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Estamos regresando ahora a 1 Tesalonicenses 5:4-11, acercándonos rápidamente al clímax en forma de estacato de esta gran carta que viene en los versículos del 12-28, que nos va a enriquecer a todos mucho. Pero, conforme vemos otra vez este texto en particular, recordará sí estuvo con nosotros hace dos semanas atrás, he titulado esta parte: “Gente de la noche/gente del día”. Explicamos el punto, porque Pablo presenta el punto de que todo el mundo está dividido en dos tipos de personas: gente de la noche y gente del día, gente asociada con las tinieblas, y gente asociada con la luz.

Permítame, tan solo leerle el texto, comenzando en el versículo 4: “Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros, para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él. Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis”.

En ese texto, obviamente, Pablo habla de gente del día y gente de la noche. Y él no es el que presenta este concepto. Se remonta incluso al Antiguo Testamento. Permítame ver si puedo un poco de la historia de este énfasis en particular. En el Salmo 107, versículo 10, la Escritura dice: “Estaban aquellos que moraban en tinieblas y en sombra de muerte, prisioneros en miseria y cadenas, porque se habían rebelado contra las palabras de Dios, y habían menospreciado el consejo del Altísimo”. Ahora, ahí hay una descripción de gente que es gente de la noche, gente en tinieblas. Viven en tinieblas. Viven en la sombra de la muerte. Son prisioneros en miseria, y están encadenados por sus pecados, se implica, debido a que se han rebelado contra las palabras de Dios, y han menospreciado el consejo del Altísimo. El siguiente versículo dice que Dios, por lo tanto, ha humillado su corazón con labor. Esto es, hay una cantidad tremenda de esfuerzo humillante que no los lleva a nada, tropezaron y no hubo nadie que ayudara. Esa es la situación de la gente de la noche.

Después comenzando en el versículo 13, leemos de un rescate de la noche, llevando a la gente al día. Dice: “Entonces, clamaron a Jehová en su aflicción, los salvó de sus aflicciones, él los sacó de las tinieblas y de la sombra de muerte, y rompió sus cadenas”, esto es, las cuerdas de pecado, iniquidad y miseria que los hacía prisioneros. “Como consecuencia, agradecieron al Señor por su misericordia y por su sabiduría hacia los hijos de los hombres, porque Él ha sacudido las puertas de bronce y ha cortado las barras de hierro”. Y entonces, aquí usted encuentra esta presentación de la gente de la noche, y de la esclavitud terrible de estar en la noche y en las tinieblas, y la nota acerca de su liberación a través de la misericordia de Dios y la maravilla de su gracia para los hombres. Él los ha sacado de las tinieblas a la luz. Y entonces, descubrimos que Dios tiene el deseo de sacar a la gente de la noche y llevarlos al día.

Isaías presentó de manera más específica este deseo de Dios, cuando escribió acerca del Mesías. Porque en Isaías capítulo 9 leemos: “El pueblo”, versículo 2, “que anda en tinieblas verá una gran luz; aquellos que viven en una tierra oscura, la luz brillará sobre ellos”. Y, ¿Quién es el que puede sacar a los hombres de las tinieblas? ¿Quién es esta luz que brilla? Bueno, ahí en el versículo 6 dice: “Porque un hijo nos es nacido, un niño nos es dado, y el principado sobre sus hombros, y se llamará su nombre maravilloso, consejero, Dios fuerte, padre eterno, príncipe de paz. No habrá fin para el incremento de su gobierno ni la paz sobre el trono de David, y sobre su reino para establecerlo y mantenerlo con justicia de ahí en adelante, y para siempre el celo de Jehová de los ejércitos hará esto”. Y claro, el niño al cual Isaías se refiere es el Mesías.

Entonces, el corazón de Dios en el Salmo 107 es sacar a la gente de la oscuridad y llevarlos a la luz. El Mesías viene con el propósito mismo de traer la luz, hacer que brille en el lugar oscuro. Si vamos al Nuevo Testamento, de manera preliminar para la discusión de Cristo, Lucas capítulo 1 presenta a Juan el Bautista. Y en Lucas capítulo 1, encontramos al padre de Juan el Bautista, un sacerdote llamado Zacarías, el marido de Elisabet; habiendo oídio que su hijo iba a ser el precursor del Mesías, él fue lleno del Espíritu Santo, él profetizó. Y en Lucas 1, versículo 68, y en adelante, usted tiene lo que salió de los labios inspirados de Zacarías en respuesta a la promesa de un hijo, Juan el Bautista, quien sería el precursor del Mesías. Ahí, en el versículo 76, podemos recoger lo que dice, hablando de su hijo, Juan el Bautista: “Y tu niño, serás llamado profeta del Altísimo, porque debes ir delante del Señor para preparar sus caminos, para darle a su pueblo el conocimiento de salvación mediante el perdón de sus pecados, debido a la misericordia de nuestro Dios, con la cual el sol se levantará –esto es Cristo– de las alturas nos visitará, para brillar sobre aquellos que están sentados en tinieblas y la sombra de muerte, para guiar nuestros pies por el camino de paz”.

Y entonces, Zacarías se regocija y exalta delante de Dios con alabanza, porque él sabe que su hijo será el precursor del sol que sale, de la luz del sol, el Hijo de justicia, como el profeta del Antiguo Testamento lo llamó, quien trae la luz para que brille en las tinieblas y hace de la gente de la noche, gente del día. 

Y entonces, usted comienza con el deseo, de Dios, de sacar a los hombres de las tinieblas a la luz. Usted pasa a la profecía del profeta Isaías, que dijo que sería el Mesías, a Juan el Bautista quien vino para declararle al mundo que el sol salió, e iba a venir, quien traería la luz a las tinieblas. Y después, usted oye las palabras habladas de manera tan poderosa en Mateo capítulo 4, comenzando en el versículo 12 dice: “Él se retiró a Galilea, y dejando Nazaret el vino, y se estableció en Capernaúm, el cual está junto al mar, en la región de Zabulón y Neftalí, y esto fue para cumplir lo que fue hablado por Isaías el profeta diciendo: ‘la tierra de Zabulón y la tierra de Neftalí, junto al mar, más allá del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que estaba sentado en tinieblas, vio una gran luz, y aquellos que estaban sentados en la tierra y sombra de muerte, sobre ellos una luz amaneció.” Isaías dijo que pasaría y Zacarías dijo que su hijo lo anunciaría, y ahora Cristo dice que lo ha hecho, lo ha hecho. Estoy aquí, la luz ha aparecido, y a partir de ese momento él comenzó a decir: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”.

Y de nuevo en Juan capítulo 8, en esas palabras tan hermosas y conocidas, Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que a Mí me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Y entonces, este tema de la gente de la noche y gente del día es un tema antiguo. Usted encuentra ahí desde el Antiguo Testamento, en donde Dios ve al pecador no convertido como persona de la noche, y al santo creyente, como persona del día. Jesucristo, el Mesías, el salvador, él siendo el medio de transportar a la gente de las tinieblas a la luz.

Pero, ¿cómo es posible? ¿Qué lo hace que suceda? Dado que Cristo es el que lo puede hacer mediante, ¿qué? ¿Cuál es el medio que usa? En Hechos 26, encontramos la afirmación magnífica de Dios mismo mediante Cristo hablándole al apóstol Pablo en el camino a Damasco, conforme Pablo recita su testimonio. En Hechos 26:15, El Señor dijo: “Yo soy Jesús a quien tú persigues. Pero levántate y ponte de pie, porque por este propósito te he aparecido, para designarte como un ministro y testigo, no solo de las cosas que has visto, sino también de las cosas en las que yo, me apareceré a ti, librándote del pueblo judío y de los gentiles a quienes te estoy enviando, para que abras sus ojos, para que se vuelvan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios, para que puedan recibir perdón de pecados y una herencia entre aquellos que han sido santificados”, y aquí está la clave, “mediante la fe en mí”.

El Señor Jesús mismo le dijo a Pablo: “Tu tarea consiste en abrir sus ojos para que se puedan volver de las tinieblas a la luz. Lo cual es lo mismo que volverse del dominio de Satanás a Dios y recibir perdón de pecados y una herencia, pero le sucede aquellos que son apartados por la fe en Mí”. Para volverse una persona del día, usted debe colocar su fe en el Señor Jesucristo. Aquellos que son apartados para Dios, como hijos del día, por fe en Cristo, son transferidos del reino de las tinieblas, al reino del Hijo amado de Dios, el reino de la luz. Es por la fe que eso se lleva a cabo, al creer.

En Colosenses 1:13: “Él nos libró de la potestad de las tinieblas y nos trasladó al reino de su amado hijo en quien tenemos redención, el perdón de pecados”. ¿Y cómo es posible? Al creer. Al colocar nuestra fe en el Señor Jesucristo. En Efesios capítulo 5 dice: “Habiendo sido antes tinieblas, ahora sois luz en el Señor”. Y entonces, vemos el flujo, Dios tiene un deseo en su corazón para sacar a la gente de las tinieblas. El profeta profetizó que vendría un niño que de hecho sería el que traería la luz en el lugar oscuro. El Nuevo Testamento nos dice que habrá un precursor que va a anunciar su venida, y después él vendrá, y él anunciará que Él es la luz del mundo. Y después, en el libro de los Hechos, hay un predicador que es enviado, y Él debe decir que va a traer tinieblas en donde hay fe en Él. Y después encontramos que aquellos que han colocado su fe en Él, de hecho, son llevados de las tinieblas a la luz, se vuelven hijos del día, antes eran tinieblas, ahora son luz y en ellos vive la luz de vida.

Y entonces, para cuando llegamos a 1 Tesalonicenses, hemos tenido mucho de esto, hemos oído mucho de esto. Entendemos la diferencia entre la gente de la noche y la gente del día. El mundo entonces está dividido en esos dos tipos de personas, gente de la noche y gente del día. Y esta es una división eterna. El infierno, son las tinieblas eternas y la noche eterna, ocupado por la gente de la noche. El cielo es la luz eterna, el día eterno, ocupado por la gente del día. Y entonces, el tema de esta diferencia distintiva entre la noche y el día, es algo conocido para el texto de la Escritura. La gente de la noche, Pablo dice de regreso a nuestro texto ahora, 1 Tesalonicenses 5: “Están asociados con las tinieblas, el dormir y la embriaguez. La gente del día está asociada con la luz, el estar alerta y la sobriedad”. El apóstol, entonces, está trazando una línea muy clara de diferencia, un contraste muy fuerte y completo entre aquellos que tienen salvación en Jesucristo por la fe en Él, y aquellos que no la tienen.

Ahora, ¿por qué es que él está presentando este contraste conforme él llega a una conclusión en esta epístola? Dicho de manera simple, para alentar a los cristianos tesalonicenses. En el capítulo 4, versículo 18, él dice: “Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” y en el capítulo 5, versículo 11: “Por lo cual animaos”, misma palabra, “unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis”. Entonces, esta sección que estamos viendo, está encerrada por dos afirmaciones de consuelo. Aquí su propósito es consolar a algunos cristianos temerosos. Los tesalonicenses eran nuevos cristianos, eran jóvenes en el Señor y no tengo duda de que fueron originalmente evangelizados por el apóstol Pablo. Su mensaje fue muy, muy fuerte en enfatizar juicio. Él predicó juicio. Él predicó la ira de Dios. Él predicó condenación eterna en el infierno. Y cuando él evangelizó a la gente en Tesalónica, sin duda alguna, él enfatizó el juicio futuro. Él debió haber dicho mucho, incluso del día del Señor, el día final de la venganza, la ira de Dios, cuando él desata toda su furia en contra de los pecadores impíos y los envía a un infierno eterno. Él sin duda alguna habló del fin inevitable del pecado y a donde lleva cuando él los evangelizó por primera vez. Y después de que fueron salvos, probablemente les habló más del día del Señor. Por lo menos, esa parece ser la indicación en 2 Tesalonicenses.

Y entonces, tenían un temor saludable del juicio de Dios. Pudo haber sido ese temor que fue el factor primordial al llevarlo a considerar las afirmaciones de Jesucristo y su obra en la cruz, y su resurrección. Y entonces, tenían este sentido muy fuerte y serio acerca de la condenación eterna. Como resultado de eso, había cierta ansiedad en sus corazones, y estaban temerosos de que quizás algún cristiano se perdería el rapto y terminaría en juicio. Que de alguna manera si un cristiano moría, o era pasado por alto, él podría terminar recibiendo la ira de Dios en contra de él.

Recordará que ya en nuestra explicación del capítulo 4, versículos 13 al 18, que se estaban preguntando si un cristiano moría antes de que Jesús viniera, ¿se perdería el rapto? Pensaban que, quizás, que si él se perdía el rapto terminaría en ira eterna. Que solo los cristianos que estuvieran vivos cuando Jesús viniera serían llevados, el resto, serían condenados. Y entonces, estaban temerosos. Y uno de sus temores, eran de que si se perdían del rapto podían terminar en el día del Señor. Quizás Dios no se acordaría de ellos. Quizás el Señor los olvidaría. O quizás de alguna manera, lo perderían debido a su muerte.

Y entonces, tenían miedo y esta sección es escrita para consolarlos. Para hacer a un lado sus temores, para alentarlos, con el hecho de que hay una distinción tan clara entre la gente del día y la gente de la noche. Dios conoce esa distinción, Él conoce a los que le pertenecen y la manera en la que Él va a tratar a la gente de la noche y la manera en que va a tratar a la gente del día, es totalmente diferente. No hay lugar en los acontecimientos de la gente de la noche para la gente del día. Y no hay lugar en los acontecimientos de la gente del día para la gente de la noche. Y Dios conoce la diferencia, y usted puede ser consolado por eso.

Esto es muy, muy parecido a un grupo anterior de personas que tuvieron temores semejantes. Si usted ve el último libro en el Antiguo Testamento, la profecía escrita por Malaquías, usted encuentra un paralelo muy interesante ahí. Aquí había algunos judíos en Israel que de alguna manera tenían el mismo tipo de ansiedades. Hubo un mensaje primordial siendo predicado por Malaquías del día del Señor. De hecho, en el capítulo 4, versículo 5, él incluso usa la frase: “la venida del día de Jehová grande y terrible”. Y entonces, el mensaje de Malaquías había sido del día del Señor, del juicio venidero, condenación venidera, furia final venidera de Dios, ardiendo como un horno, consumiendo a los pecadores. Y esto causo algo de ansiedad entre algunos de los hijos de Dios.

Si usted ve Malaquías 3:16 dice: “Entonces los que temían a Jehová” y aquí significa aquellos que reverenciaban al Señor, aquellos que conocían al Señor, aquellos que eran santos, que tenían una relación verdadera con Dios. “Hablaron cada uno a su compañero” y ¿qué dijeron? No nos dice, pero, podemos adivinarlo sin problema. Estaban compartiendo su preocupación. Me pregunto si vamos a terminar siendo atrapados en este horno. Si vamos a terminar atrapados en la furia de Dios, ¿vamos a ser atrapados en la justicia terrible del Dios santo conforme viene contra los pecadores? Y dice que Jehová escucho y oyó, y fue escrito de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre.

Él tenía un libro y los nombres de aquellos que realmente lo amaban y lo servían y creían en él fueron escritos en ese libro. Y en el versículo 17 dice: “Y serán para mí, especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve”. De ninguna manera van a ser atrapados en el día de la ira. De ninguna manera van a ser atrapados en mi furia. De ninguna manera van a ser atrapados en el día del Señor, el día de la venganza. ¡No! Yo sé quiénes son y tengo un libro, y sus nombres están ahí y van a tener un día diferente, un día cuando yo haga mis propias posesiones. Y voy a librar a aquellos que me sirven.

Y en el versículo 18, él dice: “Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve”. Dios tiene problema en conocer la diferencia, y el profeta dice, tampoco deberían tener ustedes problema. Versículo 1 del capítulo 4, sigue eso: “Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa”, esa era la parte de separar el trigo que simplemente era quemado hasta que fuera una ceniza. Los incrédulos, los malhechores, los arrogantes van a ser consumidos. “Aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama. Mas a vosotros, los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia”. Ahí está de nuevo ese retrato de luz. “Y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada. Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies, en el día en que yo actúe”, procede a decir. Ese gran y terrible día del Señor.

Y una cosa que sabemos, es que, durante el tiempo de la tribulación, muchos judíos van a ser convertidos, e Israel va a ser salva. Muchos de esos judíos, claro, van a evangelizar a otros en el mundo y abra una gran multitud de gentiles que será redimida. Todos van a ser librados del holocausto del día del Señor y caminarán sobre las cenizas de aquellos que habrán sido consumidos. Dios conoce la diferencia, Él no quema a los suyos. Él libra a los suyos. Él tiene un día para ellos, y van a saltar como becerros al reino en donde reinarán como aquellos que conocen y aman a Dios, y conocen y aman a su hijo, el Mesías. Dios ha prometido siempre librar a los justos y van a escapar su ira completamente.

Entonces, aquí en esta carta estos cristianos jóvenes que están turbados, Pablo da gran certeza de que no van a ser juzgados con el mundo impío. No hay manera en la que se van a perder del rapto y van a terminar en el día del Señor. No hay manera en la que se van a perder el cielo y van a terminar en el infierno. De ninguna manera. Y para que este aliento sea firme, es delineado mediante una serie de contrastes fuertes. Y hemos estado viendo estos contrastes.

El contraste entre el rapto y el día del Señor, siendo arrebatado al cielo y siendo destruido en la tierra. El contraste entre la salvación y la ira, vida y la muerte, esperanza y falta de esperanza, día y noche, luz y tinieblas, estar despierto y estar dormido, ser sobrio y estar borracho, estar para siempre con el Señor y estar para siempre sin el Señor. Todos esos son contrastes muy claros a lo largo de este texto entero, comenzando allá atrás en el capítulo 4, versículo 13. Y muestra una separación total entre los creyentes y los incrédulos, cristianos y no cristianos, los salvos y los perdidos. Cualquier cristiano que está temeroso puede ver en profundidad este pasaje, y calmar sus temores. No sufriremos ira, no estaremos en el día del Señor, porque somos distintos de aquellos que estarán ahí. Y estaremos en el rapto y estaremos en gloria, porque somos hijos del día, e hijos de la luz.

Ahora, al ver los versículos 4 al 11, Pablo dice que debemos ser alentados debido a la naturaleza distintiva de tres cosas: nuestra naturaleza, nuestra conducta y nuestro destino. Nuestra naturaleza, nuestra conducta y nuestro destino. Y si entendemos cómo estas tres dimensiones son totalmente diferentes de los impíos, no tendremos ningún temor.

Ahora, repasando de manera muy breve. En primer lugar, ya vimos la naturaleza distintiva de nuestra naturaleza. Vea los versículos 4 y 5: “Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas”. En otras palabras, hay una diferencia inherente. Ni siquiera vivimos en esa esfera, ni siquiera somos de esa esencia, somos gente del día, no gente de la noche. Vivimos en la luz de la vida de Cristo, y Él vive en nosotros, y estamos en Dios, en quien no hay tinieblas en absoluto, 1 Juan 1: 5-7 dice.

No estamos en el dominio de las tinieblas, no estamos en el dominio de la noche, no estamos en el dominio de la embriaguez. Tinieblas, pecado, ignorancia, muerte es la esfera de los que están caídos, maldecidos y los muertos que están en Adán. Pero estamos en Cristo, tenemos una nueva naturaleza, un nuevo dominio, una nueva esfera de vida, un nuevo reino y debido a esto el día no nos va a sorprender como un ladrón. El día del Señor no entra en nuestra esfera de vida, no nos impacta. Como lo hemos estado diciendo a lo largo de este texto, la iglesia habrá sido sacada antes del día del Señor, y aquellos de Israel que sean salvos después de eso y del mundo gentil, serán preservados en medio del día del Señor para que de hecho pisen las cenizas de los impíos que perecen. El día del Señor no tiene nada que ver con nuestra esfera de vida, no tenemos nada que ver con eso. El pecado no tiene dominio, no hay condenación para la gente del día.

En segundo lugar, no solo vimos la naturaleza distintiva de nuestra naturaleza, sino también la naturaleza distintiva de nuestra conducta. Versículos 6 y 7, él dice: “Por tanto”, esto es, en base a la diferencia en naturaleza, aquí hay unas palabras acerca de la conducta, identidad y conducta siendo inseparables, usted va a reflejar su naturaleza, “por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan”. Por cierto, la gente de la noche solo puede ser gente de la noche, no puede ser gente del día, y la gente de la noche no puede hacer las obras del día. Pero la gente del día puede cometer las obras de la noche. Podemos remontarnos a patrones antiguos de conducta. No tenemos que hacerlo. No es coherente con nuestra nueva naturaleza y nuestra nueva identidad y nuestra esfera de vida. Somos gente de día viviendo en la luz, pero podemos hacer las obras de las tinieblas y si lo hacemos, lo hacemos a plena luz del día ¿No es cierto? Las hacemos con entendimiento pleno y las hacemos expuestos de manera plena.

Pero él dice aquí, no hay lugar para la vida nocturna entre la gente del día. Nuestra conducta es diferente. Como patrón, nuestra conducta es diferente. En tipo, podría ser afirmado de manera simple así, un incrédulo solo hace maldad, solo maldad. Él es una persona de la noche. Él vive en la noche; él hace las obras de la noche, en ignorancia, dormido, indiferencia y una embriaguez agresiva, abierta, inmoral. Pero una persona del día tiene un patrón de hacer lo que es correcto. Pero puede ser interferido por hacer lo que es lo equivocado. La persona del día puede hacer las obras de la noche. Y los mandatos mismos aquí a los creyentes indican que podamos hacer las obras de las tinieblas. Y si lo hace, usted está actuado a manera contraria a su naturaleza. Usted está violando su identidad misma. No queremos que eso pase, nuestra conducta debe ser coherente con nuestra naturaleza. Nuestra conducta debe ser tan distinta que sabemos que somos del día. Y debido a que sabemos que somos del día, no tememos ira, juicio, condenación.

Y eso es lo que él dice en el versículo 8. Vea el comienzo del versículo 8: “Pero nosotros, que somos del día”, esa es nuestra identidad, eso nos lleva de regreso al versículo 5. Somos hijos del día. Somos hijos de luz. No de la noche, ni de las tinieblas. Debido a que esto es verdad, debido a que nuestra naturaleza es tal, y el patrón de nuestra conducta es tal, entonces seamos sobrios ¿Qué quieres decir con eso? Estemos vigilantes, estemos alerta, para que no seamos arrastrados para hacer las obras de la noche. Ese es su punto. Aunque, son incoherentes con nuestra naturaleza, pueden ocurrir.

Necesita estar alerta. Necesita protegerse a sí mismo contra la tentación de hacer las obras de la noche. Y si usted hace eso, usted va a continuar viendo de manera visible, frente a sus ojos mismos, su naturaleza distintiva y eso le va a dar una gran certeza conforme ve el futuro y no tendrá nada que temer. Por otro lado, si un cristiano cae en patrones de pecaminosidad, él pierde certeza, pierde confianza, pierde esperanza y podría temer que él va a terminar en el día del Señor.

Y entonces, él dice debido a que son del día, debido a que somos del día, seamos sobrios. La idea de ser sobrio es alerta, estar vigilante. Y sin duda alguna, conforme Pablo dijo eso, la idea de estar alerta le sugirió un retrato de un soldado que estaba cumpliendo su deber, porque él entra inmediatamente a describir un soldado. Seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. Fascinante y una afirmación muy, muy elemental. Conforme él piensa en un cristiano, quien es una persona del día, un hijo del día, un hijo de la luz. Y conforme él piensa acerca de esa persona siendo vigilante y estando alerta para que no sea tentado para hacer las obras de la noche. Su mente va al que estaba más vigilante, el que tenía la mente más sobria, más alerta y ese sería un soldado cumpliendo su deber. Y lo ve armado de manera apropiada, con una armadura protectora. Pablo llama a esto en Romanos 13:2, la armadura de la luz. Este hijo del día, en la luz, esta alerta, es sobrio, está cumpliendo su deber, armado para la protección y preservación.

Y entonces, él dice en el versículo 8: “habiéndonos vestido con la coraza”. Siguiendo con ella puesta, manteniéndola puesta. Esto encaja con el tiempo presente de “ser sobrios”. La idea de ser sobrio es estar armado de manera continua. Ahora, un soldado bien equipado solo tenía dos partes esenciales de equipo que le lo preservaba. Uno era la coraza y el otro era el casco o el yelmo. Esas son las áreas vitales. La coraza cubría todos los órganos vitales, y claro, el yelmo o el casco, cubría la cabeza. Se dará cuenta que no hay espada aquí, porque esta no es la imagen por la que está preocupado Pablo. Él está preocupado por una persona que está en guardia en contra del ataque de la noche, que se defiende a sí mismo. Él no está preocupado por atacar con la espada, él no está diciendo que los hijos del día atacan a la gente de la noche. Esa no es la imagen aquí. Lo que él está diciendo aquí es que necesitan estar protegidos y entonces él solo trata con las dos partes de los instrumentos de protección. La coraza y el yelmo.

Ahora, la coraza era una parte obvia de la armadura de un soldado Romano. Cubría el área misma, donde él era vulnerable, los órganos vitales, en donde él podría ser fácilmente matado. La coraza podía ser hecha de cadenas, podía ser hecho de oro, podía ser hecha de tela pesada, algunas de ellas eran hechas de bronce, algunas de ellas eran hechas de hierro, algunas de ellas eran hechas de piel, cualquier otro material. Era básicamente como un chaleco antibalas. El paralelo que entenderíamos para el yelmo o el casco, será algo así como un casco de fútbol americano, o un casco de motocicleta, que podía proteger el cráneo de golpes que pudieran aplastarlo. Y este era el soldado que estaba armado en contra del ataque de la tentación.

Por cierto, esta imagen no es original de Pablo. Él la tomó de Isaías 59:17. Hay una afirmación hermosa en ese capítulo, quizás no la ha leído, Isaías 59:17: “Y él se puso justicia como coraza y yelmo de salvación sobre su cabeza, y él se vistió de venganza por ropa, y se vistió de celo como manto”, y demás. Y ahí tiene usted la primera mención de una coraza de justicia y un yelmo de salvación en Isaías capítulo 59. Usted lo tiene repetido otra vez en Efesios 6:13, claro, en la descripción de Pablo de la armadura del creyente en esa sección de su carta a los efesios.

Ahora, no es importante entrar en todo tipo de detalle acerca de la analogía física de la coraza y el yelmo. Lo que es importante es que usted señale lo que representan. La coraza representa fe y amor, y el yelmo representa la esperanza de salvación. Escuche con mucho cuidado, usted sabe, si sabe algo del Nuevo Testamento, que estas tres vienen juntas con mucha frecuencia. Ahí atrás, en el capítulo 1 de esta epístola y el versículo 3, usted tiene la mención de fe, esperanza y amor. Ese uso tan familiar en 1 Corintios 13:13 que dice: “Y ahora, permanece en la fe, la esperanza y el amor y el mayor de estos es el amor”. Este es el trío de virtudes cristianas supremas.

Pero lo que le quiero decir, y lo que es muy, muy importante que usted entienda, es que estas son las tres grandes defensas contra la tentación, ¿muy bien? Si usted quiere enfrentar la tentación en su vida, esas tres cosas usted las debe entender y aplicar. Le voy a dar lo que en este momento es la instrucción más práctica que usted puede tener como creyente, con respecto a enfrentar el pecado en su vida. Entonces, si está preocupado por enfrentar el pecado en su vida y superar la tentación, debe conocer estas cosas.

En primer lugar, fe, una defensa contra la tentación. ¿En qué sentido? Permítame decirlo de esta manera: el pecado es un resultado de no confiar en Dios. El pecado es un resultado de no confiar en Dios. Eso es lo más claro que lo puedo decir. Dios es digno de su confianza. Permítame decirle cómo usted puede confiar en Su persona. Él va a ser coherente con sus atributos. Él nunca se va a desviar de su persona, jamás. Él nunca se va a desviar de su naturaleza, Él tiene integridad perfecta. Usted puede confiar en su persona. Él va a hacer lo que es coherente con quien es Él.

En segundo lugar, usted puede confiar en su poder. Nada es demasiado difícil para Él. Nada es demasiado difícil para Él. Nada lo abruma. Nadie puede derrotarlo. Y ninguna cantidad de circunstancias de manera cumulativa son más de los que Él puede descifrar, y enfrentar y superar. Usted puede confiar en su persona. Usted puede confiar en su poder.

En tercer lugar, usted puede confiar en su promesa. Si Él dice algo, Él lo va a hacer. Si Él promete algo, Él lo va a guardar. En cuarto lugar, usted puede confiar en su plan. Él está cumpliendo un plan soberanamente controlado que está a tiempo. Nada existe fuera de ese plan.

Si, entonces, yo creo que Dios es coherente con su persona, que Dios es todopoderoso, que Dios siempre guarda su palabra y su promesa, y que Dios está cumpliendo su plan, entonces no importa lo que yo enfrente en mi vida, si yo confio en Dios, no voy a caer ante la tentación que cuestiona la credibilidad de Dios. Ahora, toda tentación cuestiona su credibilidad. Permítame decirle por qué. Por ejemplo, usted es tentado a preocuparse ¿Qué significa eso? Si usted se preocupa, lo que está diciendo es: “Sí Dios, sé que dijiste que estás a cargo y sé que dijiste que esto no era demasiado difícil para ti, y sé que dijiste que podías enfrentarlo y sé que estás cumpliendo un plan, simplemente no te creo” ¿Verdad? Me voy a preocupar. Lo cual dice: “Dios, sé que dices que tú eres digno de confianza, nada más que no estoy seguro de que eres digno de confianza”.

¿Cuándo miento, qué estoy diciendo? Dios dice: “Obedéceme, haz lo que es correcto y te voy a bendecir”. Y yo digo: “Pero para conseguir lo que quiero, tengo que mentir porque si la verdad se conociera, no voy a conseguir eso”. Entonces, lo que usted realmente está diciendo es: “Dios, sé que dijiste que me bendecirías y digo la verdad, pero estás equivocado, no va a funcionar como quiero que funcione, si hago lo correcto. Entonces, voy a hacer lo que es incorrecto”. Usted está negándole a Dios su propia integridad. Si cometo adulterio, le estoy diciendo a Dios: “Mira Dios, tú has dicho que, si soy fiel a mi esposa, tú vas a bendecir mi matrimonio, si amo a mi cónyuge en la vida, vas a bendecir esa unión y me vas a llenar de satisfacción. Pero sabes una cosa Dios, estás equivocado, no te creo, creo que hay más que puede conseguirse en una relación ilícita, que la relación que me has dado”. Y ése es un acto de falta de confianza en Dios. La fe siempre se viste de la coraza. Hace que usted sea impenetrable si usted cree en Dios, porque el pecado es siempre una tentación a no cree en Dios. Dios dice: “Haz lo correcto y te voy a bendecir”. Satanás dice: “Haz esto y vas a divertirte”. ¿A quién le cree usted? Haz esto y se va a sentir bien. ¿A quién le cree usted? Se reduce a eso.

Y entonces, esa es la razón por la que siempre digo, la manera en la usted vive su vida cristiana está relacionada directamente, en primer lugar, a su entendimiento de Dios y su confianza de que Él es quien es Él. Esa es la razón por la que lo más importante que usted puede jamás aprender como cristiano, no es algún tipo de fórmula para enfrentar la tentación, lo más importante que usted puede aprender como cristiano es la plenitud de quién es Dios y después, que crezca para creer en eso. Y si usted realmente confía en Dios, entonces, esas otras cosas no van a pasar. Usted no va a volverse presa de esas tentaciones. Si yo creo que Dios es soberano, y Dios es perfectamente justo, que Dios es todopoderoso, que Dios es fiel a su promesa, y que Dios tiene un plan perfecto para mi vida, y todo componente en él, está bajo su control. Entonces no cuestiono nada. No discuto con nada. No violo nada. Porque yo le creo a Dios. La fe levanta el escudo.

Ahora, ese es el lado duro. Cualquier escudo romano tenía un lado suave. Debajo de esa armadura dura había tela suave para calentar el cuerpo, y eso dice él, es amor. Es la coraza de fe y amor. Aquí está el otro lado de eso. Todo pecado refleja un fracaso al no amar a Dios. Todo pecado refleja un fracaso al no amar a Dios. ¿Qué quiere decir amor? Deleitarse en –escuche con cuidado– deleitarse en y devoción a Dios, como el objeto supremo de mi afecto. Deleitarse en y devoción a Dios como el objeto supremo de mi afecto.

Ahora, escuche esto con mucho cuidado. Sea quien sea el objeto supremo de mi afecto, va a controlar lo que hago. Si peco, lo que acabo de decir es: “Lo siento Dios, yo soy el objeto supremo de mi afecto” ¿Verdad? Yo voy a hacer lo que yo quiero hacer, voy a hacer lo que se siente bien para mí. Tú no eres el objeto supremo de mi afecto, pero si amo a Dios de manera suprema, Pablo dice en Romanos 13, el amor cumple toda –¿qué?– toda la ley. No necesito una ley que dice: “No hagan ninguna imagen de talla”, si amo a Dios de manera suprema, no voy a hacer ninguna. No necesito una ley que diga: “No tomes el nombre de Jehová tu Dios en vano”. Si amo a Dios de manera suprema, no voy a tomar su nombre en vano. No necesito leyes que digan: “haz esto y no hagas aquello”, porque va contra la voluntad de Dios. Y si amo a Dios de manera suprema, no voy a hacer esas cosas.

Entonces, el lado duro de mi coraza, esa fortaleza resistente, imparable, es que yo creo en Dios, y el lado suave es que amo a Dios. Y ente mi amor por Él, que es supremo, y mi confianza en Él que es suprema, me vuelvo impenetrable. Como puede ver, cuando usted peca, usted ha fracasado al no creer en Dios, y usted ha fracasado al no amar a Dios. Usted ha fracasado al no creer en Él, porque usted ha creído la mentira de Satanás, la mentira de sus impulsos pecaminosos. Y usted ha fracasado en no amarlo, porque usted se ha amado a sí mismo más, y usted ha querido satisfacerse a sí mismo. La confianza perfecta en Dios y al amor perfecto hacia Dios lo lleva a usted a la obediencia perfecta.

Entonces, Pablo dice: “Mira, tu conducta, el patrón de tu conducta es ahora luz, ustedes son hijos del día, estén vigilantes, pónganse su armadura, confíen en Dios con todo su corazón y no se apoyen en su propio entendimiento. Amen al Señor su Dios con todo su corazón, alma, mente y fuerzas, y ustedes van a resistir los ataques de las tentaciones de la noche”. La superficie exterior brilla con fe y la superficie interior está revestida de amor.

Y después, él añade otra protección que un soldado tenía que tener: el yelmo de la esperanza de salvación. Dice usted: ¿Por qué es que un cristiano necesita ponerse el yelmo de salvación? ¿Seguir poniéndoselo? ¿Acaso no tenemos ya salvación? Sí, pero él está hablando de la esperanza del aspecto futuro de nuestra salvación. Viene en tres dimensiones. Fuimos salvos en el pasado, el día que creímos. Somos salvos en el presente conforme somos mantenidos salvos por la gracia continua y perdón de Dios. Y algún día, todavía hay un elemento futuro de salvación en el que somos liberados de estos cuerpos; estos cuerpos son redimidos y se vuelven cuerpos nuevos y glorificados, y entramos a la perfección de ser como Jesucristo. Esa es la dimensión final de nuestra salvación. Eso es lo que él tiene en mente aquí. Este es un punto muy simple, él dice: “Te vas a proteger a ti mismo contra la tentación, si tu corazón está lleno de reconocimiento de lo que te vas a volver”.

¿Entiende usted eso? De lo que usted se va a volver. Si usted tiene la esperanza de gloria eterna, si usted sabe que es el hijo del día, que va a amanecer hasta llegar al día más grande y más brillante de gloria eterna, usted se va a conducir de manera coherente con su identidad. La esperanza de la gloria eterna, la esperanza de la venida de Jesucristo, verlo cara a cara, oír: “Bien, buen siervo y fiel”, recibir su recompensa, esa esperanza preserva al cristiano contra la amenaza de las tinieblas. Y no es una esperanza incierta, es una esperanza cierta.

Entonces, conforme realmente conozco mi destino futuro y sé que voy a estar con el Señor para siempre, y voy a servirlo y honrarlo para siempre, y algún día voy a ser recompensado por mi vida, eso me purifica. ¿Se acuerda de 1 Juan 3:3? “El que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”. Entonces, ¿Qué es lo que preserva y protege al creyente? Fe, esto es confianza en la perfección de Dios. Amor, devoción completa a Él como su deleite supremo. Y esperanza, la expectativa de que algún día usted lo va a ver cara a cara y va a recibir la recompensa por lo que usted ha hecho. Fe, esperanza y amor son las defensas contra el ataque de la noche.

Cuando la fe es débil, el amor es frío. Cuando el amor es frío, la esperanza se pierde y el pecado viene como resultado. Cuando la fe es fuerte, el amor es celoso. Cuando el amor es celoso, la esperanza es firme. Y cuando la esperanza es firme, la justicia resulta. Nuestra defensa contra las obras debilitantes de la noche es confianza fuerte en Dios en todas las cosas, un amor ardiente hacia Él y una esperanza purificadora en su regreso glorioso y el día en el que lo veremos cara a cara.

Somos diferentes. Somos diferentes en naturaleza, somos diferentes en conducta. Y necesitamos continuar siendo diferentes al defendernos contra el ataque de las obras de las tinieblas. Pero, incluso, cuando ocasionalmente hacemos las obras de las tinieblas, sabemos que están fuera del patrón normal para nuestras vidas. Somos gente del día, en términos de naturaleza y conducta y, por lo tanto, el día, el Señor y la ira de Dios no tiene nada que ver con nosotros.

Y finalmente, Pablo dice, no debemos temer, no solo debido a la naturaleza distintiva de nuestra naturaleza y nuestra conducta, sino debido a la naturaleza distintiva de nuestro destino. Esto es maravilloso. Versículo 9: “Porque no nos ha puesto Dios para ira”, ahora, estamos hablando de nuestro destino final, Dios no nos ha destinado para ira. Es casi como un pasado, presente y futuro. Nuestra naturaleza fue establecida en el pasado, eso es prueba de que no tenemos nada que ver con la ira. Nuestro patrón presente de obediencia es prueba de que no tenemos nada que ver con la ira. Y nuestro destino futuro, es prueba de que no tenemos nada que ver con el día del Señor o con la ira. En ninguna de estas dimensiones debemos tener temor alguno, Dios no nos ha destinado para ira.

Él dijo lo mismo, ¿no es cierto? Allá atrás en el capítulo 1, versículo 10, que Jesús nos libra de la ira venidera. También, Pablo escribió esa afirmación maravillosa, casi idéntica en Romanos 5:9: “Mucho más que habiendo sido ahora justificados por su sangre, seremos salvos de la ira de Dios mediante Él”. No estamos destinados para ira, nuestra esperanza es razonable entonces, debido a esta gran verdad. Debemos ser consolados, debemos ser alentados. Dios soberanamente no nos ha destinado para ira.

Cuando Dios derrame su ira en el día del Señor, no será para nosotros. Cuando Dios derrame su ira final en el infierno eterno, no será para nosotros. La palabra “puesto” implica que Dios tiene soberanía sobre nosotros, como lo hace sobre toda la vida humana en la historia. Y su plan, que fue establecido desde antes de la fundación del mundo, nos incluyó en gloria. No fuimos destinados, predestinados, pre-ordenados para ira, sino que fuimos predestinados, predeterminados, pre-ordenados y conocidos de antemano para gloria. Antes fuimos hijos de ira, Efesios 2:2 y 3, antes de que fuimos salvados éramos hijos de ira, pero no más.

Ahora, ¿De qué ira está hablando? ¿Qué tipo de ira hay aquí? La palabra org es usada, significa un enojo ardiente, fijo. No es solo algo impulsivo. Es un enojo establecido, ardiente. Pero, ¿Qué significa? Bueno, este término ira, o la ira de Dios, es usado con frecuencia en la Escritura, y generalmente habla de una referencia general para el juicio final de Dios, sin que necesariamente sea específico. Por ejemplo, en Mateo 3:7, Juan el Bautista vio a los fariseos y a los saduceos y él dijo: “¡Generación de víboras!, ¿quién os advirtió que huyereis de la ira venidera?”. ¿Qué quiere decir con eso? Condenación final, infierno, juicio final, ira eterna sobre los pecadores, la furia de Dios desatada en el pozo de la oscuridad y ardiendo.

En Juan capítulo 3, Juan termina ese tercer capítulo: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece en él”. ¿Qué ira es esa? Juicio eterno, condenación eterna, castigo eterno. Usted llega a Romanos 1, versículo 18: “Porque la ira de Dios se manifiesta desde el cielo en contra de toda impiedad de injusticia de los hombres que tienen con injusticia la verdad”. De nuevo, eso es muy general, hablando de la condenación definitiva, el juicio final de los pecadores. Usted encuentra en Romanos capítulos 2 el mismo tipo de situación. Versículos 5 al 8 hablan de la ira y del día de la ira de Dios. Y a lo largo de Romanos, capítulo 3, versículo 5; 4, versículo 14; 5, versículo 9; capítulo 9, versículo 22; capítulo 12 y versículo 19, y demás. Y entonces, usted también puede comparar Efesios 5:6; Colosenses 3:6 e incluso el capítulo 14 de Apocalipsis.

Y en todas estas usted encuentra que se habla de la ira en términos algo generales, en donde Dios simplemente está hablando de condenación definitiva, destrucción definitiva de los impíos, cuando Él derrama su ira. Dios no nos ha destinado para ira, punto, en el sentido general amplio. Pero, debe incorporar en ella también el concepto del día del Señor, porque de eso está hablando el contexto de 1 Tesalonicenses 5.

Entonces, conforme vemos el versículo 9, y dice que no nos ha puesto para ira; debemos incorporar en esa palabra “ira” el día del Señor. No somos destinados para ira eterna, y no somos destinados para ira temporal. En el día del Señor, cuando él queme a todos los pecadores sobre la tierra y después, los envíe al infierno. No tenemos parte en ninguna de esas cosas. No es nuestro destino.

Y por cierto, hay uso de la ira de Dios para referirse al día temporal del Señor. Si usted, toma el tiempo, usted puede ver Apocalipsis 6, en donde usted tiene el sexto sello, y dice: “El gran”, versículo 17, “día de su ira”, esto es la ira de Dios y del cordero, “ha venido; ¿y quién podrá mantenerse en pie?”. Y entonces, hay un día específico de ira, que se refiere al día del Señor. De hecho, en el versículo 18 de Apocalipsis 11: “Tu ira vino” dice en Apocalipsis 16:19 y 19:15. Entonces, cuando usted ve la ira de Dios es su término general de la condenación final de Dios contra los pecadores, pero algunas veces se concentra en un día específico de furia, como señalé en varios lugares en el libro de Apocalipsis. Bueno, no estamos destinados para ninguna de esas cosas, ninguna de ellas.

Ahora, con eso en mente, de regreso al versículo 9: “Sino”, manteniendo las distinciones claras, “para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Para adquirir, literalmente en el griego. Y aquí Pablo tiene la idea de esa tercera dimensión, esa liberación final, completa, gloriosa, futura, del juicio que está por venir. Esa salvación definitiva y liberación que nos levanta a la gloria y nos hace como Cristo. Esa redención de nuestros cuerpos. Esa glorificación que es la fase final de nuestra salvación. Y él dice, me encanta esto, al final del versículo 9: “Mediante o por nuestro Señor Jesucristo”. Todas las tres fases son mediante el Señor, en el pasado fuimos salvos, en el punto de la fe, mediante nuestro Señor Jesucristo. Estamos siguiendo siendo salvos mediante el poder del Señor Jesucristo, seremos librados definitivamente de la ira venidera y llevados a la presencia de Dios mediante nuestro Señor Jesucristo. Todas las tres fases, todos los tres tiempos, pasado, presente y futuro, descansan en lo que Cristo ha hecho.

Y esa es la razón por la que en el versículo 10, él entonces dice: “El Señor Jesucristo, quien murió por nosotros”, quien murió por nosotros. Me gustaría que tuviéramos tiempo para escarbar en esa afirmación. Esa es una afirmación poderosa, por quien murió en nuestro lugar, quien murió en referencia a nosotros, para morir en nuestro lugar, para morir como nuestro sustituto. Él no murió para sí mismo. Él no fue matado como mártir por su propia causa, Él murió por nosotros. Él murió a favor nuestro. Él murió para lograr por nosotros lo que de otra manera nunca podríamos haber logrado.

Gálatas 1:4: “Quien se entregó a sí mismo por nuestros pecados para librarnos de este siglo malo presente”. Él murió por nosotros, una muerte sustitutiva, Él murió en su lugar, Él llevó en su cuerpo sus pecados y los míos, Él se volvió nuestros pecados para que pudiéramos volvernos como Él. Ése es el mensaje de la cruz, Él murió por nosotros. Él pagó nuestra paga. Él sufrió nuestro castigo y nuestro juicio en las manos de Dios.

Dice en 2 Corintios 5:15: “Y Él murió por todos, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”. Él murió por todos; por usted y por mí, en nuestro lugar. Él llevó nuestra muerte, y la llevó por nosotros. Y debido a eso, Él nos concedió salvación. Él puso su vida, dice en Juan 10:11, por las ovejas. Su muerte fue la única condición. ¿Entendió eso? La única condición en procurar, como la posesión peculiar de Dios, un pueblo destinado para salvación. Fue la única condición. La muerte de Cristo nos aparta de la gente de la noche. Él murió por nosotros.

Ahora, versículo 10: “Para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él”. Ahora, él no se está refiriendo a estar dormidos o despiertos en el sentido del versículo 6, que la gente de la noche está dormida y la gente del día está despierta, o estará diciendo, seamos gente del día o gente de la noche vamos a estar con Él. No, no es así. Él está remontándose al capítulo 4, y allá atrás habló de creyentes que están despiertos y dormidos. Hay creyentes que están vivos, y hay creyentes que están dormidos. En los versículos 13 al 15, estaban preocupados por lo que pasa a los creyentes que mueren o que están dormidos. Usaban el término dormir para muerte, cuando el rapto venga. Y aquí, él se remonta a su pregunta original, y él dice, murió por nosotros los hijos del día, que estemos despierto, esto es vivos, o que estemos dormidos, esto es, hayamos dormido; vivamos juntos con Él.

Como puede ver, si usted está cuestionando si usted va a terminar en el día de la ira, si va a terminar en el día del Señor, está cuestionando la eficacia de la muerte de Cristo. Él está diciendo: “Miren, su naturaleza es diferente, su conducta es diferente, y su destino es diferente, como es determinado por un Dios soberano y cumplido mediante una muerte sacrificial sustitutiva de su propio Hijo”. Él está diciendo, sea que vivan o mueran, como cristianos, como una persona del día, su destino no es ira. Su destino es vivir juntos con Cristo. Jesús lo dijo en Juan 14: “Voy a preparar –¿qué?– lugar para vosotros, y regresaré para recibirlos para que estén conmigo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Van a venir y van a estar conmigo en mi presencia eterna.

Al final del versículo 17 y capítulo 4, “Estaremos para siempre con el Señor”. ¿Lo ve? No hay necesidad de temer el día del Señor. No hay necesidad de temer la condenación y juicio futuro de los impíos. Sea que viva o muera como cristiano, o sea que esté despierto o dormido cuando suceda, usted no va a estar ahí. Su naturaleza es diferente, su conducta es diferente, su destino es diferente.

Entonces, en conclusión, versículo 11: “Por lo cual”, ahora él está siendo muy pastoral, “animaos unos a otros”. La palabra “animaos” es exactamente la misma palabra que la palabra “alentaos” en el capítulo 4, versículo 18, palabra idéntica. Consolaos unos a otros, aquellos que están ansiosos, y preocupados y temerosos. Y edificaos unos a otros, aquellos que son débiles y no conocen mucho y la debilidad de su entendimiento hace que estén así ansiosos. Alienten y edifiquen. No hay razón para estar desanimados. No hay razón para ser débiles y estar en duda.

Él dice, hagan eso, y después, él añade al final del versículo 11: “Así como lo hacéis”. Eran una iglesia tan digna de reconocimiento. Atrás en el capítulo 4, versículo 1, él dice: “Quiero que abundéis más”. Ya lo están haciendo, pero quiero hagan más de eso. Eran un buen grupo. Ya van por el camino correcto, dice él ahora, aliéntense unos a otros y ahora, fortalézcanse unos a otros con esta confianza, que conforme ven el futuro, nunca conocerán la ira de Dios, nunca experimentarán el día de Señor. No es para ustedes.

Entonces, como cristianos, vivimos en la realidad de que Jesucristo viene para arrebatar a su novia, la iglesia, para librarla del día del Señor y la ira eterna. Para concederle gozo eterno y gloria en su presencia para siempre. No tenemos parte en la ira. No tenemos parte en las tinieblas. No tenemos parte en la noche, el sueño, la borrachera de la gente de la noche que va camino al infierno. No tiene nada que ver con nosotros. E incluso esas personas que sean salvas después del rapto de la iglesia y que atraviesen por el día de Señor, van a ser libradas de él, porque van a pisar sobre las cenizas de aquellos que son consumidos por Él, la gente del día, sean consolados, sean consolados. La gente de la noche, sean advertidos, sean advertidos. Oremos.

Señor, éste es un texto tan poderoso y directo. Toca de manera tan incisiva cada una de nuestras vidas. Nadie puede escapar, para todos nosotros que estamos oyendo esto, somos gente del día o gente de la noche. Y para la gente del día, qué palabra de consuelo, qué palabra de aliento, y qué palabra de exhortación para mantener la armadura puesta. Para la gente de noche, qué palabra de advertencia tan terrible, tan fuerte, de venganza venidera, condenación, juicio, castigo.

O Señor, oro por la gente del día que sea alentada y consolada y edificada y fortalecida. Oro por la gente de la noche, que la luz pueda brillar en ellos y el deseo de tu corazón es mencionado allá atrás en el Salmo 107 donde comenzamos, que se cumpla, que sean trasladados de las tinieblas a la luz, mediante el conocimiento de Jesucristo, quien es la luz del mundo, y en quien, cuando andamos, no hay tinieblas. Padre, lleva a cabo tu obra al alentar a la gente del día, y al sacar a la gente de la noche de su noche de tinieblas al amanecer de día glorioso. Estas cosas pedimos en el nombre de Cristo. Amén.

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