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Esta noche regresamos al gozo de estudiar la Palabra de Dios. Conforme estaba pensando en el mensaje esta noche de 1 Pedro 1:3-5, reconocí que para la mayoría de nosotros lo que vamos a aprender en esta noche es algo que quizás no sea útil de manera inmediata, pero que de alguna manera sea almacenado en nuestros corazones y mentes, y usado en esas ocasiones de manera más apropiada cuando enfrentamos dificultad en la vida, hostilidad, persecución y rechazo, porque eso es específicamente lo que trata Pedro aquí en esta gran primera epístola.

Él le está escribiendo a una iglesia que está atravesando por persecución, hostilidad, rechazo, enemistad y odio. Y conforme él comienza esta carta maravillosa de aliento para ellos, y exhortación, él irrumpe en los versículos 3 al 5 en un gran, gran himno de alabanza. En un sentido él les enseña que la alabanza realmente es una manera muy apropiada de enfrentar el dilema del problema, la persecución, el odio y la hostilidad.

Y entonces, si nos preguntamos porque Pedro comienza como comienza en el versículo 3, después de su salutación, recuerde que él está escribiendo a creyentes dispersos que son extranjeros en este mundo, los cristianos que están dispersos en el imperio romano, han sido culpados por el incendio de Roma, lo cual sucedió apenas antes de que esta epístola fue escrita. Por lo tanto, son objeto de persecución tremenda que está comenzando a incrementarse.

Él les recuerda en la carta que eso debe ser esperado porque son extranjeros en la tierra, son ciudadanos del cielo, de hecho, son una aristocracia real, son hijos de Dios, son residentes de un reino no terrenal. Son piedras vivas son un real sacerdocio, son pueblo adquirido por Dios, como resultado el mundo no los puede tolerar. Entonces son objeto de la hostilidad del mundo, no obstante, no deben temer las amenazas de la persecución, no deben ser intimidados, no deben verse turbados por la enemistad del mundo. No deben temer cuando sufren, y no deben avergonzarse cuando son ridiculizados y atacados. Para tratar de levantar sus espíritus, para tratar de levantar sus almas y llevar sus corazones hacia arriba, él comienza con un himno gozoso de alabanza que podemos llamar apropiadamente una doxología.

Observe el versículo 3, “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada, inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.”

Lo que es interesante es que el verbo primordial que describe el curso primordial de acción en el pasaje, solo es implícito, ni siquiera está aquí. Es el verbo ser, en el versículo 3, el cual no aparece en el griego. El griego dice: ‘Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,” el verbo sea es implícito, y ese es el verbo principal. Lo que él está diciendo aquí es, ‘bendigan a Dios.’ Es tanto una doxología propia, y en un sentido es un imperativo para que otros también bendigan a Dios. Tiene la intención, como dije, de llevar sus corazones hacia arriba en alabanza exaltada al Señor, llevar sus corazones hacia arriba en el gozo de la adoración, y el gozo de la expectativa de la herencia que les está esperando.

Entonces, en un sentido por lo menos, es un himno de alabanza para alentar a los creyentes que están en medio de la vida en este mundo hostil. Pedro entonces está llamando a adoración gozosa, al gozo entusiasta sin importar lo que esté pasando alrededor de ellos. Ese gozo viene porque conocen a su Dios, y conocen lo que su Dios ha provisto para ellos. Pueden ser extraños en este mundo, pueden ser extranjeros, pueden ser peregrinos, pueden ser lo que han sido rechazados que no pertenecen y no son valorados, pero hay un lugar al que pertenecen, y hay un mundo en el que encajan, y viene una herencia que recibirán y en ella estará todo lo que Dios les ha prometido y provisto en Cristo.

De esta manera, Pedro nos da lo que realmente es una perspectiva muy práctica y útil al aprender a cómo vivir, viendo más allá del problema terrenal a la herencia eterna. De hecho, incluso podríamos titular este mensaje “Cómo ver más allá de sus problemas a su herencia eterna,” porque eso es realmente lo que está en su corazón. Para capturar la belleza entera de esto, veamos esa palabra ‘herencia,’ en el versículo 4. Y la idea es bendecir a Dios, alabar a Dios, adorar a Dios, por la herencia que Él nos ha prometido.

Ahora, la palabra clave es ‘herencia’. Usted sabe lo que esa palabra significa, es aquello que es transmitido a usted de su padre. Es aquello que usted recibe como un regalo, un legado dado a usted porque usted es un miembro de cierta familia. No es algo que usted realmente se gana, no es algo que usted compra, es algo que usted recibe como un regalo por la familia en la que usted nació. Y la palabra aquí, kleronomía, significa no solo el título para recibir una herencia prometida, sino una herencia cumplida. No solo un título para recibir algo en el futuro, sino la posesión de algo en el presente.

Ahora, esta palabra tiene un origen muy judío en su pensamiento. Pedro le dice a estos cristianos esparcidos, ‘Ustedes deben estar adorando a Dios, bendiciendo a Dios, alabando a Dios, exaltando a Dios, regocijándose en Dios, debido a su herencia.’ Y al decirles eso, debería motivar su mente el pensar en los judíos, quienes en el Antiguo Testamento también tuvieron una herencia. De hecho, esta misma palabra es usada en la traducción griega del Antiguo Testamento, conocida como la Septuaginta. Y es usada para describir la porción designada de la tierra de Caná, que iba a ser dada a cada una de las personas escogidas por Dios.

De hecho, el Antiguo Testamento de manera repetida, se refiere a la tierra de Israel, la cual Dios designó a toda tierra y a toda familia, y de esta manera a todo judío, y se las dio dice, como una herencia. Usted puede leer Deuteronomio 15:4, Deuteronomio 19:10, muchos otros lugares. Y usted descubrirá que bajo el Antiguo Pacto el pueblo de Dios, Israel, a ellos se les dio una herencia terrenal, ¿muy bien? La clave es una herencia terrenal. Esto es, una parte de la tierra de Canaán. Toda tribu tuvo una parte, toda familia en la tribu tuvo una parte, por lo tanto, todo individuo tuvo una parte.

La herencia entonces, de una nación terrenal, fue una tierra, un terreno. La herencia de una Israel terrenal fue una Canaán terrenal. Fue prometida originalmente a través de Abraham, y esperaron, y esperaron, y esperaron, pasando por temporadas de esclavitud, y temporadas de estar dando vueltas en el desierto, y finalmente entraron a la Tierra Prometida que les había sido prometida a ellos, muchos, muchos años antes a través de Abraham y los patriarcas.

Y entonces, Pedro capturando el entendimiento de sus lectores quienes eran judíos, dice, ‘ustedes como el pueblo de Dios, un pueblo espiritual, también tienen una herencia. Una herencia espiritual. Así como un pueblo terrenal, Israel, tuvo una herencia terrenal, Canaán; ustedes como un pueblo espiritual, la iglesia, tienen una herencia espiritual, el cielo. El cielo, guardado para vosotros en los cielos. Y aunque ustedes sean perseguidos y están enfrentando problemas pueden esperar con paciencia, y en el proceso de esperar pueden alabar a Dios por la herencia que Él les ha prometido. Y Él tiene la intención de hacer lo que hizo el salmista, tiene la intención de darle canciones de dulzura en la noche de la desesperanza, conforme ellos están bajo persecución severa.

Ahora, él quiere recordarles de la herencia de ellos. Necesitan ese recordatorio, también nosotros amados, vamos a pasar por pruebas, lo hacemos todo el tiempo, es tan esencial que nos concentremos en nuestra herencia, por esa razón tuvimos nuestro estudio reciente del cielo, el cual fue una bendición tan grande para todos nosotros. Pero piénselo de esta manera en una analogía, ¿muy bien? En esta vida somos hijos de Dios, siempre somos hijos, nunca dejamos de ser hijos, seremos hijos mientras que estemos aquí.

Y la metáfora es rica. Una de las cosas que significa es que nunca en esta vida llegaremos a un entendimiento pleno. Nunca llegaremos a la madurez plena, a la edad adulta plena, siempre seremos hijos. Pero como hijos de Dios, somos herederos de Dios y co-herederos con Cristo. Pero, dice Juan, todavía no se ha manifestado lo que seremos, no podemos en esta vida comprender de manera plena nuestra herencia. Es análogo, por ejemplo, a un niño príncipe, imagínese a un niño príncipe, simplemente es un niño. Antes de sus años de madurez y edad adulta, él está limitado en su entendimiento.

Éste niño príncipe realmente no puede entender lo que él heredará porque él es el hijo del rey. Él no entiende lo enorme que es la herencia. Él realmente no comprende lo que Él llegará a ser, y lo que llegará a ser de él. Como consecuencia él no piensa como un rey, él no actúa como un rey, él no se conduce como alguien que tiene una herencia inmensa. Él algún día va a llegar a poseer un patrimonio enorme, pero él no vive conforme a ese nivel. Él verdaderamente no se conduce como un rey. Aunque su herencia será rica, aunque está llena de honor tremendo, aunque es muy grande, el niño príncipe no lo entiende. Él incluso podría hacer unos berrinches torpes sobre algún asunto insignificante terrenal, que no significa nada en comparación a la herencia ilimitada que él recibirá algún día.

El niño príncipe es mantenido bajo disciplina estricta, sus padres están preocupados por disciplinarlo, probablemente de manera más estricta de lo que disciplinan a algunos de sus siervos, porque quieren que llegue al lugar en dónde él como un rey estará bajo control, y él va a tratar de manera apropiada con esa herencia inmensa que es de él, y no la trata de manera irresponsable. Entonces, el niño príncipe probablemente es corregido de manera más fuerte, y disciplinado de manera más estricta que cualquier otra persona, para que esté al nivel de la conducta que va a ser apropiada para su herencia y su patrimonio real. Conforme el niño crece comienza a entender poco a poco, lo que la herencia realmente significa, y él comienza a entender en que consiste todo eso. Él simplemente es como somos nosotros, somos como un niño príncipe, somos herederos de Dios, aunque todavía no sea ha manifestado lo que seremos. Somos herederos de Dios, aunque no entendemos de manera plena lo que heredaremos y las cosas que Dios ha preparado para aquellos que le aman, y en la actualidad están escondidas de nuestros ojos, y como niños con frecuencia hacemos berrinches torpes porque no podemos tener algo insignificante en este mundo que pensamos que queremos, y nos enojamos como un niño cuando no hacemos lo que queremos, prestamos demasiada atención en las cosas insignificantes porque no entendemos nuestra herencia. Y el Señor nos disciplina más de lo que él disciplina a aquellos que no son sus hijos. ¿No es eso cierto? Porque Él está en el proceso de hacernos estar al nivel de la nobleza de nuestra herencia, para que seamos hijos maduros, para que podamos conducirnos de una manera coherente con nuestra herencia.

Entonces, Pedro nos está ayudando aquí, para ayudarnos a avanzar en esta época de niñez en nuestra existencia, para llegar a un entendimiento más pleno de la herencia que ya es nuestra. Esto hace un eco, creo yo, del llamado de Pablo a los Colosenses, a poner la mira en las cosas de arriba y no en las de la tierra. Hace un eco de la instrucción de Jesús, “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y no se preocupen por el resto de las cosas.” Hace un eco del llamado de Juan, “No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo.” Llamándonos también a un nivel más alto de adoración. Y Pedro aquí está diciendo, “Quiero que adoren a Dios por su herencia eterna, y quiten sus ojos del mundo en el que están.” Un asunto muy, muy importante.

Ahora, la pregunta surge obviamente, ¿cuál es nuestra herencia? ¿qué es nuestra herencia? ¿qué es? Es descrita para nosotros al final del versículo 5, nuestra herencia es una salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. Nuestra herencia, dice él, es la plenitud de la salvación eterna en su forma consumada. La plenitud de la salvación eterna con todo lo que implica en su plenitud. Esa es la herencia segura del cristiano.

Entonces, Pedro está diciendo, “Miren, ¿por qué no quitan sus ojos de sus problemas y simplemente bendicen a Dios por la salvación eterna que Él les ha prometido?” La palabra salvación, por cierto, significa rescate, significa liberación. Y aquí indica esa liberación plena, final, eterna, y rescate que aún no ha sido revelada. Eso es muy claro a partir del versículo 5, será revelada en el tiempo postrero. Él está diciendo, “Su herencia es esa salvación plena, final, de la maldición de la ley del poder del pecado, de la presencia del pecado, de toda putrefacción, de toda mancha de iniquidad, de toda tentación, de toda tristeza, todo dolor, toda muerte, todo castigo, todo juicio, toda herida. Salvación eterna completa.”

Ahora, hay un sentido en el que la salvación es pasada. Fuimos salvos cuando creímos en Cristo. Hay un sentido en el que la salvación es presente, estamos siendo continuamente limpiados de todo pecado, 1 Juan 1:9, entonces estamos siendo salvados. Hemos sido salvados en el tiempo pasado, nuestros pecados perdonados y se nos ha dado vida eterna. Continuamente estamos siendo salvados, rescatados y liberados conforme avanzamos en este mundo de pecado, y Él nos sigue limpiando. Esa es la razón por la que Efesios 2:8 dice, “Porque por gracia habéis sido salvos,” y el griego dice, “porque por gracia están siendo salvados,” pasado con resultados continuos.

Pero la salvación también es futura, seremos liberados de manera completa, total, para siempre del pecado y el juicio en el sentido completo en el futuro, en el futuro. Y esa es nuestra herencia eterna definitiva. Pablo dijo que, en 1 Tesalonicenses 1:10, seremos librados de la ira venidera. Estamos esperados a Su Hijo del cielo Jesús el cual nos libra de la ira venidera. Romanos 13:11, un versículo que quizás conoce, dice que su salvación está más cerca que cuando creímos. ¿Qué salvación? Y pensamos que ya la teníamos. Bueno, el sentido de su forma final, eterna, completa, está más cerca ahora del momento en el que creímos. Eso tiene sentido, ¿no es cierto? Estamos más cerca a eso que cuando creímos en el pasado.

En Hebreos 1:14 dice de los ángeles que son espíritus ministradores, que son enviados para servir a los que heredarán salvación. Tenemos salvación del pasado, la tenemos en el presente, estamos por heredarla en el futuro. También en Hebreos capítulo 9 es mencionada como una herencia futura. Versículo 28 dice, “Cristo habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez para salvación, sin referencia al pecado para aquellos que lo esperan.

Entonces, hay un aspecto futuro de nuestra salvación que todavía está por venir, todavía está por venir, está listo para ser revelado. Eso significa que no ha sido revelado aún, pero está listo para su revelación. ¿Y cuándo vendrá eso? Observe de nuevo el versículo 5, “en el tiempo postrero, o en la última época, o en el último período de la historia redentora. Eso quiere decir, el regreso de Cristo, el regreso de Cristo.

Entonces, Pedro le está diciendo a estos creyentes, “Vean al futuro, vean al momento cuando Cristo regrese, el tiempo postrero.” El tiempo, por así decirlo, cuando ustedes estarán en Su presencia. Concéntrense en la plenitud de su salvación final, que no será revelada hasta la última época redentora, la cual es el regreso de Cristo. Pedro dice, “Bendigan a Dios. Bendigan a Dios por esa herencia eterna.” El mundo quizás no los acepte, el mundo quizás no los valore, el mundo puede ser hostil y perseguirlos, el mundo quizás no los considere como de él, el mundo quizás no les conceda sus derechos y privilegios, pero ustedes tienen una herencia final que será revelada en la época final, la cual Dios ha prometido para ustedes, una herencia que es celestial, no terrenal; que es gloriosa, no mundana; que es pura, no impura; que es santa, no pecaminosa. Esa es la promesa.

Se remonta, no es cierto, a la enseñanza de Cristo en Mateo, por ejemplo en el 25:34, el rey le dirá a aquellos que están a su derecha, venid benditos de mi padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Hay un reino que ha sido preparado para nosotros que heredaremos, es nuestra herencia. En Hechos 26:18 Pablo dice que él fue enviado por Dios para abrir sus ojos, para que se vuelvan de las tinieblas a la luz, de las potestades de Satanás a Dios para que reciban perdón de pecados, y herencia entre aquellos que han sido santificados por la fe en mí. Las palabras de Cristo a Pablo en el momento de su conversión. Una herencia, Jesús dice, ellos la recibirán.

En Efesios, recuerde usted, ese pasaje maravilloso, capítulo 1, que tiene tanta riqueza, regresamos a él todo el tiempo, pero dice en el capítulo 1, versículo 11, “Hemos obtenido una herencia,” versículo 14, “el Espíritu Santo es las arras de nuestra herencia.” Versículo 18, “las riquezas de la gloria de su herencia en los santos.” Tenemos una herencia gloriosa. Tenemos una herencia gloriosa. Colosenses 1:12 dice que “debemos dar gracias al Padre, quien nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos.” Básicamente diciendo lo mismo que Pedro dijo: “Debemos agradecerle al Padre, quien nos ha hecho aptos para participar en la herencia eterna, concedida a los santos.”     

Hebreos 9:15 dice “que tenemos la promesa de la herencia eterna.” Bueno, usted sabe eso. Y eso está hablando de la salvación final completa. Pero permítame escarbar en mayor profundidad, muy bien, y mostrarle algo que creo que es fascinante. Vea en su Biblia Josué capítulo 13, esta es una verdad que quizás, quizás pase por alto si no es cuidadoso. Josué 13:33, y aquí nos remontamos a la promesa de Dios en un tiempo antiguo, no obstante una promesa que podemos reclamar, cuando entraron a la tierra, versículo 32, los territorios que Moisés designó para una herencia en la planicie de Moab, más allá del Jordán, de Jericó al este, pero a la tribu de Leví dice, era la tribu sacerdotal, Moisés nos les dio una herencia. No se le dio territorio a Leví, Jehová el Dios de Israel es su herencia.

Ahora, debido a que eran, ¿qué? ¿qué eran ellos? sacerdotes, el Señor mismo era su herencia. Ellos literalmente heredarían a Dios. Y si pudiéramos regresar a 1 Pedro de nuevo, y recordar que somos un reino de sacerdotes, nosotros también somos real sacerdocio, capítulo 2, versículo 9, podemos entonces saber que Dios, quien es la posesión misma de los sacerdotes de Leví, es la posesión del real sacerdocio de Cristo, también. Heredamos a Dios. Dios es nuestra herencia misma. ¡Qué pensamiento tan tremendo!

En el Salmo 16, creo que David capturó esto, “Jehová es la porción de mi herencia.” Salmo 16:5, él heredaría a Dios antes de que él heredara cualquier otra cosa. Nada podía estar al lado de la riqueza de esa realidad. En el Salmo 73:23, “No obstante, continuamente estoy contigo, tú me has tomado por mi diestra, con tu consejo tú me guiarás, y después me recibirás en la gloria. ¿A quién tengo en los cielos sino a Ti? Y fuera de Ti no deseo nada en la tierra.” Y versículo 26, “Dios es la fortaleza de mi corazón, y mi herencia para siempre. Mi porción para siempre.” 

Y entonces, de nuevo el salmista sabía que él heredaría a Dios. Jeremías entendió ese pensamiento, en Lamentaciones capítulo 3:24, “Jehová es mi porción, dice mi alma, por tanto, espero en él.” ¡Qué pensamiento tan tremendo! Amados, cuando vayamos a estar con el Señor para heredar nuestra salvación eterna, al mismo tiempo heredamos a Dios. Dios viene a levantar su tienda de campaña con nosotros. Dios establece residencia con nosotros.

Lo heredamos a Él, tanto como Él nos está heredando a nosotros. Vivimos en su casa, es una manera de decirlo, Él vive en nuestra casa es otra manera de decirlo.

También heredamos a Cristo, también heredamos a Cristo. 1 Juan dice que cuando le veamos seremos como Él, porque le veremos como Él es. Dice que somos coherederos con Cristo. Cristo se vuelve nuestra porción. Entramos a una unidad eterna con Él, literalmente lo poseemos a Él, como Él nos posee a nosotros. Somos como Él en suma y sustancia de existencia. Él se vuelve nosotros, y nosotros nos volvemos Él, en un sentido muy real, sin que ninguno de los dos perdamos nuestra identidad.

En tercer lugar, debe ser señalado que como leemos en Efesios 1:14, el Espíritu Santo es la garantía residente de nuestra herencia, el arrabōn, lo cual significa ‘el anillo de compromiso,’ el enganche. Y el Espíritu Santo es ese anillo de compromiso, enganche, ese primer pago, y su vivir en nosotros es la garantía de nuestro enganche eterno.

Entonces, ya hemos heredado al Espíritu, heredaremos semejanza al Hijo, y heredaremos a Dios mismo en nuestra herencia eterna. Me parece que no importa lo que podamos tener o no tener de los bienes de este mundo, es algo pequeño. También debemos reconocer que dejaremos este mundo desnudos, pero si amamos a Cristo, seremos vestidos con todo lo que Dios puede dar, mucho más allá de nuestras imaginaciones más grandes. Y esa es la razón por la que Pablo dijo, “Todavía no se ha manifestado las cosas que ojo no ha visto, ni oído ha oído, serán reveladas a nosotros.” Eso es causa de alabanza. Eso es causa de alabanza. Y es debido a esa herencia que la salvación que aún no se ha revelado esperando para la época final o la temporada final cuando veamos a Dios en Cristo en gloria, que Pedro llama a la alabanza.

De regreso al versículo 3, “Bendito sea el Dios.” Podemos detenernos en ese punto. Bendito sea el Dios quien provee una herencia como esa. Para un judío, por cierto, el más común de todos los comienzos de una oración era decir, “Bendito eres Tú oh Dios.” De hecho, decían que si eran fieles a sus patrones de oración día, tras día, tras día, tras día, una y otra, y otra, y otra vez, muchas veces al día, bendito eres Tú oh Dios, entonces también es apropiado que digamos lo mismo. Debe ser señalado, no obstante, que el judío de manera típica definía a Dios como “Bendito sea Dios, el Creador y Redentor de Egipto.” Esas eran las dos maneras más comunes de identificar a Dios, el Dios que era Creador y Redentor de Su pueblo de Egipto. Aquí, Dios es identificado como el Dios, quien es el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Y esa es su identidad única en el Nuevo Pacto.

Ahora el término ‘bendito’ no necesitamos pasar mucho tiempo en eso, simplemente significa ‘digno de bendición, digno de adoración, digno de alabanza.’ Y debido a que Dios es tan digno, debemos bendecirlo. Debido a su bondad de gracia, debemos bendecirlo. Hay un sentido en el que incluso cuando lo bendecimos parecemos quedar cortos de lo que Él merece. Robert Leighton escribió en el 1853, dijo: “Todo esto está muy por debajo de él y de sus misericordias. ¿Cuáles son nuestras alabanzas imperfectas en su comparación a su amor? Nada y menos que nada, pero el amor va a tartamudear en lugar de quedarse callado.” Me gusta eso. Aunque nuestra alabanza se queda corta, el amor todavía tartamudeará en lugar de quedarse callado. Como mencioné antes, el verbo ‘sea’ es implícito, es el verbo clave del texto entero. Asume la acción de bendecir a Dios, no es solo algo que Pedro está haciendo, es algo que él está instruyendo a otros hacer, es un llamado a la adoración, un llamado a la alabanza.

Ahora, vamos a ver uno de cinco puntos en esta noche, y vamos a dejar el resto para dos semanas de hoy a partir de esta noche, porque la próxima semana es nuestro mensaje especial. Pero quiero que observe que hay componentes de esta doxología que explica nuestra herencia a detalle. Debemos alabar de manera inteligente, debemos adorar a Dios con entendimiento, y entonces entre mejor entendamos nuestra herencia, estaremos mejor capacitados para hacerlo, y estaremos más ansiosos por alabarlo.

Entonces, Pedro nos da la fuente de nuestra herencia, el motivo de nuestra herencia, el medio por el cual nos apropiamos de esa herencia, la naturaleza de nuestra herencia, esto es como es, y la seguridad de nuestra herencia, finalmente. Y para esta noche veamos tan solo la fuente de nuestra herencia. La fuente, versículo 3, “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer,” y demás.

Ahora, escarbemos por aquí por un momento, la fuente de nuestra herencia es Dios. La fuente es Dios. ¿Cuál es el título de Dios? Dios el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Conocemos todo eso, realmente no estamos en la oscuridad en eso, pero permítame tan solo recordarle lo que eso significa. Decir que Dios es el Padre de nuestro Señor Jesucristo es darle a Dios una nueva identidad a la mente judía, porque Dios siempre era conocido como el Creador y el Redentor de Egipto. Él creó y redimió a Su pueblo de Egipto, Su creación enfatiza Su poder soberano todopoderoso. Su redimir a Su pueblo, Su poder salvador, Su obra salvadora.

Entonces, los judíos bendecían a Dios como Creador y Redentor de Egipto, pero bendecimos a Dios como el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Así fuimos instruidos realmente por Jesús. Jesús le está hablando a la mujer en el pozo en Samaria y dijo: Mujer, créeme, viene la hora cuando ni en este monte, ni en Jerusalén, adoraréis al Padre. Vosotros adoráis aquello que no conocéis. Adoramos lo que conocemos, porque la salvación es de los judíos, pero la hora viene y ahora es cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre, en Espíritu y en verdad porque tales personas el Padre busca que sean sus adoradores.”

Entonces, en el versículo 21, él menciona la adoración del Padre, y dos veces en el versículo 23. Ahora, ¿qué quiere decir Él con el “Padre”? ¿quiere decir Él, el Padre de los hombres? No. Él quiere decir el Padre, no en relación a los hombres, no en relación a los creyentes, siga esto, sino en relación a la Trinidad. Un punto muy importante. Cada vez que Jesús se dirige a Dios en todo el registro de los evangelios, Él lo llamó Padre, excepto por una ocasión. Y eso es cuando Él lo desamparó en la cruz, y Él dijo: Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado? En cualquier otra ocasión, cuando Él se dirigió a Dios en una oración, Él lo llamó Padre. No es que Dios está siendo descrito como el Padre de usted y mi Padre, sino el Padre del Señor Jesucristo.

De hecho, durante la vida de Jesús ningún judío se dirigía a Dios como Padre mío. Dios, rara, rara vez es llamado Padre en el Antiguo Testamento, y siempre en un sentido colectivo como el Padre de una nación, no un Padre personal. Ciertamente no Abba Padre, lo cual significa ‘Papá’ un término de intimidad. Cuando Jesús usa el término Padre, de manera personal, y llama a Dios Padre mío, como lo hace con frecuencia, Él está rompiendo la tradición. Y Él está identificando a Dios como Su Padre. En el evangelio de Juan, capítulo 5, versículo 17 por ejemplo, Jesús dijo: “Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo trabajo.” Jesús dijo: Yo y el Padre uno somos. Jesús dijo cuándo Felipe le dijo, Muéstranos el Padre, Él dijo: “¿Me habéis visto a Mí, y no sabéis que has visto al Padre?”

Ahora, el punto es este, al llamar a Dios Padre, Jesús estaba diciendo, Yo Soy de la misma esencia que Dios, porque la misma esencia produce la misma esencia. Si Dios era Su Padre entonces Él tenía la naturaleza de Dios. En Juan capítulo 10, los judíos claro, sabían eso, esa es la razón por la que lo acusaron de blasfemia. Juan 10:29, Jesús dijo, “Mi Padre, quien me las ha dado es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano, de mi Padre.” Y entonces, Él dijo, “Yo y el Padre uno somos.” Y los judíos tomaron piedras para apedrearlo, ¿por qué? “Por una buena obra no te apedreamos,” versículo 33, “sino por blasfemia. Porque tú siendo hombre te haces Dios.” ¿Por qué? ¿Cómo se hizo Él Dios? Al decir que Dios era Su Padre Él estaba diciendo, “Yo soy de la misma esencia que Dios.” Los judíos no dijeron eso. Y la única manera en la que usted podía llegar a decir que Dios era su Padre era porque Él había plantado Su vida dentro de usted.

En Juan capítulo 17, Jesús de nuevo señala el hecho de que Dios era Su Padre. Jesús dice en la oración comenzando en el versículo 1, “Padre, la hora viene, glorifica a tú Hijo para que tu Hijo te glorifique a Ti.” En otras palabras, Tú eres mi Padre, Yo soy Tu Hijo.” Versículo 5, “Y ahora, glorifícame junto contigo Padre con la gloria que tuve antes de que el mundo fuera.” En otras palabras, “Llévame de regreso a la igualdad que teníamos antes de que viniera a este mundo.” Jesús de nuevo está afirmando que Él es Dios. Y cada vez que Él llama a Dios Padre, Él está afirmando que Él tiene la misma naturaleza como el Dios eterno, y eso es lo que enfureció a los judíos, porque Él estaba afirmando ser Dios. Y vieron eso como blasfemia.

Versículo 27 de Mateo 11 dice, “Todas las cosas me han sido dadas por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino al Padre, y nadie conoce al Padre sino al Hijo y aquel a quien el Hijo lo quiere revelar.” En otras palabras, están llevando exactamente la misma vida. Uno está conectado al otro, usted no puede conocer al Hijo excepto por el Padre, usted no puede conocer al Padre excepto por el Hijo. Ellos se conocen entre Sí en una intimidad que nadie más puede entender. Esto es recogido en las epístolas, y usted lo ve en muchos lugares.

Efesios 1:3, “Bendito sea el Dios,” ¿qué Dios? ¿de qué Dios estamos hablando? “el Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo,” ese Dios. El Dios quien es el Padre de Cristo, versículo 17, “para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria,” Efesios 1:17. Lo encontramos en 2 Corintios 1:3. “Bendito sea el Dios,” ¿qué Dios? “el Dios quien es el Padre de nuestro Señor Jesucristo.” Juan, en su segunda epístola, escribiendo en el versículo 3, creo que es, “gracia, misericordia y paz sea con nosotros de Dios Padre y de Jesucristo, el Hijo del Padre.”

Ahora, entienda eso, porque eso debería ser archivado en algún lugar en su expediente de entendimiento bíblico. Cuando usted ve a Dios llamado Padre, no es primordialmente que Él es el Padre de usted y mi Padre, es primordialmente que Él es el Padre del Señor Jesucristo, lo cual entonces dice, que Cristo es Dios. Y esa es la razón por la que Jesús dijo, “Nadie viene al Padre sino por mí.”

Entonces, ¿qué Dios es la fuente de toda nuestra herencia? El Dios quien es el Padre del Señor Jesucristo. El Dios quien es uno con Jesucristo, el Dios quien es conocido únicamente mediante Jesucristo. Y por cierto, Pedro escoge usar el nombre redentor completo de Cristo, en el versículo 3, “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.” Los tres nombres. Lenski llama eso, “una confesión concentrada, una confesión concentrada, una confesión concentrada.” Todo lo que la Escritura revela para nuestro Salvador, Dios está aglutinado en ese nombre. Señor, significa soberano. Jesús, encarnado. Cristo, el Rey ungido, Mesías. Es una confesión, una confesión concentrada. Simplemente decir Señor Jesucristo.

Y me encanta decir los tres, y deberíamos decir los tres. El nombre completo en quien nuestra salvación está encerrada.

Pero sea tan amable en ver el pequeño pronombre, ‘nuestro’ en el versículo 3. “Bendito el Dios y Padre de,” no solo el Señor Jesucristo, sino “nuestro Señor Jesucristo.” Y de esta manera, Pedro, con esa pequeña y simple palabra, personaliza todo. El Señor divino del universo, es nuestro. El Jesús de la encarnación, muerte y resurrección es nuestro. El Cristo, el Rey ungido y Mesías es nuestro, no una deidad distante de que debe ser apaciguada, sino un Señor y Salvador personal. Él es nuestro ahora, y en la plenitud de todo lo que Él es, será nuestro en el futuro cuando seamos como Él. El hecho de que el Señor Jesucristo es nuestro nos conecta a Dios, porque si somos uno con Él, somos uno con Dios, y en 1 Corintios 6:17 dice que el que se une al Señor un espíritu es con Él, somos uno con Cristo, somos uno con Dios, esa es la razón por la que Jesús dice, “Vengan y siéntense conmigo en mi trono, como Yo me siento en el trono de Mi Padre.” En la eternidad Cristo estará en el trono del Padre, y estaremos en el trono de Cristo, por lo tanto, en el trono del Padre, en un sentido muy real estaremos perdidos en una relación de intimidad eterna con Dios, el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo.

¿Quién es la fuente entonces de nuestra herencia? ¿Quién es la fuente? Aquel a quien damos la alabanza. No bendeciremos a Dios, sino nos lo hubiera dado. Si usted se hubiera ganado su herencia mediante obras, porque bendeciría usted a Dios. Si usted se hubiera ganado su herencia mediante un predicador, porque bendeciría a Dios. Si a usted se le hubiera dado su herencia mediante alguien que le dio testimonio a usted, ¿Por qué bendeciría usted a Dios? Si usted hubiera recibido su herencia mediante su propia capacidad de entender la Escritura, ¿por qué bendeciría a Dios? Bendecimos a Dios porque Él es la fuente, y Él es la fuente quien es el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, y fuera de la obra de Cristo Dios no podría ser la fuente porque no podríamos obtener la herencia.

Entonces, tenemos un regalo, una herencia dada a nosotros como un regalo, porque hemos sido hechos hijos de Dios. ¿Cómo? Al final del versículo 1, “Fuimos elegidos según la relación de amor predeterminada de Dios Padre, mediante la obra salvadora, santificadora del Espíritu. Dios nos escogió para ser hijos, y cuando Él nos escogió para ser hijos, Él por lo tanto nos escogió para darnos una herencia eterna. Él es la fuente.

Y entonces, cómo puede ver, esa es la razón por la que Pedro llama a la alabanza, “Alaben al Dios quien es la fuente de su herencia eterna.” Permítame decirle algo, no es correcto, es un pecado yo creo, de proporciones masivas, vivir una vida de ingratitud. Es un pecado no estar siempre alabando a Dios, bendiciendo a Dios, adorando a Dios, honrando a Dios, exaltando a Dios por su herencia eterna, de la cual Él es la única fuente mediante Cristo. ¿Tiene usted un corazón agradecido? Digo, un corazón continuamente agradecido. Espero que lo tenga. Compartamos juntos en una palabra de oración.  

Padre, te agradecemos por la manera en la que Tú nos has revelado Tu generosidad y Tu bondad. Te agradecemos por las misericordias absolutamente interminables y eternas que Tú has derramado en nosotros debido a nada que hallamos hecho. Y queremos venir a Ti en alabanza. Queremos venir a Ti en adoración. Queremos agradecerte por el regalo que nos has dado. Te alabamos Señor, por nuestra herencia eterna. Y Señor, oramos porque nuestra alabanza pueda ir más allá que tan solo el pensamiento de un momento, que pueda ir más allá que tan solo una exhalación o dos, conforme dejamos este servicio.

Oramos Señor porque pueda permanecer con nosotros, para que recordemos día tras día el ofrecerte nuestra alabanza. Y Señor, si en algunos de nuestros corazones hay un espíritu de ingratitud, un espíritu de falta de contentamiento, un espíritu que rechaza la alabanza. Perdónanos y límpianos, llena nuestros corazones de gozo, Señor ayúdanos a ser fieles para darte a Ti lo que mereces, sin importar cuan profundo sea el problema, sin importar cuan ansioso esté el corazón, que estemos llenos de alabanza. Oramos en el nombre de Cristo. Amén.

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