
Abramos nuestras Biblias juntos y veamos el capítulo 18 de Mateo. Como recordamos del último Día del Señor, todo este capítulo es un discurso sobre la semejanza del creyente a un niño; y un capítulo tremendamente útil. Tenemos muchas riquezas reservadas para nosotros antes de que terminemos con este gran capítulo. Para esta mañana, vamos a ver los versículos 5 al 9, el segundo segmento en la discusión de nuestro Señor sobre la semejanza del creyente a un niño. Y, yo pensaría que el Señor, si tuviera que titular esta sección, la titularía: “El peligro de hacer pecar a un cristiano”. El peligro de hacer pecar a un cristiano.
Como la mayoría de ustedes saben, soy padre de cuatro hijos, hijos muy preciados. No los cambiaría por ninguno que haya conocido. Supongo que esa es la perspectiva de un padre. Los amo. Soy celoso de su crecimiento espiritual, de su avance continuo para ser como Jesucristo. Estoy comprometido con cuidarlos, con protegerlos del daño y del peligro. Siento un sentido tremendo de responsabilidad por ellos. De vez en cuando, en sus vidas, aparece alguien que puede alejarlos de las cosas en las que yo creo.
Cuando eran pequeños, sus amiguitos querrían que fueran a jugar a la calle o algún lugar al que sabían que no debían ir o donde pudieran estar en peligro. Cuando entraron a la escuela, sus compañeros de clase podían presionarlos para que adoptaran ciertas actitudes, y ciertas acciones, y ciertas palabras de vocabulario, y ciertas funciones en las que realmente no querríamos que se involucraran, y jalarlos a esas cosas. Y luego, por supuesto, el mundo en general, simplemente trata de forzarlos en su molde malo por su influencia abrumadora. Y como padre, siempre he tratado de luchar contra esas cosas. Siempre he tratado, a veces con éxito, a veces sin éxito, de contribuir al bienestar físico y espiritual de mis hijos.
Y puedo simplemente decirle esto como una cierta característica relacional básica. Si usted quiere estar bien conmigo, entonces, únase a mí en el cuidado de mis hijos. Y si quiere estar mal conmigo, influencie a mis hijos para que hagan cosas que yo no quiero que hagan, o para que crean cosas que no quiero que crean, o para que se comporten de una manera que yo no quiero que se comporten. En otras palabras, la forma en la que usted trata a mis hijos va a afectar su relación conmigo. Si usted contribuye al bienestar de mis hijos mediante la influencia espiritual, a levantarlos, enseñándoles las cosas de Dios, animándolos a obedecer a sus padres, entonces usted y yo nos vamos a llevar bien. Pero si usted influencia a mis hijos para el mal, entonces tenemos un problema.
Creo que cualquiera de nosotros, como padres, podemos identificarnos con eso. Usted puede recordar momentos en la crianza de sus hijos cuando otro niño los influenció al mal y entristeció el corazón de usted; y le hizo muy difícil sostener ese otro niño con algún tipo de perspectiva equilibrada. Algunos de ustedes han experimentado, tuvieron una hija; y quizás, un joven vino y la dejó embarazada y trajo gran dolor y ansiedad a su corazón. Tal vez haya tenido un joven y alguien le haya vendido drogas o lo haya llevado a algún tipo de actividad ilegal, y sigue y sigue. O tal vez, envió su hijo a la universidad y su mente fue robada por algunos que querían quitarle la verdad de Dios y reemplazarla con el vacío del hombre.
Ayer, estaba leyendo un libro llamado “El Señor del Segundo Advenimiento: La historia de Steve Kemperman”, quien se fue a la universidad. Su padre, que era un excelente doctorado en matemáticas, envió a su hijo a la universidad para prepararlos —¿para qué?— para prepararlo para que fuera un joven completo. Y los munis lo atraparon y lo convirtieron en alguien de una secta; y cuenta la historia de cómo fue rescatado por la verdad del evangelio de Jesucristo. Todos hemos tenido experiencias como esa donde deseamos proteger a nuestros hijos y nos preocupamos por las influencias del mundo. Y sabemos que si quiere estar de lado de los padres debe acompañarlos en su esfuerzo por hacer de su hijo todo lo que él quiere que sea.
Bueno, si nosotros como seres humanos nos sentimos así, entonces puede imaginarse cómo se siente Dios, y puede imaginar cuán grande es la preocupación del corazón de Dios de que sus hijos estén bien cuidados, de que sus hijos sean respetados, y protegidos y nutridos en la dirección de su voluntad santa para ellos. Supongo que, asumiríamos también que para los cristianos seríamos muy cuidadosos en cómo tratamos a otros cristianos sabiendo que son hijos de Dios.
En 1 Juan 5:1: “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él”. En otras palabras, si realmente ama al Señor, ciertamente amará a Sus hijos. Y si usted buscara la gloria del Señor, ciertamente buscaría el bienestar de Sus hijos, ¿no es así? Digo, pareció obvio. Digo, si usted fuera cristiano, no buscaría socavar la vida espiritual de otro cristiano, ¿verdad? ¿O sí? Ciertamente no cuando lo piensa de esa manera.
Sin embargo, en el capítulo 18 de Mateo está sucediendo algo muy interesante. Los discípulos, hijos de Dios, que pertenecen a Jesucristo, se están provocando unos a otros a pecar. Al discutir, y alborotar y debatir sobre quién es el mayor en el reino, se están provocando mutuamente a la amargura, a la rivalidad, a la ambición, a la soberbia, a la envidia, a los celos, al buscar lo suyo propio. En otras palabras, se están causando mutuamente a pecar. Y nuestro Señor toma este asunto al instruirlos sobre la importancia de no hacerse pecar unos a otros.
Ahora, cómo trata al pueblo de Dios siempre ha sido una gran preocupación para Dios. Regrese conmigo por un momento al Salmo 105. El Salmo 105. Y aquí encontramos una reiteración de la relación de Dios con Su pueblo Israel. En el versículo 5: “Acordados de sus maravillas”, dice el salmista, “que ha hecho sus prodigios y los juicios de su boca”. Estaba haciendo en gran medida lo que Drew nos exhortó a hacer en la canción, a recordar las maravillas de Dios. Y fueron llamados por este Salmo a recordar todo lo que Dios había hecho por ellos, particularmente Su fidelidad a Su pacto. “O vosotros, simiente de Abraham, sus siervos, hijos de Jacob, elegidos, él es el Señor nuestro Dios. Sus juicios están en toda la tierra. Se ha acordado para siempre de su pacto, de la palabra que mandó a mil generaciones, del pacto que hizo con Abraham, y de su juramento a Isaac, y lo confirmó a Jacob por ley y a Israel, o a José, por pacto perpetuo”. Entonces, es un recordatorio de Dios como el Dios que guarda el pacto, el Dios fiel.
Y él dice en el versículo 12 que Dios se acordó del pacto aun cuando eran pocos los hombres en número, muy pocos y peregrinos, cuando iban de una nación a otra, de un reino a otro pueblo. En otras palabras, Dios recordó el pacto no solo en los tiempos en que estuvieron en la tierra, sino también en los tiempos que fueron esparcidos, y en los tiempos en que fueron vagabundos y en los tiempos en que fueron peregrinos, Dios todavía fue fiel.
Y el versículo 14 es lo que quiero que vea particularmente: “Él no permitió que nadie les hiciera mal. Tú reprendiste a los reyes por causa de ellos, diciendo, no toquéis a mis ungidos y no hagáis mal a mis profetas”. Ahora, el salmista dice que Dios siempre ha sido celoso por la protección de Su pueblo. Siempre se ha preocupado porque se cuida a Su pueblo y que cualquiera que hiera a Su pueblo, cualquiera que traiga daño físico o espiritual contra Su pueblo, está tocando al ungido de Dios. Y eso trae a Dios al cuadro en términos de una reacción santa.
Todo esto comenzó en Génesis capítulo 12. Y cuando Dios se propuso por primera vez llamar a una nación de los lomos de Abraham, Dios dijo esto: “Bendeciré a los que te bendijeren, y maldeciré a los que te maldijeren”. En otras palabras, desde el comienzo mismo. La forma en que uno trata a los hijos de Dios es un factor determinante en cuanto a la bendición o la maldición de Dios sobre esa vida. La forma en la que usted trata al pueblo de Dios determina la bendición o la maldición. En el capítulo 27 de Génesis, y el versículo 29, viene una reiteración de la misma palabra. Dice: “Maldito todo el que te maldiga y bendito el que te bendiga”. Nuevamente, cómo tratamos al pueblo de Dios es un determinante de bendición o maldición. Dios siempre ha deseado la influencia positiva en Su pueblo.
Cuando Dios estableció la ley por la cual Israel debía vivir, Él quería que esa ley no sólo se mantuviera para que cada hombre pudiera ser santo, sino para que cada hombre no hiciera que otros pecaran. No sólo somos como ellos, responsables de nuestra propia pecaminosidad, sino también de la pecaminosidad de los que nos rodean. Por eso, en Deuteronomio 24:4, dice: “No causarás que la tierra peque”. No sólo no debes pecar, sino que no debes causar que alguien peque. Y ese pasaje tan importante se refiere a un divorcio ilegítimo. Cuando se divorcia de su mujer sin fundamento, la hace adulterar. Hace adúltero al que se casa con ella. Se vuelve adúltero cuando se vuelve a casar y convierte en adúltera a la mujer con la que se casa. Así que no haga eso. No se divorcie de su mujer sin causa. En otras palabras, Dios está muy, muy preocupado de que no hagamos que Su pueblo peque.
Ahora, eso se convierte en el tema de Mateo 18 y veamos de nuevo ese pasaje. Jesús trae a colación todo este asunto de nuestra responsabilidad con respecto a los demás. La mayoría de la gente, y supongo que podremos decir esto esperando que sea cierto, la mayoría de las personas que se llaman a sí mismas “cristianas”, tienen alguna preocupación por su propia santidad. La mayoría de las personas que realmente son cristianas, ciertamente están preocupadas por su propia pureza de vida. Pero me pregunto si realmente alguna vez nos detenemos a pensar en la pureza de la vida de otras personas. Tal vez, estemos algo contentos y podemos cuidarnos a nosotros mismos y no nos preocupemos por cómo afectamos a los demás. Eso es bastante contrario a lo que Dios está diciendo y lo que Cristo está enseñando en este pasaje. No solo no debemos hacer el mal en nuestras propias vidas, sino que nunca debemos causar que otro cristiano peque. Ese es el mensaje específico de este pasaje.
Ahora veamos tres palabras clave: El principio, el peligro y la prevención. El versículo 5 es el principio. Es un pasaje muy simple, muy directo y muy convincente; y nos convence de pecado, mucho. Quiero que sepa que en mi propio corazón he estado lidiando con estos principios durante aproximadamente dos semanas, y confío y oro para que el Señor los esté usando para refinar mi propia vida, como confío que lo hará en la suya. El principio viene en el versículo 5 y esto establece todo. “Y cualquiera que reciba en mí nombre un niño como éste, a mí me recibe”. Es imposible, dice ese versículo, separar a Dios de Su pueblo. Es imposible separar al Señor de Su pueblo.
El profeta dijo: “El que toca Israel toca la niña de mi ojo”. Ahora, la niña de sus ojos no es una manzana. La manzana con mejor aspecto del grupo era la forma hebrea de decir la pupila del ojo. Dios dice, cuando tocas a Israel, metes Tu dedo en mi ojo y eso me irrita. Estás picándole el ojo a Dios, la parte más vulnerable de la anatomía expuesta, lo más sensible para ser herido, lastimado. Usted está picándole a Dios en el área más sensible cuando usted toca a Su pueblo. Ese es un principio básico. ¿Por qué? Porque cuando usted recibe a Su pueblo, versículo 5, lo está recibiendo a Él. La aplicación es que está ligado a Su pueblo como uno.
Ahora, esta es una enseñanza favorita del Señor. El concepto de la unidad del creyente con Él es, realmente en muchos sentidos, el corazón y el alma del cristianismo. No somos personas que creen en un sistema, somos personas que estamos unidas a Dios. ¿No es así? Somos uno con Jesucristo. No solo seguimos Sus enseñanzas, somos uno con Él. El Señor enseñó, usando este principio una y otra vez, una de Sus verdades favoritas, en Mateo 10:40, vimos que Él dijo: “El que a vosotros recibe, me recibe a mí. El que me recibe a mí, recibe al que me envió”.
Encontramos también en el Evangelio de Lucas, otra indicación de este mismo principio enseñado por nuestro Señor en el versículo 16 de Lucas 10: “El que a vosotros oye, a mí me oye. El que a vosotros desprecia, a mí desprecia. El que desprecia a mí, desprecia al que me envió”. Lo encontramos también en el Evangelio de Juan, en varios lugares, realmente solo para llevarlo a los más conocidos. Juan 13:20: “De cierto, de cierto os digo, el que recibe al que yo envío, a mí me recibe. El que me recibe a mí, recibe al que me envió”. Juan 14:20: “El día que sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros”. Encontramos también en el capítulo IX de Hechos, donde el apóstol Pablo es acusado en el camino a Damasco, y cae de rodillas ante el Señor Jesucristo. Y Jesús dice: “Pablo o Saulo, ¿por qué me persigues?”. En otras palabras, aunque Saulo estaba matando cristianos y persiguiéndolos, el Señor dice, me lo estás haciendo a mí. Es una verdad bíblica muy conocida, que la vida de Dios está ligada a Su pueblo, y cuando usted toca a Su pueblo, usted lo está tocando a Él. Un principio fundamental muy importante.
Ahora, podríamos sumergirnos profundamente en esta verdad. Está literalmente en todo el Nuevo Testamento. Primera de Juan, capítulo 2, versículo 24, dice: “Permanezca pues en vosotros lo que habéis oído desde el principio. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre”. Primera de Juan 3:24, dice: “Y el que guarda sus mandamientos, permanece en él, y él en él, y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el espíritu que nos ha dado”. Capítulo 4, versículo 13: “En esto sabemos que habitamos en él y él en nosotros, porque nos ha dado el espíritu”. Eso es solo Primera de Juan, y puede encontrarlo en las cartas de Pablo y en todas partes, Pedro y Santiago.
Encuentra esta idea de que estamos en Cristo y estamos invisiblemente vinculados con la persona misma que es nuestro Señor y Salvador. Él es la vid, nosotros los pámpanos. Él es la cabeza, nosotros somos el cuerpo. Él es el cimiento, nosotros somos el edificio. Él es el esposo, nosotros somos la esposa, y así sigue. De hecho, cuando Pablo quiere hablar en contra del mal sexual y presentar el argumento más fuerte, en 1 Corintios 6, él dice que cuando usted se une a una ramera, se convierte en una sola carne con esa ramera. Luego en el siguiente versículo, dice: “Y el que se una al Señor, un espíritu es con él, así que ustedes se unen al Señor, y si se une una ramera, está uniendo a Cristo con una ramera”. En otras palabras, no puede separarse usted de Cristo. Está en Él, y si usted lo arrastra a la prostitución, se ha contaminado a sí mismo de una manera muy, muy singular.
Y así el creyente es uno con Cristo, por la afirmación positiva y por la realización de los rasgos negativos, de arrastrarlo a su mal. No lo mancha como la luz del sol, aunque brilla sobre el pecado más terrible; no obstante, usted abusa de la santidad de Él en dicha actividad.
Así que Pablo va en contra del pecado sexual por la unión del creyente con Cristo, y ahí es exactamente dónde está Mateo en el capítulo 18, versículo 5. Él le está diciendo: “Somos uno con el Señor, y aquel que lo recibe, lo recibe a él”. Ahora permítame decirlo de una manera muy simple, amigos. La manera en la que usted trata a los cristianos es exactamente como trata a Jesucristo. Ahora, eso va para usted, sea cristiano o no, cualquiera. Versículo 5: “Todo aquel”, cualquiera, “recibirá”, dechomai, recibir como invitado, acoger, tratar con bondad y amor, por lo tanto. Es decir, abrazar a alguien, acogerlo, recibirlo, “en mi nombre”, porque me pertenece, porque me representa, porque es uno conmigo. En otras palabras, cuando usted abraza a alguien que pertenece a Jesucristo, cuando usted lo recibe como huésped, cuando lo trata con cuidado, con protección, con amabilidad y con amor, usted le está haciendo eso a Jesucristo. Ahora, ese es el principio medular.
Observe que dice allí: “Un niño como ese”, versículo 5. Versículo 5: “Un niño como ese”. ¿Qué significa eso? Bueno, algunos han pensado que se refería a un niño real. No creo. No creo que ese sea el punto del texto. El niño que tiene Jesús en sus brazos mientras enseña este capítulo es una analogía. El niño es una demostración, un símbolo, una ilustración. Él está hablando aquí de uno de esos niños pequeños. ¿Qué niño pequeño? Bueno, el niño pequeño en el versículo 4. ¿Qué niño pequeño es ese? Es el que se humilla como ilustración del niño. ¿Qué hay en el versículo 3? Convertirse en un niño pequeño.
En otras palabras, está hablando del mismo niño que entró al reino, el mismo niño cuya humildad lo hizo grande. El mismo niño pequeño que ustedes van a recibir, es el niño espiritual, el creyente que viene a Cristo. No está hablando del infante. Él está hablando de cómo trata usted a uno de los hijos de Dios que vino a Él con humildad, que vino a Él con una fe simple como la de un niño, lo cual era el punto principal, como vimos en los versículos 3 y 4, nuestro estudio de la semana pasada. No importa cuán bajo es ese niño, no importa cuán humilde, no importa cuán falto de sofisticación, no importa cuán falto de poder o de fama o de grandeza, no importa si es un innoble, si es el pobre, si es el más pequeño entre los hombres. Ese pequeño que pertenece a Jesucristo, incluso uno así debe ser recibido como si estuviera recibiendo al mismo Jesucristo.
Entonces, la manera en la que usted trata a los cristianos es como lo trata a Él. Vea Mateo 25, versículo 34. Aquí llegamos al juicio de las ovejas y los cabritos en la segunda venida de Cristo y el rey le dice a los de la mano derecha: “Venid benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán estos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”.
Como trata usted al pueblo de Dios es como trata usted a Jesucristo. Una verdad muy importante. Ese es el principio básico. Por humilde que sea, por mucho que afirme que ese creyente es el menor, la bondad, el cuidado, la protección que usted le da a ese creyente para evitar que él tropiece y peque es exactamente como trata usted a Jesucristo. Ese es el principio. Eso es lo positivo.
Veamos lo negativo, el peligro. Versículos 6 y 7. El versículo 6 dice: “Pero” —ahora aquí está el adversativo, ahora aquí está lo opuesto, el otro lado de esto— “todo aquel”, dentro o fuera de la iglesia, amigo salvo o no salvo, cristiano o no cristiano, “cualquiera”, no importa, “que ofenda”, que haga tropezar. ¿Cómo ofende usted a un cristiano? ¿Causando que hagan qué? Que pequen. Es lo único que podría significar. Para atraparlos, para atraparlos en una trampa, una trampa mortal, una trampa de pecado, para hacerlos caer en el mal, para hacerlos tropezar en el mal. Eso es todo lo contrario del versículo 5, donde usted los protege, donde los cuida, donde los recibe como alguien que pertenece a Jesucristo. Sabe que si Cristo le diera vida y dijera: ‘Esto me pertenece, ¿lo protegerías por mí?’ Y él estaba aquí literalmente para entregarle esa vida. Creo que probablemente estaría muy preocupado por cuidar esa vida. Bueno, así es con todo cristiano, cada cristiano. Cuando usted se preocupa por cada cristiano como alguien que pertenece íntimamente a Jesucristo, quien es uno con Él en unión espiritual, esa es la forma en que debe recibir al pueblo de Dios.
Por otro lado, si usted causa que uno de estos pequeños que creen en mí, y ahí encontramos que no puede estar hablando de niños físicos, micrón, los infantes pequeños no pueden creer en Él. Él está hablando de aquellos creyentes que están clasificados en todo este capítulo como infantes o como niños. Cuando usted causa que ellos pequen, sería mejor o sería preferible, o les aprovecharía en lugar de esto, que se colgara al cuello una piedra de molino de asno y os hundieseis en lo profundo del mar. Usted estaría mejor muerto que vivo ofendiendo a un cristiano, haciéndolo pecar. Como puede ver, Dios no sólo está preocupado porque no pequemos, sino que no hagamos pecar a otras personas. Mejor que esté muerto. Sería beneficioso que estuviera muerto, rentable que estuviera muerto, antes de hacer eso, preferible. Ahora, el lenguaje que es realmente vívido.
Sabe, en esos días molían el maíz para hacer la harina, para hacer el pan y esas cosas. Y tenían en la casa una piedrecita y esa era una especie de bola de boliche, y otra piedra y daban vueltas y vueltas hasta que trituraban el maíz. Esa no es la piedra a la que se hace referencia aquí. Esta es la piedra de molino, literalmente en griego, mulos onicos. La piedra de la mula o la piedra de los asnos. Esta no es la pequeña que tenía en la casa. Esta es la que jalaba la mula al que estaba atado Sansón cuando molía en su ceguera. Una bestia tuvo que tirar de él. Una piedra masiva, enorme, que pesaba toneladas, inmensa, les venía a la mente cuando escuchaban mulos ónicos.
Sería mejor si tomar una piedra como esa, la amarrara alrededor de su cuello. Literalmente en el griego dice ahogado en mar abierto. Llevado muy lejos con una piedra que pesa toneladas alrededor de su cuello y plonk. Digo, va hasta el fondo usted como un cohete. Los judíos no ahogaban a la gente por ningún tipo de crimen. Para ellos era un castigo horrible e inimaginable. Y ser ahogado solo con una piedra de molino alrededor del cuello en alguna región lejana del océano era aterrador. Los romanos hacían eso, los judíos, no. Y eso es lo que Jesús dice que sería mejor para usted. Un final solitario, aterrador, impactante y doloroso para su vida. Usted estaría mejor muerto, con la peor clase de muerte imaginable que ofendiendo a un cristiano, causar que ese cristiano peque.
Ah, ¡qué lección! Los discípulos habían estado allí por un tiempo causándose a celos, siendo envidiosos, amargados, resentidos, odiosos, soberbios, buscando lo suyo propio, causándose pecar el uno al otro. Así que el pensamiento es maravilloso. Aquellos que entran al reino de Dios son niños pequeños, son los débiles. Ellos son los humildes y sus propios recursos son limitados. Son niños, son infantes; y los infantes necesitan cuidado y necesitan protección y necesitan vigilancia y no necesitan ser expuestos al peligro. Los niños son humildes, son débiles, necesitan ser cuidados, necesitan ser protegidos. Dios espera eso con su familia y nosotros nunca debemos causar que sus hijos pequen. Es un crimen enorme, enorme. Piensen en ello, padre y madre. Piensen en ello en relación con sus propios hijos. Usted los hace pecar, piénsalo esposo en relación a tu esposa, esposa, en relación a tu esposo, y las relaciones que van más allá. Arruinar la virtud hermosa de un santo, estropear la belleza hermosa de un hijo de Dios, dejar una cicatriz en la imagen de Jesucristo en un creyente seduciéndolo al mal es un crimen atroz. Usted estaría mejor ahogado en medio del mar con una piedra de molino.
Ahora, necesito detenerme en este punto, porque solo necesito sugerirle algunas formas en que hacemos esto para que sepamos cómo no hacerlo. ¿Cómo hacemos que la gente peque y cómo podemos evitarlo? Bueno, la primera forma en que hacemos que la gente peque es tentándolos directamente. Así es, Satanás puede usarnos, el mundo puede usarnos, la carne puede usarnos para ser la fuente directa de la tentación. Sabemos eso, ha habido personas que vienen a nosotros y nos dicen: “Hagamos esto”. “Bueno, eso no está bien”. “Yo sé, pero no saldremos con la nuestra”. Desde que es pequeño usted escucha eso. “Escucha, pagamos suficientes impuestos al año pasado, mi amor. Digo, seguir adelante y lo podemos dejar. Sé que no tenemos derecho a reclamar esa deducción, pero anótala de todos modos. Nunca lo sabrán”. Y así es llevado alguien al pecado.
Mejor que se ahogue usted en medio del mar, o dejar que sus hijos se expongan a la basura y la suciedad en la televisión, o en el cine, o lo que sea, las cosas que lee, está conduciendo a ese niño. Mejor debería estar muerto. O tal vez en su negocio esté involucrando a sus empleados en lo que es ilegal e ilícito y no es correcto. Y está causando que aquellos que son empleados cristianos en su negocio hagan cosas que no están bien. Mejor debería estar muerto que seducir a los jóvenes. Los jóvenes invitan a salir a una joven e intentan que comprometa su virtud. Mejor te ahogas, amigo mío, que robar la virtud de una joven hermosa.
Entonces, usted puede ver que la ruta de la tentación directa es la primera forma en que podemos hacer que la gente peca. Eva fue la ilustración clásica, ella pecó y luego hizo que Adán pecara. Ni siquiera fue engañado. Y luego está Aarón, quien hizo que toda la nación de Israel pecara en el becerro de oro. Y luego la ilustración clásica del Antiguo Testamento, me gustaría tener tiempo para desarrollar todo. Pasé bastante tiempo, casi un día completo, rastreando la vida de Jeroboam a partir de 1 Reyes, capítulo 12; y dice que Jeroboam hizo pecar a Israel. Y él es la ilustración principal en toda la historia bíblica de alguien que hace que otra persona peque.
Él llevó a toda la nación a la idolatría. Y Jeroboam pecó e hizo pecar a Israel. ¿Y sabe lo que hace en 1 de Reyes 12, y luego en el 13, 14, 15, 16, 18, 21, 22, 2 de Reyes 3, 2 de Reyes 10, 2 de Reyes 13, 2 de Reyes 14, 15, 23? En todo 1 y 2 de Reyes, como narra todos los reyes, dice de muchos de ellos, e hizo como Jeroboam que hizo pecar a Israel. Jeroboam no sólo era un pecador vil, miserable, impío, sino que él llevó a toda la nación al pecado. Y él está escrito para la historia. Usted simplemente lea 1 y 2 de Reyes y verá su nombre una, y otra y otra vez. Y unos de los capítulos que mencioné tienen su nombre cuatro y cinco veces como el que originalmente hizo pecar a Israel. Esa es una acusación aterradora.
Usted llega a Mateo 5 y ¿qué dice Jesús? Los fariseos están diciendo: “Hombre nosotros no cometeremos adulterio, no hacemos eso”. Jesús dijo: “Os digo”, en el versículo 32, “que cualquiera que repudia o se divorcia de su mujer, excepto por causa de pecado sexual, hace que ella cometa adulterio”. Ustedes convierten a sus mujeres en adúlteras. Y luego si sigue el patrón bíblico, como dije antes, aquí están los fariseos convirtiendo a sus mujeres en adúlteras, porque se divorciaron de ellas sin justificación. Y cuando se volvieron a casar, se convirtieron en adúlteras. Cualquiera que se case con ellos es un adúltero. Se vuelven a casar, son adúlteras. Y con las que se vuelven a casar son adúlteras. Jesús dice: “Tú dices que no cometes adulterio. Yo digo que lo cometes por todas partes. Conviertes a las personas en adúlteros y adúlteras. Mejor deberías estar muerto”.
En Apocalipsis, capítulo 2 y versículo 14, la iglesia de Pérgamo es acusada por nuestro Señor. ¿Y por qué? “Tengo unas pocas cosas contra ti. Porque tienes allá a los que retienen la doctrina de Balaam”. ¿Cuál es la doctrina de Balaam? “Quien enseñó a Balak a poner tropiezo delante de los hijos de Israel, a comer cosas sacrificadas a los ídolos y a cometer fornicación”. La doctrina de Balaam es enseñar al pueblo de Dios a pecar. Cuando usted le enseña al pueblo de Dios a pecar, usted permite que la doctrina de Balaam entre. Si usted baja en el mismo capítulo a la iglesia en la carta de Tiatira, usted encuentra que ellos tenían en esa iglesia, versículo 20, una mujer llamada Jezabel. Ella se llama a sí misma una profetisa. Ella enseña y seduce a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos. Ella enseña religión falsa y vida falsa. Jezabel es condenada porque sedujo a la gente a pecar. Balaam fue condenado porque sedujo a Israel a pecar. Jeroboam fue condenado porque también sedujo a Israel a pecar. Dios no ve con buenos ojos a los que hacen pecar a Su pueblo. Ahora, no quiere decir que no son responsables por sí mismos, sino que cuando se dicte el juicio, no sólo se tendrá por culpable al que cometió el pecado, sino al que lo indujo al pecado.
Dios es tan diferente de esto que con confianza podemos orar; y la oración de los discípulos no nos metas —¿en qué?— Tentación. Sabiendo muy bien que Dios nunca hará eso. En Santiago 1 dice: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado por Dios, porque Dios no tienta a nadie”. ¿Dios nunca le haría eso a Su pueblo? Él los aleja de eso. Y si usted está viviendo en términos de Él, entonces usted va a estar haciendo exactamente lo mismo. Y así, clamamos en esa oración lo que es una afirmación de la verdad. Señor, no nos metas en tentación, líbranos del mal. Pienso en la ilustración de Pedro, en Lucas 22:31, el Señor dijo: “Simón, Simón, Satanás os ha pedido para zarandearos como trigo, pero yo he orado por ti para que tu fe no falte”. El Señor no lleva a Su pueblo a ella, los aleja de ella, y si queremos ser como Cristo, tenemos que tener esa misma perspectiva.
Entonces, la primera forma en la que podemos llevar a la gente al pecado es mediante la tentación directa, administrando un negocio en el que hacemos algo malo y hacemos que los cristianos sean parte de él; al tener una relación con nuestra esposa, donde comprometemos la virtud de nuestra esposa tomando su lugar, o haciéndola hacer cosas, o llevándola a cosas que no están bien; donde llevamos a nuestros hijos al mal para nuestra propia gratificación, o por nuestra propia torpeza. Haciendo como Jezabel, enseñando doctrina que no es bíblica, creo que comete usted el más atroz de todos los crímenes. Es por eso que la Biblia habla con tanta fuerza en contra de los falsos maestros, porque conducen al pueblo de Dios al peor tipo de pecado, y esa es una tergiversación de quién es Dios. Y eso es lo más severo de todo, porque si su Dios no tiene razón, usted no puede arreglar nada. Así los falsos maestros son los máximos culpables en este sentido.
Hay una segunda forma en la que podemos llevar a la gente al pecado y es una forma indirecta. La primera es por ser fuente directa de seducción o tentación, la segunda es la forma indirecta. Esto generalmente viene al provocar a la gente. Creo que podría ilustrarse de muchas maneras, pero por cuestión de tiempo permítame mencionar Efesios 6:4, donde Pablo dice: “Padres” —creo que Pateres incluye a la madre y al padre allí— “padres no provoquéis a ira a vuestros hijos”, no provoquéis a ir a vuestros hijos, no exasperen a sus hijos, no frustren a sus hijos. Usted recuerda cuando vimos ese pasaje, hablamos sobre las formas en la que puede hacer eso. Puede hacerlo mediante sobreprotección, en otras palabras, pasa tanto tiempo sobre ellos que nunca comienzan a sentir ninguna libertad, nunca desarrollan su propia personalidad, se sienten encerrados, y contenidos; y se vuelven resentidos, amargados, enojados y rebeldes.
Puede hacerlo por favoritismo, favoreciendo un niño sobre otro para que el otro se vuelva envidioso y celoso. Puede hacerlo al empujarlos a niveles de logro que son imposibles para ellos y no tienen absolutamente ningún sentido de logro, ningún sentido de afirmación y satisfacción, por lo que se vuelven resentidos y amargados hacia aquellos que los empujan sin siquiera alentarlos. O puede hacer lo mismo con sus hijos al no sacrificarse por ellos, asegurándose de que nunca se interpongan en su camino, nunca se entrometan en su vida para que siempre se sientan como una carga, siempre se sienten como un problema y comiencen a verse a sí mismos como un dolor para todos los que le rodean, y luego se vuelven amargados y resentidos.
Usted puede hacérselo a ellos al no permitirles que cometan algunos errores de vez en cuando, al esperar algún tipo de perfección. Puede hacerlo por descuido, puede hacerlo con palabras amargas y enojadas que los derriban y hagan que se sientan enojados y amargados con usted. Puede hacerlo mediante el castigo físico que es abusivo y puede hacer sombras de esas cosas no sólo en una relación padre-hijo, sino también en una relación marido-mujer. En cualquier relación puede llevar a una persona al pecado por su falta de sensibilidad, por su falta de cuidado, por su falta de preocupación. Usted puede hacer que los cristianos pequen directa o indirectamente al ser un seductor, por un lado, o simplemente al exasperarlos, por otro lado.
Creo que hay una tercera forma en la que podemos hacer que las personas pequen, y es al dar un ejemplo pecaminoso. Si damos un ejemplo pecaminoso, llevaremos a otras personas al pecado, quizás a personas de nuestra propia familia, personas que nos conocen y siguen nuestra vida. Siempre pienso en el niño que una noche se escapó de la casa en medio de la nieve en pleno invierno. Y su padre iba al bar, era alcohólico y estaba dando un paso tras otro; y escuchó algo detrás de él y notó que su pequeño de cinco años saltaba de un paso a otro. Y dijo, ¿a dónde vas? Él dijo, sólo estoy siguiendo tus pasos papi. Dijeron en la historia que es la última vez que el hombre tomó. Alguien también está siguiendo sus pasos y si usted sólo tiene un ejemplo, que no es lo que debería ser, está llevando a otras personas a pecar.
Si usted no es fiel, como una persona debe ser, a las cosas de Dios, al pueblo de Dios, a la palabra de Dios, al trono de Dios en oración. Si usted no es fiel en vivir una vida fiel, está estableciendo un patrón que llevará a otras personas al pecado porque les está diciendo, no tienes que hacer estas cosas, son opcionales. Aquí hay un cristiano, él ha sido cristiano o ella ha sido cristiana por más tiempo que yo, mira su vida, no es lo que debería ser. Supongo que voy a estar bien si yo hago lo mismo. Es un tema muy serio. La gente nos está viendo y tenemos que tener cuidado.
Y creo que podríamos decir dos cosas sobre este aspecto. Debemos tener cuidado con nuestro ejemplo número uno, porque la gente nos está siguiendo y por eso no queremos guiarlos al pecado con actos abiertos de pecado. Por eso Pablo le dijo a Timoteo: “En todo sé ejempló al creyente”, en todo. De lo contrario, los vas a conducir al pecado. La suposición es que te están siguiendo. Pablo podía decir tan maravillosamente: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo, porque sabía que, si lo seguían a él, seguirían el patrón perfecto”. Muy importante.
Hay una segunda cosa debajo de esa idea de ejemplo. En la idea del ejemplo no es solo que damos un mal ejemplo cuando llevamos a la gente directamente al pecado, sino que también damos un mal ejemplo cuando abusamos de nuestra libertad. No estamos hablando necesariamente de las cosas correctas e incorrectas, sino las cosas que están en medio, en esa área gris. Cuando tenemos la sensación de que somos tan libres en Cristo que podemos hacer lo que queramos, sin importar cómo afecte a los demás, llevaremos a la gente al pecado. Le voy a mostrar por qué. Vea Romanos 14 por un momento. Romanos 14.
Ahora, Romanos 14 se basa en una premisa y tiene que entender esto, y es que algunas personas ven las cosas de manera diferente a otras. ¿Estaría de acuerdo con eso? En cuanto a las cosas de la vida. Por ejemplo, aquí tiene usted a gentiles, digamos que son salvos del paganismo. ¿Verdad? Han sido librados de la adoración abierta de ídolos ocultistas, el paganismo, la inmoralidad, todo eso. Vienen a Cristo. Digamos que van a la casa de alguien que es cristiano y ha pasado mucho tiempo, van a cenar. El cristiano prepara la cena y dice: “Vaya, esa fue la mejor carne que he probado en mucho tiempo. ¿De dónde sacaste eso?”. “Oh, lo compramos en el templo de Diana”. “¿Oh, en serio?”. De repente, se quedan sin palabras. Usted dice: “Bueno, ¿qué tiene de malo la carne en el templo de Diana?” Oh, nada. El precio es probablemente muy bueno, pero ¿sabes de dónde salió? La gente vino a ofrecer su ofrenda a Diana. Había tantos sacerdotes; y los sacerdotes no podían comer tanto. Y lo que no podían comer, se iba directamente a la parte de atrás del templo y lo vendían, ¿verdad?, para obtener una ganancia.
Ahora, ¿hay algo de malo en eso? Pablo dice que no hay nada de malo en eso porque un ídolo no es nada de todos modos, así que come y disfruta. Sin embargo, si va a causar que alguien que acaba de salir de la idolatría se quede sin palabras, entonces no lo coma. En otras palabras, tienes que ser un poco sensible a la conciencia de otra persona. ¿Entiende? Hasta que avancen en su libertad. La gente a menudo me dice eso en relación con la música rock. Me gusta la música rock. Y mi respuesta a eso es que hay algunas personas que han salido de esa cosa para quienes sería un recordatorio de toda la inmundicia y suciedad del pasado de su vida, que no podría hacer nada más que destruir su libertad y probablemente haría lo que esto le haría a esa gente. Los empujaría más profundamente al legalismo porque se endurecerían aún más, porque no podrían soportar la culpa que sentían cuando hacían cosas que realmente eran libres de hacer, pero que no hicieron. Y todavía tienen que crecer en esa libertad.
Entonces, Pablo dice: “No nos hagamos tropezarnos a otros”. Versículo 13 de Romanos 14. Simplemente, condensaré el capítulo. “No se juzguen unos a otros, sino juzguen esto, que no pongan tropiezo en ocasión de caer en el camino de su hermano”. Porque dicen en el versículo 14: “No es que algo es inmundo en sí mismo, sino que para el que piensa que es inmundo, lo es”, ¿verdad? Así que no lo haga si los vas a ofender. “Si a tu hermano”, versículo 15, “se entristece, es contristado por tu comida, no estás andando en amor. No coma esa comida”. ¿Por qué querría destruir al hombre? ¿Por qué querría llevarlo a pecar? ¿Y cuál sería su pecado? Él lo condenaría, lo juzgaría, él estaría enojado con usted, se sentirá culpable y se hundiría más en el legalismo. Y él malinterpretaría su libertad.
Así que el versículo 21 lo resume: “Es bueno no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, se ofenda o se debilite”. Ahora, en nuestra sociedad el beber vino sigue siendo piedra de tropiezo para algunas personas, por eso no hago eso. Es una libertad perfectamente buena renunciar a ello, por el bien de aquellos que se ofenderían. Y no sólo está hablando de legalistas espirituales en este punto, sino de personas, por ejemplo, que son ex alcohólicos, que harían cualquier cosa en el mundo para mantenerse alejados de una copa y no querer ofenderse al ser llevados a eso.
Primera de Corintios vuelve a decir lo mismo, sólo lo llevo brevemente. 1 Corintios 8, el mismo principio, en el versículo 9: “Mirad que la libertad que tenéis no se convierta en tropiezo para los débiles. Si algún hombre que tiene conocimiento te ve sentado a la mesa en el templo de los ídolos, ¿no se animará la conciencia del que es débil a comer las cosas ofrecidas a los ídolos?”. En otras palabras, digamos que tenían un pequeño bar de botanas en el templo y bajaba al templo, veía que era un buen precio; y tenían buenas cosas. Y entonces, está sentado comiendo; y alguien viene y dice, “Oh, yo también puedo comer allí”. Nada más que él entra y come; pero su conciencia no puede enfrentar eso. Se siente culpable, se siente intimidado por eso. Y sale y comienza a sentirse resentido contra usted, y comienza a alejarse más de su libertad, y empieza a hundirse más profundamente su legalismo y pierde el crecimiento que él tendría en el Señor; no ha ganado nada. Usted lo ha hecho pecar, así que no haga eso.
Entonces, en la arena del ejemplo dos cosas vienen a la mente. No podemos llevar a la gente al pecado por el pecado directo del pecado, y no podemos llevar a la gente al pecado por el abuso de nuestra libertad. El punto es elevar nuestra conciencia al hecho de que no sólo debemos lidiar con el pecado en nuestra propia vida, sino también en la vida de quienes nos rodean.
Déjeme darle una cuarta. Creo que también hacemos que la gente peque, y esta sería la más sutil de todas, al no guiarlos a la justicia. Algunas personas dicen: “Bueno, tú sabes, yo no ando seduciendo a la gente para que peque, yo no ando provocando a la gente a pecar directamente; y ciertamente, no quiero andar abusando de mi libertad o dando un ejemplo de pecaminosidad. Yo básicamente hago lo mío. Me ocupo de mis propios asuntos, estoy haciendo mi mejor esfuerzo”. Y tal vez ese sea el pecado más grande de todos, es que usted no esté estimulando a alguien más a la justicia.
Una y otra vez el Nuevo Testamento habla de provocar a la gente a la justicia. Habla de alentarlos a la justicia. Habla de edificarlos. Habla de animarlos. Habla en Hebreos 10:24 de estimularlos al amor y a las buenas obras. Y es algo positivo que estemos allá afuera estimulándonos unos a otros a la justicia. La condenación de los profetas en Jeremías 23 fue que no llevaron al pueblo de Dios a la santidad, no guiaron al pueblo de Dios a la justicia. Y entonces, es causar que un hermano peque, y deje de fortalecer a ese hermano. Dios le ha dado dones, dones espirituales, talentos, oportunidades de ministerio. Y a menos de que usted los esté usando al máximo de su capacidad, y los regalos que Dios le ha dado a usted, no está alimentando al cuerpo de Cristo con lo que es un elemento necesario para que crezca.
Así que usted no sólo puede simplemente sentarse y decir: “Bueno, no estoy haciendo nada de lo que no debería estar haciendo”. Tiene que salir y estar haciendo lo único que debería estar haciendo. Y unas personas podrían, ya sabe, esto impide el enfoque monástico. Hombre, no quiero culpar de nada a nadie, así que voy a ir a comprar una cabaña en el desierto. Adiós. Me estoy separando. No quiero esta cosa de piedra de molino. No, la idea es que usted debe permanecer en la comunidad del pueblo de Dios y estimularlos a amar las obras de Dios y guiarlos a la justicia, y darles un ejemplo positivo y ser un líder positivo en lo que es correcto; y ser un provocador en lo que es correcto.
Simplemente, cambie el lugar. En lugar de seducir a las personas al pecado, llévelas a la justicia. En lugar de provocar que se enfaden y se exasperen, haga que estén gozosos y llenos de alabanza. En lugar de dar ejemplo del pecado, dé un ejemplo de la santidad. En lugar de buscar su libertad, utilícela correctamente para que crezcan y se nutran. Solo sea la influencia positiva.
William Barclay cuenta una historia sobre un hombre que estaba en su lecho de muerte y estaba angustiado. Estaba preocupado. Estaba lleno de ansiedad. Entonces, las personas a su alrededor trataron de averiguar por qué, y finalmente, antes de morir, él les dijo algo que parecía tan trivial, pero que obviamente lo había influenciado tan poderosamente. Él dijo esto: “Cuando éramos niños y estábamos jugando un día en una encrucijada, volteamos un letrero y nunca he dejado en toda mi vida de preguntarme cuántas personas fueron enviadas en la dirección equivocada por lo que hicimos”.
Bueno, tal vez podemos captar el espíritu de ese hombre en la dimensión espiritual. Nuestra vida es un letrero, y si no apunta en el camino correcto, entonces me pregunto cuántas personas van en la dirección equivocada. Será mejor para usted, en lugar de hacer eso, que estuviera muerto, ahogado.
Entonces, esposo, mira cómo guías a tu esposa. Esposa, mira cómo influyes en tu esposo. Padres, ¿qué hay de sus hijos? ¿Qué hay de las personas con las que trabajas, las personas en la escuela, tus amigos, las personas en tu iglesia, las personas que no conoces, pero que conoces sin darte cuenta? ¿Estás influyéndolos para Dios o estás causando que pequen? Y ustedes que ni siquiera conocen a Cristo, ustedes que ni siquiera son cristianos, son responsables ante Dios por cómo tratan al pueblo de Dios.
Vea el versículo 7. Esto es muy directo. “Ay” —es maldición, término de juicio— “ay del mundo por causa de las ofensas”. Ay, ay. Él dice: “Maldigo a este mundo por defender a mis hijos”. Y lo ofende. Todos hemos sido víctimas de este mundo. Los promotores de la inmundicia y la basura de este mundo, no sólo a través de los medios de comunicación, sino también de esa gente malvada de este mundo, esa gente impía sin Cristo que nos lleva al pecado. Ay de esas personas. Luego, él dice: “Es necesario que vengan los tropiezos”. En otras palabras, es inevitable, ya que el mundo es lo que es. No puede dejar solos a los creyentes. El mundo siempre estará tendiendo trampas de pecado. El mundo siempre estará tendiendo trampas de pecado y trampas de muerte. Esa es la naturaleza de su caída. Pero eso de ninguna manera elimina la culpabilidad de un individuo. Y así, el versículo concluye: “Es necesario que vengan tropiezos, pero ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo”. Usted estaría mejor muerto que ofender por lo que va a pagar cuando ofende. Ay, maldición.
Aquellos que seducen a los hijos de Dios a pecar, aquellos que estorban su vida espiritual, tienen la promesa de maldición por parte de Dios. Aún al más pequeño de los niños. Deben ser cuidados como si usted estuviera cuidando a Cristo.
Uno de los compañeros de nuestro ministerio de discapacitados vino a verme un domingo y me dijo: “Hice algo malo, John”. Y le dije: “¿Sí?”. Él dijo: “Hice algo muy malo”. Le dije: “Bueno, ¿qué hiciste?”. Él dijo: “Me emborraché”. Dije: “¿En serio? No puedo imaginar eso”. Él dijo: “Me emborraché y fue algo malo”. Y dije: “Bueno, ¿por qué te emborrachaste?” Él dijo: “Mi hermano me hizo emborracharme, me mantuvo abierta la boca y vació cosas en mí, me emborrachó y luego, se rieron de mí”. Y él dijo: “Pero le pedí a Jesús que me perdonara”. Y me preguntó, me dijo: “¿Crees que lo hizo? ¿Crees que me perdonó?” Dije: “Sé que lo hizo”. ¡Ay de aquel por quien vino la ofensa! Para causar que pecara, aún el más pequeño de estos que son míos.
Y el peligro nos lleva a la prevención, en los versículos 8 y 9. Dice usted: “Bueno, no quiero hacer eso”. No lo culpo yo tampoco. ¿Cómo puede prevenirlo? En este punto, llegamos al corazón del asunto. “Por tanto, si tu mano, tu pie, te fuera ocasión de caer, córtalo, échalo de ti. Mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies, ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te fuera ocasión de caer, sácalo y échalo de ti. Mejor te es entrar en la vida con un solo ojo que teniendo dos ojos ser arrojado a Gehena, al infierno, al fuego del infierno”.
Ahora, aquí nuestro Señor traza un principio. Es un principio que dio por primera vez en Mateo 5:29 y 30, y lo estudiamos ahí. En su contexto ahí estaba relacionado con los incrédulos. Y lo que Jesús estaba diciendo allí a los incrédulos es simplemente esto. Lo que sea necesario para que ustedes enfrenten drásticamente su pecado, háganlo. Es mejor que entrar—¿en qué?— en el infierno.
Mejor vivir su vida mutilado que ir al infierno para siempre. Ahora, eso es una hipérbole. Digo, Él no les está diciendo literalmente que les corten todas las extremidades, pero les está diciendo que tomen medidas drásticas con el pecado o irás al infierno. Ahora, ese principio fue dado a los incrédulos, pero aquí nuestro Señor simplemente saca a relucir ese mismo principio. Y aquí puede relacionarse con los incrédulos porque los incrédulos pueden estar en mente en el versículo 7 y les está diciendo: “Ustedes, incrédulos, es mejor que enfrenten drásticamente su pecado porque el pecado condena”. Y a los creyentes podemos aplicarlo también si el pecado es tan serio. Si el pecado es aquello que condena y debe ser enfrentado tan drásticamente, entonces es mejor que lo tratemos también de manera drástica, ¿verdad?
Entonces, ¿cuál es la prevención? Simplemente, esta: No es concentrarse en lo que usted está haciendo con los demás, es concentrarse en lo que usted está haciendo ¿con quién? Con usted mismo. Trate drásticamente con su propio pecado. Proteja sus ojos, guarde sus manos y sus pies, a dónde van y lo que hacen. Tenga cuidado con lo que ve. Tome medidas drásticas, porque nunca podrá dejar de hacer pecar a otra persona a menos de que usted mismo no esté pecando ¿entiende eso? Porque si usted está en pecado, el patrón está ahí, siendo demostrado a otros. Es un principio simple. Tome acciones drásticas cuando se deshaga de cualquier cosa que lo haga pecar a usted. Tome acción drástica. No coquetee con eso, deshágase de eso.
Es por eso que Pablo dice en 1 Corintios 9:27: “Golpeo mi cuerpo y lo pongo en servidumbre”. Ya sabe, yo haré cualquier cosa, golpear a mi cuerpo, en lugar de permitir que se mueva hacia el pecado. Jesús no está lidiando con algún tipo de literalismo de madera o todos los discípulos serían muñones en este punto y también todos nosotros. Pero Él simplemente está diciendo de manera metafórica, “trata dramática y drásticamente con tu pecado”. Nada es tan precioso que deba mantenerse si nos lleva al pecado. Así como el pecado lleva a los hombres al infierno, puede llevar al creyente a las profundidades de la disciplina y llevar a otro cristiano al pecado.
Así que, el principio es este: Todo cristiano es uno con Cristo y cuando usted recibe a un cristiano, usted recibe a Cristo. El peligro es que, si usted ofende a un cristiano haciéndole pecar a través de su seducción, mediante su provocación indirecta, mediante su ejemplo de mal, mediante su libertad abusada o de su fracaso en dar una dirección justa a esa vida. Si lo hace para pecar, sería mejor que se ahogara inmediatamente que hacer eso, porque el precio por hacerlo es muy alto. En lugar de hacer eso, tome medidas drásticas para lidiar con su propio pecado. El meollo es este. ¿Por qué querría un cristiano ayudar a Satanás en su obra de tentar a los hijos de Dios a hacer el mal? No lo haría, ¿verdad? Yo no lo haría.
Padre, venimos a Ti para cerrar nuestro tiempo esta mañana. Una lección muy enfática de nuestro Señor. Sabemos que entramos en el Reino como niños pequeños. En proporción a la humildad de nuestra semejanza a un niño, somos grandes en el Reino. Y ahora, aprendemos que debemos ser tratados como niños, y los niños deben ser cuidados, y deben ser protegidos del mal, y deben ser protegidos del daño. Y entonces, Padre, ayúdanos a no inducirnos unos a otros al pecado, así como Tú no harías eso, sino a inducirnos unos a otros a la justicia por todo lo que decimos, somos y hacemos, para que nunca seamos culpables, de inducir a uno de Tus pequeños a tropezar. Ayúdanos a ser celosos de la pureza de los demás, como los somos de la nuestra, porque ellos como nosotros son uno contigo. Y ni por un momento desearíamos contaminarte. Te agradecemos, Padre, porque en el poder del Espíritu Santo y la pureza que Él trae a nuestros corazones, esto es posible. Y con ese fin, oramos por cada vida. Amén.
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