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Al pensar en la verdad divina en esta noche, la verdad acerca de las Escrituras, la Biblia, la Palabra de Dios, vamos a pasar a un retrato de Cristo. En cierta manera, eso es lo que está en la agenda para estas noches de domingo especiales, retratos de Cristo. Y si es tan amable, si tiene una Biblia con usted, pase a Filipenses, capítulo 2. Y si usted no tiene una Biblia, puede encontrar una ahí en la banca. Filipenses está en el Nuevo Testamento; y es una carta breve escrita por el bien conocido apóstol Pablo.

Y en esta carta, encontramos unos de los grandes retratos de Cristo en las Escrituras. Filipenses, capítulo 2. Y quiero leer el texto de las Escrituras, esta es la palabra del Dios vivo, la palabra de Dios inspirada, escrita por el apóstol Pablo; pero toda palabra viene de Dios y de esta manera, es la verdad tal como Dios quiso que fuera comunicada. Y en este maravilloso segundo capítulo, leemos el nombre de Cristo Jesús al final del versículo 5. El versículo 5 termina con Cristo Jesús. Y con ese Nombre, la siguiente sección importante inicia. Cristo Jesús… Y después, procede a describirlo con estas palabras:

“El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”

Ese es uno de los grandes retratos de Cristo en las Escrituras. Jesús un día hizo la pregunta a Sus propios seguidores, Él dijo: “¿Quién dicen los hombres que soy Yo?” Y la pregunta ‘¿quién es Jesucristo?’ es la pregunta más importante que debe ser respondida. “’¿Quién dicen los hombres que soy Yo?’ Ellos dijeron: ‘Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.’”

“Él les dijo: ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’ Respondiendo Simón Pedro, dijo: ‘Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.’” Esa, claro, fue la respuesta correcta. Y Jesús le dijo: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos.” Eso no vino de una fuente humana. Y esa es la gran revelación del cristianismo, que Jesús es Dios en carne humana. No sólo un buen hombre, no sólo un profeta, ni siquiera un gran profeta, no la reencarnación de un profeta o la resurrección de un profeta como Jeremías o inclusive Isaías o cualquier otro profeta; sino que esté Jesucristo no es ningún otro que Dios el Hijo. Eso quiere decir el Dios eterno convertido en hombre.

C. S. Lewis, un gran pensador británico y escritor, con una imaginación inmensa, tiene una sección en un libro que él escribió llamado Milagros y ve esta encarnación de Dios en carne humana, creo yo, de una manera maravillosamente fresca. Y esto es lo que él escribe. “La historia de la Encarnación es la historia de un descenso y una resurrección. Él desciende de las alturas, del ser absoluto al tiempo y al espacio, desciende a la humanidad, desciende a las raíces mismas y al semillero de la humanidad que Él mismo creó. Pero Él desciende para volver a ascender y llevar a pecadores arruinados junto con Él arriba.”

Lewis dice: “Pensemos cómo es el descenso del que estamos hablando. Bajar a la humanidad, sin ahorrarse esos nueve meses que preceden al nacimiento hu­mano, en los que según se nos dice todos nosotros reca­pitulamos extraños seres pre humanos, formas subhumanas de vida, bajar aún más hasta convertirse en un cadáver, algo que habría desaparecido de lo orgánico y regresado a lo inorgánico, como todos los cadáveres, si el movimiento as­cendente no hubiera comenzado. Tomemos la imagen de alguien que desciende a las profundidades y rastrea el fondo del mar. Tomemos la imagen de un hombre fuerte que intenta elevar un peso muy grande y enredado. Se inclina y se sitúa debajo del peso hasta desaparecer él mismo, luego endereza la espalda y se aleja con la carga balanceándose en sus hombros. O bien tomemos la imagen de un buzo que se despoja de una prenda tras otra hasta desnudarse, surca por un instante el aire hasta sumergirse, después de atravesar aguas verdes, cálidas e iluminadas por el sol, en las aguas frías, heladas, negras como boca de lobo, en el lodo y en el cieno, y después arriba de nuevo, cuando los pulmones están a punto de estallar, de regreso a las aguas verdes, cálidas e iluminadas por el sol, llevando en la mano el objeto, aún goteando, que bajó a buscar. Éste objeto es la naturaleza y asociada va toda la naturaleza y el nuevo universo.” Y Lewis procede a decir: “La doctrina de la encarnación se encuentra enfáticamente en el centro del cristianismo, que el Hijo de Dios descendió. Ninguna tan semilla cayó tan lejos del árbol hasta llegar a una tierra tan oscura y fría como lo hizo el Hijo de Dios.”

Ésta es el milagro central del cristianismo. Esta es la realidad que define nuestra fe. Es acerca de la Encarnación. Es el milagro más grande y más milagroso y más asombroso. Esta es la razón por la que es el milagro más importante en el libro de C. S. Lewis, Milagros. Es el tema del texto que le acabo de leer. Es el texto acerca del descenso de Dios el Hijo, el segundo miembro del Dios trino, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Es acerca del descenso del Hijo de Dios. Y es una porción muy directa de las Escrituras y simplemente, quiero ayudarlo a caminar a lo largo de una frase a la vez, para ayudarle a entender el corazón y el alma de la verdad cristiana.

Veamos el versículo 5, al final del versículo: “Cristo Jesús, el cual siendo en forma de Dios.” Detengámonos allí.

Esta es una afirmación profunda. Él existió en forma de Dios. Ahora, quiero llevarlo, en cierta manera, al lenguaje aquí. La Biblia fue escrita en dos idiomas, dos idiomas antiguos. El Antiguo Testamento originalmente fue escrito en hebreo. El Nuevo Testamento fue escrito originalmente en griego. Y entonces, necesitamos meternos debajo de la superficie de nuestro vocabulario, sea inglés o español, necesitamos considerar lo que las palabras griegas significaron, porque son las palabras originales para el Nuevo Testamento. La palabra siendo, siendo, huparcho, era una palabra que era utilizada para expresar la continuación de un estado o condición. De hecho, uno podría decir, si uno pudiera estirar su vocabulario un poco, era utilizada para expresar la continuación de un estado antecedente, de algo que ya era y todavía es y siempre será. No es la palabra griega común para hacer. Describe la esencia misma de una persona. Aquello que es verdadero de una persona que no puede ser cambiado. Aquello que una persona posee de manera inalterable y en una manera así, nunca puede ser quitada de él. Decir que Él existió es tocar Su naturaleza esencial. Describe esa parte de un hombre, dice un escritor, la cual a pesar de todas las probabilidades y cambios de la vida y todas las circunstancias, permanece siendo la misma. Toca la naturaleza inalterable. Pablo está diciendo que Él existió siendo en términos de Su naturaleza esencial incambiable en forma de Dios.

Entonces, cuando usted hace la pregunta ¿quién es Jesucristo?, lo primero que tiene que confrontar es la afirmación de las Escrituras de que Su ser esencial, Su naturaleza incambiable, inalterable es en forma de Dios. Ahora, eso nos lleva al tema de qué significa forma. Eso también es crucial para nuestro entendimiento. Es la palabra morphe, morphe. Morphe significa forma inclusive en inglés, pero morphe en el idioma griego siempre significa, escuche, una forma la cual expresa de manera verdadera y total el ser que representa. Esto quiere decir que es una forma que es verdadera a la naturaleza esencial. Es una forma verdadera a la naturaleza esencial. Y aquí es aplicada a Dios. Sea lo que sea la forma de Dios, sea lo que sea la forma que Dios adopte, es un reflejo de Su ser más profundo. Es lo que Él es en sí mismo. Es la naturaleza esencial de Dios visible, manifiesta, revelada.

Permítame ayudarle un poco con eso. Dos palabras griegas para forma. Una es morphe, la palabra utilizada aquí y la otra es schema, de la cual obtenemos la palabra esquemático por ejemplo, en español. En el griego, ambas significan forma. Pero significan dos tipos diferentes de forma, mientras que en inglés o en español sólo tenemos una palabra para traducir ambos morphe como schema, y las traducimos a ambas como forma. Y eso no nos ayuda. Morphe es la forma esencial de algo, lo cual es verdad a su naturaleza y no puede ser alterado. Schema es la forma externa que cambia.

Ahora, ¿cómo le puedo ilustrar eso a usted? Se lo puedo ilustrar diciendo que la morphe de un hombre como yo, la morphe es mi masculinidad, mi naturaleza humana masculina. Esa es la morphe, ese es el ser esencial que está apegado a la naturaleza de lo que soy. Y eso nunca ha cambiado. Siempre he sido un ser humano masculino. No obstante, la schema ha estado cambiando constantemente. Yo comencé como un bebé y después, me convertí en un niño; y después, me convertí en un joven y después, en un hombre de cierta edad. Y usted puede concluir el resto. Pero nunca he dejado de ser un hombre. Y Dios, en términos de Su schema manifiesta, puede aparecer como luz brillante en el huerto, conocida como la gloria Shekiná. Puede aparecer como fuego. Puede aparecer como una nube. Puede manifestarse a sí mismo en diferentes maneras. Dios el Hijo inclusive se manifestó a sí mismo en el Antiguo Testamento como un ángel llamado el Ángel de Jehová, adoptando una forma visible. Pero en este caso, la schema fue la schema de un hombre, pero la forma esencial fue la morphe incambiable de Dios.

Lo primero que aprendemos de Jesucristo, y esto es esencial para la teología cristiana, es que Jesús es en la forma esencial de Dios. Esto quiere decir que Él es un Dios inalterable, Su esencia, Su ser incambiable es divino. Él nunca ha sido y nunca será alguien diferente de Dios. Él no se volvió Dios, Él no ha cesado de ser Dios. Su schema externa, como la mía, cambió. Él fue un feto en un vientre. Él fue un infante recién nacido. Él fue un niño. Él fue un joven. Él fue un hombre joven. Él fue un adulto. Su schema cambió, Su morphe nunca cambió.

Pablo está diciendo aquí: Cristo Jesús existe en términos de Su naturaleza en la naturaleza incambiable de Dios. Él posee el ser y naturaleza de Dios de manera inalterable. Esto quiere decir de manera inequívoca que Él es Dios. Él es igual a Dios, porque Él es Dios. Y entonces, Él puede decir: “Yo y el Padre uno somos.” O Él puede decir: “Si me habéis visto a Mí, habéis visto al Padre”. Él es el verbo que creó el mundo en Juan, capítulo 1. Él es el verbo que era con Dios. Él es el verbo que era y es Dios. Él es el verbo que se hizo carne, el morphe de Dios, se convierte en la schema de la humanidad.

En Hebreos, esa epístola maravillosa, nos dice acerca de Él con estas palabras: “Dios, habiendo hablado muchas veces de muchas maneras a los padres en los profetas,” hablando del Antiguo Testamento, “en estos postreros días nos ha hablado acerca del Hijo, a quien estableció el heredero de todas las cosas, por quien asimismo hizo el universo.” Y escuche: “Y Su Hijo es el resplandor de Su gloria y la representación exacta de Su naturaleza”. Él es la representación exacta de la naturaleza de Dios.

Usted tiene a todas estas personas tratando de entender quién es Jesús y aquí se presenta de manera clara quién es. Colosenses 1:15: “Él es la imagen del Dios invisible.” Ahí es donde usted comienza. Cuando usted hace la pregunta ¿quién es Jesucristo?, la primera respuesta es: Él existe de manera permanente como Dios.

En segundo lugar, si usted regresa al versículo 6, a partir de esa gloriosa presentación de la deidad de Cristo, el apóstol Pablo comienza a rastrear la encarnación. Él establece que Él es Dios así como las Escrituras de manera clara dicen que lo es en muchos lugares. Y ahora él dice: “Aunque Él es Dios, en la naturaleza verdadera y esencia,” él dice en segundo lugar, “el no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse”; no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse. Estimó es la palabra a considerar, pensar. Ser igual a Dios significa literalmente ser igual a Dios. Y él usa la palabra isos, exactamente igual en número, tamaño o cualidad.

Entonces, lo que está diciendo es que aunque Él existe en forma de Dios y por lo tanto, es exactamente igual a Dios, y aquí entonces de nuevo tiene esta segunda afirmación esencialmente reitera el primer punto, Él es igual a Dios, el ser igual a Dios, isos. Usamos la palabra isos, usted la usa en las maneras en que las que usted ni siquiera sabe. ¿Alguna vez ha usted oído la palabra isómero, isomorfo, isométricos? Que tal acerca de un triángulo isósceles, ¿alguien recuerda eso? Un isómero es una molécula química que tiene una estructura un poco diferente de otra molécula, pero siendo idéntica a ella en términos de sus elementos que químicos y peso. Un isómero tiene exactamente la misma composición química que otra molécula. Isomorfo significa tener la misma forma. Isométrico significa ser igual en medida. Un triángulo isósceles significa que tiene dos ángulos iguales. Jesús es isos con Dios, es igual a Dios. El lenguaje aquí es muy importante.

Él, poseyendo la misma naturaleza que Dios, es isomorfo, el mismo que Dios, igual a Dios, pero Él no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse. Y aquí usted comienza a ver como la condescendencia se lleva a cabo. Aferrarse significa simplemente eso. Comenzó como una palabra que significaba robo. El ladrón entra, se aferra y corre, y se aferra a su tesoro robado. Llegó a significar algo a lo que alguien se aferraba, algo que alguien agarraba fuertemente, porque comienza con el ladrón que se está aferrando a lo que él ha robado. Jesús, en el ser mismo de Dios, siendo igual a Dios en todo sentido, se rehúsa a aferrarse, se rehúsa a aferrarse a esa igualdad, se rehúsa a aferrarse a los privilegios y a los derechos que van de la mano a esa igualdad. Se rehúsa a aferrarse y a agarrarse fuertemente a esas glorias celestiales, maravillosas. La Encarnación entonces comienza con abnegación. Comienza con Jesús estando dispuesto a dejar ir la gloria que Él tuvo con el Padre antes de que el mundo fuera, la cual es la manera en la que Él lo expresa en Su oración en Juan 17, cuando casi termina, Él dice: “quiero regresar y tener la gloria que tuve contigo antes de que esto comenzara”. Él no es egoísta. Él es abnegado.

Y en Su abnegación, usted llega a la tercera afirmación, versículo 7: “Se despojó a sí mismo”. En lugar de aferrarse a Su gloria celestial, en lugar de aferrarse a Sus privilegios celestiales, Él se despojó a sí mismo de ellos. Esta es una afirmación profunda y es introducida por una palabra griega, la palabra sino, alla, a-l-l-a, lo cual significa no esto, sino esto. El ser igual a Dios no lo llevó a Él a llenarse a sí mismo de estos privilegios, sino a vaciarse a sí mismo. Y en el griego es a sí mismo a vaciarse, lo cual coloca el énfasis en sí mismo. El verbo despojarse es kenoo, del cual obtenemos este gran término teológico, la kenosis. Decimos que la encarnación de la kenosis, el auto vacío de Cristo. Es un término vívido. Él se vació a sí mismo de los privilegios y las prerrogativas y los derechos que eran Suyos mediante Su naturaleza divina en un acto de renunciación personal y en un rehusarse a aferrarse a aquello de lo que tenía el derecho a tener. Él no sólo se rehusó a aferrarse a ello para Su propio beneficio sino que se vació, se despojó a sí mismo para beneficiar a otros.

Ahora, por favor entienda. Cuando dice que Él se vació, que se despojó a sí mismo, o no significa que se vació a sí mismo de Su deidad. Él no le dijo a nadie que solía ser Dios pero ya no era Dios. Él no se vació a sí mismo de Su deidad, Él habría dejado de existir. Esa es Su naturaleza y eso es sin cambiable. Él es y siempre ha sido y siempre será Dios. Y debido a que Dios no puede morir y Dios es eterno, Él es Dios eternamente y nunca es menos que Dios, inclusive cuando Él estuvo en la tierra, Mateo 17, Lucas 9, registra que Él llevó a Sus discípulos a un monte. Y en una ocasión, Él hizo a un lado Su carne humana y la gloria brillante, la gloria refulgente de Dios fue manifiesta. Pedro, Jacobo y Juan estuvieron ahí y se cayeron en un coma, traumatizados por lo que ellos vieron. Él desplegó su doxa, doxología, desplegó Su gloria.

Él nunca intercambió la deidad por la humanidad. Él no cesó de ser Dios. Inclusive, mientras que estaba colgando en la cruz en medio de Su sufrimiento, inclusive en los momentos cuando Él estaba bajo el juicio de Dios Su Padre, inclusive cuando Él estaba llevando el peso del pecado y la ira de Dios en contra de ese pecado, Él no cesó, ni siquiera por una milésima de segundo, de ser el Dios poderoso mientras que estaba colgando en esa cruz.

El punto es que no que Él se despojó a sí mismo deidad, sino que Él no demandó Sus derechos como deidad. Él hizo a un lado Sus prerrogativas, Sus derechos, Sus privilegios. En Juan 17 dice que Él hizo a un lado Su gloria celestial para venir a este planeta manchado de pecado. En Juan 5, Él dice que Él hizo a un lado Su autoridad independiente y Él actuó únicamente según la voluntad del Padre. Él hizo a un lado sus prerrogativas, cuando Él dijo que ‘Yo tengo el derecho, Yo tengo el poder, Yo tengo la autoridad, la potestad de hacer cosas que no hago debido a Mi humillación’. Debido a que Él, de manera dispuesta, se había humillado a sí mismo, Él hizo a un lado cosas a las que Él tenía derecho. Él hizo a un lado cosas que le pertenecían a Él.

Por ejemplo, Él dijo: “Pero del día y la hora cuando Él regrese, nadie conoce, ni siquiera los ángeles del cielo ni el Hijo.” Él hizo a un lado la prerrogativa de la omnisciencia en ocasiones y después, en otras ocasiones, Él conocía lo que estaba en corazón del hombre, porque Él era omnisciente. Él auto limitó Su omnisciencia. Él auto limitó Su omnipotencia, Su gran poder.

Si Él quería, Él pudo haber llamado a una legión de ángeles para rescatarlos de la crucifixión, ¿verdad? Pero Él no hizo eso. No era que Él dejó de ser Dios, sino que Él hizo a un lado las prerrogativas de la deidad. En el cielo, Él fue rico, pero por nuestra causa, se volvió pobre. Él se despojó a sí mismo de las riquezas del cielo. Él se despojó a sí mismo de la compañía constante de los ángeles santos; y descendió cuando Él estuvo rodeado de manera constante por demonios. Él inclusive descendió al punto de soportar una relación desfavorable con el Padre cuando lo único que Él había conocido era un amor eterno y divino. Esa es la razón por la que Él clamó “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado?” Sin embargo, en todas las cosas que Él hizo a un lado, Él fue siempre Dios.

La próxima afirmación explica este auto despojo. Dice en el versículo 6: “No estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo.” Esta es la naturaleza del auto vaciarse. Es una forma de servicio. Es una forma de esclavitud. Paradójicamente, Cristo, quien es Dios y nunca cesa de ser Dios, se convierte en el mismo siervo de Dios. Y Él dice que sólo vino a hacer lo que el Padre le dijo que hiciera. ‘Yo sólo hago lo que el Padre me dice que haga.’ Lo que el Espíritu hace a través de Mí. Su kenosis no fue una substracción de Su naturaleza, sino que fue una substracción que Sus privilegios. Él voluntariamente se convirtió en un esclavo.

¿Ve la palabra forma ahí? Tomando forma de siervo o de esclavo, doulos. Forma es morphe aquí nuevamente. Él no nada más superficialmente tomó la forma de un esclavo. Él no se vistió como un esclavo y actuó como un esclavo o siervo, sino que Él se volvió uno. Y el otro uso del Nuevo Testamento de morphe, fuera de lo que vemos aquí, está en Marcos 16:12, en donde describe Su cuerpo de resurrección, el cual es Su estado permanente, inclusive en la actualidad.

Él literalmente tomó la forma de hombre y como parte de Su ser esencial, de tal manera que aun después de la resurrección Él todavía es el Dios hombre y Él ascendió como el Dios hombre visiblemente al cielo. Él ahora está sentado a la diestra de Dios como el Dios/hombre y de la misma manera regresará, y todo ojo lo verá y Él reinará sobre la tierra como Dios/hombre en Jerusalén durante mil años y después, con Su pueblo para siempre en los nuevos cielos y la nueva tierra; y siempre será el Cristo que fue manifiesto en el Nuevo Testamento en forma humana. Él tendrá un cuerpo glorificado y resucitado. Él vino como un esclavo a servir la voluntad de Dios, el propósito de Dios, a someterse al Padre. Y Él dijo en Lucas 22:27: “Yo estoy entre vosotros como uno que sirve.” Y Él dijo en Mateo 20 y Marcos 10: “el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar Su vida en rescate de muchos.” Su servicio fue hacia Dios. Él se volvió el esclavo de Dios, el siervo de Dios. Él descendió tan lejos como para llegar a ser un siervo al punto que si usted lee Juan 13 lo verá lavando los pies sucios de los discípulos egoístas contenciosos, orgullosos.

Él se humilló a sí mismo al punto de volverse un siervo. Él inclusive dijo que no tenía un lugar en donde recostar Su cabeza. Él sólo tenía la ropa que traía. Él se despojó a sí mismo de las riquezas celestiales. Él siempre ha estado tomando cosas prestadas. Él tuvo que tomar prestado un lugar en donde nacer. Él tuvo que tomar prestado un lugar, dijo Él, para reposar Su cabeza. Él tuvo que tomar prestado un barco en el cual navegar y desde el cual predicar. Él tuvo que tomar prestado un animal para entrar a la ciudad de Jerusalén. Él tuvo que tomar prestado un aposento para la Pascua. Él tuvo que tomar prestada una tumba para ser sepultado. Él, de todas las personas que jamás vivieron, tuvo lo más grandes derechos, pero los hizo a un lado. Él es el heredero del trono de David. Él es el Rey de Reyes y Señor de Señores, pero Él vino a servir a Su Padre, y a aquellos que eran los hijos de Su Padre, por fe.

Y eso no es todo. El versículo 7 también dice: “Se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres.” Y aquí nuevamente lenguaje es importante. Hecho semejante a los hombres, homoios oimate, significa que a Él se le dieron los atributos esenciales de la humanidad. A Él se le entregaron los atributos esenciales de la humanidad. Él era humano en el sentido más pleno y verdadero. Creo que algunas personas suponen que si Él de hecho fue Dios de forma humana, Él estuvo a unos cuantos meses de haber nacido en los brazos de Su madre como el creador del universo y la estaba viendo y pensando: ‘Oye, María, no tienes idea de quién está aquí.’ No. Él pensaba como un bebé de tres meses y Él pensaba como un bebé de seis meses; y Él pensaba como un niño de un año y de dos años, un niño. No fue sino hasta que tuvo 12 años de edad que realmente entendió, cuando creció en sabiduría y estatura y favor con Dios y los hombres, que debía estar ocupado con los negocios de Su Padre. Él era verdaderamente humano en todo sentido. Y Él en todo punto, a lo largo de la cronología humana fue tentado como cualquier otra persona es tentada, sin embargo, sin pecado.

Y dice que Él nació de una mujer nacida bajo la ley, sujeto a la ley de Dios como estaban todos los hombres, nacido de una mujer como todos los hombres y mujeres nacen. Colosenses 1:22 dice de Él: “Y Él os ha reconciliado en Su cuerpo de carne mediante la muerte.” Un hombre real en un cuerpo real muriendo como un sustituto verdadero para los pecadores.

Y se hace una declaración maravillosa en Romanos 8:3 con respecto a la humanidad de Jesús. Dice: “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a Su Hijo en semejanza de carne de pecado.” Él envío a Su Hijo en semejanza, no en carne de pecado, sino que Él fue hecho como el resto de todos nosotros quien de hecho poseyó carne pecaminosa y sin embargo, nunca pecó. Él fue santo, justo, sin mancha, Él fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

¿Quién es Jesucristo? Él es, dicen las Escrituras, aquel que es en todo sentido Dios, pero que no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo de sus privilegios, prerrogativas y derechos, tomó la forma de un siervo para servir los propósitos de Su Padre y descendió para convertirse como los hombres. Pero Él no sólo descendió para ser un buen ejemplo. Él no sólo descendió para mostrarnos cómo los hombres deben vivir. El versículo 8 lo lleva más lejos. “Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.”

Permítame desmenuzar ese versículo por un momento. De nuevo, todos estos son componentes que tienen importancia crítica. El versículo 8 comienza: “Y estando en la condición de hombre.” Esto extiende al último punto. Habiéndose convertido en hombre, Cristo fue entonces reconocido como tal por aquellos que lo vieron. En los días de Su carne, como el escritor de Hebreos lo llama, Él era visto como un hombre. Y lo vieron y vieron la apariencia de un hombre. Y esa es una referencia a Su schemati externa. Ellos vieron que Él parecía como un hombre. Ellos no podían ver Su deidad. Y entonces, Él parecía no ser nada más que un hombre, nada más que eso. Y ese fue el juicio del mundo, que no era nada más que un hombre. Así es como se veía y esa es la afirmación de Su humanidad verdadera.

El hecho de que lo rechazaron como Dios, que rechazaron Su afirmación de ser deidad, el hecho de que pensaban de que Sus afirmaciones de ser Dios eran blasfemas, cuando Él dijo que era Dios, ellos recogieron piedras para apedrearlo, los judíos estaban tan enfurecidos por una afirmación de ser Dios, indica que ellos lo vieron como nada más que un hombre. Él era en la morphe verdadera de Dios y en la morphe verdadera de hombre, pero para ellos, la parte de Dios era invisible. No era que no podían ver que Él era Dios por Sus obras, ellos no podían saber que era Dios por Sus palabras profundas y por la naturaleza de Su vida, es que ellos rehusaron a creer eso y por eso, se quedaron con lo que podían ver con sus ojos ciegos y eso era Su humanidad. Al mundo, Él parecía como nada más que un hombre.

Todavía es el juicio primordial que el mundo emite acerca de Él. El mundo todavía lo ve a Él quizás como un hombre bien intencionado, un hombre bueno, un hombre noble, un hombre religioso, un hombre pacífico, un hombre pacífico amoroso, un hombre que quería ayudar, etc., etc. Un hombre algo confundido, como el Código da Vinci lo expresó, “Así como un hombre que se enamoró de María Magdalena y tuvo un bebé”. Otra idea blasfema. Pero apareció como un hombre. Y ese es el testimonio de Su humanidad verdadera. Han habido personas a lo largo de los años que han dicho que Él ni siquiera fue un hombre, Él fue simplemente un Espíritu que flotaba, entraba y salía del cuerpo. Miren, lo vieron como un hombre totalmente humano.

Pero había más. “Estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo”. Él ya estaba humillado cuando nació. Él ya estaba humillado cuando vivió como un niño y un hombre joven. Él ya estaba humillado simplemente al estar en este planeta. Él ya estaba humillado cuando descendió, pero no estaba humillado tan lejos como iba a ser humillado. Él no descendió aquí dijo: “Miren, hasta aquí llegó, no voy a descender más que esto.” Él no respondió peleando. Él no destruyó los que le rechazaron y a los que le traicionaron y a Sus enemigos y aquellos que tramaron Su muerte. Él no peleó en respuesta a su hostilidad.

Inclusive cuando lo llevaron en los juicios de burla, una secuencia de juicios previos a Su crucifixión y trajeron a testigos falsos y lo atacaron con mentiras y testimonio falso, Él nunca jamás respondió. Cuando lo maldecían, Él no respondía con maldición. Él nunca le dijo a Dios: ‘Esto es suficiente humillación, ya no voy a recibir más.’ Él se humilló a sí mismo a un grado menor que tomar forma de siervo, a un grado menor que ser hecho a semejanza de hombre, a un grado menor que aparecer como nada menos que un hombre. En el versículo 8 dice que Él se volvió obediente al punto de la muerte. Esto es algo totalmente ajeno a Dios. Dios es vida. Él no puede morir. Pero la profundidad de Su humillación, la profundidad de esta magnanimidad es que Él viene a descender al punto no sólo de ser humano, no sólo de ser un siervo, sino de morir. Éste fue eso “sí” definitivo a Dios. Este fue Su acto de servicio definitivo. “Dios, ¿quieres que muera para pagar el castigo de los pecados de aquellos que creen? Moriré.”

Esta es Su hora más baja. Esta tampoco fue muerte natural. Fue una ejecución. Realmente, fue un homicidio. Fue un homicidio injusto del Hijo de Dios. Y no fue solamente muerte, sino que añade muerte de cruz. Y todavía estamos descendiendo. Comenzamos a descender con la frase “no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse”. Descendimos cuando Él se despojó a sí mismo. Descendimos cuando Él se volvió un esclavo. Descendimos cuando Él se volvió un hombre. Descendimos cuando lo único que podía verse de Él era Su humanidad. Descendimos cuando Él llega al punto de muerte y descendimos aún más porque Su muerte es muerte en una cruz.

Y esa es la razón por la que el texto dice “inclusive muerte en una cruz”. Esta es la característica más asombrosa de la humillación de Cristo. La crucifixión, como puede ver, era la manera más horrenda de morir. Desarrollada y perfeccionada por los persas, los romanos habían adoptado esta forma de ejecución. Era la humillación más dolorosa y la manera más humillante y más cruel de muerte que alguien podía imaginar. Una persona básicamente era clavada por sus manos y pies a una cruz, una cruz de manera, que después era colocada en un agujero; y de esta manera, rasgaba la carne. Ellos colgaban suspendidos de esa manera, el cuerpo siendo sostenido básicamente por dos heridas que estaban en las manos. Los pies, normalmente eran clavados juntos con un clavo contra un pequeño bloque y de esta manera, podían empujarse un poco para que la víctima pudiera respirar. De otra manera, la víctima se asfixiaba.

Entonces, contra esas heridas y los pies, la víctima, colgando de la cruz, está empujando, empujando para tratar de respirar. El sol es refulgente, la boca está seca, la pérdida de sangre a través de esas grandes heridas es inmensa; la pérdida de sangre a través de la corona de espinas añade al horror. Esta es una manera impensable, inhumana de ejecutar a las personas. Y algunas personas, quedaban colgadas ahí durante varios días, dependiendo de su fortaleza y la configuración de su crucifixión.

La crucifixión era sólo para la escoria, para los que no eran ciudadanos romanos. La única manera en la que un ciudadano romano era crucificado era si había cometido un crimen en contra del Estado. Eran odiadas por los judíos. Ellos la menospreciaban porque hubo una ocasión en la que cientos de fariseos fueron crucificados. Y los romanos habían llenado a Israel de crucifixiones. Algunos historiadores piensan que hubo hasta 30,000 personas crucificadas en el tiempo de Jesús. Así es como los romanos mantenían a todo el mundo sujeto. Usted se salía de la línea y ahí terminaba. Y llenaban las carreteras de cruces; y habían talado la tierra y habían quitado los árboles para hacer eso. Ninguna persona digna jamás era colocada en una cruz, solo los peores de los criminales, los más bajos de lo bajo, los peores de lo peor.

Colocar a alguien en una cruz era impensable. Los judíos, en alguna ocasión, colocaban a un cuerpo en una cruz; pero sólo después de que estaba muerto. Si el cuerpo era el cuerpo de un blasfemo, porque Deuteronomio dice que “maldito es el que cuelgue de un madero”, pero ellos nunca crucificaban a una persona viva; era demasiado horrendo. Era lo definitivo de la degradación humana. Pero Jesús vino hasta el punto de que descendió hasta ese punto, y el que no conoció pecado llevó el castigo por nosotros y el justo fue crucificado por nosotros, los injustos. Y Él fue herido por nuestras trasgresiones, como dijo el profeta, fue herido por nuestras iniquidades. Él murió en nuestro lugar.

Nadie jamás pudo imaginar que Dios hay haría algo así. Si nosotros hubiéramos planeado la llegada de Dios al mundo, no se habría visto así, ¿verdad? Nos habríamos asegurado de que Él llegara a un palacio, no a un pesebre. Nos habríamos querido asegurar de que Él naciera rico, que fuera educado en las mejores escuelas, las mejores universidades, siendo instruido por los maestros elite. Nos habríamos querido asegurar de que Él fuera cuidado y atendido y honrado y exaltado y que la gente creyera en Él. Nunca habríamos permitido que naciera en un establo. Nunca habríamos dejado que un grupo de pastores apestosos de clase baja se hubiera acercado a Él. Nunca le habríamos permitido venir a una familia pobre, que fuera el hijo de un carpintero; nunca habríamos dejado que Dios descendiera y que no tuviera bienes terrenales, que no tuviera educación formal y después, rodearlo con un grupo de hombres que no era nadie, sin requisitos, sin credenciales mundanas para hacer algo. Nunca habríamos dejado que Dios fuera humillado así. Ciertamente, nunca habríamos permitido que Él fuera maldecido, nunca hubiéramos permitido que Él fuera objeto de burla, que le escupieran, que lo crucificaran. Pero de nuevo, nunca habríamos sido salvos. Ésta es la encarnación. Éste es Cristo. Esta es la razón por la que vino.

La historia no termina en el versículo 8, por cierto. El versículo 9 dice esto: “Por lo cual también Dios le exaltó hasta lo sumo.” ¡Qué afirmación! Dios le exaltó hasta lo sumo. ¿Qué hizo Dios para exaltarlo? Bueno, ¿qué hizo tres días después de que fue crucificado? El Padre lo resucitó de los muertos, ¿no es cierto? El primer punto de la exaltación del Padre fue la resurrección. Y al haber resucitado Dios a Cristo de los muertos, Dios afirmó la validez de Su sacrificio. Y Él lo resucitó de los muertos para decir lo que Jesús había dicho en la cruz: “Consumado es”. Y después, lo segundo que sucedió 40 días después, Él ascendió al cielo. Primero, Su resurrección, después, Su ascensión. Y cuando llegó al cielo, Él se sentó a la diestra del Padre en Su exaltación. La Biblia dice que cuando Él fue al cielo, Él se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, Él llegó a Su lugar en el trono. Él fue exaltado en Su resurrección. Él fue exaltado en Su ascensión. Él fue exaltado en Su coronación. Y Él también es exaltado en Su intercesión, ya que Él vive perpetuamente para interceder por todos lo que vienen a Él. Dios lo exaltó hasta lo sumo.

Y después, dice el versículo 9: “Y le dio un Nombre que es sobre todo nombre.” Algunas personas creen que ese es el nombre Jesús. Ese no es el nombre. El nombre Jesús es simplemente como el nombre José. El hombre Jesús es simplemente un nombre. Ese no es el nombre que es sobre todo nombre. El nombre que es sobre todo nombre es Señor, soberano. Y Él le dio un nombre que es sobre todo nombre, ese nombre es Señor, Señor de señores. Él lo sentó en el trono, dice el versículo 10: “Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla…” En el nombre de Jesús. El nombre de Jesús, no Jesús sino kurios, Señor. En el nombre dado a Jesús, ante el nombre Señor, toda rodilla se dobla.

Usted se postra debajo del Señor, lo cual significa amo. Usted se postra, toda rodilla se doblará. Toda rodilla se doblará. Toda rodilla debe doblarse y Él quiere decir toda rodilla. Aquellos que están en el cielo, ángeles, querubines, serafines, diez mil veces, diez mil veces y decenas y miles y miles de seres angélicos. Y los santos, los santos glorificados que están ahí, toda rodilla en el cielo se dobla. Y en la tierra, hombres y mujeres, no todos se postran por voluntad propia. Algunos sí, la mayoría se va a postrar por obligación. El día vendrá cuando aquellos que se rehúsen a postrarse ante Cristo como Señor en la vida, se postrarán ante Él en juicio. E inclusive aquellos que están debajo de la tierra, demonios, ángeles caídos, condenados, ellos se postran. Ellos cargan Su ira, ellos sienten Su furia para siempre. Todo el mundo, eventualmente, se postra.

Y el versículo 11 dice que eventualmente toda lengua confiesa que Jesucristo es Señor. Todo el mundo. Nadie se escapa de eso. O lo hace voluntariamente o usted es forzado. O lo hace ahora y usted es perdonado y usted se postra con gusto en el cielo. O usted lo rechaza ahora y usted se postrará un día ante el asiento del juicio y sentirá Su ira para siempre. La palabra ‘confesará’ es reconocer, reconocer. Toda lengua un día reconocerá a Jesús como Señor. Eso es Cristo. Él es el gobernante. Esa es la confesión más importante en la fe cristiana.

¿Quiere ser cristiano? Así es como usted lo es. Confiese con su boca, Romanos 10:9, Jesús como Señor y crea en su corazón que Dios lo levantó de los muertos, lo cual es la afirmación de Su Señorío. Ese es el corazón del cristianismo. Él descendió para ascender. Todo esto, dice, para gloria de Dios Padre.

De regreso a C. S. Lewis por un momento. Él sugiere que de una manera única, Dios en cierta manera ha escrito en nuestras vidas y en el mundo en el que vivimos está idea de descenso y re ascenso que es verdad en la manera más significativa de nuestro Señor. Él dice que es el patrón de toda la vida vegetal. Debe hacerse más pequeña a sí misma, hasta volverse algo duro, algo pequeño, semejante a la muerte, una semilla. Debe caer a la tierra y a partir de ahí, la nueva vida re asciende. Es el patrón de toda la generación animal. Hay un descenso de los organismos completos y perfectos al espermatozoide y el óvulo y en el vientre oscuro, una vida al principio inferior; y así pasa con las especies y es producida. Después al ascenso lento, al embrión perfecto, a la vida consciente viva. Así es, dice él, en nuestra vida moral y emocional. Los primeros deseos inocentes espontáneos tienen que someterse al proceso semejante a la muerte de control y negación total. Pero a partir de ahí, hay un re ascenso a la virtud plenamente formada, en la cual la fortaleza del material original opera; pero de una manera nueva. La muerte y el renacimiento, la muerte y el renacimiento, la muerte y el renacimiento descienden para subir. Es un principio en la vida. A través de este cuello de botella, dice él, a través de este hacerse pequeño, el camino alto se encuentra.

Vivimos en un mundo en donde usted desciende antes de subir. Y ciertamente la verdad más grande con respecto a esa idea es la condescendencia, la encarnación del Señor Jesucristo. La pregunta entonces es ésta: Jesús es Dios, el Dios hombre que descendió hasta morir en la cruz para pagar la paga de sus pecados. Dios quedó tan contento con Su sacrificio que le exaltó al cielo, lo hizo Señor sobre todos y hará que toda persona que jamás ha vivido y todo ángel que jamás ha sido creado se postré ante Él de manera voluntaria o involuntaria, en el gozo del cielo o en el castigo del infierno. Toda persona confesará a Jesús como Señor. Lo hace ahora, para su bendición eterna o lo puede hacer más tarde, para su maldición eterna.

¿Quién es Jesucristo? El texto no podría ser más claro. La pregunta es: ¿qué hará usted con Cristo? Esa es la pregunta que fue preguntada, se acuerda usted, por el líder que le dice a la gente: ¿quiere entonces con Jesús? Esa es la pregunta que usted también tiene que responder. ¿Qué hará usted con Él? Usted lo reconoce Él como Salvador y dobla su rodilla de manera voluntaria o lo rechaza y un día, lo reconocerá como juez y doblará su rodilla de manera involuntaria. Acompáñeme en una palabra de oración.

Conforme, Señor, hemos contemplado la gloria de Cristo, la grandeza de esta Escritura que nos abre la maravilla de la encarnación, llega hasta nuestras vidas. No es algo a la distancia, no es algo oscuro, lejano. Llega a cada uno de nosotros porque toda rodilla se doblará, toda rodilla, en el cielo o en la tierra o debajo de la tierra. Toda persona en todo lugar, todo ser creado consciente se postrará ante Aquel que es Señor. Y Tú nos das, Señor, la oportunidad de hacerlo inclusive ahora, de confesarte como Señor y de esta manera, ser librados del juicio, ser perdonados de pecado y recibir vida eterna para que podamos disfrutar el cielo, cerca del cual cantamos hace un momento en esta noche.

Oramos, Dios, porque Tú extiendas Tu gracia a personas en esta noche que están aquí, que no han doblado sus rodillas, que te confiesen como Señor de manera voluntaria, creyendo que Tú moriste por ellos, y resucitaste de los muertos, dejando el pecado para entregarse a Ti y obedecerte a Ti, así como Tú obedeciste a Tu Padre y te humillaste a ti mismo. Que hagamos lo mismo. Oramos, Dios, porque Tú extiendas Tu gracia a todo corazón aquí y que produzcas en ellos la convicción de pecado y la confianza en Cristo que lleva a la fe en Su muerte y resurrección, para que nadie aquí sea forzado a postrarse bajo el peso de la ira y el juicio divinos, sino que todos se postren bajo el ofrecimiento de la gracia. Entonces, encomendamos esto a Ti en el nombre de Cristo. Amén.

 

 

 

 

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