. No vamos a terminarlo hoy, pero lo terminaremos la próxima vez. Y la suma de estas tres partes, de estar estudiando en el día del Señor esto, creo que nos dará un estudio nuevo y amplio y profundo de toda esta área de pecado en la vida del cristiano.

En primer lugar, el problema es pecado. Vimos eso la última vez. Perdónanos implica que hemos hecho algo por lo cual necesitamos perdón. Deudas, en el versículo 12, implica un pecado. Transgresiones, en los versículos 14 y 15, implican por igual el pecado. El problema aquí es pecado. El pecado es una realidad en la vida de un cristiano. Cuando usted se convirtió en cristiano, no es que repentinamente dejó de pecar. Usted no pierde repentinamente su sensibilidad al pecado. De hecho, la verdad es que cuando usted se convirtió en creyente, usted se convirtió en alguien más sensible al pecado. Y conforme usted madura como cristiano, en su experiencia de madurez, hay una frecuencia de pecar que decrece, y junto con una frecuencia decreciente del pecado, hay una sensibilidad que se incrementa al mismo cuando ocurre.

Conocemos nuestro pecado. Ése es el problema. El principio número uno es que el pecado nos hace culpables y trae juicio. El pecado nos hace culpables y trae juicio. En donde hay pecado en nuestra vida, hay juicio. Porque el Señor, al que ama, disciplina. Y azota a todo hijo que recibe. Y parte de eso, es la disciplina por nuestra pecaminosidad. La última vez hablamos de cinco palabras utilizadas en el Nuevo Testamento para pecado, hamartia, la cual significa no dar en el blanco. No le damos al blanco. Quedamos cortos de la gloria de Dios. Parabasis, es cruzar. Dios traza una línea y dice “quédate ahí.” Y cruzamos la línea. Anomia significa vivir sin ley, quebrantamos Sus leyes. Paraptōma, la cual es trasgresión en los versículos 14 y 15, significa que no se resbalamos o caemos. No podemos mantenernos en el camino estrecho. Caemos. Somos incapaces de mantenernos firmes en la justicia. La quinta palabra es opheilēma. Esa es la palabra deuda. Debido a todas estas cosas, hemos violado la santidad de Dios y estamos en deuda con Él y tenemos que enfrentar esa deuda al buscar el perdón de Él. Entonces el problema es pecado y si usted lo niega, ése es el problema más grande de todos, porque si decimos que no hemos pecado, entonces le hacemos a Él mentiroso y la Verdad no está en nosotros.

En segundo lugar, la última vez vimos que está la provisión. El problema es el pecado, la provisión es perdón. Está seis veces en el pasaje. Dos veces en el 12, dos veces en el 14 y dos veces en el 15. Seis veces está la palabra perdón. Principio número dos es: “el perdón es ofrecido por Dios en base a la muerte de Cristo.” Nuestro problema puede ser enfrentado porque hay perdón. Nosotros debemos reconocer el problema y después, buscar el perdón. Un cristiano que dice que no peca está en una situación desesperada, porque no busca la solución. Hay algunos que enseñan que un cristiano puede llegar a cierto nivel en su vida en el cual ya no peca. Eso no es verdad. Él continuará pecando, él simplemente no va a buscar el perdón y él va a perder el significado de su relación con Dios.

Ahora, ¿cómo es posible que Dios nos pueda perdonar y cómo es que ese perdón funciona? Bueno, es posible debido a la muerte de Cristo. Entonces, en base a la muerte de Cristo, el perdón está disponible debido a que el precio es pagado. Ahora, la última vez nos quedamos en este punto. Le mencioné que hay dos aspectos del perdón y eso es lo que quiero que vea de nuevo en esta mañana.

Hay dos aspectos del perdón. Esto simplemente me emociona. Número uno, fue el perdón judicial. Y hablamos de eso. Perdón judicial. Este es el perdón completo, pleno, posicional, concedido por Dios como el juez moral del universo. Y mediante este perdón, nuestros pecados pasados, presentes y futuros son perdonados de manera total, completa, para siempre. Somos justificados, declarados justos eternamente.

Eso sucede cuando usted es salvo. Cuando usted creyó en Jesucristo, en ese momento, la justicia de Cristo le es imputada a usted. Y usted, que ha pecado y que ha quedado destituido de la gloria de Dios, instantáneamente es hecho justo en Cristo, Romanos 3. La justicia de Cristo le es imputada a usted. Dios deja caer el martillo de Su soberanía. Él le pega a la mesa con el martillo y dice “declarado justo en Cristo.” Esa es una verdad absoluta. Eso es verdad posicional. Es tan eterna como Dios es eterno. Eso es inviolable, incambiable y para siempre. En el momento en el que usted cree en Cristo, la justicia de Dios le es imputada usted, le es concedida. Está colocada sobre usted. Es eterna. Dios queda satisfecho. Eso lo cierra.

Y esa la razón por la que Romanos 8 dice: “nadie nos separará del amor de Cristo. Esa es la razón por la que Romanos 8 dice: “nunca nadie jamás puede acusar a los elegidos de Dios.” Eso queda cerrado. Y vimos, ¿no es cierto?, cuando vimos el perdón judicial de Dios, que hay muchas palabras para describirlo. Y dijimos que involucra que Dios quita nuestro pecado, cubre nuestro pecado, Dios borra nuestro pecado y Dios olvida nuestro pecado. Se acabó. Judicialmente, queda cerrado. Para siempre.

Ahora, si nosotros somos cristianos y estamos orando de esta manera ‘Padre nuestro’ y todos nuestros pecados son perdonados para siempre, y Dios ha dejado caer el martillo y nos ha declarado justos, entonces, ¿por qué estamos diciendo ‘perdónanos nuestras deudas’? ¿Por qué le estamos pidiendo a Dios que nos perdone si todo esto ha quedado cerrado? ¿Cuál es el punto de orar de esa manera?

El punto se responde en un segundo tipo de perdón. No hay un solo tipo de perdón. No sólo hay perdón judicial, hay perdón paternal. Y quizás a usted se le puede ocurrir una mejor palabra que paternal, pero es una que en cierta manera se me quedó en la mente en base al hecho de que “Padre Nuestro” comienza la oración. Perdón paternal.

Ahora, aquí no estamos tratando con Dios como un juez justo, aquí estamos tratando con Dios como un Padre amoroso. Ahora escuche, aunque ya hemos sido perdonados judicialmente para siempre; y eso ha sido establecido eternamente y nunca cambia, todavía pecamos, ¿no es cierto? Y cuando pecamos, algo sucede en nuestra relación con Dios. La relación no se acaba, pero algo es perdido en la intimidad de esa relación, ¿verdad? Si mis hijos o hijas pecan contra mí al desobedecerme, la relación no termina. Todavía son mis hijos, todavía soy su padre. Y hay cierto perdón en mi corazón que es automático, porque están en mi familia. Pero hay algo en la relación que causa que haya una pérdida de intimidad hasta que vienen y dicen: “papi, lo siento.” Y después, la intimidad es restaurada. Estoy felizmente casado con mi esposa. No me gustaría que fuera de otra manera. Y esto va mejorando día a día. Y si yo pecó contra mi esposa porque dije algo o hice algo que no fue amable, no lo pensé, no cambia nuestra relación. Y hay un sentido en el que soy perdonado simplemente porque estoy bajo la sombrilla del amor constante de mi esposa. Pero hay algo que se pierde en la intimidad hasta que le pido que me perdone. Y eso se vuelve a encontrar tan pronto como le pido que me perdone.

De eso estamos hablando aquí. Este no es algún incrédulo orando por salvación. Este no es algún cristiano que le está rogando a Dios que por favor le perdone sus pecados. Como un hombre que oí la televisión y las personas le hacían preguntas; y una persona dijo: ‘si peco y muero antes de que lo confiese, ¿me voy a ir al cielo? Y el hombre le contestó que no, que se iba a ir al infierno. ¡Qué mentira tan terrible, tan terrible es esta; poner a alguien bajo ese tipo de temor! No estamos hablando de eso. Nosotros estamos hablando aquí del perdón que nos da la plenitud del gozo en la intimidad con Dios. Es todo lo que la relación puede ser. De eso está hablando aquí.

Permítame ilustrárselo a partir del Salmo 51. Regrese al Salmo 51. Aquí está David. Ahora, David fue redimido. Recuérdelo. David era salvo. Subraye eso. David había recibido la salvación del Antiguo Testamento. La justicia le fue imputada a la cuenta de David. Él creyó en Dios, él amaba a Dios. Él confiaba en Dios. Su fe estaba en Dios. Él había recibido redención. La justicia de Cristo, aunque era futura, ya le había sido imputada a la cuenta de David mediante su fe. Él era un hombre regenerado, redimido, pero cayó en pecado. Pecado terrible. Pecado no diferente de nuestro amigo Ray, del cual leímos en esta mañana, ya que él había cometido adulterio y después, él había cometido homicidio. Y si él hubiera sido alguien diferente, y si no hubiera sido el rey, probablemente habría perdido su vida. Pero él en cierta manera estaba por encima de la ley; aunque sus pecados eran horrendos, él fue liberado debido a su posición.

Y quiero que note la naturaleza de su oración en el Salmo 51, porque esta es la oración que sale de su corazón manchado de sangre, lleno de culpabilidad conforme él reflexiona en su pecado. Y quiero que usted sepa esto en primer lugar, versículo 14. “Líbrame de homicidios,” ahora escuche esto, “oh Dios, Dios de mi salvación.” Escuche. David afirma su salvación. David afirma que Dios todavía es el Dios de su salvación. Él clama a un Dios cuya presencia está ahí, cuyo Espíritu está ahí, cuya salvación todavía es de él, de David. Yo creo que David era verdaderamente redimido. Él fue redimido y Dios estaba todavía ahí en su presencia y ahí en su espíritu y Él todavía era el Dios de su salvación.

Pero inclusive al afirmar el perdón judicial que estaba ahí, David no puede evitar el hecho de sentir la pérdida de algo íntimo en la relación y eso es lo que él quiere decir cuando clama en el versículo 2: “Lávame más y más de mi iniquidad. Y límpiame de mi pecado, porque yo reconozco mis rebeliones y mi pecado está siempre delante de mí. Contra Ti, contra Ti sólo he pecado. Y he hecho lo malo delante de Tus ojos.” Versículo 7: “purifícame con hisopo y seré limpio. Lávame y seré más blanco que la nieve.”

Como puede ver, hay un sentido en el que el perdón judicial y el perdón paternal, por así decirlo, son tan diferentes. David fue salvo, pero había algo entre él y Dios que lo hizo perder el significado de esa salvación. Esa es la razón por la que él dicen el versículo 8: “hazme oír gozo y alegría y se recrearán los huesos que has abatido.” Él quería el gozo de regreso, ¿no es cierto? Eso es lo que él quería. “Crea en mí un corazón limpio, oh Dios,” versículo 10. “Y renueva un espíritu recto dentro de mí.” Y la cúspide está en el versículo 12: “vuélveme el gozo de Tu salvación.” No dice ‘restáurame Tu salvación’. Él dice ‘restáurame el gozo de ella’.

Ahora, aquí está. El perdón judicial se encarga de la salvación. El perdón Paternal se encarga del gozo de la salvación, ¿se da cuenta? Yo puedo ser perdonado, pero si soy pecaminoso y no estoy confesando y no me estoy arrepintiendo de esta pecaminosidad, pierdo el gozo de la plenitud de esa relación. Ése es el punto.

Acompáñeme por un momento a 1 Juan 1. Primera de Juan 1. Juan comienza esta epístola maravillosa al decir que él predica a Cristo, la Palabra de vida, el Verbo de vida, de primera mano. ‘Aquello que hemos oído desde el principio, que hemos visto con nuestros ojos, y nuestras manos han palpado.’ Él dice: “hemos tenido una experiencia personal con Cristo,” en el versículo 1. La palabra, el verbo de vida fue manifestado y lo hemos visto y damos testimonio. Y le mostramos que la vida eterna que estaba con el padre y fue manifestada en nosotros. En otras palabras, estamos predicando a Cristo. Estamos predicando el Evangelio.

¿Por qué? Versículo 3. “Aquellos que hemos visto y oído os declaramos para que vosotros también tengáis,” escuche esto, “comunión con nosotros y nuestra comunión es con el Padre y con Su Hijo, Jesucristo. Juan dice ‘predicamos para traerles la comunión’, ¿se da cuenta? Queremos meterlos en la comunión. Queremos ligarnos con Dios y Cristo y todo el mundo que cree en Dios y en Cristo. Queremos meterlos a la familia. Eso es perdón judicial. Nosotros queremos meterlos en la comunión, participar en la vida eterna en común, ser uno en la koinonia. Esa es la razón por la que predicamos a Cristo.

Y él va un paso más allá en el versículo 4 y dice: “estas cosas” ¿qué cosas? Estas cosas que les escribimos, esa es la epístola que les escribimos, para que su gozo sea cumplido. Ahora, por un lado, predicamos el Evangelio para que vengan a la comunión y por el otro lado, escribimos la epístola para que en la comunión ustedes conozcan la plenitud de gozo. Ser salvo lo coloca a usted en la comunión. Ser obediente a los estándares y a los principios que establecemos, lo hacen conocer a usted el gozo de esa comunión. ¿Se da cuenta?

Por un lado, está el perdón judicial colocándolo en la comunión y ahí ésta el perdón paternal que lo hace conocer la plenitud del gozo de estar en la comunión. Y desde el principio, él dice, si ustedes están en la comunión, versículo 9, van a estar confesando su pecado y Él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y continuar limpiándonos de toda maldad, de toda injusticia.

Ahora observe, él dice: “yo les estoy escribiendo esto para que su gozo sea cumplido, sea completo.” Lo primero que él dice es que si quieren gozo completo, entonces, continúen confesando sus pecados. Ése es el punto. El Evangelio trae justicia judicial, perdón judicial, obediencia. Y la obediencia de la confesión para comenzar le trae la plenitud de gozo que viene del perdón paternal.

Observe Juan 13. Espero que usted esté entendiendo eso. Juan 13.Uno de mis capítulos favoritos. Lo he compartido con usted muchas veces, pero voy a extraer un pensamiento del mismo que quizás no hemos cubierto. Juan 13, nuestro querido Señor está hablando de Su amor a Sus discípulos aquí en este capítulo, a pesar de que son infieles y pecaminosos. A pesar del hecho de que estaba sentándose discutiendo por quién sería el más grande en el Reino, estaban centrados en sí mismos, eran egoístas, posesivos, indiferentes a Cristo. No les preocupaba la muerte que iba a enfrentar. Estaban discutiendo, eran orgullosos, egoístas. Estaban portándose de una manera horrenda en este tiempo. Y en medio de todo esto, el querido Señor se quita Su vestimenta externa y se coloca una toalla en Su cintura y comienza a lavar los pies de ellos, humillándose a sí mismo ante ellos, porque ellos deberían habérselo hecho a Él.

Él no necesitaba habérselos echo. Él viene a Pedro en el versículo 8, Pedro dice ‘nunca lavarás mis pies. Esto no va a pasar. No voy a permitir esto.’ Yo creo que Pedro está convencido de pecado. Yo creo que él no quería dejar que el Señor se inclinara para hacer eso. Yo creo que él está enfrentando su propio pecado. El hecho de que él estaba discutiendo acerca de quién es el más grande en el reino, que él está siendo egoísta, centrado en sí mismo, insensible, desconsiderado, hacia Cristo. Y él simplemente no lo va a permitir. Tú no vas a lavarme los pies. Y Jesús le respondió ‘sino te lavo, no tienes parte conmigo.’ Y Él toma esa escena física en su totalidad y la convierte en una tremenda verdad espiritual. Él dice ‘Pedro, si realmente quieres conocer lo que es tener comunión conmigo, si quieres conocer lo que es ser parte de lo que Yo soy, si quieres la plenitud de una relación, mas vale que me dejes lavarte los pies.’ Pedro dice ‘Señor, no vas a lavarme sólo mis pies, lava mis manos y mi cabeza. Lava todo.’ Nuevamente, hace una afirmación torpe. Jesús le dice ‘el que ya ha sido lavado o bañado, no necesita lavarse más que los pies. Él ya está totalmente limpio. Y tú estás limpio Pedro, sólo quiero lavarte los pies.’

En primer lugar le está diciendo qué no hacer y en segundo lugar, le está diciendo qué hacer. Pedro, solamente guarda silencio. Solamente estoy interesado en tus pies porque aquí hay una verdad espiritual tremenda. Ustedes están sentados alrededor de esta mesa pecando. Ya están limpios. Dice el versículo 15, excepto por Judas. No todos están limpios, uno de ustedes no lo está. Uno de ustedes no es redimido. Pero el resto de ustedes ya está limpio. Ya han sido redimidos. Ya han sido hechos justos por la fe. No estoy hablando de bañarlos otra vez. ¿Usted sólo es hecho justo cuantas veces? Una. Ustedes no necesitan eso otra vez. En lo que estoy interesado es en limpiar la suciedad de sus pies.

 Ahora en esos días, claro, usted se bañaba en la mañana, conforme se levantaba y usted se lavaba el cuerpo entero. Y después, comenzaba el día y usaba sandalias en esa parte del mundo. Los caminos estaban llenos de lodo o de polvo. Lodo cuando llovía. Usted se puede imaginar la cantidad de lodo. Y cuando estaba seco, había polvo por todos lados y sus pies se ensuciaban. Y cada vez que usted llegaba a una casa, lugar o un negocio y tenía comunión con las personas para comer, era necesario que usted se lavara los pies, simplemente por cuestión de decencia obvia.

Y el Señor le está dando una gran verdad espiritual. Él le está diciendo simplemente esto: ya has recibido el perdón judicial. Ya has recibido tu baño espiritual cuando creíste. Lo único que necesito hacer para mantener la plenitud de nuestra relación abierta es lavar tus pies. Eso es perdón paternal, ¿se da cuenta? Y diariamente, conforme caminamos por el mundo, recolectamos el polvo del mundo. Esos son los pecados que cometemos y conforme confesamos esas cosas, son lavadas. Y conforme estamos confesando, 1 Juan 9, Él es fiel y justo y todavía justo para seguir perdonando y seguir limpiando.

¡Que verdad tan gloriosa! Él simplemente está diciendo ‘una vez que has sido limpiado, bañado en la sangre salvadora de Jesucristo, has recibido el perdón judicial. Ya no se necesita volver a hacer eso.’ Pero el perdón paternal es algo que se lleva a cabo diariamente, conforme mantenemos la plenitud de la comunión abierta. La limpieza posicional no necesita repetición. Pero la limpieza práctica, tiene que ser repetida diariamente.

Escuchen amados, cuando ustedes oran, más vale que oren de acuerdo con Mateo 6. En algunos lugares en sus oraciones, después de que ha reconocido que Su nombre debe ser santificado y que venga Su Reino y que se haga Su voluntad y después que ha reconocido que Dios es la fuente de su sustento físico y diario, usted necesita enfrentar el hecho de que sus pies están sucios y necesita reconocer el hecho de que mientras que estén sucios y usted no esté confesando y usted no se esté arrepintiendo de ese pecado, hay una pérdida en la totalidad del gozo en la intimidad de la comunión que usted puede tener con Dios. Los creyentes necesitan abrir su corazón diariamente porque ese perdón mantiene los pies limpios.

Pienso en David. Natán le dijo a lado a David, “David, el Señor ha remitido tu pecado.” ¡Oh, qué alivio! Digo, David había cometido este pecado terrible de Betsabé y Urías. Y el Señor lo había hecho a un lado. Y él le dijo ‘ya tienes perdón judicial. Hombre, la sombrilla está arriba de tu cabeza. Eso ya está cubierto.’ Quizás hoy encuentre a alguien que le está diciendo lo mismo, reconozco eso, pero el Señor ya se ha encargado de eso. No me voy a preocupar por eso. David no. No pasó mucho tiempo después de que Natán le había dicho “el Señor ha perdonado tu pecado,” Dios se ha encargado de eso. Eso está en la redención. David escribió el Salmo 32 y esto es lo que él dijo: “reconozco mi pecado delante de Ti. No he escondido mi inequidad, confesaré mi transgresión al Señor.” ¿Escuchó eso? Escuche, cuando él ya había reconocido que el elemento judicial había sido cubierto, él todavía clamó en confesión para cubrir el canal paternal, para mantener la intimidad de la relación.

Entonces, ¿cuál es el mensaje en la primera parte de la petición? ¿Perdónanos nuestras deudas? Es simplemente un ruego para que experimentemos la limpieza momento a momento que viene cuando reconocemos nuestro pecado ante el Señor. Muy básico. Muy necesario. ¿Y sabe una cosa? Lo que me emociona tanto en esto es que Dios está tan dispuesto a perdonar… ¿Y sabe una cosa? Podría pensar que si estuviera en alguna religión pagana o algo así y usted creyera que los dioses son como hombres, que Dios se cansaría tanto de oírlo a usted que un día simplemente diría ¿sabes una cosa? Esta es la última vez que estoy perdonándote. A partir de ahora, recibe las consecuencias. Te he dado más perdón de lo que más de 10 personas merecen.

Pero no es así con Dios. Creo que fue Nehemías quien dijo “Tú eres un Dios que está pronto a perdonar.” Es correcto. Pronto. Me encanta lo que dice Miqueas, “se deleita en misericordia”. Pero yo regreso día tras día y le sigo diciendo “Señor, volví a hacer esto. Señor, tengo otra vez este problema.” ¿Regresa usted diariamente y acaso Dios se cansa de esto? No. Porque Él se deleita en misericordia. Porque la misericordia es un acto de Su naturaleza que le da gloria, porque glorificamos a un Dios tan misericordioso. Esta es la razón por la que Romanos 5 dice “en donde abunda el pecado, la gracia abunda mucho más.” A Dios le encanta perdonar. Y como usted sabe, usted puede tomar todo el perdón que Él tiene y no va a disminuir su recurso en absoluto.

Y usted puede regresar tantas veces como quiera y eso nunca va a disminuir el amor de Él. Nunca. Él va a perdonar con tanta frecuencia con la que usted venga. Alguien me dijo la semana pasada “tu sermón acerca del perdón judicial creo que arruinó a mi hijo” y yo pregunté por qué. ‘Bueno, dijiste que él podía pecar y que eso está cubierto por la eternidad.’ Y entonces él simplemente salió, lo hizo y dijo que de cualquier manera, todo está cubierto. Bueno, cuestiono si él conoce a Cristo en primer lugar, porque si yo sé que Dios ha perdonado todo mi pecado, y si yo sé que sin importar cuántas veces yo pueda regresar y perdir el perdón de Dios y Él está dispuesto y anhela hacerlo, ese tipo de amor me refrena el pecar en lugar de motivarme a pecar, porque yo no puedo traicionar ese amor. No puedo abusar de eso.

El Dr. Barnhouse, contó una gran historia para ilustrar esto. Él estaba hablando con un profesor de universidad y él le contó una historia de una pareja. Y esto es lo que él le dijo: ‘el hombre había vivido una vida de mucho pecado e inmoralidad, pero se había convertido y eventualmente, había llegado a casarse con la mujer cristiana. Él le había confesado la naturaleza de la vida pasada de él en unas pocas palabras y conforme le contó a ella estas cosas, la esposa había tomado la cabeza de él en las manos de ella y ella colocó la cabeza de su marido en el hombro de ella y lo besó gentilmente y le dijo: “Juan, quiero que entiendas algo de manera clara: yo conozco mi Biblia bien y por lo tanto, conozco la sutileza del pecado y los vicios del pecado que operan en el corazón humano. Yo sé que eres un hombre totalmente convertido, Juan. Pero yo sé que todavía tienes una naturaleza pecaminosa y que todavía no estás plenamente instruido en los caminos de Dios como lo serás más tarde. El diablo puede hacer todo lo que pueda por destruir tu vida cristiana. Él se encargará de que enfrentes todo tipo de tentaciones en tu vida. Y vendrá el día, Juan, por favor, en el que Dios, y que nunca suceda, puede pero puede venir el día cuando tu sucumbas a la tentación y caigas en pecado. Juan, inmediatamente el diablo te va a decir que no sirve de nada intentar. Que más vale que continúes pecando y sobre todo, él te va a decir que no me digas, porque me va a lastimar. Pero Juan, quiero que sepas que hay un hogar para ti en mis brazos. Cuando yo me casé contigo, me casé con tu naturaleza antigua como también con tu con naturaleza nueva. Y quiero que sepas que hay perdón completo por adelantado por toda maldad que llegue a tu vida.

Ahora, eso es algo parecido a Dios. Cuando Barnhouse terminó la historia, el profesor de universidad levantó sus ojos reverentemente y dijo: “mi Dios, si algo jamás pudiera mantener a un hombre derecho, ese tipo de amor perdonador por adelantado, ciertamente lo hará.” Eso es exacta y precisamente el modo en el que Dios percibe Su relación con nosotros.

Escuche, hemos visto el problema del pecado. Hemos visto la provisión del pecado. Y quiero terminar con un ruego de confesión. El ruego de la confesión. El tercer principio es simplemente que recibimos Su perdón mediante la confesión de pecado. Recibimos el perdón de Él mediante confesión de pecado. Todo este versículo implica confesión. Usted puede saber acerca del pecado y saber acerca del perdón, pero si usted no confesara su pecado, usted nunca lo recibiría. Siempre cuando yo albergue mi pecado, y nunca lo confiese y me arrepienta del mismo, y me vuelva de él y se lo entregue a Dios y este de acuerdo con Él acerca de él, nunca estaré libre para conocer el gozo que Él quiere que yo conozca, porque la barrera está ahí y sacude la intimidad de la comunión.

Y entonces, debo confesar. Debo abrir mi corazón y admitir mi pecado, y eso es difícil, ¿no es cierto? Es difícil. Simplemente, trate de extraerlo de sus hijos pequeños cuando han hecho algo mal. Es difícil. Yo me acuerdo que siendo un niño pequeño dañé la escuela con otro niño en donde mi padre tenía un estudio bíblico en una pequeña ciudad en Indiana. A mediados de la semana, el niño pequeño y yo fuimos e hicimos algunas cosas malas. Fueron de casa en casa por la ciudad, era muy pequeña y llegaron a la casa en donde nos estábamos quedando; y mi padre y el hombre dueño de la casa llegaron a la puerta. El hombre dijo: “alguien hizo destrozos en la escuela, ¿quizá sus hijos saben algo de esto?”

Yo estaba tomando la mano de mi padre y poniendo mi rostro más angelical, haciendo todo lo que podía para demostrar que era tan espiritual como mi padre evangelista. Nunca sería yo sorprendido en algo así. Yo me resistí. “Mi hijo nunca haría algo así,” y él me tocó la cabeza. “No, Johnny no, es él es un niño maravilloso.” El otro hombre estaba diciendo “nuestro hijo es un niño maravilloso también y no entiendo cómo pudo suceder esto.” Le dieran una larga explicación y mi padre estaba expresando mucho amor por mí y una gran confianza muy grande en mí.

Esa noche en la reunión, pasé hacia adelante cuando él hizo la invitación. Y oré con él, ahí en los escalones. Y yo le dije que pensaba que necesitaba a Jesús en mi corazón. Él nunca supo por qué. Diez años más tarde, yo le dije de eso. Diez años. No podía tener la valentía para hacerlo. Pero no estoy solo. Adán y Eva pecaron. Y ellos solían caminar y hablar con Dios en el fresco del día, pero en el momento en el que pecaron, ¿qué fue lo que hicieron después de eso? Se escondieron. Es difícil confesar.

Y mientras que usted no confiesa, usted pierde el gozo. Proverbios 28 13 dice que si usted cubre su pecado, usted no prosperará. Si usted cubre su pecado, no prosperará. Y el que confiesa y deja su pecado, tendrá misericordia. Nuestra prosperidad espiritual está en juego. Esa es la razón por la que él dice: que más vale que diga ‘perdónanos nuestras deudas’. La confesión de pecado es vital. Es vital.

David le dijo a Natán “he pecado contra Jehová,” 2 Samuel 12:13. David le dijo a Natán nuevamente en 2 Samuel 24:10: “he pecado contra Jehová grandemente en lo que he hecho.” He actuado de manera muy insensata. En 1 Crónicas 21:7, David le dijo a Dios yo soy el que ha pecado y ha hecho algo muy impío. Isaías dijo ‘yo soy un hombre de labios inmundos y vivo en medio de un pueblo de labios inmundos.’ Daniel dijo en el capítulo 9, versículo 20: “yo estaba hablando y orando y confesando mi pecado.” Pedro dijo en Lucas 5:8 ‘apártate de mí porque soy un hombre pecador, oh Señor.’ Pablo dijo: “palabra fiel y digna de ser recibida por todos que Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.” Confesar el pecado no es fácil, pero es necesario para apropiarnos del gozo que viene con el perdón paternal.

No cubra su pecado, confiese su pecado. John Scott dice, y es verdad, uno de los antídotos más seguros para el proceso del endurecimiento moral es la práctica disciplinada de cubrir nuestros pecados y pensamientos como también de palabra y de hecho. Y el dejar de manera arrepentida los mismos. Si usted no hace eso, sólo va a endurecer. He visto a cristianos perdonados judicialmente, seguros eternamente, quienes están tan endurecidos. Son tan impenitentes. No confiesan. Son tan insensibles al pecado y carecen de manera total de gozo que ni siquiera conocen el significado de una comunión íntima, amorosa con Dios. Ellos la han sacado de su vida al levantar una barrera de su pecado no confesado.

Confesión. Esta semana me senté en mi recámara en Indiana y vi cómo caía la nieve en la ventana. Y pensé ‘el mundo se ve tan blanco’. La ciudad en la que estaba tiene tres calles y un letrero de alto. Eso era todo. Había simplemente campos blancos por todos lados. Pequeños caminos en donde la gente caminaba y árboles cubiertos de nieve. Y pensé en nuestros pecados siendo blancos como la nieve. Y después, conforme vi mi propia vida, estaba leyendo un pequeño libro que tengo, las oraciones de los puritanos, que algunas veces yo comparto con usted. Y me encontré con una que colocaba mi vida en un contraste fuerte con la pureza que vi por la ventana. Pensé que sería un pensamiento apropiado para nosotros el día de hoy. La confesión es tan necesaria, de lo contrario, usted va a perder esa pureza que le da gozo.

Esto es lo que leí, y cito: “oh, Dios de gracia, Tú has imputado mi pecado a mi sustituto y has imputado la justicia de Él a mi alma. Me has vestido con la túnica de un novio, me has llenado de las joyas de la santidad; pero en mi andar cristiano, todavía estoy en harapos. Mis mejores oraciones están manchadas de pecado. Mis lágrimas penitentes tienen tanta impureza; mis confesiones de maldad son de tanto agravio de pecado. Mi Espíritu está manchado de egoísmo, necesito arrepentirme de mi arrepentimiento. Necesito que mis lágrimas sean lavadas. No tengo túnica que usar para cubrir mis pecados. No tenga nada que hacer para poder forjar mi propia justicia. Siempre estoy de pie vestido en atuendo, en vestimentas sucias. Y por gracia, siempre estoy recibiendo un cambio de vestimenta porque Tú siempre justificas al impío. Siempre estoy llegando a ese país lejano y siempre regresando a casa por como un pródigo. Y siempre diciendo: “Padre, perdóname.” Y Tú siempre, otra vez, estás sacando Tu mejor túnica. Toda mañana me dejas usarla. Toda tarde regreso en ella. Salgo a hacer el día de trabajo y soy herido por ella y estoy ante el gran trono blanco en ella. Entro al cielo, brillante como el sol. Concédeme que nunca pierda de vista lo excesivamente pecaminoso que es el pecado, la justicia excesiva de la salvación y la gloria excesiva de Cristo. La belleza excesiva de la santidad y la maravilla excesiva de la gracia. Soy culpable, pero perdonado. Estoy perdido, pero salvo. Estoy desviándome, pero he sido encontrado. Estoy pecando, pero soy limpio. Dame un quebrantamiento de corazón perpetuo. Mantenme siempre aferrándome a Tu cruz, aliméntame en todo momento con la gracia que desciende y ábreme las fuentes del conocimiento divino y el agua refulgente cristalina en medio del desierto de la vida.”  Fin de la cita.

La confesión, limpieza del alma; ése es el ruego de esta petición. ¿Es parte de la oración de usted?

 

 

 

 

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