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Este mensaje se predicó originalmente el 19 de septiembre de 2015 en la Conferencia de Otoño de Ligonier, "So Great a Salvation".

El año fue 1644, el lugar fue la abadía de Westminster, el salón se llamaba el salón de Jerusalén. Las mentes y eruditos bíblicos, teológicos más grandes en Inglaterra, los famosos Puritanos se reunieron con los Señores y Comisionados para pasar cinco años de estudio intenso, cinco años de discusión para producir una declaración de doctrina fiel a la Escritura y fiel al Evangelio.

Para 1649 habían terminado lo que se volvió la confesión de fe más conocida de Westminster. En ese credo hay una afirmación acerca de la seguridad de la salvación, llamándola de manera exacta, “perseverancia”. En una afirmación breve y exacta, la Confesión de Westminster, en el capítulo17, sección 1 dice, y cito: “Aquellos a quienes Dios ha aceptado en su Amado, llamado eficazmente y santificado por su Espíritu, no pueden caer ni de manera total ni final, de un estado de gracia, sino que ciertamente perseverarán en Él hasta el final y serán eternamente salvos.”

Necesito decir que lo expresaron de manera correcta, la Escritura está llena de promesas que llevaron a ese credo, llevaron a esa convicción, la Escritura es clara acerca de la perseverancia de los santos, que aquellos que son verdaderamente salvos, serán llevados a la gloria eterna. Nuestro Señor Jesús dijo, en el sexto capítulo de Juan, “Todo lo que el Padre me da vendrá a mí, y el que a mí viene, no le echaré fuera. Todo lo que el Padre me da le recibiré, y yo le resucitaré en el día postrero.” Todo aquel a quien Dios da al Hijo, como un regalo de amor para constituir a la esposa del Hijo, estará ahí en la fiesta de las bodas en gloria.

“Mis ovejas”, nuestro Señor dijo en Juan 10, “me conocen y yo las conozco. Y les doy vida eterna, y no perecerán jamás, ni nadie las sacará de mi mano, o de la mano de mi Padre.” En 1 Corintios, capítulo 1, quizás un comentario que ha sido pasado por alto, versículo 7, “No os falta ningún don, esperando la revelación de nuestro Señor Jesucristo, quien también os confirmará hasta el fin, irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo, Dios es fiel por quien habéis llamados a la comunión con su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor.” 1 Tesalonicenses, capítulo 5, versículo 23, “Y el Dios de paz mismo, santifique por completo, y que vuestro espíritu, alma, y cuerpo, sean guardados completos, irreprensibles hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo, fiel es el que os llama, el cual también lo hará.” Esa es la promesa de Dios.

Otra bendición conocida llamada al final de Judas, “Y Aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros delante de su gloria sin mancha, con gran gozo, al único Dios nuestro Salvador, por Jesucristo nuestro Señor sea gloria, majestad e imperio y autoridad, ahora y por todos los siglos. Amén.” Aquel que es poderoso para guardaros sin caída. Hay muchas otras afirmaciones que nos prometen que la vida eterna es de hecho, eterna. Esto fue entendido ampliamente por parte de los estudiosos de Westminster, pero también entendieron lo que la perseverancia no significaba. No significaba que los cristianos no fallan en sus vidas, en su obediencia. No significaba que los cristianos no fallan seriamente y posiblemente hasta la muerte. Porque entre los corintios muchos estaban débiles y enfermos y algunos habían muerto por cómo habían venido a la mesa del Señor.   

Entonces, la Confesión de Westminster añadió esto, “No obstante los creyentes pueden mediante las tentaciones de Satanás y del mundo, la prevalencia de la corrupción que prevalece en ellos, y el descuido de sus medios de preservación, caer en pecados tristes y por un tiempo continuar en ellos, y de esta manera incurrir en el desagrado de Dios y entristecer a su Espíritu Santo y llegar a ser privados de ciertas medidas de sus gracias y comodidades y que sus corazones se endurezcan y sus conciencias se hieran, se lastimen y escandalicen a otros y traigan juicios temporales sobre sí mismos.” En otras palabras, la perseverancia en la fe no significa perfección.  

La perseverancia de los santos, entendieron que era una mejor expresión de esta gran verdad que seguridad eterna. La seguridad eterna ha llegado a ser una designación más popular, pero no es tan precisa. La seguridad eterna no describe los medios necesarios mediante los cuales nuestra vida eterna está asegurada. Aunque los creyentes puedan pecar, puedan pecar seriamente, puedan pecar repetidamente, hay algunas cosas que nunca abandonarán. Hay algunas cosas que nunca abandonarán. No llegarán a estar bajo el dominio completo del pecado, no perderán la confianza en el Señor, y el Evangelio, no dejarán la santidad y abrazarán de manera plena la iniquidad. La doctrina de la perseverancia, esencialmente es que la vida que es de Dios es permanente. El regalo de la vida eterna es permanente, es un regalo de gracia soberana, es un regalo de misericordia, y es permanente. Esa es la razón por la que Jesús dijo “el que perseverare hasta el final, será salvo.”  La seguridad en Cristo está ligada a la perseverancia, está ligada a la perseverancia.  

1 Juan 2:19, es una porción muy interesante de la Escritura, esto es lo que dice: “Saliendo de nosotros, pero no eran de nosotros, porque si hubiesen sido de nosotros habrían permanecido con nosotros. Pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros.” Cuando alguien abandona a Cristo, abandona la verdad del Evangelio, abandona la virtud y la santidad, se aparta, ese no es un caso en la vida eterna, esa es evidencia de fe superficial, nunca creyeron, de lo contrario permanecerían. Cualquier idea de salvación que deja afuera la seguridad, es una distorsión de la verdad y cualquier idea de la seguridad que deja afuera la perseverancia es una distorsión de la verdad. Estamos seguros porque poseemos una vida eterna perseverante.

Hay muchos textos que podríamos ver nuestro tiempo está limitado, para efectos de tiempo, para resumirlo lo mejor que podría ser resumido por favor abra su Biblia en 1 Pedro capítulo 1, y quiero que veamos los versículos 3 al 9. Esa una tradición maravillosa ponerse de pie cuando la Palabra de Dios es leída, sería tan amable en hacer eso conforme leo 1 Pedro 1:3-9, escuche con mucha atención, no deje que su mente se distraiga, conforme vea este texto.

“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada, inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero, en loa cual vosotros os alegráis aunque ahora por un poco de tiempo si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallado en la alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo aunque ahora no le veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso, obteniendo el fin vuestra fe que es la salvación de vuestras almas.”

Pueden tomar asiento. Permítame hacer un comentario simple, si fuera posible que yo perdiera mi salvación, la perdería. Si fuera posible que yo perdiera mi salvación, ya la habría perdido, mil, mil veces. Cualquier persona que le dice a usted que es posible perder su salvación, está dependiendo el mantener esa salvación en su propia fuerza, en su propio poder. Y ese es un error terrible cuando uno ve la debilidad de la carne humana y la voluntad humana. Si pudiera perder mi salvación, la perdería. No obstante, este texto dice que nacido de nuevo, que se me ha dado vida, y esta vida es vida eterna.

Solo un poco acerca del contexto aquí, esto es escrito por Pedro. Y Pedro sería la persona correcta, ¿no lo cree usted? En escribir acerca de la perseverancia. Si hay alguna persona en el Nuevo Testamento que llegó a estar inclinada al fracaso, al fracaso inmenso, fue el hombre que escribió esas palabras y experimentó de manera personal el poder de esas palabras, en base a la Escritura, ninguno de nuestros discípulos del Señor, fuera de Judas, tropezó de manera más miserable que Pedro. Y sabe una cosa, incluso podría usted a luchar al distinguir a Judas de Pedro si usted tan solo compara el hecho de Juan 13 dice, en ese jueves por la noche de la Semana de la Pasión, en el Aposento Alto, “Satanás entró en Judas.” Con las palabras de nuestro Señor a Pedro en Mateo 16, “Quítate de delante de mí Satanás.”

Si en algún punto llegó a haber alguien inclinado al fracaso fue Pedro, cuyo fracaso pareció ser tan grande y entonces no podría haber una mejor persona que pudiera escribir esto que Pedro. De hecho, no es sorprendente que fue en el versículo 16 de Mateo 16 que Pedro dice, “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Y Jesús dice, “carne y sangre no te revelaron eso, sino mi Padre que está en los cielos.” Y en el versículo 23 Jesús se vuelve a Pedro y dice, “Quítate de delante de mí, Satanás.” Y en el mismo texto, en base a esa confesión acerca de Jesucristo, “edificaré mi iglesia.” Y los apóstoles, incluyendo a Pedro, se volverían las piedras de cimiento.

Pedro es prueba de que un creyente verdadero puede tropezar, pero no caer. Pedro salió después de sus denuncias más adelante de Cristo y traiciones, y lloró amargamente. Esto debió haber sido un tiempo glorioso para Pedro haber recibido esta revelación, y haberla escrito, haber recordado como Él había vivido a través de la vida perseverante que Dios le había dado en la oscuridad y horas oscuras que fueron inusuales. El criterio mediante el cual un creyente verdadero se distingue, no es un acontecimiento pasado, no es un acontecimiento pasado, y hemos estado hablando de eso en las sesiones de preguntas y respuestas de hoy.

No es un acontecimiento pasado, no es una oración, no es una profesión, no es asistencia a la iglesia, no es bautismo, es perseverancia. Es perseverancia. Se nos ha dado vida, hemos hablado de la regeneración, Pedro habla de renacer, eso es regeneración, se nos ha dado vida, y la Biblia es bastante clara, no es duda al respecto es vida eterna, es vida eterna. Jesús dijo, “Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás.” “Yo les doy agua, que hará que nunca tengan sed.”

Regresemos a Pedro por un minuto, vaya a Lucas 22, y únicamente estamos tratando de presentar un poco del trasfondo para ver más de cerca el texto que leí, pero en Lucas 22, todos conocemos la experiencia de Pedro, Jesús le dice en el versículo 31, “Simón, Simón,” Él solía llamarlo por su nombre viejo cuando él actuaba como su hombre viejo, “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo,” Wow. Si yo hubiera sido Pedro, probablemente hubiera dicho, “Bueno, le dijiste no, ¿verdad?”

“No, no hay trato, realmente no, pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte.” “Yo he rogado por ti, que tu fe no falte.” La seguridad en la vida del creyente para la gloria eterna, no es de alguna manera automática, es asegurada a través de un medio, y el medio es esa vida eterna, parte de la cual es una fe que no puede fracasar. “He orado por ti.” Esa fe no puede fracasar porque Dios planeó que no fracasara, y Cristo oró porque no fracasara. E incluso el Espíritu Santo intercede a favor de los creyentes, Romanos 8 dice.

“He orado por ti que tu fe no falte”, esa oración será respondida porque “una vez vuelto, y salgas de esta prueba,” esta sacudida por parte de Satanás, “fortalezcas a tus hermanos.” La respuesta de Pedro obviamente demuestra que él pensaba que él tenía el poder para aferrarse, él dijo: “Señor, dispuesto estoy a ir contigo no solo a la cárcel, sino también a la muerte.” El Señor sabía que eso no era verdad, Él dijo, “Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes de que niegues tres veces que me conoces.” La fe de Pedro no fracasaría porque Jesús oró que no fracasaría, y Jesús oró conforme a la voluntad de Dios. Este es un modelo, este es un modelo maravilloso del ministerio intercesor de Cristo. Vea Juan 17, este es otro pasaje con el que estamos familiarizados, aquí está nuestro Señor intercediendo en esta oración más maravillosa, la más maravillosa de todas las oraciones bíblicas, la intercesión de nuestro Señor ante el Padre, así es cómo Él ora.

Entonces, cuando Él oró por Pedro que su fe no faltara, ¿qué es lo que dijo? Observe el versículo 11, “Y ya no estoy en el mundo, más estos están en el mundo y Yo voy a Ti Padre santo, a los que me has dado guárdalos en tú nombre.” Guárdalos. Entonces, aquí está nuestro Señor diciéndole a Pedro, “Vas a atravesar por esta sacudida por parte de Satanás porque Yo voy a orar que tu fe no falte.” Y aquí hay un ejemplo de ese tipo de oración y no es solo por esos once, sino por todos los que creerían mediante sus palabras. “Todos lo que el Padre me da, a lo largo de la historia redentora, te estoy pidiendo Padre, guárdalos en Tu nombre.”

Y después vaya al versículo 15, y aquí usted ve esto que es una explicación más detallada de la intercesión misma de nuestro Señor por Pedro, en Lucas 22, “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad, tu Palabra es verdad. Cómo tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. Más no ruego solamente por estos, sino por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno como tú Padre en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos en uno, Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me envistes, y que los has amado a ellos, como también a mí me has amado. Padre, aquellos que me has dado, quiero que dónde yo estoy también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado.”

Aquí está la oración intercesora de nuestro Señor: “Lleva a aquellos que me has dado, a la gloria.” Cómo si el Señor, al borde de la cruz le dice al Padre, “Los he guardado, los he guardado, ahora voy a la cruz. Va a haber un tiempo en la cruz, cuando voy a estar separado de Ti, Padre, guárdalos, guárdalos.” Esta es la oración apasionada de nuestro Señor, que los creyentes fueran guardados del poder del maligno, que fueran santificados por la Palabra de Dios, que compartieran en últimas en su santidad final en la gloria, que fueran llevados a la gloria como una unidad, todos los redimidos con ninguno perdido, para que por lo tanto perseveraran hasta el fin.

Y, por cierto, esta oración intercesora es lo que se tiene en mente en Hebreos 7:25, “Él es poderoso para salvar perpetuamente a los que se acercan a Dios mediante Él, debido a que Él vive para siempre, para hacer - ¿qué? - intercesión por ellos. No es simplemente alguna realidad automática que usted fue salvo y usted va a ir al cielo en base a alguna realidad automática, la razón por la que usted va del punto de la regeneración hasta la gloria es eterna, es debido a la intercesión que nunca se detiene por parte del Cristo viviente a favor de usted. No hablamos mucho de la intercesión de Cristo, pero es esa intercesión delante del Padre y esa intercesión también por parte del Espíritu, Romanos 8, que nos sostiene hasta llegar a la gloria. La intercesión de Cristo garantiza nuestra salvación eterna, y el cumplimiento del plan del Padre, que aquellos a quienes Él conoció de antemano, Él glorificó.  

Entonces, hemos nacido de nuevo. Regresemos a 1 Pedro por tan solo una mirada breve. Hemos sido glorificados, vamos camino a la gloria, hemos sido regenerados, simplemente vea el versículo 3. Nos hizo renacer, poseemos vida nueva, y esa vida nueva es vida eterna. Jeremías 32:40, “Y haré un pacto eterno con ellos, que no me volveré de ellos para hacerles bien, y yo colocaré mi temor en sus corazones para que no se aparten de mí.” El pacto de salvación es un pacto eterno. Nadie queda afuera, nadie se cae por las grietas. Dice usted, “Bueno, espera un minuto, ¿no hay advertencias en la Escritura, acaso la Escritura no advierte a la gente, no sea que se aparten, el libro de Hebreos y otros lugares? Sí, pero esa es una advertencia para los creyentes falsos, y oyentes no comprometidos.

Y de nuevo lo digo, la doctrina de la perseverancia de los santos, dice que los creyentes verdaderos van a perseverar. No dice que están seguros sin importar lo que hagan. Dice que perseverarán. No dice que, si aceptaron a Jesús en un momento, terminarán en el cielo, dice que perseverarán. Y perseverarán porque esa vida que está en ellos, esa vida que es vida eterna, es la vida de Dios y el alma del hombre, y es sostenida en todo creyente por la obra intercesora de Cristo y del Espíritu conforme al propósito de Dios. Usted tiene una vida eterna, perseverante en usted como creyente. Esto tenía que ser buenas noticias para los lectores de esta carta, Pedro estaba escribiéndoles a creyentes que estaban dispersos, como dice en el versículo 1, en Asia Menor, que estaban enfrentando persecución horrenda.

Estos creyentes temían por sus vidas, temían que su fe fracasaría cuando fuera probada, de manera correcta no confiaban en su propia fuerza. Pedro les recordó que eran extranjeros en el mundo, eran ciudadanos del cielo, eran una especie de aristocracia real, residentes de un reino celestial, piedras vivas en el templo de Dios, un real sacerdocio, pueblo adquirido por Dios, todo eso él les recuerda en esta epístola maravillosa. Pero esta podría ser la más maravillosa de todas, y esa es la razón por la que está al principio, no necesitaban temer las amenazas, no necesitaban temer el peligro o no necesitaban temer la persecución, no necesitaban temer el sufrimiento, incluso la muerte, y él habla de eso en casi todo capítulo, no necesitaban ser intimidados por, o ser afligidos por lo peor que podrían enfrentar porque su vida eterna nunca fracasaría. Nunca.

En lugar de darles dosis de empatía, conmiseración, Pedro los apunta a su seguridad absoluta en Cristo. Podrían perder todas las posesiones terrenales, podrían perder sus vidas, nunca perderían su salvación, su herencia celestial está fija, está garantizada, y están siendo guardados hasta su cumplimiento. Su fe sobrevivirá todo y cualquier cosa, porque es parte de esa vida eterna. Simplemente, viendo un poco más de cerca el texto, permítame darle unas cuantas cosas, en cierta manera para extender esto un poco. La vida eterna incluye una esperanza que no puede fracasar, una esperanza que no puede fallar. Versículo 3 dice, “El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hiso renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos.”

En base al hecho de que Cristo salió de la tumba, como Él dice en Juan, “Porque yo vivo vosotros también viviréis,” y nos concede esa vida misma que Él posee, la cual la muerte no puede destruir, tenemos una vida que es eterna y viva, y posee en primer lugar una esperanza viva, una esperanza viva. Usted tiene una esperanza perpetua, Hebreos 6:19 dice, “Esta esperanza es un ancla del alma, una esperanza que es tanto segura como estable, nuestra esperanza no puede morir, porque nuestra esperanza está ligada a nuestra vida, la cual es eterna, está viva. Ese es el corazón de la doctrina de la perseverancia de los santos. Perseveramos porque tenemos una vida que no puede morir, y tiene una esperanza que no puede morir. Estamos garantizados. Esto es sorprendente.

Se nos garantiza, versículo 4, una herencia, se nos garantiza esa herencia con tanta certeza como Jesucristo resucitó de los muertos, y compró para nosotros esa vida eterna, tenemos una herencia que ya nos está esperando. Incorruptible, aphthartos, no corruptible, no se presta a ser pasajera. Incluso es usada en algunos lugares, no sujeta a ser saqueada por un enemigo o un ejército invasor. Esta es una herencia que no es accesible para ningún ladrón o para que alguien la robe. No puede ser saqueada, no puede ser tomada por un enemigo, incluyendo a Satanás y a los demonios, es eterna, es indestructible, está segura con Dios.

No solo eso, es incontaminada, amiantos, sin mancha, no sujeta a defecto, no sujeta al fracaso, no puede ser contaminada, no puede ser manchada, no puede ser tocada con nada que es malo. No solo eso, es inmarcesible, amarantos, no tiene la propiedad de la descomposición, nunca puede perder su belleza sobrenatural, no puede perder su brillo. ¿Por qué? Porque, como usted puede ver, está reservada en los cielos, está reservada en los cielos. Y lo que es verdad acerca del cielo, por lo tanto, es verdad acerca de nuestra herencia, y lo que es verdad acerca del cielo, escuche estas palabras maravillosas, “Bienaventurados aquellos que lavan sus túnicas, para que tengan derecho al árbol de la vida y entren por las puertas de la ciudad, afuera están los perros, y los hechiceros, y las personas inmorales, y los homicidas y los idolatras, y todo aquel que ama y practica la mentira.” Nada de eso está en el cielo, el cielo no puede ser manchado.

El cielo no puede ser manchado por ninguna de esas cosas, es puro, no hay maldición ahí, nada de aquello que manifiesta corrupción en este mundo, están en el cielo. Nadie estará en el cielo, que sea una influencia corruptora. A diferencia de todo lo que hay en esta vida, que está sujeto a la corrupción, la descomposición, y a desvanecerse, nuestra salvación está en el cielo. Incorruptible, incontaminada e inmarcesible, no es parte de este mundo, no es parte de este sistema, está reservada en los cielos para vosotros, y de nuevo en el idioma griego, muy interesante, el perfecto pasivo participio de tereo, lo cual significa “guardar” o “mantener”, y la forma perfecta muestra que la herencia ya está en existencia, muy bien, ya está en existencia, y está siendo guardada en el presente, y continuamente, siendo guardada hasta que usted la reciba al final. Es el lugar más seguro en el universo, ¿no es cierto? el lugar más seguro en el universo. El cielo nunca va a conocer invasión alguna, ningún tesoro ahí jamás será robado, o contaminado, o corrompido, o afectado por la corrosión. Perseveramos en esta vida eterna, con una esperanza viva, una esperanza viva.

En segundo lugar, perseveramos con una fe viva, una fe viva. Esto es tan maravilloso, versículo 5, “Que sois guardados por el poder de Dios, mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.” Somos protegidos por el poder de Dios mediante la fe. La fe es el medio, tenemos una esperanza viva que no puede morir, tenemos una fe viva que no puede morir. Creeremos hasta la gloria eterna, nos está esperando una salvación lista para ser revelada en el tiempo postrero, ya preparada, ya presente y lista, ya ha sido lograda, simplemente nos está esperando, es protegida, un término militar, protegida por el poder de Dios hasta que lleguemos.

Pero el medio, de nuevo, mediante la cual es protegida, es una fe viva, nuestra fe continua. Efesios 2:8-9, “Por gracia sois salvo, por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios.” Se nos ha dado una esperanza viva, e inmortal, se nos ha dado una fe vivía e inmortal. No estamos hablando de fe natural, no estamos hablando de fe humana. Estamos hablando de una capacidad sobrenatural para creer la verdad acerca de Dios y el evangelio a lo largo de la totalidad de nuestras vidas. Nunca dejamos de creer. No es independiente de nuestra propia voluntad, sino por poder divino, activa nuestra voluntad, y permanecemos estables, no pasivos, sino activos en la perseverancia, de esta manera es llamada la perseverancia de los santos.

Hay un tercer elemento en esto, perseveramos en esta vida eterna con una esperanza viva y una fe viva, y un poder vivo. Versículo 6, “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, más preciosa que el oro, el cual, aunque perecedero, se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.” Lo que esto nos dice es que hay un poder que está operando en nuestras vidas, que nos sostiene a través de las pruebas más severas que podemos imaginarnos, o que ni siquiera podemos imaginarnos. “Aunque ahora, o por un tiempo si es necesario, habéis sido afligidos por diversas pruebas, esto se vuelve la prueba de vuestra fe, la cual más preciosa que el oro, que es perecedero.”

Este es un pensamiento fascinante para mí, este es un pensamiento fascinante para mí. He sido un pastor ya por suficientes años, como para saber que mucha gente lucha con su certeza en la salvación, se preguntan: ¿realmente soy salvo? ¿realmente he sido perdonado? ¿realmente voy camino al cielo? Lucho con confiar en el Señor, los jóvenes algunas veces dicen, “Tú sabes, he invitado a Cristo para que sea mi Señor. Le he pedido a Dios que me salve, muchas veces. Me preocupo porque no sea un creyente verdadero. ¿De dónde viene la certeza?” La certeza viene del Espíritu de Dios a un creyente obediente como una gracia dada. Pero más allá de eso, la certeza se vuelve más fuerte y más firme entre más su fe es probada por las pruebas.

Cuando el doctor me dice, “Tu hijo tiene un tumor cerebral, podría quitarle la vida.” Mi fe es probada. Y a lo largo de nueve días de orar y ayunar y al salir del otro extremo, con un amor más grande, una confianza más grande, y una esperanza más grande en Dios, fuera lo que fuera que significó para mi hijo, Él libró a mi hijo, incluso hasta el día de hoy, sin ningún efecto a largo plazo en absoluto. Pero salí de eso, y lo que pudo haberme despedazado sobre mis rodillas, humanamente hablando, mi fe soportó. Y me di cuenta como el oro, que tengo fe real. Han habido muchas pruebas como esa, a lo largo de la vida, mi esposa Patricia tuvo un accidente de auto, se rompió el cuello, se fracturó la C2, y la C3, el Señor la libró.

A lo largo de los años ha habido gente que se ha rebelado en la iglesia, quizás, después de veinte años en el ministerio, ahí 250 personas se salieron de la iglesia. Hostilidad en contra de mí, traición por parte de amigos en los que había invertido mi vida, decepción con parejas que he tratado de ayudar, familias que he tratado de ayudar. He quedado decepcionado por hombres que he discipulado, decepcionado por hombres que he preparado y sus vidas, la vida simplemente está llena de todo eso. Enfermedad, enfermedad de personas que le preocupan a usted, a quien usted ama. Y su fe pasa por una prueba, y conforme se acumulan esas pruebas, usted sale de esas pruebas y su fe no fracasa.

No importa cuál sea el ataque, usted está consciente de manera maravillosa que lo que es más precioso que el oro, es esto que es real. Esto es diferente de la fe falsa, de la parábola de las tierras, en dónde las tierras reciben la semilla, pero cuando viene la tribulación y los problemas, ahogan la semilla y muere sin que llegue a dar fruto. Esa es una fe falsa. O el amor de las riquezas y los afanes de este mundo ahogan esa semilla. Lo más grande que el Señor le puede dar a usted, es una prueba dura que prueba la validez de su fe salvadora. Y conforme usted vive la vida y llega al punto en el que yo estoy ha acumulado muchas más de esas. Y entre más años han pasado, y más pruebas he pasado, por las que me ha colocado el Señor, más certeza tengo de mi salvación verdadera.

La gente que pierde su fe en una prueba, sacuden su puño en contra de Dios, se apartan. Esa es tierra rocosa. La fe real emerge de las pruebas más fuerte que antes, más fuerte que antes. Hay aflicción por un poco de tiempo, y es necesario porque perfecciona nuestra fe. Eso es lo que Santiago dice, “La prueba de vuestra fe produce madurez, perfección”, lo hace crecer a usted, “tened por sumo gozo.” Salen como fuego para quemar la escoria, y ese es el punto, lo que queda es poder para vencer en una fe más fuerte. Perseveramos porque tenemos vida eterna, y esa vida eterna tiene como componentes una esperanza viva, una fe viva, y un poder vivo. Una esperanza que nunca muere, nunca fracasa, una fe que nunca muere, nunca fracasa, y una fuerza que nunca fracasa. Esta es la prueba de nuestra fe, poder desatado en pruebas, que un día veremos, la alabanza y gloria y honor en la revelación de Cristo.

Hay tanto más que querría decir de eso, para efectos de tiempo, permítame pasar a otro punto. Esta vida eterna tiene un amor que nunca falla, un amor que nunca falla. Una de las cosas de las que hablo mucho es que los cristianos aman a Cristo, los cristianos aman a Cristo. 1 Corintios 16:22 dice, “Si alguno no amare al Señor Jesucristo sea anatema.” Si usted quiere definir al cristianismo de una manera muy simple, los cristianos aman a Cristo, los cristianos aman a Cristo. Eso es reciproco. Nosotros lo amamos a Él porque, ¿qué?, Él nos amó primero. Los cristianos aman a Cristo, tenemos un amor inmortal hacia Cristo. Por favor, observe el versículo 8, “A quién amáis sin haberle visto,” tenemos una esperanza que no fracasará, tenemos una fe que no fracasará, tenemos un poder que no fracasará, y tenemos un amor que no fracasará. Debemos ser definidos por ese amor.

Fue Pedro de nuevo, Juan 21, Jesús lo confronta después de que regresó a su carrera de antes, de la pesca, decepcionado en sí mismo probablemente decidió que él no era apto para ningún ministerio futuro, aunque él había visto al Cristo resucitado, había estado en Galilea por un tiempo esperando a que Jesús se apareciera, Jesús dijo: “Espérame”. No lo esperó, él regresó a pescar, el Señor se apareció en la costa y preparó el desayuno. Desayuno, y Él apareció y comieron y habló con Pedro en privado y le dijo, “¿Me amas? ¿me amas? ¿me amas?” una vez por cada vez que lo negó. Pedro finalmente tuvo que apelar a la omnisciencia porque era invisible, dijo: “Tú me conoces, tú sabes que te amo. Alimenta a mis ovejas. Alimenta a mis ovejas.”

Él amó a su Señor, no hay dudas al respecto, con un amor inmortal. Esa es la razón por la que al final del capítulo 22 de Lucas, cuando sus ojos vieron los ojos de Jesús en la noche de esa negación terrible, él fue aplastado hasta las lágrimas. ¿Cuánto amaba a su Señor? Lo suficiente como para ser crucificado de cabeza, porque él pensaba que era indigno de ser crucificado como su Señor había sido crucificado. El amor no es solo un afecto, es un deseo por la obediencia, y sacrificio, y servicio, y adoración hacia su Señor.

La perseverancia de los santos, entonces, involucra vida eterna que posee una esperanza viva, una fe viva, fuerza viva, un amor vivo, y creo que un gozo vivo. Un gozo vivo, versículo 8, “A quien amáis sin haberle visto, en quien, creyendo, aunque ahora no lo veáis os alegráis con gozo inefable y glorioso.” Lo que eso está diciendo es que sin importar lo que está pasando, sin importar cuán dura sea la persecución, sin importar cuán difíciles sean las pruebas, como en el caso de estos creyentes esparcidos, no importa cuán difícil es el sufrimiento, hay un gozo imposible de alterar en las profundidades, en la expectativa de la gloria futura.

Ese gozo es manifiesto en un creyente verdadero, porque es un elemento de vida eterna, es un elemento de vida eterna. Conocemos estas cosas, ¿no es cierto? esperanza, y fe, poder y amor y gozo, el creyente experimenta esos como los componentes, las realidades de la vida eterna son la evidencia que siempre están presentes, de una fe verdadera, y es mediante esos que perseveramos.

Y finalmente, “obteniendo,” versículo 9, “el fin de nuestra fe que es la salvación de nuestras almas.” La salvación final, la salvación completa, la salvación que está más cerca ahora que cuando creímos, obteniendo, presente, medio, en la actualidad recibiendo para ustedes mismos, incluso ahora, tienen el fin ya en sus manos, ya en su alma, es de ustedes. La glorificación final, definitiva que es el elemento final de la salvación. Y la promesa que viene en las palabras del apóstol Pablo, y con frecuencia afirmamos, “Aquel que comenzó” ¿qué? “en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.”

Un pensamiento final, vaya a Juan capítulo 15, por tan solo un momento. Juan capítulo 15, Aposento Alto, y diré más acerca de ese capítulo mañana en la iglesia, pero el Aposento Alto, Judas ha sido revelado y despedido, y Jesús da una analogía. “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador, todo pámpano que en mí no lleva fruto lo quitará, y todo aquel que lleva fruto lo limpiará para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado,” hablándole a los once que están ahí. Y Él está hablando acerca de Judas quien es la rama prototípica sin fruto, la rama que es cortada, versículo 6, el que es echado afuera, seco, recogido, echado en el fuego, y consumido. La rama Judas. No perseveró, desertó.

Y nuestro Señor les dice a estos once, versículo 4, “Permaneced en mí, permaneced en mí.” Y después en el versículo 7, “Si permanecéis en mí.” Hemos tomado esa palabra permanecer y la hemos convertido en algo que es más bien místico. ¿Sabe usted lo que Él les está diciendo? Quédense. Eso es menō, “quédense”, no hagan lo que Judas hizo, quédense, permanezcan. Si se quedan voy a establecer mi residencia en ustedes, si se quedan darán mucho fruto, si se quedan voy a oír y responder sus oraciones, si se quedan tendrán gozo, quédense. No sea como Judas, quédese, quédese con Cristo. No haga lo que Judas hizo, sea fiel hasta el fin mismo.

Señor, de nuevo te agradecemos por Tú verdad, Tú Palabra. Nos sentimos como si rascamos las superficies de estas realidades profundas. Sin embargo, la superficie da tesoros que van más allá de la descripción. Te agradecemos por esa esperanza que arde brillante en nuestros corazones. Y te agradecemos por esa promesa de que todos nos reuniremos al final en Tu presencia. Cada uno de nosotros que Tú escogiste desde antes de la fundación del mundo y cuyo nombre Tú escribiste en el libro de la vida del Cordero, cada uno de aquellos que fueron escogidos para ser dados como regalos de amor al Hijo, para constituir Su esposa, todo que fue recibido por el Hijo, guardado por el Hijo, y será resucitado para la gloria eterna.

Te agradecemos por esta vida que persevera, esta vida que triunfa sobre el pecado, y Satanás y la muerte. Y te agradecemos por la esperanza de que todos nosotros, como uno, escogidos desde antes de la fundación del mundo, seremos congregados en el gozo eterno en Tu presencia. Con la expectativa de eso, Señor, vivimos de manera triunfal sobre todos los asuntos de la vida, con corazones agradecidos por esa gracia. Te agradecemos, te adoramos, en el nombre de nuestro Salvador. Amén.

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