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Abra su Biblia, si es tan amable, en Isaías capítulo 53. Para aquellos de ustedes que están con nosotros este fin de semana, debido a las graduaciones especiales y quizás Día de las Madres, me disculpo por el hecho de que van a entrar a la mitad de este viaje. Y en cierta manera, esta es una serie de sermones que están unidos de manera muy cercana, y van a estar perdiéndose de mucho de los primeros eslabones, pero esperamos que aún así sea un aliento para ustedes. Siempre me siento como que necesito hacer algo de trabajo para poderlos llevar al punto en el que estamos. Hemos llegado a un estudio del Antiguo Testamento después de pasar más de 40 años estudiando el Nuevo Testamento aquí en Grace Church.

Estamos siendo grandemente desafiados en este estudio, y creo que profundamente bendecidos. Estamos buscando a Cristo en el Antiguo Testamento en todo lugar en donde podamos encontrarlo, y comenzamos aquí en donde Él es revelado de la manera más maravillosa y completa, y esto es en el capítulo 53 de Isaías. De hecho, esta revelación de Nuestro Señor comienza en el capítulo 52, versículo 13, y llega hasta el 53, versículo 12. Hay cinco estrofas en esta canción del Siervo, podríamos llamarla así. Es una canción. Tiene cierto aspecto lírico en ella, tiene cierto ritmo conforme es leído en el lenguaje hebreo original, es una canción del Siervo, es la cuarta canción del Siervo escrita por Isaías, en la segunda mitad de la profecía de Isaías, desde el capítulo 40 hasta el final del capítulo 66; él se concentra en la salvación, y la salvación depende del Salvador.

Y entonces, Isaías nos presenta en esta sección al Salvador. Hay otros lugares en su profecía en donde él se refiere al Salvador. Allá atrás en el capítulo 7 él hace referencia al nacimiento virginal del Salvador, allá atrás en el capítulo 9 identifica al Salvador en varias maneras maravillosas; el Dios Poderoso, el Príncipe de Paz, el Padre Eterno, el Hijo que es nacido a nosotros, sobre cuyos hombros el gobierno final y eterno reposará. Entonces, él dice mucho del Mesías. Pero en particular, en la segunda mitad de su gran profecía, hay cuatro canciones del Siervo: una en el capítulo 42, una en el capítulo 49, otra en el capítulo 50, y después este tratado épico del Mesías en el capítulo 53; y en cada uno de estos capítulos Isaías nos dice cosas acerca del Mesías. Ahora, recuerde que esto fue escrito 700 años antes de que el Mesías venga; 700 años antes de Jesús, Isaías nos está dando profecía.

No son profecías vagas acerca de Él, son muy específicas particularmente en el capítulo 53. En el capítulo 42, el Mesías es presentado bajo el título “El Siervo de Jehová”, “El Siervo del Señor” o “El Esclavo del Señor; é·vedh es la palabra hebrea que significa “esclavo”. Este Siervo, este Mesías, éste que está por venir, según el capítulo 42, será escogido por Dios; Él será capacitado por el Espíritu Santo, Él traerá justicia al mundo, Él traerá salvación al mundo, Él va a liberar a los prisioneros ciegos de sus calabozos oscuros de pecado; esa es la manera en la que Él descrito en el capítulo 42. En el capítulo 49 aprendemos un poco más, Él será humano, Él será un hombre; inclusive hay una referencia ahí al hecho de que Él será nacido de una virgen. Él, de nuevo, salvará a Israel, y traerá salvación a las naciones del mundo y finalmente será glorificado.

El capítulo 50 nos cuenta algo más: Él será humillado, el capítulo 50 presenta ese componente; Él sufrirá humillación, mediante la cual Él aprenderá la obediencia, y en últimas, y finalmente, será defendido. Pero cuando llegamos al capítulo 50, los detalles son más completos y más sorprendentes que en esas primeras profecías. Al llegar al capítulo 52, versículo 13 al capítulo 53, versículo 12, comenzamos a enfocarnos en el Mesías venidero con el tipo de precisión que solo puede ser conocido por Dios. Setecientos años antes de la realidad. Llegamos aquí a ver que no solo tenemos un Mesías escogido, capacitado por el Espíritu, que trae justicia y salvación al mundo; un hombre nacido de una virgen, un hombre que aprende la obediencia mediante la humillación, mediante el sufrimiento como el capítulo 50 lo indicó.

Pero tenemos un Mesías que muere como un sacrificio por el pecado. Eso es lo que encontramos de manera excepcional en el capítulo 53. Aquí en este capítulo se les dice a los judíos 700 años antes de que el Mesías llegue, que Él será el cordero sacrificial de Dios. La afirmación notable se hace en el versículo 7: “Angustiado Él y afligido, no abrió su boca. Como cordero fue llevado al matadero, y como oveja delante de sus trasquiladores enmudeció y no abrió su boca”. Él es un cordero llevado al matadero. Aquí, con términos claros, términos que no son vagos, no un símbolo, sino en una afirmación directa se nos dice que el Mesías será matado como un cordero; y en esa matanza, Él estará callado así como un cordero está callado.

La imagen es inescapable para los judíos que están oyendo esta profecía o leyéndola. Ellos vivieron en tiempos antiguos en una sociedad agricultural, una sociedad constituida por cosechas, grano, en lugares planos, y vides en los costados de los montes, y estaban muy familiarizados con los animales y particularmente con las ovejas; las ovejas eran parte medular de su vida debido a la lana eran vitales, y debido al alimento eran vitales. No solo eran trasquiladas sino que eran comidas, eran trasquiladas y eran matadas; y esa era una parte muy conocida de la vida en tiempos antiguos en la tierra de Israel. Mataban ovejas para comérselas, trasquilaban a las ovejas para hacer su ropa. Aquí se les presenta su Mesías como un cordero que va a ser matado. La parte de la matanza es realidad. El cordero es analogía.

Nos está diciendo aquí en el versículo 7 que el Mesías será oprimido, afligido, estará en silencio y será matado; y Él guardará silencio y estará callado cuando Él es matado. La manera en la que una oveja guarda silencio cuando está siendo matada, y guarda silencio inclusive cuando está siendo trasquilada; dos veces en el versículo 7, leemos que Él no abrió su boca. Ahora, recuerde que aunque este capítulo ve hacia adelante a la muerte de Cristo, también mira hacia atrás, a partir de la conversión de Israel al final de la historia humana, y esa es la razón por la que los verbos aquí están en el tiempo pasado: Él fue oprimido, Él fue afligido, Él no abrió su boca; es perspectiva de tiempo pasado. Debido a que todo lo que es dicho aquí acerca de la muerte de Jesucristo es dicho no mirando hacia adelante desde el punto de vista de Isaías, sino mirando hacia atrás desde la perspectiva de la conversión futura de Israel cuando mirarán a Aquél a quien traspasaron, como dice Zacarías 12: “Y llorarán por Él como Unigénito”.

Es la perspectiva de la nación de Israel redimida futura, que está aún por suceder en la historia humana; cuando miren hacia atrás y se den cuenta de que Él fue oprimido y afligido, Él fue llevado como un cordero al matadero, Él guardó silencio, y Él lo hizo todo por las transgresiones de ellos, como lo dice el versículo 8. Entonces, usted tiene una perspectiva maravillosa en este capítulo. Mientras que es una profecía de la cruz, solo es de manera secundaria una profecía de la cruz; primordialmente, es una profecía de la conversión futura de Israel, y esto es lo que dirán cuando hagan una confesión verdadera y se arrepientan de su rechazo de Jesucristo, y afirmen su fe en Él como su Salvador y Redentor, esto es lo que ellos dirán, estas palabras en Isaías 53 son su confesión.

Entonces, es una profecía sorprendente que va más allá de la cruz, y después mira de regreso a la cruz, describiendo no solo la confesión futura de Israel, la salvación futura de Israel, y las palabras mismas que ellos dirán. Pero, de manera secundaria, nos da detalles de la cruz, lo cual ellos confesarán y todos nosotros que somos creyentes ya hemos confesado; aquello que Israel un día afirmará como una perspectiva verdadera acerca de Cristo, nosotros que somos creyentes en esta generación tanto judío como gentil, ya hemos afirmado; somos salvos debido a que creemos que Él fue herido por nuestras rebeliones, que Él fue molido por nuestros pecados, que el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por su llaga fuimos nosotros curados.

Somos salvos porque en el versículo 6 creemos que el Señor cargó en Él el pecado de todos nosotros; somos salvos debido al versículo 8, porque creemos que él fue cortado por nuestras transgresiones; creemos, versículo 10, que le agradó al Señor afligirlo, colocándolo en sufrimiento para que Él se convirtiera en una ofrenda de culpa por nuestros pecados; creemos, en el versículo 11, que Él justificó a muchos al llevar sus iniquidades; y al final del versículo 12, creemos que Él llevó los pecados de muchos e intercedió por los transgresores. Para convertirse en un cristiano, uno debe creer en el sacrificio vicario, sustitutivo de Cristo a nuestro favor en la cruz.

Pero algún día la nación entera de Israel creerá. Zacarías nos dice que habrán dos tercios de la nación purgados en incredulidad, juzgados por Dios; y un tercio que quede de Israel tendrá una conversión nacional por parte – por un acto soberano de Dios. Si tomamos el número actual de unos 15 millones de judíos en el mundo, 5 millones de judíos en un momento en el tiempo vendrán a la fe en Jesucristo bajo el poder soberano de Dios. Y por cierto, sin importar lo que está pasando en la escena mundial, no importa cuánto poder nuclear genere el Medio Oriente, no importa cuántas bombas los iraníes puedan diseñar y cuántas puedan apuntar a Israel, no destruirán Israel, no destruirán a Israel porque Dios tiene una salvación futura para Israel escrita al detalle en las Escrituras. Su salvación es prometida en Jeremías 31, es prometida en Ezequiel 36 como hemos visto, es prometida en Zacarías 12 y 13, y es prometida aquí en Isaías 53, en las palabras mismas de su confesión.

Y Pablo reitera eso en Romanos, y dice: “Y entonces todo Israel será salvo”. Entonces, lo que pueda suceder en la historia inmediata en el Medio Oriente, Dios preservará a su pueblo para su salvación final. Puede haber ataques en esa tierra, puede haber ataques devastadores en esa tierra, pero habrá un Israel que permanezca, que crea en Cristo en el futuro. Aquí descubren por profecía que su Mesías será matado. Eso no es lo que ellos esperaban. Ellos esperaban que Él viniera como Rey. Pero antes de que Él llegue como Rey, la segunda vez, Él tiene que venir la primera vez como Cordero; antes de que Él venga a vivir y a reinar, Él debe venir a morir.

A lo largo de la historia, los judíos estaban muy familiarizados con animales sacrificiales; a lo largo de su historia, desde Levítico, cuando fueron instruidos en el libro de Levítico, que Dios quería que ofrecieran sacrificios de sangre, lo cual no era nuevo, no en absoluto. Eso se remonta hasta Abel ofreciéndole a Dios un sacrificio de sangre; y se remonta hasta Abraham en donde a Abraham se le dice que ofrezca a su hijo en el altar, y conforme Abraham levanta el cuchillo para meterlo al corazón de Isaac, su mano es detenida y Dios provee un sacrificio. Se les había instruido de que el pecado causa la muerte, que el alma que pecare esa morirá, como dijo el profeta, y que debe haber paga por el pecado, y que debe haber un castigo por el pecado, alguien debe morir.

Y la demostración de eso está en todo animal sacrificial que fue jamás matado a lo largo de la historia de Israel, no fue que la salvación vino por la muerte del animal, fue que el animal simbolizaba el hecho de que el pecado demandaba la muerte, y que Dios estaba dispuesto a proveer un sustituto inocente que moriría la muerte por el pecador penitente; ningún perdón de pecados sería concebido por Dios, fuera de un sacrificio aceptable, sustitutivo, de una víctima inocente. Ellos habían conocido a partir de Abraham, Génesis 22, que Dios proveería un sacrificio. Inclusive, en esos primeros años, en los años de Abraham, ellos podían ver hacia adelante para saber quién sería ese sacrificio finalmente. Los animales nunca fueron el sacrificio que satisfizo, fueron matados por decenas de miles en toda Pascua desde Éxodo 2 en adelante, hasta la destrucción del templo en el 70 después de Cristo por parte de los romanos.

Habían animales sacrificados en el templo y en el tabernáculo diariamente en el sacrificio de la mañana y en el sacrificio de la tarde; y después hubieron sacrificios personales, según Levítico 5. La gente tenía que traer sus propios sacrificios, estaban matando corderos todo el tiempo a lo largo de la historia de Israel; realmente fue una manera de ver a los sacerdotes y era verlos como carniceros, eso es esencialmente lo que eran. Cuando ellos iban a cumplir con su deber sacerdotal en el templo, hacían una carnicería de animales durante el tiempo que estaban ahí; ellos estaban hasta los tobillos de sangre día tras día, día tras día, y Dios estaba presentando el símbolo a ellos de que “tu pecado demanda la muerte”.

Y para los judíos fieles con corazones verdaderos que estaban arrepentidos, ellos venían y entendían que ellos ofrecían su sacrificio, y mediante ese sacrificio estaban diciendo: “Yo sé que mi pecado demanda la muerte, yo sé que no soy justo, yo me arrepiento y te pido Dios que me perdones en base a esta obediencia al ofrecer un sacrificio”. Ellos no fueron salvos por el ritual, no fueron salvos por el sacrificio, ellos fueron salvos por arrepentimiento y confianza en Dios en que Él fuera misericordioso a ellos, mediante un sacrificio que vendría y proveería satisfacción para Él, y a eso apuntaban esos animales. Ellos sabían que no había perdón en el animal, ellos sabían que no había satisfacción en el animal. ¿Cómo lo sabían? Porque tan pronto como ofrecían un sacrificio, entonces tenían que ofrecer otro cada día del año, y después con más sacrificios en el Día de la Expiación, Yom Kippur, y más y más sacrificios en la Pascua, y sacrificios personales.

Ellos sabían que nunca jamás, jamás terminaba. Entonces, ellos sabían que el sacrificio satisfactorio no había llegado. Pero un judío con corazón verdadero, un verdadero israelita, un israelita que conocía y adoraba a Dios de una manera verdadera, entendía que él era injusto, que él era miserable, que él era pecaminoso, que merecía la muerte, y venía en penitencia y obediencia haciendo lo que Dios le dijo que hiciera, y le pedía a Dios por misericordia y gracia, y esperaba que Dios proveyera el sacrificio. Bueno, nunca ellos habrán esperado que el sacrificio final y aceptable sería ningún otro que el Mesías, quien por cierto es presentado como el Siervo ahí atrás en el capítulo 52, versículo 13: “Y Él prosperará y será levantado y exaltado, y grandemente exaltado”; y según el versículo 15: “Él va a asombrar a muchas naciones y reyes cerrarán la boca debido a Él”. Éste va a ser un individuo sorprendente, poderoso, influyente, muy elevado.

Al final del capítulo 53, Él recibirá un botín con los grandes, y dividirá el botín con los fuertes. Ellos tenían esa perspectiva de su Mesías, como un gobernante y rey exaltado, el gran rey, el rey de todos los reyes. Pero ahora descubren que antes de que Él sea establecido como Rey, Él va a ser matado. El Mesías matado como un cordero. Si usted ha tenido alguna experiencia con eso, usted sabe que cuando las ovejas van a ser matadas, van en silencio. Tuve esta experiencia bastante interesante allí en Nueva Zelanda y Australia. Hay una oveja llamada la “oveja Judas”, ese es el nombre de la oveja que guía a las demás a la matanza, y todas siguen a la oveja Judas por cierto corredor de metal o de madera hasta llegar a su muerte, y es una escena de silencio total, totalmente en silencio conforme van a que sus gargantas sean cortadas una por una, y están con la boca cerrada en la matanza conforme están siendo trasquiladas, y me he sentado durante horas viendo cómo trasquilan de manera sorprendente a las ovejas, y el silencio de esas ovejas.

El retrato aquí es del Mesías siendo matado, y estando en silencio como una oveja está en silencio, esa es la imagen. La realidad es que el Mesías será llevado a la matanza. La analogía es que como a una oveja Él estará en silencio en esa matanza. Ninguno de los sacrificios previos a la muerte del Mesías satisfizo a Dios. Pero una vez que Jesús fue matado, el velo en el templo fue rasgado de arriba hacia abajo, y todos los sacrificios después de ese fueron cancelados, y Dios destruyó el templo usando a los romanos poco después. El sistema entero terminó, porque el sacrificio que Dios escogió había sido ofrecido. Entonces, aquí leemos en el versículo 7 que Él está callado, en silencio.

Podríamos llamar este mensaje: “El Siervo matado” ó “El Siervo callado o en silencio”, ó “El Siervo matado en silencio”. El último profeta del Antiguo Testamento, Juan el Bautista, hombre sorprendente; él fue un profeta aislado, no hubieron otros profetas más que él, y él vino 400 años después del anterior. Él está fuera de temporada, él es una anomalía, él ni siquiera debió haber vivido porque su madre y padre eran estériles; Zacarías el sacerdote, y Elizabeth, estaban en su edad avanzada, mucho más allá de la capacidad de tener hijos, y Dios milagrosamente les permitió tener a este hijo llamado Juan, quien es llamado el Bautista, pero quizás será mejor identificado como Juan “el que bautizaba”, porque de ahí él obtuvo su nombre.

Pero desde el tiempo en el que él estuvo en el vientre de su madre, él fue lleno del Espíritu Santo, entonces Dios tenía algo muy especial para él, y eventualmente él se volvió como ustedes saben, el precursor del Mesías. Jesús dijo que él fue el ser humano más grande que jamás vivió hasta su época, no porque él fue más inteligente que los demás, no porque él fue más noble que los demás, más moral o más espiritual o más justo, sino porque él tuvo la tarea más grande que cualquier ser humano jamás tuvo; su grandeza estaba conectada a su deber privilegiado, el cual era apuntar al Mesías. Él es de quien Isaías escribe, en Isaías 40, versículos 3 al 5: “Voz del que clama en el desierto diciendo: Enderezad el camino para el Señor”; él es de quien Malaquías escribió, tanto en Malaquías 3 como en el 4, en donde Malaquías dice que cuando el Mesías finalmente venga, va a venir uno previo a Él para declarar su llegada; él es ese heraldo prometido, ese precursor prometido, el profeta que identifica al Mesías.

Y cuando el momento dramático vino, Juan el Batista y Jesús estuvieron cara a cara, ojo a ojo, en un lugar público, y Jesús estaba a punto de iniciar su ministerio, fue en el Jordán, y toda Jerusalén y Judea, dice, estaban descendiendo ahí para ser bautizados por Juan, porque Juan estaba diciendo: “El Mesías está aquí, el Mesías está aquí, preparen su corazón, preparen su corazón”, y él estaba predicando el reino y justicia, y diciéndole a la gente que se preparara, y él estaba ofreciendo este bautismo el cual era un símbolo de su deseo por ser limpiados, y masas de personas estaban ahí. Y un día Jesús se aparece, ¿y cómo es que Juan presenta a Jesús? Él no dice: “He aquí su Rey”, él dice: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, y eso sale de Isaías 53. Eso es lo que él dijo la primera vez que él apuntó a Cristo, Juan 1:29. Al día siguiente, el día después, de nuevo Cristo está ahí, y de nuevo cara a cara, y Juan de nuevo dijo: “He aquí el Cordero de Dios”.

Juan no explica nada. Había suficiente en Isaías 53 para entender que el Mesías vendría como un cordero y un sacrificio por el pecado; uno que iba a ser matado e iba a guardar silencio en la matanza. Israel tendría su Rey vivo, exaltado, pero solo después de que Él fuera un cordero moribundo rechazado. La imagen aquí es tan prosaica. El versículo 6 dice: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino”, ese es el retrato de la humanidad pecaminosa; todos somos ovejas que nos descarriamos. Entonces, el Siervo se convierte en uno de nosotros, un cordero, para convertirse en el Cordero sacrificial para salvar a las ovejas.

Ahora, vamos a embarcarnos en los versículos 7 al 9 en esta mañana, no lo vamos a terminar, pero es la penúltima, la cuarta estrofa en las cinco estrofas que constituyen este pasaje sorprendente. Y el énfasis primordial en los versículos 7 al 9 es el silencio, o por así decirlo, sumisión, disposición, obediencia; aquí está el Siervo sufriente de Jehová, sufriendo hasta la muerte de manera dispuesta, voluntaria; aquí es donde Él vive: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”, como Él oró en el huerto; la boca podría decir usted del Mesías es presentada; en el versículo 7, Él no abrió su boca, dos veces dice eso; y en el versículo 9: “Ni hubo engaño en su boca”. Él está en silencio en su juicio, ese es el versículo 7; Él está en silencio en su muerte, ese es el versículo 8; y Él está en silencio en su sepultura, y eso es el versículo 9.

Aquí, de nuevo, en el futuro, Israel mirará atrás y se dará cuenta de que el silencio de Él fue una disposición a ser matado, como el versículo 8 dice, “por la rebelión de mi pueblo, mi pueblo, quien merecía morir”. Ellos tendrán una perspectiva totalmente diferente del juicio, muerte y sepultura del Mesías. Ahora, quiero decir algo aquí en un sentido más amplio. Este capítulo es tan crítico para alguien que quiere presentar un Evangelio fiel, porque el lenguaje aquí es el lenguaje del Evangelio. Y quiero enseñarle lo que quiero decir con esto. Mucha gente quiere hablar de Cristo, habla de creer en Jesús, habla de aceptar a Jesús como Salvador, habla de dejar que Cristo gobierne tu vida; todo eso está bien y es verdad, pero el lenguaje de la salvación verdadera es el lenguaje de Isaías 53, cuando los judíos en una generación futura, o cuando usted y yo en esta generación mire a Jesucristo, así es como lo debemos ver, no como un maestro, no como una especie de salvador benigno, dispuesto, aunque Él es un Maestro y ciertamente un Salvador.

Pero tenemos que ver a Cristo en el lenguaje de sacrificio. Muy bien, esa es la frase operativa. Tenemos que verlo en el lenguaje del sacrificio. Cuando usted está viendo aquí, usted está oyendo la confesión de los judíos en el futuro, y la confesión de cualquier persona verdaderamente convertida en el presente. ¿Y cuál es el lenguaje? Usted regresa al versículo 3: “Despreciado, desechado, varón de dolores, experimentado en quebranto”, versículo 4, “Sufrió, azotado, herido, abatido, herido, molido, castigado, su llaga”, versículo 7, “Angustiado, afligido, matado”, versículo 8, “Cárcel, juicio, fue quitado” lo cual significa “matado”, “Cortado, herido” al final del versículo 8; versículo 10, “Jehová quiso quebrantarlo, sujetándolo a padecimiento. Él es una ofrenda por la culpa”, versículo 11 y 12, “Llevando la iniquidad, llevando el pecado”.

¿Qué estoy diciendo? El Evangelio es acerca del pecado, y es acerca del juicio, y es acerca de la expiación, y es acerca de la muerte, y es acerca del sacrificio, y es acerca de la sangre; el Evangelio es acerca de la opresión, aflicción, juicio, ejecución, ser herido; es acerca de las iniquidades, transgresiones, pecados; ese es el Evangelio. Así es como tiene que ser entendido y explicado. Claro que la tendencia actual tiende a apuntar a un mensaje inofensivo, una referencia reducida marginal a Cristo. S. Lewis Johnson dijo: “Los cristianos reinician su teología a toda nueva idea, como reiniciar tu reloj cada vez que encuentras un reloj que es diferente”. Pero las palabras de salvación son las palabras que encuentra usted en Isaías 53; así es como usted tiene que entender la muerte de Cristo, así es como otros tienen que entenderla.

¿A quién se hace referencia aquí? ¿Quién sufre un juicio como el versículo 7 describe, una muerte como el versículo 8 describe, y una sepultura como el versículo 9 describe? ¿Quién es éste? ¿Quién es éste Esclavo de Jehová, sufriente, sumiso? ¿Quién es este hombre inocente sin pecado, sin embargo, que persevera con paciencia y con disposición es afligido con una muerte tan brutal? ¿Quién es éste? Solo hay una respuesta posible, y esa es el Siervo de Jehová quien es el Mesías, quien es Jesús, y Él no está atrapado en alguna red de circunstancias que están fuera de control, sino que más bien en silencio está cediendo a todo lo que sucede. Ahora, el Mesías habla en la canción del Siervo en el capítulo 42, el Mesías habla en la canción del Siervo en el capítulo 49, el Mesías habla en la canción del Siervo en el capítulo 50, el Mesías no dice nada en Isaías 53, no hay ninguna palabra.

Él es el Siervo silencioso sufriente, no dice nada, no hace nada, sino que deja que todo le pase a Él. Ésta es la muerte sustitutiva del Siervo voluntaria, con disposición vicaria. Ahora, por esta mañana por unos cuantos minutos veamos el versículo 7, la primera de estas tres, y el juicio de Jesús está aquí presentado. ¿Cómo sabemos eso? Versículo 7: “Angustiado Él”, “Él mismo” literalmente en el hebreo, “Él mismo” enfáticamente fue oprimido, fue afligido. Esta es una palabra que nos lleva a la brutalidad, nos lleva a la esclavitud, es una palabra que se refiere a ser arrestado, a ser abusado y fue severo. Lo trataron de manera tan severa que cuando fue arrestado y abusado, según el versículo 14 del capítulo 52, dice que la apariencia que Él tenía, su apariencia fue desfigurada más de la que cualquier otro hombre, y su forma más que la de los hijos de los hombres, ni siquiera se veía humano.

Ya para cuando acabaron con Él, tanto en términos de los golpes físicos que Él recibió en su cuerpo, y el abuso a que fue sujeta su cabeza y su rostro por parte de una corona de espinas, y cómo lo golpearon con las varas en el rostro, y la saliva, y el sudor y la sangre descendiendo por su rostro, Él ni siquiera se veía humano. Después de haber sido flagelado y el baño de sangre en todo su cuerpo, habiendo estado inclinado en la angustia torturada de su rostro, en la emoción del momento, éste es su abuso.

Comenzó con su arresto a la mitad de la noche en el huerto, después continuó en los juicios falsos, los testigos falsos, el abuso al que fue sujeto ahí, la tortura sicológica que Él enfrentó ahí, y la injusticia terrible de entregarlo a los romanos, y después la manera en la que lo trataron y abusaron de Él físicamente desde el arresto en el huerto hasta el juicio en la casa del sumo sacerdote, tratando de condenarlo mediante testigos falsos que daban falso testimonio; su tiempo ante Herodes, ante Pilatos, todo el maltrato por parte de los judíos y los romanos, ningún crimen jamás certificado, ninguna prueba jamás dada, ninguna culpabilidad jamás establecida.

Según Lucas 23:15, Herodes lo declaró inocente; tres veces en Lucas 23, Pilatos dice que Él es inocente tres veces y él era el gobernador. Entonces, fue un veredicto legal, tres veces inocente. Aún así, los líderes de Israel, los líderes judíos con consentimiento del pueblo, empujaron a Pilatos para seguir su triple declaración de la inocencia de Jesús con un llamado a la ejecución, eso es lo que él hace en Lucas 23:25. Bueno, eso es lo que es visto aquí en el versículo 7: “Él fue angustiado”. Y después dice que Él fue afligido, pero es un verbo pasivo, y realmente necesita ser visto de una manera un poco diferente, un poco más de cerca; Él permitió que en Sí mismo fuera afligido. Esa es la manera en la que usted traduciría un verbo pasivo. Pasivo significa que sucede, la acción le sucede a usted, no por parte de usted. También llega a significar y podría ser traducido de manera apropiada de esta manera, como en Éxodo 10:3.

Él se humilló a Sí mismo. Lo cual es otra manera de decir que Él permitió que lo afligieran. Pablo bien pudo haber tenido esta frase en mente cuando escribió Filipenses 2: “Él se humilló a Sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, muerte de cruz”, ese bien podría ser un reflejo directo de Isaías 53:7. Esto no es normal para gente inocente que está siendo torturada. Normalmente una persona oprimida, torturada que es inocente y sabe que esta es una injusticia terrible, clama, clama por la injusticia y clama por la inocencia, pero no el Siervo de Jehová, Él no dice una palabra. No abrió su boca. A pesar del hecho de que ésta fue una injusticia mala, impía, miserable en contra no solo de un hombre inocente, sino de un hombre perfectamente Santo y Justo; Él no abrió su boca.

Los pecadores no sufren en silencio, no sufrimos así; está la voz de la culpabilidad cuando sufrimos por nuestro pecado, clamamos como David lo hizo en el Salmo 32 y en el Salmo 51, ¿verdad? “Contra ti, contra ti solo he pecado. Lávame, límpiame, hazme limpio”, ese es el clamor del pecador culpable. El clamor del pecador inocente es Job, quien repetidamente clama a Dios por su inocencia; Job 7:1-13, todo eso está diciendo: “Dios, ¿por qué está pasando esto? Yo soy un hombre inocente, no soy culpable de aquello de lo que aún mis propios amigos me están acusando de que soy culpable”. Los pecadores no sufren en silencio. Cuando sufrimos por la culpabilidad clamamos a Dios por perdón, y cuando sufrimos por inocencia clamamos a Dios y preguntamos por qué. Pero Él sufre en silencio.

Él ha sido cazado a la mitad de la noche, y encontrado en el huerto de Getsemaní después de la medianoche. Han venido a Él –en el Nuevo Testamento, los escritores del Nuevo Testamento nos dicen– con una multitud enorme, policías del templo, líderes religiosos, soldados romanos, para arrestarlo; cazado como algún tipo de animal nocturno. Él es arrestado, Él es traicionado por Judas, Él es llevado en custodia; maltratado, torturado, atormentado, abusado en toda manera imaginable y que no nos imaginamos, y después llevado a la ejecución sin ninguna resistencia, sin ninguna queja. Cuando Él es traído ante el sumo sacerdote, Mateo 26, nos dice que Él estaba en silencio. En el siguiente capítulo, Mateo 27, Él fue llevado ante los principales sacerdotes y los escribas, ancianos, y Él estuvo en silencio. En Marcos 15, Él fue llevado delante de Pilatos, y Él estuvo en silencio. Y Juan 19 registra lo mismo, su silencio ante Pilatos.

En Lucas 23, Él fue llevado ante el rey Idumeo, que servía bajo Roma, llamado Herodes, y de nuevo Él estuvo en silencio. Él estuvo en silencio delante del sumo sacerdote en Sanedrín, Él estuvo en silencio ante Pilatos, Él estuvo en silencio ante Herodes; Él nunca dijo una palabra en defensa de Sí mismo y su inocencia. Isaías dice que Él fue como un cordero, Él fue llevado a la matanza como una oveja que está en silencio ante sus trasquiladores; entonces, Él no abrió su boca. El asunto aquí es la disposición del Mesías a morir. Este no es un buen plan que salió mal. Setecientos años antes de que Jesús se apareciera, la profecía es clara en que cuando Él venga, Él vendrá como un cordero para ser matado. Y cuando Él llegó antes de que Él comenzara su ministerio, Juan dice: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.

Y eso significa que Él debe ser un cordero sacrificial, porque solo en la muerte del sacrificio es quitado el pecado. Cuando Jesús murió al final de los tres años de su ministerio – eso no fue como algunos han tratado de presentarlo, algo bueno que salió mal; esa fue la razón misma por la que Él vino, en primer lugar. Pudo haber dicho muchas cosas ante sus acusadores, hubieron muchas cosas que Él pudo haberle dicho al sumo sacerdote, a los principales sacerdotes que constituían el Sanedrín; Él pudo haberle dicho mucho a Pilatos y a Herodes, pero no lo hizo; estuvo en silencio de la sumisión a la voluntad de su Padre, pero también estuvo el silencio del juicio: “No escucharon y ahora no tengo nada qué decirles; cuando hablé de la vida y de la salvación, cuando hablé del perdón y el Reino de Dios, ustedes no quisieron oír, y ahora no tengo más qué decirles”. Él está en silencio absoluto en el juicio. Y el versículo 7 termina de nuevo diciendo: “Y no abrió su boca”.

No solo aceptó el juicio injusto de los hombres, sino que Él aceptó el juicio justo de Dios en lugar de pecadores injustos para hacerlos justos. Ningún sacrificio fue jamás tan perfecto, ningún sacrificio jamás fue tan puro; aquí está el Cordero de Dios sin mancha, sin pecado, aceptable a Dios, escogido y elegido por Dios, muriendo por pecadores. Es aquí, queridos amigos, que la soteriología del Antiguo Testamento alcanza su ápice; este es el punto elevado del Antiguo Testamento: el Mesías es el sacrificio, matado por Dios por nosotros. Él es el Siervo de Jehová, Él el Esclavo de Jehová, y su servicio demanda que Él muera, que Él sea castigado por nuestro bienestar, que Él sea azotado por nuestra llaga, que Él sea aplastado por nuestras iniquidades, que Él sea traspasado por nuestras transgresiones; y como el versículo 8 lo expresa, que Él sea quitado de la tierra de los vivientes por nuestras transgresiones, aquellos que merecemos la muerte.

Ese es el mensaje del Evangelio, y es un mensaje de pecado y juicio y muerte y sacrificio. El Siervo de Jehová sufriente, silencioso, sumiso, matado, menospreciado, recibe el castigo de Dios por la deuda moral enorme de los elegidos de toda la historia humana, y paga el precio del rescate con su vida. Ahora, eso es el versículo 7, ese es el juicio que nos lleva a su muerte en el versículo 8, eso es para la próxima vez. Lo vemos en silencio en la muerte, inclusive en silencio en la sepultura, versículo 9.

Inclinémonos en oración. Padre, no podemos evitar sino oír las palabras sorprendentes de Pedro, quien dice acerca de Cristo: “Él no cometió pecado ni se halló engaño en su boca”, tomado exactamente del versículo 9, quien cuando le maldecían no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a Aquel que juzga justamente. Y Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo en la cruz, para que podamos morir al pecado y vivir a la justicia, porque por su llaga fuisteis vosotros sanados.

Estamos boquiabiertos por el asombro de este sacrificio de Cristo, estamos asombrados del hecho de que Tú nos lo hayas aplicado a nosotros que somos totalmente indignos, ¿por qué es que Tú nos has seleccionado de todo el mundo para recibir este mérito poderoso? Esto va más allá de nuestra comprensión. Pero está detrás de nuestra adoración, es la razón por la que te amamos, te alabamos, te adoramos. También es esta gran realidad de que Tú nos has llamado a proclamar hasta los fines de la tierra, que todo aquel que invocara el nombre del Señor será salvo, judío o gentil. Este es el día de la salvación, este es el tiempo aceptable. Sí, habrá un tiempo futuro al final de la historia humana, cuando la nación Israel será salva; pero mientras tanto, mientras tanto, todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo.

El Evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree, judío o gentil. Pedimos, Señor, que el día de hoy, inclusive en esta hora, que Tú atraigas algunos a Ti, judío o gentil, que están sentados y oyendo esto; que este sea el momento en el que salgan de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, de la confusión a la claridad, de la ignorancia al conocimiento, de la muerte a la vida. Y que sean traídos a Cristo de manera irresistible por tu Espíritu Santo Bendito. Que este día, sea un día de salvación. Padre, lleva a cabo una obra en corazones, y cumple eso para Tu gloria, para Tu honra, para que el cielo pueda regocijarse por la llegada a casa de un pecador perdido. Oramos porque Tú seas honrado de esa manera, para que Tú seas exaltado. En el nombre de Cristo. Amén.

 

 

 

 

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