Abra su Biblia en Tito, capítulo 3. Estamos en medio de estudiar en el capítulo 3 de Tito, versículos 1 al 8. Y aunque ya los hemos cubierto una vez, quiero llevarlo a ese mismo texto de nuevo para el mensaje esta mañana, en particular me gustaría leerle los versículos 4 al 7. Tito, capítulo 3, versículos 4 al 7: “Pero cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna”.
Esa afirmación está tan cargada de verdad teológica que un hombre podría predicar de por vida en base a esto. Hay tantas palabras que podrían ser estudiadas de manera exhaustiva durante meses y meses. Hay verdad ahí que abarca desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura, conceptos en y en torno a la gran verdad de la salvación que demandan nuestra atención en gran profundidad y con meditación profunda. Pero todas las verdades que están ahí, son tratadas en muchos otros lugares en el Nuevo Testamento. Y entonces, en lugar de agotar todo lo que podría ser agotado en este texto, quiero que lo veamos en términos de su mensaje con respecto a la salvación en un sentido general y dejar la profundidad más fuerte para su propio estudio y para esas Escrituras que se relacionan a él.
Hay una frase que es el corazón de este pasaje que leí, se encuentra al principio del versículo 5. Dos palabras en español, “Nos salvó”. En esas palabras simples, usted tiene la médula de la fe cristiana, todo tiene que ver con la salvación, todo tiene que ver con Dios salvando a pecadores. La palabra “salvó” se ha vuelto un término distintivamente cristiano, aunque en el idioma griego el verbo original σῴζω (sozo), el cual es traducido “salvó”, podía significar liberación temporal. Era una palabra usada para describir al rescatar a alguien del peligro, preservar a alguien seguro del daño, liberando a alguien de ruina y desastre potenciales, salvar a alguien en medio de la muerte.
De hecho, en el Evangelio de Mateo, en varias ocasiones hay dichos usos de la palabra en maneras temporales. Uno viene a la mente particularmente en Mateo 8:25, en donde los discípulos que estaban en una tormenta en el mar de Galilea dijeron: “Sálvanos, Señor, que perecemos”. Y no estaban hablando de salvación espiritual, estaban hablando de liberación física de una tormenta que estaba a punto de quitarles la vida. Entonces, el verbo habla de rescatar a alguien en un peligro o desastre inminente, grave, serio e incluso, permanente.
No obstante, en el sentido espiritual, el cual es su uso primordial en el Nuevo Testamento, tiene la idea de ser salvado del pecado, ser rescatado del pecado, del poder del pecado, del castigo del pecado, ser preservado, por lo tanto, seguro y sin daño alguno de la ira divina, del juicio, del infierno, del castigo eterno. Nosotros conocemos y amamos la Palabra. Entendemos lo que significa. Hablamos de ser salvados. Hablamos de la salvación. Recordamos las palabras del apóstol Pablo, quien dijo al escribirle a Timoteo: “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, para rescatar a pecadores que de otra manera estaban condenados”.
Pero la palabra en su sentido espiritual, no sólo conlleva una connotación negativa, esto es, de rescatarnos del desastre inminente y el peligro mortal. También tiene una connotación positiva, que conlleva la esencia no sólo de sacarnos del peligro, sino de colocarnos en la bendición; no sólo librándonos del castigo, sino llevándonos a la gloria; no sólo sacándonos de la amenaza del infierno, sino dándonos la esperanza del cielo; no sólo sacándonos de la ira divina, sino llevándonos a un lugar de bendición divina. La palabra, entonces, conlleva la idea de ser liberado, como dijo Pablo, del reino de las tinieblas al reino del Hijo amado de Dios. Es usada de esa manera, por ejemplo, en Hechos 2:47, en donde dice que el Señor añadía a la iglesia cada día a los que eran salvos. Estaban siendo rescatados del pecado y colocados en el cuerpo de Cristo, la iglesia, el lugar mismo de la bendición. Y entonces, es que hemos llegado a conocer y amar la palabra “salvo”.
Me acuerdo como joven estaba predicando en una ocasión en Jóvenes Para Cristo, aquí en el Valle de San Fernando, poco después de que había venido a Grace, y se me pidió que predicara un sermón evangelístico y se llevó a cabo ahí en lo que era la Primera Iglesia Bautista de Van Nuys, en su auditorio. Y había unos 1200 jóvenes ahí, y fue una gran oportunidad para mí para predicar el evangelio. Y prediqué acerca de lo que significa ser salvo. Y después, algunos se me acercaron y me dijeron: “Bueno, mientras que apreciamos tu esfuerzo, pensamos que deberías dejar de usar la palabra 'salvo', debido a que se ha vuelto una palabra irrelevante en el vocabulario inglés. Deberías encontrar un mejor término”. Tengo dificultades, siendo honesto con usted, en mejorar la Palabra de Dios. Y he escuchado y he agradecido a esas personas de manera amable por su sugerencia, y seguí predicando la salvación, y he continuado haciéndolo. Este término es un término maravilloso y rico. Y no necesita estar cargado entre comillas de tanta connotación cristiana que perdemos el sentido de lo que realmente significa. Significa ser rescatado de un peligro inminente mortal.
Esta palabra ha llegado a ser una palabra tan amada que usted la encuentra en los himnos y canciones del cristianismo a lo largo de su historia. Esa palabra que ustedes cantaron y oyeron cantada esta mañana, me imagino que ciertamente, sino casi, cada Día del Señor aquí en Grace, y en la mayoría de las iglesias al rededor del mundo, la cantamos. Y cantamos: “Aleluya, qué Salvador, aleluya. Qué amigo, salvando, ayudando, guardando, amando, Él está conmigo hasta el final”. Y cantamos himnos amados y maravillosos como el que aprendí cuando apenas era un niño. “Encontré un amigo, oh dicho amigo, Él sangró, Él murió para salvarme y no mediante los regalos de su vida, sino mediante sí mismo. Él me dio, yo me aferro al dador, mi corazón, mi fortaleza, mi vida, todo son de Él y de Él para siempre”.
Cantamos de Su salvación. Hablamos de Su salvación. Incluso, oramos agradeciéndole a Dios por salvarnos. Es un concepto profundo. Es la esencia del cristianismo. El cristianismo es una religión de rescate, si queremos llamarla una religión. Es una relación de rescate. Es Dios salvando a los hombres y a las mujeres de su pecado y de la consecuencia inevitable, y mortal, eterna del mismo. Por lo tanto, es el tema de nuestra predicación. Es el tema de nuestro testimonio. Es el tema de nuestra adoración, es el tema de nuestras oraciones y el tema de nuestras canciones. De manera profunda, la gran realidad de la fe cristiana está resumida en esas palabras magníficas: “Nos salvó… del pecado, de su poder y de su paga.
Para recordarnos cuán desesperadamente necesitamos ser salvados, vea el versículo 3. Pablo incluyó uno de sus catálogos conocidos de la depravación humana. Él dice que nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia aborrecibles y aborreciéndonos unos a otros. Esos términos pueden ser añadidos a la multiplicidad de términos que encontramos a lo largo del Nuevo Testamento para describir la condición del hombre triste y trágica caída. En Romanos, capítulo 1, Pablo describe al hombre caído como siendo víctima de la lujuria de su corazón a la impureza. Él lo describe como entregando su cuerpo para ser deshonrado. Dice que él intercambió la verdad de Dios por una mentira, adora y sirve a la criatura antes que al creador. Él se entrega a pasiones degradantes, de tal manera que las mujeres intercambiaron la función natural por aquello que es no natural, así como hombres ardiendo en su deseo unos hacia otros, hombres con hombres cometiendo actos indecentes, recibiendo en sus propias personas, el castigo debido a su propio error. Él describe la depravación humana como teniendo una mente reprobada o depravada, estando llenos de toda injusticia, impiedad, avaricia, maldad, envidia, homicidio, contienda, engaño, malicia, calumniadores, aborrecedores de Dios, insolentes, arrogantes, inventores de males, desobedientes a los padres.
Él dice que el hombre depravado caído está sin entendimiento, no es digno de confianza, no es amoroso, es cruel. Y, aunque él conoce la ordenanza de Dios y sabe que aquellos que practican dichas cosas son dignos de muerte, él no sólo las hace, sino que se complace con el resto que también las cometen. El apóstol Pablo también describió al hombre caído en 1 Corintios 6, constituido de fornicarios, idólatras, adúlteros, afeminados, homosexuales, ladrones, avaros, borrachos, maldicientes. Y en Gálatas, capítulo 5, él describe la naturaleza caída humana como involucrándose en inmoralidad, impureza, sensualidad, idolatría, hechicería, enemistades, celos, iras, contiendas, disensiones, envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes a esas. Y a los efesios, él les da esta descripción: “Son fútiles en su mente, entenebrecidos en su entendimiento, excluidos de la vida de Dios, ignorantes, duros de corazón, sensuales, practicando todo tipo de impureza con avaricia”.
Y supongo que podríamos resumirlo con las palabras de Pablo en Efesios 2. Él dice que andan según el curso de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia. Son motivados por los deseos de su carne, los deseos de la carne y de la mente y son por naturaleza los hijos de ira. Esa es la depravación humana. Esa es una descripción del hombre antes de que él es rescatado, antes de que él sea salvado.
Observe el versículo 3 por tan sólo un momento y recuerde lo que este texto dice. Él le recuerda al lector, Tito, y todos los que oirán de Tito en las iglesias en Creta que solían ser insensatos, eso es ἀνόητος (anoetos) en griego, significa ignorante, que carecen de entendimiento. Eran desobedientes. Esto es: rebeldes, resistentes a Dios, a Su verdad y a Sus mandamientos. Estaban engañados, esto es, estaban desviados por toda cosa mala imaginable. Se desviaban como una estrella que está desviada, pervertidos del camino justo y el estándar. Esclavizados, son esclavos a la concupiscencia, esto es, deseo malo y al placer, la necesidad de sentir placer. Pasaban su tiempo en la malicia, eso simplemente significa maldad, impiedad y envidia, lo cual significa una voluntad mala hacia otros. Se caracterizan por ser aborrecibles y aborreciéndose unos a otros. Egocéntricos, aislados, se vuelven detestables, detestando a todo mundo que los rodea, que estorba la satisfacción de sus placeres.
Todo ese diagnóstico de todas esas Escrituras lo llevan a usted de regreso a Romanos 1:18, en donde dice: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo en contra de toda impiedad”. De regreso a Romanos 6:23: “La paga del pecado es muerte”. Muerte, infierno, castigo eterno.
A partir de este destino horrendo necesitamos ser rescatados. Y el hecho obvio es que no podemos rescatarnos a nosotros mismos. Y entonces, hacemos la pregunta... ¿Quién rescatará a pecadores tan llenos de vicio, tan malvados, tan consumados? Ningún humano tiene el deseo. Ningún humano tiene el plan. Ningún humano tiene el poder. ¿Quién lo hará? Y usted llega al versículo 5, y a esas palabras maravillosas: “Nos salvó”. ¿Quién? Versículo 4, Dios nuestro Salvador. ¿Quién? Versículo 6: “Jesucristo, nuestro Salvador”. Dios quien es un Dios salvador. Cristo quien es un Señor salvador. Están comprometidos con rescatar a pecadores indignos. Esa es la razón por la que Él es llamado Dios nuestro Salvador y Cristo es llamado Cristo nuestro Salvador a lo largo de esta epístola, dos veces en cada uno de los tres capítulos.
¿Cuál es la meta de esto? Él nos salva, ¿para qué razón? Observe el final del versículo 7: “Para que viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna”. Que en lugar de vivir en el temor de la muerte, y el temor del infierno, y el temor del castigo eterno y bajo el poder del pecado, podamos ser herederos de la vida eterna y vivimos en la esperanza del cielo. En otras palabras, Él nos rescata para cambiar nuestro destino eterno. Y como consecuencia, para llenar nuestros corazones de esperanza en lugar de terror. Para hacernos, como Pablo dice en Romanos 8:17: “Herederos y coherederos con Jesucristo”. Para darnos, como Pedro dice en 1 Pedro capítulo 1: “Una herencia que es incorruptible, incontaminada, inmarcesible, reservada en los cielos para nosotros”. Él nos salvó de la consecuencia del pecado, el cual es el infierno. Él nos salvó del lugar de la muerte eterna que llena el corazón de temor. Y Él nos salvó al lugar de la vida eterna que llena el corazón de esperanza, esto es, el cielo.
Entonces aquí, en estos versículos, versículos 4 al 7, Pablo se enfoca en el elemento más importante del evangelio cristiano... eso es la salvación... el rescate de pecadores de la ira y el infierno, y la preparación de ellos como santos para bendición y para el cielo.
Ahora, por cierto, los versículos 4 al 7, son una afirmación monumental de la salvación... muy, muy poderosos y cargados de tanta teología. Y no quiero excederme en el punto, como dije antes, entonces, lo veremos de manera más bien ligera en comparación a lo que merece y esperamos que lo pueda llenar de cosas que hemos aprendido a lo largo de los años en otros textos. Pero es un pasaje magnífico. Podría permanecer solo al pie, aislado, como una afirmación de teología; y probablemente así fue. Recuerda que le dije que probablemente fue un credo de la primera iglesia o incluso un himno de la primera iglesia; y como tal habría sido recitado por repetición, habría sido encomendado a la memoria por muchos. Esa es la razón por la que el versículo 8 es llamado “palabra fiel es esta”, o bien pudo haber sido cantado siguiendo algún tono como un himno. Permanece de pie por sí solo.
También encaja en este contexto porque a lo largo de los capítulos 2 y 3, Pablo está instruyendo a Tito a cómo enseñarle a la iglesia a cómo vivir. En el capítulo 2, cómo vivir dentro de la iglesia. En el capítulo 3, cómo vivir en el mundo en el sistema pagano. Y una de las cosas que es muy importante para ellos viviendo en un mundo pagano es asegurarse de que recuerden que la única razón que son diferentes es porque Dios los salvó. No pueden vivir con una justicia personal arrogante, menospreciando al resto de la gente en una actitud condenadora. No pueden vivir siendo hostiles a una cultura pagana, contenciosos, peleando contra esa cultura, menospreciando a esa cultura, abusando de la gente en ella, atacándolos personalmente. No, tienen que reconocer que la única razón por la que no son parte de esa cultura es porque Dios los salvó. Y entonces, es con un sentido de misericordia y compasión que vivimos en nuestra sociedad pagana y vemos la condición trágica de los perdidos que fuimos una vez y que éramos tanto parte de eso. No los resentimos. No los odiamos. No peleamos contra ellos. No los tratamos con menosprecio o falta de amabilidad, incluso a los más paganos de ellos. No nos sentimos mejores, superiores o más sabios. Estamos agradecidos porque Dios nos salvó.
Ahora, quiero que observe esa afirmación de nuevo en el versículo 5: “nos salvó”. Simplemente, refleja el hecho de que la salvación es de manera total la obra de Dios. Eso es lo que está diciendo... nos salvó. Pablo está enfatizando la soberanía independiente, no influenciada con la que Dios salva, totalmente afuera de nosotros, nos salvó. El punto es que no podíamos hacer nada por nuestra condición. No teníamos esperanza, muertos en delitos y pecados. No podíamos hacer nada, Él nos salvó.
Ahora, conforme vemos más de cerca esta salvación soberana, vamos a ver cómo esa idea de que Dios es soberano en toda la obra de la salvación se desarrolla de siete maneras. ¿Muy bien? Hay siete aspectos en el hecho de que Dios nos salvó. Y fluyen en torno a esa afirmación “nos salvó”. Aquí están: Nos salvó por Su bondad, por Su amor, por Su misericordia, por Su regeneración, por Su Espíritu, por Su Hijo y por Su gracia. Esa es la operación divina séptuple que produce nuestro rescate. Estos versículos forman una oración larga, abarcando la iniciativa soberana divina y el logro de la realidad de la salvación. Vamos a ver estos siete aspectos que nos dicen cómo es que Él nos salvó.
Primero, Él nos salvó, número uno, por Su bondad... por Su bondad. Versículo 4: “Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y Su amor para con los hombres, nos salvó”. Fue bondad lo que hizo que Dios llevara a cabo un plan salvador. Dios es bueno. ¿Qué queremos decir con eso? La palabra literalmente significa “bondad de corazón”. Significa que Él tiene una preocupación en Su corazón hacia personas en miseria. Dios básicamente es bueno. Él es inherentemente bueno. Él es inherentemente amable. En Lucas, por ejemplo, había muchos lugares a los que podría ir para ver la bondad de Dios, pero creo que está resumida de manera concisa en Lucas 6 versículo 35. Jesús enseñando dice esto: “Amad a vuestros enemigos y haced el bien y prestad, esperando nada a cambio, y vuestro galardón será grande... y, escuche esto... y seréis hijos del Altísimo, porque Él mismo es amable a hombres ingratos y malos”. Ahí está la esencia misma del atributo de Dios, bondad. Él es bueno, incluso hacía hombres ingratos y malos. Es la naturaleza innata de Dios, ser amable, ser paciente, a pecadores muy inmerecedores, a pecadores muy ingratos. Él es paciente, Él soporta, Él es bueno. La Biblia dice que Él hace llover sobre justos e injustos. Él salva a todos los hombres, 1 Timoteo 4:10 dice, en un sentido temporal, librándolos de la muerte inmediata y la condenación que debería venir después de la primera vez que cometen su primer pecado o tienen su primer pensamiento malo. Él es bueno.
Pablo incluso nos dice que Su bondad es deliberada en Romanos capítulo 2, versículo 4: “¿O menosprecias las riquezas de su bondad, ignorando que la bondad de Dios te lleva al arrepentimiento?”. Dios es bueno, y Él es amable, y Él es paciente y Él soporta para que los hombres puedan tener tiempo para arrepentirse. Romanos, capítulo 5, Pablo dice “donde el pecado abunda, la gracia abunda aún más”. Eso refleja la bondad de Dios. En Romanos 11, versículo 22, de nuevo: “He aquí la bondad y la severidad de Dios para aquellos que cayeron severidad, pero para ti la bondad de Dios”.
Dios es amable. Dios es bueno. Él no encuentra placer en la muerte del impío. Él no quiere que ninguno perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento. Él quiere que todos los hombres sean salvos. Y esto refleja Su corazón de bondad hacia los pecadores que son Sus enemigos indignos. Y fue esta virtud misma innata, este componente en el ser eterno de Dios que movió a Dios a salvarnos. Esto es contrario, por cierto, a los dioses de los tiempos antiguos que básicamente eran malos, por lo menos en los inventos mediante los cuales los hombres los diseñaron a su propia imagen. Juan Calvino escribió: “Dios nunca encontrará en nosotros nada que Él debería amar”, fin de la cita. Pero Él es amable y Su amabilidad alcanza a pecadores indignos. Él nos salvó por Su bondad. Todo es iniciado en la bondad no influenciada y soberana de Dios.
En segundo lugar, observe en Tito 3, Él nos salvó por Su amor. Versículo 4 dice: “Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor para con los hombres”. Él ama a la humanidad. Ese es un término genérico muy amplio que abarca mucho. La bondad que es Su virtud se manifiesta a sí misma en amor hacia la humanidad. La palabra para amor aquí es una bastante interesante. No es una palabra que normalmente está asociada con amor en el Nuevo Testamento, es la palabra griega φιλανθρωπία (filantropia), de la cual obtenemos filantropía. Literalmente significa lástima, compasión, prontitud para liberar del dolor o la aflicción debido a afecto fuerte. Tiene la idea de un fuerte afecto. No tiene algún tipo de componente en el que busca el beneficio personal. No es lástima por la razón equivocada. Es lástima que fluye de afecto fuerte.
Dios es amable. Él es amable hacia los hombres ingratos y malos, como Jesús dijo, y Su bondad hace que Él tenga un afecto fuerte a partir del cual Él quiere actuar en lástima y compasión. Es un concepto magnífico. Ahí está Dios en la gloria, perfectamente santo. Aquí en el mundo está el hombre caído y es la naturaleza de Dios el anhelar ser amable hacia el hombre caído, luchar por el tiempo que pueda con el hombre caído, soportando de manera paciente, de tal manera, que él pueda arrepentirse. Y a partir de esa bondad viene la filantropía de Dios, la compasión de Dios, el afecto pronto de Dios por tocar la vida del pecador miserable y hacer que sea buena y mejor.
Encontramos el uso de esta palabra bien ilustrada en Hechos 28, donde el apóstol Pablo junto con el grupo de personas en el barco que había llegado al final del naufragio. El barco había sido golpeado por las olas y había sido despedazado y estaba ahí atorado en la arena. Recordará usted, habían llegado a una isla llamada Malta, y el versículo 2 de Hechos 28, dice: “Y los nativos nos mostraron bondad extraordinaria”. Ahí estaban mojados, acababan de ser arrastrados a la costa por las olas que estaban chocando. Todas las almas habían llegado ahí a la costa, vivas por la providencia de Dios. No tenían alimento. No tenían recursos. Había una tormenta y había lluvia en ese momento. Y estas personas les mostraron, dice en una versión: “Bondad extraordinaria”. Los recibieron. Los alimentaron. Los calentaron. Tenían una fogata, los vistieron.
El griego literal dice esto: “Y los bárbaros nos mostraron no el amor ordinario”. Eso es φιλανθρωπία (filantropia). Es un amor que no sólo es una emoción, alcanza con un afecto fuerte en lástima y compasión. Es traducido en el capítulo 27 de Hechos, por la palabra “consideración”, que lo toma de un sentimiento a un acto. Dios, entonces, es amable en Su naturaleza y Él es bueno. Y lo único que tiene que hacer es mirar a su alrededor para ver eso. Aquí hay un mundo hermoso, y glorioso y maravilloso, lleno de toda clase de expresiones de bondad de Dios hacia pecadores indignos que odian al Dios mismo que es amable hacia ellos.
Él es amable y compasivo por naturaleza; y Su bondad y compasión hacen que Él alcance con un afecto fuerte. Y de esta manera, la Escritura dice Su amor hacia todos los hombres. El Antiguo Testamento celebra Su misericordia. Lamentaciones 3:22, dice que es un regalo diario de Dios, Sus misericordias son nuevas cada mañana. Su misericordia se extiende de día a día. Grande es Su fidelidad. Pero en ningún lugar Su amor y la expresión de esta lástima compasiva fuerte es expresada mejor que en la historia del hijo pródigo en Lucas 15. Dios es el Padre y el hijo es el pecador indigno, pecador. El pecador indigno regresa hacia el padre y en Lucas capítulo 15, lo que usted está encontrando aquí, todo tiene que ver con el amor de Dios.
Dice en el versículo 20: “El padre, cuando estaba lejos, vio al hijo; y sintió compasión y corrió y lo abrazó y lo besó repetidamente”. Ese es el corazón de Dios. Él no se resiste a recibir al pecador. Él no está distante. Él no es estoico. Él corre, y abre sus brazos, y abraza al pecador, y lo abraza y lo besa porque Él se preocupa tan profundamente, porque Él es tan amable. Y el hijo, recordará usted, dice: “He pecado contra ti y a tus ojos y ni siquiera soy digno de ser llamado tu hijo”. Y el padre dice olvida eso, preparó un banquete, sacó la túnica, colocó el anillo en su dedo, mató al becerro engordado y le da, celebra un banquete como ningún otro banquete. Esa es la bondad de Dios. Eso también en contraste absoluto a la indiferencia de los dioses de la época en la que esto fue escrito.
Bondad y compasión amorosa se veían como las virtudes más elevadas que los dioses griegos antiguos jamás podrían tener, pero no habían muchos que parecían tenerlas. Pero aquí en Tito señalamos que estas cosas aparecieron, la bondad de Dios y Su amor hacia la humanidad se manifestaron. ¿Cuándo aparecieron? Así como en, ahí en el capítulo 2:11 atrás, cuando la gracia de Dios apareció, esa es una referencia a la encarnación. No es que nunca habían aparecido antes, la bondad de Dios y el amor de Dios podrían ser vistas en muchas maneras. Pero la manifestación visible, personal, completa de la gracia de Dios, la bondad de Dios y el amor de Dios vinieron en la encarnación de Jesucristo. Él fue compasión. Él fue lástima hacia otros. Él fue amor. Él fue bondad. Él fue amabilidad en forma humana, Él fue el Dios eterno hecho visible y todos los atributos del Padre divino que amó a los pecadores fueron hechos visibles en Jesús. Si usted se ha preguntado si Dios ama a pecadores, vea a Jesús llorando por ellos. Cuando Él apareció, la bondad y el amor fueron encarnados; y Él nos salvó. No podemos rescatarnos a nosotros mismos, fue la bondad y el amor de Dios que aparecieron en Cristo, que comenzaron esa operación de rescate.
Por cierto, esa aparición históricamente no significa nada a menos que aparezca en su corazón por la fe... por la fe. Yo creo que a lo que se está refiriendo en el versículo 4 es la encarnación, que la bondad de Dios y el amor de Dios aparecieron, siendo hechos visibles o manifiestos en Cristo. Pero esa aparición está perdida para aquellos que nunca colocan su fe en Él. Entonces, la salvación es por bondad y por amor.
En tercer lugar, nos salvó por Su misericordia. No sólo por Su bondad, por Su amor, si no ahora pasamos a Su misericordia. Su bondad hizo que Él sintiera un afecto fuerte. Su afecto fuerte, compasión y lástima hacia otros causaron que Él fuera misericordioso. Y entonces vemos el versículo 5, Él nos salvó no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por Su misericordia.
La misericordia es una palabra magnífica, ἔλεος (heleos). Es diferente que la gracia. La gracia se relaciona a la culpabilidad. La misericordia se relaciona a la miseria. La gracia se relaciona al estado del pecador ante Dios, el juez. La misericordia se relaciona a la condición del pecador en su pecado. La gracia es un concepto judicial que perdona el crimen. La misericordia es un concepto compasivo que ayuda al criminal a recuperarse. La misericordia ve la miseria, la gracia ve la culpabilidad. Y aquí él está hablando de misericordia. Y él dice que fue la misericordia de Dios. Él nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho.
Mi querido amigo, usted no hace contribución alguna a su salvación. No tiene capacidad alguna de hacer una contribución. De ninguna manera puede ganarse su salvación, merecerse su salvación o contribuir a ella. Tu rescate y su transformación, su liberación del pecado, y la muerte y el infierno vienen de Dios y sólo de Dios. Pablo, recordará usted, pasó la mayor parte de su vida antes de su conversión tratando de acumular suficiente justicia religiosa para comprar su propia salvación, ¿no es cierto? Filipenses, capítulos 3 dice: “Miren, yo fui circuncidado al octavo día, cuando hablamos de ritual, tenía el ritual. Era del pueblo de Israel, la raza de los israelitas. Era de la tribu de Benjamín. Tuve privilegio de tribu como también legado racial. Cuando hablamos de ser hebreo, era un hebreo de los hebreos”. ¿Qué significa? Era un judío ortodoxo tradicional. Cuando hablamos de la ley, escogí ser un fariseo porque quería llevarlo al grado más elevado. Cuando hablamos de justicia, no había una cosa en la ley por la que alguien pudiera culparme. Había hecho todo. Había cubierto toda base humana concebible de justicia y después, me di cuenta de que todo era basura. Y todas esas cosas que fueron ganancia para mí, él dice, las tengo por pérdida por Cristo, σκύβαλον (skubalon), estiércol, basura. Lo mejor de las obras que he hecho no era más que basura. Él nos salvó no en base a obras que hemos hecho en justicia, eso es basura.
Filipenses 3, Pablo dice: “Lo he descartado todo por el incomparable valor de conocer a Jesucristo, mi Señor, de quien he recibido una justicia no mía en base a obras, sino la justicia de Dios.” Y eso es misericordia... eso es misericordia. Merecemos la ira, recibimos la salvación. ¿Por qué? Porque Dios es bueno y Dios tiene compasión y amor de lástima que es expresado en misericordia hacia pecadores miserables. Ciertamente, Pablo podía dar ese testimonio, “Doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor,” le escribió a Timoteo capítulo 1 versículo 12: “Que me fortaleció porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, habiendo sido antes blasfemo perseguidor e injuriador, pero fui recibido a misericordia”. Así es como todo sucedió. Dios fue misericordioso.
Misericordia no merecida, no ganada, no influenciada, espontánea, expresa la bondad sorprendente de Dios y el amor sorprendente de Dios hacia pecadores, aunque Él es perfectamente santo. La misericordia soberana entonces llevó a que Dios de manera bondadosa y amorosa concediera perdón y gloria eterna a transgresores dignos de lástima, y eso es lo que significa cuando él dice “nos salvó”, por bondad, por bondad... por amor, por Su amor... por misericordia, Su misericordia.
En cuarto lugar, por Su regeneración. Versículo 5: “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración”. La palabra regeneración, παλιγγενεσία (palingenesia), significa nacer de nuevo, recibir nueva vida. Y solo Dios puede hacer eso. Eso es a lo que Jesús llamó nacer de arriba en Juan capítulo 3. Debes nacer de arriba, Él le dijo a Nicodemo, nacer de nuevo. Solo Dios puede hacer eso. Aquí está el pecador muerto en delitos y pecados, sin esperanza, no puede levantarse a sí mismo, no se puede rescatar a sí mismo. Dios viene desde afuera y lo regenera, le da vida. Y en el proceso, limpia esa vida vieja de tal manera que la regeneración... la regeneración es llamada un lavamiento. La vida antigua era sucia, un cadáver vil, sucio, muerto, es lavado y regenerado, un nuevo nacimiento.
El Nuevo Testamento tiene tanto que decir de eso. Pablo habla de ser crucificado con Cristo, Gálatas 2:20: “Mas ya no obstante vivo”, eso es vida de resurrección, Romanos 6, somos sepultados con Cristo en Su muerte, resucitamos para caminar en vida nueva, Juan 3, 1 Juan 2, 1 Juan 3, 1 Juan 4, 1 Juan 5, todas hablan de regeneración, nueva vida, de nacer de nuevo, ser limpiados, ser lavados. Todo es la obra de Dios.
Por cierto, él usa la palabra, la palabra es el agente de limpieza en Santiago 1:18, dice que nos hizo nacer de nuevo por la Palabra de verdad. Primera de Pedro 1:23, dice que fuimos renacidos mediante la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Es la Palabra la que da vida. La Palabra viene, y limpia, y lava y trae nueva vida. Obviamente, no podemos limpiarnos a nosotros mismos, no podemos darnos vida a nosotros mismos. Todo eso es obra de Dios. Él nos salvó por Su bondad, Su amor, Su misericordia, Su regeneración.
Número cinco, por Su Espíritu... por Su Espíritu. El final del versículo 5, ve a nuestra salvación y dice: “Nos salvó por la renovación del Espíritu Santo”. La salvación demostró Su bondad, Su amor, Su misericordia. Demostró Su poder de dar vida, y lavar y regenerar; y también demostró al Espíritu Santo y Su poder de renovación. Este es el siguiente paso lógico. El efecto de la regeneración es vida nueva. Y esa vida nueva emerge del nuevo nacimiento, lo cual es llevado a cabo por la Palabra y el Espíritu. Y de nuevo, hay tanto que podría ser dicho en todo esto, pero simplemente tocándolo de manera ligera esta mañana, espero que entienda la gran realidad de la obra salvadora de Dios.
El Espíritu Santo es el que nos renueva. Esta es una renovación radical. Segunda de Corintios 5:17 dice: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es”. ¿Qué dice Pablo? “¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros, porque habéis sido comprados por precio? Por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. Somos criaturas totalmente nuevas, caminamos en vida nueva, nos hemos vestido del nuevo hombre. La vida es totalmente renovada. No es como solía ser de ninguna manera o forma. Tenemos una nueva identidad. Tenemos nuevos anhelos, nuevas aspiraciones, nuevos deseos, nuevas pasiones, nuevos afectos. Y esa es la obra del Espíritu.
Sería tan amable de ver al principio del versículo 6, dice del Espíritu: “Fuimos renovados por el Espíritu Santo, el cual, derramó en nosotros abundantemente”. No podemos hacer nada para conseguir el Espíritu Santo por nosotros mismos. ¿Se acuerda usted de Simón en Hechos que trató de comprar el Espíritu Santo? Y Pedro dijo: “Que tu dinero perezca contigo”. No hay nada que usted pueda hacer para conseguir al Espíritu Santo. No hay nada que usted pueda hacer para ganarse o merecerse la obra renovadora del Espíritu Santo. Eso es algo que Dios derrama en nosotros y nos dice en el verso 5 que ha derramado el Espíritu sobre nosotros ricamente. De manera tan rica que podemos hacer mucho más abundantemente de lo que podemos pedir o entender según el poder, Su poder que actúa en nosotros, dice Efesios 3:20. Colosenses 1:29 dice: “El poder del Espíritu está operando en nosotros poderosamente”.
Entonces, mediante el nuevo nacimiento, Dios derramó una abundancia de bendición en y mediante la presencia del Espíritu Santo que nos dio vida, que mantiene esa vida, capacita esa vida y, en últimas, garantiza nuestra gloria eterna. Somos regenerados mediante la obra del Espíritu. Jesús dijo necesitas nacer del Espíritu. Y después, el Espíritu es derramado en nosotros en toda su plenitud, y nos volvemos el templo del Espíritu Santo. Qué cosa tan tremenda es contemplar lo que Dios ha hecho. Él nos salvó por Su bondad, Su amor, Su misericordia, Su regeneración, Su Espíritu. Él lo hizo todo.
Y número seis, por Su Hijo... por Su Hijo. Todo esto, dice él, por Jesucristo, nuestro Salvador. Él nos salvó por misericordia. Él nos salvó por el lavamiento de la regeneración. Él nos salvó por la renovación del Espíritu Santo. Él nos salvó por Jesucristo nuestro Salvador. Ni siquiera podríamos tener esta lista sin este, ¿verdad? La persona y la obra de Cristo hizo todo posible, y esa es la razón por la que Pedro, predicando en el día de Pentecostés, dijo: “Dios, según su plan predeterminado, hizo que Cristo fuera crucificado”. Jesús vino a pagar el precio por el pecado y conquistó la muerte. Esa fue la parte de Jesús del pacto eterno. Recuerde que el Padre hizo un pacto y se comprometió a darle al Hijo una humanidad redimida como expresión del amor del Padre y Él le dijo al Hijo: “Quiero darte esta humanidad redimida para que por los siglos de los siglos en gloria te alaben, y te alaben y te alaben. Y lo único que te pido es una cosa, y es que vayas a la tierra y pagues el precio por sus pecados”. Y eso es lo que hizo. Él satisfizo la justicia de Dios, el precio fue pagado, la muerte fue conquistada y es mediante Jesucristo nuestro Salvador que Él nos salvó.
Y después, finalmente, Él nos salvó por Su bondad, Su amor, Su misericordia, Su regeneración, Su renovación, Su Espíritu, Su Hijo y resumiéndolo todo por Su gracia, versículo 7: “Para que justificados por Su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna”. Por gracia, la gracia trata con nuestra culpabilidad. La gracia dice: “Estás perdonado, estás perdonado debido al sacrificio de Cristo”. La gracia toma la justicia de Dios y nos la imputa, la coloca en nuestra cuenta, declarándonos justos y rectos a los ojos de Dios, porque Cristo ha hecho una expiación satisfactoria por nuestros pecados.
Él pagó el precio, y, por lo tanto, nuestros pecados son quitados, la justicia es satisfecha de manera completa, la bondad, el amor, la misericordia y la gracia pueden actuar de manera libre. Justificados por Su gracia. La gracia es darnos lo que no merecemos. No merecemos ser perdonados. No merecemos que nuestro pecado sea quitado. No merecemos que se nos impute la justicia de Dios. No merecemos eso. No merecemos ser justos delante de Dios. No merecemos entrar a Su presencia. No merecemos el cielo. Pero la gracia nos lo da a nosotros, porque la justicia de Dios es satisfecha en Cristo, y Él nos declara justificados... justificados. Eso, por cierto, es un tema repetido en Romanos y en Gálatas que usted lee una y otra vez.
Simplemente, un comentario al margen, cuando él dice: “Que siendo justificados por su gracia, podamos ser hechos herederos conforme a la esperanza de la vida eterna”, creo que Pablo aquí está usando justificado en el sentido más amplio. Sé que la justificación tiene un sentido estrecho. Sé que tiene una definición estrecha que es forénsica, que la justificación técnicamente es Dios, declarando a alguien justo debido a los méritos de Cristo aplicados a ellos, a favor de ellos, mediante la fe, entiendo eso. Pero también creo, que hay ocasiones y lugares en el Nuevo Testamento en donde la justificación significa más que la definición estrecha forénsica, la definición limitada que algunas veces tiene. Y eso sería verdad en muchos otros términos. Podríamos hablar de la regeneración como un término estrecho, viendo un aspecto de la salvación o como algo que simplemente describe toda la obra salvadora. Podríamos hablar de la conversión como una característica estrecha o todo. Podríamos hablar de la adopción como una característica estrecha o de todo. Y ciertamente, el término justificación con frecuencia en el Nuevo Testamento es usado en el sentido amplio, aunque, en la mayoría de los casos, es usado en su sentido más estrecho.
El sentido amplio simplemente significa aquí, él lo está usando como un sinónimo para nuestra salvación. Y, por cierto, no estoy solo en ver la definición amplia de esa palabra aquí. Incluso Juan Calvino, muy fiel a la definición estrecha de la justificación, reconoce aquí que es un término sinónimo con la salvación. Él dice, y cito: “¿Qué quiere decir él con la palabra justificado? El contexto parece demandar que su significado se ha extendido más allá de la imputación de la justicia”, fin de la cita. Usted ve aquí la gran esencia vasta de la salvación en Dios por gracia, declarándonos justos y todo lo que vino llevando a eso y todo lo que fluye de eso.
Todo esto resulta en el beneficio más inmenso y más sorprendente hacia pecadores inmerecedores. Son hechos herederos, coherederos con Cristo de todo lo que Dios posee según la esperanza de la vida eterna. ¿Por qué? ¿Cómo sucedió esto? ¿Hicimos algo? No. Dios sintió amabilidad hacia nosotros. Él nos amó de manera compasiva. Nos mostró misericordia. Nos lavó de nuestros pecados. Nos dio vida nueva. Colocó Su Espíritu en nosotros. En Su gracia, derramó Su justicia sobre nosotros y de esta manera, nos hizo herederos de gloria futura por los siglos en el cielo. Él lo hizo todo.
Dice usted: “¿Qué hay acerca de nuestra fe?”. Bueno, Él incluso nos dio eso, porque nosotros no habríamos tenido la fe para creer, no tendríamos el corazón para buscar. Dicho reconocimiento es que Dios lo ha hecho todo, el mensaje de Pablo aquí a Tito y a estos cristianos cretenses y para el resto de nosotros es: “Miren, están viviendo en una cultura pagana impía, no se sientan en una actitud arrogante de auto-justicia condenando a esa cultura, estén agradecidos porque Dios en Su soberanía los salvó a ustedes. No los vean como el enemigo. Son los que deben alcanzar en amor”.
Me encanta lo que Spurgeon dijo: “En el decreto eterno del Dios soberano”, dijo él, “los pasos de la misericordia fueron ordenados uno por uno”. La predestinación marcó el camino y la misericordia caminó por ese camino. Él nos salvó. Entonces, ¿quién recibe toda la gloria? Él.
Padre, Te agradecemos por este recordatorio maravilloso de nuevo, que conforme vivimos en el mundo en el que vivimos y conforme lo vemos que es más y más pagano, es tan fácil para nosotros volvernos contenciosos, incluso malos, no amables, no mostrando gracia, siendo duros, críticos, respondiendo de manera peleonera, demandando nuestros derechos. Que recordemos que debemos sujetarnos a los gobernantes y autoridades, que seamos obedientes. Que estemos prontos para hacer toda buena obra por ellos, a no hablar mal de nadie, a no ser contenciosos sino gentiles, mostrando toda consideración hacia todos los hombres. Recordando que, si no fuera por el hecho de que tú nos salvaste, seríamos igual que ellos.
Padre, que el hecho de que estamos agradecidos por Tu salvación nos lleve a reconocimiento de que es Tu salvación y solo Tuya. Y que veamos al mundo como Tú lo ves, con bondad, y compasión y misericordia. Y que seamos fieles en rogarte a Ti que los salves, como Tú nos salvaste. Y por todo eso, Tú salvas y nos llevas a la gloria. Te damos la alabanza y de manera personal, Te agradecemos por el misterio inexplicable de que Tú nos salvaste, pero Tú lo hiciste. Y nuestra gratitud debe mostrarse en nuestras vidas, devotas y dedicadas a hacer todo lo que quieres que seamos en la iglesia y en el mundo. Para Tu gloria en el nombre de Cristo. Amén.
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