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Esta mañana regresamos a nuestro estudio de la Palabra de Dios al capítulo 26 de Mateo. Permíteme alentarlo a tomar su Biblia, o una cerca de usted, y vaya al capítulo 26 de este testimonio maravilloso de la vida de nuestro Señor. Y conforme hemos llegamos al capítulo 26, nos estamos acercando rápidamente a la cruz de Jesucristo. De hecho, en nuestro texto esta mañana, vamos a estar viendo la sección de los versículos 36 al 46, el Hijo en tristeza.

Ahora, creo que la mayoría de nosotros que hemos estado en la iglesia por un tiempo, estamos algo familiarizados con un himno acerca de nuestro Señor, un himno muy hermoso escrito por un hombre llamado Felipe Bliss muchos años atrás. El himno dice: "Varón de dolores, qué nombre para el Hijo de Dios quien vino, a pecadores arruinados a reclamar, aleluya, qué Salvador". El escritor del himno dice: "Varón de dolores, qué nombre", y él tomó eso de Isaías, capítulo 53, en donde Jesús se dice que es varón de dolores, experimentado en quebranto. Cuando usted estudia la vida del Señor, se da cuenta de que Él de hecho fue un varón de dolores. No hay registro en la Escritura de que Jesús jamás se rio. Hay afirmaciones acerca de su tristeza. Hay afirmaciones acerca de que Él gimió en un volumen alto, acerca de que Él estuvo triste.

Todos recordamos en Juan 11, cuando Él lloró en la tumba de Lázaro, y antes de que Él lloró, cómo Él gimió profundamente cuando Él vio el impacto del pecado y de la muerte. Recordamos el registro de Lucas, capítulo 19, versículo 41, en donde Jesús ve la ciudad de Jerusalén, ve a esa población mala, impía e incrédula, y llora. Él de hecho, es un hombre de tristeza o varón de dolores y experimentado en quebranto. Pero no ha habido tristeza en su vida, ni la tristeza de la enfermedad, o la incredulidad, o la desobediencia, o la ignorancia o el rechazo, que pueda llegar a la tristeza que vemos que Él experimenta en nuestro en texto en Mateo 26. El Señor conoció tristeza, sobre tristeza, sobre tristeza. Pero la tristeza aquí parece ser una acumulación e intensificación de toda la tristeza que Él conoció y aquella que estaba por ser experimentada.

Francamente, conforme estudié este texto en particular durante muchas horas esta semana, durante la mañana, y durante la noche y en mis pensamientos, me pareció casi imposible describir en mi propio entendimiento lo que pasó aquí. Oh, puedo ver los acontecimientos, y puedo entender las circunstancias externas, y puedo entender lo que las palabras significan por lo que dicen en el texto. Pero no entiendo la naturaleza profunda del sufrimiento de Jesucristo, porque Él, como Dios infinito, podía experimentar algo que yo no puedo comprender.

Y entonces, en un sentido muy real, entrar en el sufrimiento de Jesús en este texto es pisar sobre suelo muy santo y tratar de entender algo realmente en últimas no es comprensible; tratar de explicar algo que realmente es inexplicable. Hay misterio aquí que es demasiado profundo para mí, para usted y cualquier otro ser humano, y quizás inclusive para los ángeles santos. Encontramos aquí que estamos asombrados ante el Dios-Hombre, plenamente conscientes de que Él es Dios. Sin embargo, lo vemos sufriendo en dolor como humano, casi como si Él no fuera Dios. Y es demasiado para nosotros entender esto.

Pero ¿cuál es el propósito de un pasaje del sufrimiento de Cristo? Leámoslo y descubrámoslo, comenzando en el versículo 36: “Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, (esos serían Jacobo y Juan) comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”.

 

“Vino luego a los discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega”.

 

Ahora, este pasaje es un pasaje poderoso. Es el Señor Jesús en el huerto de Getsemaní, inmediatamente antes de su captura, juicio de burla y ejecución. Es parte de la preparación de la cruz. Es parte de que nuestro Señor sea preparado para morir. Ya hemos visto a Mateo bosquejar para nosotros elementos de la preparación, ¿no es cierto? a lo largo de este capítulo 26. Vimos la preparación del plan de Dios al principio en el capítulo; la preparación de los líderes religiosos, que estaban preparando el plan para capturar a Cristo. Vimos la preparación de María, que lo amó y lo ungió para la sepultura, por así decirlo. Vimos la preparación de Judas, que se preparó para traicionarlo. Vimos a nuestro Señor llevando a su fin la economía judía antigua en la Pascua final. Lo vimos introduciendo su mesa, la cena del Señor. Lo vimos advertir a los discípulos acerca de lo que iban a atravesar cuando Él iba a ser capturado, y cuando ellos iban a ser dispersados. Todos estos elementos de la preparación moviéndose hacia la cruz, y ahora llegamos a esto. Y esta es su preparación.

Pero no solo la de Él; le pertenece también a los discípulos. Porque mientras que es una lucha que Él debe atravesar para que Él esté en armonía plena con el plan de Dios, y una vez más, derrotar al diablo, también es un elemento importante de preparación para los discípulos, porque a partir de esto ellos va a aprender una lección profunda, afirmada en el versículo 41, en donde nuestro Señor dice: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, más la carne es débil ". Siempre el Maestro inclusive en medio de esta lucha increíble inexplicable con el enemigo, que querría desviarlo de la cruz, nuestro Señor va más allá de su propia experiencia para enseñarle a los suyos.

Él ve en su propia lucha una gran lección que debemos aprender acerca de cómo debemos enfrentar la tentación y la prueba severa. Y entonces, conforme vemos el pasaje, no solo lo veremos preparándose así mismo para su muerte, sino preparando también a los discípulos. Ellos deben aprender de esto, y nosotros debemos aprender con ellos de esto, la manera apropiada de enfrentar la tentación severa. El Señor se vuelve el patrón. El Señor se vuelve el ejemplo en este texto.

Ahora, el desarrollo del texto, viene a nosotros creo yo, de manera muy pronta. Es simplemente un texto narrativo. Pero para que podamos ver lo que dice claramente y llevarlo a una conclusión incisiva, quiero darle cinco palabras que voy a usar esta mañana y el próximo día del Señor. Y créame que lamento mucho si yo pudiera escoger predicar por dos y media horas; ahora, lo haría, pero no puedo hacer eso. Cubrir todo es tan impactante. No sé cómo voy a sobrevivir la semana entre estos dos mensajes, para serle honesto. Pero quiero darle cinco palabras clave para que usted cuelgue ahí los pensamientos: tristeza, súplica, sueño, fortaleza y una palabra final, secuencia, y voy a desarrollar esas palabras conforme avanzamos.

Pero antes de que veamos las palabras clave que abren el entendimiento de esta experiencia, lo más que por lo menos podamos entender, veamos un versículo de introducción, versículo 36; y esto nos va a permitir establecer nuestra escena un poco. “Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo […]”. Y vamos a detenernos en este punto. Eso es introducción. Eso simplemente está preparando la escena. La primera palabra es "entonces" y "entonces" es una palabra que tiene la intención de colocarnos en algún tipo de flujo cronológico. "Entonces" es una palabra de secuencia.

Entonces, ¿cuándo es entonces? Bueno, es inmediatamente después de lo que acaba de suceder. Bueno, ¿qué acaba de suceder? Bueno, el Señor se acaba de detener en el Monte de los Olivos para decirles a sus discípulos que lo van a dejar, y que lo van a desamparar, y que se van a escandalizar, y se van a ofender y van a ser atrapados, y lo van a negar. Y van a correr de Él. Y ellos dicen: "No, no, nunca sucederá, nunca sucederá". Pero iba a suceder, es simplemente después de eso.

Bueno, ¿qué escena es esta? ¿Qué está pasando aquí? Bueno, recuerda, esta es la medianoche del jueves de la última semana de nuestro Señor. Los años de ministerio se acabaron. El ministerio en Galilea, el ministerio en Judea, el ministerio en Perea, al este del Jordán, todo se acabó, los milagros, las curaciones. Él ahora ha llegado a Jerusalén en la Pascua, en el año 33 d. C., Y Él no ha llegado solo a asistir a la Pascua, sino para ser la Pascua. Y el jueves era el día para prepararse, porque esa tarde comían la Pascua, y entonces los discípulos prepararon la Pascua, y el jueves por la tarde comieron la Pascua.

Se acabó la comida, el himno final ha sido cantado, han dejado el Aposento Alto, han pasado por la ciudad de Jerusalén con esas multitudes, cerca de la medianoche, debido a la ocasión, debido al festival, debido a la temporada de Pascua, salieron ahí por la puerta norte del templo, la cual sería la puerta oriente, bajando ahí por la colina del monte del templo, cruzando el Valle de Cedrón, subiendo por el Monte de los Olivos. Y después del pequeño interludio en el Monte de los Olivos, en donde el Señor les advirtió acerca de su deserción, ahora llegan al huerto de Getsemaní.

Será en ese huerto, en un tiempo muy breve, que Jesús será llevado prisionero. Es inminente. Es momentáneo. Y antes de que eso ocurra, algo más debe ocurrir, y es un tiempo de intercesión con el Padre. Pero el Señor usa este tiempo para instruir a sus discípulos y a nosotros también. ¿De qué manera es instructivo? Es instructivo en tantas maneras, pero primordialmente nos da un entendimiento profundo en cómo enfrentar la tentación en casos severos. Ahora, observe que Él vino a un lugar llamado Getsemaní.  Eso significa "el lagar del olivo". Aparentemente era el nombre de un jardín, o un área en donde había un jardín, ahí en el lado de la montaña. Estaba allí en esa colina, en la colina oeste del Monte de los Olivos, en el este de Jerusalén, apenas más allá del monte del templo, que la gente rica de Jerusalén tenía sus jardines. No los tenían en la ciudad amurallada; no había lugar para ello. La población era densa y estaba comprimida.

Los jardines estaban en las colinas afuera. Y aquí había un jardín llamado Getsemaní, un lugar familiar. De hecho, nos dice en Juan 18: 2, que Jesús iba ahí con frecuencia con sus discípulos. Era un lugar de privacidad, un lugar de sombra, alejado de la multitud, la ciudad. Era un lugar al cual Él podía ir y no estar involucrado por tan solo un tiempo, para pasar la noche en oración con su Padre o instruyendo a sus amados. No sabemos quién era el dueño del jardín. Aquí está otra de esas maravillosas personas sin nombre que vinieron a ayudar a Jesucristo hacia el fin de su vida. Usted recuerda que está el hombre sin nombre que le proveyó el animal para que Él lo usara. Está el anfitrión sin nombre que le dio el Aposento Alto. Está el dueño sin nombre del jardín y el medio. Como William Barclay dice: “De un desierto de odio, hay unos cuantos oasis de amor”, y algunas personas sin nombre, que no son desconocidas para Dios, pero sí para nosotros, le dieron a Jesús, en esas horas finales, lo que Él necesitaba. Y entonces Él llega a este lugar, en las colinas gentiles del Monte de los Olivos, sin duda alguna cerca de la parte de arriba. Y ahí le dice a los discípulos: “Sentaos mientras que yo voy y oro”. Él entró y probablemente el jardín tenía reja o tenía muro de alguna manera para evitar que otras cosas que estaban ahí entraran. Y Él dice: “Quédense aquí”. Sin duda alguna, apenas entrando un poco más allá de la entrada, y esperen voy a ir y orar.

Ahora, los discípulos se les dice que se queden. Saben lo que va a pasar. Ya se les ha dicho que este es el tiempo para que Él muera. En el capítulo 26, versículo 2, Jesús le dijo a los discípulos: “En dos días, el hijo del hombre será traicionado para ser crucificado”.  Este es el tiempo. Esos días ya habían pasado. Jesús les había dicho en el versículo 31: “Esta noche van a enfrentar una tentación que no van a poder enfrentar y van a ofenderse, y van a correr”. Entonces sabían que estaban ahí en la encrucijada de un momento muy significativo; estaban en un punto de crisis. Y deberían haber visto esto como un tiempo para orar. Y cuando se les dijo que se quedarán ahí, y Él dijo: "Voy a ir y orar”, deberían haber entendido lo que Él estaba diciendo: “Quédense y oren”. Él tenía un par de cosas en mente.

Él quería estar apartado, y si Él apilaba a los discípulos y los colocaba ahí en la entrada, no habría gente ahí que entrara para molestarlos. Él no quería eso. Él no quería ninguna interrupción en su tiempo con el Padre, y conforme Él luchaba en medio de esta experiencia tan increíble y más allá de nuestro entendimiento. Y entonces Él colocó a los discípulos, por así decirlo, para que cuidaran, para que lo protegieran y también oraran.  Él inclusive dice en el versículo 31: “Velad y orad”, estén alertas y pasen su tiempo en intercesión. Y Él dice: “Voy allá”. Por cierto, no hay indicación en ningún lugar en los registros de los Evangelios que ellos llamaron al Padre en absoluto. Ellos sabían que venía; por lo menos lo habían oído. Pero existían en una especie confianza en sí mismos. Pensaban que eran en cierta manera invencibles. Como pueden ver, mal entendieron sus buenas intenciones por poder. Mal entendieron sus buenas intenciones por fortaleza, y eso fue insensato, eso fue insensato.

Y entonces no oraron, de todo lo que sabemos; simplemente se quedaron ahí, y el señor siguió. El versículo 37 dice: “Tomó con él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo”, quienes eran Jacobo y Juan. Ahora, no queda mucha duda de lo que Él iba a hacer. Él dice: “Voy a ir a orar”. Y Él dice: “Mientras que yo voy y oro”, y el usa una palabra muy intensiva: la palabra normal sería “Euchomai” y esta es, “Proseuchomai”  una palabra intensa, una palabra intensa siempre usada de orar a Dios. Otras palabras pueden referirse a rogar o pedir algo de alguien más, pero esta palabra siempre se refiere a Dios, es una palabra intensa de oración a Dios: “Me voy a ir y voy a hablar con Dios”. “Voy a ir y voy a derramar mi corazón a Dios”.

Y entonces Él deja a los discípulos ahí, excepto por Pedro, Jacobo y Juan, y observe el versículo 37, Él los lleva con él. Ellos estuvieron, cuando Él resucitó a la hija de Jairo de los muertos, y están solos, y solo ellos, de los discípulos estuvieron ahí en Su transfiguración cuando Él se mostró asimismo en la gloria. Y, por cierto, ellos se quedaron dormidos ahí también. Y quizá eso fue necesario porque ellos habían sido su gloria que Él de manera especial quiere que ahora vean su humillación. Pero hay más que eso, los comentaristas a lo largo de los años se han preguntado, ¿por qué se llevó a Pedro, Jacobo y Juan? Bueno, permítame decirle por qué. En primer lugar, no se podía llevar a todos, porque si se llevaba todos ahí, no había alguien que cuidara la puerta.

En segundo lugar, Él tuvo que dejar a suficiente gente en la puerta, para que hubiera una guardia significativa ahí; en caso de que un grupo de personas viniera buscándolo, ellos podrían haberlos detenido. Además, si el grupo de los discípulos estaban en la puerta, habrían atraído la atención de alguien que estuviera viniendo y buscándolo, hasta que Él hubiera terminado con su oración, y Él podía encontrar algo de privacidad de esa manera. Entonces tenía que dejar a un grupo grande ahí.

Pero, ¿por qué se llevó a estos tres? Bueno, alguien dice que se los llevó para tener compañerismo. Él quería que ellos que lo amaban más, que pasaran tiempo con Él y mostrarán empatía y lo apoyaran. Ese es un sentimiento agradable. Y creo que puede haber un elemento de verdad en el hecho de que Él amaba el compañerismo de ellos. Pero no creo que esa fue la razón por la que Él se los llevó. Alguien más ha dicho que Él se los llevó por que eran los más débiles de todos, y Él no podía dejarlos solos. Y si usted estudia el Nuevo Testamento y usted ve a Pedro y Jacobo y Juan, usted podría llegar a esa conclusión. Pero eso realmente tampoco encaja, porque, después de todo, Él le había entregado más de sí mismo a estos tres que a cualquiera de los demás.  

Y eso no hablaría mucho del éxito de sus esfuerzos de discipulado, si después de tres años todavía eran los más débiles del grupo, ¿verdad? La realidad del asunto es que se los llevó por que eran los tres líderes. Se los llevó porque había una lección que tenía que ser enseñada al resto, y Él no se podía llevar a todos de lo contrario nadie se habría quedado ahí para vigilar. Pero Él se llevó a los líderes significativos, porque fuera lo que fuera que Él quería que aprendieran, Él quería que ellos pudieran comunicárselo al resto, y éstos eran los que el resto veían cómo líderes. Ellos eran los que serían los maestros.

Y aquí estaba el Señor, siempre el Maestro. Digo, no es suficiente que Él va a ser lo que va a hacer y va a agonizar en la cruz. Él también lo ve como un medio para instruir, y Él quiere capturar eso. Él quiere enseñarles a cómo enfrentar la tentación, no con una confianza soberbia en sí mismo, no negando la posibilidad del fracaso, no imaginando que usted es invencible, sino mediante la dependencia de Dios en oración apasionada para enfrentar la prueba. Él no estaba buscando su ayuda. Él no estaba buscando su empatía. Él nunca pidió empatía, Él nunca les pidió que oraran por Él. Él no se los estaba llevando para que pudiera cuidarlos, porque si Él lo hacía, ¿por qué entonces los dejó y avanzó? Porque dice que se llevó a los tres con Él y avanzó un poco más, en el versículo 39. De hecho, Él probablemente estaba unos metros más allá de ellos; Lucas nos dice: “A tiro de piedra”.

Entonces no estaba ahí para cuidar de ellos, y Él no los tuvo ahí para apoyarlos y para que tuvieran empatía de Él, de lo contrario, no los habría dejado, y no habría ido sólo. Él los tenía ahí porque había algo que necesitaban aprender de esta experiencia en cómo enfrentar una prueba que ellos podrían transmitirle a otros. Y yo creo también para que pudieran ver algo de la agonía de su Salvador, para que pudieran entender su amor.

Él no estaba buscando su ayuda. Eso sería incongruente. Digo, hay un Getsemaní en todas nuestras vidas. Pueden haber muchos de ellos. Pueden haber experiencias agonizantes, pruebas y tentaciones agonizantes. Parece haber una tristeza profunda y prueba que todos nosotros debemos atravesar tarde o temprano. La hora oscura de la muerte está a nuestro alrededor, y la copa amarga que bebemos en algún punto u otro, quizás con frecuencia la bebemos. Y nuestra naturaleza social en cierta manera nos empuja hacia los hombres, para alcanzar a los hombres para encontrar nuestra fortaleza, y esperamos demasiado de ellos. Inclusive nuestros amigos más queridos y santos, no obstante, cuán dispuesto su espíritu pueda estar, encontrarán que su carne es frágil, y necesitamos aprender a volvernos a Dios.

Él no estaba llevándoselos para qué lo apoyaran. Él no se los estaba llevando para que tuvieran empatía, Él encontró apoyo en Dios y Él no pidió empatía. Y Él no se los estaba llevando para cuidarlos, porque Él no los habría dejado solos, y Él había hecho su obra durante tres años, y Él estaba listo para irse, y el Espíritu iba a encargarse a partir del punto en donde Él había acabado. No, se los llevó para efectos de instrucción, para que aprendieran como Él enfrentó una prueba. Qué lección necesitaban aprender.

Y realmente es un contraste sorprendente, porque acabamos de salir de la jactancia de Pedro y los otros discípulos, quienes dijeron: “No, Señor vamos a poder enfrentar esta prueba, vamos a poder enfrentar esto, nunca te negaremos, nunca te desampararemos, moriremos antes de que hagamos eso”. Y de la jactancia de los discípulos, inmediatamente llegamos al reconocimiento humilde de Cristo del hecho de que la humanidad es débil. La humanidad pecaminosa caída no va a reconocer su debilidad. La humanidad no caída, sin pecado, reconoce su debilidad.

Dice usted: “¿Quieres decir que la humanidad de Jesús fue débil?” Sí, la humanidad de Jesús fue humanidad, la humanidad es débil, y si usted no cree eso, entonces se ha olvidado de que Él murió, y la muerte es la esencia de la debilidad. Jesús fue plenamente humano, y Él sabía que en la humanidad hay debilidad. Las lágrimas son una señal de debilidad humana, porque son una señal de dolor. La agonía es una señal de debilidad humana. El sufrimiento es una señal de debilidad humana. Dios no conoce dolor, ni agonía, ni sufrimiento, el Dios eterno en la deidad, excepto aquello que Él escoge considerar a favor del hombre.

Entonces, Él podía morir y en eso había debilidad. Él podía ser lastimado y en eso había debilidad. Él podía tener hambre y en eso había debilidad. Él podía tener sed y en eso había debilidad. Él sabía que la humanidad era débil. Y Él sabía, en su impecabilidad no caída, lo que esos discípulos insensatos no reconocerían en su condición caída; que cuando usted entra en una prueba severa, si usted es humano, no debe buscar a los hombres, sino debe buscar a Dios. Y Él hizo lo que ellos se rehusaron a hacer. Ellos reprobaron una prueba menos severa. Él pasó la prueba más severa en la historia de la humanidad. Y esa es la razón por la que el escritor de Hebreos nos dice en Hebreos 4:15, y usted lo podría ver con nuevos ojos.  “Porque no tenemos un sumo sacerdote” (hablando de Cristo) que no se compadece de nuestras debilidades, sino que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.”

Cuando usted acude al Señor Jesucristo, con sus necesidades, usted no está hablando con un sumo sacerdote que no sabe cómo se siente usted. Él es plenamente humano. Él ha sido tocado con nuestras debilidades. Él conoce la debilidad. Él siente la debilidad. Esa es la palabra, debilidad. Él es tocado con el sentimiento de la debilidad. Él sabe lo que es experimentar la debilidad de la humanidad, no al pecar, pero sin pecado, pero sí debilidad. Inclusive en esa cruz, conforme Él fue a esa cruz, y en el huerto, y en todo el sufrimiento, y tristeza de Su vida, Él experimentó lo que ser humano. Y aquí Él es tentado severamente por Satanás, y en medio de esa tentación, comenzamos a percibir Su dependencia de Dios, y a partir de eso viene la victoria, y allí está la lección que aprendemos de este pasaje maravilloso: Confiar en Dios en medio de nuestras pruebas.

Ahora, permítame dárselo a usted en una perspectiva más grande. El ministerio de Jesús aquí comenzó y terminó con una tentación severa. Usted regresa a donde comenzó todo en Mateo, capítulo 4, y usted encontrará a Satanás que vino a Él, después de 40 días de ayunar, en el desierto, y Satanás lo tentó, ¿verdad? ¿Cuántas olas de tentación vinieron a Jesús en esa primera tentación? Tres, tres veces. ¿Cuántas olas de tentación vienen a Jesús aquí? ¿Cuántas veces acudió Él a orar? Tres veces. Satanás vino a Él al comienzo y vino a Él al final, en tres grandes olas de tentación. Y Jesús fue victorioso en ambos casos, al comienzo y al final de su ministerio.

Y lo que es tan maravilloso acerca de estas solicitudes a la maldad, es que ambas son muy personales, muy íntimas, muy privadas por parte de Satanás hacia Cristo. Y no tendríamos ni conocimiento, ni entendimiento de ellas, si no hubieran sido reveladas a nosotros en la Escritura. Inclusive los discípulos no podían saberlo, porque estaban dormidos en medio de todo esto, y ni siquiera estuvieron ahí, la primera vez. Pero Jesús revela ambos encuentros para enseñarnos verdad profunda.

La primera ola de tentación, al principio de su ministerio Jesús respondió cada vez ¿con qué? La Escritura. La segunda vez Él respondió a toda ola de tentación ¿con qué? Oración. La lección que Él enseña es que cuando usted enfrenta la tentación, usted la enfrenta con dos armas. Las armas de nuestra milicia no son carnales, sino son espirituales, son las armas de la Palabra de Dios y la oración. Y esa es la razón por la que, en Efesios 6, dice: “Tomad la espada del Espíritu, orando sin cesar”. Y son las armas de nuestra milicia, y si los discípulos nunca habían aprendido nada más que eso, eso sería suficiente para enfrentar al enemigo. Entonces Jesús está terminando la lección que Él comenzó en su primera tentación, enseñándoles que, si usted va a enfrentar la tentación, usted la va a enfrentar en la fortaleza de la Palabra de Dios, y el poder de Dios buscado mediante la oración.

Ahora con eso como trasfondo, veamos la primera palabra, palabras clave que nos ayudan a desarrollar el texto. La primera palabra, es la palabra “tristeza”, la palabra “tristeza”. Me encantaría y oro a Dios, que fuera una persona con palabras elocuentes y pudiera expresar lo que siento en mi corazón acerca de esto. Haré lo mejor que pueda. En el versículo 37, después de haber seguido con Pedro, Jacobo y Juan, habiendo avanzado una distancia más allá de los otros ocho, dice: "Comenzó a tener tristeza y a estar muy deprimido”, muy deprimido.

Ahora aquí nuestro Señor está entrando en angustia profunda. Si usted piensa por un minuto que Jesús simplemente vivió su vida, y fue a la cruz, y murió y resucitó y dijo: “Ahí está se acabó”, está equivocado usted. Todo pensamiento de expectativa de esa cruz, que estaba en Su omnisciencia, le causaba asco en toda área de Él. Él agonizó todo momento, consciente de su encarnación por la realidad de la cruz, porque todo en ella Él lo menospreciaba: La culpabilidad, el pecado, la muerte, el aislamiento, la soledad, el estar separado de Dios. Esto no es algo en lo que Él se involucró sin problema alguno, como si estuviera volteando la página de un libro de la historia redentora, sino algo que lo llevó a una agonía indescriptible. Su alma entera repudiaba todo lo que tenía que ver con la cruz, el horror de la cruz es tan grande que va más allá de nuestra descripción. Y en eso, se encuentra un nuevo entendimiento del amor y el sacrificio de Jesucristo.

Como puede ver, Él no sólo murió en la cruz, cuando Él murió en la cruz, sino que Él murió en la cruz en todo momento consciente antes de que Él murió en la cruz, porque, en su conocimiento, Él vivió por adelantado mediante su propia muerte todo momento consciente. Y debido a que Él entendió todo de manera plena, Él lo experimentó de manera plena antes de que sucediera. No fue sorprendente que Él fue un varón de dolores y experimentado en quebranto.

El dolor siempre estuvo ahí, y aquí llega su ápice, es su culminación. Pero el hecho de que Él soporte esto, que Él tiene que atravesar por esto victoriosamente, muestra cuánto ama Él al Padre, cuan sumiso Él es a la voluntad del Padre, cuánto ama a los pecadores que necesitan salvación. Pero la expectativa de esto trae terror, y dolor, y tristeza. Y recordamos cómo fue en la tumba de Lázaro, en el capítulo 11, del evangelio de Juan, versículos 33 al 35. Él se acercó a esa tumba y comenzó a dolerse en el interior, y comenzó a gemir por la tristeza y finalmente se expresó en lágrimas. Conforme Él comenzó a esperar el significado de la muerte, y el pecado inclusive en el caso de Lázaro; y Él sin duda alguna, podía verse así mismo muriendo, como también Lázaro. Él ciertamente no estaba llorando por Lázaro; Él estaba a punto de sacarlo de la tumba. Fue el poder del pecado y la muerte que cautivó su alma ahí, apenas poco tiempo antes de este acontecimiento.

La palabra aquí, para estar en tristeza, significa tristeza profunda, no superficial, sino profunda. Y dice que Él estaba muy deprimido, esa es una palabra muy interesante, adēmoneō. La palabra literalmente, significa en una especie de sentido literal, "estar alejado del hogar", es un hermoso concepto. El hogar es en donde las cosas cómodas están. El hogar es a donde usted pertenece. El hogar es en donde está su familia, dónde está su amor. El hogar es donde usted esta cómodo. El hogar es en donde usted es aceptado. Jesús estaba lejos del hogar. Él estaba aislado, en conflicto con el infierno. Esto era depresivo, de tal manera que la palabra "estar alejado del hogar" en ultimadas llegó a significar "deprimido".

Dice en el Salmo 42, y creo que, de una manera mesiánica, describiendo la experiencia de Cristo, que ola sobre ola, llegó sobre Él, olas de tristeza, la profundidad llamó a la profundidad. Hay una especie de soledad aislada profunda, hay tristeza aquí que hace que Él este deprimido, profundamente deprimido. Y traté de pensar en eso, en mi propia mente preguntándome, por qué estaba Él tan deprimido, ¿qué era lo que lo llevó a esta depresión grande? Y pensé en muchas cosas.

En primer lugar, recuerde esto: Él estaba deprimido no sólo por lo que había pasado, sino que Él sabía lo que pasaría. Y todo esto se unió para darle esta depresión. Primero, estaba la deserción de Judas, deprimente. Digo, Él, Jesucristo, el amoroso, el humano más atractivo que jamás caminó sobre la tierra, el Dios- Hombre que conocía únicamente amor, y únicamente hizo lo recto, y era bondad, y gracia, misericordia, y amabilidad pura, el amigo confiable, el amante de almas, el amo de gracia adorado por ángeles santos, guardado por los serafines. ¿Él llevado a esta humillación por parte de un traidor miserable? ¿Por un Lucifer terrenal que le escupe a su privilegio santo? ¿Es Él quién va a ser la víctima de un Judas, quién es el Dios de dioses? ¿Y cómo es que Judas puede tratarlo de esta manera? Deprimente.

Y después estaba la deserción de los once. Él quien fue la fuente de la vida de ellos. Él quien fue el recurso para todo lo que jamás necesitaron. Él quien fue el consolador para toda tristeza. Él quien fue la lección para todo punto de ignorancia, Él quién fue el maestro fiel, amigo leal, alentador, perdonador, siempre los apoyó, ¿Él iba a ser desamparado por aquellos a quienes Él nunca pensaría haber desamparado? ¿Acaso Él va ser humillado a este grado? ¿Acaso Él habiendo pasado tres años con hombres, le van a dar la espalda esos hombres en la noche y van a correr para salvar su propia vida? Deprimente. Usted sería deprimido al ser desamparado por todos aquellos a quienes usted amó e invirtió su vida.

Después está la negación de Pedro. Si Él invirtió algo en alguien, Él invirtió más que todos en Pedro. Él fue quien no se avergonzó de llamar a Pedro pecaminoso su amigo. Él fue el que no se avergonzó de darle a Pedro el liderazgo de sus discípulos. Él no se avergonzó de hacer de Pedro su hermano y compartir con Él todas sus riquezas eternas, inclusive su propio reino. ¿Acaso Él va a ser el objeto de la vergüenza de Pedro? Pedro miserable, Pedro pecaminoso, Pedro infiel, Pedro negando, un pecador avergonzado de un Señor santo, Pedro, con quien Él había pasado tanto tiempo, a quien Él le había dado tanto, ¿lo va a negar y va a maldecir su nombre? Deprimente.

Y después me imagino que debemos pensar en el rechazo de Israel también. Este es su pueblo, amado, llamado por su nombre. Él es el Señor del Pacto. Él es el Rey de Gloria, el Rey de Gracia, la fuente de la esperanza de ellos. Él es el que trae el reino, que amó a Israel y se llama a sí mismo el Señor y Rey de Israel. Él vino a redimir a este pueblo. ¿Va a ser rechazado por ellos? ¿Va a ser matado por la incredulidad de ellos?

Y después está la injusticia de los hombres. Es deprimente. Digo, aquí Él viene a un mundo en el que Él ha hecho las leyes. Él es el Dios de la equidad y el Dios de lo que es justo, y lo que es verdadero, y lo que es recto. ¿Él va a ser engañado en las cortes superficiales de hombres mentirosos que le van a negar el derecho que Él tiene a la justicia y la verdad? Es deprimente. Y después está la maldición y la burla que va a venir, ya ha venido. Pero Él es a quien los ángeles alaban. Él es Aquel quien por toda la eternidad no conoció nada más que la alabanza y la adoración de criaturas santas. Él es el que siempre es exaltado. Él es el que es bendito por encima de todos, glorificado, adorado por la perfección eterna. ¿A Él le van a escupir? ¿De Él se van a burlar? ¿Él va a ser golpeado por la profanidad de hombres torpes?

Y después está la soledad, la soledad. Aquel quien es el compañero de Dios, quien es el compañero del Espíritu Santo, quien es una parte de la asociación angelical, quien tiene comunión con criaturas santas, el amigo eternamente glorioso; ¿Él va a estar solo, desamparado por todos, de tal manera que inclusive las huestes santas le dan la espalda?

Y después está el llevar el pecado, ¿no es cierto? Piense en eso, deprimente. El hijo de Dios sin mancha, sin pecado, santo, se va a volver pecado, que afirmación, de tal manera que su nombre es pecado. Él es identificado de tal manera con el pecado, que Él se vuelve en el momento de la muerte tan pecaminoso, que Él es llamado pecado, Aquel que no conoció pecado. Dicho acontecimiento hace que Él repudie todo en Su naturaleza santa. Y después Él debió haberse deprimido porque Dios lo iba a desamparar. Él es el amado de mi Padre. Él es Aquel de quien el Padre dice: “en quien tengo complacencia”. Él es el objeto de amor eterno. ¿Él va a ser abandonado por Dios? Deprimente. Y después está la muerte en sí misma.

Usted tiene que reconocer, Jesús es Dios, el que no muere; Jesús como Dios es inmortal y eterno, Él no conoce la muerte. Como puede ver, nosotros, como seres humanos, llegamos al mundo con el sabor de la muerte en nuestra boca, y la probamos toda nuestra vida. Y aunque somos caídos y pecaminosos, nos causa repudio la muerte, la cual probamos todo el tiempo. ¿Cuánto más la muerte causaría repudio a Aquel que nunca conoció su sabor? ¿Uno quién es inmortal eternamente? Pero, como el escritor de hebreos dice: "Él ahora ha gustado la muerte por todo hombre". Y entonces, Él enfrenta algo que un ser eternamente inmortal jamás puede enfrentar. Y Él no lo enfrenta para sí mismo, porque Él no puede morir, pero Él muere como hombre por hombres. Como Edersheim dijo una vez: "Él desarmó la muerte al traer su aljaba a su propio corazón, y la muerte ya no tuvo más flechas”.

Pero todo esto, era algo deprimente de manera abrumadora. Esto no es teatro, esto es realidad. Y ésta es la lucha del Salvador. Y esta es la lucha en la que Él está con Satanás. Dice usted: "¿Crees que Satanás está aquí?" Yo sé que él está aquí. No hay lucha sin él. Dice usted: "Bueno, quizás simplemente salió de la naturaleza de Jesús”. Realmente no, porque su naturaleza no tenía pecado. Vino porque Satanás estaba acercándose a Él de nuevo. Dice usted: “¿Qué le estaba diciendo Satanás?" Bueno, es fácil. Le podría decir lo que él le estaba diciendo. Ni siquiera está aquí, pero puedo esperar lo que es porque sé lo que él dijo la primera vez. Y la médula de la tentación de Satanás la primera vez fue que cuando él vino a Jesús, primero le dijo: "Haz que estas piedras se conviertan en pan”, ¿verdad? Después salta de aquí, y después ve los reinos del mundo, póstrate ante mí y yo te los daré, ¿verdad?

Ahora, ¿qué estaba haciendo él? ¿Acaso Jesús tenía derecho a comer? Seguro. ¿Acaso Jesús tenía el derecho de tener lo que quisiera? Seguro, Él es el Dios soberano. ¿Acaso Jesús tenía un derecho de ser reconocido como el Mesías? Sí. ¿Acaso Él tenía el derecho de gobernar los reinos del mundo? Sí.¿Sabe usted lo que Satanás le estaba diciendo? "Toma tus derechos, aprópiate de tus derechos. Has estado aquí afuera en el desierto 40 días y no has comido, y tú eres el Hijo de Dios. No dejes que eso te pase, disfruta de algo de satisfacción. Te lo mereces. Esto no está bien, que se has privado del alimento, convierte esas piedras en pan. Y tú debes ser reconocido como el Mesías, no esperes una vida de humillación y no esperes el rechazo. Simplemente aviéntate en ese punto alto del templo y aterriza en frente de la multitud, y te van a reconocer como un Mesías que puede volar el cielo, y puedes hacer a un lado todo el dolor, y toda la agonía, y la cruz y todo eso. Y después simplemente ve todos los reinos del mundo que puedes ver desde este monte; yo te los voy a dar todos, si tú tan sólo te postradas ante mí, y puedes evitar la cruz, evitar la agonía y evitar el rechazo". El punto es este: "Tú eres demasiado bueno para eso. Tú eres demasiado digno para eso”.

Como puede ver, así es como Satanás vino. Satanás vino apelando a la dignidad de Jesucristo. "No debes privarte de esa manera". Y yo creo que cuando él regresó en el huerto, estaba haciendo lo mismo, y fue: "¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué estás haciendo, siendo humillado? ¿Qué estás haciendo con un grupo de personas, saliendo de la ciudad de Jerusalén, para llevarte cautivo y ejecutarte? ¿Qué estás haciendo aquí, en el suelo, con tu rostro en el polvo, clamando a Dios en agonía, sudando grandes gotas de sangre? Tú eres el Hijo de Dios. ¿Por qué es que tú vas a ser humillado por once discípulos que te están dejando y un traidor miserable llamado Judas?

Tú mereces algo mejor que esto, no dejes que esto te pase, tú eres demasiado digno para esto. Tú eres el Hijo de Dios. Toma lo que te pertenece". Y Satanás quería mantenerlo lejos de la cruz, siempre, en la primera tentación: "Tómala ahora, sin la cruz aquí”. "Tómalos sin la cruz”. Inclusive en Mateo 16, cuando Pedro le dijo: "No vayas a la cruz", Jesús dijo: "Quítate delante de mí que—¡Satanás!" Porque esa fue la meta de Satanás todo el tiempo. "Tú buscas las cosas que son de los hombres y no las cosas que son de Dios", tú no conoces el plan de Dios.

Y entonces yo creo que Satanás estaba acercándose a Él en estas tres olas, tratando de hacer que Él dejara de confiar en Dios como el plan había sido diseñado, y para causar un cortocircuito, para que evitara la cruz, esa fue la tentación. Y estaba comenzando a ser pesado, y Él les habló a los discípulos en el versículo 38 y les dijo: "Mi alma está triste”. Excesivamente triste. Esa palabra excesivamente triste es perilupos. Significa estar rodeado por la tristeza, como en la periferia, periférica. Él estuvo rodeado de tristeza. Él estaba inmerso en tristeza. Y Él usa la palabra, "mi alma", mi persona interior. Él es una persona real. "Mi ser interior literalmente está ahogándose en tristeza". ¿Cuánta tristeza? "Hasta la muerte".

Escuche: la tristeza fue suficiente para matarlo. Es correcto. La tristeza era suficiente para matarlo. Usted puede morir de mera angustia, ¿sabe usted eso? Usted puede causar que exploten sus capilares, lo cual más tarde comienza a suceder conforme Él suda, y su sudor se mezcla con la sangre escapando mediante las glándulas del sudor. Él podía morir de mera angustia. Si no fuera por el hecho, como veremos la próxima semana, que Dios envió un ángel para fortalecerlo, yo creo que Él habría muerto en el huerto antes de que Él llegara a la cruz. Cuando Él llegó a la cruz, Él murió rápidamente, tan rápido que ni siquiera necesitaron romper, ¿qué? Sus piernas. La angustia fue tan severa que la muerte fue inminente.

Entonces, como puede ver, usted no puede ver la cruz como si fuera algún acontecimiento aislado de angustia. Su vida fue una vida de tristeza y su angustia se adelantaba a la cruz. Y Él lo hizo por usted, y lo hizo por mí. Y en esa tristeza Él se retira al Padre. Él dice: "esperen aquí y velen conmigo, quédense aquí". Y obviamente Él quería que ellos oraran. Él les advirtió lo que iba a venir. "Y manténganse en guardia". Y Él iba a ir a un lugar más aislado, bajo la sombra de un árbol, alejado del resto. Y como dije, Lucas dice: "Él se adelantó a distancia de un tiro de piedra para orar".

Y eso realmente nos lleva a la segunda palabra, y únicamente vamos a introducir esto, y la vamos a cubrir la próxima vez. Pero su corazón está en el punto de quebrantamiento, y Él hace lo correcto. Dice: "Él se adelantó un poco y cayó sobre su rostro", versículo 39, "y oró". Versículo 42: " Él se fue la segunda vez, y oró". Versículo 44: " Él los dejó y volvió a irse y oró por tercera vez". Con cada ola de tentación vino la respuesta de retirarse al lugar de aislamiento con el Padre en oración. Su tristeza, yo creo que comienza a acumularse. Dice en el versículo 37: "Comenzó a estar triste". Yo creo que fue un proceso continuo de tristeza que se iba incrementando.

Una pista de eso es que Lucas dice que Él, “se alejó la primera vez y se arrodilló”, y después en Mateo dice que Él: "cayó sobre su rostro". Obviamente, Él comenzó en la posición arrodillado, pero no pasó mucho tiempo antes de que Él estuviera postrado con rostro sobre el suelo. ¿Y qué dice Él en esto? Aquí viene la segunda palabra clave, “súplica”, “súplica”, ¡Padre mío, si es posible, pasa esta copa de mí! Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. No creo que el oró tan rápido o de manera tan ligera como lo leí, pero eso es lo que el texto dice. Primero, él dijo: “Padre mío”. El llamó a Dios “Padre” cada vez que el oró a Él, excepto por una vez, y eso fue en la cruz cuando Dios lo dejó. Pero esta es la única vez en la Escritura que Él dijo: “Padre mío”. Y Él toma la idea de intimidad, la cual era tan alejada, tan distante del judaísmo. Cuando Jesús llamó a Dios “Padre”, los judíos no podían oír eso, porque no llamaban a Dios su Padre personal. Él era el Padre de la nación, pero no había intimidad en eso.

Aquí, Jesús da un paso más hacia adelante, y no sólo dice: “Oh Padre”, Él dice: “Padre mío”, y Marcos dice que Él clamó: “Abba”, papito. Él está aferrándose a la intimidad, es como si Satanás está tratando de arrancarlo del Padre, y el propósito del Padre, y Jesús se está aferrando, y Él está expresando la intimidad de su relación con el Padre, la cual Él no va a soltar.  "Padre mío", muy posesivo, muy personal, muy íntimo, y Él se aferra a eso. Él no va a dejar de confiar en Dios, como Él no iba a producir pan por sí mismo, y Él no iba a acreditarse a sí mismo como Mesías, y Él no iba a tomar los reinos del mundo por sí mismo, sino que Él esperó al Padre. Y Él aquí no se iba a desviar de la cruz, no se iba a desviar de la cruz por sí mismo. Él iba a seguir con el plan, entonces Él dice: “¡Padre mío, si es posible, pase de mi esta copa! Pero no se haga mi voluntad sino la tuya”.

En otras palabras, Él dice: “Si es posible, hacer esto de cualquier otra manera, yo querría eso, pero si no lo es, que sea así”. Y esa es una oración de resolución y resignación a la voluntad de Dios. Por cierto, cuando Él dice: “Si es posible”, Él no está preguntando si es posible dentro del poder de Dios, porque cualquier cosa es posible dentro del poder de Dios. Dios tiene el poder de hacerlo. Él está pidiendo si es posible en el plan de Dios, si es posible moralmente, si es posible en términos redentores, si es posible en la coherencia con el plan para salvar pecadores, si hay otra manera de hacerlo, que suceda de otra manera. Esto es algo insoportable que lo está matando en el huerto. Y fue después de esta primera oración, de las tres, que Él comenzó a sudar gotas de sangre, trombos, de la cual obtenemos trombosis, significa coágulos. Veremos eso en el pasaje de Lucas la semana próxima.

La agonía casi lo estaba matando, y Él dice: “Si hay otra manera, si es posible hacerlo de cualquier otra manera”. Él no está tratando de evitar la redención; Él simplemente está en el punto de agonía extrema: “Si hay otra manera, pero si no hay otra manera, entonces así sea, así sea”. “Esta copa”, la copa es el símbolo de la experiencia que Él va a soportar. Él va a beber la experiencia. Él va a consumir la copa hasta los restos amargos. La copa con frecuencia está asociada con la ira divina. Salmo 75:8, Isaías 51:17, Jeremías 49:12, esos tres y otras Escrituras hablan de la copa del juicio, de la copa de ira, y la copa que Cristo iba a beber era la furia de Dios sobre el pecado, era el ataque de Satanás, el poder de la muerte, la culpabilidad de la iniquidad. Todo eso estaba en la copa. Y Él podía desear que pudiera escapar si hubiera otra manera. Pero usted recuerda, Él dijo: “Para esto he venido”. ¿Se acuerda de Juan 12? “Para esto vine al mundo”.

Entonces, Él dice: “Si no es posible, solo quiero hacer tu voluntad”. Ahora, ahí hay compromiso. Como puede ver, Él le dijo a Pedro en Mateo 16:23, “si piensas como los hombres, tú disfrutas las cosas de los hombres, no las cosas de Dios”. Él dice: “Yo quiero la voluntad de Dios, yo quiero hacer el plan de Dios”. Y Él vino al mundo para hacer la voluntad de Dios, y ese fue su compromiso absoluto total.

Y entonces, el Señor Jesucristo comienza la súplica, y la súplica nos muestra la agonía genuina, porque nos muestra el deseo de ser aliviado de ella. “Por favor, si hay alguna manera en la que pudiera ser hecho mediante otro medio, que así sea, pero si no, lo que Tú quieras”. Esa es la manera de enfrentar la tentación, en oración de confianza y compromiso con la voluntad de Dios. Él confió en Dios. La intensidad de la lucha saca en Él lo mejor, por la manera en la que Él lo abordó. Como veremos la próxima semana. Saca en los discípulos lo peor, por cómo lo abordaron, aunque su prueba fue infinitamente menos severa que la de Él. Dejamos a Cristo en esa agonía hasta que regresemos la próxima ocasión, y terminaremos este pasaje maravilloso.

Nuestro Señor Jesús, venimos a Ti con corazones agradecidos. Se escapan de nosotros las palabras en este momento, conforme únicamente con el ojo de nuestra mente hemos vivido la agonía del huerto. Y, Señor, lo que fue tan abrumador en todo esto, cuando Tú estuviste ahí, es que Tú conociste mi nombre, Tú ya habías escrito mi nombre en Tu libro, y entonces Tú estabas llevando mi pecado y el pecado de todo creyente. Tú nos conocías en el huerto. Estuvimos ahí, en tu agonía y en tu angustia, porque fue nuestro pecado el que Tú llevarías. Y aunque todavía no habíamos nacido, y nuestros padres y ancestros eran desconocidos para este mundo, Tú nos conocías y Tú estuviste ahí por nosotros. Estamos abrumados ante Tu gracia.  Somos indignos. Te agradecemos. Queremos agradecerte más que con nuestras palabras, con nuestra vida.

Mientras que sus cabezas están inclinadas, en una palabra, de conclusión, si usted no conoce al Salvador, al Señor Jesucristo, este es el día. Abra su corazón a Aquel que sufrió y murió por usted, para quitar su pecado.

 

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hemos estado en la iglesia por un tiempo, estamos algo familiarizados con un himno acerca de nuestro Señor, un himno muy hermoso escrito por un hombre llamado Felipe Bliss muchos años atrás. El himno dice: "Varón de dolores, qué nombre para el Hijo de Dios quien vino, a pecadores arruinados a reclamar, aleluya, qué Salvador". El escritor del himno dice: "Varón de dolores, qué nombre", y él tomó eso de Isaías, capítulo 53, en donde Jesús se dice que es varón de doores, experimentado en quebranto. Cuando usted estudia la vida del Señor, se da cuenta de que Él de hecho fue un varón de dolores. No hay registro en la Escritura de que Jesús jamás se rio. Hay afirmaciones acerca de su tristeza. Hay afirmaciones acerca de que Él gimió en un volumen alto, acerca de que Él estuvo triste.

Todos recordamos en Juan 11, cuando Él lloró en la tumba de Lázaro, y antes de que Él lloró, cómo Él gimió profundamente cuando Él vio el impacto del pecado y de la muerte. Recordamos el registro de Lucas, capítulo 19, versículo 41, en donde Jesús ve la ciudad de Jerusalén, ve a esa población mala, impía e incrédula, y llora. Él de hecho, es un hombre de tristeza o varón de dolores y experimentado en quebranto. Pero no ha habido tristeza en su vida, ni la tristeza de la enfermedad, o la incredulidad, o la desobediencia, o la ignorancia o el rechazo, que pueda llegar a la tristeza que vemos que Él experimenta en nuestro en texto en Mateo 26. El Señor conoció tristeza, sobre tristeza, sobre tristeza. Pero la tristeza aquí parece ser una acumulación e intensificación de toda la tristeza que Él conoció y aquella que estaba por ser experimentada.

Francamente, conforme estudié este texto en particular durante muchas horas esta semana, durante la mañana, y durante la noche y en mis pensamientos, me pareció casi imposible describir en mi propio entendimiento lo que pasó aquí. Oh, puedo ver los acontecimientos, y puedo entender las circunstancias externas, y puedo entender lo que las palabras significan por lo que dicen en el texto. Pero no entiendo la naturaleza profunda del sufrimiento de Jesucristo, porque Él, como Dios infinito, podía experimentar algo que yo no puedo comprender.

Y entonces, en un sentido muy real, entrar en el sufrimiento de Jesús en este texto es pisar sobre suelo muy santo y tratar de entender algo realmente en últimas no es comprensible; tratar de explicar algo que realmente es inexplicable. Hay misterio aquí que es demasiado profundo para mí, para usted y cualquier otro ser humano, y quizás inclusive para los ángeles santos. Encontramos aquí que estamos asombrados ante el Dios-Hombre, plenamente conscientes de que Él es Dios. Sin embargo, lo vemos sufriendo en dolor como humano, casi como si Él no fuera Dios. Y es demasiado para nosotros entender esto.

Pero ¿cuál es el propósito de un pasaje del sufrimiento de Cristo? Leámoslo y descubrámoslo, comenzando en el versículo 36: “Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, (esos serían Jacobo y Juan) comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”.

 

“Vino luego a los discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega”.

 

Ahora, este pasaje es un pasaje poderoso. Es el Señor Jesús en el huerto de Getsemaní, inmediatamente antes de su captura, juicio de burla y ejecución. Es parte de la preparación de la cruz. Es parte de que nuestro Señor sea preparado para morir. Ya hemos visto a Mateo bosquejar para nosotros elementos de la preparación, ¿no es cierto? a lo largo de este capítulo 26. Vimos la preparación del plan de Dios al principio en el capítulo; la preparación de los líderes religiosos, que estaban preparando el plan para capturar a Cristo. Vimos la preparación de María, que lo amó y lo ungió para la sepultura, por así decirlo. Vimos la preparación de Judas, que se preparó para traicionarlo. Vimos a nuestro Señor llevando a su fin la economía judía antigua en la Pascua final. Lo vimos introduciendo su mesa, la cena del Señor. Lo vimos advertir a los discípulos acerca de lo que iban a atravesar cuando Él iba a ser capturado, y cuando ellos iban a ser dispersados. Todos estos elementos de la preparación moviéndose hacia la cruz, y ahora llegamos a esto. Y esta es su preparación.

Pero no solo la de Él; le pertenece también a los discípulos. Porque mientras que es una lucha que Él debe atravesar para que Él esté en armonía plena con el plan de Dios, y una vez más, derrotar al diablo, también es un elemento importante de preparación para los discípulos, porque a partir de esto ellos va a aprender una lección profunda, afirmada en el versículo 41, en donde nuestro Señor dice: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, más la carne es débil ". Siempre el Maestro inclusive en medio de esta lucha increíble inexplicable con el enemigo, que querría desviarlo de la cruz, nuestro Señor va más allá de su propia experiencia para enseñarle a los suyos.

Él ve en su propia lucha una gran lección que debemos aprender acerca de cómo debemos enfrentar la tentación y la prueba severa. Y entonces, conforme vemos el pasaje, no solo lo veremos preparándose así mismo para su muerte, sino preparando también a los discípulos. Ellos deben aprender de esto, y nosotros debemos aprender con ellos de esto, la manera apropiada de enfrentar la tentación severa. El Señor se vuelve el patrón. El Señor se vuelve el ejemplo en este texto.

Ahora, el desarrollo del texto, viene a nosotros creo yo, de manera muy pronta. Es simplemente un texto narrativo. Pero para que podamos ver lo que dice claramente y llevarlo a una conclusión incisiva, quiero darle cinco palabras que voy a usar esta mañana y el próximo día del Señor. Y créame que lamento mucho si yo pudiera escoger predicar por dos y media horas; ahora, lo haría, pero no puedo hacer eso. Cubrir todo es tan impactante. No sé cómo voy a sobrevivir la semana entre estos dos mensajes, para serle honesto. Pero quiero darle cinco palabras clave para que usted cuelgue ahí los pensamientos: tristeza, súplica, sueño, fortaleza y una palabra final, secuencia, y voy a desarrollar esas palabras conforme avanzamos.

Pero antes de que veamos las palabras clave que abren el entendimiento de esta experiencia, lo más que por lo menos podamos entender, veamos un versículo de introducción, versículo 36; y esto nos va a permitir establecer nuestra escena un poco. “Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo […]”. Y vamos a detenernos en este punto. Eso es introducción. Eso simplemente está preparando la escena. La primera palabra es "entonces" y "entonces" es una palabra que tiene la intención de colocarnos en algún tipo de flujo cronológico. "Entonces" es una palabra de secuencia.

Entonces, ¿cuándo es entonces? Bueno, es inmediatamente después de lo que acaba de suceder. Bueno, ¿qué acaba de suceder? Bueno, el Señor se acaba de detener en el Monte de los Olivos para decirles a sus discípulos que lo van a dejar, y que lo van a desamparar, y que se van a escandalizar, y se van a ofender y van a ser atrapados, y lo van a negar. Y van a correr de Él. Y ellos dicen: "No, no, nunca sucederá, nunca sucederá". Pero iba a suceder, es simplemente después de eso.

Bueno, ¿qué escena es esta? ¿Qué está pasando aquí? Bueno, recuerda, esta es la medianoche del jueves de la última semana de nuestro Señor. Los años de ministerio se acabaron. El ministerio en Galilea, el ministerio en Judea, el ministerio en Perea, al este del Jordán, todo se acabó, los milagros, las curaciones. Él ahora ha llegado a Jerusalén en la Pascua, en el año 33 d. C., Y Él no ha llegado solo a asistir a la Pascua, sino para ser la Pascua. Y el jueves era el día para prepararse, porque esa tarde comían la Pascua, y entonces los discípulos prepararon la Pascua, y el jueves por la tarde comieron la Pascua.

Se acabó la comida, el himno final ha sido cantado, han dejado el Aposento Alto, han pasado por la ciudad de Jerusalén con esas multitudes, cerca de la medianoche, debido a la ocasión, debido al festival, debido a la temporada de Pascua, salieron ahí por la puerta norte del templo, la cual sería la puerta oriente, bajando ahí por la colina del monte del templo, cruzando el Valle de Cedrón, subiendo por el Monte de los Olivos. Y después del pequeño interludio en el Monte de los Olivos, en donde el Señor les advirtió acerca de su deserción, ahora llegan al huerto de Getsemaní.

Será en ese huerto, en un tiempo muy breve, que Jesús será llevado prisionero. Es inminente. Es momentáneo. Y antes de que eso ocurra, algo más debe ocurrir, y es un tiempo de intercesión con el Padre. Pero el Señor usa este tiempo para instruir a sus discípulos y a nosotros también. ¿De qué manera es instructivo? Es instructivo en tantas maneras, pero primordialmente nos da un entendimiento profundo en cómo enfrentar la tentación en casos severos. Ahora, observe que Él vino a un lugar llamado Getsemaní.  Eso significa "el lagar del olivo". Aparentemente era el nombre de un jardín, o un área en donde había un jardín, ahí en el lado de la montaña. Estaba allí en esa colina, en la colina oeste del Monte de los Olivos, en el este de Jerusalén, apenas más allá del monte del templo, que la gente rica de Jerusalén tenía sus jardines. No los tenían en la ciudad amurallada; no había lugar para ello. La población era densa y estaba comprimida.

Los jardines estaban en las colinas afuera. Y aquí había un jardín llamado Getsemaní, un lugar familiar. De hecho, nos dice en Juan 18: 2, que Jesús iba ahí con frecuencia con sus discípulos. Era un lugar de privacidad, un lugar de sombra, alejado de la multitud, la ciudad. Era un lugar al cual Él podía ir y no estar involucrado por tan solo un tiempo, para pasar la noche en oración con su Padre o instruyendo a sus amados. No sabemos quién era el dueño del jardín. Aquí está otra de esas maravillosas personas sin nombre que vinieron a ayudar a Jesucristo hacia el fin de su vida. Usted recuerda que está el hombre sin nombre que le proveyó el animal para que Él lo usara. Está el anfitrión sin nombre que le dio el Aposento Alto. Está el dueño sin nombre del jardín y el medio. Como William Barclay dice: “De un desierto de odio, hay unos cuantos oasis de amor”, y algunas personas sin nombre, que no son desconocidas para Dios, pero sí para nosotros, le dieron a Jesús, en esas horas finales, lo que Él necesitaba. Y entonces Él llega a este lugar, en las colinas gentiles del Monte de los Olivos, sin duda alguna cerca de la parte de arriba. Y ahí le dice a los discípulos: “Sentaos mientras que yo voy y oro”. Él entró y probablemente el jardín tenía reja o tenía muro de alguna manera para evitar que otras cosas que estaban ahí entraran. Y Él dice: “Quédense aquí”. Sin duda alguna, apenas entrando un poco más allá de la entrada, y esperen voy a ir y orar.

Ahora, los discípulos se les dice que se queden. Saben lo que va a pasar. Ya se les ha dicho que este es el tiempo para que Él muera. En el capítulo 26, versículo 2, Jesús le dijo a los discípulos: “En dos días, el hijo del hombre será traicionado para ser crucificado”.  Este es el tiempo. Esos días ya habían pasado. Jesús les había dicho en el versículo 31: “Esta noche van a enfrentar una tentación que no van a poder enfrentar y van a ofenderse, y van a correr”. Entonces sabían que estaban ahí en la encrucijada de un momento muy significativo; estaban en un punto de crisis. Y deberían haber visto esto como un tiempo para orar. Y cuando se les dijo que se quedarán ahí, y Él dijo: "Voy a ir y orar”, deberían haber entendido lo que Él estaba diciendo: “Quédense y oren”. Él tenía un par de cosas en mente.

Él quería estar apartado, y si Él apilaba a los discípulos y los colocaba ahí en la entrada, no habría gente ahí que entrara para molestarlos. Él no quería eso. Él no quería ninguna interrupción en su tiempo con el Padre, y conforme Él luchaba en medio de esta experiencia tan increíble y más allá de nuestro entendimiento. Y entonces Él colocó a los discípulos, por así decirlo, para que cuidaran, para que lo protegieran y también oraran.  Él inclusive dice en el versículo 31: “Velad y orad”, estén alertas y pasen su tiempo en intercesión. Y Él dice: “Voy allá”. Por cierto, no hay indicación en ningún lugar en los registros de los Evangelios que ellos llamaron al Padre en absoluto. Ellos sabían que venía; por lo menos lo habían oído. Pero existían en una especie confianza en sí mismos. Pensaban que eran en cierta manera invencibles. Como pueden ver, mal entendieron sus buenas intenciones por poder. Mal entendieron sus buenas intenciones por fortaleza, y eso fue insensato, eso fue insensato.

Y entonces no oraron, de todo lo que sabemos; simplemente se quedaron ahí, y el señor siguió. El versículo 37 dice: “Tomó con él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo”, quienes eran Jacobo y Juan. Ahora, no queda mucha duda de lo que Él iba a hacer. Él dice: “Voy a ir a orar”. Y Él dice: “Mientras que yo voy y oro”, y el usa una palabra muy intensiva: la palabra normal sería “Euchomai” y esta es, “Proseuchomai”  una palabra intensa, una palabra intensa siempre usada de orar a Dios. Otras palabras pueden referirse a rogar o pedir algo de alguien más, pero esta palabra siempre se refiere a Dios, es una palabra intensa de oración a Dios: “Me voy a ir y voy a hablar con Dios”. “Voy a ir y voy a derramar mi corazón a Dios”.

Y entonces Él deja a los discípulos ahí, excepto por Pedro, Jacobo y Juan, y observe el versículo 37, Él los lleva con él. Ellos estuvieron, cuando Él resucitó a la hija de Jairo de los muertos, y están solos, y solo ellos, de los discípulos estuvieron ahí en Su transfiguración cuando Él se mostró asimismo en la gloria. Y, por cierto, ellos se quedaron dormidos ahí también. Y quizá eso fue necesario porque ellos habían sido su gloria que Él de manera especial quiere que ahora vean su humillación. Pero hay más que eso, los comentaristas a lo largo de los años se han preguntado, ¿por qué se llevó a Pedro, Jacobo y Juan? Bueno, permítame decirle por qué. En primer lugar, no se podía llevar a todos, porque si se llevaba todos ahí, no había alguien que cuidara la puerta.

En segundo lugar, Él tuvo que dejar a suficiente gente en la puerta, para que hubiera una guardia significativa ahí; en caso de que un grupo de personas viniera buscándolo, ellos podrían haberlos detenido. Además, si el grupo de los discípulos estaban en la puerta, habrían atraído la atención de alguien que estuviera viniendo y buscándolo, hasta que Él hubiera terminado con su oración, y Él podía encontrar algo de privacidad de esa manera. Entonces tenía que dejar a un grupo grande ahí.

Pero, ¿por qué se llevó a estos tres? Bueno, alguien dice que se los llevó para tener compañerismo. Él quería que ellos que lo amaban más, que pasaran tiempo con Él y mostrarán empatía y lo apoyaran. Ese es un sentimiento agradable. Y creo que puede haber un elemento de verdad en el hecho de que Él amaba el compañerismo de ellos. Pero no creo que esa fue la razón por la que Él se los llevó. Alguien más ha dicho que Él se los llevó por que eran los más débiles de todos, y Él no podía dejarlos solos. Y si usted estudia el Nuevo Testamento y usted ve a Pedro y Jacobo y Juan, usted podría llegar a esa conclusión. Pero eso realmente tampoco encaja, porque, después de todo, Él le había entregado más de sí mismo a estos tres que a cualquiera de los demás.  

Y eso no hablaría mucho del éxito de sus esfuerzos de discipulado, si después de tres años todavía eran los más débiles del grupo, ¿verdad? La realidad del asunto es que se los llevó por que eran los tres líderes. Se los llevó porque había una lección que tenía que ser enseñada al resto, y Él no se podía llevar a todos de lo contrario nadie se habría quedado ahí para vigilar. Pero Él se llevó a los líderes significativos, porque fuera lo que fuera que Él quería que aprendieran, Él quería que ellos pudieran comunicárselo al resto, y éstos eran los que el resto veían cómo líderes. Ellos eran los que serían los maestros.

Y aquí estaba el Señor, siempre el Maestro. Digo, no es suficiente que Él va a ser lo que va a hacer y va a agonizar en la cruz. Él también lo ve como un medio para instruir, y Él quiere capturar eso. Él quiere enseñarles a cómo enfrentar la tentación, no con una confianza soberbia en sí mismo, no negando la posibilidad del fracaso, no imaginando que usted es invencible, sino mediante la dependencia de Dios en oración apasionada para enfrentar la prueba. Él no estaba buscando su ayuda. Él no estaba buscando su empatía. Él nunca pidió empatía, Él nunca les pidió que oraran por Él. Él no se los estaba llevando para que pudiera cuidarlos, porque si Él lo hacía, ¿por qué entonces los dejó y avanzó? Porque dice que se llevó a los tres con Él y avanzó un poco más, en el versículo 39. De hecho, Él probablemente estaba unos metros más allá de ellos; Lucas nos dice: “A tiro de piedra”.

Entonces no estaba ahí para cuidar de ellos, y Él no los tuvo ahí para apoyarlos y para que tuvieran empatía de Él, de lo contrario, no los habría dejado, y no habría ido sólo. Él los tenía ahí porque había algo que necesitaban aprender de esta experiencia en cómo enfrentar una prueba que ellos podrían transmitirle a otros. Y yo creo también para que pudieran ver algo de la agonía de su Salvador, para que pudieran entender su amor.

Él no estaba buscando su ayuda. Eso sería incongruente. Digo, hay un Getsemaní en todas nuestras vidas. Pueden haber muchos de ellos. Pueden haber experiencias agonizantes, pruebas y tentaciones agonizantes. Parece haber una tristeza profunda y prueba que todos nosotros debemos atravesar tarde o temprano. La hora oscura de la muerte está a nuestro alrededor, y la copa amarga que bebemos en algún punto u otro, quizás con frecuencia la bebemos. Y nuestra naturaleza social en cierta manera nos empuja hacia los hombres, para alcanzar a los hombres para encontrar nuestra fortaleza, y esperamos demasiado de ellos. Inclusive nuestros amigos más queridos y santos, no obstante, cuán dispuesto su espíritu pueda estar, encontrarán que su carne es frágil, y necesitamos aprender a volvernos a Dios.

Él no estaba llevándoselos para qué lo apoyaran. Él no se los estaba llevando para que tuvieran empatía, Él encontró apoyo en Dios y Él no pidió empatía. Y Él no se los estaba llevando para cuidarlos, porque Él no los habría dejado solos, y Él había hecho su obra durante tres años, y Él estaba listo para irse, y el Espíritu iba a encargarse a partir del punto en donde Él había acabado. No, se los llevó para efectos de instrucción, para que aprendieran como Él enfrentó una prueba. Qué lección necesitaban aprender.

Y realmente es un contraste sorprendente, porque acabamos de salir de la jactancia de Pedro y los otros discípulos, quienes dijeron: “No, Señor vamos a poder enfrentar esta prueba, vamos a poder enfrentar esto, nunca te negaremos, nunca te desampararemos, moriremos antes de que hagamos eso”. Y de la jactancia de los discípulos, inmediatamente llegamos al reconocimiento humilde de Cristo del hecho de que la humanidad es débil. La humanidad pecaminosa caída no va a reconocer su debilidad. La humanidad no caída, sin pecado, reconoce su debilidad.

Dice usted: “¿Quieres decir que la humanidad de Jesús fue débil?” Sí, la humanidad de Jesús fue humanidad, la humanidad es débil, y si usted no cree eso, entonces se ha olvidado de que Él murió, y la muerte es la esencia de la debilidad. Jesús fue plenamente humano, y Él sabía que en la humanidad hay debilidad. Las lágrimas son una señal de debilidad humana, porque son una señal de dolor. La agonía es una señal de debilidad humana. El sufrimiento es una señal de debilidad humana. Dios no conoce dolor, ni agonía, ni sufrimiento, el Dios eterno en la deidad, excepto aquello que Él escoge considerar a favor del hombre.

Entonces, Él podía morir y en eso había debilidad. Él podía ser lastimado y en eso había debilidad. Él podía tener hambre y en eso había debilidad. Él podía tener sed y en eso había debilidad. Él sabía que la humanidad era débil. Y Él sabía, en su impecabilidad no caída, lo que esos discípulos insensatos no reconocerían en su condición caída; que cuando usted entra en una prueba severa, si usted es humano, no debe buscar a los hombres, sino debe buscar a Dios. Y Él hizo lo que ellos se rehusaron a hacer. Ellos reprobaron una prueba menos severa. Él pasó la prueba más severa en la historia de la humanidad. Y esa es la razón por la que el escritor de Hebreos nos dice en Hebreos 4:15, y usted lo podría ver con nuevos ojos.  “Porque no tenemos un sumo sacerdote” (hablando de Cristo) que no se compadece de nuestras debilidades, sino que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.”

Cuando usted acude al Señor Jesucristo, con sus necesidades, usted no está hablando con un sumo sacerdote que no sabe cómo se siente usted. Él es plenamente humano. Él ha sido tocado con nuestras debilidades. Él conoce la debilidad. Él siente la debilidad. Esa es la palabra, debilidad. Él es tocado con el sentimiento de la debilidad. Él sabe lo que es experimentar la debilidad de la humanidad, no al pecar, pero sin pecado, pero sí debilidad. Inclusive en esa cruz, conforme Él fue a esa cruz, y en el huerto, y en todo el sufrimiento, y tristeza de Su vida, Él experimentó lo que ser humano. Y aquí Él es tentado severamente por Satanás, y en medio de esa tentación, comenzamos a percibir Su dependencia de Dios, y a partir de eso viene la victoria, y allí está la lección que aprendemos de este pasaje maravilloso: Confiar en Dios en medio de nuestras pruebas.

Ahora, permítame dárselo a usted en una perspectiva más grande. El ministerio de Jesús aquí comenzó y terminó con una tentación severa. Usted regresa a donde comenzó todo en Mateo, capítulo 4, y usted encontrará a Satanás que vino a Él, después de 40 días de ayunar, en el desierto, y Satanás lo tentó, ¿verdad? ¿Cuántas olas de tentación vinieron a Jesús en esa primera tentación? Tres, tres veces. ¿Cuántas olas de tentación vienen a Jesús aquí? ¿Cuántas veces acudió Él a orar? Tres veces. Satanás vino a Él al comienzo y vino a Él al final, en tres grandes olas de tentación. Y Jesús fue victorioso en ambos casos, al comienzo y al final de su ministerio.

Y lo que es tan maravilloso acerca de estas solicitudes a la maldad, es que ambas son muy personales, muy íntimas, muy privadas por parte de Satanás hacia Cristo. Y no tendríamos ni conocimiento, ni entendimiento de ellas, si no hubieran sido reveladas a nosotros en la Escritura. Inclusive los discípulos no podían saberlo, porque estaban dormidos en medio de todo esto, y ni siquiera estuvieron ahí, la primera vez. Pero Jesús revela ambos encuentros para enseñarnos verdad profunda.

La primera ola de tentación, al principio de su ministerio Jesús respondió cada vez ¿con qué? La Escritura. La segunda vez Él respondió a toda ola de tentación ¿con qué? Oración. La lección que Él enseña es que cuando usted enfrenta la tentación, usted la enfrenta con dos armas. Las armas de nuestra milicia no son carnales, sino son espirituales, son las armas de la Palabra de Dios y la oración. Y esa es la razón por la que, en Efesios 6, dice: “Tomad la espada del Espíritu, orando sin cesar”. Y son las armas de nuestra milicia, y si los discípulos nunca habían aprendido nada más que eso, eso sería suficiente para enfrentar al enemigo. Entonces Jesús está terminando la lección que Él comenzó en su primera tentación, enseñándoles que, si usted va a enfrentar la tentación, usted la va a enfrentar en la fortaleza de la Palabra de Dios, y el poder de Dios buscado mediante la oración.

Ahora con eso como trasfondo, veamos la primera palabra, palabras clave que nos ayudan a desarrollar el texto. La primera palabra, es la palabra “tristeza”, la palabra “tristeza”. Me encantaría y oro a Dios, que fuera una persona con palabras elocuentes y pudiera expresar lo que siento en mi corazón acerca de esto. Haré lo mejor que pueda. En el versículo 37, después de haber seguido con Pedro, Jacobo y Juan, habiendo avanzado una distancia más allá de los otros ocho, dice: "Comenzó a tener tristeza y a estar muy deprimido”, muy deprimido.

Ahora aquí nuestro Señor está entrando en angustia profunda. Si usted piensa por un minuto que Jesús simplemente vivió su vida, y fue a la cruz, y murió y resucitó y dijo: “Ahí está se acabó”, está equivocado usted. Todo pensamiento de expectativa de esa cruz, que estaba en Su omnisciencia, le causaba asco en toda área de Él. Él agonizó todo momento, consciente de su encarnación por la realidad de la cruz, porque todo en ella Él lo menospreciaba: La culpabilidad, el pecado, la muerte, el aislamiento, la soledad, el estar separado de Dios. Esto no es algo en lo que Él se involucró sin problema alguno, como si estuviera volteando la página de un libro de la historia redentora, sino algo que lo llevó a una agonía indescriptible. Su alma entera repudiaba todo lo que tenía que ver con la cruz, el horror de la cruz es tan grande que va más allá de nuestra descripción. Y en eso, se encuentra un nuevo entendimiento del amor y el sacrificio de Jesucristo.

Como puede ver, Él no sólo murió en la cruz, cuando Él murió en la cruz, sino que Él murió en la cruz en todo momento consciente antes de que Él murió en la cruz, porque, en su conocimiento, Él vivió por adelantado mediante su propia muerte todo momento consciente. Y debido a que Él entendió todo de manera plena, Él lo experimentó de manera plena antes de que sucediera. No fue sorprendente que Él fue un varón de dolores y experimentado en quebranto.

El dolor siempre estuvo ahí, y aquí llega su ápice, es su culminación. Pero el hecho de que Él soporte esto, que Él tiene que atravesar por esto victoriosamente, muestra cuánto ama Él al Padre, cuan sumiso Él es a la voluntad del Padre, cuánto ama a los pecadores que necesitan salvación. Pero la expectativa de esto trae terror, y dolor, y tristeza. Y recordamos cómo fue en la tumba de Lázaro, en el capítulo 11, del evangelio de Juan, versículos 33 al 35. Él se acercó a esa tumba y comenzó a dolerse en el interior, y comenzó a gemir por la tristeza y finalmente se expresó en lágrimas. Conforme Él comenzó a esperar el significado de la muerte, y el pecado inclusive en el caso de Lázaro; y Él sin duda alguna, podía verse así mismo muriendo, como también Lázaro. Él ciertamente no estaba llorando por Lázaro; Él estaba a punto de sacarlo de la tumba. Fue el poder del pecado y la muerte que cautivó su alma ahí, apenas poco tiempo antes de este acontecimiento.

La palabra aquí, para estar en tristeza, significa tristeza profunda, no superficial, sino profunda. Y dice que Él estaba muy deprimido, esa es una palabra muy interesante, adēmoneō. La palabra literalmente, significa en una especie de sentido literal, "estar alejado del hogar", es un hermoso concepto. El hogar es en donde las cosas cómodas están. El hogar es a donde usted pertenece. El hogar es en donde está su familia, dónde está su amor. El hogar es donde usted esta cómodo. El hogar es en donde usted es aceptado. Jesús estaba lejos del hogar. Él estaba aislado, en conflicto con el infierno. Esto era depresivo, de tal manera que la palabra "estar alejado del hogar" en ultimadas llegó a significar "deprimido".

Dice en el Salmo 42, y creo que, de una manera mesiánica, describiendo la experiencia de Cristo, que ola sobre ola, llegó sobre Él, olas de tristeza, la profundidad llamó a la profundidad. Hay una especie de soledad aislada profunda, hay tristeza aquí que hace que Él este deprimido, profundamente deprimido. Y traté de pensar en eso, en mi propia mente preguntándome, por qué estaba Él tan deprimido, ¿qué era lo que lo llevó a esta depresión grande? Y pensé en muchas cosas.

En primer lugar, recuerde esto: Él estaba deprimido no sólo por lo que había pasado, sino que Él sabía lo que pasaría. Y todo esto se unió para darle esta depresión. Primero, estaba la deserción de Judas, deprimente. Digo, Él, Jesucristo, el amoroso, el humano más atractivo que jamás caminó sobre la tierra, el Dios- Hombre que conocía únicamente amor, y únicamente hizo lo recto, y era bondad, y gracia, misericordia, y amabilidad pura, el amigo confiable, el amante de almas, el amo de gracia adorado por ángeles santos, guardado por los serafines. ¿Él llevado a esta humillación por parte de un traidor miserable? ¿Por un Lucifer terrenal que le escupe a su privilegio santo? ¿Es Él quién va a ser la víctima de un Judas, quién es el Dios de dioses? ¿Y cómo es que Judas puede tratarlo de esta manera? Deprimente.

Y después estaba la deserción de los once. Él quien fue la fuente de la vida de ellos. Él quien fue el recurso para todo lo que jamás necesitaron. Él quien fue el consolador para toda tristeza. Él quien fue la lección para todo punto de ignorancia, Él quién fue el maestro fiel, amigo leal, alentador, perdonador, siempre los apoyó, ¿Él iba a ser desamparado por aquellos a quienes Él nunca pensaría haber desamparado? ¿Acaso Él va ser humillado a este grado? ¿Acaso Él habiendo pasado tres años con hombres, le van a dar la espalda esos hombres en la noche y van a correr para salvar su propia vida? Deprimente. Usted sería deprimido al ser desamparado por todos aquellos a quienes usted amó e invirtió su vida.

Después está la negación de Pedro. Si Él invirtió algo en alguien, Él invirtió más que todos en Pedro. Él fue quien no se avergonzó de llamar a Pedro pecaminoso su amigo. Él fue el que no se avergonzó de darle a Pedro el liderazgo de sus discípulos. Él no se avergonzó de hacer de Pedro su hermano y compartir con Él todas sus riquezas eternas, inclusive su propio reino. ¿Acaso Él va a ser el objeto de la vergüenza de Pedro? Pedro miserable, Pedro pecaminoso, Pedro infiel, Pedro negando, un pecador avergonzado de un Señor santo, Pedro, con quien Él había pasado tanto tiempo, a quien Él le había dado tanto, ¿lo va a negar y va a maldecir su nombre? Deprimente.

Y después me imagino que debemos pensar en el rechazo de Israel también. Este es su pueblo, amado, llamado por su nombre. Él es el Señor del Pacto. Él es el Rey de Gloria, el Rey de Gracia, la fuente de la esperanza de ellos. Él es el que trae el reino, que amó a Israel y se llama a sí mismo el Señor y Rey de Israel. Él vino a redimir a este pueblo. ¿Va a ser rechazado por ellos? ¿Va a ser matado por la incredulidad de ellos?

Y después está la injusticia de los hombres. Es deprimente. Digo, aquí Él viene a un mundo en el que Él ha hecho las leyes. Él es el Dios de la equidad y el Dios de lo que es justo, y lo que es verdadero, y lo que es recto. ¿Él va a ser engañado en las cortes superficiales de hombres mentirosos que le van a negar el derecho que Él tiene a la justicia y la verdad? Es deprimente. Y después está la maldición y la burla que va a venir, ya ha venido. Pero Él es a quien los ángeles alaban. Él es Aquel quien por toda la eternidad no conoció nada más que la alabanza y la adoración de criaturas santas. Él es el que siempre es exaltado. Él es el que es bendito por encima de todos, glorificado, adorado por la perfección eterna. ¿A Él le van a escupir? ¿De Él se van a burlar? ¿Él va a ser golpeado por la profanidad de hombres torpes?

Y después está la soledad, la soledad. Aquel quien es el compañero de Dios, quien es el compañero del Espíritu Santo, quien es una parte de la asociación angelical, quien tiene comunión con criaturas santas, el amigo eternamente glorioso; ¿Él va a estar solo, desamparado por todos, de tal manera que inclusive las huestes santas le dan la espalda?

Y después está el llevar el pecado, ¿no es cierto? Piense en eso, deprimente. El hijo de Dios sin mancha, sin pecado, santo, se va a volver pecado, que afirmación, de tal manera que su nombre es pecado. Él es identificado de tal manera con el pecado, que Él se vuelve en el momento de la muerte tan pecaminoso, que Él es llamado pecado, Aquel que no conoció pecado. Dicho acontecimiento hace que Él repudie todo en Su naturaleza santa. Y después Él debió haberse deprimido porque Dios lo iba a desamparar. Él es el amado de mi Padre. Él es Aquel de quien el Padre dice: “en quien tengo complacencia”. Él es el objeto de amor eterno. ¿Él va a ser abandonado por Dios? Deprimente. Y después está la muerte en sí misma.

Usted tiene que reconocer, Jesús es Dios, el que no muere; Jesús como Dios es inmortal y eterno, Él no conoce la muerte. Como puede ver, nosotros, como seres humanos, llegamos al mundo con el sabor de la muerte en nuestra boca, y la probamos toda nuestra vida. Y aunque somos caídos y pecaminosos, nos causa repudio la muerte, la cual probamos todo el tiempo. ¿Cuánto más la muerte causaría repudio a Aquel que nunca conoció su sabor? ¿Uno quién es inmortal eternamente? Pero, como el escritor de hebreos dice: "Él ahora ha gustado la muerte por todo hombre". Y entonces, Él enfrenta algo que un ser eternamente inmortal jamás puede enfrentar. Y Él no lo enfrenta para sí mismo, porque Él no puede morir, pero Él muere como hombre por hombres. Como Edersheim dijo una vez: "Él desarmó la muerte al traer su aljaba a su propio corazón, y la muerte ya no tuvo más flechas”.

Pero todo esto, era algo deprimente de manera abrumadora. Esto no es teatro, esto es realidad. Y ésta es la lucha del Salvador. Y esta es la lucha en la que Él está con Satanás. Dice usted: "¿Crees que Satanás está aquí?" Yo sé que él está aquí. No hay lucha sin él. Dice usted: "Bueno, quizás simplemente salió de la naturaleza de Jesús”. Realmente no, porque su naturaleza no tenía pecado. Vino porque Satanás estaba acercándose a Él de nuevo. Dice usted: “¿Qué le estaba diciendo Satanás?" Bueno, es fácil. Le podría decir lo que él le estaba diciendo. Ni siquiera está aquí, pero puedo esperar lo que es porque sé lo que él dijo la primera vez. Y la médula de la tentación de Satanás la primera vez fue que cuando él vino a Jesús, primero le dijo: "Haz que estas piedras se conviertan en pan”, ¿verdad? Después salta de aquí, y después ve los reinos del mundo, póstrate ante mí y yo te los daré, ¿verdad?

Ahora, ¿qué estaba haciendo él? ¿Acaso Jesús tenía derecho a comer? Seguro. ¿Acaso Jesús tenía el derecho de tener lo que quisiera? Seguro, Él es el Dios soberano. ¿Acaso Jesús tenía un derecho de ser reconocido como el Mesías? Sí. ¿Acaso Él tenía el derecho de gobernar los reinos del mundo? Sí.¿Sabe usted lo que Satanás le estaba diciendo? "Toma tus derechos, aprópiate de tus derechos. Has estado aquí afuera en el desierto 40 días y no has comido, y tú eres el Hijo de Dios. No dejes que eso te pase, disfruta de algo de satisfacción. Te lo mereces. Esto no está bien, que se has privado del alimento, convierte esas piedras en pan. Y tú debes ser reconocido como el Mesías, no esperes una vida de humillación y no esperes el rechazo. Simplemente aviéntate en ese punto alto del templo y aterriza en frente de la multitud, y te van a reconocer como un Mesías que puede volar el cielo, y puedes hacer a un lado todo el dolor, y toda la agonía, y la cruz y todo eso. Y después simplemente ve todos los reinos del mundo que puedes ver desde este monte; yo te los voy a dar todos, si tú tan sólo te postradas ante mí, y puedes evitar la cruz, evitar la agonía y evitar el rechazo". El punto es este: "Tú eres demasiado bueno para eso. Tú eres demasiado digno para eso”.

Como puede ver, así es como Satanás vino. Satanás vino apelando a la dignidad de Jesucristo. "No debes privarte de esa manera". Y yo creo que cuando él regresó en el huerto, estaba haciendo lo mismo, y fue: "¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué estás haciendo, siendo humillado? ¿Qué estás haciendo con un grupo de personas, saliendo de la ciudad de Jerusalén, para llevarte cautivo y ejecutarte? ¿Qué estás haciendo aquí, en el suelo, con tu rostro en el polvo, clamando a Dios en agonía, sudando grandes gotas de sangre? Tú eres el Hijo de Dios. ¿Por qué es que tú vas a ser humillado por once discípulos que te están dejando y un traidor miserable llamado Judas?

Tú mereces algo mejor que esto, no dejes que esto te pase, tú eres demasiado digno para esto. Tú eres el Hijo de Dios. Toma lo que te pertenece". Y Satanás quería mantenerlo lejos de la cruz, siempre, en la primera tentación: "Tómala ahora, sin la cruz aquí”. "Tómalos sin la cruz”. Inclusive en Mateo 16, cuando Pedro le dijo: "No vayas a la cruz", Jesús dijo: "Quítate delante de mí que—¡Satanás!" Porque esa fue la meta de Satanás todo el tiempo. "Tú buscas las cosas que son de los hombres y no las cosas que son de Dios", tú no conoces el plan de Dios.

Y entonces yo creo que Satanás estaba acercándose a Él en estas tres olas, tratando de hacer que Él dejara de confiar en Dios como el plan había sido diseñado, y para causar un cortocircuito, para que evitara la cruz, esa fue la tentación. Y estaba comenzando a ser pesado, y Él les habló a los discípulos en el versículo 38 y les dijo: "Mi alma está triste”. Excesivamente triste. Esa palabra excesivamente triste es perilupos. Significa estar rodeado por la tristeza, como en la periferia, periférica. Él estuvo rodeado de tristeza. Él estaba inmerso en tristeza. Y Él usa la palabra, "mi alma", mi persona interior. Él es una persona real. "Mi ser interior literalmente está ahogándose en tristeza". ¿Cuánta tristeza? "Hasta la muerte".

Escuche: la tristeza fue suficiente para matarlo. Es correcto. La tristeza era suficiente para matarlo. Usted puede morir de mera angustia, ¿sabe usted eso? Usted puede causar que exploten sus capilares, lo cual más tarde comienza a suceder conforme Él suda, y su sudor se mezcla con la sangre escapando mediante las glándulas del sudor. Él podía morir de mera angustia. Si no fuera por el hecho, como veremos la próxima semana, que Dios envió un ángel para fortalecerlo, yo creo que Él habría muerto en el huerto antes de que Él llegara a la cruz. Cuando Él llegó a la cruz, Él murió rápidamente, tan rápido que ni siquiera necesitaron romper, ¿qué? Sus piernas. La angustia fue tan severa que la muerte fue inminente.

Entonces, como puede ver, usted no puede ver la cruz como si fuera algún acontecimiento aislado de angustia. Su vida fue una vida de tristeza y su angustia se adelantaba a la cruz. Y Él lo hizo por usted, y lo hizo por mí. Y en esa tristeza Él se retira al Padre. Él dice: "esperen aquí y velen conmigo, quédense aquí". Y obviamente Él quería que ellos oraran. Él les advirtió lo que iba a venir. "Y manténganse en guardia". Y Él iba a ir a un lugar más aislado, bajo la sombra de un árbol, alejado del resto. Y como dije, Lucas dice: "Él se adelantó a distancia de un tiro de piedra para orar".

Y eso realmente nos lleva a la segunda palabra, y únicamente vamos a introducir esto, y la vamos a cubrir la próxima vez. Pero su corazón está en el punto de quebrantamiento, y Él hace lo correcto. Dice: "Él se adelantó un poco y cayó sobre su rostro", versículo 39, "y oró". Versículo 42: " Él se fue la segunda vez, y oró". Versículo 44: " Él los dejó y volvió a irse y oró por tercera vez". Con cada ola de tentación vino la respuesta de retirarse al lugar de aislamiento con el Padre en oración. Su tristeza, yo creo que comienza a acumularse. Dice en el versículo 37: "Comenzó a estar triste". Yo creo que fue un proceso continuo de tristeza que se iba incrementando.

Una pista de eso es que Lucas dice que Él, “se alejó la primera vez y se arrodilló”, y después en Mateo dice que Él: "cayó sobre su rostro". Obviamente, Él comenzó en la posición arrodillado, pero no pasó mucho tiempo antes de que Él estuviera postrado con rostro sobre el suelo. ¿Y qué dice Él en esto? Aquí viene la segunda palabra clave, “súplica”, “súplica”, ¡Padre mío, si es posible, pasa esta copa de mí! Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. No creo que el oró tan rápido o de manera tan ligera como lo leí, pero eso es lo que el texto dice. Primero, él dijo: “Padre mío”. El llamó a Dios “Padre” cada vez que el oró a Él, excepto por una vez, y eso fue en la cruz cuando Dios lo dejó. Pero esta es la única vez en la Escritura que Él dijo: “Padre mío”. Y Él toma la idea de intimidad, la cual era tan alejada, tan distante del judaísmo. Cuando Jesús llamó a Dios “Padre”, los judíos no podían oír eso, porque no llamaban a Dios su Padre personal. Él era el Padre de la nación, pero no había intimidad en eso.

Aquí, Jesús da un paso más hacia adelante, y no sólo dice: “Oh Padre”, Él dice: “Padre mío”, y Marcos dice que Él clamó: “Abba”, papito. Él está aferrándose a la intimidad, es como si Satanás está tratando de arrancarlo del Padre, y el propósito del Padre, y Jesús se está aferrando, y Él está expresando la intimidad de su relación con el Padre, la cual Él no va a soltar.  "Padre mío", muy posesivo, muy personal, muy íntimo, y Él se aferra a eso. Él no va a dejar de confiar en Dios, como Él no iba a producir pan por sí mismo, y Él no iba a acreditarse a sí mismo como Mesías, y Él no iba a tomar los reinos del mundo por sí mismo, sino que Él esperó al Padre. Y Él aquí no se iba a desviar de la cruz, no se iba a desviar de la cruz por sí mismo. Él iba a seguir con el plan, entonces Él dice: “¡Padre mío, si es posible, pase de mi esta copa! Pero no se haga mi voluntad sino la tuya”.

En otras palabras, Él dice: “Si es posible, hacer esto de cualquier otra manera, yo querría eso, pero si no lo es, que sea así”. Y esa es una oración de resolución y resignación a la voluntad de Dios. Por cierto, cuando Él dice: “Si es posible”, Él no está preguntando si es posible dentro del poder de Dios, porque cualquier cosa es posible dentro del poder de Dios. Dios tiene el poder de hacerlo. Él está pidiendo si es posible en el plan de Dios, si es posible moralmente, si es posible en términos redentores, si es posible en la coherencia con el plan para salvar pecadores, si hay otra manera de hacerlo, que suceda de otra manera. Esto es algo insoportable que lo está matando en el huerto. Y fue después de esta primera oración, de las tres, que Él comenzó a sudar gotas de sangre, trombos, de la cual obtenemos trombosis, significa coágulos. Veremos eso en el pasaje de Lucas la semana próxima.

La agonía casi lo estaba matando, y Él dice: “Si hay otra manera, si es posible hacerlo de cualquier otra manera”. Él no está tratando de evitar la redención; Él simplemente está en el punto de agonía extrema: “Si hay otra manera, pero si no hay otra manera, entonces así sea, así sea”. “Esta copa”, la copa es el símbolo de la experiencia que Él va a soportar. Él va a beber la experiencia. Él va a consumir la copa hasta los restos amargos. La copa con frecuencia está asociada con la ira divina. Salmo 75:8, Isaías 51:17, Jeremías 49:12, esos tres y otras Escrituras hablan de la copa del juicio, de la copa de ira, y la copa que Cristo iba a beber era la furia de Dios sobre el pecado, era el ataque de Satanás, el poder de la muerte, la culpabilidad de la iniquidad. Todo eso estaba en la copa. Y Él podía desear que pudiera escapar si hubiera otra manera. Pero usted recuerda, Él dijo: “Para esto he venido”. ¿Se acuerda de Juan 12? “Para esto vine al mundo”.

Entonces, Él dice: “Si no es posible, solo quiero hacer tu voluntad”. Ahora, ahí hay compromiso. Como puede ver, Él le dijo a Pedro en Mateo 16:23, “si piensas como los hombres, tú disfrutas las cosas de los hombres, no las cosas de Dios”. Él dice: “Yo quiero la voluntad de Dios, yo quiero hacer el plan de Dios”. Y Él vino al mundo para hacer la voluntad de Dios, y ese fue su compromiso absoluto total.

Y entonces, el Señor Jesucristo comienza la súplica, y la súplica nos muestra la agonía genuina, porque nos muestra el deseo de ser aliviado de ella. “Por favor, si hay alguna manera en la que pudiera ser hecho mediante otro medio, que así sea, pero si no, lo que Tú quieras”. Esa es la manera de enfrentar la tentación, en oración de confianza y compromiso con la voluntad de Dios. Él confió en Dios. La intensidad de la lucha saca en Él lo mejor, por la manera en la que Él lo abordó. Como veremos la próxima semana. Saca en los discípulos lo peor, por cómo lo abordaron, aunque su prueba fue infinitamente menos severa que la de Él. Dejamos a Cristo en esa agonía hasta que regresemos la próxima ocasión, y terminaremos este pasaje maravilloso.

Nuestro Señor Jesús, venimos a Ti con corazones agradecidos. Se escapan de nosotros las palabras en este momento, conforme únicamente con el ojo de nuestra mente hemos vivido la agonía del huerto. Y, Señor, lo que fue tan abrumador en todo esto, cuando Tú estuviste ahí, es que Tú conociste mi nombre, Tú ya habías escrito mi nombre en Tu libro, y entonces Tú estabas llevando mi pecado y el pecado de todo creyente. Tú nos conocías en el huerto. Estuvimos ahí, en tu agonía y en tu angustia, porque fue nuestro pecado el que Tú llevarías. Y aunque todavía no habíamos nacido, y nuestros padres y ancestros eran desconocidos para este mundo, Tú nos conocías y Tú estuviste ahí por nosotros. Estamos abrumados ante Tu gracia.  Somos indignos. Te agradecemos. Queremos agradecerte más que con nuestras palabras, con nuestra vida.

Mientras que sus cabezas están inclinadas, en una palabra, de conclusión, si usted no conoce al Salvador, al Señor Jesucristo, este es el día. Abra su corazón a Aquel que sufrió y murió por usted, para quitar su pecado.

 

Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org 
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