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Vayamos a Mateo capítulo 5, vamos a regresar a nuestra serie de la felicidad verdadera, la felicidad verdadera. El único camino a la felicidad verdadera Jesús lo presentó en el primer sermón registrado de Jesús en el Nuevo Testamento, Mateo capítulo 5. Con frecuencia llamado el sermón del monte, porque él subió al monte, dice en el versículo 1, se sentó y abrió su boca y comenzó a enseñar. Conforme Jesús comenzó a enseñar ese día en el monte, él dio una serie de afirmaciones que son conocidas como las bienaventuranzas, pronuncian bendición. Son conocidas para todos nosotros que conocemos la Palabra de Dios y las estamos viendo una a la vez.

En esta noche llegamos al versículo 5, la tercera de las bienaventuranzas. Bienaventurados los mansos porque ellos recibirán la tierra por heredad. Algunas traducciones dicen gentil, algunas dicen humildes. Mansos probablemente es la mejor manera de traducir eso. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Esta afirmación de Jesús, como las primeras dos, bienaventurados los pobres en espíritu y bienaventurados los que lloran, fue, dicho de manera suave, un shock para la audiencia judía, ese día en el monte en donde él habló. Igualmente, tan conmovedora como las otras bienaventuranzas, porque los llamó a una actitud de corazón que era totalmente extraña para su manera de pensar.

Ya lo habían oído a él decir que un espíritu quebrantado y un corazón que lloraba eran necesarios para entrar el reino del Mesías, en lugar de la justicia personal y el orgullo espiritual. Y después Jesús sacude aún más su pensamiento, al decir, bienaventurados los mansos. Esto simplemente, es absolutamente extraño a todo lo que esas personas judías habían entendido en ese día. Permítame decirle por qué. Poco más de medio siglo antes de que Jesús naciera, en el año 63 antes de Cristo, Pompeya había añadido Palestina para Roma. De esta manera, llevando a un fin la independencia judía. Usted recordará que esa independencia fue ganada a un gran costo en la revolución macabea. Pero esa independencia que los judíos atesoraban tanto, esa libertad de ser quien ellos querían ser, como su propia nación, fue perdida cuando ellos cayeron bajo el poder de Roma.

A partir de ese momento y en adelante, Palestina les perteneció a los romanos. Fue gobernada en parte, a través de los reyes herodianos que estaban sujetos a la autoridad del César, y en parte por procuradores o gobernantes o gobernadores romanos. La combinación de los herodianos y los romanos era desagradable para los judíos, a quienes no les gustaba la idea que alguien los gobernara. Particularmente, gentiles paganos. Al mismo tiempo, virtualmente, todas las otras tierras con las que el Nuevo Testamento tiene que ver, también habían sido sujetas a Roma. El imperio romano había alcanzado su zenit en el tiempo de Cristo, el gran imperio romano se extendía por toda Europa hasta Asia, y llegando al Este hasta Baalbek o la parte Este de Beirut, al Este de Damasco. Los judíos, entonces, eran siervos y esclavos de los romanos, en el sentido más puro.

Ese fue un hecho, por cierto, que no les gustaba reconocer. Y en Romanos…en Juan 8:33, le dijeron a Jesús, ‘Somos simiente de Abraham, y nunca hemos sido aún, esclavos de nadie’. Era una manera de pensar que deseaba eso. De hecho, en el mismo momento en el que dijeron esos, eran los esclavos de Roma. Entonces la historia entera de la vida de Jesús, el trasfondo de ella, encaja en el marco de una nación en esclavitud a Roma. Una sombra del Cesar, francamente, se encuentra sobre todas las páginas del Nuevo Testamento. Al mismo tiempo los judíos habían estado esperando por mucho tiempo para que el reino de Dios llegara. Estaban esperando su Mesías, el Mesías iba a venir, ellos creían. Y él establecería el reino en la tierra, el establecería el reino prometido del cual los profetas habían hablado. El Antiguo Testamento es muy claro en esto, iba a haber un reino, y ellos lo esperaban mucho. Su expectativa se incrementó aún más conforme la opresión romana se incrementaba. Entre más fuerte era el control de los romanos sobre ellos, más anhelaban que el reino de Dios viniera.

Y después, la cosa más maravillosa, la cosa con más esperanzas sucedió. Juan el Bautista vino. Juan el Bautista, el último de los profetas del Antiguo Testamento y anunció que el Rey había venido. Y después el Rey vino, el Señor Jesucristo, ¿y cuál fue su mensaje?  Él dijo esto, ‘El reino de los cielos se ha acercado’. Cuando Jesús llegó, inicialmente, hubo una emoción tremenda. Usted se acuerda de que todo Israel salía a oír acerca del Mesías, por parte de Juan el Bautista. Y cuando Jesús vino, Jesús vino diciendo, como Marcos 1:15 lo dice: ‘El tiempo se ha cumplido. El reino de los cielos se ha acercado.’ Y pensaban ciertamente, aquí estamos, este es el tiempo del Mesías, y el Mesías va a venir y él va a derrocar a Roma, y él va a establecer el estado judío independiente, y él nos va a traer las glorias del reino que han sido prometidas a lo largo de los siglos por los profetas.

Había algunos judíos, con frecuencia llamados ‘zelotes’, que creían que el Mesías haría esto políticamente, militarmente. Él simplemente vendría, y rompería la estructura de poder romana y la reemplazaría. Él vendría para traer un golpe de estado. Sería una especie de revolución en la que él conquistaría militarmente, y establecería su propio reino político, mediante mero poder, derrocando a Roma. Los zelotes eran los militares, eran los pragmatistas. Otro grupo muy prominente en el Nuevo Testamento fueron los fariseos, que realmente dominan la escena en el Nuevo Testamento. Y ellos creían que el Mesías vendría y derrocaría a quien estuviera controlando a Israel. En este caso habrían sido los romanos.

Pero él no lo haría tanto militarmente como milagrosamente. Eran más teólogos que pragmatistas. Estaban más interesados en el cumplimiento del poder de Dios, a un nivel milagroso, que simplemente un nivel militar. Estaban esperando que el Mesías estableciera su reino, mediante alguna ola increíble de milagros, algún acto milagroso, mediante el cual él derrotaría al poder romano. Pero, de cualquier manera, todos estaban esperando alguna intervención catastrófica de Dios, que fuera disparada por la llegada del Mesías. Daniel había dicho que él vendría en nubes y gloria y que él establecería su reino. Inclusive los discípulos fueron arrastrados por todo esto, en Hechos capítulo 1, versículo 6 dijeron, ‘¿Es este el momento en el que vas a traer el reino? Habían estado esperando esto a lo largo de estos años, de hecho, se habían unido a Jesús, asumiendo que ellos por lo tanto participarían a un nivel alto en Su reino. Y después Jesús dijo cosas que simplemente los devastaron. Inclusive cuando él dijo, ‘Mi reino no es de este mundo’.

Cuando Jesús vino, él entró a toda esta expectativa. La esperanza de una conquista política, o milagrosa de Roma, una restauración de la tierra de regreso al pueblo de Israel, todas las glorias de las profecías prometidas cumplidas, y únicamente fue un sueño en ese entonces conforme Israel estaba bajo el yugo del poder de Roma y Cesar, y no iban a darle su independencia. Sin embargo, esta esperanza ardía en el corazón de los judíos y ardía con tanto calor que creó un ambiente, para que muchos mesías falsos se levantaran y cayeran, vinieran y se fueran. Estaban tan ansiosos porque un mesías viniera y los sacara de la esclavitud romana, que hubo una ola de mesías falsos que estaban tratando de aprovecharse del sueño.

Ocasionalmente los zelotes, también llamados los ‘Zecharei’ teniendo que ver con el hecho de que llevaban espadas, atacaban a Roma una y otra vez, como terroristas. Debido a que no tenían bombas en esos días, encontraban a un oficial apropiado, y lo apuñalaban en la oscuridad. Lo único que eso hacía era traer respuestas romanas. No cumplió absolutamente nada y finalmente en el 70 DC los romanos se habían cansado de todo esto y entraron en el 70 DC y destruyeron la ciudad de Jerusalén y mataron a un millón cien mil judíos. De, el 132 al 135 en el siguiente siglo, bajo el emperador Adrián, para efectos de todo lo que ellos querían, mataron a la nación entera.

En el 70 DC fue Jerusalén, pero sesenta, setenta años después el resto de la nación fue matada. Algunos escritores nos cuentan que Adrián destruyó por lo menos novecientos ochenta y cinco ciudades y aldeas en la tierra de Palestina. El plan de Dios no fue en absoluto como ellos lo pensaron. Jesús decepcionó a los zelotes, porque él no iba a agrupar una fuerza revolucionaria. Él decepcionó a los fariseos porque ellos sabían que él tenía poder milagroso, lo vieron todo el tiempo. Lo vieron resucitando a los muertos, lo vieron curando a los enfermos, lo vieron dando vista a los ciegos y oído a los sordos, y voces a los mudos. Lo vieron creando alimento, a partir de Sus propias manos. Ellos sabían que él tenía poder milagroso, pero él no lo quiso usar para destruir a Roma.

Y él no quería hacer esos milagros cataclísmicos que ellos querían que hiciera. Y, de hecho, los molestaba en extremo, que él pasó más tiempo condenando a los judíos, de lo que él condenó a los romanos por mucho. De hecho, en todo el registro de su predicación él tuvo poco que decir, si dijo algo, acerca de los romanos, y mucho que decir acerca de los judíos. Finalmente, estaban tan molestos por Jesús, que su molestia se convirtió en amargura, su amargura se convirtió en odio, y clamaron para deshacerse de él. Él fue una decepción tremenda, una decepción tan enorme, porque ellos sabían que él tenía poder espiritual. Ellos sabían que él tenía poder milagroso, y él no estaba usándolo para cumplir los objetivos de ellos. Esa decepción se convirtió en odio, y eventualmente debido a eso lo ejecutaron.

Y una vez que él fue ejecutado, él se volvió inclusive más intolerable, el nacionalismo judío nunca podía tolerar a un Mesías crucificado. Esa es la razón por la que Pablo en Romanos nos dice, que la crucifixión de Cristo lo hizo para los judíos un tropezadero. Pero ellos deberían haber sabido que la dirección no iba a ser como ellos lo pensaban. Y deberían haberlo sabido desde el principio mismo, aquí en el versículo 5 todo realmente inició. Su decepción realmente comenzó aquí cuando dijo, ‘Bienaventurados los mansos’. Eso no era lo que quería oír, lo que ellos querían oír era bienaventurados los poderosos, quieres ser bendecido, quieres heredar el reino, demanda poder, demanda fuerza, demanda soberbia.

Realmente eran muy ignorantes de la virtud semejante a un siervo, del Mesías. Eran ignorantes del significado de Isaías 40 a 66, Jesús señaló específicamente a Isaías 61 cuando él predicó como es registrado por Lucas, y les dio indicaciones bastantes claras de la naturaleza de Su reino, cuando él dijo cosas como esta, ‘Abriendo el libro de Isaías, el Espíritu de Jehová está sobre mí, porque él me ha ungido para predicar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar liberación a los cautivos, a darle vista a los ciegos, a liberar aquellos que están afligidos, a proclamar el año agradable a Jehová. Él iba a venir a los pobres y él iba a venir a los encarcelados, y él iba a venir a los afligidos, y él iba a predicar el evangelio. Todo esto indicaba algo de su humildad, en lugar de que él viniera como un héroe conquistador.

Él continuamente se refiere a sí mismo como el siervo humilde, él dice, ‘El Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar Su vida en rescate por muchos.’ Y después aquí en las bienaventuranzas él dice, su reino le pertenece a gente que está quebrantada en espíritu, que no tiene confianza en sí mismos, que no creen en sí mismos en absoluto. El reino le pertenece a gente que está llorando, y ahora él dice, a gente que es mansa. ¿Cómo es posible que el gobierno romano iba a ser derrocado? ¿Cómo es posible que el gran reino va a ser establecido por aquellos que están quebrantados y que están llorando y son mansos?

Es simplemente la antítesis absoluta de todo lo que ellos hubieran asumido. Jesús dice, ‘no son los autosuficientes, no son los justos en sí mismos, no son los soberbios, no son los fuertes, no son los capaces, no son los valientes, no son los que tienen confianza, no son los satisfechos, no son los enojados, los poderosos, los rebeldes, los que van a traer el reino, los que van a entrar al reino. Son más bien los quebrantados, los que lloran, los mansos, los que tienen hambre y sed, los misericordiosos, los puros, los pacificadores, y los perseguidos, y los que son calumniados, los que constituyen Su reino. Ellos son los verdaderos ciudadanos del reino.

Bueno, este es un mensaje, absolutamente contundente. Y yo creo que es exactamente aquí, en donde la hostilidad del pueblo judío, realmente es inaugurada. Ahora, hay un flujo aquí, aquellos que son pobres en espíritu, son aquellos que reconocen su bancarrota espiritual, reconocen su impotencia, reconocen su incapacidad de hacer algo que agrade a Dios, reconocen su indignidad, su ineptitud para entrar al reino, que saben que no tienen recursos mediante los cuales pueden agradar a Dios. Espiritualmente están en bancarrota absoluta. Debido a que son los que están en bancarrota, lloran. Lloran por su pecado, por su bancarrota espiritual, por su incapacidad. Y la manera natural, gente así, es mansa. No se afirman a sí mismos, simplemente lo opuesto.

¿Qué significa ser manso? ¿de qué es lo que realmente estamos hablando cuando estamos hablando de mansedumbre? Si usted lo busca en un diccionario, el diccionario podría desviarlo a usted. Un diccionario que consulte la palabra manso, decía, ‘deficiente en espíritu y valentía’. Eso no es lo que la palabra griega usada aquí significa. Cuando hablamos de mansedumbre, de lo que realmente estamos hablando, y sinónimos con frecuencia se dan para esto, es gentileza en el sentido de humildad. Pero el meollo significa, ‘alguien que no se afirma a sí mismo’. Alguien que no está consumido con sus propios objetivos. ‘Suave’, es otra traducción.

La persona que está quebrantada por su propia condición, que llora por su propio pecado, no se va a afirmar a sí misma. Muestra más bien, una sumisión callada, dispuesta a Dios. Estando en contraste directo a la obstinación deliberada, rebelde, a vivir centrado en uno mismo, que es característico del hombre natural. Algunas veces, esta misma palabra es la palabra ‘prais’ de ‘praos’. Algunas veces la misma palabra es usada para describir una medicina confortante, algunas veces es usada para describir una brisa gentil, algo que no lo derriba a usted. Los granjeros usaban esta palabra para describir a un potro que había sido quebrantado y era dócil, gentil, había sido domado, cuya fortaleza y poder podía ser canalizada para bien. No es debilidad. No se quede con esa idea.

No es debilidad, es poder bajo control. Es una persona que ha cedido el control a alguien más. Toda la fuerza está ahí, todo el poder está ahí, simplemente, no es afirmado de manera personal, en donde usted tiene un corazón quebrantado, en donde usted tiene un sentido de bancarrota espiritual, en donde usted tiene un lloro por la pecaminosidad de uno. Usted tiene sumisión. Y la sumisión a Dios es mansedumbre. Creo que usted podrá decirlo de esta manera, es domar al león, no matar al león. El león es tan fuerte como siempre, nada más que el león ha cedido su voluntad a otro. El mismo león, pero bajo control. No impotente, no cobarde, controlado.

Esta es la persona que literalmente cede su poder, cede sus metas, cede su voluntad, cede sus propósitos, sus metas, sus sueños, sus ambiciones, para que estén bajo control divino. La medicina, bajo control, en la dosis correcta, es de gran beneficio. Fuera de control, en la dosis equivocada, es mortal. El viento bajo control, trae una brisa gentil, fuera de control trae un huracán devastador y mortal. Un caballo bajo control, puede ser controlado y usado para cumplir propósitos grandes, fuera de control, destruye. Es este poder bajo control, que es esencialmente esta palabra ‘praos’.

Un escritor lo dijo de esta manera, ‘este es el fruto del Espíritu, que se encuentra en la tierra de pobreza espiritual, contrición y lloro. Una flor noble que crece de las cenizas del amor personal que esta sobre la tumba de la soberbia. Por un lado, un hombre ve su propia ruina absoluta, su indignidad, y miseria. Por otro lado, contempla la bondad y benignidad de Dios en Cristo Jesús. La característica interna es una disposición de corazón mediante la cual, la percepción clara de su propia miseria, y la misericordia abundante de Dios, se ha vuelto tan flexible, tan movible, que no hay rastros de su rudeza original, de su naturaleza independiente y salvaje, no domada, aunque permanece.

Ahí está, ahí está. La persona mansa en el lenguaje de hebreos 10:34, ha aprendido a recibir de manera gozosa el robo de sus propias posesiones, sabiendo que él tiene una mejor posesión, inclusive una permanente. Él está dispuesto a entregar lo que sea y todo en este mundo, porque él sabe que Dios tiene un mejor plan y un mejor mundo. Esta es, en una palabra, una persona que ha muerto a sí misma. Nunca está contemplando las heridas recibidas, nunca contempla las ambiciones y sueños despedazados, no tiene amargura. No es una cualidad natural, por cierto, es un regalo de Dios.

Este versículo, por cierto, realmente está arraigado en el Salmo 37. ¿Puedo llevarlo al Salmo 37 por un momento? Hay más que decirle a usted acerca de esta bienaventuranza, en esta noche, de lo que puedo decir, pero hay algunos pasajes que van a ayudar a explicarla. Salmos 37:3, ‘Confía en Jehová y haz el bien. Y habitaras en la tierra y te apacentaras de la verdad. Deléitate a sí mismo en Jehová y él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu camino y confía en Él, y Él hará, exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía. Guarda silencio ante Jehová y espera en Él, no te alteres con motivo del que prospera en su camino, por el hombre que hace maldades. Deja la ira, y deshecha el enojo. No te excites en manera alguna a hacer lo malo, porque los malignos serán destruidos, pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra.’

Ahí está en el versículo 9, casi la afirmación idéntica, ‘Espera en el Señor y heredarás la tierra.’ Jesús dijo, ‘Los mansos heredarán la tierra’. La mansedumbre es espera al Señor, eso es lo que es. Ahí en el versículo 11, ‘Los humildes heredarán la tierra’. Regrese al versículo 4, ‘Confía en Jehová’. Versículo 3, ‘Confía en Jehová’. Versículo 4, ‘Deléitate en Jehová’. Versículo 5, ‘Encomienda tu camino a Jehová’. Versículo 7, ‘Descansa en Jehová, no te impacientes.’ Versículo 8, ‘No te excites’. Versículo 9, ‘Espera en Jehová’. Todas esas son las actitudes de los mansos. Simplemente entregan todo, para el propósito de Dios. Confían en Él, se deleitan en Él, encomiendan su camino a Él, descansan en Él, no se excitan por hacer lo malo, lo esperan. Eso es lo que significa ser manso. Confiar, deleitarse, encomendar, descansar, cesar.

El Salmista está diciendo, ‘Sé manso. No se aflijan cuando los impíos prosperan. No se afijan cuando sus propios planes no se cumplen. La bendición de Dios le pertenece a aquellos que ceden a Él, y ¿qué es lo que alguien más puede hacer que no tiene nada que ofrecer? Digo, si usted está quebrantado en espíritu, si usted se da cuenta de su bancarrota espiritual y pobreza espiritual, y si está llorando por su condición, ¿qué tiene que hacer más que ceder? Simplemente, encomiende su camino al Señor. No está hablando de cobardía. El Señor podría llamarlo a usted a hacer algo que va a demandar valentía tremenda. No está hablando de flojera, el Señor puede llamarlo a que haga algo que va a demandar una energía y esfuerzo tremendas. No es una ausencia de convicción. No es ambivalencia. No es algún tipo de amabilidad benigna humana. Realmente es fe, en el sentido más puro que confía en Dios.

Y dice esto, en mí mismo nada es posible, por lo tanto, cedo a Él en quien todo es posible. Dice, Para mí no hay defensa, pero voy a defender a mi Dios. No es una aceptación pasiva de la pecaminosidad de uno, es un reconocimiento de que usted no puede hacer nada por su pecaminosidad. Lo único que puede hacer es ceder a Dios. Usted dice, ‘Señor, no tengo nada que ofrecer, estoy quebrantado, estoy en bancarrota, y lloro por mi bancarrota. Por lo tanto, debo ser humillado delante de ti, y lo que ocurra en mi vida, de valor y bendición, que te agrada a ti, tú debes hacerlo. Y entonces, confío en ti, me encomiendo a ti y me deleito en ti. Te espero.

Esa es exactamente la manera en la que Jesús vivió su vida, exactamente. Él dijo, únicamente hago lo que el Padre me dice, he cedido mi vida a Él. Únicamente hago lo que el Espíritu Santo opera a través de mí. Él estableció el ejemplo para nosotros, él no fue ningún cobarde, él no fue débil, pero fue manso. De hecho, el apóstol Pablo nos llama a la mansedumbre en 2da de Corintios 10:1, cuando él nos llama a la mansedumbre y gentileza de Cristo. Él tenía su poder bajo control y estaba bajo el control de Dios. Estaba bajo el control de Dios, él cedió a las prerrogativas de usar sus atributos divinos. Él cedió el derecho de usar de manera independiente sus atributos, a Dios. Y, por lo tanto, presentó el ejemplo perfecto para nosotros.

La mansedumbre no significa, soy débil. Significa he cedido mi poder a los propósitos de Dios, he cedido a su control. Usted no piensa que Jesús fue débil. Dos veces entró al templo y lo limpió. Él confrontó a los hipócritas, él condenó a los líderes de Israel, él habló sin temor del juicio, él enfrentó una hostilidad terrible, terrible, burla, persecución, inclusive ejecución, sin temor. Pero su poder estuvo bajo el control de Dios. Esa es una persona que entra al reino. Si usted quiere estar en el reino de Dios, usted tiene que ver su propia bancarrota espiritual, tiene que reconocer que usted está en una condición sin esperanza, usted llora por ese pecado, literalmente se arroja a sí mismo a Dios. Eso es lo que la mansedumbre significa. Usted simplemente se avienta sobre él, el único que tiene el poder de producir en usted algo que le agrada a Él.

Quiero que veamos algunos ejemplos de esto, en el capítulo 13 de Génesis. Simplemente un par de ellos y después vamos a hacer algunas aplicaciones prácticas y terminaremos. En Génesis capítulo 13 está Abram. Abram recordará usted estaba viviendo en Ur de los caldeos, se llevó a su sobrino con él, su sobrino era Lot, y tuvieron un desacuerdo familiar. Descendieron al Neguev, el cual es el desierto sur, cerca de Israel. Y en el versículo 7, hubo una contienda. Una pelea entre los pastores del rebaño de Abram, y los pastores del rebaño de Lot. Ahora tenía el derecho a la tierra, él era el hombre de Dios, y Lot simplemente iba con él. Simplemente estaba acompañando a Abram.

Pero Abram lo manejó de una manera bastante sorprendente, versículo 8, Abram todavía es llamado, le dijo a Lot, ‘Por favor, no haya contienda entre tú y yo, entre tus pastores y mis pastores, porque somos hermanos. ¿No está la tierra entera delante de ti? Por favor, apártate de mí, si te vas a la izquierda yo me iré a la derecha. O si te vas a la derecha, entonces me iré a la izquierda. Eso es poder bajo control. Abram tenía poder. Abram tenía autoridad, pero él la cedió. Él no la usó para su propio beneficio. Hay humildad real ahí. Él tenía la autoridad. Cualquier persona habría dicho, ‘él tenía el derecho. Después de todo él fue el hombre que Dios llamó de Ur.’ Él escogió no usarla para su propio beneficio, sino más bien permitir que el propósito de Dios se desarrollara. Este es un elemento sorprendente de virtud.

Después estuvo José. José tuvo el poder cuando él se volvió primer ministro de Egipto, para vengarse de sus hermanos. Recordará que sus hermanos lo vendieron a la esclavitud, y él fue llevado a Egipto. Él estuvo en la prisión ahí y eventualmente debido a que él podía explicar sueños, debido a que el Señor le dio la capacidad de hacer eso, él salió de la prisión y llegó a una posición en la que se convirtió en el primer ministro de Egipto. Sus hermanos descendieron ahí buscando alimentos cuando hubo un hambre en Israel. Y él tenía el poder en sus manos para vengarse de sus hermanos, pero él se rehusó. Y, de hecho, simplemente lo opuesto, él demostró amor y compasión a sus hermanos. Y de nuevo, poder bajo control. Él se sometió a sí mismo a hacer lo que era correcto.

Después estuvo David. Pienso con tanta frecuencia en David. La situación sorprendente en la que Saúl estaba persiguiendo a David. Y en 1ra Samuel 24, esto sucedió en varias ocasiones, Saúl estaba tratando de perseguir a David, pero David llegó sobre Saúl en una posición muy difícil, muy vulnerable, en donde él y sus hombres estaban escondiéndose. Ahora, recuerde que Saúl era el enemigo más grande que David tenía sobre la faz de la tierra, él más fuerte porque él era un rey. Y Saúl era él que David iba a reemplazar. Y podríamos haber asumido que debido a que él tenía el derecho al trono, él habría estado haciendo la voluntad de Dios al haber sacado su espada y haberla metido por la garganta de Saúl, con un golpe de la espada habría matado a Saúl, habría tomado su trono, él tenía el derecho de tenerlo, y eso es exactamente lo que algunos de los hombres de David lo animaron a hacer, porque Saúl después de todo estaba tratando de matar a David. David no lo quiso hacer, lo que hizo fue tomar su espada y cortar un pedazo de la túnica de Saúl. Él tenía el poder, él tenía el derecho, pero estaba bajo control.

Yo creo que, en todos estos casos, estos hombres estaban siguiendo la guía del Espíritu de Dios en su vida, y cedieron a eso. Él únicamente actuaba a favor de Dios, no a favor de sí mismo. José únicamente actuaba a favor de Dios, no a sí mismo, y también con Abraham. En 2do Samuel 16, el hijo de David, Absalón, forzó a su padre a que huyera al desierto. Comenzó una revolución en contra de su padre, literalmente lo expulsó de la ciudad. Este es uno de los tiempos terriblemente tristes en la vida de David, de los cuales hay muchos. Pero uno de los hombres de Saúl, un hombre llamado Simei, maldijo a David. Conforme David estaba huyendo, él lo maldijo, y le aventó piedras a él. David era el rey, Abisai quién era el sobrino de David le dijo al rey, esto está en 2do Samuel 16, ahí por el versículo 9 o 10. Abisai le dice al rey, ‘Déjame ir y cortarle la cabeza a ese hombre.’ David dijo, ‘Déjalo solo’. David no quiso actuar en defensa propia. Abraham no actuó para su beneficio personal. José no buscó la venganza. Y David no actuó para su propia exaltación, inclusive en defensa propia. Él tuvo una actitud de confianza, de sumisión total a la voluntad y poder de Dios. Y creo que en ese momento David, sabía que él estaba realmente cosechando algunas de las consecuencias de sus fracasos, al tratar con Absalón.

Después estuvo Moisés, según Números capítulo12, y versículo 3, ‘El hombre Moisés era muy manso’. De hecho, dice, y esto es sorprendente, dice, ‘Moisés, era manso sobre todos los hombres que estaban sobre la faz de la tierra.’ Él era el hombre más manso del mundo. Dice usted, ‘Encuentro eso muy difícil de creer. Si usted le pregunta a cualquier judío, simplemente en general, quien es el líder más grande en la historia judía. ¿Quién le van a decir a usted? Moisés, Moisés. Los dos más grandes líderes en la historia judía son Moisés y Charlton Heston. Moisés es el gran líder. Sin embargo, Dios dijo de él, que él era el hombre más manso que jamás vivió. Ahora, ¿de qué estamos hablando aquí cuando estamos hablando de mansedumbre?  Lo asociamos con una ausencia de temor, lo asociamos con valentía, y denuedo, y poder. Lo vemos marchando ahí, para ver a Faraón, y diciéndole a Faraón, deja ir a mi pueblo, y si no dejas ir a mi pueblo, algunos juicios serios van a caer.

Él fue fuerte cuando fue, mató un egipcio quien estaba maltratando un hebreo. Lo mató ahí en el lugar mismo. Él fue firme en sus convicciones. En Éxodo 5 Moisés, quien una vez había huido de Faraón en temor, regresó a estar de pie delante de Faraón en denuedo y decirle, deja ir a mi pueblo. Y entonces, hacemos la pregunta, ¿Cómo es que este hombre puede ser manso? Él parece ser todo menos manso. Bueno, su mansedumbre se manifiesta en lugares como Éxodo 3, versículo 9. Ahora, he aquí el clamor de los hijos de Israel ha llegado a mí Dios dice. Además, he visto la opresión con que los egipcios están oprimiéndolos. Por tanto, ven ahora y te enviaré a Faraón para que puedas traer a mi pueblo, los hijos de Israel, los saques de Egipto. Pero Moisés le dijo a Dios, ‘¿Quién soy yo para que vaya a Faraón y para que yo saque a los hijos de Israel de Egipto? Es eso mansedumbre. 

Él no tenía confianza en ¿quién? en sí mismo. Ninguna, ninguna. Él sabía que era absolutamente inepto. Éxodo capítulo 4, versículo 20, Moisés tomó a su esposa y a sus hijos y los subió a un asno y regresó a la tierra de Egipto. Moisés también tomó la vara de Dios en su mano, versículo 29. Moisés y Aarón fueron y congregaron a todos los ancianos de los hijos de Israel. Aarón habló todas las palabras que Jehová había hablado a Moisés, él entonces hiso las señales ante la vista del pueblo. El pueblo creyó cuando oyeron que el Señor estaba preocupado por los hijos de Israel, y que había visto su aflicción. Entonces se postraron y adoraron. Moisés regresó con fuerza, él junto con Aarón tomaron el liderazgo. Mansedumbre es la ausencia de confianza en mí mismo, no ausencia de confianza en mí Dios, ¿entiende usted la diferencia? Es cuando usted llega al lugar en el que usted sabe que solo él lo puede hacer. Intentar, en manera alguna representar a Dios por usted mismo, es insensato, si usted está confiando en sí mismo.

Pablo tuvo la misma actitud, Filipenses 3:3. Él dice, ‘No puedo confiar en la carne’. Filipenses 4:13, ‘Todo lo puedo en Cristo que me fortalece’. Eso es mansedumbre, eso es mansedumbre. Es una ausencia total y absoluta de confianza en uno mismo, para cumplir cualquier cosa que sea eterna, y una confianza total en Dios, para lograrlo todo. En 2do de Crónicas, hay un buen contraste de esto, permítame leérselo, es acerca de Uzías, el rey. Él fue rey durante cincuenta y dos años en Jerusalén, mucho tiempo. Él salió y estuvo en guerra contra los filisteos, y derribó el muro de Gat, es una ciudad filistea, y el muro de Jabnia, otra, y el muro de Asdod. Esas son todas ciudades filisteas que siguen la costa de Palestina. Él construyó ciudades en el área de Asdod y entre los filisteos. Dios le ayudó en contra de los filisteos y en contra de los árabes que vivían en Gur-baal y los amonitas.

Dios le ayudó dice, ‘Los amonitas dieron tributo a Uzías y su fama se extendió hasta la frontera de Egipto, porque él se volvió muy fuerte. Digo, el hombre literalmente dominaba esa parte del mundo. Además, Uzías construyó torres en Jerusalén, en la puerta de la esquina, en la puerta del valle, en la esquina, y las fortaleció. Digo, su posición después que había ganado la guerra fue posicionarse a sí mismo con la postura fuerte en la guerra fría, para que sus enemigos no lo atacaran porque él estaba tan fortalecido. Él construyó torres en el desierto y el cavó muchas cisternas porque él tenía muchos rebaños, esto es para proveer el recurso para el agua, para el rebaño tanto en la parte baja como en la planicie. Él tenía hombres que araban la tierra y labradores y viñas en el campo, y campos fértiles, porque él amaba la tierra.

Digo, este es un hombre sorprendente, un gran soldado, un gran agrónomo, un gran granjero. Uzías tuvo un ejército listo para la batalla, él era un constructor, él era un hombre militar, él entró en combate por divisiones, según el número de lo que organizó. En otras palabras, él estaba muy bien organizado, él tenía todo preparado, él nombre total de la cabeza de las casas, de guerreros es dos mil seiscientos. Bajo su dirección había un ejército élite de trecientos siete mil quinientos, una tercera parte de un millón. No es sorprendente que nadie quería atacarlo, podrían pelear en la guerra con gran poder para ayudar al rey en contra del enemigo.

Además, Uzías preparó para todo el ejército, escudos, lanzas, cascos, armaduras para el cuerpo, arcos y piedras para hondas. Y en Jerusalén, él hizo máquinas de guerra inventados por hombres hábiles, para que estuvieran sobre las torres y en las esquinas con el propósito de disparar flechas y grandes piedras. De esta manera su fama se esparció hasta lejos, porque él fue ayudado maravillosamente hasta que él fue fuerte. ¿Cómo llegó ahí adonde llegó? Él fue ayudado maravillosamente que, ¿ayudado por quién? por Dios. Él fue ayudado por Dios, pero cuando se fortaleció su corazón se ensoberbeció tanto que él actuó de manera corrupta, y él fue infiel a Jehová su Dios, porque entró en el templo de Jehová para ofrecer incienso sobre el altar de incienso.

¿Sabe usted lo que él hizo? Él salió de su función como rey, y entró a la función sacerdotal y violó el estándar sacerdotal. Él pensó, bueno, soy un rey tan grande, creo que podría ser un buen sacerdote. Y Dios lo azotó con lepra y murió. Y hasta su muerte él tuvo que vivir en una casa separada, por el contagio de su lepra. Literalmente, él fue matado. Él durmió con sus padres, lo sepultaron con sus padres en el campo de la tumba que les pertenecía a los reyes, porque dijeron, él es un leproso. Eso es exactamente lo opuesto, un hombre que quería llevarse todo el crédito, hacerlo en su propia fuerza, hacerlo en su propio poder.

Escuche, esos otros hombres, todos tuvieron un sentido de su pecaminosidad. Todos tuvieron un sentido de su debilidad, todos tuvieron un sentido de su ineptitud, y oraron por su pecado, y oraron por su debilidad. tuvieron un sentido saludable de pecado y vergüenza y debilidad, que los humilló delante de Dios y causó que ellos buscaran únicamente Sus causas y defendieran únicamente Su nombre y pelearan únicamente Sus batallas, y usaran únicamente Sus armas. De hecho, causó que ellos hicieran lo que la siguiente bienaventuranza dice, ‘Tened hambre y sed de justicia’, porque sabían que no tenían nada. Sabían que no eran nada, y hallaron que el camino a ser algo, era el camino a Dios.

¿Cuál fue el resultado? Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. En primer lugar, son bienaventurados. Eso significa, felices, gozo verdadero, gozo de salvación, el gozo de la vida eterna. El gozo que le pertenece a todos los que están en el reino, les pertenece a los mansos. Usted tiene que entender que los líderes judíos eran soberbios, autosuficientes, pensaban que eran buenos en sí mismos. Creían que podían alcanzar el nivel de justicia que satisfacería a Dios. Eran lo opuesto de esto, no iban a heredar la tierra.

¿Qué significa heredar la tierra? Bueno, a Israel se le había prometido la tierra desde Génesis 13 en adelante. Y estaban en ella ahí, pero realmente no la estaban controlando. Están ahí de nuevo en la actualidad, en cumplimiento parcial de la promesa de Dios. Pero la gloria real de la herencia de esa tierra va a venir en la promesa del reino para ellos. Estaban esperando que el rey viniera y estableciera la gloria de su reino, pero la única manera de participar de ese reino era ser manso. La palabra ‘heredarán’, es de un verbo griego que significa, recibir una parte destinada. Kleronomeo, significa recibir aquello que está destinado, designado para usted. Y si usted quiere un lugar designado en el reino del gran Rey, el Señor Jesucristo, usted va a recibir una cuando entre a su reino, quebrantado y orando y manso, reconociendo su pecaminosidad, su bancarrota espiritual y orando por ello, dependiendo de Dios para todo.

Va a ver un reino literal, terrenal en el futuro, es prometido. Seremos parte de ese reino, todos los que lo amamos tanto judíos como gentiles, estaremos ahí mientras que creemos en Jesucristo. Seremos parte de ese reino. De hecho, cuando Jesús regrese a establecer su reino en Apocalipsis, regresamos con Él. Dice que viene del cielo montando sobre un caballo blanco y detrás de él son todos los santos, vestidos de blanco, montados sobre caballos blancos regresamos a entrar a ese reino con él. Y más allá de eso está el nuevo cielo y la nueva tierra, el reino eterno, pero le pertenece únicamente a aquellos que entran de esta manera.

Simplemente, resumiendo esto y dándole algunas cosas prácticas en que pensar, la mansedumbre es mandada por Dios. Únicamente los mansos son salvos, es correcto. Únicamente aquellos que no confían en sí mismos. Salmos 149:4, ‘Únicamente los mansos son salvos. Únicamente los afligidos experimentan salvación.’ Santiago 4 dice que Dios da gracia a los humildes y rechaza a los soberbios. Es mandado por Dios ser manso. No solo es mandado por Dios ser manso, es necesario si usted va a recibir la Palabra de Dios. ¿Se acuerda usted de lo que dice en Santiago 1, versículo 21? ‘Desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra, la cual puede salvar vuestras almas.’ Usted tiene que ser humilde para recibir el Evangelio. Usted no puede ser soberbio y pensar que usted es bueno por sí mismo. La mansedumbre glorifica a Dios, porque le da todo de regreso a Él, confiesa incapacidad total y absoluta de tal manera que lo que es logrado para bien y para la gloria de Dios, es de Él.

De hecho, en 1ra de Pedro 3:4 dice, ‘Un espíritu afable y apacible.’ Afable o manso es preciado, es de grande estima a los ojos de Dios, es de grande estima a los ojos de Dios. Una última consideración, ¿cómo sabe si usted es manso? Creo que usted puede saber. Simplemente podríamos comenzar de esta manera, reconozco que no tengo posibilidad de salvarme a mí mismo, ahí es donde comienza la mansedumbre. Reconozco que fuera de la gracia de Dios, el poder de Dios, no puedo ser salvo, no puedo entrar al reino. Reconozco que no puedo hacer nada para ser salvo. Además, reconozco que como cristiano, no puedo lograr nada en mi vida en mi propia fuerza carnal. Reconozco eso, si lo reconozco soy manso.

No significa que usted se arrastra por todos lados y dice, ¡Ay de mí! Oh está diciendo, ‘No soy nada, no soy nada’. Significa que usted entiende y reconoce su incapacidad de lograr algo al nivel espiritual y divino, y por lo tanto se somete a Dios por todo. Usted puede preguntarse esto, ‘¿Respondo humildemente y en obediencia a la Palabra? Esa es una prueba de mansedumbre. Otra es, ¿estoy enojado cuando Dios es deshonrado, en lugar de que cuando yo soy deshonrado? ¿Estoy más preocupado porque Dios sea avergonzado, que por mi propia vergüenza? ¿estoy más preocupado por que los propósitos de Dios no sean cumplidos, en lugar de los míos? ¿siempre busco hacer la paz? ¿siempre cedo a alguien más? ¿estoy más preocupado por otros que por mí mismo? ¿recibo critica bien, y amo a aquellos que la dan? Todas esas son evidencias de mansedumbre.

Y si veo esas en mi vida, entonces Dios en Su gracia poderosa y poder me ha llevado a un lugar de mansedumbre y él me ha bendecido al llevarme a su reino y hacerme un heredero de todo lo que su reino involucra en esta tierra y en la gloria venidera. Un pensamiento final. La mansedumbre, en una palabra es haber acabado conmigo mismo para bien. Eso es todo, ahí está. No soy más que un pecador sin derechos y sin poder, y me someto a mí mismo con gusto a la voluntad de Dios para que pueda ser hecho feliz, y para que pueda heredar todo lo que él le promete a aquellos que están en su reino. Es el fin de mí.

Padre, llévanos a ese punto si no estamos ahí, ahí es a donde nos has llamado a estar. Tenemos que ver nuestros corazones, y si no vemos esa abnegación, entonces no importa lo que podamos pensar acerca de una decisión en el pasado, o una oración que hicimos, si tu voluntad no es nuestro deseo, si tu reino no es nuestra pasión, si tu gloria no nos motiva. Bien podría ser que no te pertenecemos a Ti, no estamos en Tu reino. O podría ser, que hemos caído en patrones de desobediencia egoísta y hemos permitido la soberbia en nuestras vidas, podríamos estar enfrentando disciplina o experimentándola. Ayúdanos a ser mansos. Haz lo que tengas que hacer en nuestras vidas para aplastar nuestra soberbia y voluntad personal, para llevarnos al fin de nosotros mismos para bien. Matar el yo, mortificar la carne en nosotros, y que seamos como Cristo, que dijo, ‘Aprended de mí, que soy manso y humilde.’

Hombre, es una condescención incomprensible la que vemos en Cristo, aunque era igual a Dios, no se aferró a ello, sino que tomó la forma de siervo y hecho en semejanza de hombre murió la muerte vergonzosa de la cruz. Cuan bajo él descendió, cuan manso fue él, cediendo de manera absoluta todo su poder a tu control, y lo hizo voluntariamente, aunque no necesitaba hacerlo para ganar cualquier fin, fuera de cumplir tu voluntad, el cual fue su placer más grande. Padre, necesitamos humillarnos a nosotros mismos, para que podamos ser salvos del pecado y después entrar a la plenitud de tu voluntad para que podamos regocijarnos. Que aprendamos de Cristo, y que sea que nos caractericemos por la mansedumbre misma que lo caracterizo a él.

¡Oh el gozo de la persona que siempre está enojada en el momento correcto, por el motivo correcto, y nunca en el momento equivocado y por el motivo correcto! Siempre enojado por esas cosas que te deshonran, y no esas cosas que lo decepcionan a él. ¡Cuán feliz es esa persona que tiene todo instinto y todo impulso y toda pasión sometidas a Ti, controladas por Dios, que se da cuenta de su propia ignorancia, su propia debilidad, y por lo tanto es llevado a tu reino, y en humildad se convierte en un rey entre hombres! ¡Qué gran privilegio!

Oramos Señor en esta noche por aquellos que no conozcan a Cristo, que no han entrado al reino, que lleguen a este lugar de reconocimiento de su bancarrota espiritual, que lloren por su pecado, y en mansedumbre y humildad demuestren un hambre y sed de justicia que solo tu puedes dar. Y Señor, por los cristianos, ayúdanos a renovar el compromiso para ser humildes y mansos. Ha sacar la soberbia de nuestras vidas y la voluntad personal, nuestros propios propósitos, nuestros propios planes, y nuestros propios deseos insignificantes y que estemos consumidos con aquello que te trae honra y gloria. Y que nos demos cuenta de nuestra debilidad, ineptitud y únicamente en tu poder podemos cumplir algo. Cedemos a eso. Úsanos poderosamente mediante tu poder, oramos en el nombre de Cristo. Amén.

 

 

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